Capítulo 20. Ascendiendo ( 4/11)
~ Buenas, este capítulo está planeado para publicarse el 31 de Diciembre. Este mensaje es solo para desearles un feliz año nuevo ~.
~ ¡Les agradezco el seguirme bancando en esta historia tan pretenciosa y esquizofrénica que se me ocurrió en mí momento de realidad alterada! ¡Los quiero! ~
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Charlotte no amaba tanto a Lorenzo. En el pasado, era el mismo alumno callado y tranquilo, que a alguna provocación, simplemente ignoraba y seguía con lo suyo. ¿Quizás eso le llamó su atención? No sabía. Su naturaleza, callada y silenciosa, había hecho que su personalidad de piedra, oculta bajo su ansia de mostrar su superioridad mental, se rompiera y mostrara cómo era realmente. A pesar de ello, y viendo que no eran compatibles para nada, lograron conseguir y construir una relación juntos. Eso era cuando aún iban a la secundaria, ¿pero ahora? ¡Solo era una pelea tras otra! No podían dejar de discutir por temas banales o que fueran realmente importantes. Siempre había algo que molestaba a uno de los dos y lo hacía saltar a la defensiva, para que cambiara ese ámbito de una vez por todas. Los dos eran genios, uno más que el otro, pero no sabían perder una discusión, y su orgullo los cegaba.
Cuando Lorenzo se marchó, Charlotte se sintió extrañamente aliviada. Como si se librara de un peso sobre sus espaldas. Quizás nunca sintió un amor, y solo sintió pena por él. Sí, debía de ser eso, porque no había otra razón que se le ocurriera para justificar su decisión tan estúpida de querer formar una familia con alguien así.
Aunque él se hubiera marchado, Charlotte no le extrañaba para nada. Se sentía contenta, con un peso menos que aguantar y soportar. Rowan se sentía profundamente traicionado, sabiendo que era probablemente culpa suya. ¿Su padre realmente le quería? Nunca lo sabría. Desde ese día, en el que discutieron mucho, nunca supo su paradero; no sabía si vivía o estaba enterrado doscientos metros bajo el incómodo suelo. Simplemente, ya no le importaba. Quizás su amor estaba fingido bajo una simple máscara también, como lo fue casi toda su vida.
En cuanto a Abby, no estaba mucho mejor, al contrario, estaba devastada. La primera vez que tenía una familia que la "apreciaba" y, su padre, cobardemente, la abandonaba a los tres integrantes de la familia, ¿es que ellos no significaban nada para él? Habían noches en las que se dormía apegada a los peluches que se había llevado de la guardería, con la misión de conciliar, aunque sea un poco, el sueño y descansar un poco. Eso funcionaba algunas veces, pero no lo hacía la mayor parte del tiempo. Aunque Charlotte amase a los dos niños por igual, no sabía percatarse bien de los problemas que afrontaba. Nunca fue una gran resolvedora de problemas ya que, bueno, nunca se esforzaba para arreglar los mismos; siempre que ocurría alguno, se lo dejaba a otro arreglarlo.
Las semanas pasaban, y la familia estaba estancada. El mismo sueldo de siempre, los mismos días de siempre, las mismas caras neutrales o alegres de siempre, la misma rutina..., básicamente, era todo TAN repetitivo que aburría ya de solo pensarlo. Que un adulto consiga un sueldo tan marcado y no pueda ser ascendida era injusto, y tampoco tenía el dinero que el estado le debía ya que, en sus propias palabras, no llegaban hasta fin de mes.
Aunque la situación fuese crítica y dura, la madre soltera nunca desistió. Siguió cuidando con todo el amor y cariño del mundo a sus dos pequeños. Podía ser más o menos dura, pero aún demostraba su cariño de manera real y no por medio de golpes. Las horas de trabajo que poseía diariamente volverían loco a cualquiera, pero a ella no. Le distraía estar en un ambiente estresante y estar al límite con los plazos fijos de entrega. Le subía tanto la adrenalina y tensión que la estimulaba, supuso.
La vida en 1985 no era para nada fácil, y menos si todos allí tenían su cascara llamado cuerpo vacío, y su cerebro estaba igual. Ella tenía veintiséis años de edad, y sus hijos apenas y tenían unos cinco años, así que debía de hacer un esfuerzo todos estos años para, por lo menos, darles una vida decente y que crecieran sanos y salvos. Ella sí se preocupaba por sus hijos.
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Rowan jugaba con sus dos mejores amigos. Cada uno iba a un grado diferente de su escuela, así que Rowan no podía descifrar mucho de que se quejaban tanto por las clases de matemáticas. ¡Las matemáticas eran divertidas! ... Dijo nadie nunca. Estaba de acuerdo de que esa materia apestaba, aunque todavía no diese matemáticas tan avanzadas aún. El tenía apenas cinco años y ellos dos tenían siete, así que debía de ser un gran salto de dificultad como los juegos.
- Entonces, ¿me estás diciendo que sumaste dos más dos, y te dió dos? -. James cuestionaba las capacidades mentales del otro chico mayor a él.
Sentado en uno de los columpios, Michael solo se rió entre dientes. Era alguien con el cabello oscuro, con una camiseta blanca y pantalones cortos deportivos. Michael siempre fue alguien quien no tenía miedo alguno en decir lo que pensaba, y se reía de los errores que él mismo cometía, restándole importancia a los mismos. No era alguien muy preocupado de su futuro, pero tampoco tenía miedo de admitir su desastroso presente. Sabía que estaba jodido, pero no lo demostraba a simple vista.
