50: "Incrédulo" + Resultados del concurso.
—Escúchame bien, Tomás. Cuando hablemos con Juan, déjame a mi contar todo... No es nada personal, pero creo que confiará más en mí que en un extraño— Moviendo sus manos compulsivamente al ritmo de una imaginaria canción, Facundo mostraba sus miedos reflejados en su histriónico nerviosismo.
El joven continuaba conduciendo mientras que el volante mutaba en un tambor, Tomás lo sabía, Facundo estaba afectado. Miró por la ventana, notando como la urbe poco a poco se congeniaba con el paisaje y hacía desaparecer los montes detrás de sus monstruosos rascacielos. Por momentos desviaba su atención a el piloto del automotor; Ese joven, cubierto ahora por una fina capa de sudor, parecía al borde del colapso. Agradeció a los cielos que él no hubiera sido el que contempló el ruin estado de su entrañable amiga.
Suspirando, Tomás pronuncio la oración que en ese momento parecía más sensata. —Facundo, para el auto— El joven pareció ignorar sus palabras, así que el contacto físico fue necesario. Tocando su hombro quiso compartir algo de su calma. —Por favor...—
El freno no tardó en ser apretado con violencia, seguramente las llantas del vehículo quedaron marcadas en el caliente pavimento de la calle. Facundo bajó la cabeza unos momentos con los ojos cerrados, era fácilmente predecible que en cualquier momento rompería en llanto. Manteniendo una frágil y sintética hombría que clamaba por compostura, Parisi cuestionó. —¿Qué?—
—Por favor, tranquilízate.—
—¿Qué me tranquilice, Tomás? ¿De verdad?— Sin mirarlo a los ojos, Facundo solo se limitó a pronunciar su sinceridad en una voz desgarradoramente trágica. —Me dices que Amelia está sufriendo, que está lastimada y que, para peor, está cerca de alguien que puede dañarla... Quizás no lo entiendas, Tomás...—
Suspicaz, pero con infinitas dudas, Tomás respondió. —¿Qué no entiendo?—
Una sonrisa dolorosa se tatuó en su boca, la mueca era deforme, su rostro era una amalgama desordenada de la dulzura de un recuerdo y la tempestad de una pena. —Yo sé que la quieres... Supe en el mismísimo instante en que Amelia me contó que había vuelto a cruzarte que acabaría de nuevo enrollada contigo como uno de los billetes de mi bolsillo. Pero, créeme cuando te digo esto, el amor que tú le tienes no es el mismo que el que le tengo—
Dejándole el paso libre para que él continuara hablando, Tomás guardó un respetable silencio. El joven a su lado suspiraba y lanzaba insultos al aire al sentirse acorralado por su corazón destrozado.
—Será la primera vez que diré esto, pero no le pongas una connotación sexual a todo lo que te diré... Amelia es la clase de amiga que nunca quieres perder. Por más que ella esté infestada en los gusanos de su propia depresión siempre tendrá una sonrisa para ti. Quizás una sonrisa no muy sincera, pero es capaz de cortarse las venas solo para darte de beber su sangre...— Facundo volteó a mirarlo, mostrando en sus ojos, ahora cristalinos, el dolor pronto de las lágrimas y el deshuese de la depresión. —Yo pensaba que al lado de ese hijo de millones de putas... Ella estaría bien. Le deseé todo el porvenir posible, pero me equivoqué, me equivoqué, Tomás— El mantra continuaba, la oración era repetida sin descanso mientras que ahora una solitaria gota rodaba por sus mejillas. —Me equivoqué con él, Tomás... Eso jamás podré perdonármelo.—
—Equivocarse es humano... Es parte de nuestro aprendizaje. Lo importante es que ahora sepas como enmendar aquello que te está perturbando. — Suspirando, Tomás dejó en claro que toda su atención ahora tenía dueño. En su mente diversos pensamientos bailaron; En ese auto no estaba un ex novio de dudosa moralidad acompañando a un amante atormentado, allí estaba él, un hombre que aún intentaba caminar lejos de una cruz, ayudando a un nuevo pequeño hermano.
