29. "Mírame a los ojos"
Luego de haberse dado cuenta de lo que se habían admitido a sí misma, alejó el libro de ella y lo miró, pasando un dedo con cuidado encima de la pasta. El libro era pequeño en tamaño y también en páginas, pues apenas superaba las cincuenta; ella lo terminaría de leer en menos de una hora.
Se relamió los labios y abrió la página donde había estado ajustada la nota de Draco. Era corto, así que ella leyó el poema:
Nunca es tarde
para pedir perdón.
Nunca es tarde
para comenzar otra vez.
Nunca es tarde
para decir que me equivoqué.
Nunca es tarde
para mirarte a los ojos
y decir que te amé aunque no debía.
Así que cuando lo sepas,
ódiame pero no te vayas.
Hermione leyó el soneto más de una vez, intentando entender las palabras. No sabía si Draco la había puesto ahí específicamente para que ella leyera esa pagina, pero no tenía sentido.
Ella no tenía nada qué perdonarle, así que supuso había sido sólo una coincidencia.
Le dio un último vistazo, y después de volver sonreír, cerró el libro y lo dejó encima de su buró. Se puso de pie y caminó hasta su baño, mirándose al espejo apenas llegó.
Estaba sonrojada, demasiado. Y sus ojos aún brillaban. En otros tiempos, ella habría dicho con certeza que era una reacción patética y exagerada, pero ahora podía morderse la lengua.
Su mente no podía dejar de vaga hacia él. Lo único en lo que pensaba que no era Draco, era en cómo había metido el libro sin que ella se diera cuenta.
Era un pequeño detalle, pero significaba mucho para Hermione. ¿Quién iba a decir que Draco Malfoy le regalaría un libro de una manera linda? En los años anteriores, la única manera en que hubiera creído eso, habría sido en que el rubio le aventara un libro a la cara para que se callara.
Carcajeó ante la ironía del pensamiento y bajó la mirada del espejo.
Ella estaba demasiado perdida.
•••
Hermione encontró algo más en el libro.
Cuando terminó de cenar y ya con la bata para dormir, ella atrajo el libro del buró y comenzó a devorarlo. Como había predicho, lo terminó en menos de una hora, pero no lo dejó de lado hasta pasadas las cuatro de la madrugada.
Casi se aprendió de memoria la mayoría de los sonetos. Sobre todo el que había estado en la nota, por alguna razón creyendo que esa era de mayor importancia. Trató de encontrarle sentido durante veinte minutos, pero al final se rindió.
Esa misma noche, ella apenas se iba a dormir cuando sintió una textura extraña en la pasta trasera del libro. Frunció el ceño y luego tanteó el lugar una y otra vez hasta que encontró un anillo escondido mágicamente.
Era negro, liso. Sencillo.
Hermione no entendió cuál era su función, o si había sido un regalo accidental que se coló con el libro. Ella sólo lo sacó y lo dejó junto a su buró para examinarlo al día siguiente.
Y así estuvo durante tres semanas, sólo mirándolo para tratar de entender si debía usarlo o no. Pero siempre estuvo cuidadosamente tranquilo a lado de ella.
Hasta que el anillo sólo desapareció. Y antes de que la morena pudiera entrar en pánico por haberlo perdido, su madre la llamó desde el primer piso.
—¡Hermione, llegó un paquete para ti!
Ella apenas gritó que iría pronto antes de fruncir el ceño por el anillo perdido y luego bajó las escaleras. Su madre estaba sentada en uno de los sillones y leía un libro; la mesita de centro tenía un paquete de cartas.
No hizo falta que mirara los remitentes para que supiera que eran de sus amigos. Las guardó hasta que llegó a casa de su abuela, y luego las leyó.
La primera carta fue de Ginny, y era un resumen de que Blaise le había pedido que fuera su novia oficialmente. Ellos nunca habían confirmado o negado nada, parecía que ni siquiera les importaba, pero ahora que la pelirroja se lo estaba contando, entonces dedujo que las cosas estaban cambiando. No quiso entrometerse, así que sólo le respondió.
Las otras dos siguientes fueron de Harry y Ron; y como lo había estado esperando, las cartas fueron sólo para presumirle lo divertidas que estaban siendo sus vacaciones. Ella sólo les escribió como respuesta que no olvidaran sus deberes.
