12. El primer paisaje
Por increíble que parezca, un pequeño vuelco estalló en Hermione. Se mantuvo aturdida por aquella simple oración y luego parpadeó.
—No hablas en serio —No era pregunta, era una afirmación.
—Sí lo hago.
La morena volvió a desviar la mirada al cielo, apreciando las brillantes y bonitas estrellas que lo cubrían, estaba tratando de mantener regular su respiración una vez que había estado aguantándose las ganas de llorar. Luego volvió a mirar a Malfoy.
—Entonces no sabría si debería creerte o no —contestó a su pregunta en un murmullo.
Él aún no había dejado de mirarla. Tenía una mirada extraña que ella tenía tanta curiosidad de saber qué significaba, pero por más que intentaba, no podía.
—Perdón —dijo—. Realmente lo siento. Fui un completo idiota e imbécil.
Ella tuvo que mirar sus labios para asegurarse de que había sido él quien dijo esas palabras. Se sorprendió demasiado al ver qué sí fue así y no supo qué responder.
—Perdón —repitió de nuevo, bajando la mirada unos segundos antes de regresarla a ella.
—Está bien —respondió Hermione desviando la mirada y dándole una débil sonrisa.
Un silencio inundó el momento. Pero esta vez, no fue incómodo. Ella volvió a reanudar su camino y se giró en la cima de la colina.
—Entonces —dijo, intentando dejar de lado la tensión que el tema había creado—, ¿dónde está tu paisaje?
Malfoy tardó unos segundos en salir de su pequeño trance, pero al final lo logró. Se acercó a Hermione y se posó a lado de ella.
—Está por aquí —murmuró—. Sígueme.
Caminaron en silencio por unos dos minutos hasta que Malfoy decidió detenerse.
—¿Qué pasa? —preguntó la morena al ver su repentino alto.
—Ya llegamos —dijo y se encogió de hombros. Luego se giró hacia ella y la miró con unos ojos cautelosos—. ¿Puedo taparte los ojos?
—¿Por qué? —preguntó intentando no sonar alarmada.
—Sólo déjame hacerlo.
Hermione, entre miradas confusas, suspiró y asintió con la cabeza. Malfoy se posó detrás de ella y cubrió sus ojos.
—Camina —pidió el chico a lado de su oído y ella se contuvo de alejarse por instinto, luego obedeció.
Ella calculó que caminaron al menos diez metros más antes de que él volviera a hablar:
—¿Estás lista?
—Sí —asintió nerviosa. Malfoy destapó los ojos de Hermione.
De repente se le cerró la garganta, ella no podía creer lo que estaba viendo. No sabía si reír o llorar.
Al final se decidió por reír. No lo pudo evitar, carcajadas resonaron de su boca a más no poder. Realmente no podía creer que caminaron toda esa travesía para venir a este 'paisaje'. Debía estar siendo una broma.
Lo único que había ahí era un juego de niños como de los que había en el parque que Hermione visitaba de pequeña. Era un sube y baja.
—¿De qué te ríes? —preguntó Malfoy sin poder evitar ocultar una sonrisa curiosa.
Ella usó todas sus fuerzas en dejar de reír y se giró a mirarlo.
—¿Es una broma? —preguntó divertida.
Malfoy pareció un poco ofendido.
—¿Qué cosa?
—Esto —respondió mientras levantaba una mano en dirección al juego de niños—. Dime que este no es el paisaje.
—¡Lo es!
Hermione volvió a soltar una pequeña risa, aún sin poder creer que este realmente fuera a ser su lugar para el proyecto.
—¿Al menos sabes la verdadera definición de un paisaje?
Él la miró con la ceja alzada y se cruzó de brazos.
—No me crea tan estúpido, señorita Granger —dijo—. Sé perfectamente lo que es un paisaje. Y lamento decirle que este lugar cumple con todas las expectativas. Hay fauna, hay flora, el clima es genial y la astronomía nos supera.
En eso tenía razón y no había qué debatir. Pero no era exactamente el tipo de paisaje que Hermione había esperado encontrar.
