La caída
Se hizo de noche, son las 11:30 y mi celular acaba de dar su último aliento de batería para mostrarme la hora. Alejandra parece haberse dormido, el viaje en bus hasta nuestro destino dura 23 horas más o menos, por lo general más, de todas formas, el clima tropical es bastante agradable, de dónde venimos el clima es más frio y casi siempre estamos abrigados. La noche está muy calmada y todos parecen estar de lo más tranquilos platicando y contándose sus vidas, otros simplemente están durmiendo.
Creo que también dormiré un poco, los pies me están matando, llevamos más de 12 horas en este bus, ocasionalmente se detiene para que todos podamos salir a estirar las piernas o a comprar algo si pasamos por algún pueblito, pero aun así es mucho tiempo para estar sentado. Cierro los ojos lentamente y al hacerlo siento como el bus se sacude con fuerza y me levanta del asiento, se escucha un ruido bastante fuerte y luego las ruedas frenando en seco. Todos sienten el golpe y se oyen gritos, y el bus se detiene, Alejandra despierta súbitamente y mira por la ventana, las luces se encienden y todos corren a las puertas.
—¡¿Qué pasó?! —me pregunta asustada.
—¡No sé! ¡Pero baja! —le digo tomándola de la mano y conduciéndola a la salida, pero entonces siento como el bus empieza a balancearse y luego se desliza hacia abajo, se oyen los gritos de algunos compañeros que no alcanzaron a salir, Alejandra y yo también gritamos, sentimos los sacudones en el interior, nos agarramos con fuerza de los extremos de los asientos para evitar deslizarnos hasta el fondo, ella ahora está en una fila de asientos detrás de mí, la velocidad de la caída disminuye hasta que por fin se detiene completamente con un golpe que nos sacude a todos, se escucha el crujir de los fierros, o de alguna parte del bus. Levanto la mirada y veo que estamos casi en vertical, tal vez a 45º o quizá más, no estoy para hacer cálculos en este momento, veo a mis compañeros aferrados a los asientos como nosotros, todos se miran con miedo y con mucho cuidado, no sabemos que nos detuvo en la caída, pero sea lo que sea nos salvó la vida, de eso estoy seguro.
—¿Estás bien? —le pregunto en voz baja girando lentamente el cuerpo, y no lo hago intencionalmente, pero la verdad en este momento tengo miedo hasta de respirar. Recién levanta la mirada, se ve que está muy asustada, no me dice nada, sólo mira el lugar en silencio.
—¿Están vivos? —se escucha la voz de Matías, uno de mis mejores amigos. Pero nadie responde, ni siquiera yo, siento mi pulso acelerado y lo mejor que puedo hacer en este momento es recuperar el control de mi cuerpo.
Hay mucha maleza de este lado del bus y no veo muy bien dónde estamos, lo mejor será ir al otro extremo para enterarme mejor de la situación, me muevo lentamente hacia el corredor, esto está tan inclinado que no se puede caminar sin agarrarse de algo, en el intento de moverme hago caer parte del equipaje de alguien, llega hasta el fondo del bus y nuevamente se escucha ese peculiar sonido, como si algo se estremeciera, tal vez mas fierros o el motor, no tengo idea, creo que esta cosa se está desarmando, el sonido produce que una de mis compañeras grite nuevamente, siento la piel de gallina y mis latidos a mil por minuto, el sudor cubre mi frente y sólo intento concentrarme para no hacer más movimientos bruscos. Por fin llego al otro lado y veo algunos árboles, no distingo mucho de lo que hay afuera, está todo muy oscuro, el poco reflejo de los faros me hace distinguir parte del lugar.
—¿Ves algo? —escucho de Matías, quien al parecer sigue cada movimiento que hago.
—No mucho —le respondo con la voz un poco ronca, al parecer si le puse empeño a los gritos de hace un rato.
—¿Puedes abrir la ventana? —me pregunta nuevamente. Intento abrir la ventana, pero esta no cede, forcejeo un poco más pero no consigo abrirla, no me atrevo a tirar más de ella, así que desisto.
Veo entonces a Matías moviéndose con cuidado, quien se encuentra casi entre las últimas filas del bus, empieza a subir por el corredor, apoyándose en cada asiento, pasa por mi lado y continúa su recorrido sin detenerse ni un segundo.
—¿Adónde vas? —le pregunto casi susurrando.
—A la puerta... —dice sin voltear a verme.
Instintivamente también le sigo, pero me detengo por un segundo, Alejandra parece demasiado asustada para seguirnos, veo a otros de mis compañeros moviéndose a la salida con cuidado.
—No te quedarás por siempre aquí ¿No? —le digo a Alejandra intentando parecer lo más calmado posible, tal vez así también consigo transmitirle algo de serenidad.
Me mira por un segundo y voltea a ver a su alrededor, ya casi todos están en la puerta. Finalmente toma mi mano y la ayudo a salir de entre los asientos. Matías forcejea con la puerta, al parecer uno de los golpes del descenso la cerró, y parece que la cerró muy bien. Nicolás y Jorge empiezan a ayudar también, cada uno empuja con fuerza hasta que la hacen ceder y se abre, y todos salen con prisa. Alejandra sale primero y yo salgo después, creo que no quedó nadie más adentro.
El terreno es bastante inclinado, hay raíces sobresaliendo de la tierra y varios árboles alrededor, bajamos un poco y vemos que un par de árboles pequeños detuvieron la caída del bus y hay más restos en el suelo, al parecer nos llevamos más de un par de árboles y arbustos en la caída. Todos nos miramos en una mezcla de alegría y temor.
—¡Sobrevivimos a la caída de una de las rutas más peligrosas del planeta! —dijo Jorge un poco eufórico. Pero al parecer nadie más compartía esa alegría.
Y sí, es una de las rutas más peligrosas del planeta, una carretera de tierra muy angosta que normalmente daría el ancho suficiente para un coche, pero aun así suelen pasar dos al mismo tiempo, con curvas a cada paso que hacen del camino una "S" constantemente, salientes que dejan más de 50 metros de caída en algunos puntos, tal vez más, sin mencionar que esta es época de lluvia y el camino suele ser en gran parte lodo. Supongo que salir en una pieza de esta situación si es mérito de celebración, pero en este momento no creo que alguien tenga cabeza para eso, aparte de Jorge.
—Mejor pensamos que hacer ahora —dijo Matías llevándose las manos a la nuca.
—Necesito sacar algunas cosas —dijo Verónica intentando entrar de nuevo.
—¡Eh! ¿Pero adónde se supone que vas? —dijo Jorge cerrándole el paso.
—Necesito mi celular, tengo que avisarle a mi familia.
—Vero, no vayas —dijo Alejandra—. Tenemos suerte de haber salido.
—Tengo que llamar a mi familia... —dijo Verónica impacientándose más y casi a punto de llorar. Nuevamente se escucha ese sonido que proviene del bus, todos nos quedamos en silencio.
—Mejor nos movemos de aquí... —les digo al notar como los dos árboles que sujetan el bus empiezan a doblarse y sus raíces comienzan a sobresalir cada vez más. Y a los pocos segundos las raíces salen de la tierra completamente y el bus continúa con su recorrido, llevándose más arboles hasta terminar en el fondo del rio, se ve la parte delantera sobresalir sobre el agua por un momento y poco después también desaparece.
Un silencio en el grupo se hace presente, creo que todos vimos nuestra vida pasar frente a nuestros ojos, Alejandra se tapa la boca con ambas manos, nadie se atreve a romper el silencio.
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