22: "Renacer"


En puntas de pies y con los brazos levantados, Amelia intentaba llegar al objeto que arriba suyo se encontraba. Aquella vieja valija fuera de su alcance no tenía ni la más mínima intención de retornar a sus manos, arriba de su armario ella seguía allí, esperando que esa joven tuviera el coraje suficiente para tomarla y volver a salir con su verdad a las calles.

Pegaba saltos y sus pies por momentos flotaban en el aire, la posición del elemento no cambiaba y sus manos seguían vacías. Suspirando, pensó en Tomás, en cómo éste la ayudaría en un instante con su causa. Pensó en Augusto, en como éste pasaba a su lado sin ofrecerle su atención y, sintiéndose casi invisible, su silencio.

Cansada de tanta maniobra innecesaria, buscó la sensatez de una superficie más elevada. Arrastrando una silla con sus manos, se subió a ella, tomando así el objetivo de tanto arduo trabajo. La Valija cayó al suelo de manera estrepitosa, quería hacerse notar, después de todo aquel reencuentro era el inicio de algo nuevo. Con su presencia la historia volvía a cobrar vida y los diversos caminos nocturnos renacían en el clic metálico que esta producía al abrir sus seguros.

Arrodillada a su lado, Amelia sonrió al ir sacando poco a poco su historia. Como si de una antigua reunión se tratara, delante suyo desfilaban en herméticas bolsas su adolescencia. Prendas cortas, temerarias que a más de una causarían estupor coreaban su nombre, pidiendo nuevamente libertad. Faldas tan pequeñas como trozos de tela y vestidos los suficientemente cortos como para desmayar a cualquier cardiaco, se reencontraban con ella y veneraban su presencia. Una a una comenzó a sacar sus antiguas vestimentas, recordando la historia que éstas traían consigo. Las noches de desvelo montada en un auto rojo, las charlas etílicas que rozaban la filosofía de una vida marchita, el amor penado socialmente... El romance.

Sabiendo que no podría ocultar mucho más tiempo su necesidad de lucirlas, sacó aquello que hoy la haría feliz. Del interior de una de las bolsas apareció aquella larga blusa de tirantes que moldeada a su cuerpo y agasajaba al mundo con sus curvas, todo revestido en un solemne gris. Acompañada quizás con los diminutos pantaloncillos negros que Facundo siempre les atribuía un poder sobrenatural. Estaba lista, el cambio comenzaba y retornaría a sus orígenes.

Fingiendo no estar herida, salía de su crisálida. Renaciendo en la sinfonía de los tragos de colores chispeantes y deseando nuevamente caer en los brazos de un viejo amante. Lo temerario resurgía y con él, el vértigo de todo lo prohibido que antes consumía con avidez, bebiendo directamente de la botella de todos los males sociales. Convirtiendo el odio de su generación en un somnífero que lanzaría al aire con una última canción... Allí no se encontraba la esposa perfecta, no había recetas de como hornear complicados pasteles y como vestir acorde a la decoración de la mesa. Allí se encontraba solamente Amelia Von Brooke, surgiendo gracias a las cenizas de su romance, avivando las llamas con su propio calor. Volviendo a su mundo, agasajando a los pobres mortales con su candor. La humanidad se perdía y lo celestial volvía, el ángel mutaba bajo su carne y rompía las prisiones de hueso y etiqueta, volviéndose etérea en su melodía. El cielo podría ser suyo, solo si su pecador favorito la acompañaba en el vuelo de su silencio.

Con su armadura ya puesta, se dirigió a su última batalla no sin antes anunciar la guerra en sus ojos. Sombras negras y rubores acompañaban a las pálidas tonalidades de los labiales. Arrimada al espejo, Amelia sonreía ante su imagen, encontrándose nuevamente después de tanto tiempo perdida en la sobriedad. Con su cabello revuelto e incontables versos de lujuria aun naciendo de su cabeza y pereciendo en sus rizos, supo que estaba lista para caminar nuevamente por la cornisa y jamás caer al precipicio.

