19. El segundo paisaje
—Vamos, Granger —canturreó Draco—. No me obligues a ir por ti. O podría rociarte con un Aguamenti, decídelo tú.
Hermione entrecerró los ojos hacia él, pensando si en realidad lo haría. Su mente imaginó muchos escenarios incómodos por los que podría pasar y decidió aceptar antes de que alguno pudiera volverse realidad. Bufó de mala gana y eso pareció convencer a Draco porque sonrió con triunfo.
—Bien —dijo mientras se ponía de pie.
—Por un momento creí que dirías que no. Me imaginé lanzándote agua y luego tú maldiciéndome en situaciones incómodas. Mi mente vaga mucho.
Hermione se mordió el labio para ocultar su carcajada y en cambio alzó una ceja.
—Oh, si ese es el caso, ¿puedo volver a sentarme?
—No —contestó—, ven y métete.
Ella suspiró rendida y, con una mirada fulminante, hizo que Draco se diera la vuelta. La morena alzó su varita y transfiguró su ropa en un largo bañador, para nada fuera de su zona de confort. Desde un principio habría podido haberlo hecho, pero en ese momento no quería razones para entrar.
Ella soltó su coleta para que su cabello no se fuera a apestar si se mojaba, y entonces caminó lentamente a la laguna. El agua que apenas rozaba sus pies le estremeció la piel. Hacía mucho tiempo que no se metía al agua de esta manera. Poco a poco se fue adentrando hasta que el agua llegó a su cintura.
Giró su mirada hacia el rubio y luego azotó sus manos contra el agua para que le llegara a él. Draco arqueó la espalda y se volteó a mirarla.
—¡Está helada! —gruñó. Eso sólo la hizo chispotear más ahora que sabía le molestaba—. Claro, échale agua a Draco.
Volvió a azotar sus manos y el perfecto cabello del rubio quedó empapado. Ella abrió la boca con la intención de disculparse, pero pronto se encontró riendo. El chico miró de reojo su cabello y luego la miró desafiante, alzando una ceja.
—¿Quieres guerra? —preguntó Malfoy—. Guerra tendrás.
Al instante, comenzó a azotar muchísimo más el agua, empapando por completo el cabello Hermione. Ella pensó que debía estar usando magia sin varita porque no podía entender todo el agua que había llegado.
—¡Oye! —protestó Hermione, alejándose unos metros—. ¡Tardo mucho en secar mi cabello!
—¿Y conmigo crees que este cabello es así de perfecto por arte de magia?
Él intentó volver a mojarla pero ella se hundió por completo en el agua; qué más daba si ya se había mojado toda su mata de cabello. Abrió los ojos aún debajo de la laguna y aguantó la respiración. Era genial. El agua estaba totalmente cristalina y podía apreciarse todo. No había ningún pez o algo por el estilo, pero la arena y rocas relucían, sin mencionar que la luz de la luna le daba un toque especial al agua.
Unas burbujas provenientes del otro polo le hicieron saber a Hermione que Draco también se había hundido. Ella levantó su vista y lo miró. Él estaba haciendo una mueca porque un mechón de cabello se había metido a su nariz.
Hermione no pudo evitar reírse aún estando debajo del agua, así que su poca respiración se fue y salió a la superficie entre riendo y tosiendo. Malfoy la siguió pocos segundos después.
—¿Qué pasó? —preguntó él.
—Me ahogué viendo tu intento de... —No terminó de hablar porque carcajeó al recordar su expresión de nuevo.
Draco bufó rodando los ojos y luego dio una mirada rápida a la laguna.
—¿Cuánto tiempo aguantas ahí abajo?
—¿Por qué preguntas?
—Tardaste mucho. Por un momento me imaginé arrastrando tu cuerpo a la enfermería.
—Qué dramático —Hermione resopló—. En realidad, soy bastante buena para aguantar la respiración.
Él alzó una ceja ante sus últimas palabras. Alzó la barbilla y se cruzó de brazos.
—Hay que apostar.
—¿A qué?
—A quien dure más debajo del agua.
Hermione aguantó su sonrisa. Podría apostar toda la herencia Malfoy y ella podría ganársela si se descuidaba. A su madre nunca le gustó, pero su padre y ella practicaban la respiración bajo el agua desde que era pequeña en la casa de su tía.
—Bien —dijo, alzando la barbilla también, aunque estatura le faltaba para intimidarlo—, ¿qué apostamos?
Draco la miró con los ojos entrecerrados antes de sonreír lobunamente.
—Un beso.
—De acuerdo.
