57: "Compañía"
Disfrutando de la brisa que se colaba por su ventana abierta e iluminando su camino por los destellos de los rayos que traspasaban las nubes rotas, Amelia sonreía al encontrarse en paz. La carretera era un lienzo perfecto para plasmar sus girones de libertad en ella, sin percatarse, había aprendido a disfrutar del silencio de su propia soledad.
Acercándose a un prado cercano, diversos árboles frutales cercaron aquella vivienda olvidada por los dientes de la ciudad, un pequeño edén verde estaba oculto. Estacionó paralela a la valla de metal que dividía los terrenos con su presencia y de manera ligera tocó el centro de su volante, haciendo que un pitido sintético saliera.
La bocina resonó en la silenciosa tarde, pronto de aquella casa llegó una respuesta casi automática.
—¡Ven, ayúdame!— María de manera alegre había avecinado su rostro por el portal mientras que sacudía su mano.
Amelia comprendió que su presencia seguramente estaría acompañada por una pequeña vianda de insumos, así que rezongando decidió bajarse del vehículo. El cerco fue corrido y su patio central violado por su persona, tardó en entenderlo, pero la información suministrada en cortos pasos fue certera. El haber elegido tacones para ese pequeño reencuentro no había sido una buena idea. Hundiéndose en tierra mojada y batallando para caminar, logró introducirse en aquella casa sin siquiera anunciarse.
En un costado del recibidor principal, María anudaba diversas bolsas. —Ami, ayúdame.— Los empaques se amontonaban y su contenido era claro, regalos frutales se vislumbraban en ellos. —Las levanté ayer, sí sabía que nos juntaríamos de seguro recogía más. Llévalas al auto—
—Espera…— Acercándose a ella, Amelia hizo aquello que le clamaba su conciencia. En un ligero toque de su hombro y adornando sus mejillas con una sincera sonrisa de alegría, declaró. —Te extrañé—
María volteó a mirarla por primera vez en aquella velada en detalle. Su amiga se encontraba igual que siempre, pero había algo en su estampa que parecía fuera de lugar. Notando lo emotivo de sus ojos y como ese tacto se empezaba a prolongar, María habló. —¿Estás bien?—
—Sí, estoy bien…—
—¿De verdad? Hay algo raro en ti, espero que seas sincera—
Resoplando al ver que aquella colegial amistad había leído parte su historia escrita en lágrimas de tinta, Amelia respondió. —Sí, les contaré a todas juntas. Es algo largo de repetir—
—¿Pero es algo bueno?—
Con un leve esquive de los ojos de María, Amelia sonrió sabiendo que su felicidad podía delatarla. —Sí, es bueno—
—Entonces vamos que tengo que volver temprano. Lleva esto, son para ti— Pasándole a sus manos diversas bolsas anudadas, María cargó las restantes. —Uvas negras, naranjas de ombligo, limones, melocotones extremadamente dulces y moras. Los melones los planté hace unas semanas así que supongo que para la próxima temporada ya tendremos unos cuantos—
Sintiéndose cargada, Amelia luchó para que ninguno de los empaques se cayera de sus manos mientras que emprendía el recorrido de regreso a su auto. Ella sabía muy bien que no consumiría toda esa naturalista carga, pero no tuvo el valor suficiente para negarlos y despreciar así un regalo de quien ella consideraba casi una hermana. La puerta fue abierta y el asiento trasero del coche funcionó a modo de silo, seguida por María, todo fue depositado en él.
—Ve subiendo, traigo lo último y cerraré con llave—
Notando como su amiga volvía corriendo al interior de su vivienda, Amelia retornó a su posición de piloto, la espera fue corta. María volvió cargando con dificultad una nevera portátil ya conocida entre sus manos.
