9: "Ibiza"
Los abrazos fueron necesarios, después de casi un año limitado solamente al contacto telefónico, el tacto físico era primordial para todas ellas. Algunas lágrimas se disimulaban con modestas comezones en los ojos mientras que los insultos tomados como halagos eran agua clara, lista para revitalizar el cadáver de su aún fresca adolescencia.
—Te arruinaste el cabello, pero no me quejo, te prefiero así que pelada— María reía mientras que tocaba el pelo tintado a base de productos químicos de Amelia, ella solo reía sin despegarla de sus brazos.
—¿Dónde se quedarán? En la casa de Barcelona tengo una habitación libre—
—¿Piensas qué me quedaría con Barcelona? Ese hombre es tan bueno que te dan arcadas, no te ofendas Ami, pero hay momentos que adoraría acariciarlo con un martillo.
Natalia, quien sujetaba a su pareja en brazos, se aclaró la garganta ganándose la atención de todas las presentes. —Nos quedaremos con Moni, igual solo estaremos un fin de semana. Tu sabes porque vinimos ¿Verdad?—
Amelia pensó unos momentos, mostrando su inminente sarcasmo, contestó. —Porque me extrañaban y no pueden vivir sin mí—
—Amén de eso— Carolina, con su rostro sereno, lucía su cabello aún más largo que el día en que la había conocido. Al contrario de su novia, que poco a poco había mutado su apariencia a una figura varonil.
Amelia las veía orgullosa a todas ellas, por un lado María había seguido su consejo de comenzar una carrera inclinada al arte por más que sus padres se opusieran y por el otro, gracias a la insistencia de sus pedidos a el patriarca Von Brooke aquella pareja podía vivir su romance sin la necesidad de esconderse de sus familiares.
María había dicho las primeras palabras serias pronunciadas en su vida, entre susurros bajo el brillo de la luna que cubría a aquel viejo aquelarre. —Tu sabes porque estamos aquí, Ami... Que Valencia haya vuelto a aparecer es malo... Ya demasiado malo es tener que verte usando esos horribles brazaletes—
Con disimulo, ella metió las manos en los bolsillos del abrigo deportivo que la cubría, no se avergonzaba. El recuerdo tangible del daño de un corazón lastimado había marcado su cuerpo. —No sucederá nada malo, es solo el compañero de Barcelona—
—¿El sabe algo?—
Mónica, quien pasaba su bebé de brazo en brazo para ser continuamente besado por las féminas, resopló. — Es imposible que Barcelona entienda lo que pasó... Es preferible que no sepa nada—
—¿Y si Tomás le dice algo?—
—¡Shhh!—
—¡No me hagas callar Carolina!—
Amelia sonreía, sintiendo como mágicamente el convento las cubría de nuevo en el amparo de sus muros, reviviendo antiguas tretas y estrategias conducidas a algún caprichoso plan. En diagonal a ellas un grupo de mujeres pueblerinas en completo silencio las observaba sin disimulo, seguramente pidiendo a Dios que cada una de sus amigas y ella misma se convirtieran en sal. Notando como las campiranas parecían horrorizadas ante el espectro de ver dos mujeres tomadas de la mano, las miró con gracia, para luego gritar. —¡NO TENGAN MIEDO, CHICAS! POR DOSCIENTOS BILLETES PUEDEN LLEVARSE A CUALQUIERA DE ESTAS PUTAS POR UNA HORA. DESPUÉS DE QUE TE COMAN EL COÑO NUNCA MÁS NECESITARÁS UN HOMBRE—
—¡Amelia!— Carolina rápidamente le pegó un codazo en sus costillas provocando que de por sí las ya sonoras risas aumentaran.
Las mujeres del pueblo, presa del pánico que la falta de vergüenza que esa joven capitalina lucía, corrieron presas del pudor. Por otro lado las alumnas de San Sebastián seguían con agudos carcajeos notando como el tiempo retrocedía para su deleite.
—Te extrañé mucho, puta— María la abrazaba mientras que Mónica se disponía a abrir la puerta del local comercial que pronto estaría listo para recibir al público.
Con cuidado, Natalia y Amelia bajaban del auto de la dichosa pareja diversas cajas de forma rectangular. No hacía falta preguntar que contenían, el ruido del vidrio chocando entre si en el interior de su estuche solo avecinaba el inicio de lo que sería una larga noche.
Cuando el contenido etílico ya estaba seguro en el interior de la vivienda, la puerta se cerró para no volver a abrirse. Maravilladas, las tres jóvenes recién llegadas observaban como ese pronto establecimiento comercial cobraría vida.
