2. Fuera de la rutina

Ron resopló apenas se puso de pie.

—Genial, Harry —dijo cuando comenzó a caminar junto a todos los demás para salir del Gran Comedor después del banquete y la selección—. Tu mala suerte nos acaba de condenar a todos.

—¡Yo no tengo la culpa! —se defendió dándole un codazo al pelirrojo—. En todo caso, sería de el colegio de Durmstrang...

Hermione se sintió ofendida y los miró casi molesta.

—Por supuesto que ellos no tienen la culpa —dijo y luego dio una mirada a su alrededor para asegurar que ningún Durmstrang estuviera cerca. Luego susurró—. Su país está sufriendo una guerra, necesitan nuestra ayuda.

—Claro —Ron rodó los ojos—, y nosotros tenemos que pagar viviendo con Slytherin, ¿no?

—No seas egoísta, por favor.

Ron hizo un puchero mientras seguían caminando. Guardó silencio apenas unos segundos antes de girarse hacia Hermione y Harry y seguir quejándose con ellos.

—¿Cómo se supone que Dumbledore quiere que convivamos con ellos? —preguntó en voz baja—. Son unos animales.

Hermione estuvo a punto de taparle la boca con la mano cuando vio a Malfoy y Pansy acercarse detrás de ellos, pero fue demasiado tarde porque el rubio ya lo había escuchado.

—Cuidado con lo que dices, Weasley —replicó él mientras pasaba por lado de Ron, haciendo chocar bruscamente ambos hombros—. A nosotros tampoco nos encanta tener comadrejas como tú en nuestra casa. Imagina tener que levantarnos todos los días y ver un vomito rojo por toda la sala común.

Ron se puso colorado hasta las orejas y estuvo a punto de abalanzarse hacia él, de no ser porque Harry lo tomó de sus brazos e impidió que siguiera su curso. Hermione se habría esperado al menos una discusión pequeña pero una voz nueva habló por encima de todos, y ella se giró para mirar a la nueva prefecta de Slytherin.

—¡Sígannos, Gryffindor! —gritó Astoria Greengrass.

—¿Realmente esto era necesario? —preguntó Pansy mientras miraba al trío con expresión de asco y caminaba hacia Draco—. ¿No podíamos mandar a Gryffindor a las cocinas de los elfos?

Dio una ligera sonrisa burlona y luego se dio la vuelta para seguir su camino. Malfoy la rodeó con sus brazos y luego avanzaron hasta dejar al trío detrás.

—¿Me das permiso de matarte, Harry? —preguntó Ron soltándose de su agarre.

—No.

Hermione suspiró, siguiendo a Astoria y a todos los demás Gryffindors para que así sus amigos también lo hicieran.

—Vamos, chicos... —murmuró intentando dar ánimos pero terminó con voz desganada— Hay que verle el lado bueno a esto...

Harry bufó.

—¿Ah sí? —dijo Ron—. ¿Y cuál es?

—Tal y como dijo Dumbledore, podría ser nuestra oportunidad para quitar la rivalidad entre las casas.

Aunque a ella le parecía tonto decir eso. Por más que intentara, algo le decía que esa rivalidad existiría por varias generaciones más. Era increíble cómo la casa de las serpientes y los leones parecía odiarse cada vez más, incluso si no tenían verdaderas razones para hacerlo.

—¡Vaya! —canturreó Ron—. ¡Eso sí que me alegra!

Y así entre quejas y quejas, por fin llegaron hasta donde era la sala común de Slytherin. Con el simple hecho de estar en las mazmorras, ya no le gustaba a Hermione, nunca le había agradado demasiado el frío. Después de que Astoria y el otro chico al cual ella no sabía su nombre les explicaran cómo llegar y la contraseña, entraron al lugar. El lugar era amplio y con tapices oscuros, las luces eran verdes (Hermione dedujo que era porque estaban debajo del lago negro), y los sillones eran muy grandes. Harry y Ron ya la conocían debido a una travesura que hicieron en segundo grado, pero para ella era algo nuevo. Nada estaba para el gusto de Hermione, y al parecer por sus expresiones, tampoco para los demás Gryffindors. De pronto, la morena deseó más que nada su sala común.