—Vonnie, ¿Por casualidad viste mi corbata azul?— Augusto aparecía desde el marco de la puerta, notándola como alguna vez la conoció. No podía negarse a sí mismo la impresión de aquella estampa, la mujer que antes había desaparecido en reuniones de té ahora se encontraba frente suyo de pie. —¿Y ese atuendo?—

—Estaba en la valija, creo que ya era hora de terminar de desempacar y por fin darle uso a toda mi ropa.— Rociándose en perfume, se sentía imperturbable, mostrando aquella satisfacción con una sonrisa grabada en su rostro.

Arqueando una ceja y cubriendo de moralidad la habitación, Augusto se adentró al cuarto notando cada una de las virtudes que su prometía exhibía. —No piensas, no lo sé ¿Qué enseñas mucho?—

Volteando con un dejo de desdén reluciendo en su mirada, Amelia sonrió. —Sí, lo sé, eso es lo genial... Después de todo me visto cómo se me dé la gana. ¿No?—

—Yo... Yo no digo lo contrario, gatita... Pero piensa. ¿Qué diría la gente?—

Recordando a Tomás y como antes se había mofado de aquel apodo que Augusto rezaba en su nombre un poco de cólera se vislumbró en sus pensamientos. —¡No me digas así! ¡No me gusta! Hasta me parece despectivo... ¿Lo que diga la gente? Bueno, la gente se puede meter sus opiniones justo en medio de su gordo y caído culo. No es mi problema que ellos se sientan acomplejados.— Tomando el envión necesario para salir del cuarto que ambos compartían, una última frase la detuvo.

—¿Podrías ponerte algo más decente?—

Amelia dejó que aquella cizaña creara raíces en su cabeza y el fruto de aquella frase renaciera listo para ser convertido en una dulce mermelada de ironía. Recordando uno de los elementos que había condenado al olvido, sonrió. —¿Más decente? Claro, no hay problema— Caminando nuevamente a su valija, abrió uno de sus cierres, metiendo la mano en el pequeño compartimiento que ésta poseía en su interior.

Lo reconoció rápidamente gracias al tacto suave de sus cuencas enredándose entre sus dedos. Lo sacó y como si fuera un viejo amigo, lo observó unos momentos con una alegre nostalgia. Ese viejo rosario negro que alguna vez Tomás le había regalado aparecía de nuevo en su vida. Recordó como se lo había puesto aquella vez y como ella con dolor y pena no había sido capaz de tirarlo. Cerrando aquella etapa de su vida y escribiendo una nueva, se lo colocó en su cuello, dándose el tiempo necesario para agasajarse con la cara estupefacta de Augusto. —¿Mejor?—

—Pero tú no crees en Dios, Amelia—

—¿Y qué? Después de todo es un hermoso collar— Alejándose del cuarto, tomó sus llaves en conjunto con su bolso.

—¿No desayunarás?—

—Lo haré con Mónica y mi sobrino—

—Bueno... Vonnie, que tengas una buena jornada.—

El mensaje no había llegado a ser entregado, Amelia se había marchado con un jolgorio acumulado en su pecho de manera sublime. Se sentía entera después de tanto tiempo haber estado fraccionada en los silencios de su memoria y los placeres olvidados de su cama. Volvía a buscarlo y ésta vez, disfrutaría cada instante a su lado.

... ... ...

—Buenos días— La campanilla anunció su entrada haciendo que su presencia sea un hecho antes de que su estridente voz resonara.

—Señorita Amelia, buenos días— Respondió Adriana, agarrando la cartera de su empleadora y dejándola colgada en uno de los percheros. Pronto un beso fue depositado en su mejilla.

