36: "Hilo"



N/A: Los hechos sucedidos en "hilo" (los cuales son tres capítulos) manejan una única línea temporal. Con esto quiero decir que todo lo que suceda hasta terminar la trilogía sucede en un periodo de dos días de manera simultánea. ¡Viva Perón!

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Los neumáticos se desgastaban con su incesante andar contra la suave lija del camino, no era sencillo conducir en la soledad de un carro con la conciencia atormentada por una decisión la cual tenía un claro designio, mejorar su vida. Se había alejado hacía cuatro horas del tranquilo pueblo de San Fernando, todo ese tiempo metido en la oscuridad de su cabeza había logrado devastar su moral. ¿Había hecho lo correcto? Con el correr de las semanas quizás vería los frutos de su fechoría, eso sí aguantaba la pesada carga de haber jugado con la reproducción ajena humana.

¿Ajena? No, es propia. Es algo que será nuestro, será de todos. Pronto traerá alegría y mejorías a nuestra vida... Amelia recapacitará.

Amelia...

Lo sabía en cuanto pensó su nombre, ella no aceptaría algo que no estaba en sus planes, era demasiado libre como para atarse a una sorpresa, Amelia no debería saberlo. No sería cosa difícil, muchas veces su periodo se había atrasado por diversos factores, podría escudar aquella incubación con la excusa del estrés o una mala alimentación. Cuando el tiempo haya pasado y sea demasiado tarde como para deshacer su plan, ella no arriesgará su vida y allí estaría él, listo para ser su benefactor. La condena pública no la atacaría y tendrá la calidez perfecta del perdón entre sus brazos, comprará juguetes y ensamblará una cuna, el romance sería inminente alimentado con la esperanza de una vida no nata.

Él es un capricho, un eco del pasado. Amelia lo sabe... Su padre no entendería sus artimañas de alcoba y mucho menos preferiría a un hombre de casi su misma edad como el marido de su única hija, la prensa lo despedazaría y su supuesta moral de derecha se rompería en pedazos.

Cuando los suburbios aparecieron, contempló con nostalgia el pasado. Recordó como lleno de ilusiones había circulado ese mismo camino listo para entregarse a el amor de una comunidad rural. Trajo a su memoria toda la esperanza que cargaba consigo y como ésta se había marchado en conjunto con la ignorancia hacia el pasado de su prometida.

Dios cierra una puerta, pero abre una ventana, todo saldrá bien.

Las casas de moderada adquisición pasaban por delante de sus ojos mientras que conducía de manera autónoma mecánica, navegando en su trance mental se quedó contemplando el semáforo, hasta que la bocina de un coche posterior lo sacó de su letargo. Asustado por aquello que había resonado en su tímpano, volvió a la realidad y se dispuso a seguir su camino, teniendo la casa de su niñez como único destino.

Los minutos corrieron apresurados en el reloj y pronto la gran verja repleta de enredaderas le dieron la bienvenida, bajó a abrirla, agasajándose a sí mismo con una idílica visión de su jardín, aquel que había caminado con zapatos y había corrido con los pies descalzos. Sin más preámbulos retornó al vehículo y lo adentró a su hogar, haciendo que el furioso ruido del motor percatara de su presencia a todos los habitantes de su residencia.

Una mujer salió de aquella casa blanca vistiendo un vestido floreado mientras que la cruz de plata de su cuello brillaba con el último brillo del crepúsculo, al observarla sus ojos se iluminaron, su madre siempre tendría su corazón sanador dispuesto a curarlo. Apresurado apagó el coche y salió a su encuentro, fusionándose en un abrazo y cubriéndola de besos, reflexionó sobre la alegría materna que ella sentiría al saber que la genética por su lado también seguía, estaba haciendo lo correcto.