—Bienvenidos, leones —La voz de Malfoy retumbó con sarcasmo mientras se posaba delante de todos ellos y alzaba sus brazos—. Nos portaremos muy agradable con ustedes.

Algunos Slytherin rieron, lo cual causó que Hermione y varios más voltearan los ojos.

—Bien —habló esta vez el Premio Anual, imaginó la morena—, tendrán que compartir habitación.

De pronto, las risas que antes habían tenido los verde con esmeralda ahora se habían convertido en una lluvia de quejas.

—¡No dijeron eso! —protestó un chico de lo que parecía último año.

—¿Qué esperaban?, ¿que durmieran en el suelo?

—¡Sí! —dijeron un coro de Slytherin.

El Premio Anual rodó los ojos, pero por su expresión, Hermione dedujo que tal vez él habría querido lo mismo.

—Pues no —dijo en cambio—, es eso, o que tomen La Habitación. Es demasiado grande para todos ellos pero estoy segura de que a ningún Slytherin le gustará. ¿O me equivoco?

Los de Gryffindor fruncieron el ceño, tratando de entender a qué se refería. La curiosidad de Hermione quiso preguntar, pero sabía que nadie del lugar le respondería, así que se mordió la lengua antes de hacerlo.

—¿Mencionaron algo así cuando nosotros vinimos? —Escuchó preguntar a Ron en voz baja, y Harry le respondió un «No lo creo».

Las serpientes se miraron entre sí, algunas decepcionadas y otras molestas. A otras simplemente no parecía importarle.

—Bien —El resoplido de Pansy Parkinson se escuchó por encima del silencio y luego ella y otras dos chicas se alejaron del gentío.

—Entonces, Gryffindor —anunció el Premio Anual—, ya pueden subir a sus habitaciones. En cada puerta está el nombre de quienes dormirán ahí. Y ya están sus pertenencias también... Disfruten su estancia.

Hermione suspiró para relajar los nervios que no sabía por qué tenía y se giró hacia sus amigos para darles una mirada medio animada. No funcionó demasiado porque ambos tenían expresión de que un centauro había pasado por encima de ellos.

—Suerte —masculló mientras comenzaba a caminar con todas las Gryffindors hacia las habitaciones de chicas.

—Igual —respondieron sus amigos al unísono.

Mientras Hermione caminaba entre los pasadizos que le llevaba Astoria Greengrass, escuchó la voz de Lavender Brown protestar un «¡Siento como si me hubieran arrebatado mi hogar para luego echarme a un nido de serpientes venenosas!». Y por primera vez, aunque hubiera sonado bastante grosero, la morena estuvo de acuerdo con ella.

Después de varios intentos fallidos, Hermione por fin encontró su habitación. Aunque para su mala suerte, al entrar, se dio cuenta de que la compartía con Pansy. Resistió los impulsos de jadear al pensar que la noche no podía ser peor. Buscó en la lista a alguna otra persona que ella conociera, pero no fue admitida con ninguna otra Gryffindor que ella conociera, sólo sería ella contra otras cinco Slytherin y una nueva Gryffindors de la que ella nunca había escuchado.

Oh, pero sí que podía. Cuando la morena abrió la puerta, una extraña sensación de salir corriendo le pegó de lleno. No era que la habitación estuviera horrible, pero para nada era el gusto de Hermione. Todo estaba casi oscuro, y había muchísimos pósteres pegados a las paredes —todos de distintas bandas—, la luz era muy escasa (cosa que Hermione tomó como desventaja para cuando tuviera que leer), y las camas eran un poco más pequeñas que las que tenía en Gryffindor. Aunque, fuera de eso, debía admitir que la habitacional tenía su toque elegante.