—¿Cómo estás, preciosa? ¿Cómo van las ventas?—

—Todo en orden, por suerte. Hoy vino una chica a comprar un vestido, le quedaba realmente lindo.—

Sonriendo, Amelia empezó a notar la ausencia de su entrañable amiga, tenía demasiado que contarle y el tiempo empezaba a apurarle en conjunto con su ansiedad. —Eso es bueno, ya verás que poco a poco nos empezarán a perder el miedo. ¿Y Moni?—

—Subió hace unos momentos a preparar algo para el bebé. ¿Quieres algo?—

Dirigida a la escalera y comenzando a elevarse entre sus peldaños, Amelia respondió. —¿Qué te pareces si pones un poco de agua a hervir y desayunamos?—

—Cla... Claro, no hay problema y Amelia...—

—¿Si?—

—Ya averigüé los horarios para las clases de aerobics, quería saber si les gustaría ir conmigo... — Con timidez y casi un tono de voz sumiso, Adriana rezaba con fervor ante la esperanza de compartir un poco de su tiempo libre con aquellas mujeres.

—Claro, tonta, ya nos organizaremos—

Teniendo como única respuesta de su empleada una resplandeciente sonrisa cargada de esperanza, Amelia siguió subiendo. El piso donde habitaba su amiga, arriba de su local comercial, era pequeño, pero sencillamente encantador. Colmando sus paredes con fotografías de glorias pasadas y triunfos vecinos, la historia se contaba. El grupo completo sentado en una plaza sonriendo y las estampas de su vientre crecido, Mateo apareciendo al mundo, fuertes abrazos. Aquello infestaba de felicidad y enorgullecía en cada centímetro de muro, todas habían crecido a su manera encaminando su existencia a su provenir.

Mónica no aparecía en ningún lado y la suspicacia nacía. Buscó en el baño, abriendo la puerta con prisa, intentando encontrar a su amiga con los pantalones entre los tobillos lista para avergonzarse, pero eso no pasó. La cocina también estaba desolada, algunos platos sucios continuaban en el lavadero. Con la idea de que su compañera nuevamente habría caído en el letargo del sueño, se dirigió a su dormitorio.

Espió por la rendija casi inexistente que provocaba la separación de la puerta con su marco unos momentos, quería asustarla, pero lo que notó la llenó de ilusiones. Su amiga sonreía con su celular en mano mientras tecleaba compulsivamente sobre él. La esperanza de que por fin aquella buena mujer deje su soledad renacía.

Con suavidad abrió la puerta, irrumpiendo con malicia. —Es tarde para estar en la cama, vamos arriba—

Mónica no tardó en esconder su celular y mostrar en sus mejillas una abismal vergüenza, Amelia sabía que aquel gesto solo escondía culpabilidad detrás de sí. —Buenos días, Ami—

Recostándose a su lado y levantando a su ahijado en brazos, Amelia comenzó a besar las mejillas del niño haciendo que éste gorgojara ante tanto cariño depositado en él. —La que tiene buenos días pareces ser tu... ¿Con quién hablas, picarona?—

—¿Yo? No... Con nadie—

—¡Vamos, te conozco! ¡Dime!—

—¡Qué no estoy hablando con nadie!—

Amelia se levantó levemente solo para incriminar a su amiga con sus místicos ojos, aquellos que siempre tendrían la cualidad de hacer poner nervioso a su compañera. Mónica sentía la presión, pero la aberración que sucedería si su hermana de vida se enteraba la identidad de aquel hombre que despertaba en ella sonrisas, la aterró. Mintiendo, dijo lo primero que le vino a su mente. —¡Está bien, está bien! Conocí un chico en la ciudad... solo eso, ahora sí, ríete—

—¿Yo? ¿Reírme? Al contrario, me alegro. Es bueno que conozcas a alguien nuevo— Levantándose de la cama, Amelia cargó en brazos al pequeño niño, éste instantáneamente comenzó a tirar de su cabello. —¿Escuchaste eso? Tu mami quiere conseguirte un papi. Solo espero que no sea huevo seco como Augusto, te mereces un hermano.—