Dejándola en compañía de la fruta, ascendió al coche y prolongando el silencio a causa de una inspección ocular, María cuestionó al escuchar el motor encenderse. —¿Me dirás que te sucede?—
El destino solo era una línea recta trazada por diversos kilómetros en su mapa, empezando dicho recorrido, Amelia no se molestó en devolverle la mirada. —Nada; ¿Por qué lo preguntas?—
—Estás callada e inusualmente tranquila, es raro…—
—No es nada, simplemente la vida a veces cambia a nuevos horizontes.— Intentando que la información restante no se diluyera entre frases misteriosas, Amelia siguió conduciendo por aquel camino que paulatinamente se colmaba de vegetación.
—Como sea, tarde o temprano lo dirás— Estirándose al asiento trasero, María abrió la nevera. —Traje cervezas y jugo, tú eliges—
—Dame ese jugo—
La botella de diminuto plástico cambió de mano, mientras que el inicio del ocaso se formaba distante a sus ojos. —Amelia sobria. ¿Qué vendrá después? ¿Los cuatro jinetes del apocalipsis?—
—Como está el mundo no me sorprendería que aparecieran— De repente, desde la guantera del auto un sonido polifónico empezó a sonar, una llamada había entrado a su celular. —Mari, abre allí y pásamelo—
Obediente a sus palabras, María abrió la pequeña cajonera que se encontraba delante suyo en el tablero. El plateado dispositivo sonaba y un claro sobrenombre aparecía entre el brillo de la pantalla. —Te llama “Amor” ¿Contesto?—
—Sí, de seguro quiere molestar—
—Ese Augusto parece que no entiende que cuando tú estás con nosotras ya no le perteneces— Apretando el botón que permitía el paso de voz al remitente, la llamada había empezado su curso.
Desde el otro lado de la línea, un timbre de voz bastante conocido sonó. —¿Ami? ¿Me escuchas?—
—Sí, Tomás. Estoy con María en el auto, llevaré fruta fresca a casa.— Volteando a ver la expresión casi mortuoria de quien sostenía el celular, Amelia rio ante su perplejidad.
—Pero ¿Volverás rápido? Por favor ten cuidado, Ami…—
—Sí, Tomy, volveré rápido… Ahora vuelve a trabajar antes que tu jefe te eche, mira que ese no está crucificado.—
Una leve risa salió disparada del otro lado. —Te volveré a llamar más tarde. ¿Sí? Mándale mis cariños y bendiciones a tus amigas—
—Está bien, Tomás… Buena jornada—
—Y Ami…—
—¿Sí?—
—No te olvides que te amo— Intentando que esas palabras no causaran un leve sonrojo en su rostro, Amelia apartó su cara de la visión de su amiga, la cual seguía atónita sosteniendo el celular. No quería ser luego víctima de sus burlas.
—Yo también, Adiós—
La llamada fue cortada y el celular tranquilamente devuelto a su estuche gracias a una mano temblante. Amelia no quiso voltear a ver a la persona que tenía al lado, ya que el leve calor en su cuello era la muestra suficiente para saber que María la observaba en detalle, seguramente con su boca abierta.
—Amelia…—
—¿Sí?—
—¿”Sí”? ¿Eso es lo único que tienes para contestarme?— Golpeando su brazo, en una actitud casi infantil, María se mostraba entusiasmada. —¿ME PUEDES EXPLICAR QUE MIERDA FUE ESO?—
—¡NO GRITES!— Devolviéndole el golpe y provocando que el auto ligeramente se tambaleara, Amelia cuestionó. —¿Fingirás sorpresa sí te lo cuento?—
—Sí, por supuesto— María se había sentado de costado en su asiento, quería ver cada expresión de su amiga al relatar tan irreal hecho.