—¡Mi niño! ¡Qué delgado estás! ¿Te están dando de comer bien?— Acariciando sus mejillas su madre estaba deslumbrada por la presencia de su hijo menor, dando un último beso en su mano, sus cuestionamientos continuaron. —¿Y Vonnie? ¿No vino contigo?—

Disimulando el amargo contratiempo que pasaba en su relación, sonrió, ocultando detrás de cada diente el secreto de una unión pendida de un hilo. —Se moría de ganas de venir, mamá, pero ya sabes que ella mantiene un local. Además, está tocando el piano en una iglesia, los paisanos se encariñaron bastante con ella y no la dejaron marcharse— Mintiendo, concluyó.

—Oh, cuanto me alegro por ella, es una bendición para ese pueblito tener dos personas tan buenas y, además, que felicidad saber que la fe de Amelia está renaciendo. Había hecho que arreglaran el cuarto matrimonial de huéspedes para ustedes, pero al saber que estás solo, creo que añoras más tu cuarto—Agarrando su mano, brindándole el calor de su infancia, lo condujo a dentro de su casa.

Al entrar las paredes pasteles lo atacaron, reluciendo en su superficie cada uno de los papeles prolijamente enmarcados. Sus logros, en conjunto con los de sus hermanos, rezaban sus estudios, pero la joya central sin duda alguna era los de su padre. Trayéndolo a su memoria, cuestionó. —¿Y papá? ¿Sigue en el trabajo?—

—Ya sabes cómo es tu padre, jamás dejaría el consultorio cerrado—

Con temor a aquella respuesta, debió formular la duda que bailaba en su cabeza. —Pero, él sabía que yo vendría. ¿No podía quedarse a darme la bienvenida?—

—Mi niño— Nuevamente sanando sus heridas, su madre apretó su mano. —Para mí siempre serás un niño, pero para tu padre eres un hombre. Un hombre recto y derecho que entenderá las obligaciones de su profesión, la profesión de todos ustedes...—

Doblegado ante la razón, suspiró con tristeza. —Sí, mamá... Tienes razón—

—Arriba, ese ánimo, más tarde llegará tu padre y podrás contarle todo lo que deseas. Ahora ven a la cocina, te daré algo de comer, hice mucha comida pensando que tendría dos lugares ocupados en la mesa así que tendrás que comer el doble.—

Sonriendo ante la habilidad maternal de borrar el venidero llanto, sonrió. —¿Qué cocinaste?—

—Tu favorito, macarrones con boloñesa, claro... Sí es que te sigue gustando y Amelia no me destronó de tu estómago—

Recordando la escaza habilidad de su prometida ante la cocina, con una risa negó. —Nadie le gana a tu cocina, mamá. Además, Vonnie sigue aprendiendo a cocinar—

—No la juzgo, el haber vivido rodeada de esclavos mal pagado debe haberle generado una terrible inutilidad ante los quehaceres de una esposa. Hablando de eso, ¿No hay problema con que vayamos en navidad? Somos muchos... Pero tu padre insiste en conocer donde trabajas—

—No, mamá, es más, Vonnie está encantada con que vengan. Seguramente invitará a más personas. ¿Recuerdas a Mónica?—

—¿La madre soltera con el bebé?—

—Sí, ella. De seguro también nos acompañará.— Dirigiéndose a la cocina, tomó su antiguo lugar en la mesa mientras que su madre rellenaba un tazón con el vaporoso contenido de una olla.

—Ese niño es hermoso, cuando la veo a Amelia sostenerlo no puedo dejar de pensar en mí próximo nieto. No le digas a tus hermanos, pero yo sé que ustedes tendrán hijos bellos; Blancos, rubios y con los ojos del cielo. Sin duda alguna será el más bello de la casa, no puedo aguantarme las ganas de conocerlo—

—Sí... Yo también muero de ganas de tenerlo—

... ... ...