—¡Oye! ¿Qué sabes tú de hermanos? Si eres hija única—

—Lo sé, pero me hubiera gustado tener a alguien a quien molestar...— Sonriendo, empezó a notar que las fuerzas de los jalones depositados en su cabello aumentaban. —¡auch! Deja eso, Mateo.—

Mónica se sentía culpable, le había mentido a una de las pocas personas que realmente la estimaban. No estaba preparada para revelar su verdad ante nadie, menos delante de una de las personas que no creería en el repentino cambio que el hombre que ahora provocaba en ella suspiros, tenia. Intentando desviar su atención de aquella oscura mancha en su conciencia, notó la ropa de su amiga, ella estaba cambiada. Como si de un viejo recuerdo se tratara, la antigua Amelia estaba parada delante suyo. —¿Y ese look?—

—Nada nuevo, desempaqué lo último que me quedaba y pensé "Oye idiota, usa toda la ropa que tienes"—

—No tendrá nada que ver con Valencia esto ¿Verdad?—

Amelia sonrió unos momentos al ser absorbida por la imagen de aquel hombre que la devolvía a sus orígenes. —De hecho... Un poco sí, ayer hablé con él y me hizo darme cuenta de algunas cosas—

—¿De qué?—

—Que no debo aparentar ser algo que no soy... Ahora vámonos, baja a desayunar que muero de hambre.—

... ... ...

La tarde se enunciaba inclemente, pronto las campanadas de la iglesia anunciarían las siete de la tarde y con ella el inicio del final de una vacía jornada laboral. Por más que la compañía sea grata y el trabajo soñado, la prosperidad no aparecía. La fobia que causaban dos citadinas con su alboroto de colores y su libertad de vida era demasiada ofensa para los canónicos principios del tranquilo pueblo de San Fernando.

Aburridas, las tres jóvenes en el interior del local comercial charlaban con una baraja de cartas centrada en la mesa. Algunas risas brotaban en compañía del canto de las cigarras, era un hecho, no habría más ventas por hoy.

Cuando todo se había visto perdido, la campanilla que presentaba a los extraños en el recinto, sonó.

Ninguna se molestó en hablar, el ritual sería el mismo. El extraño entraría, miraría todo sin decir la más mínima palabra y luego se marcharía con la clara idea en la cabeza de jamás volver.

Adriana, quién aún se mostraba reacia a darse por vencida, se animó a hablarle a aquella mujer que acababa de ingresar. —Hola, buenas tardes... Llegaron vestidos nuevos, siéntase libre de mirarlos y probárselos—

—No creo que los vestidos sean mi estilo, pero los veré, muchas gracias— Desganada, la joven intentó corresponder su amabilidad con la última pizca de ánimo que tenía.

Tanto Amelia como Mónica reconocieron esa voz al instante, una súbita alegría inundó sus corazones al reencontrarse con un ser tan importante como el que ahora estaba parado en medio del comercio. Con el corazón exaltado, la notaron, Natalia con su clásico porte ambiguo y su cabello corto las invitaba a tirar toda clase de responsabilidad por la borda.

—¡Nati!— Mónica fue la primera en correr a sus brazos y treparse casi a sus hombros con la inclemencia de un abrazo.

Amelia con una lentitud un tanto taciturna también llegó a su encuentro, haciendo que un clamado beso fuera depositado con una euforia soberbiar a causa de aquella antigua amistad. —¿Y Carrie?—

—Vine sola...—

Mónica, notando como el porte de su amiga se oscurecía, cuestionó. —¿Qué pasó?—

—Yo y ella... Es una larga historia, no creo que algo vuelva a ser igual... Solamente quería un lugar donde estar tranquila y ustedes son la única familia que tengo...—