—Para resumirlo… Mandé a la mierda a Augusto, Tomás mandó a la mierda a la sotana. ¿Recuerdas el departamento del boulevard? Bueno, estamos viviendo allí. Además, él ya está trabajando—
—¡AHHHH!—
—QUE NO GRITES, MIERDA.— Intentando mantener el control del vehículo, Amelia lanzó un manotazo que no llegó a su destino. —Juro que lo vuelves a hacer y te bajo del coche—
—Es que… ¿Qué quieres que te diga? Nunca pensé que sería posible— Abriendo una cerveza para contener la emoción, María dio un profundo trago a la malta. —¿Dónde está trabajando?—
—Con mi padre en la gobernación, Juan accedió a darle un cargo con tal de que su hija no saliera con un desempleado—
—Espera, espera…. ¿Tu papá sabe lo tuyo con Tomás?—
—Sí, le costó un poco aceptarlo, pero al final creo que entendió que Tomás pesa más en mi vida que cualquier apoyo paterno—
—¡AHHHHHH!—
—¡TE LO DIJE!— Deteniendo el automóvil de manera abrupta, Amelia ordenó. —¡TE BAJAS, MARÍA!—
… … …
—¿Estarán en casa?— Cuestionó Amelia mirando la pequeña residencia que se encontraba delante de sus ojos, en ella no se veían luces encendidas.
—No lo sé, creo que deberíamos haber avisado que vendríamos— Caminando hasta el portal principal del habitáculo, María dio tres profundos golpes en su madera.
La luz del pórtico se encendió y los diminutos pero resonantes ecos de una pisada acercándose provocaron que ambas sonrieran. —¿Quién es?— La voz dulce desde el otro lado de la puerta se anunció.
Ambas compañeras de viaje se miraron unos instantes, sonriendo ante un gesto cómplice. María, falseando su voz, fue la encargada de responder. —Maquillaje por catálogo, señorita—
La puerta lentamente se abrió, revelando detrás de sí a una mujer de baja estatura. —Por el momento no estoy interesada, pero….— Al notar los rostros conocidos bañados por incontables aventuras, Carolina no puedo aguantar su emoción. —¡Chicas! ¿Qué hacen aquí?—
—Veníamos paseando, aquí en medio de la nada, y nos dijimos que tendríamos que visitarte.— Mencionando, Amelia abrió la puerta trasera de su auto. —Mari te trajo fruta, ven ayúdanos a bajarla—
Pronto las tres mujeres se encontraron cargando las diversas bolsas con insumos, escalando los peldaños del pórtico, María preguntó. —¿Y Natalia?—
—En la cocina, justo estábamos haciendo mermelada. Llegaron a tiempo—
Amelia se detuvo, tenía una duda que parecía estar carcomiéndole el pecho. Necesitaba estar preparada para lo que vería. —¿Cómo está ella?—
—Mucho mejor… Por suerte y gracias a Dios las secuelas fueron mínimas— Respondió Carolina. —Una vez que dejemos esto te abrazaré como es debido—
Al introducirse en aquella casa, el ambiente hogareño no tardó en envolver a las recién llegadas. Flores frescas en la mesa de entrada y diversas fotografías colgaban en las humildes paredes mal pintadas. Amelia trajo a su memoria incontables historias cuando vio la imagen del grupo reunido por completo en una estampa, luego su mirada se ensombreció al recordar a la integrante faltante en aquella velada.
—¿Quién es, amor?— La voz sonó trémula en la cocina, mientras que los empaques eran depositados arriba de un sillón.
—El diablo y su esbirro— Respondió la propia Amelia, haciendo que una débil risa se formara en las dos mujeres que se encontraban delante suyo.
—Ahora sí, ven aquí Amelia— Acercándose a su amiga, Carolina se enredó en sus brazos provocando que ambas se unieran en un profundo abrazo interrumpido por el tiempo.
Amelia lo sabía, Carolina tenía pendiente una especie de imaginaria deuda con ella luego de lo sucedido con su pareja. Sintió sus manos recorrer sus mejillas y sus dulces ojos marrones contemplarla con afecto, todo aquello era necesario después de haber aguantado tantas calamidades.
La fusión se prolongó más de lo debido y quiso evitar a toda costa derramar su pesar a el suelo, no había lugar para aquellas lágrimas esa noche. Los ángeles caerían sí un llanto empezaba, nadie merecía conocer su desdicha.
