34. Contradicción al primer paisaje

Hermione había esperado cualquier otro comentario para salvar su dignidad, pero cuando escuchó esas palabras, se quedó helada. Draco fue tan directo y dijo todo sin problema alguno; algo que ella no había imaginado que pudiera suceder.

No supo qué responder porque su mente se quedó en blanco, así que sólo bajó la mirada. Pero entonces escuchó las hojas secas crujir delante de ella y tuvo que alzar la cabeza de nuevo para mirar cómo Draco se acercaba.

Él la estaba estudiando.

—Estás sin palabras —dijo, y ella frunció el ceño—. Lo he notado: cada vez que no te mueves y bajas la mirada, significa que no sabes cómo reaccionar o qué decir.

—Hmm, sí... —murmuró ella, de nuevo, demasiado sorprendida—. Es cierto, claro, ¿pero...?

—Cuando balbuceas es porque tienes muchas cosas en tu cabeza y no te concentras en ordenarle a tu lengua unas palabras en específico.

Draco estaba a sólo un metro de distancia de ella. Y como siempre que la miraba y estaba serio, tenía las manos escondidas en los bolsillos de sus jeans, y también llevaba la cabeza ladeada.

—Draco, ¿cómo...?

Pero él volvió a interrumpirla:

—Tienes un caminar brusco y delicado al mismo tiempo. Te muerdes el labio cada vez que lees y escribes con tanta rapidez que parece que alguien te está apurando; pero aún así tienes una excelente caligrafía. Te gusta estudiar como mínimo una semana antes de cualquier examen, y cuando estamos en clases, no hay nada ni nadie que te distraiga de poner atención —Hermione seguía sin palabras, y ante eso, Draco sonrió como si hubiera ganado un trofeo. Siguió hablando—: Frunces mucho el ceño cuando estás molesta y, aunque no siempre te das cuenta, aprietas tus manos en puños.

«Tus ojos son castaño claro, pero cuando estás a la luz del día se ven de un color miel, y se dilatan cada vez que lees o ves algo que te gusta mucho. Tu cabello es rizado, no ondulado ni chino, y es de un color chocolate muy oscuro. Tienes cuarenta y siete pecas solamente en tus mejillas y un lunar en el lado izquierdo de tu cuello.»

Hermione habría bajado la mirada hacia su cuello para comprobar eso mismo, pero estaba demasiado sorprendida y perdida en él como para hacerlo. Su corazón había comenzado a latir más rápido, y casi se sentía temblar.

—Siempre quieres tener el control de la situación —continuó Draco, esta vez con una sonrisa burlona—. Y cuando no lo tienes, te sientes vulnerable y dices cosas que nunca dirías. Estudias demasiado porque crees que necesitas comprobarle al mundo mágico que perteneces a él, porque idiotas como yo te hemos dicho lo contrario, y entonces te sumes hasta el cansancio para estar tranquila. Pero perteneces a este lugar tanto o incluso más que todos nosotros.

«También tienes cierta costumbre de seguir a Potter, como si él fuera el líder en tu pequeño trío de amigos; pero en realidad tienes una determinación con grandes rasgos de liderazgo, aunque rara vez los usas a tu beneficio. No te gustan las fiestas o los lugares donde hay mucha gente a la que no le tienes confianza, así que en esos lugares las otras personas se acercan primero a ti, antes que tú a ellos. No crees que el maquillaje sea horrible, porque te gusta el resultado, pero crees que es una pérdida de tiempo al igual que peinar tu cabello todos los días. Sin embargo, si aprendieras a maquillar, creerías algo distinto aunque ahora lo niegues.»

Draco respiró hondo antes de volver a hablar, de nuevo su mirada volviéndose divertida al recordar algo.

