16. La apuesta

Después de que Hermione se hubiera tranquilizado y también lavado los dientes desesperadamente (por puro rencor y rabia), ella estaba a punto de recostarse a dormir cuando Amelia regresó con una completa expresión molesta mientras azotaba la puerta, haciendo dar un ligero salto a las otras compañeras de habitación.

La morena sólo la miró en silencio hasta que llegó hasta ella. Nunca había visto tanta revolución en sus ojos, aunque racionalizó que era porque no había visto esta faceta suya.

—Draco no volverá a molestarte —dijo sencillamente haciendo a Hermione fruncir el ceño. El tono de su voz fue tan claro y determinado que la sorprendió—. Puedes estar segura.

Hermione frunció aún más ceño.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó.

Amelia le alzó una ceja y se cruzó de brazos.

—Confía en mí. No volverá a tocarte un pelo a menos que tú se lo permitas.

•••

—Entonces, déjame ver si entendí —dijo Ginny—. ¿Malfoy volvió a besarte después de haberte hecho una escena de celos por un chico de Durmstrang, el cual es el famoso jugador de quidditch, Víktor Krum; quien, por ciento, no reconociste y caíste en el engaño de que era una aspirante a Auror?

Hermione frunció el ceño, analizando lo que la pelirroja había dicho para ver si estaba en lo correcto. Después de haberle contado a Ginny sobre Víktor, ella preguntó cuál era su apellido y, cuando le respondió que era Krum, se puso a gritar como una loca diciendo que Ron se entusiasmaría demasiado y luego le reprochó por no haberse dado cuenta que tenía a un jugador de quidditch profesional delante de ella. También la regañó por haber caído tan fácilmente en el engaño de que era aspirante a Auror, diciéndole que, si seguía en esos pasos, sería muy fácil que cualquier persona la engañara. Hermione trató de no sentirse ofendida ante ello.

Después le había preguntado a Ginny qué era lo que haría él en Hogwarts entonces, y esta le respondió que había estado de visita desde el principio del curso para mostrar algo de ánimo a su colegio. Un hecho que ablandó la simpatía de Hermione.

—Básicamente —respondió luego de pensarlo unos segundos.

Ginny asintió, entrecerrándole los ojos y luego alzó una ceja.

—¿Y luego... le diste en sus huevos? —preguntó.

Hermione se ruborizó considerablemente, bajando la mirada para ocultar la vergüenza que sentía.

—Sabes que creo que esa palabra es bastante extraña... —murmuró enrojeciendo aún más. No era como que decidiera ser así, pero cada vez que mencionaban la anatomía del ser humano de una manera tan... directa, ella se sentía un poco incómoda. Algo personal que era totalmente ridículo pero no podía evitarlo.

Ginny rodó los ojos, divertida.

—Ya, lo siento... Sus partes íntimas.

Avergonzada, asintió con la cabeza. La pelirroja abrió la boca para hablar pero Hermione la interrumpió antes de darle el tiempo de regañarla o algo.

—En mi defensa —dijo, alzando un poco la voz—, él se lo merecía.

—Por supuesto que sí —replicó Ginny con un bufido, como si estuviera diciendo algo totalmente obvio.

Hermione abrió la boca de nuevo pero se mantuvo estupefacta. En su diccionario mental de vida, pegarle a un chico en sus partes íntimas no era exactamente una buena acción. Ella creía que había actuado de una manera muy poco civilizada, incluso comenzó a replantearse si lo de tercer año tampoco fue bueno.

—¿Eh? —preguntó.

—Claro que se lo merecía, Hermione.

—¿Enserio? —Frunció el ceño, algo perdida en la lógica de su amiga.

—¡Sí! —dijo—. ¡Y eso fue increíble!

La morena suspiró, sintiendo un alivio impregnarse en ella que ni siquiera sabía que necesitaba.

—¿Gracias? Supongo.

—Nunca creí que llegaras a esos límites. Pero en realidad estuve esperarlo por verlo algún día —dijo Ginny y luego se encogió de hombros, aún divertida.

Hermione en cambio, enterró la cabeza en sus manos y suspiró. Se encontraban en un árbol cerca del Lago Negro, las habitaciones de ambas estaban llenas así que decidieron llegar aquí y contarse lo que tenían qué.

—¿Estuvo mal, cierto? —preguntó Hermione aún escondida después de unos momentos.