—¿Te equivocaste alguna vez?—Ahora con el rojo de sus mejillas, acaloradas a base de costosos bronceados, una lagrima corría. Al terminar ese cuestionamiento, Facundo rio con ironía. —Que pregunta más estúpida acabo de hacerte—
—Pero lo mismo te la contestaré— Mostrando una inusual fortaleza, Tomás se animó a desabrochar los puños de su camisa y elevarlos hasta su codo. —Me equivoqué incontables veces... Olvidé a mi familia, casi borré de la existencia cualquier muestra de cariño. Sabes... Tengo sobrinas que aún no conozco. Pero, mi mayor error, el más grande sin duda alguna fue haber confiado en las personas equivocadas... Destinando a una chica a la crueldad de una tonta palabra— Tratando de alejar de su mente cualquier cáncer del pasado, Tomás continuó hablando. —Pero aquí estoy, intentando enmendar todo. Ahora dime una cosa, Facundo... Sé que lo de Ami es la gota que derramó el vaso, pero debe haber algo más. No te conoceré bien, pero noto en tus ojos dolor... Lo he visto muchas veces, tanto en la mirada de los fieles como en la mía propia, claro, sin contar la de unos inusuales ojos claros que tú, al igual que yo, conoces...—
Suspirando, Facundo solo se limitó a no dar detalles. —Créeme, Tomás... No quieres conocer mi mierda—
—Fui cura. Yo... Yo conozco la mierda de todos— Sin darse cuenta, una grosería fue pronunciada por sus labios alguna vez santos.
—Bueno... Yo... Digamos que no estoy conforme con lo que tengo—
—¿Te tendré que sacar las palabras a base de sermones, Facundo?— Sin bajar su mirada del pobre chico, Tomás le dio rienda suelta a sus males, todos debían desahogarse en su debido momento.
—¿Sabes qué difícil es llevar una doble vida?— Riendo, Facundo recordó la historia que ese hombre tenía en su pasado. —Claro que lo sabes... Pero tu pudiste escapar de eso... Yo no.—
Intentando descifrarlo, Tomás pronunció. —Continúa—
—¿Qué quieres qué te diga? ¿Qué mi padre sabe cuánto odio el trabajo familiar y aun así me encargó a mi toda la labor y no a mí hermano? ¿Qué sabe que soy una perra, más puta que una gata, y lo mismo me obligó a casarme para mantener un buen piso financiero? ¿Qué me odia y me lo grita, constantemente, cada día de mi vida?— Callando unos momentos, Facundo bajó la mirada hasta sus pies. —Mi vida es una gran obra, Tomás. Una película... Pero yo no soy su protagonista.—
—Vaya...— sin saber que decir, Tomás olvidó poner un filtro a su boca, solo sinceridad salió de ella. —Parece que el dinero solo trae crisis existenciales y malas experiencias paternales—
—¡Oye! No todos somos así o por lo menos sabemos disimularlo bien... Creo que entenderás ahora porqué me siento tan culpable por lo de mi queridísima Amelia—
—Sí... Lo entiendo, confiaste en alguien equivocado, pero eso nos puede suceder a todos.— Intentando mantener el hilo de la charla, Tomás entraba en una inusual confianza.
—No, Amelia es el último grito de rebeldía, casi agónico, de mi parte... Sí algo le sucediera perdería a la única persona con la que puedo ser yo mismo sin la necesidad de que me tomen como un loco— Aquellas palabras cargadas de increencias, pero incrustadas en verdades, habían salido de su garganta casi con una terminación gutural. Ahora Tomás lo entendía perfectamente, Facundo tomaba a su ángel como la única excusa posible para poder liberarse.
Despejando su mente, el ex sacerdote mostró su visión de las cosas. —No es así, Facundo, lo sabes. Sé que soy el menos adecuado para decir esto, pero Amelia no es el portal de un mundo mágico. Ella saldrá de esta, pero sí no te esfuerzas tú serás el que quede atrapado. No la necesitas a ella para ser quien eres... Necesitas saber en realidad qué eres, para serte sincero, no tomes esto como una ofensa, pero no tienes el carácter necesario para ser una marioneta.—
Reflexionando sobre aquello que había escuchado, Facundo enmudeció unos minutos. Tan sencillo era aquello que el hombre a su lado pronunciaba con facilidad, que casi escocía en su sangre. Nada en su vida podría ser fácil, lo sabía con la misma seguridad de qué algún día moriría. Curioso ante la perspectiva obtusa del amante de su amiga, cuestionó. —¿Cómo te llevas con tu padre, Tomás?—
—Jamás lo conocí... Pero de haberlo conocido creo que nos hubiéramos llevado bien. Mi madre me contó que era un hombre agradable, trabajador. Según lo que sé él se marchó del pueblo en búsqueda de un futuro mejor sin saber que yo venía en camino—
—¿De verdad?— Cuestionó Facundo.