La expresión del rubio se delató con esas dos palabras. Frunció el ceño.
—¿De acuerdo? ¿No te da un poco de miedo perder?
Hermione se encogió de hombros.
—No, estoy segura de que puedo ganar.
—Ya lo veremos —dijo y luego soltó un bufido. De repente parecía que la dignidad e integridad de Draco Malfoy había sido pisoteada.
—Bien —contestó ella, sonriendo con seguridad para hacerle saber que estaba por encima. Ambos regresaron hasta el centro del agua y, cuando lo hicieron, se miraron el uno al otro.
Malfoy esperó unos segundos antes de respirar hondo y hablar:
—A la cuenta de tres; tres...
—Dos...
—¡Uno!
Ambos se sumergieron al agua. Todo sonido se eliminó y burbujas inundaron su vista. Se obligó a abrir sus ojos y también a contener su respiración.
Recuerdos de Hermione y su padre atravesaron su mente y se mantuvo con su respiración. Cuando tenía cinco años, ya podía aguantar poco más de un minuto debajo del agua.
Malfoy abrió los ojos un poco después que ella y sus miradas se encontraron. Él sonrió sin mostrar sus dientes y alzó ambas cejas en una clara expresión que la incitaba a perder. Y ella le regresó una sonrisa sarcástica; la estaba subestimando.
Como sabía que ni ella ni Draco se darían por vencidos tan fácilmente, desvió su mirada hacia alrededor de la laguna. Ya tenía suficiente información para plasmar en su reporte, pero no estaba de más seguir apreciando el lugar.
Unas burbujas llamaron la atención de Hermione. Malfoy comenzaba a ponerse un poco hinchado de sus cachetes, y ella tuvo que desviar la mirada de nuevo antes de que carcajeara.
Llevaban un minuto y medio debajo y aún ninguno salía. El récord de Hermione eran dos minutos y cuarenta y dos segundos. Si Draco llegaba a más (aunque lo dudaba mucho), estaría perdida. Decidió mirar directamente a los ojos al rubio hasta que él cediera.
Sonrió triunfante cuando burbujas salieron de la boca de Draco. Eso quería decir que su reserva de oxígeno se había agotado; ya no duraría ni diez segundos más. Hermione iba a ganar. Cinco segundos y Draco ya estaba pidiendo oxígeno.
Pasó un segundo más y el chico salió rápidamente hacia la superficie. Hermione soltó su reserva de oxígeno y luego lo siguió.
Malfoy estaba tomando bocanadas de aire muy desesperado.
—¿Estás bien?
Él sólo alzó un dedo de su mano para hacerle saber que necesitaba unos segundos. Tosió unas dos veces más y luego se recompuso, como si necesitara recuperar su dignidad una vez perdida en esa laguna.
Luego se giró hacia ella con un rostro aterrorizado.
—¿Cómo mierda aguantas tanto ahí abajo?
Hermione sonrió, orgullosa. La sensación que le daba cada vez que ganaba a Malfoy era algo que nunca podría olvidar.
—Es un don.
—Sí, claro. Tu don casi me mata.
—No fue mi culpa que tú quisieras hacer la apuesta.
Él tosió de nuevo y luego se acercó a la orilla de la laguna, su pecho aún respirando hondo.
—Enserio —decía mientras avanzaba, frunciendo el ceño hacia el suelo—, ¿cómo aguantas tanto?
—Desde pequeña hago eso —contestó encogiéndose de hombros y siguiéndolo también. Ambos se sentaron en la orilla, pero el agua aún podía llegar a sus pies. Hermione alzó su mano para jugar con ella.
Escuchó el bufido de Draco a su lado.
—¿Qué tipo de padres tienes para que te permitan hacer eso?
Hermione sonrió mientras seguía jugando con el agua.
—Mamá se volvía loca cada vez lo hacía (aún lo hace hasta la fecha), es por eso que papá y yo hacemos eso a escondidas.
Hubo silencio unos segundos antes de que la dignidad de Draco se rompiera más. Lo supo por la manera en que arrastró los dientes.
—Eres buena.
Y entonces ella quiso molestarlo más.
—Lo sé.
—Qué egocéntrica.
—Uy, pero mira quién habla —replicó girándose para mirarlo con una ceja alzada. Él le sonrió mostrando los dientes.
—Draco Malfoy, el alumno más guapo e inteligente de todo Hogwarts, por supuesto.
Hermione carcajeó con sarcasmo.
—Lo de inteligente te falló, porque esa soy yo.
