3. La Habitación
Hermione por fin salió del baño luego de haber tardado casi media hora rebuscando entre las profundidades de su baúl para hallar algo que estuviera decente para ponerse. Ella no tenía ni la más mínima idea de qué se usaba en una fiesta (y se sentía anticuada por eso), así que la poca experiencia se la comía viva.
—¿Qué te parece? —preguntó Hermione a Amelia una vez estuvo frente a la castaña, quien se hallaba con una charola de galletas que había pedido en las cocinas.
La azabache la miró con una ceja alzada.
—Es lindo —coincidió encogiéndose de hombros—. Pero no creo tener mucha opinión. Soy pésima cuando trato de dar el punto de vista a ropa que no es la mía.
Mientras Hermione fruncía el ceño y trataba de encontrarle la lógica a su comentario, la otra chica se puso de pie y se arrodilló ante su baúl, después comenzó a rebuscar sin pudor alguno y con mucho ruido.
—¿Qué buscas? —preguntó la morena, decidiendo que sus jeans y su blusa ya no hacía falta acomodarse más.
—Una poción alaciante —contestó Amelia, y luego alzó la vista para mirarla a través de sus pestañas. Frunció el ceño—. Tu cabello es indomable.
Hermione se quedó callada, tal vez un poco ofendida.
—Oh —se apresuró a decir la azabache—, lo decía de la buena manera. Es decir... Olvídalo, siempre meto la pata.
La morena hizo un ademán de restarle importancia y Amelia no pareció hundirse más en el tema porque por fin sacó un pequeño botecito de su baúl. Se levantó triunfante del suelo y alzó la poción.
—¡Ajá! ¡Lo encontré! —Luego se giró hacia Hermione con mirada demandante—. Ahora, ven aquí.
—No creo que sea buena idea —replicó esta entre dientes y encaminándose hasta cama de Amelia sin mucha confianza—. Sólo uso esa poción en fechas importantes. Creo que apenas la he usado una vez y fue en el Baile de Navidad que hubo en cuarto grado.
—Bueno, esta es una de esas fechas importantes. Es tu primera fiesta.
Hermione quiso protestar que ella no consideraba esto una fecha realmente importante, pero algo en su interior le dijo que estaba siendo un poco patética, así que se mordió la lengua y mejor se sentó en la cama de la azabache para que hiciera su trabajo. Ella podía hacerlo por sí misma, pero era demasiado difícil así que decidió que unas manos más no serían algo malo. Después de una hora de esfuerzo, Amelia logró calmar un poco el cabello de Hermione, aunque aún así, quedó un poco alborotado. La morena agradeció eso, creyendo que así no se iba a notar tanto que había usado la poción.
—Bien —La voz de Amelia llegó hasta ella—. Es hora de irnos.
De repente, unos nervios horribles invadieron a Hermione, y ahora más que nunca, deseó quedarse acurrucada en su cama. Estuvo a punto de decir que no iría, cuando Amelia, casi prediciendo lo que pasaría, la tomó de la muñeca para jalarla hacia la salida, sin darle tiempo de protestar.
—No seas aguafiestas —le dijo mientras salían de la habitación—. Te divertirás.
Pero Hermione no la escuchaba, lo único en que pensaba era que por favor no hubiera ningún Gryffindor en la sala común, y mucho menos alguno de sus amigos. La vergüenza la comería viva si la veían vestida así (aunque tampoco era que estuviera demasiado guapa o reveladora), y más aún, si se daban cuenta que estaba siendo influenciada por Slytherins. Porque incluso aunque Amelia no fuera una serpiente, sí había sido una de ellas la razón por la cual ahora la morena se hallaba yendo a un lugar que no quería ir. Era el primer día y Hermione ya estaba siendo llevada a una fiesta, eso no era de ella; nunca creyó llegar a tales extremos. Incluso se había jurado que nada de diversión hasta que sus estudios hubieran sido terminados.
Pero para el colmo, su suerte le hizo una muy mala jugada. Medio Gryffindor estaba abajo, incluyendo sus amigos.
