15. Idiota
Hermione despertó de una agradable siesta de tres horas con un increíble humor, sin siquiera recordar a Malfoy. Su cansancio se había ido. Se giró hasta quedar mirando al techo y lo observó mientras pensaba y se despabilaba. El único pendiente que había en su mente (porque todos sus deberes ya estaban hechos) era que tenía que encontrar el siguiente paisaje de su proyecto. Frunció el ceño al no tener ni la más mínima idea de qué podría ser.
Sólo de algo estaba segura, y era de que aquí acostada, jamás se le ocurriría un lugar. Se levantó de la cama, proponiéndose ser más productiva en lo que restaba del día y caminó hacia el baño para echarse agua en el rostro y luego se peinó el cabello en una coleta.
Tomó su mochila y bajó a la sala común. Cuando llegó, miró por todos lados buscando a sus amigos. Los encontró en una mesa del fondo. Parecía que aún hacían los deberes, aunque Ron tenía un plato lleno de galletas que no paraba de comer justo a lado de él, importándole un poco más estas que el pergamino que tenía a lado.
Se acercó a ellos y tomó una galleta.
—¡Oye! —protestó Ron al verla, apenas hablando con la boca llena—. Consíguete las tuyas.
Intentó arrebatarle la galleta pero, por primera vez, Hermione fue más hábil y no pudo lograrlo.
—¿Qué estabas haciendo? —le preguntó Harry, alzando la vista de reojo de su tarea para mirarla.
—Dormía.
—Claro, el rico siempre humillando al pobre. Nosotros aquí no hemos parado de hacer los deberes.
Hermione rodó los ojos. Ella les había estado diciendo que debían hacerlos antes de que se les acumularan. Pero como siempre, no le prestaron atención. Algunas veces se sentía ofendida de que la ignoraran tan grotescamente. Abrió la boca para decir «Se los dije», pero Harry la detuvo con un movimiento de su mano.
—No lo digas —atajó el azabache.
Ella reprimió una risa y, por casualidad, levantó la mirada. Se cruzó con Ginny, quien le hizo señas para que la siguiera a su habitación.
—Me voy —avisó Hermione y se puso de pie antes de que sus amigos pudieran preguntar algo. Caminó hasta las habitaciones de quinto año y subió las escaleras hasta el cuarto donde dormía su amiga pelirroja.
Ni siquiera tocó la puerta cuando entró. Ginny estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas, tenía una mirada serena y esperaba pacientemente a que la morena fuera a sentarse enfrente de ella. La habitación estaba sola, así que de nuevo no habría problema alguno. Hermione se giró y puso el seguro a la puerta, agregando de paso un Muffliato por si acaso. Luego caminó y se sentó junto a su amiga.
—Vas a contarme todo —ordenó Ginny, con unos ojos determinados.
Hermione suspiró. Sabía que no se libraría de la pelirroja, pero no pensó que fuera tan rápido su momento de sufrir.
—No creo que quieras saberlo —masculló con la cabeza gacha, sintiendo pena de repente.
Ginny se mantuvo con su mirada firme durante unos segundos que parecieron eternos, hasta que pareció rendirse y soltó un profundo suspiro.
—Hermione... No me gusta que estemos dejando de contarnos las cosas. Somos mejores amigas, ¿recuerdas? Fuiste tú la única persona a la que le conté mi profundo enamoramiento por Harry. Todo Hogwarts ya lo sabía, pero solo te lo dije a ti. ¿Podrías por favor contarme qué sucede?
La pelirroja hizo un puchero, uno demasiado manipulador.
—Es que ni siquiera yo lo sé... —Hermione murmuró, alzando una mano para tallarse la sien.
—¿No sabes qué? ¡Hermione, la angustia me está matando! —chilló con desesperación.
Quería soltar todo de una vez. Pero ella no tenía idea de si a Ginny le seguía gustando Malfoy. ¿Qué si sí lo hacía?, ¿la estaba traicionando o algo parecido?