—¿Te comió la lengua el ratón? —preguntó la voz de una chica. Hermione se giró hacia el sonido y encontró a una pelirroja de pie junto a lo que parecía su cama. Alzaba una ceja hacia ella y llevaba los brazos cruzados.

Sin haberse dado cuenta, Hermione había abierto su boca. Avergonzada, volvió a cerrarla y cerró la puerta tras ella. Buscó con la mirada su equipaje hasta que por fin lo encontró. Su cama estaba justo a lado del baño, para su aún mala suerte, de esa forma, escucharía todo ruido.

Justo cuando comenzó a buscar entre su baúl alguna pijama para poder cambiarse (o tal vez simplemente una excusa para ignorar las miradas que las Slytherins tenían sobre ella), la puerta del baño se abrió. De esta salió Pansy, y cuando vio a Hermione, su expresión seria pasó a ser una burlona y dejó caer la mano con la que cepillaba su cabello para llevársela a la boca y aguantarse una risa.

—¿Por qué no me esperé esto? —preguntó con voz entre divertida y cruel—. Era obvio que precisamente tú serías mi compañera de cuarto.

Hermione desvió la mirada, ignorándola y decida a seguir acomodando su lugar.

—Necesito salir de aquí —La escuchó murmurar y pudo sentir su rodada de ojos antes de que tomara un bolso y caminara a zancadas hasta la salida del dormitorio.

La morena la observó salir por el rabillo del ojo. Pero justo cuando Pansy abrió la puerta y salió, otra persona apenas iba entrando y ambas chocaron. Hermione se giró por completo y miró la escena. Del otro lado de la puerta había una chica de tez clara con un cabello castaño que caía un poco debajo de sus cachetes. Y al mirar a Pansy, la niña sonrió, pero fue más una sonrisa de triunfo.

—¡Hola, Pansy! —saludó después de soltar una carcajada.

—Mierda —Pansy bufó—. ¿Tú también? Mierda, de nuevo.

Después de eso sólo se alejó rodeando a la chica y no se vio más de ella. La castaña se encogió de hombros y se adentró a la habitación cerrando la puerta tras suyo. Cuando se giró y notó que todas las demás tenían la mirada sobre ella, frunció el ceño.

—Debo suponer que ella es la odiosa de aquí, ¿verdad? —preguntó.

Una azabache se encogió de hombros.

—Lo imaginé —se respondió y luego vagó su mirada por cada una de las chicas hasta quedar en Hermione. O mejor dicho, en su corbata—. ¡Oh, tú también eres Gryffindor! Genial, no te preocupes por ella. Conmigo sobrevivirás aquí. No todas somos tan malas como Pansy.

Hermione quiso preguntar cómo es que ella la conocía tanto como para decir eso, pero se mantuvo callada. Miró a la chica acercarse hasta la cama siguiente a la suya y comenzó a acomodar su lugar al mismo tiempo que las demás regresaban a lo suyo. La morena no pasó por alto que ella ya no llevaba su túnica puesta, en cambio sólo vestía un atuendo sencillo.

—Amelia Blacke —saludó ella al sentir la mirada de Hermione, pero sin girarse a mirarla—. Pero puedes llamarme sólo Ame, si gustas.

—Hermione Granger —saludó la morena también.

—Lo sé —dijo la castaña girándose esta vez para mirarla de frente—. La mejor amiga de Harry Potter, ¿no? Escuché mucho de su trío antes de venir aquí.

Hermione se sintió incómoda ante esa mención. Pero cambió de tema escuchar la última oración.

—¿Antes de venir aquí?

—Oh, sí —Se encogió de hombros—. Me expulsaron de Beauxbatons. Soy nueva en Hogwarts.

La morena no supo qué hacer o responder ademas de alzar ambas cejas. Amelia le restó importancia con un movimiento de la mano, como si fuera algo de todos los días.