Hermione se quedó paralizada cuando captó la mirada de Harry y Ron, quienes la miraban desde un sillón, con las cejas alzadas y unas miradas ligeramente confundidas. La morena quiso que la tierra se la tragara. Pero antes de poder argumentar algo, al menos para que dejaran de mirarla así, Amelia ya la estaba jalando hacia un lugar más lejano de la sala común. Cruzaron por un pasillo lleno de antorchas verdes, hasta llegar a una puerta de roble color amarilla.
—Cabe aclarar que apenas ayer conocí este lugar—dijo Amelia con una sonrisa cuando se posaron delante de dicha puerta—. Pero esto es genial y me siento con la satisfacción de decírtelo: Bienvenida a La Habitación. O para algunos llamada también como La Habitación de Sueños.
—¿Por qué la llaman así? —preguntó Hermione entre curiosa y nerviosa. O tal vez era ambos y sólo buscaba retrasar la entrada.
—Porque es un sueño —contestó la castaña—, según tengo entendido. No sé, ese último nombre parece algo ridículo. Ahora, entremos.
Amelia dio tres sencillos toques a la puerta, y a los pocos segundos se abrió. Ambas chicas entraron, la mayor con el alma en un hilo. Sabía que estaba siendo muy tonta, pero era su primera experiencia y sentía que el corazón se le iba a salir de la garganta. Probablemente esto definiría muchas cosas y ella se hallaba aquí muy 'tranquila'.
Hermione se quedó paralizada apenas observó el lugar. Era una habitación enorme, tal cual había escuchado el día anterior, e incluso estaba mucho más oscura que la sala común en sí, había luces led por todos lados (algo que la sorprendió), también estaba una larga barra, y Hermione se impresionó mucho al ver que realmente había bebidas alcohólicas en ella. La música retumbó en los oídos de la morena con sólo entrar. Por todos lados habían Slytherins, cada quien en su propio grupo. Realmente era una fiesta, no como esas infantiles a las que Hermione iba de pequeña. De alguna manera ese pensamiento sólo la hizo sentir más nerviosa.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó Amelia mientras se acercaban a la barra.
—En estos momentos sólo me apetece agua para no vomitar de los nervios, pero probablemente no haya —respondió—. Así que no.
—Tienes razón —Se encogió de hombros—. Algo en tu persona emanaba que querrías vomitar apenas entraras, así que por eso traje esto.
Amelia sacó una botella de agua de su bolso, diciendo que lo había sacado de las cocinas cuando fue por galletas. Hermione apreció mucho el gesto a pesar de quiso preguntar sobre los elfos domésticos y la tomó con amabilidad.
—¿Los profesores saben de esta habitación? —preguntó después de unos segundos cuando la castaña ya había pedido su bebida.
—Pansy me dijo que no. Y espero que guardes el secreto. Según tengo entendido, esta habitación antes era de los Premio Anual, pero hubo una pelea y se dejó de usar. Jack, el Premio Anual de Slytherin, los deja usarla como habitación de fiestas, pero con tal de que saquen buenas calificaciones y ganen la Copa de las Casas... —De repente Amelia se giró hacia Hermione y frunció el ceño—. ¿En este colegio hay mucha rivalidad, no es así?
—Hmm —murmuró Hermione en respuesta, aún apreciando la habitación. Si ella fuera de fiestas, tal vez el lugar le agradara—. La Habitación es fantástica.
—Es lo que yo dije. Sígueme, vayamos con los demás —añadió después de encontrar con la mirada a quienes buscaba desde hacía unos segundos.
Ante la simple mención de «los demás», Hermione quiso escupir el agua que había tomado. Si antes había estado nerviosa, ahora claramente estaba peor. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza que tendría que interactuar con más gente. Sabía que no podría retener a Amelia para que estuviera sólo con ella, lo que significaba que tendría que entablar conversaciones con otras personas. Algo que en definitiva no le agradó.