—El de la capital era mucho más grande que éste pero está quedando hermoso. ¿Tu pintaste las paredes, Ami?—
—El haber estado encerrada con drogadictos y suicidas te da un inusual talento con la pintura. Aunque no me vendría mal que dibujaras algo, Mari—
—Trato hecho—
Natalia había decidido cargar a su pequeño sobrino en brazos, mientras que este babeaba era cubierto por infinitos halagos de lo bello que era y como había crecido durante tan poco tiempo. —Cada día está más bello este ángel—
—Por suerte sacó la belleza del padre— Entre risas Amelia nuevamente se ganaba un golpe por parte de la enfurecida madre, haciendo que nuevamente los dolores de estómago productos de las carcajadas aumentasen.
—¿Qué tal es el pueblo?—
Mónica se disponía a apagar las luces mientras que subía las escaleras encaminada a su departamento, invitando a todas a seguirla. —Bueno, digamos que una madre soltera no está bien vista aquí. Me he tenido que soportar malos comentarios hasta cuando voy a comprar el pan. Pregúntenle a Amelia como le va aquí, ya tiene un club de fans fundado por las señoras—
Entre los peldaños las chicas reían. —¿Qué hiciste, Von Brooke?—
—¿Yo? Nada, si soy un ángel. No es mi culpa que todas las idiotas de aquí se sientan ofendidas al escuchar la palabra "Pene"—
—Miren el lado bueno chicas, cuando se enteren que dos lesbianas llegaron a aquí compartirán fuego con Amelia—
—¡María!—
—Está bien, está bien... Ya paro—
... ... ...
Intentando mantener su postura, aquel grupo de cinco mujeres se encontraban regadas sobre el edredón que las separaba del suelo. Vasos en sus manos llenados por las incontables botellas vacías que marcaban un sendero claro hasta la licuadora que continuamente danzaba triturando diversas frutas
Las risas acompañaban su estado de embriaguez, la ocasión lo ameritaba, riendo de manera compulsiva revivían sus antiguas aventuras mientras que nuevas hazañas eran narradas por sus voces entumecidas en el alcohol.
—¡Cuéntalo una vez más! ¡Por favor!—
Cargando más de aquel coctel en sus labios, Amelia seguía relatando sin pena. —Entré y le dije a Barcelona algo como "Seguramente un buen doctor me cuidará" y el idiota de Valencia se quedó con esta cara— Deformando su rostro Amelia intentaba que sus expresiones mutaran a una sintética muestra de sorpresa, logrando nuevamente que las risas de borrachas surgieran.
—Pe... Pero ¿Cómo está él? ¿Sigue con la misma cara de gay reprimido?—
—Si, sigue igual. Con su mismo cabello y sus mismos ojos... Sigue igual...—
Notando por momentos como su amiga parecía acariciar con melancolía el recuerdo de aquel hombre, intentaron sacarla del trance de su recuerdo. —Pero Barcelona es mucho más lindo, tiene ese encanto de niño bueno—
Carolina riendo, presa de su propia borrachera, contradijo a su novia. —Nadie puede tener más encanto de niño bueno que un cura—
Amelia bebía, rellenando continuamente su vaso. —¿Quieren escuchar algo triste de Barcelona?—
—Si—
—Claro—
—Habla, carajo. Ni siquiera sé para qué lo preguntas—
Suspirando, soltó su verdad, aquella que intentaba romper continuamente el lazo que poseía con el hombre al que le había prometido matrimonio. —Hace más de cuatro meses que no me toca...—
—Mierda...—
—Y eso no es lo peor, desde que llegamos aquí solo piensa en el trabajo y estar con Valencia... Juro que con tanta calentura que me traigo podría cocinar un pollo entre medio de mis piernas—
—Ami, el sexo no lo es todo. El te trata bien y te ama.—
—Eso lo dices tu porque Natalia te tiene bien atendida, el sexo si importa. Sinceramente no sé como haces para aguantar tanto— María, presa de tambaleos, intentaba ponerse de pie fallando en su cometido en repetidas ocasiones. A pesar de que sus palabras sonaran ofensivas, ella tenía razón.