Ginny la miró a los ojos, esperando que la morena le dijera algo, pero cuando no hizo nada, sólo resopló frustrada.
—Bien —dijo—. No me lo digas. Lo adivinaré con tu mirada.
Eso no era bueno. Ginny siempre lo lograba. Se quedó mirando a Hermione durante veinte segundos aproximadamente hasta que sus ojos se iluminaron y abrió la boca ligeramente.
—¡Te besaste con Malfoy!
—¡¿Qué?! —casi gritó Hermione, alzando las órbitas de sus ojos tanto que le dolió—. ¡Eso no debe ser posible! ¡¿Cómo lo supiste?!
Ginny ahora sí abrió toda su boca y se llevó sus manos a ella, comenzando casi a hiperventilar con unos pequeños saltitos en la cama.
—¡No lo sabía! —dijo impresionada— ¡Lo dije de pura casualidad!
Hermione dejó caer su cabeza entre sus brazos y suspiró pesadamente mientras Ginny seguía dando brinquitos emocionados en su lugar. Parecía tan emocionada que a la morena se le olvidó el enamoramiento de la pelirroja por unos instantes.
—¡Por Merlín, Hermione! —decía—. ¡Nunca pensé que te atrevieras a besarlo!
—¡Yo no lo besé! —defendió ella saliendo de su escondite, creyendo necesario aclarar la situación antes de que su amiga tomara otro rumbo.
A Ginny parecía que sus ojos saldrían de sus órbitas, incluso más que como Hermione había estado anteriormente.
—¡Entonces él te besó a ti! Mierda, mierda, mierda, ¡mierda! ¡Jamás creí que esto sucedería!
La morena resopló frustrada. Estaba comenzando a molestarse con Malfoy de nuevo, sin siquiera que él estuviera aquí.
—¿Y tú crees que yo sí? —masculló.
—¿Cómo fue? —preguntó Ginny.
Hermione se giró hacia ella y le alzó una ceja, incrédula.
—¿Enserio me preguntarás eso?
—¡Anda, Hermione!
La morena se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro, desesperada e intentando despejarse con cualquier otra cosa. Hablar sobre el beso que Malfoy le dio no era su cosa favorita. De hecho, le incomodaba. Mucho.
—¿Fue lindo? —preguntó Ginny desde su lugar—. ¿Qué sentiste?
—Por Merlín, no —contestó Hermione con rapidez—. No fue lindo. ¿Cómo podría ser lindo, Ginny? Y no, no sentí nada.
La pelirroja bufó.
—Oh, vamos. Algo debiste haber sentido. Es Draco Malfoy, todas sienten algo por él. Digo, tienes que verlo para...
—Pues yo no lo hice —aseguró, no estando muy convencida de por qué su amiga estaba demasiado emocionada. Luego pensó mejor su pregunta—. O tal vez sí; sentí incomodidad.
—¿Por qué? —preguntó Ginny, cambiando su emoción por un ceño fruncido—. ¿Besa mal?
—¡No! Es decir... —Se arrepintió apenas dijo eso, pues la pelirroja la miró con una sonrisa pícara que rápidamente la hizo querer estar debajo de la tierra—. ¡Me refiero a que no fue un beso de... esos! —añadió para que no se malinterpretara.
—¿Entonces cómo fue?
Hermione se detuvo y miró a Ginny con los ojos entrecerrados, esperando que fuera una broma. Pero su amiga no parecía estar jugando, así que suspiró y se rindió.
—Fue solo un pico.
—¿Sólo eso? —Ginny parecía un poco decepcionada.
—Sí. Qué demonios esperabas, ¿qué me atragantara con el chico que siempre me molestó?
Ginny alzó una ceja, incrédula.
—¿Sí? —Hermione la miró mal—. Bueno. Tienes razón. No.
