11. El bosque prohibido
Hermione y Amelia bajaron las escaleras y se dirigieron a la fiesta una vez que ambas estuvieron listas. La sala común estaba desierta (a excepción de unos cuántos alumnos de cuarto grado), así que no hubo necesidad de pasar a saludar a Harry o Ron, por lo que atravesaron el lugar sin ninguna intervención, sin contar que la morena sonrió a Neville cuando lo vio cruzar la entrada de la sala.
Amelia tocó la puerta y a los pocos segundos se abrió. Como siempre, la música inundó los oídos de Hermione apenas entró. Cuando estuvieron cerca del centro y la taberna, la castaña se giró hacia ella.
—Iré con los chicos —avisó—. ¿Vienes?
—No —respondió Hermione, sonriendo—. Estaré con Nick.
Su amiga sonrió y luego avanzó entre el gentío para poder llegar con sus amigos. Hermione la vio alejarse, hasta que decidió darse la vuelta y dirigirse hasta la barra de bebidas. Llegó hasta un banco y luego se sentó en él, sólo esperando que en cualquier momento saliera Nick.
Esperó y esperó durante aproximadamente veinte minutos. Algunos Slytherin (y unos cuantos Gryffindor que Hermione no pudo reconocer exactamente por sus nombres) venían por bebidas, pero luego de ver que nadie atendía la barra, se desesperaban y se iban. La morena comenzaba a hacer lo mismo.
Se llegaron las once de la noche, y no había rastro de Nick. Estuvo a punto de darse la vuelta e irse a su dormitorio, cuando por fin, alguien salió de la cantina.
Aunque no era Nick.
—¿Qué es lo que desea pedir esta noche?
Hermione levantó su vista de la madera de la barra y se sorprendió al ver que quien atendía era Malfoy.
—¿Y Nick? —preguntó ignorándolo y mirando detrás de él, como esperando que el azabache estuviera escondido por algún lugar.
Malfoy rodó sus ojos, y cambio su expresión divertida a un semblante serio.
—Le dimos el día libre —dijo.
—¿En serio? —Ella frunció el ceño, recordando que Nick no había mencionado nada de eso cuando hablaron. Pero pronto recordó lo manipulador que era Malfoy y se cruzó de brazos—. No lo creo. Él me dijo que hoy vendría a trabajar.
—Pues tal vez te mintió —respondió encogiéndose de hombros.
—No lo haría —defendió Hermione—. Tú sí. ¿Dónde está él?
El chico la miró ofendido al ver la expresión que la morena le tenía, como si con sus ojos le estuviera lanzando miles de maldiciones.
—¡Oye! —protestó—. ¡No me mires como si yo lo hubiera matado!
—No me refería a eso. Pero no creo que Nick haya desaparecido simplemente por arte de magia.
Ella trató de no recordar que en realidad eso sí podía suceder, pero esperó que el rubio lo entendiera de la manera muggle. Tal pareció que sí.
—Escucha —dijo Malfoy acercándose a ella—. A Blythe le surgió un imprevisto y tuvo que irse. Yo lo estoy cubriendo en su lugar.
Hermione resopló.
—Pues lo haces muy mal —Alzó una de sus manos para mostrar que la barra estaba vacía—. Gente ha llegado por bebidas y tú no has estado para atender.
Él hizo una mueca extraña y luego se encogió de hombros.
—Sí... Tampoco es que me interese hacerlo bien.
Hermione rodó los ojos.
—Debes aprender a ser responsable —dijo.
—En otro momento, quizá —Malfoy sacó una pluma que tenía en sus jeans y luego tomó una servilleta de la barra para poder escribir algo que ella no alcanzó a leer—. Ahora debemos ir a nuestro paisaje.
—¿Qué? —preguntó de repente, regresando su mirada a él—. ¿Por qué ahora? Son las once de la noche. Ya es demasiado tarde para estar fuera de Hogwarts. Además, debes quedarte a cubrir a Nick.
—El paisaje no se ve tan lindo de día —contestó Malfoy, su tono de voz casual, como si salir de Hogwarts por las noches ya fuera algo demasiado normal para él—. Conozco un atajo para salir de aquí sin que nos atrapen...
—No confío en tus atajos —interrumpió Hermione.
—...Y lo último —prosiguió diciendo, ignorando la paranoia de la morena—, ya está resuelto.