—Te pone nerviosa que alguien insinúe algo sexual, como la palabra «follar» o el simple hecho de ver a un hombre en paños menores. No te gusta que te digan qué hacer y tampoco que te regañen, porque crees que tienes la razón, así que buscas la manera de hacerle saber a la otra persona que está equivocada, incluso si es haciendo algo muy tonto e impulsivo... Tu voz es aguda, pero es perfecta para cantar. Tienes unos pensamientos muy retrógradas sobre lo que crees que es el amor o el casamiento, pero sé que es porque tienes expectativas muy altas debido a lo mucho que lees.

Luego abrió la boca para seguir hablando, pero al notar la expresión completamente perdida y asombrada que tenía Hermione, él sólo sonrió y se quedó callado, como si ya supiera que tenía toda una guerra ganada.

Se acercó lentamente hasta que no hubiera distancia entre ellos. Hermione no dejó de mirarlo a los ojos, ni él a ella. Entonces Draco alzó una mano y acomodó un rizo rebelde detrás de su oreja.

—Y cada vez que hago esto —continuó Draco, todavía sonriendo—, tus ojos se dilatan.

Ella no supo en qué momento dejó abierta su boca, pero fue justo ahí cuando sintió su garganta seca y entonces la cerró. Y de repente, como si fuera una ocurrencia tardía, el enrojecimiento de sus mejillas la atrapó.

—Podría seguir —dijo él, y luego meneó la cabeza hacia la montañita que tenían a lado—. Pero me llevaría toda la noche y aún quiero subir a esa colina.

Hermione tragó saliva, y entonces se obligó a pensar coherentemente y lo preguntó:

—¿Cómo es que sabes todo eso?

—Un día te dije que me parecías interesante —contestó encogiéndose de hombros. Luego sonrió de lado y añadió—: No mentía.

De nuevo se quedó sin palabras, por más que intentó ordenarle a su mente que encontrara algo para decir, su yo racional parecía estar dormida profundamente. Así que sólo se limitó a mirarlo. Observarlo, como nunca antes lo había hecho.

¿Este era el verdadero Draco Malfoy? ¿Ella había tenido el honor de conocerlo? Normalmente él se encerraba entre sus barreras y no dejaba que nadie traspasara porque, al momento de saber todo sobre él, le otorgaba un arma para destruirlo.

Le estaba ortorgando esa misma arma a Hermione, y ella no sabía qué sentir.

Draco, al notarla casi paralizada, sólo rodó los ojos con diversión. Tomó su mano y la ayudó a subir la colina.

—Es lo más cursi y profundo que he dicho en toda mi vida —le susurró mientras subían—. Así que no vayas a usar esto en mi contra algún día porque querré que la tierra me trague.

Hermione sólo tuvo como respuesta reír, y para calmar sus nervios, le dio un leve apretón a su mano, que él respondió aferrándose más a sus dedos.

Llegaron a la cima de la colina en menos de dos minutos y, al igual que la vez anterior, el juego para niños seguía ahí; sin usar y tal vez un poco más viejo, pero intacto. Ella soltó la mano de Draco y caminó hasta el sube y baja, sacando su varita para arreglar la pintura que ya estaba desgastada.

Una vez estuvo hecho, volvió a guardar la varita en el bolso esquineado que traía colgado y luego se giró hacia Draco, quien la estaba mirando con una expresión cautelosa.

—¿Ya terminaste de quitarle la belleza a este juego? —preguntó.

—¿Por qué belleza?

Draco bufó y caminó hasta ella. Miró el juego y luego pasó su dedo por encima, probando la remodelación que Hermione hizo.

—Bueno, acabas de quitarle cincuenta años de encima —dijo—. Ahora parece que lo acabamos de poner aquí, ¿y dónde está nuestra historia?

—¿Nuestra historia? —repitió la morena, divertida.

—Sí, este juego tiene un lugar especial en mí. Y no me refiero a porque fue mi espacio para quejarme de la vida durante meses, sino porque aquí me di cuenta de algo que hizo que me quisiera suicidar.

Hermione frunció el ceño. Habría dejado su lado divertido y se habría puesto seria apenas mencionó eso, pero el tono burlón de Draco le hizo saber que estaba hablando en broma.