Amelia envolvió su cintura, podía oír el crujido de sus sentimientos partidos llenar el aire y envolver la atmosfera con una azul luz mortuoria a causa de su fallido romance, sin soltar, pronunció. —Adri, puedes irte, eso es todo por hoy—

—Pero, Señorita Amelia, aun debo organizar todo el depósito—

Mónica fue la encargada de concluir la oración al notar como Natalia les daba la espalda, ocultando su vergüenza ante el pronto llanto que seguramente ejecutaría. —La hacemos mañana, Adri... Ahora ve a descansar—

—Sí, claro, no hay problema— Adriana, respetando los silencios y entendiendo la escena que delante de sus ojos se desplegaba, levantó su mochila y se dirigió a la puerta. —Hasta mañana, chicas—

—Que tengas buenas noches—

La puerta ya había anunciado su retirada, con una velocidad sobrehumana Mónica giró el cartel de bienvenida, haciendo que cualquier intruso supiese que ya estaban fuera de servicio para luego echar llave, la situación demandaba intimidad.

—Ahora sí... Vamos arriba, de seguro tienes mucho que contar—

—Por desgracia, si...— Empezando a ascender por la escalera, Natalia hacía que su voz muriera para que su corazón hablara. Necesitaba esa charla como nunca antes.

—¿Comiste algo?—

—No, Ami... Bien amaneció armé mi mochila y me fui a la estación a esperar al bus para venir a aquí...—

—Entonces iré a encargar una pizza ¿Te parece? No quiero que ninguna de ustedes me destrone como la más flaca del grupo— Intentando en vano hacer nacer una sonrisa del rostro de su amiga, Amelia habló.

—No hace falta, de verdad—

—Claro que hace falta, no quiero que te desmayes o algo. Vamos, todas sentadas, iré a por Mateo— Entrando a su apartamento, Mónica obligó a ambas jóvenes a tomar lugar en el amplio sillón que poseía. Aún el silencio abundaba y las miradas deprimentes nacían, cuando retornó cargando a su bebé en brazos, sentenció. —Cuenta, te escuchamos...—

El dolor atravesaba su garganta y se colaba en sus cuerdas vocales, haciendo que cada exclamación fuera un martirio para su alma y una ansiada liberación para su cabeza. —Caro y yo peleamos, pensamos distinto... Ya no nos veo futuro—

—Pero, ¿Qué pasó?—

Depositando su visión en el piso, poco a poco la cristalina pena empezó a brotar de sus ojos, haciendo que cada lágrima traiga consigo una clamada liberación. —Siempre cuando volvíamos de trabajar un grupo de idiotas nos molestaban, la última vez no aguanté y respondí... Estaba consumida por el odio y ella tuvo que hablar... Me hizo sentir que yo tenía la culpa de que la gente me tratará así, que yo soy la única causante de todo el odio que me depositan encima... Que debo cambiar, dejarme más largo el cabello y quizás usar vestidos. Mierda, chicas, yo no quiero esconderme... Demasiado me costó dejar todo para volver al principio, no puedo hacer eso—

Amelia la abrazó intentando que su tristeza sea una emoción compartida. Nadie en su sano juicio debería cargar con la pesada piedra de una represión, ella lo sabía, si sacaban a su amiga de su origen solo quedaría el falso cadáver de una ilusión social. —Debo decirlo, puede pasar el tiempo, pero Caro siempre será la idiota más estúpida con la que me he juntado.—

—Si, en eso tienes razón. Pero ambas deberían intentar comprenderla, ella viene de una crianza diferente a la nuestra. Ella se convirtió en lo que le enseñaron a odiar y menospreciar. ¿Cómo se sentirían ustedes si les pasara eso?— Intentando formar una visión más clara del panorama presentado, Mónica brindaba su punto.