Extendió la servilleta donde había escrito y la dejó encima de la barra. Hermione la tomó y la leyó:
Me iré, tomen todo lo que quieran, yo invito.
—Malfoy
Hermione volvió a dejar la servilleta en su lugar, y con una mirada severa, regresó su vista al rubio.
—¿Qué? —preguntó este, frunciendo el ceño al verla.
—No siempre arreglarás todo con dinero —reprimió la castaña.
Él bufó, cruzándose de brazos.
—No me sermonees, Granger.
Ella rodó los ojos. Malfoy se quitó el mandil que traía puesto y levantó la puertilla que separaba la cantina para darle paso a Hermione.
—¿Y ahora qué esperas? —preguntó cuando vio que Hermione no se movía y se mantenía con la misma mirada severa.
—Ya es muy tarde para ir —contestó, esperando que su idea loca se fuera de una vez o que en realidad fuera alguna broma.
Malfoy resopló, haciendo un movimiento de cabeza para indicarle que se levantara y caminara.
—Y si te tardas, lo será aún más.
Ella se mantuvo en la misma posición durante varios segundos más, esperando que él se negara, pero cuando no fue así, se dio cuenta que sería difícil salir de esta. Resopló.
—Bien, iré —dijo, y justo antes de que Malfoy tuviera tiempo de festejar, se apresuró a seguir hablando—. Pero con dos condiciones.
—¿Cuáles? —preguntó en un bufido.
Hermione se bajó del banco y se puso de pie.
—La primera es que necesito ir a cambiarme de ropa —dijo—. Sea a donde vayamos a ir, no creo que ir con falda sea lo indicado.
Malfoy bufó de nuevo y rodó los ojos. Cosa que también estresó a Hermione, pero hizo caso omiso.
—Bien —aceptó él a regañadientes—. ¿Cuál es la segunda?
—Yo elijo el próximo lugar.
—Trato hecho —Malfoy acordó—. Pero yo te acompaño a que te cambies de ropa.
Hermione frunció el ceño al instante. Obviamente, lo primero que pasó por su cabeza, fueron las malas situaciones que podrían crearse si él la acompañaba.
—¿Por qué? —preguntó aturdida.
El rubio la ignoró, cruzó la barra y comenzó avanzar hacia la salida. Ella ya no tuvo tiempo de protestar, así que sólo lo siguió.
Gracias a Merlín, no había ningún alma en la sala común, así que fue pase libre para ambos. Subieron las escaleras y llegaron hasta el dormitorio de Hermione. Ella abrió la puerta y entró, y justo cuando Malfoy intentó entrar también, la morena lo detuvo poniendo una mano en su pecho, que pronto alejó cuando se dio cuenta del tacto.
—Ey —dijo—, hasta aquí.
Malfoy frunció el ceño, incrédulo.
—¿Qué?, ¿por qué?
—Porque necesito privacidad —respondió con obviedad—. No esperes que simplemente me cambie en tu presencia como si fuéramos grandes amigos de confianza. Ni siquiera con Harry o Ron hago eso.
—Oh, por favor, Granger —Él soltó una risa muy baja—. He venido aquí miles de veces. Te he visto dormida. ¿Enserio crees que si entro ahora algo podría suceder entre nosotros?
Hermione se quedó pensando unos segundos en lo que había tratado de decir. Pero decidió que no le importaba, así que movió su cabeza para poder despabilarse.
—Solo quédate aquí, ¿bien?
La morena no prestó atención a las protestas de Malfoy y cerró la puerta enfrente de él y luego le puso seguro. Se separó unos centímetros de ella, miró la puerta de roble y sólo esperó a que la magia ocurriera.
—¡No es justo! —espetó Malfoy desde el otro lado—. ¿Cuándo tomaste mi varita?
Hermione rió y depositó la varita de Malfoy en un mueble cercano. Ella sabía que el rubio intentaría abrirla con el hechizo, así que la tomó cuando él no se dio cuenta. Siempre había sido muy buena para tomar y hacer cosas sigilosamente.
Se acercó a su baúl y lo abrió. Buscó lo más rápido que pudo algo de ropa para irse antes de que fuera más tarde. No podía creer que saldría fuera de Hogwarts a estas horas para hacer un proyecto del cual tenían un mes aún para poder entregarlo.