Hermione sonrió de manera agradable.

—Deberíamos dormir antes de que empiece el relajo —avisó una chica a la que no había notado antes. Era rubia y de ojos verdes, se hallaba hasta el otro lado de la habitación y cuando todos la miraron, Hermione observó que Amelia frunció el ceño hacia la rubia, como si fuera un misterio.

Las demás Slytherins coincidieron, arropándose.

—¿Entonces ustedes no van? —La morena escuchó el bufido de Amelia—. Creí que aquí eran mucho más divertidas. Bueno, entonces van a disculparme pero yo sí pienso ir. Quiero ver la preciosa expresión que ponga Pansy al verme en su querida Habitación.

—¿Qué relajo? —preguntó Hermione a la castaña, deduciendo que ella sabía de qué hablaban. Al menos parecía agradable como para preguntarle y que no le respondiera de manera burlona.

—Luego te enterarás —La rubia volvió a hablar, encogiéndose de hombros—. Todas pasamos por ahí en algún momento.

—¿Vienes? —preguntó Amelia girándose hacia Hermione, y a ella le sorprendió la rápida manera en que le tomó confianza.

—Hmm, no, gracias —contestó con una sonrisa—. No he tenido muchas buenas críticas hasta ahora.

Amelia se encogió de hombros.

—Como quieras.

Luego se dio la vuelta y salió del lugar. Las demás chicas sólo se unieron entre sí para ponerse al día con las vacaciones de verano, y Hermione regresó a su cama y sacó uno de sus muchos libros para leer en lo que le daba sueño. Nunca había sido muy apegada con las amistades femeninas; pero no porque no quisiera, simplemente no podía.

Ella ni siquiera notó la sigilosa mirada que le dirigía la rubia cada cuantos minutos.

Después de que Hermione se cambiara la túnica, se recostó en su cama y leyó. A pesar de que no había tenido una bienvenida tan horrible a su nueva habitación como lo había esperado, ahora más que nunca, deseaba regresar a casa de sus padres.

•••

—¡Es nefasto! —protestó Ron al día siguiente cuando se dirigían a su última clase—. ¡Crabbe y Coyle roncan toda la noche!

—Pues yo no creo que eso supere que yo comparta habitación con Theodore Nott y Blaise Zabini —contraatacó Harry—. Aunque es extraño, ninguno entró en toda la noche.

—Pansy tampoco entró en toda la noche —observó Hermione.

—¿Compartes habitación con Pansy? —preguntaron Harry y Ron al unísono. Este último haciendo una mueca de lástima y desagrado al mismo tiempo.

Hermione rodó los ojos y soltó un supiro mientras asentía con la cabeza.

—Bueno —Harry sonrió sin ganas—, está claro que tenemos pésima suerte.

—Tú la tienes —acusó Ron—. Y luego nos pegas tu mala suerte a nosotros.

—Me alegra que seas tan comprensivo.

—Es un don —medio sonrió, pero luego añadió—. ¿Cuándo creen que podremos regresar a la Torre de Gryffindor?

—¡Es el primer día, Ron! —protestó Hermione, indignada.

—¡Y ya quiero regresar!

La morena le rodó los ojos pero no replicó, porque sabía que internamente estaba de acuerdo con él.

—Por primera vez en mi vida —dijo Harry después de unos segundos de silencio—, no quiero que las clases terminen. Eso significaría regresar a la sala común y tener que estar de compañía con ellos.

—No tenemos por qué regresar —propuso Hermione.

—¿Acaso quieres dormir afuera?

—¡No! Es decir, podríamos hacer otra cosa hasta que debamos ir a dormir.

—Yo no iré a la biblioteca —atajó Ron.

Hermione rodó sus ojos pesadamente y resopló; Harry y Ron la exasperaban. Los ignoró y luego apresuró sus pasos para adelantarlos y dejarlos atrás para llegar antes.