—¡¿Con quiénes?! —preguntó en un chillido—. ¡Creí que solo veníamos tú y yo!
Amelia de repente comenzó a reír.
—Nunca habías venido a nada parecido como esto, ¿cierto? —preguntó y luego se encogió de hombros—. Tranquila, vienes conmigo, no con ellos.
Volvió a tomar la muñeca de la morena y comenzó a caminar entre el gentío que había en la gran habitación. Lo único que Hermione podía hacer era suplicar internamente que Amelia no se dirigiera hacia el grupo donde estaba Pansy, ya que la había visto apenas entró a La Habitación en una de las mesas de la esquina que estaban más alejadas.
Pero Hermione Granger siempre había tenido mala suerte y no parecía que fuera a cambiar.
—¡Hey! —saludó Amelia, haciendo llamar la atención de los que estaban en ese grupo. Cuando Pansy miró a la castaña medio rió pero bajó la mirada para ocultarlo. Amelia le dirigió a su prima una expresión triunfante.
Pero mientras Pansy y Amelia se transmitían diversos pensamientos a través de miradas, Hermione lo único que podía pensar era en lo mucho que quería que la tierra se la tragara. Porque no sólo Pansy estaba ahí, también Draco Malfoy, Blaise Zabini, y los inútiles de Crabbe y Goyle, aunque estos últimos parecían reacios a notar su presencia todavía. Había más gente, pero Hermione no los conocía; tal vez sólo a un castaño que se hallaba en el sillón más cercano. Supuso que podría ser Theodore Nott.
—Entonces la has traído —murmuró Pansy dándole una rápida mirada a Hermione, quien de repente se sintió pequeña—. En realidad creí que todo era una broma.
—Verás que no, querida prima —replicó Amelia con una sonrisa que claramente decía muchos pensamientos no verbales. Desvió la mirada de la azabache y se giró a los demás—. Soy nueva y apenas sé la jerarquía que tienen aquí, pero sólo por si acaso, ella es Hermione Granger.
Ante la mención de su nombre, la morena no pudo haberse sentido nunca más incómoda que en este momento. Todas las miradas se posaron en ella, algunas buenas y malas, haciéndola sentir como si estuviera siendo taladrada, a excepción de la de Pansy y Malfoy.
Los modales Hermione le ordenaron intentar sonreír, pero sus músculos no querían responder. Así que sólo se mantuvo quieta esperando a que alguien más hicieran un movimiento.
Oculta entre dos chicos, una rubia de ojos verdes atravesó la mesilla sólo para acercarse a Hermione con una sonrisa amable, y la morena notó que era la misma con quien compartía habitación.
—Estamos en el mismo dormitorio —dijo para después extender su mano—. No me presenté, pero mi nombre es Jennifer Bane.
Hermione logró mover su mano y la estrechó con la de la rubia. Por fin logró articular una sonrisa. Estaba decidiendo mentalmente sobre si esta sonrisa era real o sólo por cortesía, cuando la chica volvió a hablar:
—¿Mejor amiga de Harry Potter, no?
Eso la dejó bastante confundida y abrió la boca para responder, pero luego la volvió a cerrar. Estuvo a punto de preguntar cuál era exactamente su punto, cuando la voz de Amelia la interrumpió.
—¿Bane? —preguntó—. ¿Como Los Bane? —Jennifer asintió y Amelia pareció recobrar un poco más de luz en su mirada, si eso fuera posible—. ¡Por Merlín, eres tú! ¡Estoy ofendida de que no nos recordemos!
Hermione sintió que sobrara en la conversación así que lentamente fue desviándose de ellas, agradeciendo internamente que eso hubiera regresado la habitual plática que había antes de que llegara. Se sentó en la esquina del sillón más cercano y se miró las manos, como si estas tuvieran algo de importancia. Se mantuvo así durante unos segundos más hasta que alguien se sentó a su lado y ella tuvo que alzar la mirada.
—No debería presentarme porque todos deben saber mi nombre, pero soy Theodore Nott —saludó el castaño de ojos verdes, llevándose un vaso de plástico a la boca. Hermione sonrió por cortesía, recordando que este chico nunca había hecho algo en su contra o en la de sus amigos.
