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Advertencia
Boy pussi ๑ Omegaverse
Max Alfa ๑ Sergio Omega
+18
Disfruten ☆
(...)
Sergio estaba furioso, y Max lo sabía; conocía esa mirada mejor que nadie. Era consciente de que él había sido la causa del enojo de su esposo.
Llevaba minutos tocando la puerta de su motor home, consciente de que estaba ahí. El aroma familiar que emanaba de su interior lo confirmaba.
Después de algunos toques más, la puerta fue abierta por un omega visiblemente enojado. Su aroma lo delataba, y su expresión no invitaba a la conversación. Intentó cerrar la puerta en su cara, pero Max rápidamente puso su pie en el umbral. Sintió cómo casi se lo quebraba, pero aguantó el dolor solo para poder entrar.
-Sergio, amor - dijo Max con su voz de alfa, tratando de persuadir al omega de su esposo - déjame hablar.
-Ni lo intentes, Verstappen - amenazó Checo, con una mirada desafiante - hasta mi omega está molesto contigo.
El alfa interior de Max se sintió herido al escuchar que su omega estaba enojado con él.
-Por favor, girasol, necesito disculparme contigo. Estoy dispuesto a arrodillarme ante ti en este mismo instante - dijo con determinación - no me importa que todos me vean.
-Adelante - dijo Sergio, abriendo la puerta con un gesto de resignación. Sabía que Max no se detendría fácilmente - pero ten presente que si sigues insistiendo, no dudaré en echarte.
Checo se acomodó en el sillón individual, y Max no pudo evitar pensar que había estado allí todo el tiempo mientras él golpeaba la puerta con desesperación.
-Habla, Verstappen. No tengo todo el día -respondió Checo, con un tono impaciente
-¿Ahora soy Verstappen y no "amor"? -preguntó Max, pero en cuanto vio cómo su esposo frunció aún más el ceño, supo que no debió haberlo preguntado.
-Vine a disculparme - dijo Max, con sinceridad en su voz - sé que dices que los comentarios de Lando no te afectan, pero a mí sí me duelen. No soporto escuchar que hable mal de ti.
Max se arrodilló frente a las piernas del omega, levantando la mirada hacia el hombre que tenía delante. Desde esa posición, cada detalle de su rostro le parecía aún más impresionante.
-No me molesta que me defiendas - dijo Checo, manteniendo la mirada fija en los ojos de Max - lo agradezco, de verdad, pero no quiero que te rebajes a su nivel.
-Lo sé, sproeten, pero me incomoda que hable de ti como si te conociera - dijo, frunciendo el ceño al recordar las palabras despectivas de Lando sobre su esposo -.
-Max, no dejes que unas cuantas palabras de él te lleven a pelear; al final, solo quedas mal tú - dijo, acariciando suavemente la mejilla del rubio - no quiero que te tachen de violento, ya sabes cómo es la prensa. Ellos siempre están buscando un escándalo.
Max ronroneó al sentir la mano de su omega en su mejilla. No pudo evitar sonreír suavemente, embriagándose con las feromonas del mayor que lo envolvían como un cálido abrazo.
-Pero Checo - dijo Max, tratando de sonar serio, pero su voz salió más como la de un cachorro berrinchudo - él también habló de nuestra familia y dijo cosas malas sobre el cuidado que le damos a Patito.
-¿Cómo quieres que no le diga nada al tipo que afirmó que mi esposo era un mal padre por no cuidar de su cachorro? - dijo, sintiendo cómo el enojo regresaba con fuerza a - habla como si tu única función fuera ser amo de casa.
-Quería golpearlo, no lo voy a negar - dijo el castaño, acomodándose de nuevo en el respaldo del sillón - pero preferí no decir mucho sobre su comentario. Es solo un niñato que cree que rebajando a los de su misma categoría se sentirá superior a los demás.
Al notar que Checo se veía menos tenso, Max aprovechó la oportunidad y separó las hermosas piernas de su esposo, apoyando su cabeza suavemente en uno de sus muslos.