Los gritos de odio eran truenos en su firmamento, la devastación era inminente ante la tempestad de Santiago Santana. Allí estaba su padre, impidiendo que su madre le hablara mientras que la sujetaba en sus brazos y exclamaba con cólera en su mirada. —Ni siquiera sirves para unir nuestras familias, eres una deshonra—

Acurrucado en el suelo e intentando recomponerse de su llanto, las palabras salieron de manera entrecortadas en una súplica gutural. —Pe... Pero, papá, yo no sabía, no es mí culpa—

—¡¿QUÉ NO ES TU CULPA?! ME ESFORCE SIEMPRE PARA DARTE LO MEJOR, A TODOS USTEDES LES DÍ LO MEJOR. ¿Y ASÍ ME PAGAS? ¡VETE DE AQUÍ Y NUNCA MÁS VUELVAS!—

—Yo no sabía, papá, por favor... Amelia no se irá, nadie lo sabrá, no me hagas esto...— En correntadas cristalinas las lágrimas caían por su mejilla, era demasiado, ya no podía mantenerse consiente ante tanto dolor.

—Augusto...— Acercándose a su hijo, Santiago Santana proclamó su decepción. —Debías emparejarte con ella, con su familia, tener la tuya propia... Todos tus hermanos lo lograron, tu solo eres la vergüenza, aquello de lo cual nunca volveré a hablar— Dándole la espalda, el patriarca se alejó. —No quiero volverte a ver, eres una decepción—

—Pe... Pero, papá, podemos adoptar... Amo a Amelia, ella me ama. Los Von Brooke estarán en el árbol familiar—

—Idiota...— Cerca del marco de la puerta, unas últimas palabras salieron dedicadas al menor de sus hijos. —Tu puta no te ama, solo se divirtió contigo esperando a otro. ¿Crees que Juan Von Brooke aceptaría un nieto sin linaje? ¿Qué harás? ¿Ejercerás con el título que yo mismo pagué? Eres la peor decepción de todas...—

De repente abrió sus ojos, mientras que notaba como las sábanas blancas de su antigua cama estaban mojadas con el caudal de sus propias lágrimas. Todo había sido simplemente otra de sus habituales pesadillas, sus antiguos posters de aviones y las figurillas de acción que había tenido toda su vida ahora le daban el sosiego mediante una bienvenida.

Respiró hondo y se calmó a sí mismo con un suspiro, estiró la mano para tomar su reloj de muñeca de la mesa de noche y atónito observó la hora, se acercaba el mediodía. Con la velocidad de un rayo corrió hasta el baño en búsqueda de despeje en el agua helada, lavando sus dientes y refrescando su cara, ni siquiera se dio a sí mismo el tiempo de vaciar su vejiga. La ropa antigua encerrada por casi un año en el closet lo revistió, llenándolo del aroma de lirios, era evidente que su madre había mantenido todo en perfecto estado.

Buscando la calma, agarró el picaporte de su sofisticado cuarto, el lujo existía, pero nada comparado a los que Amelia demandaba con su sola presencia. Salió y recorrió los pasillos, notando como antiguas fotografías lo observaban, juzgándolo por su secreto. Bajó las escaleras y escuchó las voces resonar desde la planta baja, una vez más ocultó su inseguridad.

—Nada fuera de lo habitual, solo algunos brazos fracturados. Desde que instalaron esa nueva pista de patinaje el negocio ha ido en aumento—

La voz teñida con una pizca de gracia de su madre, resonó. —¡Dante, por favor!—

—Pero, mamá— Su hermano mayor se acercó a su madre y besó su mejilla, haciendo que el sonido de la succión resonara en toda la residencia. —No te quejarás cuando te pague esas vacaciones que te prometí—

—Ni tampoco se quejó cuando le cambié el modelo de auto, Dan— Luis, su otro hermano ahora también se integraba a la charla, haciendo que un poco de su infancia cobrara vida.

Con algo de timidez, se apoyó en el marco de la puerta y aclaró su garganta haciendo que su presencia se notara. Al escucharlo sus hermanos voltearon, y con una sonrisa en el rostro, llegaron a su encuentro.