—Mónica me dijo que estabas internada, Ami… Intenté comunicarme contigo, pero me fue imposible. ¿Cómo estás de salud?—
—Por suerte genial ahora que las reencuentro, me faltaba ese pedazo molesto llamado Carolina— Soltando a su amiga, Amelia supo que su verdad provocaría demasiada alegría en ella. Deseaba revelarla cuanto antes.
Los brazos de Carolina pronto se abalanzaron en María mientras que el débil tropel proveniente de la cocina se acrecentaba a cada instante. Natalia apareció desde una de las puertas sosteniendo una servilleta de cocina en su hombro. No quiso mirarla más de lo debido, pero debía hacerlo para calmar los demonios de su curiosidad; La joven aún tenía ese aire melancólico de una belleza oculta que solo realmente un verdadero artista podría ver, sus ojos poseían ese verde apagado propio de un pastizal y su piel seguía siendo una tierna tajada de durazno, pero las cicatrices estaban allí. Con la nariz levemente desviada, un profundo surco que atravesaba su labio superior y una mano algo rígida, Natalia contaba la historia de su suplicio grabada en su cuerpo.
—Me hubieran dicho que vendrían así cocinaba algo— Mencionó Natalia mientras que besaba las mejillas de María y hacía lo mismo en un posterior movimiento con Amelia.
Cuando por fin la tuvo lo suficientemente cerca, Amelia la abrazó susurrando a su oído un claro mensaje. —¿Cómo estás?—
Despegándose de ella, Natalia sonrió con aquellas piezas dentales falsas que tan bien disimuladas cargaba. —Ahora que las veo mucho mejor— Apretando su hombro, sentenció en voz alta. —Vamos a la cocina, de seguro tenemos mucho de qué hablar—
Obedeciendo a quien lideraba la escala de altura, todas se dirigieron a él origen del agradable aroma frutal. En la cocina encontró todo aquello que hacía a la estampa un idílico sueño; Frascos repletos de dulces sustancias viscosas y una olla de brillante cobre sobre la estufa. Pronto todas tomaron lugar en la mesa que Carolina empezaba a liberar de toda la mermelada que había envasado.
—¿Y esto?— Cuestionó María mientras que miraba en detalle uno de los frascos.
—Nuestra nueva forma de ingresos— Respondió Natalia, mientras que le arrebataba el contenedor de las manos a su amiga y lo depositaba en una estantería. —Cuando se enfríe las probarán—
Colocando la tetera en el fuego, Carolina negó animada. —Estuvimos tanto tiempo aquí encerradas que nos sobraron ideas. Nati recordó una vieja receta así que un día calentó las frutas y las llenó de azúcar. No creerán lo bien que se vende, casi todos en la región se llevan uno o dos frascos.—
—Deberían venderlos en la ciudad— Mencionó Amelia.
—Teníamos pensado eso— Acotó Natalia. —Pero para eso necesitamos un buen vehículo primero—
—Por cierto… ¿Nuevo auto, Amelia?— Preparando las tazas que pronto se colmarían de infusiones, Carolina cuestionó.