Draco sonrió y luego con un dedo tocó su nariz ganándose una mueca por parte de ella cuando se hizo hacia atrás.
—Dije alumno.
Ella rodó los ojos y luego se levantó.
—Debemos irnos.
Draco asintió, estando de acuerdo y luego convocó su camisa que se hallaba en el suelo para ponérsela. Pero en una mana maniobra, Hermione terminó resbalándose con ella cuando se ponía de pie, y la desafortunada en caer al agua fue la prenda.
—Genial, Granger —murmuró Malfoy a su lado—. Ahora se va a descolorar por el agua artificial.
Hermione quiso argumentar que eso no era del todo posible en su caso, pero su ética ganó y se encontró diciendo:
—Puedo comprarte otra.
—No, esa era mi favorita.
La morena bufó.
—Pero te he visto con miles de camisas idénticas a esa —dijo y luego se puso de pie, Malfoy haciéndolo después de ella también.
—¿Y? —él preguntó—. ¿No puedo tener una favorita? Has destruido la luz de mis preciosos ojos.
Hermione resopló cuando él se agachó y alcanzó la camisa mojada que flotaba sobre el agua. Mientras tanto, ella aprovechó su distracción para transfigurar rápidamente el bañador de regreso a su uniforme y túnica del colegio.
Malfoy se levantó rápidamente luego de eso, tomó su pantalón y se lo puso sin siquiera importarle que Hermione pudiera ver algo (claramente no vio nada, ella fingió estar recogiendo sus cosas mientras él lo hacía).
—Oh, vamos —dijo su voz después de unos segundos—. No finjas que no quieres ver.
Ella dejó a flote su expresión confundida y, al ver la pícara que tenía Draco, supo a qué se refería.
—Qué asqueroso —Se quejó Hermione ganándose una risa por parte de él. Se acercó más a ella y le sonrió.
—Si vamos a ser amigos, deberás acostumbrarte a mis bromas pervertidas.
—Oh, créeme que no lo haré —dijo, aplanando sus labios en una sola línea y medio sonriendo—. Eres tú quien deberá acostumbrarse a dejar de hacer esas bromas.
—¿Estás...?
—Sí —interrumpió Hermione interponiendo la mojada camisa que Draco traía en manos entre ambos—. Y será mejor que te la pongas de una vez para poder irnos.
Malfoy frunció el ceño y miró la camisa que ella le ofrecía. Luego hizo una mueca.
—No voy a ponérmela —espetó indignado.
—¿Por qué no?
—Porque está mojada —contestó con obviedad, como si estuviera acostumbrado a cuidar su piel como un mármol. Ella tardó sólo unos momentos en recordar que tal vez sí era así.
—Qué ridículo —murmuró, y luego ensanchó su mirada para aclarar de nuevo que debía ponérsela. Con Harry y Ron era más fácil.
—Eso podría irritarme, Granger. Mi piel merece buenos tratos, no le pondré una camisa que está mojada por una laguna artificial.
Ella rodó los ojos.
—¿Entonces cómo piensas regresar a la sala común? —preguntó—. ¿Así desnudo?
—No estoy desnudo —aclaró él con un resoplido y luego alzó ambas manos hacia su parte baja—. ¡Llevo pantalones!
—No importa. Ponte la camisa.
—¿Por qué tienes tanto miedo?
Las palabras salieron de ella con facilidad:
—Porque podemos encontrarnos a alguien en el camino y será muy extraño que nos vean saliendo de una habitación después de que haya pasado la hora de dormir y que tú estés sin camisa.
Draco medio sonrió cuando le encontró sentido a lo que dijo. Ladeó la cabeza y alzó una ceja con diversión.
—En otras palabras, tienes miedo a que alguien crea que tú y yo follamos.
Hermione se llevó las manos a sus orejas por puro instinto e hizo una mueca de disgusto.
—¡Draco!
—¿Qué?
—¡No me gusta esa palabra!
—¿Cuál? —preguntó, sus ojos brillando de diversión y burla—. ¿Follar?
—¡Ey!
Eso sólo pareció incitarlo más.
—Follar, follar, follar, follar, follar... ¡AUCH!
Hermione le había pisado el descalzo pie antes de que volviera a decir la palabra.
—Bien, bien —farfulló Draco, alejándose de ella con una mirada indignada—. Dejaré de decirlo.
La morena volvió a entregarla la camisa mojada.
—Póntela —Y cuando se dio cuenta de que él no parecía dispuesto a usarla, añadió en un mascullado—: Por favor.
—Jódete, Granger. ¿Cómo puedo negar a esa cara de hormiga aplastada?