No se hubiera creído que la siguiente carta era de Nick de no ser porque leyó una y otra vez su nombre.
En la parte delantera había una nota con una caligrafía apresurada:
Por favor lee esto, puedes odiarme después. O perdonarme, aceptaré cualquiera.
El recuerdo de Nick diciéndole a gritos que era mejor no haberla conocido comenzó a inundarla. Aún sentía mucha molestia cada vez que lo hacía, pero sobre todo, más tristeza. No estaba preparada para arruinar sus vacaciones de verano. Si Nick quería disculparse, entonces que fuera en persona.
Tomó la carta y la rompió en pequeños pedacitos hasta que ya no fue visible ninguna letra. Luego tiró los restos de basura al bote que estaba a lado de su cama.
La siguiente persona que envió la carta, tampoco lo creyó. Ni siquiera llevaba remitente, pero supo quién era por su caligrafía, firma y sarcasmo.
¿La bruja más inteligente de nuestra generación todavía no logra descifrar el anillo encantado? Patético.
Draco
Ella casi le paró el dedo del medio a la carta sólo para ignorar el ridículo latido de su corazón. Tomó pergamino y tinta, y luego escribió.
Draco:
Soy lo suficientemente inteligente como para evitar que me posean o deje entrar algún tipo de maldición. Así que discúlpame si tres semanas de análisis para un anillo extraño son tontos para ti. Sumando que estoy en casa de mi abuela y no tengo mi laboratorio de anillos encantados, ya sabes.
Hermione
Entregó las cartas a la lechuza que había pedido prestada del correo y luego esta se echó a volar.
Guardó sus cosas y caminó hasta su armario, lo abrió y después se puso su pijama para dormir. Puso música para evitar el sonido de la lluvia fuera de la casa y se acercó a su escritorio para peinarse el cabello.
Ni siquiera habían pasado cinco minutos cuando la ventana fue tocada, incluso por encima de la lluvia. Se giró ella de nuevo. La misma lechuza estaba ahí.
Frunció el ceño y luego se acercó a tomar el pequeño pergamino que estaba en su pico. Después cerró la ventana y las cortinas antes de mojarse con la lluvia.
Sólo había una oración.
Sé que estás con tu abuela.
Draco
Hermione no podía creer cómo había llegado tan rápido y estuvo a punto de volver a abrir la ventana para ver a dónde se dirigía la lechuza, pero luego un sonido vibrante detrás de ella la alertó.
Se giró y siguió el sonido hasta que llegó al buró que estaba a lado de su cama. Frunció el ceño de nuevo y se acercó sólo para notar que el anillo había vuelto.
Y por alguna razón estaba vibrando.
Se acercó lentamente y, entre duda y duda, se decidió por tomarlo. Apenas sus dedos tocaron el metal, este dejó de vibrar y se mantuvo quieto en su mano.
Ella suspiró antes de ponérselo en el dedo.
—Joder, Granger. ¿Por qué fuiste tan lenta?
No podía ser. Esto no era posible, habían posibilidades casi nulas de que esto en realidad estuviera pasando. Consideró que era producto de su imaginación mientras examinaba el anillo con su mano extendida.
—El anillo no está maldito, Granger. Puedo imaginar que estás examinándolo con terror.
Ella bajó la mano con rapidez.
—Dime que no estoy loca —pidió, girando sobre sí misma para encontrar el verdadero origen de la voz de Draco.
—Lo estás. Soy una voz en tu mente que suena igual que el chico más guapo de Hogwarts. Supongo que sí lo estás.
—Draco —reprimió—. ¿De dónde viene tu voz?
Se acercó hasta la ventana y abrió las cortinas, pero aunque intentó ver a través de ella, la lluvia se lo impedía.
—Del anillo, Granger. Obviamente.
Ella se tranquilizó sólo por un segundo antes de volver a levantar su mano y que sus ojos se llenaran de curiosidad.
—¿Cómo funciona? —preguntó, lejana a la verdadera situación en la que se encontraba—. ¿Es algún tipo de encantamiento?