—Es de papá— Respondió Amelia. —El mío, bueno… Estoy intentando recuperarlo—
—¿Te lo quitaron por las multas impagas?—
—No, es algo mucho más largo de contar— Mirando a todas las presentes, Amelia preguntó con franqueza. —Antes de que empiece a hablar, quiero que cualquiera cuente lo que tenga pendiente. Porque, créanme, es una historia muy larga—
Las tres jóvenes restantes se miraron entre ellas, la expectación nacía en sus ojos mientras que un silencio incómodo se formaba en el aire. Siendo portavoz de la opinión colectiva, Natalia habló. —Te escuchamos…—
—¿Qué quieren primero?—Cuestionó Amelia. —¿Lo bueno, lo muy bueno o lo malo?—
—Primero lo bueno, después lo malo y por último lo muy bueno— Mencionó María. —Así me quito la amargura que seguramente me dejarás con lo malo con una buena noticia—
—Está bien…— Irguiéndose en su silla, Amelia comenzó su relato. —Bueno… Ustedes sabían que dejaría a Augusto después de las fiestas, cuando terminó la navidad me tomé unas pastillas para el estómago. Lo normal… Había tomado demasiado. Pero para mí desgracia me confundí de caja y agarré los calmantes, el idiota de Augusto pensó, o, mejor dicho, les hizo pensar a todo el mundo que había querido matarme. ¿Pueden creer eso? Me mandó a un loquero… No podía ver a nadie… Tiene todas mis cosas, incluido mi auto, mis pertenencias, mi celular viejo…—
—¿Eso es lo bueno, Amelia? ¿De verdad?—
—¡Espera, Carolina! ¡La historia continúa!— Callando a su amiga, Amelia prosiguió. —Me tenían encerrada a base de pastillas y estrictamente vigilada, pero por suerte alguien me encontró… Tomás… Él logró sacarme de allí contactando a mi padre, ni bien puse un pie fuera de allí, me fui a vivir con él, ambos estamos en la ciudad… Ya somos una pareja recta y derecha—
Sorprendida por lo que había escuchado, Carolina cerró su boca abierta para poder pronunciar las palabras que tenía atorada en su garganta. —Pero, pero… ¿Dejó la iglesia?—
—Sí— Respondió Amelia con una sonrisa. —Trabaja con mi padre en el palacio de gobierno—
—¿Cómo te encontró?— Simulando sorpresa, María preguntó.
—Por facundo, él siempre me llevaba flores… Cuando piensas en lo pequeña que es la provincia es bastante lógico que tarde o temprano me encontraría—
Poniéndose de pie con algo de dificultad, Natalia caminó hasta Amelia. —Por fin hizo algo bueno ese rubio tonto… Ami, realmente te felicito— Tocando su hombro, su discurso empezó. —Yo sé que Tomás hizo muchas estupideces en el pasado, pero siempre lo quisiste a él… Espero que sean muy felices—
—Gracias, Nati… De verdad, muchas gracias— Apretando su mano desde su hombro, Amelia sonrió al ver su expresión sincera.
—¡No lo puedo creer! ¡Por fin tendrás a alguien que te ayude con todo!— Poniéndose de pie, Carolina corrió a uno de los estantes. —Te daré suministros extras así se los llevas al padre, digo… A Tomás. ¿Qué le gustará más? ¿el arándano o la fresa?—
—Adora las fresas…— Respondió Amelia mientras que una leve sonrisa satisfactoria se grababa en su rostro.
Pronto una risa se escuchó desde el otro lado de la mesa, María reía a carcajadas. —Deberían haberlos escuchado, “Mi amor” “te extraño” “Te amo”— La carcajada aumentó de decibel cuando Amelia le lanzó el pequeño buñuelo de pan que había sobre la mesa. —Son tan cursis que provocan diabetes—
—¿Tú ya sabías?— Cuestionó Natalia algo ofendida por el privilegio de la información.
—Los escuché por teléfono cuando Amelia me traía— Notando la mirada furtiva de un par de ojos celestes desde el otro lado de la mesa, María refunfuñó. —La muy hija de puta me hizo perseguirla por dos calles, me bajó del auto por gritar—
—Lo tenías merecido, no te quejes—
Ayudando a su pareja con la tetera, Natalia empezó a rellenar cada una de las tazas con té, para luego hablar. —Ahora dinos la mala…—
Suspirando, Amelia juntó el coraje suficiente para lo que estaba por decir. Un trago amargo fue necesario para reunir el valor que le hacía falta. —En el loquero, Augusto llevó un amigo a visitarme…. Lucas estuvo allí, el desgraciado intentó de nuevo algo conmigo y me sacó fotos…—
—¿Qué? ¿Ese hijo de puta? Dime por favor que tu padre logró hacer algo con él— Enfurecida, María alzó la voz mientras que Natalia mostraba una expresión digna del estupor y Carolina tapaba su boca abierta.