—¿Mal? —Ginny preguntó incrédula—. Claro que no. Él fue un idiota y se lo merecía... No puedo creer que me haya gustado —añadió luego de unos segundos.

Hermione salió de su escondite y alzó una ceja hacia su amiga. En realidad no esperaba tocar el tema, pero ahora lo estaban haciendo.

—¿Gustado? —preguntó, enfatizando mucho el tono del pasado para creérselo ella misma.

—Sí —respondió la pelirroja en tono casual—. Me di cuenta que sólo fue un capricho. Y también me di cuenta que está mal tener caprichos. Debo comenzarme a tomar enserio estas cosas. Aunque en realidad sólo tengo quince años... No importa.

La morena frunció el ceño, analizando lo que ella acababa de decir para llegar a una conclusión.

—¿Quieres decir que vas a comenzar una relación seria?

Ginny bufó.

—No, claro que no. No me quiero comprometer a nadie. Pero por ahora quiero darme un descanso de los hombres —Luego se encogió de hombros—. Tal vez sólo quiero esperar al 'indicado'.

Hermione sonrió y miró a su amiga a los ojos, buscando alguna flaqueza en ellos.

—¿Y quién es el indicado? —preguntó curiosa.

Ginny le devolvió la sonrisa, pero divertida.

—Aún no lo sé, Hermione. Pero cuando lo haga, juro que serás la primera en enterarte.

—Espero que así sea.

La pelirroja la miró pícara, de repente pareciendo tener una brillante idea que la hizo ladear la cabeza.

—Siempre y cuando tú me vayas contando toda tu historia de amor con Malfoy —dijo con una bella sonrisa triunfante. Se le revolvió el estómago a Hermione siquiera pensar en aquella posibilidad.

—No lo puedo creer, Molly Weasley —espetó, aumentando un poco el tono dramático. Ginny se llevó ambas manos a los oídos.

—¡Hermione! —protestó molesta—. ¡Sabes que odio ese nombre!

La morena se tragó la risa al encontrar su punto débil e intercambias las jugadas. Su amiga, por el contrario, enrojeció y sus pecas resaltaron más.

—¡Cómo puedes decirme eso, Molly! —replicó Hermione.

—¡Era sólo una broma! —protestó Ginny de nuevo. Ella aún no se quitaba las manos de los oídos, algunas veces, podía ser muy infantil.

Hermione la miró de mala manera hasta que la pelirroja liberó sus oídos. Después esta le rodó los ojos.

—No hablaba enserio —dijo Ginny—. Pero si quieres que lo haga, lo haré.

—Yo no quiero... —Pero supo que ya no había marcha atrás ahora que su curiosidad estaba saliendo a flote. Resopló, rendida—. ¿A qué te refieres?

Ginny volvió a sonreír, alzando su bonita barbilla.

—Que algo me dice que tú y Malfoy podrían llegar a ser algo más que amigos.

Hermione resistió los impulsos de molestarse apenas escuchó sus palabras. Se obligó a mantener la compostura.

—¿Y por qué crees eso? —preguntó, de repente cansada.

—Porque es Malfoy; un chico rudo que está acostumbrado a tener a las chicas besando sus pies. Él sabe todas las maniobras para atraer a una mujer. Sería muy raro que tú no cayeras en sus redes. Además, debamos admitir que no es feo.

—¿Realmente crees que yo caería en sus redes? —Hermione preguntó ofendida—. Yo, siendo la persona a quién molestó casi tanto como a Harry sólo por ser hija de muggles. Es como si me dijeras que a mí me importaría eso un comino y mi actitud sería tan ordinaria como para...

—Por Merlín, no —atajó Ginny antes de que Hermione se soltara con un nuevo ataque de histeria psicológica—. ¿Te gusta tomar los comentarios de la gente en su contra, verdad?

—Me lo dicen seguido —respondió ella, encogiéndose de hombros.

Ginny le rodó los ojos.

—Pues no. No te creo ni un poco ordinaria. Eres especial, y por eso sé que Malfoy sería el primero en enamorarse de ustedes dos.

—¿El primero? —preguntó Hermione cuando de repente le encontró el doble sentido—. ¿Entonces crees que yo también podría enamorarme de él?

—Pues...

—Ginny...

—Tal vez —admitió, encogiéndose en su lugar un poco.

—¡¿Tal vez?! —preguntó atragantándose ella sola. Ni siquiera se le había pasado eso por la cabeza y de repente había caído como un balde de agua helada.