Al final, terminó poniéndose unos jeans deportivos y una blusa del mismo material, ambos color gris con verde. Cepilló su cabello y luego se hizo una coleta. Tomó una toallita húmeda y se limpió el poco maquillaje que le había puesto Amelia, sintiéndose libre cuando quedó sin rastro de él. No era que no le hubiera gustado: Amelia maquillaba increíble. Pero la morena no era de sentir su rostro pesado. Se puso unos tenis y por fin, salió de la habitación.
—Por fin sales —gruñó Malfoy cuando esta abrió la puerta—. Ya casi me quedaba dormido aquí afuera. ¿Por qué las mujeres siempre tardan tanto arreglándose?
Hermione ignoró su pregunta y le regresó su varita.
—Hay que irnos de una vez —dijo.
—Bien —bufó—. Mandona.
—No soy mandona —defendió la chica mientras ambos bajaban las escaleras.
—Oh, claro que lo eres.
•••
—¿Desde cuándo está esto aquí? —preguntó Hermione cuando vio la puerta directa que daba a una salida del castillo, la cual se situaba detrás de la cantina.
—Ni idea —respondió Malfoy encogiéndose de hombros y con las manos en los bolsillos de sus jeans, de nuevo.
—¿Es una salida directa?
—Sí.
—¿Y por qué no usan esta puerta cuando van a Hogwarts con su proveedor?
Él se giró hacia ella y la miró con una ceja alzada.
—¿Siempre haces tantas preguntas?
—Soy curiosa —respondió encogiéndose de hombros también.
—No lo seas por esta noche —replicó—. Anda, salgamos.
Malfoy abrió la puerta y Hermione pasó por ella. Detrás venía el chico, y cuando ambos estuvieron fuera, la volvió a cerrar. Habían salido a uno de los lados de campo de quidditch, era una colina que quedaba cerca del bosque prohibido. El aire que corría era delicioso y suave. Hermione respiró profundamente, tenía tiempo que no salía del castillo y había olvidado lo cómodo que era estar al aire libre.
—¿Es bonito aquí, no? —preguntó la voz de Malfoy a su lado.
—Lo es —respondió—. ¿Este es el paisaje?
—No —dijo él tomando la mano de la morena en un rápido movimiento, cosa que la sorprendió pero no se atrevió a quitar el tacto—. Tendremos que caminar para llegar a él.
Qué bueno que se había puesto tenis.
Malfoy no quería la mano de Hermione por placer, sólo era para ayudarla a bajar la colina, ya que estaba demasiado empinada, y se necesitaba algo de apoyo para no caer. Después de tres minutos de cuidados para bajar del lugar, llegaron a los alrededores del bosque. Él soltó su mano como si su piel la repeliera.
—No entraremos al bosque prohibido, ¿o sí? —preguntó ella cuando se dio cuenta a dónde se dirigían.
—Sí.
Lo miró con incredulidad.
—Malfoy, por algo está prohibido.
—Exacto —respondió él—. Y aún así nos enviaron a Potter y a mí aquí como castigo en primer grado.
Hermione reprimió una risa que el rubio no alcanzó a notar. Ella recordaba ese día porque también fue castigada, aunque fue peor para ellos dos pues fueron solos con Fangs, mientras Neville y ella fueron con Hagrid.
—No pasará nada. Además, estás conmigo —Lo último, lo dijo con aires de grandeza y egocentrismo.
—Claro —dijo Hermione alzando las cejas—. En todo caso, sería yo quien debería cuidarte a ti.
Ella comenzó a avanzar hacia el bosque y Malfoy la siguió.
—¿Tú a mí? —preguntó este, con voz incrédula—. Por favor, Granger. Sabes que necesitas de mí para poder vivir.
—Hmm —Ella murmuró—. Síguete creyendo eso.
—¡Oye! —protestó el chico detrás de ella—. Se supone que yo debo ir delante de ti porque yo sé adónde ir.
Ella se giró hacia él y lo reprendió con la mirada.
—¡Shhh!
—¿Qué? —Frunció el ceño.
—Despertarás a las criaturas que viven aquí —respondió en un susurro y con una mirada cautelosa a sus alrededores.
—¿Enserio? —Malfoy elevó su voz—. ¡No sabía que vivía alguien aquí!
—¡Shhh! —reprendió ella de nuevo con la misma mirada severa.
Malfoy tenía una mirada divertida y lugo soltó una carcajada. De repente un brillo extraño cruzó por sus ojos.
—No me callaré hasta que me beses —dijo.