—Sí, tanto él, como Augusto y su padre perdieron la matrícula… Pero eso no es lo peor… El mismo Lucas me dijo que se había vuelto a encontrar con Mónica y que andan juntos… Encima Augusto me contó que está casado y que espera un hijo… Por eso necesitaba hablar con ustedes a solas.— Resoplando y elevando su vista de su taza, Amelia mostró un hilo de preocupación ajeno a su carácter normal. —Yo sé que mi relación con Mónica se ha distanciado, pero temo por ella… Temo por Mateo… Ese tipo es capaz de cualquier cosa. La idiota en cualquier momento le dirá que Matute es su hijo. ¿Qué piensan que pasará cuando él se entere? Tengo miedo, chicas…—
Levantándose de la silla, María caminó en círculos intentando que la cólera que sentía se desvaneciera entre sus pisadas. —Estúpida, idiota, no puedo creer que haya vuelto a verlo…—
—¡Pero ese tipo es un desgraciado! ¡Qué Mónica haga con su vida lo que quiera pero que no exponga a Mateo!— Exaltada como pocas veces alguien la había visto, Carolina apretó su frente. —Hiciste bien en decirnos, Ami—
Natalia, quien permanecía en silencio, hizo que su voz sonara como un susurro. —¿Él te hizo algo?—
—No… Por suerte solo me tocó un poco y lamió una de mis mejillas… Pero entenderás la cólera que siento—
—Eso es un milagro con semejante enfermo cerca…—
Pidiendo atención a todas con su silencio, Natalia hizo que la mirada del grupo se centrara en ella. —Debemos hablar con Mónica—
—Concuerdo, según lo qué sé ella está en la ciudad también. De seguro está en la casa de su tía…— Respondió Carolina.
—¿Hablaste con ella?—
—Sí, hace mucho… Me comentó que tú estabas enferma y la habías abandonado en San Fernando—
—Desagradecida— Masticando su odio, Amelia habló. —Le di todo para que no le faltara nada a ella y a Mateo… Me cuesta creer todo esto, tengo la ilusión de despertarme en cualquier momento de esta puta pesadilla, pero no… Como amiga de Mónica espero que se vaya a la mierda y que sí Lucas le hace algo, que se joda… Pero como madrina de Mateo temo mucho—
—No es momento de ponerse mal, Ami…— Buscando algo de entre su bolsillo, María sacó un cigarro en compañía de un mechero, encendiéndolo acto seguido. —El martes estoy libre, nos podemos juntar en el departamento de Amelia… No sé ustedes sí podrán, chicas—
—Cuenta con nosotras— Respondió Natalia. —De paso llevaremos unas cuantas mermeladas, quizás tenemos suerte en la ciudad—
—¿Tú, Amelia?— Pasándole el cigarrillo a su amiga, María se sorprendió cuando ella se negó a tomarlo.
—El martes tengo control médico, no puedo… Pero el miércoles sí, encantada las recibiré en el departamento. Eso sí, aguántense ver los calzones de Tomás extendidos al sol—
Sorprendida por las palabras de su amiga, Carolina preguntó. —¿Estás enferma?—
—No, no… Bueno, no precisamente enferma—
—Pero, ¿Qué te sucede, idiota? Nunca en la vida me negaste un cigarro—
—Sí, Amelia… Estás rara desde que llegaste—
Olvidando un poco de la rabia que sentía, Amelia sonrió. —¿Están listas para la muy buena noticia?—
—Sí, habla culo costoso—
—Bueno… Estoy embarazada— Dibujando en sus labios una gran sonrisa, Amelia por fin reveló su verdad.
Las risas resonaron por toda la mesa, ninguna de ellas había creído en sus palabras. Pero pronto su rostro serio, inquebrantable, hizo que la mofada desapareciera.
—Espera… ¿Es verdad?—
—Sí, idiota— Respondiendo a el cuestionamiento de Carolina, Amelia concluyó. —Tengo cinco semanas y unos cuantos días—
—Pe… Pero, Augusto no puede tener hijos, nos lo dijiste…— Comentó María mientras que su ceño dibujaba profundas líneas de sorpresa.