—¡Sólo digo una posibilidad! —Ginny se apresuró a decir con un tono de voz entre asustado y divertido.

—¿Y por qué lo crees? —Hermione preguntó, aterrada.

La pelirroja suspiró.

—Porque... —dijo y pensó—. Hmm, ¿crees a Malfoy feo?

—¿Qué?, ¿y a qué viene eso?

La pregunta la tomó desprevenida y se ruborizó de nuevo; nunca se lo había planteado, y no quería hacerlo ahora. Le era mejor no pensarlo jamás.

—Respóndeme —exigió Ginny, notando la vacilación en su rostro y tomándolo como ventaja.

—Pues...

—Estás dudando —concluyó con una sonrisa.

—¡No! —atajó y enrojeció aún más—. Es sólo que...

Ella bufó, rendida. Malfoy no le parecía feo, debía admitirlo; cualquiera con ojos podría darse cuenta de eso. Pero no a Ginny, ella lo podría tomar de la forma que no era.

—Tu mirada lo dice todo, Hermione —habló Ginny cuando vio que ella no respondía nada—. Malfoy no te parece feo.

La morena suspiró, frustrada.

—Bueno, tal vez —admitió—. ¿Pero eso qué tiene que ver?

—Que él te hace dudar.

—¿Y? —dijo, intentando salvarse del incómodo rumbo de la conversación—. No podía decir que es feo cuando no lo es. Lo mismo digo para Harry o Ron.

—Con ellos es diferente —replicó Ginny, dando un bufido y un ligero movimiento de su mano para restarle importancia.

—¿Y por qué lo es?

—Porque a ellos los cuentas como amigos, y nunca te plantearías esa pregunta en ningún caso. Malfoy, sin embargo, no lo consideras tu amigo.

Hermione se encogió de hombros.

—Bueno, pero tampoco lo considero alguien digno para plantearse esa pregunta.

Ginny se dio un ligero manotazo en la frente, mostrando impaciencia.

—Contigo no se puede... —murmuró, desesperada.

—Es que no entiendo tu conclusión, Ginny.

—Y nunca la entenderás si sigues estando de mente cerrada.

—¡Oye! —protestó ofendida Hermione, aunque muy en el fondo sabía que ella sí era de mente cerrada.

—Lo siento —Ginny se apresuró a decir. Luego suspiró—. Sólo es... ¡Tengo una idea!

Hermione se preparó. Las ideas de Ginny la aterraban de una manera impresionante; eran locas y descabelladas. Tener expectativas altas algunas veces ayudaba a no caer tan fuerte.

—¿Cuál? —preguntó con un tono que mostraba que en realidad no estaba interesada en saber su próxima perdición.

—Hagamos una apuesta.

Ella se relajó, no fue tan malo como esperaba en un principio.

—¿Qué apuesta? —preguntó más calmada.

Ginny alzó una ceja.

—Tú me darás cien galeones si Malfoy y tú terminan casados. Y yo te daré cien galeones si no es así.

Ahora ciertamente podía retractarse de lo que había pensado. No era tan liviano como imaginó.

—¿Estás insinuando que puedo andar con él? —Hermione preguntó, incrédula—. Y no sólo eso, ¿sino que además terminaré siendo su esposa?

Ginny volvió a sonreír y se encogió de hombros.

—Puede ser.

Hermione enterró su cabeza entre sus manos. ¿Enserio tenía tanta imaginación como para llegar a ese límite? En realidad creía que era una suposición bastante tonta y apresurada.

—¿Entonces? —Ginny presionó—. ¿Qué dices, aceptas?

La morena levantó su cabeza de nuevo, mirando algo que le dijera que era una broma, pero cuando no vio nada, resopló.

—No lo sé. Es algo estúpido y no debería...

—¿Entonces tienes miedo a perderla? —Ginny interrumpió con una sonrisa triunfante.

De nuevo la tomó desprevenida. ¿Qué trataba de insinuar y hasta dónde planeaba llegar?

—¿Qué?

—Claro, te entiendo. No quieres aceptar la apuesta porque temes perderla. No te preocupes, Hermione.

Ginny podía jugar bastante bien con la gente cuando se lo proponía.

—¿Qué? No, no. Jamás dije eso. Sólo estaba pensando...

—¿En cómo podrías pagarme los cien galeones? No importa eso. Cuando seas esposa de Malfoy tendrás dinero para tirar al cielo.

Ginny sabía hasta dónde estaba llegando, ella sabía que ese era el límite de Hermione. La manipulación. Y ella estaba cayendo redondita.

