Epílogo

Estoy en frente del espejo con un largo y hermoso vestido de color blanco. Me veo realmente bonita y me siento muy feliz. Ya han pasado casi seis meses desde aquel día en la marcha donde Jenny me pidió matrimonio y al fin había llegado el día de estar frente al juez.

Todo está listo en el jardín de nuestra casa: hay flores, sillas y un pequeño altar. La gente ya está ahí y el día es soleado y perfecto. Todo está listo, solo faltan las novias.

—¿Estás lista, Nora? —pregunta Thomás al entrar a la habitación donde estaba.

Él se queda sorprendido al verme.

—Realmente eres una novia muy hermosa, Jenny tiene mucha suerte —dijo mientras se dibuja una sonrisa en su rostro.

—¿Cómo está ella?

—Ya bajó, de seguro ya debe estar por entrar al altar. —Me ofrece el brazo—. ¿Me dejarías escoltarte hasta la entrada donde está tu padre?

—Gracias, Thomás.

Me aferro a su brazo y mientras bajábamos las escaleras, podíamos ya escuchar la música de la pequeña orquesta. Jenny ya estaba caminando hacia altar y yo estaba a punto de ir con ella, me pongo muy nerviosa, pero Thomás me sujeta firmemente.

—Gracias por estar conmigo —susurro—. Eres como el hermano que nunca tuve.

—Cuando mi primo Mathew me contó de ti, jamás pensé que sería tan especial. Una vez te conocí, solo quería ser bueno contigo por lo que había hecho por él, pero yo también te tomé bastante amor por ello. —Parece a punto de llorar—. Gracias por ser lo mejor de su vida y por también ser mi amiga.

—Matthew de seguro nos vigila desde arriba y él estuviera igual de emocionado.

—No lo dudes ni por un segundo.

Finalmente, llegamos a la puerta que lleva al jardín y donde está mi padre. Thomás me entrega a él y se va hacia su sitio. Mi padre me sonríe y finalmente cruzamos la puerta. Puede ver a mucha gente observándome, pero principalmente a la persona que estaba en el altar, Jennifer.

Se veía increíblemente hermosa con su vestido blanco y sus mejillas estaba sumamente sonrojadas, creo que ella está más nerviosa que yo. Cuando llegamos a su lado, mi padre nos toma de las manos y luego se aleja a tomar asiento. El juez comienza a decir unas palabras y luego de un rato, llegamos a los votos y nos miramos fijamente.

—Nora Sanders —dijo Jenny—, desde que te vi por primera vez, no pude dejar de pensar en ti. Luego te conocí y me di cuenta de la hermosa persona que eres, tan fuerte para soportar todo lo que la vida te puso en frente y para llevar eso tú sola por mucho tiempo. Hoy solo te pido que compartas esa carga conmigo: no solo ser tu cómplice en las alegrías, sino también cuando llores. Quiero amarte completamente y quiero ser lo que necesites, quiero estar junto a ti siempre.

Ahora es mi turno de hablar.

—Jennifer Park. Te confieso que desde muy niña siempre quise un príncipe, como los cuentos que me solían contar, hoy en día sé que eso no existe. No, no quiero eso. Quiero una compañera leal y a la cual ser leal, que sé que me levantara y que yo levantaré. Quiero a alguien que comparta el resto de nuestros días y podemos formar una familia sólida. Te quiero a ti, a la única persona en este mundo que me demostró incondicionalmente lo mucho que amaba y te prometo que el resto de nuestra vida, ahora yo seré la que te demuestre su amor, sin miedo y sin prejuicios.

Tras unas palabras más y firma un papel, el juez dijo lo que habíamos querido escuchar desde hace tiempo.

—Las declaro mujer y mujer, pueden besar a la novia.

Estábamos tan felices que nos besamos de inmediato y los aplausos no se hicieron esperar. No sé qué me deparará el destino o los obstáculos que nos esperen, sé que no a muchos les gustará lo que hacemos, pero mientras tenga la amistad de mis conocidos, el apoyo de mi familia, el amor de mi pareja y la perseverancia en mi corazón, sé que todo estará bien.

Todo gracias a una única persona que se atrevió a acercarse a mí cuando más la necesitaba y con su particular olor a manzana. Para ella solo tengo unas cosas más que decir...

Mi mejor amiga Jenny.

Te amo.

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