—¡Miren lo que ha desenterrado el perro!— Dante fue el primero en estrechar su mano y dar una ligera palmada en su hombro. —¿Cómo has estado, enano?—

Por otro lado, Luis también lo saludó, ahora el triunvirato Santana estaba junto, la calma retornaba. Sonriendo con la falsedad del silicón, Augusto habló. —¡De maravilla! ¿Helena y Gloria?—

Sonriendo, Dante respondió ante el cuestionamiento de su esposa. —De seguro en su clase de yoga, iba a traerla, pero mamá nos avisó que Amelia no vino contigo. Las chicas se aburrirían—

—Sí, eso es verdad. Helena está esperando que sean las cinco para acudir a su ecografía. Además, está cuidando a la pequeña Sandra— Acotó Luis.

—Niños, por favor, no se mientan entre ustedes.— Entrometiéndose en la charla, la matriarca tomó la palabra, Nora Santana hacía que la verdad sea revelada. —Sus mujeres no se soportan entre ellas, antes muertas que juntas. Siempre están compitiendo por ver quien tiene más anillos en sus manos—

Augusto pensó unos momentos en la prometida de aquella relación rota que poseía, para luego negar con un movimiento de cabeza. —Vonnie no es así, mamá, lo sabes.—

—Claro, ella no es así— Respondió Dante. —Pero entre todas, es la mayor culebra, sabe su poder y le saca partido. La comprendo, ella está un poco más arriba de las demás—

Riendo, Luis respondió. —¡Oye! Mi hermosa Gloria no está debajo de la hijita del gobernador—

—no, idiota, no me refería a que sea la hija de Von Brooke, sino por esa hermosa maza mamaria que posee—

Mientras que las risas aumentaban, Augusto defendió el honor del pecho de su prometida. —¡Oigan! No hablen así de mi futura esposa—

—Tú mismo lo dijiste Augusto, "Futura esposa", yo que tú la arrastro a la iglesia antes de que otro niño rico te la gane—

Entendiendo el motivo de tanto barullo entre su linaje, Nora puso fin a tan indecorosa charla. —Ustedes, por favor, vengan a la cocina, ya sirvieron el almuerzo—

—¿No esperaremos a papá?—

—Él ya está en camino, así que por favor compórtense—

Al escuchar aquellas últimas palabras provenientes de su madre, Augusto tragó saliva, su porte podía engañar a sus hermanos y hasta a su madre, pero era un hecho, su padre lo notaría.

... ... ...

La carne era arrinconada por los cubiertos y llevada a la boca con celeridad, entre las risas alborotadas de sus ecos de infancia, las emociones explotaban. Diversas charlas eran llevadas a cabo, sus sobrinas aparecían continuamente en sus oraciones, a pesar de no ser el único en aquella mesa que no poseía descendencia, era el último soldado en pie sin un anillo adornando su mano.

—¿Ustedes? ¿Para cuándo? Le prometí a Sandra que tendrá sus primos para atormentarlos a su gusto— Con la copa de vino en su mano, Luis reía mientras se refería a su propia hija.

Limpiándose cualquier resto de comida con su servilleta, Dante respondió. —Recién volvimos de la luna de miel, no seas pesado. Creo que llegará cuando deba llegar, además la pequeña Sandra tendrá a su hermanita en poco tiempo—

—Hablando de eso— Interrumpió Nora. —Amo a mis nietas, pero espero que pronto alguno de ustedes traiga un varón a esta casa, el apellido no debe morir—

—Eso será tarea de Dante, mamá. Yo ya tengo una princesa en casa y otra en camino—

—¿Mía? ¿Por qué no del enano?— Refiriéndose a Augusto, Dante nuevamente rio.

Poniéndose incomodo en cada palabra y sintiendo como estas oprimían su garganta, Augusto continuaba evadiendo cada mordaz pregunta referida a el apuro de su paternidad. Mirando por la ventana, notó como un coche se estacionaba en el jardín delantero, suspirando con algo de pena sentenció. —llegó papá—

Casi de una manera robótica los tres hijos acomodaron su ropa y sacaron de ella cualquier miga que haya divagado en su tela. En silencio esperaban la llegada del patriarca, mientras que el aire antes alegre que respiraban, se esfumaba. La puerta principal se abrió y a continuación escucharon el ruido seco de un maletín cayendo de manera torpe a uno de los sillones.