Ella caminó hasta acercarse un poco más al juego. Recuerdos hermosos le llagaban con sólo mirarlo. Este juego siempre había sido su favorito cada vez que sus papás la llevaban al parque, justo antes de enterarse que ella era una bruja. No se había puesto a pensar cuánto cambió su vida hasta este mismo momento.
Malfoy se acercó a ella sigilosamente.
—¿Por qué escogiste este lugar? —preguntó Hermione aún sin apartar la mirada del juego mientras miles de recuerdos felices seguían llegando.
Lo sintió encogerse de hombros.
—Porque nadie le da el conocimiento que merece —respondió—. Este lugar puede generar más emociones que un paisaje normal. Y de eso se trata el proyecto: debemos encontrar maravillas. Vengo aquí desde cuarto grado. No me preguntes cómo lo encontré, no es una historia que me gustaría contar en este momento. Nunca había traído a alguien, me gusta pensar solo. Pero supuse que sería un buen lugar para iniciar nuestro proyecto.
Hermione nunca pensó que estos lugares podrían gustarle a alguien como él. Tal vez el rubio tenía razón y ella se había equivocado porque no conocía ni siquiera el treinta por cierto del verdadero Draco Malfoy.
—Bien —dijo ella posando su mirada en él—. Me gusta.
Malfoy sonrió. La morena se quitó la pequeña mochila donde traía pergamino y tinta y luego se sentó en el suelo.
—¿Qué haces? —preguntó Malfoy, frunciendo el ceño al verla.
—Comenzaré el reporte —respondió obvia. Con su varita, conjuró una pequeña madera que le serviría como apoyo para escribir.
—No puedes escribir el reporte si aún no has experimentado —le replicó él en un bufido.
Ella detuvo la pluma que estaba a punto de empapar de tinta y alzó una ceja, aunque no alzó la cabeza para mirarlo.
—¿Experimentar qué? —preguntó.
—Tienes que subirte.
Hermione ahora sí levantó su mirada y frunció el ceño hacia él.
—¿Quieres que me suba? —preguntó confundida.
—¿Y por qué no?
Malfoy tomó sus muñecas y la puso de nuevo de pie. Hermione se giró al juego, no tenía ni idea de si podría aguantar su peso, era pequeño y se veía muy viejo.
—¿Alguna vez que te has subido? —preguntó ella, dejando a flote la inseguridad que sentía ante el juego.
Él negó con la cabeza.
—Nunca. Pero no sabes cuántas ganas tengo de hacerlo ahora.
Ella dudó en avanzar.
—¿Y si nos caemos? —preguntó aún mirando el sube y baja.
Lo escuchó soltar un bufido a lado suyo.
—Por favor, deja de pensar en las consecuencias y disfruta de la vida.
—Mínimo déjame arreglarlo —dijo Hermione tomando su varita.
—No —atajó Malfoy quitándosela y guardándola en su propia mochila con rapidez antes de que pudiera protestar—. Recuerda lo que dijo el profesor Binns: sin magia.
Malfoy se acercó al juego y se sentó en el asiento de lado derecho de Hermione. Tomó las manillas y bajó el otro lado para que la morena pudiera tomar asiento también.
Estaban en la cima de una colina, intentando subirse a un juego demasiado viejo que se suponía que era para niños. Ella nunca había tenido miedo a las alturas, pero justo en este momento, le comenzaban a aterrar un poco.
—Sabes que este juego no funciona con sólo una persona —informó Malfoy, dándole una mirada inquisitiva.
Hermione suspiró, rendida. Guardó sus cosas de nuevo en su mochila y se acercó al juego. Llegó hasta su respectivo asiento e intentó subirse, pero estaba demasiado alto para ella. Resopló frustrada.
—No lo alcanzo —murmuró mirando la expresión divertida que Malfoy tenía.
—Es que eres una enana.
Ella rodó los ojos. Malfoy se hizo aún más para arriba para que el lado de Hermione quedara más abajo. Ahora sí alcanzó a subir. Rápidamente tomó las manillas y se preparó para el viaje, sintiéndose entre nerviosa y entusiasmada de sentir esta sensación de nuevo después de tantos años.