Pasaron unos minutos en silencio. Sergio tenía los ojos cerrados mientras Max lo observaba desde su cómodo lugar. Podría pasar horas admirando la belleza de su compañero de vida y nunca se cansaría de hacerlo.
-Nada de lo que dijo Lando es cierto -rompió el silencio el rubio - no eres un mal padre por no estar todo el tiempo con Pato. Él sabe que su padre trabaja y que no podrá verte siempre. Y mucho menos quiero que pienses que eres un mal omega; eres el mejor del mundo. Lo supe desde el primer momento que te vi, cuando tenía 18 años.
-A veces siento que no soy lo suficiente para ti - habló con sinceridad el mexicano- eres más joven que yo y siento que te he quitado mucho por vivir.
-¿Mucho que vivir? No me he perdido de nada, pecas. En todas las vidas, te elegiría a ti antes que cualquier otra cosa - rió - es mejor pasar tiempo entre tus hermosas piernas que rodeado de gente.
-Tengo una idea de cómo pedir perdón de una mejor manera - dijo Max mientras se acercaba más a Checo - déjame complacerte.
Max se acercó al coño cubierto por la tela seductora de la bermuda que llevaba el omega. Se lamió los labios, sintiendo una chispa de excitación al notar cómo comenzaba a formarse una mancha en ese lugar tan tentador.
Acerco su nariz para inhalar las feromonas excitantes de su omega, restregando sin vergüenza su rostro contra el coño cubierto y húmedo que tenía frente a él. Podía sentir cómo su nariz se impregnaba del lubricante natural que emanaba de Checo, avivando aún más su deseo.
Dio una larga lamida sobre la tela estorbosa, disfrutando de los gemidos que comenzaban a escapar de los labios de su esposo.
-Ma-Maxie - gimió Sergio, su voz temblando de placer - ¡más, más, alfa!
-Gimes tan lindo, mi amor - dijo, plantando un suave beso en aquel lugar tan húmedo - gimes como la primera vez, como si fuera la primera vez que se fueran a deleitar con este coñito tan hambriento.
Ahuecó el coño con su gran mano y luego lo golpeó suavemente, sabiendo que a Checo le encantaba que hiciera eso.
-¿Puedo? - preguntó, mirándolo con un hambre voraz, como si fuera la primera vez que comiera en días.
Un asentimiento por parte del otro fue suficiente para que comenzara a lamer de nuevo. Con su lengua, imitaba embestidas, haciendo que su lengua se sintiera como si fuera su miembro.
-Vamos, zonnebloem, quítate esto - tiró un poco de la bermuda para que entendiera- solo estorba, no me deja complacerte como mereces.
Rápidamente, Checo se deshizo de su parte inferior, quitándose la bermuda junto con la ropa interior en un solo movimiento, dejándola caer al suelo. Levantó ambos pies, invitando a Max a hacerse cargo de lo demás.
-¿Pero qué tenemos por aquí? - habló el alfa al ver los labios hambrientos de su omega - se ven tan apetitosos, qué suerte tengo hoy
Sergio acercó a Max al sentir el aliento cálido del otro cerca de su coño.
El menor dio lamida tras lamida, sintiendo cómo su lengua se impregnaba del lubricante natural del mayor, y gimió fuertemente al sentir cómo lo jalaban del cabello.
Tomó como una invitación el acercamiento de su rostro a esos labios tan irresistibles y se lanzó a devorarlos con un deseo ardiente. Con cada lamida, el lubricante se convertía en un néctar que encendía su pasión. Sumergió su lengua en aquel hoyo tan codicioso, sintiendo cómo exigía más, deseando explorar cada rincón con una intensidad que lo hacía estremecer.
Escuchar los gemidos de su amado era como música para sus oídos. Entonces, sacó su lengua y comenzó a chupar con la avidez de un becerro hambriento. El lubricante fluía como una fuente de néctar, y él se sentía como la persona más sedienta del mundo, deseando saciar su hambre con cada lamida profunda.