—Un gusto —respondió en voz baja.
—Hmm —murmuró él—. Entonces, dime qué se siente salir por primera vez a una fiesta. No te lo preguntaría de saberlo yo. Pero ese día fue terriblemente deprimente, me embriagué y no recuerdo cómo llegué a la orilla del Lago Negro con sólo ropa interior.
Si hubiera estado en otras circunstancias más cómoda y con menos nervios, Hermione habría reído, pero en lugar de eso sólo frunció el ceño y casi lo miró aterrada. Theo pareció encontrar diversión en su expresión porque se carcajeó. Mientras, la morena miraba a todos lados, en busca de alguien que pudiera salvarla de estar aquí, pero no había nadie más que ella conociera; parecía que era la única Gryffindor, además de Amelia.
Así estuvo durante dos insoportables horas más, entre conversaciones incómodas a las que era incluida y también excluida. Theo se había ido minutos después de intercambiar un poco más de palabras con ella y después un chico —que ya parecía bastante ebrio y que ella no conocía— se acercó a tomar su lugar. Este había intentado coquetear con ella, pero Hermione lo cortaba cada vez que podía. También había intercambiado algunas palabras con Jennifer, quien al parecer era la más amable de las chicas que se encontraban aquí, además de Amelia. Esta última, había pedido cinco Whiskey más, y ahora estaba en un estado delicado, lo cual provocaba que Hermione tuviera que cuidarla de no caerse a cada momento mientras la castaña murmuraba «Estoy bien, sólo un poco mareada» una y otra vez.
Se había llegado casi la una de la mañana y Amelia aún no quería irse. Y por más que Hermione intentaba arreglárselas para librarse de este lugar, Jennifer la atrapaba en el intento y la hacía quedarse, algo que definitivamente era una tortura para la morena.
—Bien —habló Pansy alzando la voz luego de unos minutos. Llevaba una sonrisa perversa en su rostro—. Creo que es hora de jugar.
—Tu prima no juega —aclaró Theodore—. Ella ya ganó.
—¡Hey, estoy en perfecto estado! —protestó la mencionada, alcanzando un cuchillo que estaba en la mesilla y apuntándolo hacia el Slytherin. Blaise se apresuró a acercarse a ella y se lo arrebató con cuidado. Amelia lo miró ofendida y algunos rieron.
—¿Qué van a jugar? —Hermione se atrevió a preguntar a Jennifer en voz baja.
—Algo tremendamente ridículo —respondió esta, llevándose un vaso de plástico a los labios—. Esta es una de las razones por las cuales dejé de venir aquí.
—¿Y por qué volviste?
Jennifer se encogió de hombros.
—Supongo que me gusta dar cálidas bienvenidas recompensando las que yo no tuve.
Hermione quiso preguntar a qué se refería pero la rubia tenía una expresión neutra que decía con claridad que no hiciera preguntas, así que, por segunda vez en la noche, decidió dejar su curiosidad de lado y morderse la lengua.
Blaise Zabini se alejó y a los pocos minutos regresó de la barra con una gran botella. Hermione imaginó que era alcohol, y con este simple inicio, supo que el juego ya no le estaba gustando.
—Yo empiezo —habló el chico que anteriormente había intentado coquetear con Hermione. Tomó la botella, la alzó y bebió un gran trago. A la morena casi se le salen los ojos de sus órbitas y no se recordó en disimularlo. Algunos dieron aclamaciones.
El chico sacudió la cabeza para poder despabilarse y pasó la botella al siguiente que estaba a su lado. Hermione imaginó que era de último año, ya que nunca lo había visto en alguna clase con Slytherin. Él hizo lo mismo y siguió pasando la botella sucesivamente hasta llegar a Pansy. Esta no se lo pensó dos veces y dio un gran trago.
Jennifer, al notar la expresión de horror de Hermione, se acercó a susurrarle:
—Gana quien se emborrache primero.