- Calma esos motores, mercedes. Simplemente fue un error en una evaluación tonta -. Se encogió de hombros, con una sonrisa fanfarrona.
- Me llamo James, no soy una marca de autos, ¿sabes? -. Mencionó, de brazos cruzados.
- Lo sé, pero sonaba divertido en mí cabeza. Sorry, my little friend -.
- Hay veces que te detesto -. James suspiró, molesto.
El joven Rowan se quedó estático, jugando en los columpios, balanceandose con cierta fuerza, para mantener su mente centrada en la diversión y no lo que ocurría en su mente de manera paralela. Si bien hablaba con sus dos mejores amigos, este llegaba a divagar mucho en cuanto sus ideas, logrando que terminase por perderse en su mente. A una corta edad, ya tenía que digerir la marcha de su padre por una "pequeña" pelea con su madre y, además, tenía a una hermana muy afectada por este hecho. ¿Cómo viviría con ello?
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Abby se mantuvo callada toda la cena. Usaba su tenedor, hecho totalmente de metal, para enrollarlo en los fideos spaghetti que preparó con tanta calma su madre. No la malentiendan, ama las comidas con salsa, pero simplemente no puede dejar de culparse así misma por la repentina marcha de Lorenzo por su supuesta culpa cien por ciento asegurada por ella. ¿Y sí quizás ella no hubiese nacido y...? Rechazó esa idea pasajera, y simplemente comió. Aunque tuviera esos pensamientos tan malos, los desechaba al instante; no quería que su mente se contagiara de las mismas y la obligaran a tomar una cuerda y ponerla en su cuello. No iba a desperdiciar la bendición de la vida tan fácil.
La cena era tranquila. Así era la vida de Charlotte, quién amaba esta tranquilidad superficial que poseía la casa. El silencio y el órden eran sus otros dos puntos fuertes para saber que tuvo la razón en la pelea contra Lorenzo y, además, tuvo la oportunidad de demostrar lo inteligente que podía llegar a ser para ganar una discusión así de rápido. ¡Siempre tuvo la razón! Maldijo a Lorenzo, con ferviente satisfacción al saber el resultado de su accionar tan precipitado.
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[ Digamos, que aún falta lo fuerte. Pero sigamos reconstruyendo esta historia, pérdida entre vagos recuerdos ].
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Había pasado una cantidad importante de años. Rowan y Abby ahora tenían unos diez años los dos. Tenían que ir adaptándose poco a poco, y podrían llegar a ser mejores personas de lo que ya lo eran. Eso no aplicaba para Abby ya que ella, al contrario de Rowan, era una buena persona. Rowan aún no lo era, bajo palabras de la gente.
A menudo, demostraba su cariño a sus amigos dando un golpe de hombros a los mismos. A los chicos les daba igual, sentía que tenían un vínculo con el pelinegro. ¿A las chicas? Lo odiaban. Les molestaba ese actuar y manera tan peculiar de mostrar su apoyo y demás. Incluso trató de hacer lo mismo con una persona en silla de ruedas, pero recapacitó al no hacerlo. Costó, pero no lo terminó haciendo realidad.
Si bien los dos hermanos se seguían teniendo un poco de molestia mútua, eran, principalmente, los actos y actitudes que tomaba Rowan lo que echaba para atrás a Abby y ocasionaba ciertas peleas. Solo era verbal, ya que ninguno se atrevía a hacerlo físico. Era algo que ninguno de los dos quería recordar y no de esa manera tan mundana y poco ortodoxa.
Charlotte los seguía cuidando en el mismo departamento de siempre, con el mismo trabajo y problemas de siempre, pero todos tienen un límite que pueden aguantar. Ella ya había llegado al tope del suyo. Sus dos hijos eran inteligentes a su manera. Abby era la más inteligente y capaz de los dos, ¿y Rowan? Bueno... lo mejor era no comentarlo. Por las materias que Rowan terminaba llevándose y desaprobando, tenía que contratar a un profesor particular que le enseñase y eso, en pocas palabras, eran gastos.
Simplemente estaba complicada con lo financiero, y no podía permitirse algo así ahora. Por lo que, sin más opción, tomó su teléfono fijo.
- ... -. Charlotte esperó, queriendo que alguien tomase su llamada. Al otro lado, una voz cansada, contestó luego de los dos minutos más largos de su vida.
- ¿Quién llama? -. Una voz femenina de escuchó de fondo. Charlotte, contestó.
- Hey, Beth, soy Charlotte. Me preguntaba si, bueno... ¿Puedes cuidar a mis hijos? -. La pregunta sonó tan surrealista. La voz femenina del otro lado, pareció dudar.
- ¿Para qué? Tú los cuidas bien, prima -. Sonaba desinteresada. Tuvo que suspirar la mujer rubia.
- Es que... -. Su cerebro comenzó a maquinar cientos de ideas o excusas, simplemente para escapar de esa situación. El contexto la estaba sobrepasando, y habían conflictos internos. ¿Iba a ser igual de cobarde que Lorenzo...? - Tengo un viaje de negocios. No sé cuando volveré, así que te iba a pedir ese pequeño favor, Beth -. La mentira más vieja del libro.
La mujer se lo pensó bien al otro lado de la línea. Suspiró una vez más, sólo para pensar mejor en su respuesta.
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[ Lo haré. Dime el día e iré allí ].
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[ Quizás los dos padres eran unos cobardes. ¿Quién sabe? Cuando estamos estresados o sin opciones, escapamos de los problemas. Somos seres predecibles, a fin de cuentas ].
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