-Max, mhg - gemía, sintiendo cómo su coño era chupado con fuerza - ¡ya, ah, me vendré!
-Espera, amor - dijo, separándose de los labios de Sergio. Sonrió al escuchar el pequeño sollozo de Checo al dejar de chupar- todavía no te he metido los dedos. Sé un buen omega y vente con mis dedos dentro.
Siguió con su trabajo al ver el asentimiento de cabeza del mayor. Metió el primer dedo sin dificultad, gracias al lubricante que lo envolvía. Comenzó a sacar y meter su dedo con un ritmo cautivador, hasta que Checo, lleno de deseo, le rogó que metiera otro.
¿Y quién era él cómo para no hacer caso?
Metió el segundo dedo sin pensarlo, y con dos dentro, comenzó a hacer movimientos de tijera, encantado de escuchar los gritos de su esposo. Aceleró el ritmo, sintiendo cómo el coño codicioso que era suyo lo devoraba con avidez. Esa sensación solo hacía que su miembro olvidado doliera más, deseando unirse a la acción.
No había tocado su miembro, pues era tiempo de darle todo el placer a su Sergio. Ya habría tiempo para eso; más tarde lo disfrutaría y tal vez le daría un par de hermanitos a su Patito.
-O-otro, por favor - rogó el mexicano entre gemidos, su voz llena de deseo y necesidad.
-Oh, mi omega - lamió sus labios al ver cómo sus dedos eran tragados entre esos apetitosos labios - si así estás con mis dedos, imagina cómo estarás con mi miembro - Agarró la mano del mayor para que tocara su erección - está tan desesperado por ti.
Gimió al sentir el miembro de Max en su mano, y su boca se hizo agua. Necesitaba tener aquel pedazo de carne en su boca, deseaba devorarlo por completo.
Max metió el tercer dedo dentro de su esposo y gimió al sentir cómo se hacían calientes, como si los hubiera sumergido en agua hirviendo. La intensidad del momento lo envolvía por completo.
Imitó embestidas con sus dedos juntos, disfrutando de la forma en que el cuerpo de Sergio respondía a sus movimientos. La necesidad de marcarlo, de renovar la conexión que los unía, crecía en él como un fuego voraz. Sus colmillos picaban con urgencia, deseando dejar su mordida otra vez en la piel de su esposo. Pero, atrapado en ese momento de placer compartido, se dio cuenta de que no podía hacerlo; las circunstancias lo impedían. En su lugar, se concentró en hacer que cada movimiento contara, saboreando la calidez y la entrega de Sergio mientras el deseo los envolvía.
-Correte para mí, cariño - susurró, su voz llena de deseo y urgencia, invitándolo a ceder a la pasión que los envolvía.
-¡Max! - solo bastaron las palabras del alfa para que una ola de placer lo atravesara, llevándolo al mejor orgasmo de su vida. Su cuerpo tembló de éxtasis, sintiendo cómo cada fibra de su ser estallaba en felicidad.
Solo bastó el grito de su esposo y la forma en que su coño apretaba sus dedos para que él se corriera en sus pantalones. La oleada de placer lo sorprendió, dejándolo sin aliento mientras cada sensación lo envolvía por completo.
-Eso fue asombroso - habló Sergio mientras recuperaba el aire, su voz temblorosa de placer - sin duda, el mejor orgasmo que he tenido. Todavía siento las ondas de placer recorriendo mi cuerpo.
-Ni que lo digas - aseguró mientras lamía los restos de la venida de su esposo de su cara, disfrutando de cada gota. Con un brillo travieso en los ojos, añadió - tengo ganas de hacerte otro cachorro. La idea de expandir nuestra familia no se me hace mala idea.
-Pero, señor Verstappen - sonrió travieso, con un brillo juguetón en sus ojos - ¿qué está esperando?
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