—Sí, de verdad. Es un caso más común de lo crees—
—No, eso no idiota— Atacado por una súbita carcajada que parecía haber iluminado toda su tristeza, Facundo reía con libertad. —¿De verdad me aconsejas cómo tratar a mi padre sí tú mismo no tienes uno?— Atacado por la gracia, facundo continuó lanzando su risa al aire. —Eres todo un caso, Tomás—
—Bueno, yo solo quería ayudar— Entendiendo que había un gran grado de razón en sus palabras, Tomás se sintió avergonzado ante su descaro. Pronto la risa fue compartida, la ironía era suculenta y la necesidad de alegría saciada. —Eso haría yo—
—Yo sé que haré, tu tranquilo— Calmando su ahora dispenso cuerpo, Facundo pronunció.
—¿Qué harás?—
—Seguir viviendo, por supuesto. Es lo mínimo que puedo hacer—
—Pero, ¿Qué harás con tu padre?—
—Seguiré haciendo lo mismo de siempre, Tomy... La vida no se arregla con un consejo salvador o una revelación bíblica. Con el tiempo todo tendrá un ciclo normal y, no lo sé, hasta quizás aprenda a vivir a mi manera—
Tomás no podía comprender aquella pose sumisa ante la vida, pero sí podía respetarla. Después de todo, tarde o temprano la balanza se equilibraría y ese chico tendría su propio ritmo. —Espero que lo logres, Facundo...—
—Claro que lo lograré, pero todo lleva su tiempo. Además, mi padre algún día morirá y la empresa será mía ¿No?— Riendo ante aquel comentario negro como el alquitrán, Facundo continuó. —Debemos apurarnos, seguramente ahora Juan debe estar en su casa ocupado en "sus asuntos internos" con la linda secretaria que tiene— Encendiendo el auto, Facundo se dispuso a recorrer el camino.
—No hables así, Facundo, no necesariamente todo hombre debe faltarle el respeto a una mujer que trabaja bajo su mando...—
Volteándolo a mirar a Tomás, Facundo relució su sonrisa, aquella que a veces atemorizaba. —¿Qué piensas qué hago yo con mi secretaria?—
Avergonzado ante tal desfachatada confesión, Tomás solo miró el pavimento que circulaba bajo las oscuras ruedas. —Eso es distinto... Ambos son jóvenes, tienen pasiones.—
—Oh... Claro, somos jóvenes, buena excusa— continuando con la malévola impresión incomoda que tan familiar le resultaba, Facundo siguió hablando. —Sí Amelia fuera tu secretaria. ¿Qué harías?—
La respuesta era obvia y aquello lo avergonzó. Dándose por vencido, Tomás desvió de tema ganándose otra risa a su costa con el porte lírico de una ópera. —Apúrate o llegaremos tarde...—
... ... ...
Mirando por la ventanilla del coche, Tomás observaba como Facundo discutía de manera acalorada con el portero eléctrico de la vivienda.
Luego de haber pasado la casilla de seguridad, muy similar a la que tenían en su anterior residencia, la nueva morada del patriarca Von Brooke se presentó integrándose en el paisaje. La fachada aún seguía ornamentada con las excentricidades que solo una mente infestada en billetes podía presumir. Almenas en su techo y varias esculturas protegiendo los blancos pilares de mármol hacían juego con la fuente central donde una doncella lanzaba un infinito flujo de agua desde una tinaja que sostenía. El lujo seguía presente, pero no en la misma medida que en el antiguo hogar conocido, aquello solo reflejaba un sutil cambio de los muchos que había sufrido el padre de Amelia.
Pronto la imagen de Facundo sacudiendo su mano desde la puerta le indicó que era hora de enfrentar el motivo principal de su venida a tan curiosa residencia. Volviendo sus mangas a su posición central y rezando a los cielos por una respuesta favorable, Tomás estaba listo.
La puerta del auto fue abierta y el recorrido realizado. Era un hecho que la sudoración empezaría, los nervios afloraban en cada paso. Quería hablar y gritar su verdad a los cuatro vientos, los sentimientos protectores brotaban y la sinceridad era un inminente suicidio que pronto cometería.
