36
Inmediatamente, los tres llegamos a la estación de policía de Los Ángeles. Nora, con el corazón destrozado y desesperada, comienza a llorar y suplicar por ayuda. Thomas y yo tratamos de calmarla, pero Nora no puede hacerlo. Los policías, confundidos, no saben cómo atendernos.
Entonces, de unos de los cubículos, sale un hombre con el traje de policía: de piel morena, de cabello corto y negro, una barba recién rasurada, ojos marrones y complexión musculosa. Tiene una presencia algo intimidante, pero a la vez se percibe una atmósfera de respeto y admiración, más viendo como otros policías se hacen a un lado y lo dejan acercase a nosotras.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta a aquel hombre, quien se acerca a Nora—. Señora, ¿Quiere contarme lo que ocurre?
A pesar de su voz gruesa y varonil, puedo sentir amabilidad en él. Nora se empieza a tranquilizar, pero no deja de sollozar.
—Buenas tardes, soy abogado de la señora Nora Sanders, Thomas Capell —intervino Thomas—. Queremos poner una denuncia de secuestro.
—Yo soy Raymundo Zamora, comandante de la policía de Los Ángeles —se presenta—. Necesito tomarles las declaraciones para proceder con esto. —Voltea a ver a Nora—. Síganme por favor a mi oficina.
Los tres se van hacia la oficina, mientras yo me quedo en la recepción, esperando que todo se pueda resolver.
*****
Tres días. Tres días han pasado desde que la policía ordenó una búsqueda exhaustiva para encontrarlos. La casa está rodeada por patrullas y hasta han venido un par de periodistas, incluso mis padres se han quedado a ayudarnos y darnos de comer. Ni Thomas ni yo hemos dormido ni comido completamente, pero quien peor la ha pasado es Nora.
Ella a penas y ha comido fruta y bebido agua, además de que no ha dormido nada y se la pasa llorando. Con tantas cosas, no he podido ni decirle que me ha llegado un correo de que mi fotografía fue seleccionada para la galería a finales del mes y me llegaron boletos de cortesía para la apertura. No es momento de celebrar.
Ahora estoy en la sala, pelando unas manzanas para que coma algo. Entonces tomo el plato con la fruta y me acerco a ella, quien está en la sala de la casa con la mirada perdida, ojos rojos de tanto llorar y el cuerpo muy débil.
—Come esto. —Le entrego el plato y me siento a su lado—. Necesitas fuerzas para poder encontrar a Thomas.
Entonces siento como ella recarga su cabeza en mi hombro derecho.
—No puedo, no puedo estar tranquila sin mi niño —murmura—. Mi niñez fue una mierda, no quiero que le pase lo mismo a él. No a mi niño.
Nunca ha hablado de su niñez conmigo, solo me dijo una vez que sus padres se divorciaron. Jamás le pregunté más. Yo solo me limito a rodearla con mi brazo y reconfortarla.
—Lo encontraremos, lo sé —dije en voz baja.
Nora se esconde en mi hombro. Yo no digo nada, solo la dejo llorar. De pronto, ella mi mano donde está la pulsera que Thomas me regaló.
—No había visto esto —murmura.
—Thomas me lo regaló el otro día, no te lo había contado.
—... Es bonito. —Continúa llorando.
Aunque... mis sentimientos... no sean los mismos...
Yo... siempre estaré con ella.
Lo prometo.
*****
Un par de horas después, Nora por fin se ha quedado dormida y agotada en el sillón. La cubro con una manta con mucho cuidado. Se merece dormir un rato por fin.
—¿Al fin se ha dormido?
Volteo hacia atrás y me encuentro a Thomas.
—Sí, la pobre ya no podía más —respondo—. ¿Vienes de la corte?
—Sí. Esto que ha hecho Philip lo ha condenado y el juicio, prácticamente, es nuestro. —Se apena un poco—. No... debería celebrar eso ahora.
—Al contrario, lo que me encantaría es por fin patear el trasero de Philip y verlo hundido.
—Te prometo que así será. —Suspira y poco a poco, su sonrisa empieza a desaparecer—. Jennifer, ¿Podemos hablar afuera un momento?
Me sorprende verlo un poco... ¿Triste?
—Claro, vayamos afuera.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top