—La entiendo, pero no lo comparto. Nosotras vimos como tu madre, Nati, te tiraba tu ropa y gritaba que no eras su hija... Yo te ayudé a levantar tus camisas del piso esa noche y hasta a mí me dolió semejante escena que te hizo. Dejaste todo por ella, no entiendo porque no lo puede ver—

—Es que Caro se reprime, ella parece que le tiene miedo a la felicidad de alguna manera. Al principio todo era perfecto, hasta que los comentarios llegaron. Me odiarán cuando les cuente esto, pero...— Con necesitados suspiros y pausas asesinas que derivaban de una toma de coraje, Natalia se sinceraba. —En la plantación dijimos que éramos hermanastras, por eso vivimos juntas—

Amelia se paró de sillón y caminó lentamente hasta una de las ventanas, notando el nulo movimiento del pueblo. —Eso ya es demasiado. Sé que soy la menos indicada para decir esto, pero los romances no tienen por qué esconderse, no pueden vivir atadas al silencio y devastarse por la apariencia—

—¡Amelia, no agregues carbón al fuego!— Conteniéndose las ganas de abofetear a su amiga, Mónica hizo la pregunta más sensata que se le podía ocurrir. —¿Aún la amas?—

—¿QUÉ SI LA AMO? ¡VENERO A ESA MUJER!— Entre lamentos, Natalia comenzaba a desahogarse. —Pero ella no se permite ser feliz... Yo no puedo hacer nada—

—Entonces no hagas nada— Respondió Amelia. —Si ella siente lo mismo por ti, vendrá a buscarte. Carolina sabe que hay solo dos lugares en el mundo al que irías, la casa de María y aquí con nosotras, si ella quiere puede venir a arreglar las cosas.—

—En eso tiene razón Amelia, deja que se calme la situación, quédate unos días aquí conmigo. Ya verás que ella sola vendrá a buscarte—

Limpiando sus lágrimas e intentando tranquilizarse, Natalia cuestionó con algo de pena. —¿No seré una molestia?—

—Claro que eres una molestia, nos jodes nuestra producción de metanfetaminas, pero ¿Qué podemos hacer? Eres nuestra amiga, tonta. Jamás serás una molestia— Entre risas, Amelia respondió solo para continuar hablando entre sus carcajadas. —Iré a comprar esa pizza, nos vendrá bien a todas un poco de vitamina queso—

—Espera, iré contigo— Natalia habló mientras se ponía de pie y acomodaba su holgada sudadera. —Veo que te has vuelto a vestir como suripanta y no quiero que nada malo te pase—

—Está bien, como tú quieras—

Mónica preparó sus llaves, lista para abrir el portal principal que les permitiría a ambas salir en búsqueda de su cena. —¿Puedes comprar un poco de avena para Mateo, Ami?—

—Sí, claro, para el gordito lo que sea— Acercándose a la joven madre, Amelia besó la frente del pequeño niño que ésta cargaba, para luego acariciar su cabeza haciendo extrañas muecas para su deleite.

Natalia las observó un momento, la imagen era dulce y la felicidad que la estampa causaba en su pecho sublime. —¿Nunca les dijeron que harían buena pareja?—

—¿Yo con ella? ¡No jodas, Natalia! ¡Tiene una bendición!—

—¡Oye, no te metas con Mateo! Además, tú estás más manoseada que un pasamano de escalera ¡guácala!—

Natalia había recuperado un poco de ánimo, lanzando pequeñas carcajadas al aire, concluyó. —Vámonos, Ami. Se hará más tarde y moriremos de hambre—

... ... ...

—Sinceramente a veces no sé cómo haces para no estallar aquí, es demasiado tranquilo y todos te miran raro—

—Ni yo misma me explico cómo aguanto, Nati—

Ambas caminaban pegadas, notando como las pocas personas presentes en la calle volteaban para mirarlas. Entre risas, algunas charlas se llevaban a cabo mientras que la sinceridad se escurría detrás de sencillas bromas.