Al llegar al portal principal, Facundo aún permanecía estático a su lado. Se mostraba a sí mismo perturbado, al notarlo, Tomás se animó a cuestionar algo de información sobre la situación que ahora atravesaban. —¿Qué hacemos ahora?—
—Bueno...— Corriendo la molesta porción de flequillo que ahora caía ante sus ojos, Facundo acomodó su camisa haciendo que su porte mutara inclinado a la madurez. —Entraremos y yo hablaré, tu apoyarás todo lo que diga... Tomás, Juan aún me ve como un niño, pero espero que tu presencia le de veracidad a la historia.—
Suspirando, Tomás respondió. —Eso espero.—
—¿Nervioso?—
—No te lo negaré...— Murmurando sin cambiar su postura centrada, Tomás respondió aquel suave cuestionamiento con un hilo de voz. —Estar cerca del padre de Ami me incomoda un poco.—
—Sí me lo preguntas en base a mi experiencia, no es un mal suegro, por lo menos antes no lo era. Dejaba mucho tiempo la casa sola, Lia y yo realmente la pasábamos bien, era como vivir en Sodoma y Gomorra con clase—
—No hacía falta ese comentario tan desafortunado, pero gracias por compartir tu experiencia.— Mitigando sus celos con el palpitar de su corazón, Tomás contuvo sus ganas de enterrarlo junto a las magnolias de ese bello jardín delantero donde ambos se encontraban parados. No era tiempo para niñerías.
Pronto el portal se abrió revelando detrás de sí a una mujer joven uniformada con la vestimenta propia de una ama de llaves. Ella, muy amable en sus gestos y tratos, los invitó a pasar a ambos. Dentro del recinto el moderado lujo no disminuía, pero hubo algo que llamó de sobremanera la atención de Tomás en el preciso instante en que puso un pie dentro.
Las paredes rezaban historias, leyendas enmarcadas susurradas por imágenes. Allí una conocida joven sostenía un diploma escolar, mientras que en otra foto más actual ella sonreía al lado de un piano con sus manos claramente alineadas a un do sostenido. No pudo negarse a sí mismo la nostalgia acompañada por desesperación, esa sonrisa que tan bien adornaba cualquier cuarto se estaba desvaneciendo, estaba muriendo en conjunto con el sol. El tiempo apremiaba y la rosa se secaba, lucharía incansablemente para traerla nuevamente a su cielo y elevarla a la gloria.
Pronto, sentados en un amplio sillón, esperaron impacientes sumergidos en un completo silencio. Cada minuto se enterraba en sus pulmones y les quitaba el aliento. La paciencia se perdía y la locura indescriptible de un amante temeroso nuevamente nacía.
—Disculpa la tardanza, pero tu entenderás mejor que nadie Facundo que no estoy jugando a las cartas exactamente— Desde una de las múltiples puertas apareció Juan Von Brooke con su cabeza mojada, con gran habilidad realizaba un nudo en su corbata antes desecha. Al mirar al hombre vestido con uniforme clerical, sonrió estático, para luego volver a hablar. —Debe ser la cuarta vez que olvido su nombre, padre. Pero me alegra verlo aquí— Acercándose con una actitud amistosa, Juan estiró su mano esperando un sobrio apretón.
—Soy... Soy Tomás, Tomás Valencia.— Respondiendo el gesto, estrechó su mano, logrando así que las distancias se acortaran. Pronto el político se sentó enfrente suyo, teniendo como única barrera entre ambos la pequeña mesa enana vacía.
—Ahora sí, Facundo. ¿Con qué estupidez me vienes ahora?— Rompiendo el hielo, Juan habló.
Facundo quiso hablar, pero fue Tomás quien respondió con su garganta envenenada en apuro. —No es ninguna estupidez, Juan. Es sobre Amelia...— Ganándose un fuerte codazo por parte del joven que estaba sentado a su lado, Tomás continuó hablando. —Ella está mal—
—Espera...— Sin permitirle continuar hablando, Juan lo interrumpió. —Según tengo entendido nadie puede hablar con Amelia o verla a causa de su terapia. Con todo el respeto posible ante tu profesión, Tomás, pero; ¿Qué te hace pensar qué sabes algo de su estado?—
—Porque yo la vi, señor...— Tratando de comunicar su verdad, Tomás intentó que los sentimientos no nublaran su razón. —Ella me pidió que le dijera a usted que quiere salir, que la revise un médico competente para analizar su estado... Su ex prometido— Haciendo un importante hincapié en esa palabra, Tomás acentuó cada sílaba. —Es quien la mantiene allí por la fuerza.
