33. Humillaciones
Hermione se encontraba en la biblioteca del colegio. Terminaba sus deberes al mismo tiempo que estudiaba para su próximo examen. Draco había intentado distraerla muchas veces, pero su plan nunca funcionaba, pues era él quien terminaba estudiando a lado de ella.
Sólo que esta vez él había dicho que iría a resolver un problema, lo dijo dos horas antes, pero ya no volvió.
A ella le pareció extraño, pero no se inmutó, pues estaba muy perdida estudiando Astronomía. Era la materia que más le gustaba de todo Hogwarts, así que ameritaba tener una excelente calificación.
Se perdió en su lectura, de vez en cuando tomando notas en el pergamino a lado suyo —teniendo en cuenta que servirían para Harry y Ron—, pero cuando estaba por pasar al siguiente capítulo del libro, unas cálidas manos le impidieron la vista.
Podría reconocer la calidez de esa piel donde fuera, así que Hermione sólo resopló y se cruzó de brazos, recargándose en la silla.
—Se te está haciendo costumbre hacer esto, ¿no? —preguntó, recordando que en las últimas dos semanas, mínimo había hecho esa acción unas siete veces. En una de ellas, había hecho que perdiera la respuesta a una pregunta que había estado buscando durante mucho tiempo, entonces se molestó ridículamente y él tuvo que recurrir a la disculpa del caramelo de limón.
Escuchó la burla de Draco incluso antes de que la dijera:
—Si haciendo esto, logro tener un beso tuyo, ten por seguro que se me hará costumbre.
Ella habría rodado los ojos de no ser porque aún estaban cubierto por sus manos. Eso del beso también había ocurrido en cada ocasión anterior, y es que en realidad Hermione ya no podía encontrar mucha fuerza de voluntad cuando lo tenía suficientemente cerca de su rostro, con esos labios rozando los suyos en un intento de que ella se abalanzara sobre él.
Draco Malfoy tenía mucha fama de ser un buen besador, no era un titán perfecto como cualquier otro que tuviera mayor edad, pero las chicas que habían tenido el honor de besarlo, se pasaban por ahí con una mirada perdida mientras decían a todo mundo lo fantástico que había sido.
Hermione había crecido con ello a lo largo de sus años en Hogwarts: siempre una chica por ahí y otra por allá hablando sobre el gran besador Draco Malfoy. Y ella no lo entendía, pues era un simple mortal con una habilidad como cualquier otra.
Nunca le causó necesidad, pero sí curiosidad.
Así que, Hermione nunca decía o afirmaba nada antes de probarlo por sí misma, porque era extremadamente escéptica; como poner mucho el "ver para creer". Y tampoco era como que creyera que alguna vez besaría a Draco Malfoy para poder comprobarlo.
Entonces tenía muchas expectativas cuando lo besó por primera vez; porque claro, crecer con tantas buenas rachas a su alrededor le hizo crearse su propia escala. Y cuando ella hacía eso normalmente terminaba por decepcionarse porque siempre ponía su punto muy alto.
Sin embargo, ella no tuvo mucho qué reprochar cuando probó sus besos. Nada, en realidad.
Pero aún así a Hermione le gustaba retarlo.
—Entonces te quedarás así, porque esta vez no voy a besarte —replicó encogiéndose de hombros y sintiendo su ceño fruncido incluso aunque no podía verlo.
—¿Estás segura? —escuchó su voz cerca de su oído, causando, como siempre, que su piel de erizara. Él usaba ese tono seductor que, aunque ella odiara admitirlo, le funcionaba bastante bien.
Por Merlín, parecía una chica hormonal.
Pero era una Gryffindor. Podía aguantar más.
—Sí —respondió, ladeando la cabeza—. Así que te aconsejo que leas la página que tengo enfrente, por favor. Necesito estudiar.
Escuchó el resoplido burlón de Draco a su lado, pero aún así no quitó sus manos.
—Ya has estudiado mucho estas semanas, Granger —dijo—. Debes tomarte un descanso, tu cerebro va a explotar de tanta información.
—Eso no es posible. Y no es cierto, no he estudiado lo suficiente.
—¿No lo dejarás? —Hermione negó con la cabeza, decidida y obstinada—. ¿Ni siquiera por mí?
Hermione giró su cabeza en dirección a su voz, sintiendo la respiración de Draco demasiado cerca como para mantenerse cuerda. Por suerte, se había sentado en una de las mesas ocultas de la vista de la bibliotecaria.