—No me casaré con Malfoy —dictó Hermione, sintiéndose bastante segura de su respuesta.

—Bien, entonces acepta mi apuesta. Si estás tan decidida no tienes nada qué perder. Al contrario, ganarás.

No iba dejar que Ginny le ganara. Si algo tenían en común, era que ambas eran muy competitivas. Hermione recuperó su compostura y alzó la barbilla.

—Bien —dijo extendiendo su mano—. Acepto.

La pelirroja sonrió triunfante y estrechó ambas manos.

—Trato hecho —dijo.

•••

Ella no debía preocuparse de la apuesta. Hermione no dejó de pensar en eso durante las próximas dos horas. Su mente no dejaba de dar vueltas mientras se cambiaba para ir a Hogsmeade con Víktor Krum. Nunca tuvo el tiempo de cancelarle, así que ahora tenía que ir por compromiso.

Mientras buscaba algo que ponerse, su cabeza seguía en la conversación con Ginny de horas antes. No tenía idea de por qué se estaba preocupando por una apuesta que sabía que ganaría. ¿O no? Demonios. ¿Por qué estaba dudando? ¿Realmente incluso ella mismo creía que podrían caer en la redes de Malfoy?

No. Hermione no iba a perder su dignidad y mucho menos cien galeones. Nunca se había planteado un futuro con Malfoy y jamás lo haría.

Por fin encontró algo que ponerse y dedicó toda su atención en estarse lista. Sacó todo lo necesario del baúl y lo metió a su mochila. Sentía que algo le faltaba —algo muy importante—, pero no sabía qué. Se encogió de hombros y salió de su habitación para dirigirse a la estación. Víktor ya debería estar en camino.

Mientras caminaba por los pasillos, ella decidió entregar toda su atención a sólo su proyecto, pero pronto descubrió que ya no podría ser así.

—¡Granger! —gritó una voz detrás de ella distrayéndola de sus pensamientos y casi haciendo que se maldijera sola. Excepto que no traía...

Imaginó de quién era la voz pero cuando se giró sobre sus talones para comprobar, volvió a darse la vuelta y siguió caminando.

—¡Granger! —volvió a gritar Malfoy.

—¿Qué quieres? —respondió ella con tono borde, para hacerle saber que de verdad lo quería muy lejos.

—No vayas —dijo él cuando la alcanzó, y ella se detuvo en seco. Después se giró a mirarlo a los ojos.

—¿Que no vaya a dónde? —preguntó incrédula y alzando una ceja.

—Con Krum.

Draco hablaba con tanta tranquilidad que molestaba a Hermione. Ella alzó ambas cejas.

—¿Ah, sí? —dijo, cruzándose de brazos—. ¿Y sólo porque tú lo dices significa que no debo ir?

Malfoy frunció el ceño, aunque no parecía estar considerando realmente lo que ella preguntó.

—Hay dos razones —respondió—. Pero supongo que sí.

Hermione bufó, no era posible que este chico fuera tan cerrado a lo que pasaba a su alrededor con sólo decir unas tontas palabras.

—Estás loco —dijo ella rodando sus ojos y reanudando su camino.

—¡Ey, no, espera! —Draco volvió a alcanzarla—. Enserio, no vayas.

—¿Y por qué no debería ir?

—Porque no necesitas otro paisaje, ya encontré uno yo.

Hermione volvió a detenerse. Lo miró con los ojos entrecerrados. Si pudiera darle un golpe en la nuca, ella lo haría.

—Eso no es justo —protestó—. Quedamos con que yo elegiría el próximo lugar.

—Exacto —Draco rodó los ojos—. Sin embargo, tuviste una semana y no encontraste nada.

Ella suspiró para no perder la paciencia. Odiaba que la apuraran, en su mayoría, era ella quien lo hacía.

—A eso iba con Víktor —murmuró—. A buscar algo, aquí dentro de Hogwarts no hay mucha variedad.

—Pues el próximo paisaje que yo encontré fue aquí dentro y tardé dos horas en hallarlo.

Hermione lo miró con el cejo fruncido, levemente interesada.

—¿Dónde? —preguntó.

—Vamos, puedo mostrártelo ahora.

—No —la morena atajó, recordando su cita en Hogsmeade y recobrando sus modales—. Debo ir con Víktor, ya quedé con él y sería de muy mala educación no ir.