La clase de Herbología terminó más rápido de lo que hubieran imaginado. Así que después de darse un baño, Hermione se apresuró a ir a la biblioteca a hacer sus deberes. Ni siquiera se preocupó por dónde estarían Harry y Ron porque sabía que ellos podrían encontrarla en el mismo lugar de siempre. Llevaba casi terminado su ensayo de Transformaciones cuando una pequeña mano se posó en su libro, impidiéndole seguir leyendo. Hermione levantó su mirada y logró ver a Amelia, esta vez con un chicle mascando y su cabello ahora color rubio caramelo.

Eso le hizo fruncir el ceño, hasta que un respuesta vagó por su mente y alzó ambas cejas con sorpresa.

—¿Eres metamorfomaga? —preguntó.

—¿Qué? —preguntó confundida, pero luego observó un cabello que caía sobre su frente y se dio cuenta—. Oh, sí.

—Vaya, eso es genial.

—Lo sé —respondió—. ¿Qué haces?

—Los deberes.

Ella bufó mientras se sentaba en la silla de a lado de Hermione. Se dejó caer en el respaldo y miró a la morena con un puchero.

—Es el primer día, ¿realmente te preocupas por eso tan rápido?... ¿Qué harás hoy en la noche? —añadió de repente antes de que Hermione contestara a su anterior pregunta.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué lo preguntas?

—¿Vienes a una fiesta conmigo?

Hermione casi se cae de la silla ante lo repentina y directa que fue. Alzó una ceja esperando que fuera algún tipo de broma pero muy en el fondo, supo que la inocencia en la voz de la castaña no era para el tipo de gastar bromas. Al menos no en este momento.

—¿Qué?

—Una fiesta —repitió Amelia—. Los hijos de muggles saben qué es, ¿no? ¿Eres hija de muggles? Si no es así, entonces escuché mal.

—Sí, lo soy, y claro que sé qué es una fiesta... Es solo que..., ¿dónde habría una fiesta aquí?

Amelia ladeó la cabeza y sonrió divertida.

—Eso ya lo verás —respondió—. Ayer lo descubrí y fue increíble. Entonces, ¿vienes?

—No lo sé... —dudó Hermione—. No me gustan mucho las fiestas, hay demasiada gente para mi gusto. Además, es lunes y mañana tenemos clases.

Amelia abrió la boca para responder pero luego se detuvo y alzó una ceja por encima del hombro de Hermione. La morena frunció el ceño y se giró sólo para observar que Pansy estaba detrás de ella y las miraba con ojos burlones, luego de unos segundos se sentó en la silla del otro lado de Hermione y, esta, solo por cortesía se dio la vuelta para no darle la espalda a ninguna chica.

—Te advertí que ella no querría ir, primita —canturreó llevándose una mano a la mandíbula y penetrando a la morena con sus profundos ojos castaños.

—Yo te dije que no me llamaras así —replicó Amelia.

Pansy rodó los ojos hacia ella.

—Como sea —dijo y luego se giró de nuevo a Hermione—. Pero, ¿lo ves? Tuve razón, ella no sale ni saldrá de la biblioteca. Es el primer día de clases y ya se internó aquí nuevamente.

Hermione devolvió su mirada hacia los deberes, tomó su pluma y comenzó a garabatear en la esquina del pergamino para ignorar la provocación que le estaba dando la azabache.

—Nunca dejaste de ser tan irritante, ¿verdad? —preguntó Amelia.

—Yo pensé que me seguirías amando, querida —contraatacó Pansy y la contraria sólo rodó los ojos y se dejó caer en el respaldo de la silla—. Entonces, Granger, después de esto, ¿realmente te quedarás aquí y no aceptarás la invitación que mi prima te está haciendo?

La mención de «prima» vagó por la mente de Hermione, pero se decidió a mantener sus emociones y acciones a la raya al menos hasta que la chica se fuera de aquí.