Santiago Santana había hecho su aparición, mostrando su rostro curtido por el sol y sus ojos celestes, al igual que los de sus hijos, siendo enmarcados por unas gruesas gafas de pasta. Augusto lo miró un momento que en su mente tuvo el peso de una eternidad, casi no le quedaba cabello y estaba mucho más corpulento de lo que recordaba, parado allí, delante suyo, estaba el peor miedo de su infancia.

Todos los hijos se pusieron de pie y caminaron en una actitud sumisa delante del hombre mayor, el cual con sigilo inspeccionaba uno a uno con una audaz mirada.

—Buenos días, señor.—

—¿Cómo le fue en el trabajo, señor?—

Con miedo a dirigir sus palabras de manera equivocada, Augusto se animó a abrir la boca. —Hola... Papá—

El hombre solo cortó el aire con su desprecio, antes de sentarse en la cabecera de la mesa y observar como su esposa corría apresurada a servirle un plato caliente del almuerzo. La carne estaba roja, tal y como le gustaba, sin esperar que alguien dijera algo, comenzó a consumirla bajo la atenta mirada de su familia.

—Estás más delgado— Pronunció el patriarca en un tono serio, mientras tenía su boca ocupada por el gran trozo de carne que se esforzaba en masticar.

—Sí, papá... Yo, yo en el pueblo debo moverme mucho, no tengo tiempo para descansar—

—Me parece bien— Aun dirigiendo sus palabras a Augusto, Santiago continuó hablando. —Es bueno que te mantengas activo, no como ustedes, vagos de mierda, que solo se mantienen detrás de su escritorio.—

—Pero, amor...— Interrumpió Nora. —Los chicos aquí han tenido bastante trabajo también, Dante me ha contado que ha tenido incontables casos de fisuras hoy. Además, Luis se mantiene también en movimiento por su nuevo puesto.—

—No le veo ningún esfuerzo a colocar un yeso o trabajar en una mugrosa posta barrial— Levantando una ceja, el mayor se refirió a sus hijos. —Aprendan de su hermano, el sí que se rompe el lomo en aquel pueblito por donde ni siquiera Dios anduvo. Colaborando con familias que seguramente aún piensan que un cáncer es un castigo divino.— Al terminar de hablar, notó los vacíos en la mesa. —Hablando de familias... ¿Dónde están sus mujeres?—

—Gloria tenía un compromiso en su clase de yoga, papá—

—Señor, Helena se quedó cuidando a la pequeña y esperando el turno de su ecografía—

Poniéndole su atención a el último en hablar, cuestionó a Luis. —¿Quién está viendo a tu esposa?—

—El doctor Barrera, señor.—

—¡Excelente! Un profesional de primera.— Volteando a ver a su hijo menor, espero su respuesta mientras que el silencio se hacía espeso debido a la tensión.

Aclarándose la garganta, Augusto habló. —Amelia se quedó cuidando su negocio, además toca el piano para una iglesia...—

—¿Escucharon eso, hijos? Una mujer que trabaja— Levantando la visión de su plato hasta su última descendencia, sentenció. —¿No te da vergüenza que tu mujer deba trabajar porque, seguramente, tu paga no les alcanza?—

—Papá... Augusto gana mejor que nosotros por la zona en la cual trabaja—

Golpeando la mesa, Santiago mostró su cólera disfrazada de autoridad. —¡CALLATE, DANTE! A TI EN NINGÚN MOMENTO TE AUTORICÉ A HABLAR.—

—Disculpe... Señor—

Mientras sus otros hermanos bajaban la mirada al piso, Augusto sentía la obligación de hablar. —Papá, Amelia es una chica muy activa... Ella trabaja porque le gusta ocupar su tiempo libre, no pasamos ninguna clase de necesidad—