—Es difícil taparte los ojos y resistir los impulsos de besarte —masculló él—. ¿Podrías tú hacerme el favor?
Ella negó.
—O simplemente puedo quitar tus manos de mí.
Le sonrió y apartó las manos que cubrían sus ojos. Por fin su vista pudo enfocarlo perfectamente a pesar de que fue mucha luz al principio, y entonces notó que él se encontraba sentado a lado de ella, quien la miraba con la ceja alzada y una mirada de estudio.
—¿Qué? —preguntó.
—Nada, estoy tratando de averiguar en dónde me metí. Siento que tienes más control sobre mí que cualquier otra persona y ni siquiera lo sabes.
Hermione sólo le alzó una ceja divertida en respuesta. Apartó la mirada de él y regresó a las páginas que tenía delante. Aunque algo cambió, porque desafortunadamente —o no—, cada vez que Draco estaba cerca de ella, la lectura le parecía aburrida.
—De acuerdo —resopló Draco a su lado. Ella se giró a mirarlo en el momento exacto donde él se puso de pie para rodear la mesa y sentarse en la silla de en frente—. Si tú estudias, yo estudio.
Ahora era Hermione quien no quería estudiar. Pero aunque fuera así, su orgullo la superaba, por lo que no dijo nada mientras miraba cómo él leía los títulos hasta escoger el más interesante y luego lo abría para comenzar a leer.
Draco se removió en la silla hasta quedar más cómodo y se absorbió en su propia lectura. Ella se quedó mirándolo un minuto entero antes de comprobar que, cuando él se perdía en un libro, en realidad era difícil que otra cosa lo distrajera. Así que la morena suspiró y también regresó a leer.
Obviamente su concentración se fue al carajo.
Ella fingía estar leyendo, pero no estaba muy sumida en la lectura porque cada cierto tiempo alzaba la cabeza y lo miraba. Nunca se había dado cuenta que Draco fruncía el ceño cada vez que leía, ni tampoco que sus dedos jugaban con la pasta del libro hasta que cambiaba a una página más.
Después de media hora, ella decidió que estaba siendo muy intensa, así que se sentó de una manera que tuviera menos imagen de Draco y regresó a su lectura. Luego de diez minutos, por fin pudo centrarse, y así se mantuvieron ambos en una hora y media, leyendo.
—Granger —llamó él luego de un tiempo. Ella alzó ambas cejas para que supiera que lo estaba escuchando—. ¿Ya terminamos de estudiar?
Hermione lo miró.
—Yo aún me quedaría una horas más, ¿por qué?
—¿Otra hora? —Él alzó una ceja, pero cuando ella no lo contradijo, cerró el libro que tenía delante con un resoplido. Luego se dejó caer en la silla como un niño pequeño y mimado—. Es fin de semana, tienes aún dos días para el examen.
—No me critiques.
—No te critico —Draco murmuró con diversión, luego acercó su mano por medio de la mesa hasta el libro que Hermione leía, y lo cerró con cuidado para que dejara de leer. Ella lo miró y él le sonrió antes de añadir—: Quiero llevarte a un lugar.
—¿Adónde?
—Pronto verás —Fue toda su respuesta. Draco se levantó y se acercó a Hermione para tomar su mano y ponerla de pie, incluso cuando esta parecía reacia a hacerlo. Pero accedió de igual manera.
—Mínimo deja que guarde mis libros —dijo, pero no fue necesario, pues él ya lo estaba haciendo.
—En eso soy más rápido que tú —replicó poniéndose la mochila de la chica, y después dando un rápido beso en sus labios.
La tomó por sorpresa, así que ella no tuvo otra reacción rápida además de parpadear. Draco regresó su mano de nuevo a la de ella, y luego empezó a caminar para salir de la biblioteca.
—Yo puedo cargar mi mochila —le dijo ella cuando habían caminado dos pasillos.
—Shh, ya lo sé. Pero estuve leyendo un libro donde el chico hacía esto y a la chica le parecía lindo. No arruines la magia.
Hermione carcajeó ante la respuesta.
—¿Estás siguiendo el ejemplo del protagonista de un libro?
—En realidad, el protagonista era la chica, pero sí —respondió dándole una mirada divertida—. Deberías aprovecharlo, nunca he hecho esto con nadie.
—Bien, bien, me callaré entonces. ¿Pero ya puedes decirme a dónde iremos?