—Inteligente como siempre. De hecho, debería sentirme ofendido de que estés preguntando por un anillo cuando literalmente ahora tenemos un método de comunicación que no sean las jodidas cartas. Tuve que enviarte una para apresurar todo porque al parecer no habías descubierto el uso del anillo.
Ella rodó los ojos y lo ignoró.
—Entonces, ¿es un encantamiento?
—¿De todo lo que dije...? —Un ligero bufido resonó—. Sí, Granger, es un encantamiento. Uno antiguo que mis padres usaban para comunicarse cuando no los dejaban verse. Lo estudié durante semanas antes de aplicarlo a ese que traes en el dedo.
Hermione volvió a examinar el anillo, encontrándolo más interesante que nunca. Se dio la vuelta y regresó hasta su cama, dándole la espalda a la ventana.
—¿Qué tanto debiste haberme extrañado para hacer esto, Draco? —preguntó divertida, sentándose en la cama.
Un resoplido.
—No eres graciosa.
—Todavía no termino. ¿Mencioné que es aterrador que supieras que estaba en casa de mi abuela?
—El anillo de nuevo —respondió—. Tiene un hechizo de rastreo. Los antepasados que crearon el encantamiento se tomaron muy en serio lo de proteger a su pareja porque pueden saber su dirección como un Fidelio. Y antes de que te burles de ello, no era mi intención, sólo venía incluido y entonces lo aproveché.
Ella definitivamente no iba a burlarse. Estaba demasiado ocupada intentando reducir el ridículo sonrojo de sus mejillas cuando mencionó "proteger a su pareja".
—Sigue siendo aterrador —dijo.
—Bien, bien. ¿Podrías dejar de reprocharme eso y darte la vuelta?
—¿Qué me de la vuel...?
Por Merlín. Draco estaba volando en su escoba, justo a lado de la ventana del dormitorio donde se encontraba.
—¿Qué haces aquí? —preguntó en un grito, reprimiéndose inmediatamente al recordar que todos en la casa estaban dormidos. Se puso de pie y miró a Malfoy.
—Te lo explico si me dejas pasar —contestó—, aquí afuera hace frío. Además, me estoy mojando, por si no lo has notado.
—No puedo dejarte pasar, mis padres podrían darse cuenta y también pensar mal.
—No vamos a tener sexo, Granger. Sólo quiero que esta lluvia deje de caer sobre mí. Tú te ves bastante cálida con esa pijama, ¿por qué no vienes acá para estar justos?
—Si pesco un resfriado, entonces será tu culpa —dijo con las mejillas sonrojadas.
Caminó hasta su armario, se puso una chamarra impermeable para protegerse de la lluvia y tomó una para Draco, aunque dudaba que la necesitara. Cuando se aseguró de que todos en la casa estuvieran dormidos, salió por la puerta trasera hacia el jardín.
Draco la esperaba en un árbol lejano. Se acercó y luego le entregó la chaqueta. Él le frunció el ceño.
—¿De qué me sirve en estos momentos? —preguntó.
—Dijiste que tenías frío.
Él la miró un segundo más antes de tomarla y ponérsela.
—¿Podrías explicarme exactamente qué haces aquí?
—Habría esperado al menos una bienvenida más alegre —bufó con sarcasmo, mirando por encima del árbol hacia la lluvia.
Ella rodó los ojos ante su drama.
—¿Por qué viniste hasta acá?
—Esta casa está cerca de la mía —respondió encogiéndose de hombros—. Me prometí no revisar el encantamiento de ubicación del anillo, pero surgió la curiosidad y me di cuenta que sólo nos separaban unos pocos kilómetros... Mi casa está hecha mierda en estos momentos, así que sólo me escapé.
Hermione lo miró con atención cuando pronunció lo último, observando cómo la expresión se él se volvía amarga durante unos segundos antes de volver a la normalidad. Ella necesitaba cambiar de tema.
—¿Entonces nadie sabe que estás aquí? —preguntó.
Él bufó.
—Por supuesto que no. Y la Mansión es demasiado grande, no notarán que no estoy ahí. Mi escoba es mi mejor amiga en estos momentos.
Draco se alejó hasta un pequeño jardín de petunias que tenía su abuela y luego se dejó caer en el césped, al parecer sin importarle que aún estuviera la lluvia. La morena lo miró unos momentos antes de suspirar y salir hacia la lluvia para sentarse junto a él.