La morena de repente sintió náuseas con sólo pensar que algo como eso les divirtiera a los Slytherin. Tal vez si ella fuera como ellos no pensaría lo mismo, pero como era todo contrario, lo creía una atrocidad.
Pansy pasó la botella a Draco, quien tenía los brazos en sus hombros, pero este negó con la cabeza mientras movía ligeramente un vaso de plástico que tenía en una mano, indicando que él ya tenía bebida. La azabache rodó los ojos y pasó la botella a Amelia. Esta tomó un trago y la pasó a una chica rubia que estaba a lado suyo. Luego por fin llegó hasta Jennifer, y esta no dudó en darle un decente trago. Hermione desvió la mirada, intentado ocultar su insatisfacción.
Pero después Jennifer pasó la botella al chico que se hallaba a lado de la morena, saltándose a Hermione, quien lo agradeció internamente hasta que Pansy intervino:
—¿Y Granger? —preguntó.
Hermione se giró en dirección a ella y la azabache la miró con ojos divertidos y una sonrisa burlona.
—Esto se hace en las fiestas, querida. Y todos aquí juegan —informó dando un trago más a su vaso pero sin despegar los ojos de ella.
—Ella no bebe —Amelia hipó, llamando la atención de los demás—. Tuve que traerle agua.
—Oh, sí —Pansy hizo una mueca de estar triste—, claro. Debí imaginarlo. Hermione Granger, la modelo y estudiante estrella de Hogwarts no bebe. Disculpa mi imprudencia, querida.
Hermione desvió la mirada y apretó los dientes, reprimiéndose mentalmente que no hiciera nada de lo que ella quisiera, y recordándose que sólo estaba intentando provocarla.
Oh, pero vaya que Pansy sabía dar en el clavo cuando quería provocar a alguien.
—¿Para qué la trajiste aquí, prima? —preguntó Pansy dirigiéndose hacia Amelia—. Digo, debiste saber que este no es su ambiente. Ella es más de la biblioteca, ¿recuerdas? Tal vez el que tú hayas venido de otro colegio te hace creer que puedes cambiarla pero... Créeme, se ha intentado durante años y no va a suceder.
Hermione se odió, realmente se odió. Y lo hizo porque cayó directo en la trampa. Algo se apoderó de ella. Arrebató la botella del chico de a lado y le dio un trago, demasiado grande para su gusto. El agrio sabor de la bebida le raspó la garganta. Alejó la botella con el rostro en una mueca mientras algunos hacían aclamaciones. Hermione no podía creer que algo tan asqueroso como eso les gustara a ellos, y mucho menos podía creer que ella había sido influenciada de nuevo.
Hermione alzó la mirada lagrimosa para encontrarse con los ojos de Malfoy, quien la miraba pensativo, como si quisiera ver a través de ella. Luego la morena observó a los demás y se dio cuenta que algunos la veían sorprendidos, otros divertidos y otros aterrados. Todos tenían una expresión a excepción de Malfoy y Pansy. Esta última, miraba directamente a los ojos miel de la morena y llevaba una ligera sonrisa burlona pero apretada a su mandíbula.
—Te crees más valiente que yo, ¿no es así, Granger? —preguntó arrastrando las palabras.
Hermione reunió todo su valor.
—Creo que soy yo quien está en Gryffindor —contestó ocasionando algunos abucheos de los demás.
Pansy la fulminó con la mirada. Y aunque fuera ridícula, la morena sintió una pequeña victoria al verla molesta.
—Bien —Pansy sonrió con falsedad y dejó el vaso que traía en sus manos en la mesilla—. Entonces si te crees muy valiente, pasemos al siguiente juego.
—No —atajó Amelia con rapidez, pero la azabache la ignoró—. No, no. Eso fue terrible ayer y... No.
—Tranquila, prima. Ella va a jugar, ¿no es cierto? —Pansy se dirigió a Hermione.