—¿Por qué? —preguntó.

—No me hagas admitirlo —masculló en respuesta, cerrando los ojos en una mueca.

—¿Por qué? —insistió Hermione, cruzando los brazos y girándose por completo hacia él—. ¿Por qué es especial para ti?

Draco bufó, alzó la cabeza hacia el cielo y murmuró algo que ella no alcanzó a escuchar. Luego suspiró y se giró para mirarla, rendido. Rodó los ojos y dijo:

—Porque fue justo en este lugar donde mis hormonas me hicieron darme cuenta que eres muy bonita.

Hermione no se esperaba que dijero eso, así que se puso nerviosa y deshizo su cruzada de brazos para ponerlos detrás de su espalda, mirando a cualquier otro lugar excepto él; quien, como siempre, estaba con una expresión burlona mientras volvía a hablar.

—Nunca lo había creído —dijo con diversión al ver la reacción de ella—, y nunca creí que siquiera pasara por mi cabeza. Pero cuando tú estabas allá arriba y yo me encargaba de enterrarme en el suelo para que no cayeras, me permití olvidarme de todo. No hubo clases sociales, no hubo años de enemistad, no hubo odio, no hubo nada. Sólo tú allá arriba y un rato lejos de todos mis problemas. Entonces cuando menos lo esperé, fue como si todos mis sentidos se fuera contra mí y de repente sentí una patada en el estómago que me dijo: «Oh, acéptalo, Hermione Granger es bonita».

—Me habría encantado ser tu mente en esos momento para saber lo que pensabas —dijo ella, y entonces caminó hasta su lado de la paleta del juego, pero cuando estuvo a punto de subir, la pregunta de Draco la dejó helada:

—¿Alguna vez te parecí atractivo? —Ella se sonrojó, pero no se giró para mirarlo hasta que estuvo segura de que el color carmesí había bajado. Entonces él añadió—: Quiero decir, ¿alguna vez te causé algo que no fuera repulsión? Me refiero a lo físico.

Hermione suspiró y se acercó lentamente hacia él, en su mente una voz en tono de alarma gritando: «¡Alerta! ¡Alerta! ¡Estás por admitir algo grande! ¡Alerta! ¡Alerta!». Pero ella ignoró esa voz y reunió todo su valor para mirarlo a los ojos.

—Odio decirlo, pero siempre me pareciste atractivo —contestó, algo reacia—. No importa si tú me odiabas y me querías lejos, o viceversa. Era imposible no mirarte cada vez que pasabas por alguna parte. Sólo fui una chica común y corriente que también se deslumbró por Draco Malfoy.

Por alguna razón, ella sintió un alivio descargado.

Pero ese alivio se esfumó cuando una lenta sonrisa pícara apareció en la cara de Draco. Sus ojos irradiaban maldad burlesca.

—Por supuesto que te parecí atractivo alguna vez —bufó—. No sé por qué lo pregunté.

Hermione negó con la cabeza, divertida ante su egocentrismo, y entonces se dio la vuelta para ahora sí subir a su lado del juego. Esperó a que Draco también subiera en su lado y, una vez que lo hizo, los pies de ella colgaron en el aire.

Alzó la cabeza y Draco la miraba con una desaprobación fingida.

—Parece que no le has dicho a tus piernas que crezcan —observó con una pequeña mirada hacia sus pies colgando del suelo.

—No estoy enana —protestó—. Es sólo que tú estás muy alto. Mi estatura es promedio en muchos países, ¿lo sabías?

Draco carcajeó.

—Sí, sí, lo que te deje dormir tranquila —dijo, y luego se acomodó en su asiento, tomando el tubo de delante para no caer. Sólo le dio una mirada a Hermione como advertencia antes de que comenzaran a subir y a bajar en el juego.

Apenas estuvo arriba, ella apreció el paisaje que tenía delante y lo comparó con el recuerdo que tenía de la primera vez que vino. Los árboles seguían igual de abarrotados y altos, aunque debido a que estaban enima de una colina, sólo podía ver las copas. Los sonidos de la noche, como hojas secas, el viento, o los animales, seguían por ahí, aunque un poco lejanos. Tal vez también un río se escuchaba.