—No, él no puede tener hijos, estás en lo correcto— Golpeando su estómago como un tambor, Amelia rio. —¿Por qué piensas que Juan le dio trabajo a Tomás? El padre va a ser padre, chicas—
El silencio se prolongó más allá de lo incomodo, las miradas poco discretas se desviaban a su vientre y sus ojos abiertos a el punto de una droga alucinógena eran la muestra clara que su afirmación ya tenía credibilidad.
Carolina fue la primera en reaccionar, levantando su mirada del estómago de Amelia, sus ojos se posicionaron en María. Quien seguía con su cigarro encendido. —TIRA ESA MIERDA AHORA MISMO—
—Sí, ahora mismo lo haré—Apresurada, María lanzó su cigarrillo a el fregadero.
Amelia se sorprendió con dicha situación así que se vio obligada a intervenir. —Oigan, no me molesta, no lo deseo, en serio—
Caminando a su lado apresurada, Carolina agarró sus mejillas. —Lo mismo, Ami… Hasta respirarlo puede ser malo para el bebé— Acto seguido abrazó a su amiga, haciendo que sus senos quedaran a la altura de su cabeza. —No lo puedo creer, esto es casi mágico. Te felicito, Ami… Serás una excelente madre y Tomás sin duda alguna será el mejor padre de todos—
—Ya lo fue. ¿O se olvidan de lo bien que nos trataba en el internado?— Caminando hasta su amiga, María jaló de su cabello y luego también buscó sus brazos a pesar de que Carolina seguía allí. —Idiota, lo hubieras dicho antes. No te habría cargado con tanto—
Amelia se vio rodeada por tantos brazos que sentía que un enorme calamar estaba a punto de engullirla, la presión aumentaba y pronto el aire escasearía. Viendo a la única persona que se mantenía al margen de la situación, Amelia buscó el socorro de Natalia. —Ayúdame—
Riendo, Natalia se puso de pie y caminó hasta el gran bulto humano que se había formado. —Vamos, chicas, dejen a la feliz señora mamá en paz—
Cuando por fin el abrazo se rompió y sus pulmones se recargaron, Amelia se sintió aliviada. Para su fortuna, Natalia solo la tomó de los hombros y mencionó. —Ahora entiendo por qué resplandecías, mis mejores deseos para ti y Tomás, Ami… Estoy muy feliz—
—Me pondré a cocinar— Apurada, Carolina empezó a sacar de la alacena diversos insumos culinarios. —¿Qué quieres comer, Ami?—
—No, para mí nada. Estoy bien—
—Cállate, ahora comes por dos—
… … …
Tiradas en el sillón y en parte del suelo, las cuatro amigas reposaban de manera tosca, enredadas las unas a las otras mientras que los platos vacíos embarrados en salsa las miraban desde la mesa.
Natalia elevaba su mano y con dificultad flexionaba los dedos. —Poco a poco los voy moviendo, según el médico podré recuperarme por completo—
—Deberás agilizar mucho esos dedos, sobretodo en Carolina—
—¡Oye! ¡No seas obscena, María!—
Amelia, mirando el techo y descansando su cabeza sobre la falda de Carolina, habló. —Me cuesta creerlo…—
—¿Y qué esperabas, Amelia? Cuando follas sin cuidarte te embarazas, no creo que te hayas saltado esa clase—
—No, eso no…—Respondió Amelia no sin antes lanzar un pequeño golpe a María. —Lo de Mónica—
—Lo sé— Acotó Natalia. —Espero que esa idiota entre en razón cuando la hablemos el miércoles….—
—Por cierto, Ami— Elevando su cabeza para poder ver a su amiga, Carolina preguntó. —¿Ya pensaste en nombres?—
—Apenas puedo comprender lo que le sucede a mi cuerpo, ya cuando me sienta preparada para comenzar la búsqueda se los diré—
Desde la mesa principal, un conocido tono comenzó su canción, el teléfono nuevamente sonaba. María fue la encargada de traerlo hasta el sillón para luego extenderlo a su amiga. —Toma, debe ser tu príncipe—
—Ay no, atiéndele tu… Dile que estoy en el baño o algo—
—¿Qué pasa? ¿Problemas en la convivencia?— Teniendo el rítmico tono de llamada de fondo, Natalia cuestionó.