Había una voz en su cabeza que le decía que la situación era algo extraña y un poco turbia, pero ella no le prestó atención. Se quedó en silencio mientras miraba los pálidos dedos de Draco jugar con las flores que tenía delante.
—Las petunias siempre han sido mis flores favoritas —murmuró él después de unos minutos, pero luego añadió con una mueca—: Pero no le digas eso a nadie.
Hermione sonrió.
—Me alegra verte, Draco —dijo, agradeciendo que la lluvia helada impidiera ver sus mejillas sonrojadas.
Él se giró a mirarla y también sonrió luego de unos segundos. Malfoy levantó una mano y se apartó un cabello mojado que estaba en su frente.
—Por supuesto que te alegras de verme —canturreó, como siempre—, ¿quién no lo hace?
—Pero no extrañé tu egocentrismo —contestó con reproche.
—No entiendo por qué —protestó—. Es lo que me hace genial.
—Te hace molesto.
Draco carcajeó.
—Soy un idiota. Y un narcisista. Y un egocéntrico. Y todo lo que se te pueda imaginar... Pero me amas así.
Él lo dijo de broma, lo notó por su tono de voz. Pero igual no pudo evitar sentirse nerviosa. Sintió sus mejillas calentarse tanto que tuvo que bajar la mirada hacia el césped con rapidez antes de que Draco pudiera notarlo. Se mordió el labio mientras jugaba con una planta pequeña.
—S-sí... —balbuceó.
Podía sentir la mirada de Draco sobre ella, pero siguió mirando el césped. Sin embargo, poco después él levantó sus piernas hasta la altura de su pecho y dejó caer sus codos sobre estas, una posición que dejaba más vulnerable a Hermione y podía ver cómo se estaba debatiendo mentalmente.
—Conozco ese tono —dijo Draco, divertido—. Significa que estás dudando. ¿No me amas, Granger?
Ese tono divertido sólo la ponía más nerviosa.
—Cállate —masculló con la mirada al césped.
Pero Malfoy no se cayó, porque siempre hacía lo contrario a lo que ella le decía. La miró tan fijamente que a la morena le fue imposible seguir en el césped y tuvo que alzar la mirada. Una vez atrapó sus ojos grises, ya no pudo bajar los suyos.
—¿Enserio me amas? —preguntó Draco, de repente serio, aunque su tono tenía una pizca de algo que ella no alcanzaba a reconocer. Tal vez miedo. Tal vez desesperación... Tal vez culpa.
Hermione reunió el valor para hablar, incluso cuando se sentía congelada ante la vista que tenía. Los plateados ojos brillantes de Draco mirándola detenidamente mientras las gotas de lluvia se resbalaban por su pálido rostro.
—Te amo como amo a mis amigos.
Draco alzó una ceja y entrecerró los ojos, una gentil sonrisa curvada en sus labios. Y Hermione no pudo evitar el pensamiento de admitir que se veía magnifícamente hermoso haciendo ese gesto.
—Eso es mentira —respondió él—. Lo veo en tus ojos.
Su respiración se aceleró, y luchó para que su voz no fallara cuando preguntó lo siguiente:
—¿Qué ves en mis ojos?
—La verdad —replicó con un tono plano y firme, como si hablar de ello fuera un tema relativamente fácil—. No me amas como un amigo.
Ella decidió guardar silencio, negando cualquier afirmación que llegara a su mente.
—Draco Malfoy —Hermione inspeccionó todo su rostro, deseando con ferocidad un cambio de tema para dejar de sentir todo su rostro en llamas—, ¿estás intentando seducirme?
No fue el mejor cambio de tema.
—Por supuesto que no —contestó, extrañamente aún con ese tono serio que la ponía nerviosa—. Sólo te pido que me digas la verdad.
—¿La verdad?
Draco no dejaba de mirarla a los ojos. Apenas parpadeó antes de preguntar:
—¿Me amas?
Ella intentó desviar la mirada, pero parecía que sus miradas estaban magnetizadas y no podía hacerlo. En cambio, sólo se encogió de hombros.
—Como a un amigo —mintió.
Draco la miró durante un segundo más antes de suspirar. Apartó la mirada hasta las petunias y volvió a jugar con estas.