Pero lo mejor de todo, era que la luna —a pesar de no estar en luna llena— seguía igual de hermosa, rebozando de brillo y apenas unas cuantas estrellas que cubrían el cielo.

El clima estaba fresco, más porque era ya de noche y estaban por entrar a noviembre. Pero a pesar de ello, no le preocupó y siguió disfrutando del juego junto a Draco.

Casi como si apenas lo hubiera recordado, bajó la mirada hacia él, quien ya la estaba mirando desde antes. Y entonces ella le sonrió con burla, regresando a su tema anterior:

—Tal vez sea menos alta que tú —dijo alzando la voz para escucharse por encima de los chirridos del juego—. Pero sigo siendo mayor que tú, lo sabías, ¿no?

Draco bufó y rodó los ojos.

—¿Cuándo vas a dejar de restregarme eso? —preguntó y ella carcajeó. Porque esa era una muy buena excusa con cualquier cosa que él intentara pelear, y le molestaba—. Eres un niña caprichosa.

—Corrección: tú me has hecho caprichosa.

Draco le alzó una ceja, retándola. Y cuando llego su turno de estar abajo, se detuvo enterrando los pies en el suelo y dejó a Hermione colgada en los aires con un brusco movimiento.

—Entonces ahí te quedas por caprichosa —le dijo con una sonrisa malvada y ganadora.

Hermione se hizo la indignada.

—¡Qué grosero! —protestó mientras pataleaba para intentar bajar, pero fue inútil. Además de alto, él también pesaba más.

Después de varios intentos fallidos más, decidió darse por rendida, y se quedó mirándolo, intentando verlo con una mirada molesta, pero llegando a ser un fracaso. Porque era imposible molestarse con alguien que se había acomodado en su asiento para mirarla como si estuviera por ver su película favorita.

—Te ves linda cuando te molestas —murmuró con la barbilla recostada en el tubo.

Hermione quiso seguir con su mismo semblante, pero su comentario logró sacarle una pequeña sonrisa, aunque luego la borró al recordar su momento de molestia.

—Bájame —pidió.

—No.

—¿Piensas dejarme aquí toda la noche?

—Sí.

—¿Por qué?

Draco se encogió de hombros.

—Es una buena vista.

—Oh, vamos, Draco —dijo ella, comenzando a sonreír de nuevo como una tonta—. Bájame ya, me está dando frío aquí arriba.

Él no le dio una advertencia, sólo se desenterró del suelo con rapidez y la dejó caer al suelo, aunque antes de chocar, la detuvo. Ella gritó de sorpresa y entonces, cuando se dio cuenta que estaba ilesa, lo miró con los ojos más asesinos que pudo hacer.

Draco sólo carcajeó.

—¡Hubieras visto tu cara!

—¡Puedo imaginármela! —protestó indignada, pero de nuevo, le fue imposible molestarse cuando notó que él seguía riendo. Así que sólo rodó los ojos y se bajó del juego.

Hermione miró sus alrededores y luego alzó la cabeza para mirar al cielo. Aún no había demasiadas estrellas porque todavía no era la hora exacta, pero igual quiso mirarlas. Entonces, sin decir nada más, se dejó caer en el césped y se colocó en posición estrella mientras miraba el cielo.

Escuchó el chirrido del juego a pocos metros suyos, y luego unos pasos acercándose. Y pronto la vista del cielo fue irrumpida por la alta figura de Draco Malfoy, quien la miraba desde su altura, con el ceño fruncido y la cabeza ladeada.

—¿Qué haces? —preguntó.

Hermione suspiró y lo miró.

—Hay que quedarnos aquí —dijo. Luego dio palmaditas hacia su lado del césped para que él también se recostara.