—Entiende algo, Augusto...— Tomando la copa en sus manos, Santiago una vez más dejaba en claro su dominio. —Sí quiero convencer a Von Brooke a que invierta en una clínica privada, necesito que su hija diga lo bien tratada que es por los miembros de esta familia. Cuando sea navidad, espero que la mismísima Amalia me diga que ha cerrado su negocio porque necesitaba más tiempo para pintar sus ricachonas uñas—

Inquiriendo, Dante susurró. —Se llama Amelia, señor—

—¡NO ME IMPORTA COMO SE LLAMA! LO ÚNICO QUE QUIERO ES QUE SU PADRE ME DE EL CRÉDITO PARA QUE USTEDES, SANGUIJUELAS SIN TALENTO, TENGAN UN CONSULTORIO PROPIO— Bebiendo de su copa, Santiago continuó. —Es inaudito, a su edad yo ya tenía mi carrera forjada, en cambio todos ustedes parecen que esperan a que les caigan las bendiciones del cielo. —

—Sí, papá... Haré que Amelia ya no trabaje, di... Discúlpame—

—Te tomaré la palabra, Augusto...— Volviendo su atención al plato, Santiago siguió con su monólogo. —En cuanto a ustedes, no quiero volverlos a ver solos... La familia es la unión de todo y si están con sus mujeres en otro lado, llegarán otros fracasados como ustedes y se las quitarán—

—Sí, señor—

—tiene razón, señor—

—Perdón, papá—

—Ese mensaje va especialmente para ti, Augusto... Es un hecho que Gascolde ganará las elecciones y Von Brooke le conviene invertir en todo lo que le sea posible, quiero que pase la navidad con nosotros, en tu pueblito, así puedo tener una larga charla con él—

Entendiendo que eso sería difícil debido a la apretada agenda de su suegro, Augusto intentó hacer entrar en razón a su padre. —Pero, papá—

—PERO NADA, AUGUSTO. HACES LO QUE YO TE DIGO Y PUNTO— Empujando su plato, Santiago hizo saber a todos que había acabado. —Veo que todos ustedes ya terminaron de comer, ¿Qué esperan para irse a trabajar? No he criado a vagos en ésta casa... Cuando su madre termine de levantar la mesa no quiero ver a ninguno de ustedes—

—Sí, papá...— Luis fue el primero en levantarse y dejarle un beso a su madre en la mejilla, para luego, sin despedirse, salir apresurado.

—Yo también me iré, papá— Imitando la acción de su hermano, Dante se paró y se direccionó a su madre, pero la cruenta voz de Santiago volvió a resonar.

—¿Tú no piensas irte, Augusto? ¿O te quedarás de haragán en mi casa?—

—no, señor... Yo... Yo debo ir a buscar unas vacunas a las cinco en la clínica del sur—

Sin presarle atención, Santiago respondió. —Está bien, yo te acompañaré. Ponte tu bata blanca y lustra tus zapatos, ya no eres un niño como para vestirte con tenis de colores—

—Pe... Pero, papá, dejé todas mis batas en el consultorio—

—¡LO QUE ME FALTABA! UN MÉDICO QUE SE NIEGE A USAR SU UNIFORME Y ENCIME NO LO TRAIGA, ERES UNA VERGÜENZA PARA LA PROFESIÓN AUGUSTO. ¡QUÍTALO DE MI CARA NORA, ANTES QUE LO MATE!—

Bajando la cabeza, su madre no pudo decir nada. Se sentía humillado y despreciado, aquello no ayudaba en lo más mínimo a su moral ya derrumbada. Para su suerte Dante no se había retirado, tocó su hombro y con el cariño de un hermano mayor, susurró. —No te preocupes, enano. Tengo una bata extra en el auto, te la dejaré sobre el sillón—

Conteniendo la impotencia y aguantando los golpes, en un suspiro contestó. —Gracias... De verdad—

... ... ...

Estoy bastante aburrido, princesa. ¿Y tú? ¿Qué haces? Espero poder verte de nuevo por estos días

Tecleando en su celular, envió el mismo mensaje a tres diferentes contactos, mientras que detrás de la seguridad de un vidrio y con la protección de su escritorio encima, sabía que nadie lo veía.