Sin inmutarse, Juan permaneció en la misma postura. Sus ojos se posicionaron de manera estática sobre Facundo, incriminándolos con su brillo. —Dime una cosa, Tomás... ¿Cómo diste con ella? Y, lo más importante; ¿Cómo llegaste a contactarte con éste niño?—
—Bueno... Yo ofrezco apoyo espiritual. Gracias a Dios caí en el mismo sitio donde habita mi áng— Recibiendo un segundo golpe imperceptible, Tomás modificó sus palabras. —Mi amiga, mi muy querida Amelia... Usted sabrá bien, al igual que yo, que Facundo realizó varias visitas a su hija en épocas del buen pastor. Al darme con tan cruda realidad por la que atravesaba la señorita, busqué su nombre en el directorio, para mi suerte lo encontré y clamé a él esperando su apoyo—
Riendo con algo de ironía, Juan sentenció. —Una muy rara e interesante casualidad. ¿No lo cree usted, padre?—
Intentando remarcar la veracidad de la historia, Facundo intervino. —Es verdad lo que él dice, Juan—
—Claro, sí... ¿Verdad cómo aquella vez que inventaron un viaje de escuela y ambos estaban emborrachándose a un costado del país? ¿O cómo en esa ocasión en qué ambos decidieron fugarse a perseguir una insulsa banda? Sin olvidar mi favorita, cuando tú me inventaste que Amelia tenía una convención de música y los encontramos a ustedes dos drogados en las puertas de un antro de mala muerte— Mirando a Tomás, Juan hizo que sus ojos relucieran como una brava tormenta lista para desencadenar su tempestad en un inocente cultivo. —Dime, ¿Cuánto te pagó éste niño para que vinieras?—
—Yo no le pagué nada, Juan... Es verdad todo lo que intentamos decirte—
Refutando sus palabras, Tomás alzó la voz. —Su hija está sufriendo, está lastimada y llena de los males que en ese horrible lugar le están inyectando. ¿No le importa? ¡No solo la salud de Amelia está en juego, también su integridad!—
Levantándose de su asiento, Juan caminó en silencio hasta una de las paredes. Allí contempló desde la nostalgia una foto de una familia rota recién ensamblada. —Luché mucho para tener una buena relación con Amelia. ¿Saben? Sé que no fui el padre del año, pero intento hacer bien mi trabajo. Augusto es un idiota, pero un idiota con buenas intenciones. El mejor que nadie sabe lo que es la oscuridad que mi hija guarda a dentro. No dejaré que un niño caprichoso y un cura sobornado saquen a Amelia de un lugar donde luchan para que ella mejore— Volteando, Juan incriminó a Facundo. —¿Ahora qué es, Facundo? ¿Un recital? ¿Una nueva discoteca? ¿Una excusa para dejar un tiempo a tu padre y escapar de tus responsabilidades? Deja de comportarte como un niño, Facundo... No arrastres a mí hija contigo a tu perdición, ella por suerte ha mejorado— Dirigiendo ahora su colérica mirada a el falso sacerdote, Juan continuó. —De usted no puedo agregar más que sorpresa y una gran desilusión. ¿Quería dinero? Lo hubiera pedido y lo tendría sin necesidad de mentir...—
—Mira— Perdiendo todo respeto, Tomás se puso de pie. — No permitiré que pongas mi moral en duda, estoy aquí intentando hacer las cosas como se debe para salvar a una joven que en cualquier momento puede sufrir las consecuencias de su incredulidad. ¿Qué necesitas para creerme e ir a buscar a tu hija? No te pido que la saques, solo quiero que alguien profesional la evalúe así ves la verdad... Aquí el villano está muy bien escondido, Juan—
—¿Qué quiero? Primero y principal pasar el año nuevo con mi hija sana. Pero, si quieres que te crea tráeme pruebas, no a un niño lindo bastante tonto y a un cura que ya fue corrompido por su billetera—
Encaminándose a la puerta con una clara intención de salir, Tomás respondió. —Entonces las tendrás— La puerta fue abierta y cerrada, el mismo se había marchado sin ser despedido, no podía creer la incredulidad de ese hombre ante la dura situación.