Draco miró hacia todos lados, como si esperara que alguien los estuviera espiando, luego regresó a Hermione y, cuando esta le sonrió, él resopló y se dejó caer en el suelo. Se recostó en el lado contrario, de modo que, de nuevo, ambas de sus cabezas quedaron a la misma altura. Uno arriba y otro abajo.

—No nos podemos quedar aquí para siempre —dijo Draco luego de unos minutos de estar mirando el cielo.

—¿Por qué no?

Hermione lo miró de reojo y Draco también. Él, al entender lo que ella estaba haciendo, agrandó su sonrisa y giró por completo la cabeza para mirarla.

Ella hizo lo mismo, y entonces Draco siguió su juego:

—Porque debemos regresar a Hogwarts —dijo, aún sonriendo.

—¿Quién quiere a Hogwarts teniendo este lugar?

Él se mordió los labios para aguantar las ganas de reír, pero al ver la mirada de Hermione que le insistía que siguiera, se puso serio y lo hizo. Porque ambos estaban haciendo y diciendo lo contario al día que vinieron por primera vez a este lugar.

—Este lugar es increíble, sí —coincidió Draco sin dejar de mirarla a los ojos—. Pero no está en condiciones para vivir.

Hermione no entendía cómo esa conversación estaba muy presente en sus recuerdos, pero la siguiente réplica vino rápido hacia ella:

—Yo veo agua, veo animales, y veo un gran sube y baja que nos dará mucha diversión.

Draco no pudo aguantar más la risa y soltó una carcajada, regresando su mirada al cielo. Y entonces ella también comenzó a reír, mirándolo a él hasta que sus risas callaron.

—Sólo hace falta que busquemos la Osa Mayor y la Osa Menor para hacer casi exactamente lo que hicimos aquel día —dijo en voz baja.

—No veo qué nos lo impide —replicó Hermione con un encogimiento de hombros.

Él se giró a mirarla, y después de unos segundos, hizo un movimiento con su cabeza que la incitaba a acercarse. Entonces Hermione se sentó y se dio la vuelta para quedar ambos del mismo lado, y luego volvió a recostarse, aunque esta vez descansó su cabeza en su hombro.

Ambos miraron en cielo, aún sabiendo que estaban lejos de la hora donde se podía ver la Osa Mayor y la Osa Menor. No importaba porque ellos estaban cómodos y tranquilos el uno con el otro, y tampoco les preocupaba esperar unas horas más para ver dichas constelaciones.

—Y pensar que Blacke me amenazó con que me alejara de ti —dijo Draco luego de varios minutos.

—¿Amelia? —preguntó Hermione, alzando un poco la cabeza para mirarlo—. ¿Esto te dijo? ¿Cuándo?

—El día que me golpeaste en mi zona —murmuró con una rodada de ojos—. Ella llegó muy molesta a mí y me golpeó sin previo aviso. Nunca había peleado contra una mujer, así que no supe cómo reaccionar y dejé que me tirara al suelo mientras seguía golpeándome y diciendo que me alejara de ti si sólo te iba a traer desgracias. Estaba solo, nadie podía ayudarme y tampoco pretendía golpearla, así que hice lo único que llegó a mi mente: darle la vuelta y tomar sus manos contra el suelo mientras le gritaba que se detuviera. Tardó como dos minutos más intentando zafarse y gritando más estupideces antes de que por fin se rindiera y yo la soltara.

Hermione lo miró, sorprendida y sin saber qué decir y menos sin saber si debía disculparse por ello. Draco, al mirar su expresión, sólo rió e hizo una mueca para restarle importancia.

—No te preocupes por eso —dijo—. Lo merecía. Además, no fue nada grave; un poco de magia de glamour y unos primeros auxilios, y los moretones se fueron en unas horas.

Ella asintió con la cabeza, y luego volvió a recostarse en su hombro, de nuevo mirando el ahora un poco más estrellado cielo.

—No he visto a Amelia desde hace varios días —murmuró Hermione—. Sólo en las clases y algunas veces en los dormitorios, pero luego no tengo idea de adónde se va.