—No. Mantén tu curiosidad en una telaraña por ahora.
Ella decidió mantenerse en silencio. Sólo caminó a su lado por todo el castillo hasta llegar a las mazmorras y, posteriormente, a la sala común. Una vez dentro, Draco no esperó para guiarla hasta La Habitación. La música seguía en el lugar, parecía que nunca paraba. De hecho, aún eran las siete de la noche, por lo que todavía no debía haber tanta gente, pero Hermione supuso que el que fuera viernes era un factor influyente.
La mano de Draco la guió hasta la taberna, por lo que ella comprendió que probablemente irían a algún lugar fuera del castillo. A lo lejos, pudo ver a Pansy y otros demás, incluyendo Ginny, quien estaba en su mismo grupo y no parecía del todo molesta sabiendo que estaba tan cerca del azabache. Eso hizo fruncir el ceño a Hermione, pero no tuvo tiempo de crearse sus teorías porque la voz de Nick la sacó de sus pensamientos.
—Hola, mocosa —saludó con el típico apodo al que la estaba acostumbrando. Dejó de escribir en la libreta que tenía y se acercó a ella, pero en un movimiento rápido, Draco la dejó detrás de él y se enfrentó él mismo a Nick. Este sólo respiró hondo y lo miró, aburrido—. Relájate, Malfoy. Sólo quiero saludarla.
Draco le dio un leve apretón a la mano que la sostenía. Ella lo miró, pero él tenía los ojos fijos en Nick, y este igual.
—Queremos pasar —murmuró Draco en respuesta, ignorando lo que él había dicho.
Nick sonrió con tranquilidad y luego asintió.
—Está bien —respondió—. Yo sólo voy a saludarla.
Draco abrió la boca para seguir protestando, pero Hermione le dio un apretón a su mano para que se mantuviera callado. Cuando él se giró a mirarla por encima de su hombro, ella le alzó una ceja como advertencia. Él rodó los ojos y suspiró, como aplicando toda su paciencia y fuerza de voluntad, y luego la soltó y se hizo a un lado.
Hermione sonrió a Nick y luego se acercó para abrazarlo al mismo tiempo que Draco se alejaba unos metros de ellos, aunque aún estando atento a ellos.
Nick la giró en el abrazo, de modo que ella le dio la espalda a Draco, y después de unos segundos se separaron.
—¿Qué tal te va teniendo al hurón tan cerca? —preguntó burlón—. Realmente te compadezco.
—En realidad, no es tan malo como parece —bufó en voz baja.
Nick se recargó en la barra y dio una rápida mirada por detrás de Hermione antes de rodar los ojos con diversión.
—Supongamos que te creo —respondió en un encogimiento de hombros—. ¿Van a alguna parte?
—Sí, pero no sé a dónde —contestó y frunció el ceño cuando, de nuevo, una mirada extraña pasó por la expresión de Nick. Ella, en un intento de distracción, añadió—: Mañana tengo el día libre, ¿te gustaría salir a alguna parte?
—Eso estaría muy bien —asintió con la cabeza, pero cuando Draco dio un exagerado carraspeo detrás de ella, pareció pensárselo mejor. Los ojos de Nick se hicieron de repente molestos, pero al recordar que tenía a Hermione delante, sólo respiró hondo—. Pero no puedo mañana, tengo mucho trabajo esta semana. Tal vez otro día.
Hermione intentó ocultar su desánimo, pero aún así murmuró en acuerdo y se acercó para despedirse de nuevo con un abrazo antes de que el suelo se quebrara de tanto que Draco lo zapateaba.
Nick le sonrió por última vez y entonces ella se alejó. Pasó a lado de Draco y este la siguió por detrás hasta que ambos salieron de la taberna. Una vez fuera y con el aire corriendo, él volvió a tomar su mano y juntos comenzaron a bajar la colina.
—¿Odias a Nick? —Hermione preguntó de repente.
Draco la miró de reojo y frunció el ceño, pero no dijo nada durante varios segundos, sólo siguió bajando.
—Tal vez —murmuró en respuesta.
—¿Por qué? ¿Por el arranque que tuvo con Pansy?
Él se detuvo en seco, y por tanto, Hermione también. Hubo un leve apretón inconsciente en su mano, y entonces se giró para mirarla; se notaba un poco contrariado ante su pregunta.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó con cautela y suspicacia.
—Nick me lo dijo. Hace unas semanas, cuando me pidió perdón.