A Hermione ya no le sorprendían demasiado sus cambios de bipolaridad, pero aún así le seguía pareciendo muy extraño que Malfoy estuviera teniendo esta actitud con ella. Todavía no se acostumbraba al hecho de que el Slytherin podía llegar a ser agradable, aunque fuera un poco.
—Sigue gritando entonces —dijo la chica mientras avanzaba aún más alejada de él.
Ella comenzó a caminar hacia quién sabe dónde, mientras sentía que Malfoy se quedaba en el mismo lugar.
—¡SEÑORES CENTAUROS VENGAN POR NOSOTROS!
—¡Malfoy! —protestó la chica dándose la vuelta hacia él con una mirada aterrada.
—¡ESTAMOS AQUÍ! —gritó aún más alto.
Hermione se desesperó y avanzó a zancadas hacia él, casi tropezándose con todas las piedras que habían.
—¡VENGAN POR...!
Ella alcanzó a taparle la boca, con un suspiro de alivio para su interior. Nunca imaginó que este chico tuviera tendencias suicidas.
—¡Cállate! —susurró molesta.
Malfoy le quitó la mano de su boca y la atrajo hacia él, tomándola de la cintura, lo que hizo que ella intentara alejarse por inercia.
—Ya te dije cómo puedes callarme —dijo con una mirada sensual.
Eso la molestó. Quitó las manos de su cintura con fiereza y se alejó unos centímetros.
—Si tú único objetivo con venir a este lugar era hacer tus intentos fallidos de coqueteo, entonces será mejor que regresemos.
—No —Malfoy se apresuró a decir—. Te juro que hay un paisaje que vamos a ver.
Ella rodó los ojos.
—Entonces no sé qué hacemos aquí parados.
—Solo me divertía —dijo mientras se encogía de hombros y avanzaba también. Hermione lo siguió.
—Claro, llamando a los centauros y con tus intentos fallidos. Qué genial diversión —masculló.
Cruzaron entre los árboles y dieron vuelta en un camino de hojas.
—Mis intentos nunca son fallidos —dijo él después de soltar un bufido incrédulo.
—Siempre hay una primera vez para todo.
—Tú no serás esa primera vez.
Ella frunció el ceño y lo miró, pero él no la miraba a ella pues seguía caminando. Luego bufó también.
—Por favor deja de hablar como si alguna vez yo fuera a caer rendida a tus pies.
Malfoy levantó una rama para que Hermione pudiera pasar y luego él hizo lo mismo.
—Sé que algún día lo harás —dijo con seguridad.
Ella rió sin mucha gracia.
—Tienes expectativas muy altas.
—Hmm. No lo creo.
—¿Ah, no? —preguntó alzándole una ceja.
—No.
Hermione medio sonrió mientras rodaba los ojos. Ambos cruzaron un pequeño charco por las rocas que sobresalían de él.
—¿Por qué no crees que yo pueda gustarte? —preguntó el rubio después de unos minutos de silencio, en los que pareció haber estado perdido en sus pensamientos.
—¿Por qué te interesa saberlo?
—No es exactamente eso —respondió encogiéndose de hombros—. Sé que estás perdidamente enamorada de mí y...
—Malfoy, por favor —Ella alzó una mano para indicarle que dejara de hablar—. Deja de decir estupideces.
Él soltó una carcajada.
—¿Cuánto quieres apostar a que en pocos días te tendré bajo mis pies?
Ahora sí Hermione comenzaba a preocuparse y tal vez molestarse. Malfoy estaba siendo muy constante con ella. Ya era más de una las veces que había intentado besarla, y ahora estaba de terco insinuándole que podría hacer que se enamorara de él. Parecía un ciclo extraño que comenzaba a agobiarla.
—Creo que es más probable que tú caigas rendido a mis pies, antes que yo a los tuyos —dijo Hermione.
Malfoy la miró con ambas cejas alzadas y luego se echó a reír.
—¿De qué te ríes? —preguntó alzándole una ceja también.
—Como si eso fuera a suceder.
Ella pudo ofenderse un poquito con ese comentario. Llegaron a una pequeña colina de pocos metros de altura, y volvieron a subirla, batallando un poco por la inclinación que esta tenía.
—Es verdad —dijo Hermione, intentando defender su punto de vista—. ¿Quién es quien anda detrás de quién?
—Yo no estoy detrás de ti —replicó él con tono casual—. Sólo intento besarte, es todo.