Draco guardó silencio. No un silencio cómodo. Fue tenso. Ella frunció el ceño y estuvo a punto de girarse a mirarlo, pero entonces escuchó el suspiro pesado de él antes de que hablara:

—Ha estado con Pansy —dijo. Ella no pudo reconocer el tono de su voz—. La he visto con ella varias veces cuando voy a La Habitación. Aunque no es raro, pues son primas. También ha estado con Jane.

Jane. Ella no sabía quién era Jane.

Hermione notó que el ambiente cambió a uno casi melancólico. Así que ella también suspiró y se sentó. Se giró a mirarlo y él se levantó sobre sus codos, frunciéndole el ceño.

—¿Te molesta o te duele hablar de Pansy? —preguntó en voz baja—. Porque hablas de ella como si...

—No lo malinterpretes —se apresuró a decir Draco. Ella calló y entonces él respiró hondo. Se sentó también y se arrastró para estar un poco más cerca, después le tomó la mano y la acarició—. Escucha, Pansy y yo tuvimos mucha historia. Pero fue eso: historia. Historia que ahora es del pasado. Si mi voz se apaga cuando hablo de ella es porque aún hay cosas de las que no puedo hablar en voz alta. Cosas. No sentimientos. Recuerdo que haber estado con ella me quitó muchas cosas y me arrebató otras, y eso me molesta... Te cuento esto porque no quiero que creas que la extraño de esa manera. Porque sí la extraño, pero no como crees, y sé que estoy mucho mejor sin ella.

Hermione no supo qué decir, así que sólo bajó la mirada y observó sus manos; el cómo el pulgar de Draco se movía de un lado a otro para acariciar su piel.

—Quiero ser mejor persona —añadió Draco luego de unos segundos, haciendo que ella lo mirara de nuevo—. Estoy consciente de que puedo ser una mierda con todo aquel que no sea tú, y por eso quiero cambiar. Porque sé que mereces a alguien mejor y que estarías mejor sin mí. Pero también me jode hasta el culo imaginarte con alguien más, así que estoy tratando de ser ese alguien mejor... Y para ser ese alguien mejor necesito salirme de toda la mierda que fue la burbuja con Pansy. Es por eso que me tensa e incomoda hablar de ella; porque si soy una mierda con el mundo, sé que es por culpa de ella... Culpa de nosotros: de lo que nos hicimos. Y tú estás tomando las consecuencias de ello.

«Yo no era así, Hermione. Era una buena persona antes de que mis padres me jodieran con sus mamadas sobre la pureza de sangre. Yo era alguien que estaba dispuesto a querer a otra persona, pero entonces con Pansy todo cambió. Y si antes fui un diamante, ahora estoy muy acabado. Y me jode saber que tú estás quedándote con las sobras por culpa de cosas de mi pasado. Por ella. Así que discúlpame si no me gusta hablar de ella, discúlpame si crees que es porque aún la extraño. No es así, sólo intento ser otra persona. Y ser otra persona incluye dejar todo en el pasado. Incluyendo a Pansy.

A pesar de que quería responderle algo, ella no sabía qué. Sólo se quedó mirándolo hasta que él le sonrió lentamente.

—Sólo prométeme que vas a darme la oportunidad —dijo—. Estoy dejando todo atrás para seguirte a ti. Te pido que confíes en mí.

Ella lo miró. Y de verdad lo miró, como si estuviera viendo a través de su alma. Y encontró que sus palabras tenían el tono de voz más sincero del mundo.

—Está bien —susurró, incapaz de subir más la voz.

Entonces él suspiró casi aliviado. Se acercó a ella y le dio un beso lento y suave. Delicado.

Y cuando se separó y miró los ojos grises de Draco, en su mirada ya no había tensión, ni tristeza, ni molestia, ni melancolía, ni nada.

Había algo más.























———
Si supieran todo lo que pasa por la cabecita de Draco. Capítulo favorito de toda la vida.

—nico🐑

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