Draco abrió la boca para decir algo, pero la cerró de golpe. Tensó la mandíbula y luego desvió la mirada, volviendo a bajar la colina y ayudándola a mantener el equilibrio.
—Blythe y yo hemos tenido muchos problemas —respondió con la voz arrastrada, sin mirarla—. No sólo fue eso. Él simplemente no me agrada, no lo trago.
—¿Pero por...?
—Hermione —llamó, deteniéndose en seco otra vez.
Se giró por completo para mirarla directamente. Observó sus ojos uno por uno, y luego sostuvo su cara entre sus manos, unos ligeros pulgares tallando sus mejillas, como si quisiera comprobar que ella estaba ahí. Luego cerró los ojos y suspiró.
—Blythe y yo tenemos nuestras razones para odiarnos —dijo con tranquilidad y en voz baja—. Lo que haya pasado antes ya no tiene importancia, no te molesta a ti, no te lastima. Si no me gusta que te acerques a él, creo que es por razones obvias, pero tampoco pienso impedírtelo si tanto te agrada... Sólo prométeme que no vas a dejarme.
Lo último lo dijo casi con un pequeño e imperceptible tono de súplica. Eso la hizo fruncir el ceño, así que sólo tuvo como reacción darle una sonrisa para tranquilizarlo.
—No voy a irme —declaró ella—. Lo prometo. Quiero quedarme siempre junto a ti.
Draco sólo le sonrió en respuesta, pero esta vez fue una sonrisa diferente, casi como si fuera triste o una despedida temprana. Ella no lo supo.
Una vez bajaron la colina, Draco la atrajo hacia sí mismo con los brazos en sus hombros, y ella no insistió en alejarse.
Ambos comenzaron a caminar hacia el bosque prohibido. Su memoria y curiosidad le insinuaban a Hermione que sabía el lugar a donde se dirigían. Pero antes de que llegaran, Draco se detuvo en medio de quién sabe dónde.
—Detengámonos aquí —dijo, y ella lo hizo. Miró hacia su alrededor y no reconoció el lugar donde se encontraban, así que regresó a mirarlo con el ceño fruncido.
—¿Qué hacemos en este lugar?
Draco se alejó de ella y luego se puso delante. La acercó tomando su cintura y ella no se preocupó en alejarlo. Él tenía una expresión seria pero a la vez divertida mientras buscaba sus ojos.
—Ey —llamó Hermione de nuevo, mirándolo con cautela—. ¿Qué piensas hacer? —Pero él no respondió, sólo se limitó a mirarla con una expresión perdida—. Oye, Draco.
—No me callaré hasta que me beses.
Hermione frunció el ceño y luego le alzó una ceja como si estuviera loco.
—Ni siquiera estás hablando.
Draco asintió, sin inmutarse.
—Ya lo sé.
—¿Entonces?
Él resopló. Se separó un poco de ella pero aún manteniendo la mano en su cintura, y luego él mismo dio una mirada a su alrededor. Después de unos segundos donde Draco pareció perderse en sus pensamientos, por fin regresó a ella como una mirada altanera.
—¿Recuerdas este lugar? —preguntó.
—Hmm —murmuró Hermione en afirmación—. Creo que es el camino hacia el lugar que recuerdo, ¿por qué?
—Lo es, sí. Pero también es el lugar donde me puse a gritar como loco a los centauros.
Ella no pudo evitar reír al recordar esa misma escena, ahora dándose cuenta que estaban de pie en el mismo lugar donde antes había pasado eso. Había sido hacía mucho tiempo y casi lo había olvidado.
—Oh, ya, sí, lo recuerdo —replicó con una rodada de ojos, divertida—. Fue el día donde te convertiste en un maldito suicida.
—Bueno, sí. Pero tengo que confesar que no estaba del todo loco esa noche. Es decir, sé cuáles son las zonas de los centauros, no iba a dejar que me asesinaran contigo; iba a ser la peor muerte —Antes de que Hermione pudiera protestar, él se apresuró a callarla con otra pregunta—: Pero aún así, ¿recuerdas cuál fue la razón?
Hermione hizo memoria, pero no hizo falta más de cinco segundos, pues el recuerdo llegó vivo hacia ella. Se sonrojó un poco y suspiró.
—Intentabas besarme.
—Exacto, y tú no querías. Así que yo comencé a gritar y después tú me pediste que me callara (pero no lo hice). Entonces te dije que me callaras con un beso.