—No, para nada… Es demasiado dulce, pero desde que se enteró lo del embarazo es demasiado sobreprotector— Apuntando con su cabeza a María, Amelia sentenció. —Atiéndelo antes de que publique mi foto en los noticieros—
Haciendo caso a sus palabras, María apretó el botón que permitía el habla. —Hola, Tomás… Sí soy yo. Ami está en el baño, ya sabes… las náuseas. Nosotras estamos bien, por cierto, te felicito, por fin… Sí, de seguro será un niño bello. Está bien, se lo diré, adiós… Sí, les mandaré tus saludos, adiós…. Sí, Tomás…. La cuidaré, Adiós…. Sí, Tomás. Tranquilo, adiós—Cortando el teléfono, María resopló. —Mierda, que tipo más molesto— Riendo, concluyó. —No entiendo como no le has acariciado el rostro con un martillo aún—
—Es un buen hombre, se preocupa por su mujer y su niño. No lo juzguen—
—¿Qué dice?—
—Dice que te cuides, que no bebas alcohol, que no fumes, que te extraña y nos manda saludos a todas.— Olvidando algo, María retomó el recado. —Ah, también que no te demores mucho—
Levantándose, Amelia sentenció en un débil acomodo de su cabello. —Creo que ya deberé marcharme, sino ese hombre enloquecerá.— Caminando hasta la puerta, un último mensaje fue pronunciado. —Vamos, Mari. Te llevaré a tu casa—
—¡Esperen!— Dijo Carolina levantándose. —Iré a prepararles sus cosas, así tú tienes algo para tus antojos, Ami y tu algo para las tardes, Mari—
Notando como la joven salía corriendo despavorida a la cocina, Amelia respondió con un grito. —No hace falta, estamos bien—
—Tonterías, Amelia…— Revolviéndose en el sillón, Natalia sonrió. —Claro que hace falta, así por lo menos sabremos que le dimos de comer a nuestro sobrino.—
—Además yo conduciré hasta mi casa, no quiero que te estreses o algo—
Riendo al sentirse tan cuidada, Amelia sentenció. —Creo que debería haberme embarazado hace mucho tiempo—
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Bueno, mis amores, aquí les traigo otro capítulo.
Espero que sea de su gusto, pecadoras, porque fue escrito a una velocidad digna de Nelson cuando le avisaba que tenía la casa sola.
¿Qué me cuentan?
¿Qué es de su vida?
¿Ya planearon su 14 de febrero? (Ojo, sí están soltera lo mismo aprovechen, muchas cosas están de oferta)
Como siempre les agradezco su apoyo y el amor constante que me dan. Ayer justamente leí una publicación donde recomendaban mi historia, de verdad se sintió bonito. A veces, entre el trabajo, la casa, las responsabilidades y las enfermedades, no tengo tiempo de publicitar. Por ello, infinitos agradecimientos.
Sí alguien pudiera ayudarme a publicitar, se los agradecería mucho. ¿Qué ofrezco? Mi ayuda como soporte beta para sus novelas y, claro, mis constantes molestias porque me tendrán entre sus contactos y, créanme en esto, me gusta bastante joder.
Sí alguien está interesado, puede escribirme por privado.
Sin otra cosa más que decir, les deseo un genial comienzo de semana, pecadoras.
Quien las quiere como la vaca al toro:
(Pd: Sí te gusta Harry Potter lee el final)
Hace mucho tiempo que tengo ganas de tener un buen grupo de rol canon de la segunda generación. Tengo un borrador de los pjs a rolear y la situación cronológica en la que estarían. Pienso subirlo a wattpad algún día para buscar integrantes.
Sí alguien quiere ayudarme con esto, sería un cielo.
Ahora sí, viva el culo.
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