Se mantuvo en silencio unos segundos en los que esperó fueran suficientes para que Pansy se aburriera, pero luego escuchó el canturreo de la azabache que le hizo vibrar la sangre.

—¿Nunca saldrás de la biblioteca, cierto?

Justo eso fue lo que logró que algo despertara en Hermione. Volvió su mirada hacia Ame.

—¿A qué hora es? —preguntó. Y ella sabía que estaba siendo una niña hormonal que se dejaba influenciar por provocaciones de otra niña hormonal, pero no le importó, porque, por primera vez, quería que Pansy se quedara sin palabras.

Amelia esbozó una sonrisa triunfante y luego la envió hacia Pansy también.

—No estés tan contenta por ello —espetó la azabache—. El que Granger vaya a esa fiesta, podría ser su perdición.

—Ya lo veremos, primita —replicó Amelia y Pansy no tardó en ponerse de pie e irse. La chica se giró a Hermione—. Tú estate lista a las diez, yo llegaré unos minutos antes y te diré cuando nos vayamos.

Luego ella también se puso de pie y se alejó.

Fue justo entonces cuando Hermione se arrepintió de haber aceptado. Nunca le habían gustado las fiestas, ni siquiera las infantiles, ella siempre se sentía muy agobiada por tanta gente y terminaba por irse temprano. No le extrañaría si hoy fuera a suceder lo mismo. Además, casi quiso chocar su cabeza contra la mesa, ¿cómo pudo aceptar solo para callar a Pansy?, era la excusa más ridícula del mundo. Apenas llevaba un día viviendo con Slytherin y ya la habían convencido de ir a una fiesta (aunque en realidad no sabía si aplicaba porque Amelia era Gryffindor también), ¿qué le había pasado? Ni ella misma se lo podía creer.

Después de terminar sus deberes, guardó sus útiles y se encaminó hasta su sala común. Sintió demasiado incomodidad cuando entró, ya que todos los Slytherins estaban aquí, sólo platicando, no había ningún Gryffindor a la vista. Algunas cabezas se voltearon hacia ella, incluyendo las de Draco Malfoy y Blaise Zabini. Por un momento, Hermione tuvo el deseo de salir corriendo por la entrada, pero eso sería muy estúpido de su parte, así que sólo se limitó a subir a las habitaciones de chicas.

Suspiró cuando cerró la puerta detrás de ella. Se adelantó al baño y se dio una cálida ducha que disfrutó demasiado. Al salir, se encontró con Amelia sentada en su cama.

—¿Lista? —preguntó.

Hermione miró su reloj, notando que aún faltaban dos horas.

—¿Segura que debo ir? —preguntó como última alternativa para que le permitieran quedarse en su cama a leer esta noche. Aunque algo le decía que no iba a funcionar.

—Sí —respondió sin más—. No me importa ser la única Gryffindor ahí pero estoy segura de que podría ser más divertido con alguien que conozco. Necesitas ver la cara de los Slytherins cuando nos ven entrar. Pagaría por tener una fotografía.

Hermione se mordió el labio. Amelia entrecerró los ojos y luego se acercó al baúl de la morena.

—Puedo prestarte algo, si quieres —dijo después de una mirada a la ropa de la castaña. Hermione la miró con una ceja alzada. Nunca le había gustado que eligieran la ropa por ella, ni siquiera se lo había permitido a su madre.

—No creo que me queden bien —respondió como excusa.

—Hmm, eres pésima mintiendo. Puedes decir no, Granger.

Hermione sonrió y negó.

—De acuerdo —La ahora de nuevo castaña se encogió de hombros—. Iré por galletas a las cocinas, cuando regrese quiero que estés lista.

Se dio la vuelta y salió.























———
Bueno, ya se habrán dado cuenta que ahora Amelia es Gryffindor... Esto es porque la verdadera Amelia pasó por una crisis de casa y descubrió que tiene muy poco Slytherin a comparación de Gry... So, ¡surprise!

—nico🐑

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