—No entiendo por qué lo hizo —añadió la morena volviendo a tomar asiento a lado de su amiga.
—Dah. Porque le gustas.
—Te podría creer cualquier otra cosa en el mundo, excepto que le gusto a Draco Malfoy. ¿Enserio mides tus palabras, Ginny?
—No —respondió—. Lo siento, estoy emocionada.
—¿Emocionada? —preguntó Hermione, frunciendo el ceño con pena—. ¿No deberías estar triste o molesta conmigo?
—¿Por qué debería?
—Porque te gusta Malfoy.
Ginny se encogió de hombros y medio rió con la mirada gacha.
—Hermione, nunca debes tomarte muy a pecho lo que te digo. Draco no es para mí y jamás lo será. Te dije que se me pasaría rápido. Además, no es como que creyera que iba a casarme con él o algo parecido. Tranquila, fue sólo... un tiempo.
Eso descargó un pequeño alivio en Hermione que ni siquiera sabía que necesitaba.
—¿Entonces... no estás molesta? —preguntó en un canturreo.
—Para nada.
La morena suspiró antes de poder evitarlo.
—Eso es bueno.
Ella le sonrió con picardía.
—No. Malfoy es el que está bueno.
—¡Oh, por favor! ¡Ginny!
•••
Después de la plática con su pelirroja amiga. Salió a pasear por el castillo de Hogwarts, rezando para poder encontrarse un buen lugar para su paisaje. Estaba siendo un total desastre en esto y sentía que su orgullo se aplastaba cada vez más.
No tenía idea de qué podría ser. Malfoy había elegido un lugar a las afueras del castillo, cosa que había funcionado bastante bien ya que el paisaje fue muy lindo. Pero estando ella aquí dentro, no había muchas opciones qué elegir. Ya había recorrido casi la mitad del castillo y aún no encontraba nada interesante. La hora de dormir se acercaba y debía regresar a la sala común de Slytherin. Tal vez sí debió haberle dejado el trabajo a Malfoy, él conocía muchos más lugares que ella y, pensándolo bien, ¿qué paisaje podría encontrar Hermione dentro del castillo?
Se decidió a mejor regresar a su sala, consultaría con Harry y Ron algún lugar y luego saldría a buscar a la mañana siguiente. Y si aún así no encontraba nada, le diría a Malfoy que mejor él se encargara de encontrar los lugares, perdiendo un poco de su orgullo educativo. Así sería más justo si ella iba a ser quien estaría escribiendo los reportes.
Dio vuelta hacia la izquierda cuando chocó contra alguien. La persona con la que había chocado era demasiado alta, por lo que cuando quiso mirarla, levantó demasiado su cabeza. Algunas veces odiaba ser tan enana. Era un Durmstrang, aunque no parecía ser exactamente un alumno.
—Lo siento —murmuró ella, enrojeciendo levemente por ser tan torpe.
—No hay por qué —dijo él, su tono demasiado cortés y educado. Le dio una rápida mirada a la morena y luego sonrió—. Hermione Granger, ¿verdad?
Ella asintió. El muchacho era alto y robusto. Tenía grandes cejas pobladas y un increíble y marcado acento de Bulgaria que le hacía mencionar mucho la «r».
—Víktor Krum —saludó este mientras le tendía una mano a Hermione, quien rápidamente se la estrechó también. El chico miró hacia ambos lados, como comprobando que la chica estaba sola.
—¿Qué haces aquí a estas horas? —preguntó con su acento—. Según mis rondas, estos pasillos deberían estar desiertos ya.
Hermione observó al azabache con las cejas fruncidas, hasta que sintió que su curiosidad explotaba, y no pudo evitar dejar a flote su duda.
—No eres un estudiante, ¿cierto? —preguntó—. Te ves un poco mayor para serlo.