Malfoy tomó la camisa y se la pasó por la cabeza. Hermione sonrió orgullosa. Ambos tomaron sus cosas y salieron de la Sala de Menesteres. Les tardó aproximadamente quince minutos en llegar a la sala común de Slytherin porque se asustaban con cada ruido o movimiento, creyendo que era Fitch o algún profesor.
Draco dijo la contraseña —una muy estúpida, al parecer de Hermione— y luego entraron. Dentro no había mucha gente; ninguno de sus amigos, por suerte.
Malfoy se notó un poco incómodo cuando varias de las miradas se posaron en ellos.
—Bueno —murmuró a su lado—, supongo que ya nos despedimos.
—Eso creo.
Un tenso silencio entre ambos antes de que él volviera a hablar:
—¿Nos vemos mañana?
—¿Mañana? —preguntó ella, girándose para mirarlo directamente ahora que tenía el suficiente valor—. Pero si es lunes.
Él asintió.
—Y para el miércoles es la entrega del proyecto, ¿recuerdas?
En realidad, lo había olvidado.
—Cierto —dijo en cambio—, ¿pero no se supone que debes encontrar el paisaje primero?
—Podemos pedirle otro a la sala de los Menesteres —contestó con una encogida de hombros.
—Es injusto —reprimió ella—. La Sala estaría haciéndonos el proyecto.
—¡Pero así sería más fácil! ¿Quién en su sano juicio descartaría una oportunidad así?
—Draco.
Él bufó y luego rodó los ojos.
—Bien —aceptó—. Pero igual sé de un lugar en Hogsmeade al cual podemos ir mañana.
—Pero mañana no hay salida a Hogsmeade... No —atajó ella al ver la sonrisa y las cejas alzadas de Maloy—. No lo haré.
—¿Por qué? Será divertido.
—No —repitió ella mientras se daba la vuelta. Una cosa era gritar groserías a pocos minutos de la hora de queda, pero otra muy diferente era escaparse del castillo. Para la escala Hermione Granger, era demasiado.
Avanzó hacia un sofá mientras escuchaba a Draco reírse de ella. Se sentó y luego verificó que no hubiera olvidado algo en la Sala. Su varita estaba —afortunadamente, no estaba segura de poder soportar olvidarla de nuevo—, al igual que sus cosas personales y su pluma y tinta; todo bien. Volvió a cerrar su mochila y se puso de pie para subir a su habitación.
Volteó su mirada hacia Malfoy y la pequeña sonrisa que tenía desapareció. Él estaba junto a Pansy en una distancia no muy decente para el "sólo amigos", pero Hermione en realidad no entendió por qué esa comparación llegó a su mente. La azabache sonreía con triunfo al suelo mientras Draco le susurraba algo al oído. La morena rápidamente desvió la mirada hacia algún punto de la sala antes de que ellos notaran su presencia.
—Granger —llamó alguien detrás de ella. Se dio la vuelta, agradeciendo que esa persona la hubiese sacado del momento incómodo.
El chico que la había llamado era Theo.
—Hola —saludó Hermione con una sonrisa amable.
Él se veía un poco incómodo, lo que la hizo fruncir el ceño. Pero luego pareció rodar los ojos y resopló.
—Han habido algunos rumores... Tal vez los hayas escuchado —murmuró alzando una ceja—. Están diciendo que yo... Que tú... Es ridículo.
Hermione tardó unos segundos en entender a qué se refería. Enrojeció abruptamente y bajó la mirada.
—Oh, eso... Lo he escuchado. No necesitas explicarte, Theo.
—En realidad sí —Se encogió de hombros y le dio una mirada burlona—. No me malinterpretes, Granger, eres bonita, pero no estoy interesado en ti. Tendrás que hacer fila junto a las demás.
Hermione casi se cayó de alivio cuando se dio cuenta que él liberaba la tensión. Medio rió.
—Es una lástima —dijo—. Me habría gustado estar en primer lugar.
Él chasqueó la lengua.
—Desgraciadamente no lo estás. Tendrías que llamarte Luna y apellidarte Lovegood. Pero no es así. Nos vemos, Granger.
La morena ni siquiera alcanzó a despedirse o a decir algo más porque su mente apenas pudo conectar lo que había dicho antes de que su cabello castaño desapareciera entre el montón.
Aturdida, se giró de nuevo y avanzó hacia las escaleras. Draco y Pansy ya no estaban ahí, así que imaginó que debieron haber ido a un lugar más privado; rodó los ojos para sí misma y subió hasta sus dormitorios.
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