No supo cómo o por qué lo hizo, pero respondió con un firme «Sí». No tenía idea de qué le estaba pasando, pero Pansy le desagradaba hasta tal punto de hacer cualquier cosa para cerrarle la boca. Y de nuevo, se odió por ello.
—Bien... ¿Quién elige primero? —preguntó Jennifer, intentando liberar la tensión que extrañamente se había mantenido.
—Yo —Pansy dijo. Hermione resistió el impulso de rodar los ojos, pero aún así no apartó la mirada de los ojos de la azabache.
—Elige entonces —dijo el chico de último año.
Pansy desvió su mirada y miró a todos y cada uno de ellos, luego la volvió a posar en Hermione. Era ridículo que estuviera mirando a su alrededor cuando todos sabían a quién elegiría.
—Granger —dijo con una sonrisa y, pesar de que Hermione tuvo ganas de vomitar, no quitó la mirada—. Y... —Pansy comenzó a buscar con la mirada de nuevo, hasta que se posó en un nuevo rostro—, a Draco.
Malfoy, quien apenas había parecido notar a qué estaban jugando, frunció el ceño aterrado y al instante se alejó de Pansy lo más que pudo, mirándola con expresión de horror.
—¿Qué? ¡No! —protestó—. ¡Es ridículo! ¿Por qué yo? ¡No lo haré!
Hermione, aterrada también, aprovechó la distracción de ese drama para susurrarle a Jennifer:
—¿Qué tengo que hacer?
—Ella elige a dos personas que deben besarse o hacer lo que sea en un armario a solas... —respondió—. Es algo así como Siete Minutos en el Cielo del mundo muggle.
De pronto, Hermione se arrepintió más que nunca de aceptar jugar.
—¡No voy a hacer nada con ella! —gritó Malfoy. Él y Pansy seguían discutiendo—. ¡No puedes pedirme eso!
—¡Al fin estamos de acuerdo en algo! —protestó Hermione mientras se ponía de pie, sin darse cuenta que estaba alzando la voz—. ¡Definitivamente no voy a besarlo! No está pasando.
—¡Deben hacerlo! —Pansy recordó, de repente alzando la voz también—. ¡Son las reglas! ¡Dejen de ser tan malditamente dramáticos y sólo entren al armario!
—¡No me interesan tus malditas reglas! —soltó una molesta Hermione—. ¡Ni aunque me pagaran besaría a alguien como Malfoy!
El rubio, ahora prestándole atención, alzó una ceja en dirección a Hermione. Luego soltó una carcajada.
—¿Ni aunque te pagaran? —preguntó sarcástico y con una expresión burlona—. ¿Y quien te asegura que yo estaría esperando por ese beso, Granger?
Hermione lo miró amenazadoramente, sintiendo su mandíbula impactar de lo mucho que la estaba apretando. Ni siquiera sabía en qué momento había comenzado a temblar. Ella no debió venir, no debió hacerlo.
—Hay gente que moriría por un beso mío —dijo Malfoy dando un paso hacia delante.
—¿Ah, sí? —replicó Hermione haciendo lo mismo, sin saber de dónde estaba sacando tanta valentía para una sola noche—. Pues déjame decirte que yo no.
—¿Enserio? —Malfoy carcajeó y luego volvió a dar un beso hacia delante—. Porque tal vez un beso mío le ponga sabor a tu vida.
Hermione alzó ambas cejas, incrédula e hizo lo mismo al caminar hacia delante, mirándolo directamente a sus grisáceos ojos.
—¿Lo dices en verdad, Malfoy? —preguntó con voz retadora, aún demasiado molesta para pensar en lo que estaba diciendo—. Porque sólo digo, debes mirarte; eres un idiota grosero y un bueno para nada. Un engreído y un estúpido hasta los pies. Un narcisista, racista y también un egoísta.
El rubio ya no volvió a dar un paso más, así que Hermione lo hizo por él.
—No está pasando, Malfoy —dijo a pocos centímetros de su rostro—. Jamás te besaría. Grábatelo bien.
Dicho eso, se dio la vuelta y salió del lugar.
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