Él le alzó una ceja por unos segundos pero luego sólo sonrió con sinceridad, bajando la mirada por unos momentos antes de levantarla de nuevo. A ella la llamó la atención la manera en que estaba de pie, totalmente derecho y como si estuviera listo para una guerra.
—No, no lo soy —respondió con gentileza—. Me gradué de Durmstrang hace tres años. Estoy estudiando en la Academia de Aurores y Hogwarts ha sido mi primera simulación.
—Oh —dijo en voz baja, sintiendo su curiosidad saciada.
Víktor le volvió a alzar una ceja, un poco divertido.
—Entonces... —murmuró—. ¿Decías que estabas aquí porque...?
—Cierto. Hmm, larga historia —respondió Hermione, penosa—. Se resume en que busco un paisaje.
—¿Es para alguna tarea? —preguntó frunciendo el ceño.
—Sí. Pero es muy difícil encontrar paisajes dentro de Hogwarts.
—En Bulgaria hay demasiados —masculló con la
mirada baja por unos segundos antes de recuperar su postura original—. Lástima que la guerra esté destruyendo todo en estos momentos.
—Lo siento mucho —murmuró ella, sin saber exactamente qué más decir.
Él se encogió de hombros.
—No es tu culpa.
Hermione asintió, sintiéndose nerviosa e incómoda de repente.
—Bueno... Creo que debo irme. En poco será la hora de dormir y no quiero que me castiguen por andar rondando por los pasillos tan tarde.
—Bien, sí. Es la opción más razonable —Él estuvo de acuerdo con un asentimiento de cabeza. Justo cuando Hermione lo había pasado de largo unos metros, él se giró hacia ella—. ¿Hermione?
—¿Sí? —preguntó ella girándose también.
—Mañana hay salida a Hogsmeade. Tal vez yo podría... Solo si tú quieres... Llevarte a un paisaje que encontré allá.
Hermione abrió la boca para aceptar —eso realmente iba a ayudarla ya que no tenía nada en mente—, pero antes de poder decir algo, la voz de Malfoy resonó por el pasillo.
—No te agobies, Víktor —dijo él poniéndose a lado de Hermione y atrayéndola hacia él con una mano en su cintura—. Hermione es mi chica, y yo puedo llevarla a Hogsmeade sin ningún problema.
La morena lo miró con las cejas alzadas mientras abría la boca. Primero que nada, ¿de dónde había salido él? ¿Y por qué había llegado de una forma tan altanera? Lo primero que Hermione sintió furia y lo habría golpeado en ese momento de no ser porque estuvo en demasiado shock para hacerlo.
—Oh —dijo Víktor cuando los vio a ambos—, claro. Lo siento.
El tono de voz gentil del muchacho logró sacar a Hermione de su trance.
—¿Disculpa? —protestó quitando la mano que Malfoy tenía en su cintura casi con repugnancia—. No soy tu chica —Le dio una rápida mirada molesta y luego se giró con Víktor—. Sí, me encantaría que pudieras llevarme.
—Bien —dijo él con una sonrisa—. ¿Te parece si nos vemos mañana en la estación a las dos de la tarde?
—Me parece perfecto —respondió ella con una sonrisa, agrandándola más de lo necesario para hacerle saber a Malfoy que este chico que apenas conocía le agradaba más que él.
Víktor también sonrió. Le hizo una seña de despedida cortés a Draco y luego se alejó para seguir sus rondas. Cuando estuvo lo suficientemente lejos para no oírlos, Hermione se puso frente a Malfoy y lo miró furiosa.
—¿Qué fue eso? —preguntaron ambos al mismo tiempo.
—Respóndeme primero —añadió Malfoy.
—¿Qué fue qué? —replicó ella, incrédula—. Fuiste tú quien llegaste con tus falacias.
Él bufó.
—¿Falacias? Por favor, Hermione. Habla como la gente normal.
Ella rodó los ojos. Estaba molesta, muy molesta.