—¿Lista? —preguntó Malfoy.
El sube y baja ni siquiera estaba en movimiento y aún así los pies de Hermione no llegaban al suelo. Ella asintió con la cabeza. Malfoy dio un pequeño salto y el juego comenzó a ponerse en movimiento.
De un tirón, Hermione ya estaba arriba. Por alguna razón, ella cerró los ojos. Luego volvió a bajar.
—Abre los ojos —gritó Malfoy por encima del viento que provocaba el juego.
Hermione volvió a subir y los abrió. Y oh, por Merlín. La vista era más que increíble. Este juego era perfecto para estar en la cima de una colina. Al momento de llegar arriba, los árboles se hacían pequeños y dejaban ver un verdadero paisaje. Las copas de los árboles resplandecían a la luz de la noche.
El juego la hizo volver al piso. Esperó hasta volver a subir. Las montañas que se veían a lo lejos se miraban increíbles, incluso podía verse parte del castillo. La luna brillaba como nunca. Todo se veía maravilloso. Habría muchas cosas que escribir en el reporte.
—¿Te gusta? —le gritó Malfoy desde abajo.
Ella sólo sonrió y asintió con la cabeza antes de caer de nuevo al suelo.
Cada vez que subía o bajaba, la brisa corría por su coleta y su rostro. Estaban a finales de febrero y el frío ya no era tan insoportable, así que el poco aire que corría era perfecto. Esperó volver a caer, pero ya no lo hizo. Se giró en dirección a Malfoy con el ceño ligeramente fruncido. Él estaba aferrado al suelo para poder dejarla a ella en la cima.
—¿Qué haces? —le preguntó.
—Tú solo disfruta de la vista. Necesitamos un buen reporte.
Ella le alzó una ceja.
—No me agrada que sólo me quieras para hacer el reporte.
—¿Podrías dejar de tomar todo lo que digo en mi contra y simplemente disfrutar de la belleza del lugar?
Hermione rodó los ojos y devolvió su vista al lugar. Realmente era increíble. Estar justo aquí arriba, le recordaba a los días de vacaciones que tenía con sus padres. Siempre la llevaban a un lugar donde había playa, y amaba salir a la terraza de los hoteles a apreciar las olas por las noches. Siempre le había gustado sentir la brisa recorrer su rostro.
Recordó incluso cuando sus padres conocieron a Amelia las pasadas vacaciones de navidad. Ellos estaban muy emocionados de que Hermione hubiera traído una amiga a casa. Nunca había llevado a nadie, ni siquiera a Ginny. Aún recordaba cómo ella se había puesto demasiado nerviosa, pero luego de conocer a los señores Granger, estuvo mejor. Las habían llevado a una playa que quedaba por México.
—Cierra los ojos —ordenó alfoy desde abajo.
—¿Qué?
—Cierra los ojos y guarda silencio.
—¿Por qué?, ¿quieres tomarme desprevenida y luego dejarme caer al suelo? No, gracias.
Malfoy soltó una carcajada que bien podría interpretarse en que descubrió su macabro plan.
—No, no haré eso —dijo en cambio—. Tú sólo hazlo y confía en mí.
Confiar en él definitivamente no era una gran idea para Hermione, pero aún así lo hizo. Cerró los ojos y no se arrepintió de haberlo hecho.
La brisa se sentía incluso mejor. Podía prestar su atención a cada uno de los sonidos que venían de su alrededor. Podía escuchar búhos, aves revoloteando, sonidos de ardillas. Incluso podía llegarse a escuchar muy a lo lejos la corriente de algún lago. Se sintió extrañamente en paz que casi olvidó la presencia del rubio.
Volvió a abrir los ojos y miró a Malfoy, quien ya la estaba mirando desde antes. Él desvió la mirada al instante.
—Voy a bajarte —advirtió con un carraspeo.
Hermione asintió con la cabeza. Malfoy se desenterró del suelo y poco a poco, bajó el asiento de ella. Aunque cuando llegó al suelo, sus pies aún no lo tocaban y le era imposible bajar. Resopló de nuevo.