Amelia rio, haciendo que sus propias penas tuvieran el carácter de un chiste. —El otro día casi lo logramos, estaba tan lindo él... Tenía aún puesto su uniforme de trabajo y encima tenía una preciosa medalla. Pero no, no se pudo... Adivinen a quién vi en medio de la lluvia esa noche—
—¿A él diablo tentándote con treinta centímetros de puro amor?—
—No, mucho peor que eso... A Valencia, sigue teniendo ese aire melancólico de figura de iglesia, es como si no perdiera ese encanto a libro viejo de biblioteca. Por un momento, yo...—
—¿tú qué?—
Amelia nuevamente bebía, ahora arrastraba sus palabras con dificultad, pero se sinceraba en contra de su voluntad. —Yo quería estar con él, sentirlo de nuevo...—
Un golpe bastante fuerte retumbó en su cabeza haciendo que parte del contenido de su vaso se volcara sobre el acolchado en donde estaban. —¡NI SE TE OCURRA! TODAS VIMOS LO QUE TE PASÓ POR OBSESIONARTE CON VALENCIA. NO, AMELIA YO TE MATO— Mónica con su cuadro histérico hacía que no tuviera dominio en su propio cuerpo, gritando y exclamando a los aires su desaprobación ante las ideas de su amiga.
—¡Oye! Despertarás a Mateo—
Mónica nuevamente había entrado en razón, la imagen de su niño durmiendo en el cuarto contiguo hizo que la pena la sumergiera en un santo silencio.
—Ami...—
—¿Si?—
—¿Lo... Lo amas aún?—
Amelia pensó unos momentos para luego hacer brotar en su rostro una expresión seria. —¡Claro que no! Hasta creo que lo odio—
—Ya saben lo que dicen, del amor a el odio hay un solo paso—
—Ahora yo seré la que te golpee María si no te callas—
—Es que piénsalo, el odio es también un sentimiento. Según Mónica tu solo quieres ver a ese hombre arder— Natalia intentaba comprenderla, Amelia siempre sería una de esas mujeres que negaba sus sentimientos y no los mencionaría ni aunque la apuntasen con una pistola.
María ahora se ponía de pie y empezaba a recitar una improvisada canción que solo hacía que las risas nuevamente nacieran. — AMELIA Y VALENCIA CON BARCELONA, ELLA SOLO QUIERE QUE LE METAN UN PENE EN LA BOCA—
La ultima botella intentaba ser abierta, el contenido ya no era diluido con jugos, ingerirlo puro solo hacía que la consciencia solo sea un molesto impedimento al disfrute.
—VALENCIA ESTÁ A UN COSTADO DE LA CALLE Y AMELIA QUIERE IR SOLO PARA QUE ÉL SE LA CLAVE—
María seguía cantando, sus compañeras reían ante las desgracias vividas. La borrachera era una de las más nobles sensaciones que podían compartir, después de todo, con la ayuda de las sustancias consumidas Amelia podía liberarse de esa pose de señora fingida que debía mantener gracias a su prometido.
—AUGUSTO ES BARCELONA, TOMÁS ES VALENCIA, AMELIA SERÍA IBIZA PORQUE QUIERE QUE LE DURO SIN PRUDENCIA—
Esta vez eso había sido demasiado, Todas sostuvieron su estómago intentando sofocar sus risas para no despertar al pequeño niño. —¡Listo! ¡Tienes nuevo apodo! Ibiza—
—A ver, borracha. ¿Por qué soy Ibiza?—
—Porque... Ehmm... En Ibiza puedes mostrar las tetas y tentar a los de Valencia y Barcelona—
Arqueando una ceja, Amelia comenzó un aplauso despectivo. —¡Bravo! De seguro tu vas derecho a la nasa—
Natalia intentando no descomponerse de la risa, acomodó su flequillo para luego beber nuevamente. —Oigan, salgamos de aquí, vamos a caminar—
—No hay nada que hacer aquí, con suerte nos cruzaremos algún espanto solamente— Negó Mónica silabeando su mensaje.
—¿Y si vamos a tocarle el timbre a Barcelona y salimos corriendo?—
—Madura un poco María, ya estamos grandes para eso—
—¡Cállate, Carolina!—
Amelia sonrió con una expresión que podría atemorizar a el propio Lucifer. —Tengo una mejor idea—
Todas sonrieron conociendo los pensamientos de su amiga. —¿Qué planeas?—
Como pudo, se puso de pie, afirmando una de sus manos en la pared. —Caro, quédate cuidando a Mateo. Nosotras ya volveremos—
—¿Por qué? ¡Siempre me dejan de lado en sus planes!—
—Es porque tu los arruinas, además una se tiene que quedar a cuidar al bebé— María había vuelto a abrazar a sus amigas, colgada de los hombros de Amelia y Mónica reía sin pudor.