Pronto la puerta principal del área que conectaba el sanatorio con la zona destinada a los fármacos se abrió. A su paso entró un hombre por demás conocido entre todos los profesionales de aquella clínica. El temible Santiago Santana con su carrera militarizada y su mal carácter a cuestas atravesaba los pasillos direccionado a él con un niño de menos de treinta años detrás suyo. En cuanto los vio a ambos, con sus largas batas blancas movidas con la velocidad de sus pasos como si fueran grandes alas de paloma, escondió su dispositivo.

Acomodó su camisa y se puso de pie, esperando que ese dúo llegara. La espera fue corta y la presencia del hombre mayor difícil de ignorar. —Buenas tardes, Grimmaldi—

—Doctor Santana, qué gusto el volverlo a ver— Disimulando la repulsión que sentía hacia ese sujeto, mintió sin descaro. Detrás del hombre, el niño recién graduado solo miraba al piso, aquello le llamó la atención. —¿En qué puedo servirle?—

Volteando a ver a su descendencia, Santiago contestó. —Él es mi hijo, Augusto. Viene a retirar unas vacunas antigripales para el pueblo donde trabaja. Por favor, explícale bien el procedimiento de la cadena de frio y sus cuidados, parece que hoy en día cualquier idiota puede disfrazarse de médico sin saber lo básico—

Aquellas palabras que el veterano pronunció hicieron que Lucas se sobresaltara. ¿Cómo un padre podría tratar así a un hijo? Luego lo recordó, su progenitor también tenía actitudes similares a las de tan desagradable arquetipo. Las salidas interrumpidas y las vacaciones suspendidas llegaron a su memoria con incontables imágenes mentales de los agravios de su propia sangre. Allí se lo imaginaba, Santiago Santana dándole la mano al asqueroso Enrique Grimmaldi, ambos felicitándose mutuamente por el pésimo trabajo que habían realizado en el rol paterno. Miró a ese hijo que se mantenía callado, lo contempló como a un igual, la pena acompañó a ambos en una especie de cómica fraternidad. —Sí, doctor... Yo le explicaré todo lo necesario a su hijo—

—Entonces lo dejo todo en tus manos, Grimmaldi— Sin darse el recato de despedirse de su colega o siquiera de su hijo, Santiago se alejó con la misma prisa con la que llegó.

Compartiendo la vergüenza con aquel joven que en silencio se hallaba, buscó en la cajonera los formularios que debería llenar. Acompañándolos con un bolígrafo, se los pasó al menor de los Santana. —Tómate tu tiempo para llenarlos, lee bien todo lo que dicen—

Augusto los recibió suspirando. —Gracias...— Mientras que empezaba a escribir en ellos, pronunció una única frase. —Disculpa a mí padre, él es un poco tosco—

—No te preocupes, conozco a los de su tipo— Preocupado ante la falta de experiencia de ese joven, decidió salir fuera del amparo del cristal, atravesando la puerta que se encontraba a su diestra. Al estar a su lado, cuestionó. —¿Debo explicarte la cadena de frío o solo tu padre quería hacerte quedar mal?—

—Adivina...—

—Oh, ya entiendo— Sintiéndose un poco identificado con ese muchacho, decidió romper las barreras de la formalidad, extendiendo su mano, se presentó. —Lucas Grimmaldi—

—¿Eres hijo del cirujano Grimmaldi?—

—Sí, para mí desgracia— Con una risa cómplice, Lucas hizo entender al joven que ambos eran atacados efectivamente por el mismo mal paterno.