—¿Por qué dijiste eso? —exigió saber, sintiendo que este chico con cada palabra más hacía que su sangre hirviera.
—Yo no hice nada —protestó él—. Fuiste tú la que anduvo de ofrecida.
Hermione expandió sus rasgos a una profunda expresión de ofensa, y por la mirada que tuvo Malfoy, casi pareció que se arrepintió de haber dicho eso. Ella sintió que cada músculo de su cuerpo se tensaba.
—¿Disculpa? —masculló en un chillido.
Pero si Malfoy se había arrepentido, muy bien le valió un comino. Era bastante torpe, así que siguió en las aguas peligrosas.
—Sí —siseó—. ¿O acaso no le estabas coqueteando a ese tipo?
—¡Por supuesto que no! Y si en algún caso lo hubiera hecho, ¿a ti qué mierda te importa?
Pasó a lado de él y arremangó su brazo, decidiendo que estar en su presencia sólo la irritaba más. La sangre le hervía, mucho. No podía creer que Malfoy fuera tan idiota. Debía alejarse de ahí antes de que lo maldijera con su varita.
—«Sí, me encantaría que pudieras llevarme» —repitió la voz de Malfoy demasiado aguda detrás de ella, tratando de imitar la voz de la morena.
No le prestes atención, se repetía Hermione en su mente mientras seguía avanzando.
—¿Acaso eso no es coquetear?
Respira, Hermione, se repitió de nuevo, escuchando los pesados pasos de Malfoy poco detrás de ella.
—«Me parece perfecto».
No funcionó porque, sólo con él, su paciencia se terminaba demasiado rápido. Se giró y ambos quedaron cara a cara.
—¡Deja de decir estupideces! —gritó molesta.
—¡Y tú deja de coquetear!
—¡No lo estaba haciendo! ¡Y aunque así fuera no tiene por qué importarte!
—¡Pues sí me importa!
—¡¿Ah, sí?! ¡¿Y por qué?!
—¡Mierda, Granger! —gritó también—. ¡Porque le gustas!
Ella chilló, indignada.
—¡Sólo estábamos hablando y además lo acabo de conocer esta noche!
—¡Pero él lleva tiempo hablando de ti cuando está con sus amigos! —replicó rodando los ojos, como si creyera que su mente era reacia a captar lo obvio.
—¡¿Y tú cómo sabes eso?!
—¡¿Y eso a ti qué te importa?!
—¡Sí me importa! —Hermione gritó furiosa.
Sabía que sus gritos podrían escucharse por cualquier parte del castillo, pero le importaba un comino. Estaba demasiado enojada para pensar coherentemente.
—¡No voy a dejar que ese idiota se te acerque! —gritó Malfoy también.
—¡¿Y por qué no?! —chilló, lejana a la atención extraña que esta vez él estaba teniendo—. ¡Tal vez él también me guste!
Era mentira. Ni siquiera lo conocía, pero estar tan molesta le hacía decir estupideces.
—Granger, cállate —masculló Malfoy, de repente también molesto. Pero eso sólo la hizo enfurecerse más.
—¡Tal vez quiera ir a Hogsmeade para besuquearme con él!
No, ella no quería.
—Hermione, voy a callarte.
Ella sabía que usó su nombre de pila a propósito para causar efecto de que estaba hablando en serio, pero ese simple hecho sólo hizo que quisiera sacar su varita y... No traía su varita, luego pensaría en eso. Miró de reojo que él apretaba sus puños y la morena podía sentir su respiración caliente debido a su cercanía.
—¡No tienes por qué mandarme! —gritó ella, creyendo necesario dejar en claro quién era el que estaba mal aquí—. ¡No tienes por qué meterte en mi vida!
Él entrecerró sus ojos.
—Te lo advertí.
Malfoy tomó ambas mejillas de Hermione, la atrajo hacia él y la besó.