Caminó apresurado de retorno al auto, necesitaba serenar su mente. Para su suerte el seguro no había sido puesto, se adentró en él solo para cerrar los ojos unos segundos en búsqueda de paz mental. El gran golpe que dio en el tablero con su puño cerrado solo fue una sencilla descarga de todo lo que su atormentado corazón soportaba.
—¿Qué fue todo eso?— Sentándose a su lado, Facundo había aparecido. Era un hecho que lo habían sacado educadamente.
Aún con los ojos cerrados, Tomás murmuró. —¿Por qué no me dijiste qué Juan no te creería una sola palabra?—
Suspirando, Facundo sentenció. —Teníamos que intentarlo... ¿Qué haremos ahora?—
—Darle lo que quiere—
—Pero, ¿Qué le daremos? Es su palabra contra la nuestra—
—No lo sé, pero de alguna manera lograré que él la saque de allí y sí no lo hace yo mismo la buscaré— Abriendo los ojos con la velocidad de un rayo, Tomás tuvo una idea. —Tú tienes un celular, puedes prestármelo así yo hago que ella lo llame desde el sanatorio—
—No hay señal ahí, Tomás... Es muy alejado—
Refunfuñando, Tomás volvió a cerrar los ojos. —Maldición—
—Pero puedes grabarla, luego le enviamos el video a Juan. Sí no lo cree a su propia hija entonces ya no sé qué hacer.—
Recomponiéndose en su asiento, Tomás dijo lo que sus impulsos dictaron. —¿Puedes buscarme mañana mismo para ir a esa condenada clínica?—
—No... Mañana no, no te dejarán pasar, además los lunes son los días en que, supongo yo, que Augusto visita a Amelia. No creo que quieras cruzártelo— Pensando de manera fría, Facundo hizo los cálculos mentales necesarios. —El miércoles iremos...—
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Luego de dos semanas sin internet, he vuelto. La historia es bastante graciosa, así que la contaré.
Mi hermoso y bello marido, Nel2223 quiso poner una nueva soga para extender la ropa al sol. Yo feliz por tener un nuevo lugar para secar mis vestidos me quedé tranquila en el interior de mi casa navegando por internet y viendo supernatural... De la nada el internet se cortó. Levanto el teléfono para ver sí era un problema de mala conexión, pero no había tono. Asustada, salí al patio a ver qué había sucedido en el cableado.
Lo veo a mi señor marido, el mismísimo Nelson Evron, sonriente, con una pinza en su mano y el cable del teléfono en la otra..... —Mi amor, corté un cable que no servía para hacer la soga—
................ Saludos para Nelson, aquí.............
Les parecerá mentira, pero es verdad. El señorito cortó el cable principal que conectaba a la casa con el poste de luz. El pobre no sabía sí ahorcarse con el cable o correr por su vida cuando supo la realidad, mi vida, un santo él.
Bueno, aquí está lo que la mayoría espera: Los resultados del concurso.
Aclaraciones: Las más antiguas, aquellas de huesos negros, recordarán que el año pasado, en ésta época, cuando escribía PP, que enfermé gravemente. No hace falta contar que pasó, pero solo les diré que la fecha de tan dura pérdida me trae mucha tristeza, no es fácil sobrellevar lo que me sucedió sin caer en las lágrimas. Por eso hice esto, algo tan simple como un concurso, para darles un poco de alegría en éstas fechas y de paso, para dármela a mí también.
Sí eres como yo y odias los festejos de diciembre por un motivo personal, sí extrañas a alguien, sí luchas contra una enfermedad. Entiende esto, no estás sola. Te saludo desde mi corazón lastimado y te abrazo con mi alma intacta.
Ganadores:
Los números que fueron sorteados fueron designados por una página al azar que brinda una numeración aleatoria. Más abajo dejaré una foto para corroborarles que aquí no hubo favoritismo ni mi mano negra metida.
Primer lugar: Número 21, perteneciente a @martinbluecry13 martinbluecry13
Segundo lugar: Número 11, perteneciente a @OryCham22 OryCham22
¡Muchas felicidades, chicas! Por favor contacten conmigo a través de mi FB "Ann con teclado".
Sin otra cosa que decir, les deseo a todas un feliz año nuevo. Que lo malo se marche y solo venga alegría, que los dolores se vayan porque la vida es un carnaval y las penas se van bailando. (¿)
Quien no mató a su marido:
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De paso, año nuevo choto, haz que me hable alguna editorial. No joda, me lo merezco, hasta prostituyo a toda la iglesia sí alguien de casa Nova me da bola.
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