—Por favor, Granger —bufó él, viéndose realmente cansado. O molesto—. Deja de ser tan educada una sola maldita vez en tu vida y rompe las reglas. De igual manera se hicieron para romperse, ¿qué no?

A Hermione no le interesaba eso. No quería y no iba a dejar plantado a Víktor. Ella nunca había sentido esa sensación pero debía suponer que no era muy linda. No sería ella quien la practicara.

—Aún así irás, ¿no? —preguntó Malfoy cuando la vio pensativa, llegando a su propia conclusión con rapidez.

—Exacto —respondió ella volviendo a caminar.

Escuchó su gruñido detrás suyo.

—Por Merlín, Granger. Sé que sólo me estás evitando.

—Era por otra razón —replicó—, pero ahora que lo dices... Sí, también estoy evitándote.

Draco volvió a alcanzarla. Sus piernas largas ayudaban mucho a avanzar rápido, mientras que Hermione sólo hacía lo que podía. De repente quiso que a Malfoy se lo tragara la tierra.

—Prometo portarme bien —dijo él.

—No me importa —contestó resoplando.

—Por favor, Granger. No te haré nada. Amelia ya me amenazó.

Hermione le dio una mirada significativa con una ceja alzada y luego desvió de nuevo, ahogando una risa en el fondo de su garganta.

—Dos metros de distancia a ti a menos que tú me permitas más cercanía —dijo él y luego abrió ambos brazos—. ¿Lo ves? No estamos cerca.

La morena lo miró de reojo y, efectivamente se dio cuenta que eran dos metros de distancia entre ella y él. Aún así no quiso ceder.

—Eso no te importará después y como siempre, terminarás siendo un idiota —dijo Hermione.

—¡Ay, por Merlín! —Draco dijo parándose en seco, lo cual también hizo hacer lo mismo a la chica—. ¡Sí! Fui un idiota, lo admito. Pero prometo que voy a controlarme. Si vamos ahora mismo, juro que estaremos a dos metros de distancia a menos que tú me permitas acercarme.

Ella no podía creer en lo que decía; quería, pero no podía. Draco Malfoy nunca debería tener tanta credibilidad. Pero aunque lo hiciera, tenía un compromiso en Hosgmeade.

—Será otro día porque ahora debo ir con Víktor —sentenció, obligando a su lengua a no arrepentirse.

Draco se desesperó.

—Bien, entonces suerte haciendo eso sin tu varita —dijo.

—¿Sin mi varita? —Hermione preguntó.

De pronto, algo cayó en su mente. ¡Su varita! ¡Eso era lo que le faltaba! Rápidamente abrió su mochila y la revisó; efectivamente, no había varita. Toda la semana había sentido que algo le hacía falta, pero nunca pensó en qué. Además, las clases fueron sólo lectura, por lo que no hubo práctica con varita.

—La tengo yo —contestó Draco, alzando aún su barbilla, como si necesitara demostrar su grandeza.

—¿Qué?, ¿y por qué la tienes tú?

—La noche que fuimos al primer paisaje tú querías arreglar el juego, pero yo te recordé que era sin magia, te la quité y la guardé en mi mochila. Desde ese momento la tengo yo. Está en mi baúl.

Hermione no tenia ni la más mínima idea de cómo había sobrevivido esta semana sin su varita. ¿Cómo era que la había olvidado? Parecía una tontería, pero ni siquiera la recordaba. Estar acostumbrada a la manera muggle era algo tan sencillo para ella.

—¿Y por qué no me habías dicho? —preguntó, molesta.

Él se encogió de hombros con casualidad.

—No lo recordé.

—Bueno, pues entonces iremos ahora mismo por ella antes de que se haga más tarde para ir a Hogsmeade.

Él negó y medio rió.

—No creo que quieras ir sola por ella. En mi habitación hay muchos chicos a estas horas.

—Nunca dije que yo entraría. Tú lo harás.

—Lo haré si dejas a Krum y vamos hoy al paisaje que encontré.

Hermione lo miró muy mal. Este chico en realidad la molestaba. Pero Merlín prohibiera que él hiciera sólo lo que quisiera.

—Bien —dijo—, entonces yo entraré por ella.

—¿Qué? —Malfoy preguntó incrédulo—. ¡Pero la habitación está repleta de chicos!

—Pero ninguno será más molesto que tú.

Se dio la vuelta y a zancadas avanzó a la sala común.

Solo esperaba que realmente ningún chico fuera más molesto que Malfoy.

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