Una mueca de alegría salió de la cara de Augusto al sentirse comprendido, mientras continuaba escribiendo, habló. —Déjame adivinar, todos en tu familia también son médicos ¿Verdad?—

—Parece que te ganaste una vacuna extra, Santana— Ahora era mutuo, ambos hablaban con libertad. —¿Dónde se irán los inyectables?—

—Para un pueblito del norte donde tengo mi consultorio, soy el único médico de allí—

Arqueando una ceja y dejando que sus ojos relucieran, Lucas respondió. —¿Zona desfavorable? Me imagino que tu padre debe estar muy orgulloso de ti—

—¿Tú crees? Apenas me trata mejor que a sus enfermeros...—

—No te preocupes, mi padre es igual. Nací ya con la profesión inculcada— Apuntando sobre el cristal el interior de su oficina, señaló el cuadro de un santo que colgaba de una de las paredes. —San Lucas, patrón de ...—

—Los médicos— Ganándole de mano, Augusto respondió.

—También es patrón de los artistas, pero no creo que mi padre me pusiera ese nombre pensando en que tendría un caballete y pinturas— Riendo, Lucas negó. —Pero tienes sus virtudes ésta profesión, el uniforme vuelve locas a las mujeres—

Con una sonrisa cómplice dejó de escribir, ya había llenado todos los formularios. —En eso tienes razón— Notando la mano de su colega, observó la sortija de matrimonio que éste cargaba. —Veo que el uniforme te ayudó mucho—

—Sí, una linda mujer y una niña en camino. ¿Y tú?—

—Prometido con una chica maravillosa—

—A ver, déjame adivinar a mí también... ¿Es enfermera?—

—No, no para nada. Ella es más de las cosas textiles—

Curioso ante el joven, Lucas preguntó lo primero que se le vino a la mente. —¿Ella vive contigo o la dejaste aquí, en la ciudad?—

—Por suerte, decidió acompañarme...— Recordando lo felices que podrían haber sido con Amelia si tan solo no aceptaba ese trabajo, Augusto intentó que su dolor no se reflejara en sus pupilas.

—Eso es genial, si la dejabas aquí seguramente en dos meses te abandonaba— Sus ojos brillaron ante una idea que seguramente haría a su colega mejorar sus ánimos. —Salgo de aquí a las diez, sí quieres puedes pasar a buscar las vacunas a esa hora, no hay problema. Tómate un poco de tiempo para comprarle un regalo a tu chica o para visitar a algún amigo, se te nota que estás un poco estresado—

—¿De verdad harías eso por mí?— Sorprendido, Augusto plagó su mente de posibles conjeturas en donde visitaría a algún amigo de la secundaria.

—Claro, cualquiera con un padre como el tuyo se merece unas horas de descanso—

—En eso tienes razón— Agradecido ante tal gesto, Augusto supo que debería corresponder su amabilidad. —Cuando salgas ¿Quieres ir por una cerveza? Te debo una—

—Sí mi mujer sabe que ando bebiendo después del trabajo me mataría— Sonriendo, Lucas volvió a hablar. —Pero una pizza no me vendría mal, de paso, te sacas de encima al molesto señor Santana—

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¡Hola, pecadoras!

Adivinen: ¿Quién está resurgiendo de sus cenizas?

Aquí Ann llena de trabajo y con la mente ocupada en un juego nuevo.

Antes que nada:

Gracias a todas aquellas que me esperaron, me hacen sentir realmente en un ambiente cálido. 

Uno está acostumbrado a que en internet todo sea gratis y automático, muchos no se dan cuenta que detrás de un capítulo hay horas de trabajo. Solo por eso, a ustedes, las que siempre me esperan, las quiero realmente.

Importante:

La hermosa HachiiUchii me ha regalado, con mucho amor, me ha regalado una portada para cada capítulo. Las iré subiendo durante estos días. ¡Eres un amor, preciosa! Muchas gracias por tan desinteresado gesto.

PD: Les saldrá la notificación de las modificaciones, no se asusten.

También quiero desearle un muy feliz cumpleaños a una persona importante para mí. TOMASDIAZ12 

Amor, que la vida te colme con todo aquello que mereces.


Sin más nada que decir, me despido, hermosas.

(No digo que día subiré porque seguramente mentiré, pero será en un periodo de 3-4 soles)

Quien las quiere, así pecadoras y todo:

La madre superiora y reina de espinas (Já, ese nombre que me puse XD)

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