Esa fue la gota que derramó el vaso. Nunca en su corta vida había estado tan molesta, sentía que estaba temblando de la furia. No pensó que pudiera odiar a una persona con tal intensidad. Intentó separarse pero no pudo, así que improvisó.
Levantó su pierna derecha, y con un fuerte movimiento, le dio a Malfoy en la entrepierna, justo en sus partes íntimas.
El Slytherin se separó de inmediato y cayó al suelo mientras hacía expresión de completo dolor.
—¡Mierda, Granger! —espetó casi con voz inaudible. Ella se arrodilló ante él. Tomó su barbilla y él arrugó su ceño en señal de dolor, lo que por alguna razón la hizo sentirse orgullosa.
—No vas a besarme cada vez que se te hinchen los huevos —ni siquiera ella misma sabía de dónde estaban viniendo esas palabras, parecía como si algo se hubiera apoderado de ella—. No vuelvas a hacerlo, ¿me oíste?
Él no respondió, seguía demasiado ocupado saciando su dolor íntimo.
—¿Me oíste? —repitió Hermione en un tono más alto. Él asintió pesadamente con la cabeza, mirándola con los ojos entrecerrados pero con un brillo molesto. La morena se puso de pie y rápidamente se alejó del lugar, dejando al rubio tirado en el suelo retorciéndose del dolor.
Una parte de ella se sentía culpable de haber hecho eso, pero la otra —y esa era la mayor— se sentía completamente satisfecha. Por fin le había dado a Malfoy su merecido por ser un estúpido cretino. Regresó a zancadas a la sala común y sin prestar atención a las miradas preocupadas de Harry, Ron y Ginny, subió las escaleras lo más rápido que pudo.
—Mierda —dijo Amelia al verla, alzando ambas cejas—. Nunca te había visto tan roja, ¿qué pasó?
Hermione no pudo evitar dejar salir lágrimas al dar un suspiro. No eran lágrimas de tristeza, sino de molestia y coraje.
—¿Estás bien? —preguntó su amiga poniéndose de pie y acercándose a ella. La rodeó de un hombro y ambas caminaron hasta sentarse en la cama. Gracias a Merlín, no había nadie en la habitación además de ellas. Hermione quería contener sus lágrimas pero la escena de Malfoy siendo un idiota se repetía mil veces en su cabeza y la hacía molestarse aún más—. Hermione, ¿qué pasa?
—¡Pasa que él es un idiota! —respondió muy molesta, aunque su voz se quebró y otro llanto cayó. Siempre odiaba esa parte de ella. No podía expresarse porque siempre terminaba llorando. Le sorprendió que no se hubiera echado en llanto frente a Malfoy.
—¿Quién? —preguntó Amelia.
—¡Malfoy! ¡Él! ¡Nunca va a cambiar, sigue siendo un maldito imbécil!
Amelia suspiró cansadamente, rodando los ojos.
—Siempre supe que era un idiota —murmuró—. ¿Qué te hizo? ¿Te tocó?
—¡No!
—¿Entonces qué?
—Él... —Ya no podía hablar, necesitaba tranquilizarse. Su madre siempre le decía que respirara e inhalara cuando el llanto la invadía de esta manera, aunque en estos momentos, la técnica no le estaba funcionando. Comenzó a extrañar a su madre como si nunca la hubiese visto.
—Dios, Hermione —dijo Amelia—. Estás tan roja... deberías de controlarte. Hermione volvió a inhalar y exhalar, intentando tranquilizarse lo mejor posible para al menos poder hablar.
—Él es un idiota —murmuró a medida que se tranquilizaba.
—Lo sé —replicó Amelia y luego se puso de pie.
—¿Adónde vas? —preguntó Hermione rápidamente, resintiendo su compañía cuando ya no la tuvo.
—A darle una lección a ese idiota.
Ahora era Ame quien se veía bastante molesta. Tomó su bolso y salió de la habitación azotando la puerta.
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