Eso la dejó más confundida.
—¿Por qué?
—Porque quiero —respondió encogiéndose de hombros y con una sonrisa curiosa. Algunas veces, Malfoy podía ser un auténtico imbécil.
—Bueno —dijo ella, decidida a que nunca se dejaría caer por él—, pues no lo conseguirás.
—¿Qué cosa? —preguntó cuando ya casi llegaban a la cima de la colina—. ¿Besarte o hacer que te enamores de mí?
Hermione rodó los ojos, comenzando a molestarse. Había tantas cosas que quería decirle pero estaba conteniéndose.
—¿No te cansas de decir estupideces? —gruñó.
Malfoy carcajeó para sí mismo.
—Hablo en serio —dijo.
Hermione se detuvo justo cuando llegaron a la cima, y Malfoy hizo lo mismo, girándose a mirarla con una expresión divertida y unos ojos determinados.
—Ni una ni otra podrás conseguir, ¿bien? —dijo, soltando un resoplido cansado y mirándolo con unos ojos casi desesperados.
Él sonrió de lado.
—¿Estás segura de eso?
Ella volvió a rodar los ojos. La conversación le comenzaba a fastidiar, demasiado. Si seguían este paso, ella terminaría diciendo todo lo que la estaba carcomiendo.
—Segura —replicó con voz firme y casi borde, de repente importándole poco el contenerse—. ¿Quieres saber por qué?
—Ilumíname —respondió Malfoy, cruzándose de brazos frente a ella y alzando una ceja.
Hermione tembló pero él no lo notó. Lo miró directo a los ojos y tragó saliva. Ya no había marcha atrás, se armó de valor y comenzó a hablar:
—Porque siempre has sido un idiota. Desde que llegué a Hogwarts no has hecho otra cosa más que hacerme la vida imposible. ¿Y sabes cuál es la estúpida razón? Por mi estatus de sangre. Solamente por no ser hija de magos. ¿Pero sabes una cosa? Eso ya no me importa. Porque yo estoy orgullosa de ser una sangre sucia, cómo tú me llamas.
«Estoy orgullosa de no depender de la magia como lo haces tú. Estoy orgullosa porque puedo ser independiente y porque mi vida y autonomía no depende de una varita mágica que hace el trabajo por mí. Estoy orgullosa porque conozco el duro trabajo de los muggles y no los discrimino al decir que no sirven para nada. Porque personas como mis padres han sabido arreglárselas para llevar su vida cotidiana sin necesidad de magia, y lo han logrado perfectamente y sin ningún inconveniente».
«Mi pureza de sangre no define quién soy, de igual manera, por mis venas corre sangre mágica, soy una bruja. Y estoy orgullosa de serlo, pero estoy aún más orgullosa y agradecida de haber crecido en un ambiente muggle, porque así puedo entender ambos bandos y no creerme superior que otras personas. Todos estos años me has molestado hasta el cansancio. Nunca te preocupó el cómo me sentía con tus palabras hirientes».
«Esa es la razón del por qué no podría enamorarme de ti. Tal vez seas una persona agradable, como algunos dicen. Pero conmigo siempre fuiste un imbécil y nunca te importó cambiar. Y te perdono, enserio lo hago de todo corazón. Pero realmente creo que jamás podría sentir algo por ti sabiendo que ese lado tuyo sigue existiendo».
Malfoy no tenía expresión alguna. Lo único que hacía era mirarla a los ojos, parecía que estaba teniendo una entera revolución en su cabeza y por sus ojos apenas pasaba esa avalancha.
Hermione en cambio, había estado a punto de echarse en llanto, pero utilizó todas sus fuerzas para que su voz se mostrara firme mientras daba su discurso.
Justo al haber terminado, se sintió liberada. Como si se hubiera descargado un peso que ni siquiera sabía que tenía. Llevaba mucho tiempo queriéndole decir a Malfoy cómo la había hecho sentir, pero creía que nunca encontraría el momento. Hoy, el mismo Malfoy se lo dio.
Hermione suspiró, y fue ella la primera en romper el contacto visual. Miró el cielo, estaba de un hermoso azul oscuro y las estrellas resplandecían por todos lados.
—Granger... —llamó Malfoy en una musitada.
Ella volvió a mirarlo, tragando saliva. Él tenía una extraña expresión que la morena no podía identificar.
—¿Y si te digo que ese lado se ha ido?
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