—Volveremos rápido, amor. Al menos que Amelia quiera hacer algo realmente estúpido.—
Amelia sopló un mechón de su pelo, recuperando nuevamente la visión. —Será rápido... Lo prometo—
—Adoro verlas borrachas—
Mónica no podía contenerse la emoción, hacía mucho tiempo que no veía tan animada a su amiga con alguna de sus tretas. —¿Lo haremos o no?—
Amelia que continuó con sus pensamientos maquiavélicos solo descendió por las escaleras intentando no morir resbalada en sus peldaños. Todas estaban ebrias y aquello les brindaba una dosis de valor que jamás tendrían estando sobrias. —Señoritas, si quieren acompañarme...—
Las mujeres bajaron a la planta principal de la residencia de su amiga. Localizadas en el área que pronto habilitarían para el local, notaron como Amelia sacaba los aerosoles de pintura que antes había utilizado para decorar las paredes. —Escojan sus armas—
Ninguna opuso resistencia, después de todo, el entumecimiento del alcohol hacía que la consciencia se perdiera y las ganas nacieran. Un pequeño acto vandálico no ocasionaría graves daños.
Todas cargaban una lata de pintura, el reloj marcaba las cuatro de la mañana. Husmeando por el marco de la puerta, María avisó a todas que la calle estaba desolada, tal y como lo esperaban.
—Si lo vamos a hacer, lo hacemos ahora—
—Vamos, nadie haga ruido—
—Caro, deja la puerta sin llave ¿Si? En caso de que Mateo llore tiene un biberón en la nevera y pañales sobre la mesada del baño—
—Está bien, solo no se metan en problemas, por favor—
—¿Cada cuánto vemos a Amelia? Es casi obligatorio hacer una locura—
Amelia, quien se había puesto su capucha para ocultar su amarillento cabello, fue la primera en salir. —Vamos, aquelarre. A este pueblo le hace falta diversión—
... ... ...
—¿Dónde iremos?—
Intentando pasar desapercibidas en la sombras, aquellas cuatro mujeres ebrias lograban seguir en pie. Cada una de ellas tambaleaba en sus pasos haciendo que la falta de equilibrio sea un hecho. Atravesaban la plaza principal arrastrando sus pies y comenzando una silenciosa plática que solo en aquel momento etílico podía tener lógica.
—A dejarle unos cuantos mensajes a Valencia—
—¿Estás loca, Amelia? No voy a dibujarle un pene a una iglesia— Mónica reía, ayudándole a caminar a María.
—Vamos, será divertido—
—Yo no me opongo, después de todo, se lo merece—
—Chicas... Quiero vomitar—
Mónica intentaba ignorar los comentarios de María mientras ahora la dirección a la iglesia era clara. —Sabes, Ami... Si no te conociera diría que aún sientes algo por ese tipo—
—¿Estás loca? Antes muerta—
—Chicas... Quiero vomitar—
Natalia se dio vuelta intentando que todas callaran el gran alboroto que estaban causando —¡Shh! Nos descubrirán—
Pronto la iglesia apareció delante de ellas, Amelia fue la primera en girar la perilla de la puerta de entrada, notando rápidamente que ésta estaba cerrada, tal y como lo esperaba.
—¿Ves? Está cerrada, ni Valencia sería tan estúpido como para dejar una puerta abierta—
Sonriendo, Amelia puso la lata de pintura entremedio de sus piernas, solo para sacar de su bolsillo trasero una vieja lima de uñas —¿Piensas qué sería tan idiota para no traer a mí amiga de aventuras?—
Con un cuidado técnico, introdujo la delgada hoja de metal en la cerradura, no sin antes doblar un poco su punta. Colocó su oreja pegada a la madera y sonrió satisfecha al notar que no había perdido sus antiguas habilidades. El portal había sido abierto.
—Chicas...Quiero— María no pudo terminar aquella oración, Lanzando todo el contenido de su estómago sobre Natalia, empapó el pecho de la joven con los fluidos alcohólicos antes consumidos.
—¡Mierda, María! ¡Eres repugnante!—
—Per... Perdón, tu eres mi amiga, las quiero a todas, son mis hermanas—
Las tres jóvenes que aún seguían en pie empezaron a tapar sus bocas ante las risas que le provocaba el sufrido estado de su compañera. Amelia se llevó un dedo a sus labios, clamando por silencio, para luego susurrar. —¿Listas?—
Con un movimiento de cabeza, todas afirmaron. Con lentitud y evitando que la madera crujiera, Amelia había abierto la puerta permitiéndole a todas el paso. Entraron en silencio intentando que el sonido de sus pies no retumbara debido al brillante suelo recién lustrado
Abriendo la pintura enlatada, Natalia susurró. —Que horrible olor a rosas—
Amelia intentaba no quebrarse, la suave ambrosía etílica siempre sacaría a relucir algún antiguo sentimiento. —Si... Es horrible...—
Mónica se acercó a ellas y con voz baja cuestionó. —¿Qué escribo?—
La joven Von Brooke miraba en detalle la parroquia, notando las figuras sagradas y como cada una de ellas parecía ser tratada con especial cuidado. Sonrió al observar el altar y revivir en su mente fantasías de antaño, contemplando a sus demonios y suplicando a los querubines nuevamente ser consagrada con un nombre celestial.