—¿Cómo bajo ahora? —preguntó.
—Dile a tus piernas que crezcan para poder bajar.
Ella se giró a mirarlo y le entrecerró los ojos.
—Ja, ja. Qué gracioso —Malfoy carcajeó—. No te muevas —pidió Hermione. Puso ambas piernas de un lado y luego dio un salto al suelo. Él bajó después de ella.
La morena se sentó en el suelo con la mirada al sube y baja, con la intención de sacar su pergamino y tinta para escribir algunas ideas claves de su reporte. Malfoy llegó y se sentó a lado de ella.
—Me sorprende que siendo tan viejo nos haya aguantado a ambos —murmuró Hermione.
Él medio rió. Subió ambas rodillas a la altura de su pecho y rodeó sus brazos en estas.
—¿Qué te pareció? —preguntó.
—Es increíble —respondió ella con sinceridad. En realidad, había esperado algo peor—. Es muy lindo cuando estás arriba.
—Después de todo sí terminó siendo un paisaje —le canturreó con voz ganadora.
Hermione se encogió de hombros, no muy segura de si era una buena idea darle la razón y luego se dejó caer en el césped. Posó su mirada directa al estrellado cielo.
Sonrió.
—¿De qué sonríes? —preguntó Malfoy al verla.
—Encontré a la Osa Mayor —respondió ella mientras apuntaba con su dedo hacia la constelación.
Él volteó hacia arriba para poder mirarla también. Luego se dejó caer al lado contrario de Hermione, quedando cabeza con cabeza y ambos mirando al cielo.
—No la encuentro —murmuró su voz, distraído—. Siempre he sido pésimo para encontrar las constelaciones. Lo cual debería ser un insulto porque mi familia tiene la tradición de usar esos nombres para nosotros.
—Es fácil —explicó ella mientras volvía a apuntar al cielo—. Sólo tienes que mirar al noroeste. Busca la forma de un sartén, ¿lo ves? Tenemos suerte, a esta hora la Osa Mayor está justo encima de nosotros.
Se preguntó si él sabría lo que era un sartén, pero no quiso seguir explicando más.
—Creo que ya la he encontrado —dijo él. Después de unos segundos volvió a hablar—. ¿Por qué la habrán llamado así?
Ella suspiró.
—Es una larga historia.
—Quiero oírla.
Hermione lo miró de reojo, dándose cuenta casi con miedo que estaban teniendo un momento cómodo y sin insultos. Luego concentró su mente y miró al cielo.
—La Osa Mayor tiene siete estrellas de nombres —empezó Hermione—: Mizar, Alioth, Phad, Merak, Dubhe, Megred y Alkaid. Su nombre tiene que ver con la mitología griega. Calisto era una cazadora perteneciente al cortejo de la diosa Artemisa.
—¿Artemisa no es la diosa de la caza?
—Lo es. Calisto hizo voto de castidad y se convirtió en la compañera inseparable de Artemisa. Sin embargo, un día el dios Zeus se quedó cautivado por su belleza y decidió seducirla. Para ello adoptó la forma de la diosa Artemisa para ganarse su confianza y finamente la sedujo. Calisto quedó embarazada y Artemisa la desterró al haber incumplido su voto de castidad. Calisto dio a luz a su hijo llamado Arcas. La pobre Calisto sufrió la ira de la mujer de Zeus que al enterarse de la pasión de su marido por aquella joven en venganza la convirtió en oso. Pasados muchos años después de vagar sola por el desierto, Calisto convertida en oso se encontró accidentalmente con su hijo Arcas, que estuvo a punto de matarla. El dios Zeus intervino y envió a los cielos a Calisto como 'La Osa Mayor' y a su hijo Arcas como 'La Osa Menor'... Por eso normalmente vemos a la Osa Mayor y a la Osa Menor juntos, ¿los ves?
Hermione ya había encontrado a ambas constelaciones.
—Sí —respondió Malfoy—. ¿Cómo sabes todo eso?
—A papá y a mí nos gusta mucho la astronomía —contestó ella—. Desde pequeña me ha mostrado todo.