—Lo recuerdo —asintió, fingiendo pensar—. Pero entonces yo te mandé al diablo.
Draco rodó los ojos.
—Sí.
—¿Pero qué tiene que ver eso?
En un segundo, Hermione estaba mirándolo con cautela, y en otro, él la había vuelto a acercar con rapidez. Llegó hasta sus labios y los rozó, y fue tanta la sorpresa repentina, que ella se quedó quieta y mirando sus ojos, pasmada.
Entonces los labios de Draco formaron una curva burlona mientras la miraba.
—¿Va a negar mis besos ahora, Granger?
Ella lo miró frunciendo el ceño, y fue entonces cuando cayó en cuenta sobre cuál era el plan que él traía el mente.
—Intentas hacer que quede como una estúpida, ¿no? —preguntó, alzándole una ceja—. Quieres que haga las cosas que dije que nunca haría; como lo que hiciste el día que me mostraste tu habitación.
Draco bufó ruidosamente, como si esas palabras lo indignaran, pero tenía la expresión más divertida y burlona del mundo.
—Claro que no —canturreó—. Sólo quiero que me beses.
Hermione intentó alejarse para salvar al menos algo de su dignidad, pero él enrolló con más determinación sus brazos sobre ella, y entonces suspiró, derrotada.
Alzó la cabeza para mirarlo con una fingida expresión molesta, pero él sólo la veía con diversión.
Y entonces decidió que podía darse la satisfacción.
Se acercó a él y atrapó sus labios justo cuando sólo intentaba torearla. Llevó sus manos hasta su cuello y, esta vez, fue ella quien marcó el ritmo. Eso lo tomó por sorpresa, pero aún así se apresuró a seguirla.
Como siguiente recurso, la mano de Draco subió hasta su cabello y atrapó sus rizos. Fue ahí cuando decidió tomar el control y entonces siguieron como él quería.
Hermione tomó ambas partes de la tela de su remera para acercarlo, perdiéndose en él mientras Draco seguía llevando el control. Pero justo cuando la lengua quiso hacer paso, ella se se alejó.
Él la siguió un poco, como si quisiera regresar al beso, pero entonces ella carcajeó.
—¿Ya estás contento? —preguntó.
—La venganza es dulce.
Hermione le entrecerró los ojos.
—Vayámonos ya.
Estuvieron caminando durante aproximadamente una hora más, sólo estando en compañía del otro y hablando de cosas sin sentio, hasta que por fin llegaron a donde ella había imaginado.
La colina que llevaba al sube y baja.
Sonrió ante el recuerdo de lo que ese día había provocado. Intentó subir, pero la mano del Draco rodeándose en su muñeca la detuvo.
—¿Qué pasa?
—¿Recuerdas qué pasó en este lugar?
—Oye, ¿qué te tomaste? —se burló.
—Qué graciosa. Dime entonces, ¿recuerdas qué pasó?
Ella hizo memoria, pero aunque lo intentó demasiado, no pudo recordar qué fue lo que sucedió.
—No.
—Me dijiste mis verdades —él contestó sencillamente, como si fuera algo de todos los días. Se acercó a ella un poco más y luego se encogió de hombros con un bufido—. Bueno, una parte de ellas. Y también me dijiste por qué nunca podrías enamorarte de mí.
Hermione sonrió mientras rodaba sus ojos.
—¿Esta es otra de tus maneras para humillarme?
—No quiero humillarte, sólo quiero hacerte recordar muy claro que justo en este lugar me restregarte en cara que nunca podrías enamorarte de mí.
—Bueno, era porque en esos momentos eras un completo idiota.
Draco frunció el ceño.
—¿Era? —preguntó—. ¿Entonces ya no lo soy?
—De hecho, sigues siéndolo un poco.
—¿Por qué?
Hermione le alzó una ceja, como preguntándole si de verdad quería que continuara. Pero entonces Draco se cruzó de brazos y la incitó a seguir, así que ella dejó salir su bomba:
—¿Acaso no recuerdas que el mismo día que vinimos a este lugar yo te advertí que primero terminarías tú enamorado de mí antes de yo de ti?
La mirada divertida y burlona de Draco se perdió en esas palabras. La miró directamente a los ojos, y entonces bajó sus brazos y respiró hondo, antes de asentir con derrota.
—De acuerdo. Ahora eres tú quien puede humillarme a mí. Sí me enamoré primero, y perdidamente.
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