—¡Amelia, deja de soñar!—
Saliendo de sus fantasías, Amelia volvió a pisar el suelo mortal. —¿Qué?—
—¿Qué escribimos, tonta?—
—Lo que ustedes quieran, sobre todo insultos—
Todas sonrieron al escuchar aquellas ultimas palabras pronunciadas —Manos a la obra—
Batiendo las latas y sacando su lado artístico cada una de ellas empezó a marcar las paredes con diversas blasfemias referidas al dueño de aquel establecimiento. Risas calladas y palabras con errores ortográficos estaban presentes en sus epitafios. Pronto cada una de ellas había logrado dejar un pequeño recuerdo que seguramente sorprendería al sacerdote a la mañana cuando se despertase. Entre los diversos mensajes grabados, rezaban algunos con infinidades de detalles. "Valencia Puto" "Tomás chupa vergas" "Hijo de puta" Entre otros. María presa de su estado solo dibujaba corazones deformes, mientras que las chicas restantes se agruparon detrás de Amelia viendo como esta dibujaba un pene casi perfecto que rosaba lo artístico. Dándole diversos matices y haciendo que cada vena que estaba tallada sobre el grueso tronco tenga un aspecto realístico.
—Cuando se trata de vergas, tienes talento—
—Lo sé, es algo heredado de mi madre—
Nuevamente rieron, mientras que su compañera daba por finalizado su trabajo. —Debes firmarlo, es una obra digna de un museo—
Amelia afirmó, para nuevamente sacudir su aerosol y empezar a labrar una "A" sobre la pared. Natalia de manera pronta golpeó su cabeza. —¡Con tu nombre no, idiota! ¿Cuántas Amelias hay en este pueblo?—
—Oh, tienes razón— Pronto borró su inicial con una gran mancha de pintura. —¿Qué pongo?—
María quien estaba en el extremo contrario empeñada en dibujar corazones, respondió. —Usa tu nuevo apodo, Ibiza—
Sonriendo, Amelia la obedeció. Nuevamente manchando la pared. "Iviza"
—Perfecto— Mencionaron al unísono las dos jóvenes que la tenían de sus hombros.
Pronto una voz masculina sonó a sus espaldas, haciendo que de manera brusca un gran miedo naciera en sus entumecidos cuerpos. —Ibiza va con "B", Amelia—
Todas voltearon al escuchar aquel tono grave que no era propio de su grupo. Tomás Valencia con su clásico porte triste ahora las observaba, contemplando el gran desastre que ese grupo había causado.
Seguramente por el alcohol, tres de ellas gritaron, para luego arrojar las latas de pintura y salir corriendo del lugar como niñas asustadas pilladas por su padre en alguna travesura. Todas excepto una.
—¡OIGAN! ¿DÓNDE SE VAN? ¿QUÉ CREEN QUE HARÁ? ¿LLAMARÁ A NUESTROS PADRES? ¿NOS EXPULSARÁ?—
Terminando de gritar, Amelia volteó mostrándole al hombre su evidente borrachera. Enredándose con sus propios pies ella tambaleaba, moviendo las manos en señal de alguna extraña mueca. —Valencia...—
Tomás solo la miraba, intentando comprender que absurda idea había conducido a su antiguo ángel a marcar los muros de su iglesia. —No debería beber tanto, Ami—
Amelia al escucharlo, en una extraña caminata se acercó a él, destilando el olor etílico a su paso. —¡QUIERO DECIRTE ALGO HACE MUCHO TIEMPO! ¡Y NO PIENSES QUE ME IRÉ, TOMY! ¡ME ESCUCHARÁS!—
-.-.-.-.-.-.-.-.-
¡Alcohol! Fuente de tantas estupideces cometidas, bendito seas.
Bueno, hermosas hijas de satanás, aquí Ann cumpliendo.
Importante: Comenzaré a editar PP, así que seguro tendrán notificaciones mías.
Cap dedicado a: ECBA314
Se, ya era hora que te dedicase un capítulo, te quiero mucho, tonta linda.
Quien tiene que ponerse a trabajar ahora:
Angie
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