Minutos de silencio inundaron el lugar. Ambos apreciando las estrellas que cubrían todo el cielo.
—¿Qué hora es? —preguntó Hermione rompiendo el silencio.
—No lo sé —respondió él—. ¿Qué importa?
—Claro que importa. No nos podemos quedar aquí para siempre.
—¿Por qué no?
Hermione lo miró de reojo. Él aún miraba las estrellas. Justo cuando Malfoy estaba por mirarla también, ella regresó su mirada al cielo.
—Porque debemos regresar a Hogwarts —replicó sintiéndose repentinamente nerviosa.
Él bufó.
—¿Quién quiere a Hogwarts teniendo este lugar?
—Este lugar es increíble, sí —dijo—. Pero no está en condiciones para vivir.
Malfoy se mantuvo en silencio unos segundos antes de chasquear la lengua.
—Yo veo agua, veo animales, y veo un gran sube y baja que nos dará mucha diversión.
Hermione volvió a reír y Malfoy la miró de reojo.
—No hablas en serio, ¿verdad?
Él sonrió.
—¡Claro que hablo enserio! —dijo ofendido—. Podría quedarme aquí a apreciar las estrellas mientras tú me cuentas esas historias raras de las constelaciones.
—Por más que a mí me encante la astronomía, no podemos quedarnos aquí.
Malfoy bufó y miró su reloj de mano.
—Bien —dijo—. Regresaremos, pero hay que quedarnos veinte minutos más. Justo cuando sea la una de la madrugada nos vamos.
—Bien —aceptó ella.
Siguió buscando constelaciones por todo el cielo, principalmente la de Orión, pero no encontró ninguna.
El sueño comenzaba a apoderarse de ella mientras seguía apreciando el cielo. No quería dormirse, pero poco a poco sus ojos iban cerrándose. Cada que estaba a punto de caer dormida, lograba despertarse de un tirón. Pocas veces en su vida había estado despierta tan tarde. Además, la fresca brisa que corría no ayudaba mucho en mantenerla despierta.
—No te duermas —susurró Malfoy, y eso logró hacer que abriera los ojos de nuevo, recordando la
compañía que tenía y también dónde estaba.
—Lo siento —masculló ella.
—¿Normalmente a qué hora te duermes?
La morena lo pensó antes de responder.
—Entre semana a las diez y treinta. Fin de semana doce máximo.
—¿Qué clase de persona extraña con mente llena de responsabilidad eres? —preguntó casi confundido.
—Oye —dijo ella—, me gusta dormir las horas necesarias para que mi cuerpo funcione bien.
—Pff, excusas.
—Excusas las que pones tú para no entrar a Historia de la Magia, Malfoy.
Hermione sintió al rubio hacer una mueca. Él puso una mano en su cabeza para sostenerla y se giró para poder mirar a la morena directamente. Ella sólo giró su cuello aún en en suelo y lo miró a los ojos.
—¿Podrías hacer algo? —preguntó él.
—¿Qué cosa?
Malfoy lo pensó durante algunos segundos, como si estuviera decidiendo si era una buena idea, y luego habló:
—No me llames por mi apellido.
Ella se mantuvo aturdida unos segundos y luego sus cejas alzadas dejaron ver su sorpresa.
—¿En serio quieres eso? —preguntó.
Malfoy asintió con la cabeza.
—Nunca me llamas por mi nombre, ni yo por el tuyo. Si queremos llevarnos bien, debemos empezar por ahí. Aunque claro, debes tenerme un poco de paciencia, llamarte por tu nombre es algo que podría llevar tiempo acostumbrarme. Sin embargo, para ti es fácil.
—¿Qué habrá de diferencia? —preguntó ella.
—Suena mejor —respondió él, mirando sus ojos y encogiéndose de hombros.
No le parecía del todo una mala idea. Tal vez ella podría darle una oportunidad para llevarse bien. Él sí parecía ser agradable, ya lo había comprobado. Podía ser que llegaran a ser incluso amigos.
—De acuerdo, Draco.
Él, quien aún no paraba de mirar sus ojos miel, tragó saliva.
Se acercó a Hermione y la besó.
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