Capítulo 18: Ascendiendo ( 2/11)
[ Un año más tarde ]
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El tener una familia adoptiva nunca fue fácil, y Abby lo sabía perfectamente. No es que le moleste, en lo más mínimo, adoraba la oportunidad que le dieron al adoptarla. Ahora, y gracias al dinero que Lorenzo y Charlotte consiguieron con mucho trabajo, vivían en un departamento tan bonito y grande, que le parecía increíble lo poco que costaba el mismo. Tampoco conocía bien a Rowan ese tiempo, pero sentía que poco a poco lo conocería mejor, ¿y quién sabe? ¡Quizás podrían ser buenos amigos!
...
Claro, suponiendo que tú hermano no sea el más capullo del mundo.
Rowan sentía que su relación con Abby avanzaba muy bien, sin embargo, ¿qué pensaba ella? Fácil de responder: todo lo contrario a lo que se mostraba de fuera. Mantener las apariencias parecía ser algo de familia, supuso Abby. Lorenzo, su padre y Charlotte, su madre, fingían al público que estaba todo en orden. Se los conocía como una familia ejemplar y unida que tenían que ser usados como referente a la primera vez que sean padres.
¿Pero cómo era por dentro?
- R-Rowan, sabes que yo te amo, ¿no~? -. Lorenzo le respondió a su hijo, ciertamente inducido por el alcohol. Rowan no extrañaba esa faceta de su padre, pero tampoco le afectaba demasiado. Con un hipo ciertamente constante, solo pudo ver cómo su hijo asentía con la cabeza. - ¡Ya sabía eso, hijo! -. De una cachetada poderosa, lo tiró al suelo, sin dejar de tomar de la botella de alcohol.
Rowan se levantó del suelo, sin sentir odio hacia su figura paterna. No, de hecho se sentía... ¿Feliz? Con una sonrisa, se retiró del lugar, dejando a su padre con su gran trabajo con la bebida detrás.
- ¡Mamá! ¡Papá me ama mucho, mira, me golpeó aquí! -. Entusiasmado, se acercó a Charlotte. La rubia mayor solo sonrió, nerviosa por lo que Rowan le decía.
Lorenzo siempre había sido un bebedor empedernido que había crecido en el seno de una familia muy arcaica. A los quince años ya se refugiaba en el alcohol, pero eso era un punto de vista bastante bueno para su familia, ya que se estaba volviendo un "hombre" a temprana edad. Lo que no sabían, es que tanta presión de niño, lo hizo desarrollar una especie muy extraña de demostrar un "cariño" a las personas, lo cuál deriva de un trauma mucho más profundo... o, también, se lo podría llamar malinterpretaciones de los hechos en la mente de un niño. Cualquiera de las dos era válida.
Su padre lo golpeaba seguido por no ser lo suficientemente hombre como para afrontar sus problemas. Ahora se llevan bien, a tal punto de pedirle favores ocasionales a su padre, pero Lorenzo interpretó eso, en su mente tan contaminada de mierda, que su padre le demostraba su amor de manera poco convencional, ya que nunca había sido abierto. Después de todo, los hombres nunca lloran o se muestran al mundo como verdaderamente son. En esos años, eso era de "mujeres". Menudo machismo.
Lorenzo, poco a poco, agarraba el hábito de su padre y lo convirtió en suyo propio. Con cualquier persona, no importaba si era hombre, mujer o niño, lo golpeaba. Claro, no era un golpe poderoso para dejarlo inconsciente. Era una suave caricia, digna de un angel.
¿Y qué pasaba cuando se emborrachaba? Bueno, no era una linda historia. Todos saben que la gente borracha no mide sus actos y se dejan llevar, o se pasan de la raya. Lorenzo le pasaba eso. Una digna caricia, era un golpe a puño cerrado que daba con fuerza. Rowan consiguió una cachetada que le dejó marcada la piel, siendo la más leve por ahora.
La que más se sentía perjudicada era, cómo no, la misma Charlotte. Tuvo que lidiar con el alcoholismo de su esposo tanto tiempo, que no recuerda los mil intentos que hacía para ocultar algún que otro moretón en todo su cuerpo porque Lorenzo demostraba su... "amor" demasiado fuerte en ella. No hay que ser un genio para darse cuenta de que a ella no le gustaba eso. Odiaba que demostrara ese afecto violentamente y no con palabras, un abrazo o un beso de buenas noches. ¿Por qué todo tenía que ser tan violento?
- ¡E-Eso es maravilloso, Rowan! ¡J-Jaja! -. Fingió reír, mientras Lorenzo salía de la habitación y subía al cuarto compartido con Charlotte. Seguramente se quedaría dormido por las grandes cantidades ingeridas. Genial, tiene que dormir en el sofá. - V-Ve a la cama, cariño, ya es tarde -. Le sugirió a su hijo, mientras este, inocentemente, se iba a su cuarto.
Rowan parecía entender cómo era la forma de su padre para expresar su cariño a toda la familia. Empezó a golpearlo suavemente cuando tenía, tan solo, tres años. Ahora que tenía una edad de cinco años, el alcohol detectaba que ya era lo suficientemente grande como para aguantar ese dolor por su cuenta. Le dolía, claro estaba, pero no le molestaba, siempre y cuando no le rompiera la naríz como ya hizo una vez en navidad. Pero no importaba demasiado al chico.