—¿Cómo vas con Augusto?—

—Bien... Dentro de todo, bien. Cada día estoy mucho más decidida a dejarlo—

—¿Dejarlo? ¿El casamiento y los niños rubios con el perro que duerme a un lado de la chimenea?— Natalia se encontraba sorprendida, nunca esperó aquella respuesta de parte de su amiga.

—Solo te diré algo, Nati. Augusto me quiere por lo que represento, no por lo que soy, me costó entenderlo, pero al final lo entendí—

—Entonces ¿Por qué no lo dejas y ya?— Mirando a su amiga, Natalia continuó mostrando sus posturas en cuanto al prometido de la heredera. —Nunca quise decírtelo, pero siempre vi a Barcelona muy superficial. Al principio cuando te compraba ropa era lindo, después entendí que te veía como una muñeca grande al cual vestir a su gusto y me asustó—

—Es complicado— Amelia detuvo unos momentos su marcha al pasar al lado del local de insumos médicos y cosméticos. —Barcelona hizo mucho por mí, no puedo pegarle una patada de la nada a él y su familia. Cuando pase la navidad y todo el estúpido protocolo de las fiestas, me iré, me cansé de fingir algo que no soy—

—¡Eso! ¡Por fin! Ya estaba pensando que te perdíamos, Ami.—Con un ligero golpe en su hombro, Natalia coreó la victoria ante la falsedad de una sintética relación. —¿Qué te trajo de nuevo al lado del mal?—

Arrimándose a la precaria farmacia, Amelia respondió. —Digamos que un pequeño ángel estuvo susurrando cosas a mí oído. ¿Me esperas unos momentos? Debo comprar algo—

—Sí, no hay problema ¿Me compras una aspira? Se me parte la cabeza— Tomando como respuesta un leve movimiento afirmativo por parte de su amiga, Natalia esperó a un costado de la calle.

Distrayéndose pateando continuamente una piedra, esperó el retorno de su compañera de aquel comercio. Los minutos pasaron y pronto la heredera volvió cargando consigo una pequeña bolsa de plástico blanco. —¿Ya está?—

—Sí, toma lo tuyo— La capsula blanca fue pasada a sus manos, pronto ambas continuaron su camino.

—¿Qué compraste?—

—Nada especial...—

—Vamos, Amelia, dímelo. Si tienes alguna enfermedad rara o parásitos debo saberlo. ¿Qué compraste?—

—¡Que nada! No seas curiosa, Natalia—

—Está bien, está bien...— simulando desinterés, Natalia se posicionó nuevamente a su lado, solo para arrebatarle la bolsa de sus manos y observar el contenido de la misma. Pronto notó lo que ella escondía, cuatro pequeñas cajas con diversos colores eran protegidas por el anonimato de esa bolsa. —¿Condones?—

—¡Devuélveme eso! ¡Si, son condones! Publícalo en el periódico si quieres—

—Pero, si a Augusto no le funciona su bolígrafo. ¿O son para Moni? ¿Está conociendo a alguien?—

Amelia suspiró unos momentos, para luego hablar. —De hecho, Moni está hablando con alguien, pero según parece, hasta ahora solo se limitan a escribirse. Y no, no son para Augusto...—

—¿Entonces?—

—¿El nombre Tomás te dice algo?—

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

¡Su atención por favor! Tengo muchas cosas que decir así que las invito a ponerse cómodas. 

1). Intenté subir éste cap ayer, pero si me siguen en redes sociales sabrán que el portal no ha funcionado. Espero que la actualización llegue a todos.

2). ¡Estamos participando en los wattys! Tanto PP y PA están en juego, en mi instagram intento hacerme promoción. Ustedes, pecadoras mías, si quieren darme una mano se los agradeceré. Si tienen frases mías, sus fotos, fan art, lo que sea; Los pueden subir y agregarles las etiquetas: #Perdónamepadre #PerdónameAmelia #Wattys2018. Me alegrarían el alma (nel_ann2223 es mi usser)

3). TylerEvelynRood, Mujer bella de grandes ovarios revestidos de diamantes, me regaló la nueva portada de PA. De más está decirles lo mucho que admiro a ésta jóven editora. Entren en su perfil y vean sus portadas, encarguen, no se arrepentirán.