—Eso es bueno —dijo en voz baja, tanto que casi no alcanzó a escucharlo.
—¿Qué es bueno? —preguntó, frunciéndole el ceño.
—Que no estés enamorada de mí.
Su tono de voz fue muy vacío. La incomodó.
—¿Eso sería malo? —masculló, alzándole una ceja e intentando ponerse en su visión, pero él parecía dispuesto a ignorarla en ese aspecto.
Draco se puso de pie de repente, y ella lo miró confundida desde el suelo.
—Tengo que irme —dijo.
—Pero... —Ella parpadeó, se puso de pie y lo miró—. No puedes... Quiero decir, acabas de llegar.
Pero a él no le importó.
—Tengo que irme —repitió sin mirarla a los ojos.
—¿Es por lo de antes? —preguntó Hermione, acercándose a él cuando dio varios pasos hacia atrás, todavía mirando a todos lados menos a ella—. Draco, no tendría nada de malo si yo me enamorara de ti.
Ni siquiera sabía por qué estaba diciendo esas cosas. Verlo alejarse y con esa expresión de horror la estaba destrozando. Como si tuviera vergüenza de que ella llegara a confesarle algo como eso.
—Si lo tendría, Granger —musitó—. Porque yo me sentiría una mierda de persona.
Ella bufó, ahora indignada.
—¿Una mierda de persona porque yo esté enamorada de ti? Disculpa por eso, pero las personas no eligen a quién querer.
Draco cerró los ojos y negó repetidamente con la cabeza.
—No me refiero a eso —masculló.
—¿Entonces a qué?
Pasó un largo silencio donde sólo se escuchaba la lluvia antes de que él por fin se atreviera a mirarla y tomara sus hombros para tener una vista fija a ella.
—Mírame a los ojos y dime que no sientes algo por mí, por favor.
Hermione tragó saliva pero aún así no apartó la mirada de sus ojos. No habría podido si quisiera, de todas maneras. No tenía idea de por qué él estaba actuando así, parecía como si realmente tuviera miedo de algo. Mucho miedo.
Pero tal vez eso fue lo que la descontroló. Su mirada aterrada.
No supo de dónde sacó valentía para decir lo siguiente:
—Siento algo por ti.
Si ella tuviera que elegir el momento donde vio la expresión más triste del mundo, entonces sería este momento. Porque Draco parecía eternamente destrozado cuando ella dijo eso; y en realidad no era lo que Hermione esperaba.
—Mierda —Fue todo lo que salió de la boca de él.
La soltó y luego le dio la espalda mientras se tallaba el cabello con frustración, incluso cuando ya estaba muy empapado.
—¿Mierda? —Hermione repitió, confundida de repente—. Te acabo de confesar que siento algo por ti, ¿y eso es todo lo que dirás?
Ella lo rodeó hasta volver a quedar frente a él.
—¿Qué pasa, Draco? —exigió saber, aterrada de que él se estaba poniendo terriblemente pálido, como un fantasma.
Él suspiró, y cuando la miró a los ojos, casi pudo sentir toda su desesperación.
—No quiero perderte, Granger —susurró.
La morena negó con la cabeza.
—No lo harás.
—Sí lo haré.
—¿Por qué crees eso?
Draco bajó las manos de su cabello y bufó, molesto. Luego dio un paso más hacia atrás, negando de nuevo con la cabeza.
—Porque me conozco, Hermione. Voy a terminar arruinando todo.
Él no estaba llorando, pero parecía al borde de un colapso. Así que ella intentó tomar su mano, pero apenas fue un roce antes de que él alejara el tacto.
—Draco...
—Me lo prometí, Granger —interrumpió—. Me prometí muchas veces que no llegaría a este punto. Juré que haría lo posible, pero... Lo siento, de verdad lo siento.
Se quitó la chamarra y la dejó caer al césped. Se dio la vuelta y conjuró su escoba con magia sin varita. Ella lo llamó cuando lo miró subirse a esta.
Intentó detenerlo.
Pero él ya se había ido volando, dejando a una muy confundida Hermione en el jardín de su abuela.
———
Capítulo dedicado a paulaliiss ❤️
—nico🐑
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top