Lorenzo siempre fue un muro imbatible, que nadie lograba tumbar, incluída su esposa. Simplemente era serio y analítico. Mentalmente fuerte para discusiones verbales e inteligente para resolver los problemas financieros que pasaban. Además, siempre era alguien tierno que le importaban los demás.
¿Con el alcohol? Todo era otra historia. Muchos dicen que el "alcohol" cambia al actuar de la persona, pero no, solo la hace ver cómo siempre lo fue. Un borracho empedernido, adherido a la bebida para calmar sus ansias internas y ahogar sus penas. Cuando él hablaba, sonreía, pero para no llorar. Aunque fuera un genio en el ámbito mental, por otro lado, estaba totalmente jodido de la cabeza y loco de remate. Era un niño indefenso que nunca creció en su interior y no pudo disfrutar de nada de la infancia que tuvo. Con un padre duro, una madre que aceptaba la forma de educarlo y, una hermana, totalmente desinteresada de la vida de su hermano mayor y con poca o nula preocupación por cuidar algo.
Lorenzo era una existencia estropeada. Un niño que jamás creció emocionalmente, y todo lo escondía bajo una máscara de seriedad. Todo se trataba de fingir las apariencias.
Charlotte solo observó como es que su hijo, Rowan, desaparecía cuando la puerta de su habitación se cerró. Sabiendo que Rowan se encontraba en su habitación, seguramente, desobedeciendo su órden y jugando con algún juguete cualquiera, se acercó a la otra habitación separada.
Abby era la única que Lorenzo no golpeaba. Quizás no la consideraba de la familia o, simplemente, aún le faltaba adaptarse para que eso llegara a ocurrir algún día. La misma estaba arropada en sus sábanas, mirando el interminable color blanco del mármol del techo. Charlotte, reafirmando su autoridad como padre, entró a la habitación sin importar tocar la puerta.
- Hola, Abby -. Se acercó a la pequeña lentamente, y se sentó a su costado. La pequeña la miró. - ¿Cómo te encuentras? -.
- ... Bien. No está tan mal tener una familia, ¿sabe? -. Sonrió con sinceridad. Charlotte suspiró, apenada.
- Eso debe ser bueno para ti, pequeña. ¿Cómo te llevas con Rowan? He sentido cierta... tensión, entre los dos -. La suave mano de la madre acarició el cabello negro azabache de su hija adoptiva.
Abby ojeó su hombro. Había una cortadura, preferiblemente de un cuchillo. Abby suspiró y sonrió, levemente. La familia se trataba de fingir apariencias, ¿no?
- B-Bueno, sí, es un poco molesto. Hay veces que es torpe y no sabe jugar -. Charlotte se rió, con un gran cansancio en su cuerpo.
- Sí, él... es un poco, ya sabes, muy infantil. Aún es un niño -.
- Yo también soy una niña y no hago esas cosas -. Abby replicó, con lógica.
- Es la educación que hace a la persona. A ti te educaron gente diferente a nosotros. A Rowan lo criaron sus abuelos y un poco nosotros. Ahí está el problema, supongo -. Se encogió de hombros. - Pero bueno, pequeña, ya es tarde. Tienes que descansar, al menos, un poco -.
Acercó su cabeza y, con cariño, besó la frente de Abby. Lorenzo y ella eran polos totalmente opuestos, ¿supongo que esa era la razón por la que se hizo novia de él? No lo creía. Siempre le pareció una tontería lo de "polos opuestos se atraen". No tenía sentido para ella, algo que solo ocurría en historias inventadas por un show. Si eso fuese real, todos los que ella conocía podrían tener una pareja opuesta. Hablar con lo mismo siempre con la misma persona puede ser cancino, pero era mejor a no gustarte nada del otro porque son diferentes en un aspecto. ¿Quién sabe? Solo el tiempo lo diría.
Abby observó a su madre caminar poco a poco. Un impulso curioso nació de ella, mientras la veía cada vez más y más cerca de el rectángulo de madera que la separaba de los diferentes cuartos. Abrió los labios y preguntó.
- ¿Mamá? -. Charlotte se detuvo y la observó, con preocupación. ¿Olvidó leerle un cuento antes de dormir?
- ¿Qué ocurre, cariño? -.
- Bueno..., ¿por qué papá bebe tanto? -. La curiosidad de un niño es equiparable a la de un gato. Ambos tienen una curiosidad por saber más que cualquier otro.
Charlotte suspiró y la miró antes de responder. - Bueno, eh, él bebe porque le gusta hacerlo y quiere olvidar cosas. Nunca le ví lo interesante a ello -.
- ¿Y por qué cuando bebe se comporta diferente, mami? -. Preguntó, aún acurrucada con sus sábanas.
Charlotte sabía por dónde iba la conversación. Abby no era de la familia, así que eso le extrañaba en gran medida. Tampoco le podían permitir a los cuidadores del orfanato beber por ser un mal ejemplo, así que era la primera vez que veía a alguien bebiendo. No la culpaba.
- Hija, no es que se comporte diferente... esa es su naturaleza saliendo a flote -. La respuesta dejó a la niña, aún acostada en la cama, muy... confusa.
Sin más preguntas, la madre se retiró de la habitación, dejando un silencio estremecedor, únicamente acompañado por el ruido del sofá, madera crujir y grillos a las afueras. No odiaba el ruido, pero un poco le vendría de lujo a esta incómoda situación.
Abby miró su hombro y suspiró, sabiendo lo difícil que sería vivir allí de un momento al otro.
¿Por qué todos mantienen una falsa imágen y fingen? No lo entendía.
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