(No sé si dejé ésta imagen acá, así que por las dudas la subiré)

4). Sé que muchas de ustedes quieren que hable de esto, así que solo me limitaré a escribir muy pocas lineas, no quiero brindar atención que no es merecida. Una usuaria de la plataforma intentó plagiar varias de mis frases, por suerte ya está todo solucionado. Como ustedes sabrán yo tengo los derechos de PP y PA, así que no hay pedo. Luego de insultarme creo que comprendió que con agravios no se llega a ningún lado. ¿Qué se le va a hacer? No todas son lindas, flacas, exitosas y con el fandom más bello. jajajajaja

5). La usuaria AngelesPineda me contó la horrible situación que están pasando los hermanos latinos de Nicaragua. Desde aquí me solidarizo con ellos, una democracia  sin genocidios ni crímenes de estado para nuestros compañeros de manera pronta. ¡Arriba!

6). He pensado mucho tiempo en la cantidad de talento que tienen varias de mis lectoras (si, soy lectora fantasma, las stalkeo) Hay veces que me siento demasiado contenida con ustedes y me encantaría hacer algo para retribuirles ese amor. ¿Qué opinan si hago un libro de spam con sus novelas? ¿Les gusta la idea? De ser así háganmelo saber. No pienso molestar de nuevo a Ty con otra portada, así que necesitaría a alguien que me ayude solo en eso. 

7). ¡Continuamos con el álbum pecador!

La hermosa usuaria MerryFS Me compartió su foto por instagram. Preciosa, muchas gracias por haber estado presente en todos mis capítulos. Es un verdadero honor para mí entretenerte con mis tonteras.

¡Tanto talento que hay acá! valentinarias21 Me envió su dibujo de su versión sensualota de Tomy. ¡Eres un amor, cielo! Gracias por acordarte de mi y darme un poquito de tu tiempo.

HachiiUchii Pecadora, cirio de rosas, lomo santificado, pies profanos, tetas santas y útero demoníaco que se respeta se saca foto en las iglesias. Sos un sol, bella mía, amé tus fotos más que cualquiera.

Acá tenemos una de las bellezas de la plataforma, la siempre presente AlizzaBennet Nos muestra sus encantos. ¡Gracias por acordarte de mí! PD: Amé tu falda.

Como si se hubieran complotado, también recibí un dibujo de Ami. Lo amé, Cielito Villa (Linda, comenta aquí así te etiqueto. No me dejaste tu usser) Tienes un hermoso talento y según Nel se parece bastante a mí.

Otra hermosa Mexicana presente. ¿Cuándo haremos intercambios culturales? La hermosa y sensual Teresa Silvia Farias me envió su foto, por favor cielo, comenta aquí así te etiqueto.

LUNA25ZJ tu sensual foto no me carga preciosa, así que luego de terminar de publicar esto te la volveré a pedir, así la subo como corresponde. No pienses que me olvidé de tí.

Y por último, pero no menos importante, quiero darle una grata bienvenida a una nueva pecadora: zenoviaZea32 BAIAAA BAIAAAA Miren quien anda por éstas tierras 7w7 Yo sabía que al final nos íbamos a terminar amando. 

AISA_TOMMO También te doy la bienvenida, hermosa. Espero poder enamorarte una vez más.

SydLovBook Usted sí que tiene fuego en el vientre 7w7 aprovecho para saludarte, cielo. Espero tenerte por mucho tiempo más. 

(Si alguien faltó, por favor que se ponga en contacto conmigo por fb "Ann con teclado" o instagram)

¡Eso es todo gente, espero sus comentarios!

¡Las quiero, pecadoras!

Quien casi se muere de frío:


Angie

.

(necesito una buena firma, lo sé)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top