Jungla

—¡Qué calor que hace! —dijo Alejandra ventilándose con las manos.

—No te quejes de eso, a mí los mosquitos me están comiendo vivo... —dijo Nicolás—. ¿Qué tu no los sientes?

—Sentí unos cuantos, pero no es para tanto, creo que exageras mucho Nicolás.

—Supongo que cuando me dejen sin sangre te buscarán y a ver si entonces dices lo mismo.

—Jajaja creo que viste muchas pelis de terror ¿No?

—No las suficientes para prepararme para este lugar.

—¿De qué hablas? Si aquí es más tranquilo que la ciudad, hay aire puro, la naturaleza nos sonríe.

—Pues que sonrisa más... siniestra.

—Deja de quejarte, más bien... ¿De dónde sacamos frutas?

—No estoy seguro, estos árboles son muy altos, y no creo que podamos encontrar por este lado, tenemos que ir a un lugar más despejado.

—¡Qué! ¿Quieres alejarte más? Nos perderemos.

—Ya escuchaste a Jorge, sólo tenemos que ir al este para volver.

—El este es muy poco preciso, no me fio de eso.

—Ya sé, dejaremos un rastro para volver, así no nos perderemos.

—No sé por qué esa historia se me hace tan familiar... ¿Qué es ese ruido? —dijo Alejandra al escuchar un sonido extraño.

—Ha de ser un ave o algo, hay muchos animales en este sitio sabes.

—Ja, ja, me refiero a que si es uno peligroso.

—No creo, si nos fueran a atacar no creo que se anuncien primero. Y... ¿Qué pasó con la señorita amante de la naturaleza? Ya no te parece todo color de rosa ¿No?

—¿Sabes que hay una gran diferencia entre gusto y fanatismo?

—Jajaja como quieras, mira creo que hay un pasó por ahí, tal vez alguien pasa por esta parte, mejor vamos.

—Está bien...

—Pues no, no creo que encontremos futas por este lado, mejor volvemos.

—¡Nicolás!

—Perdón, no sé ubicarme en este sitio, en la tele se ve más fácil.

—¡Por qué saqué papel! Yo quería tijeras...

—Espera... no te muevas... —dijo Nicolás mientras hacia un gesto a Alejandra con las palmas.

—¿Qué? ¿Qué ocurre? Por favor dime que no tengo nada...

—No te quiero asustar, pero tienes a la madre de las avispas sobre la cabeza...

—¡Qué...! —dijo Alejandra con la voz ahogada.

—Shhh No la asustes... creo que ya se va.

—¿Se fue?

—Sí, ya se fue. ¡La hubieras visto! ¡Era enorme!

—¡No es gracioso!

—jajaja ya no te gusta tanto la naturaleza ¿No?

—La naturaleza si, esto es... su versión salvaje.

—Nicolás ya me duelen los pies, creo que mejor volvemos antes de alejarnos más —dijo Alejandra.

—Tal vez tengas razón, no creo que encontremos frutas por este lado —se detienen a ver su alrededor por un instante, sin reconocer ni por donde habían llegado.

—Nicolás tu expresión no me inspira confianza... Sabes el camino de regreso ¿No?

—Este... No.

—¡Qué! ¿Cómo crees que regresaremos?

—Tranquila, a ver, si estamos caminando hacia este lado, sólo debemos dar media vuelta, tarde o temprano reconoceremos parte del camino.

—Espera creo que era por aquí, recuerdo que me enredé en esta planta —dijo Alejandra.

—Yo no recuerdo este lugar.

—Es que no te enteras de nada.

—Tampoco veo la señal de humo de los muchachos, esto no me está gustando mucho.

—Tal vez debimos preguntar si alguno de ellos sabía hacer fuego.

—Creo que ya fallaron, igual que nosotros. Ves ahí está ese árbol de hace rato, vamos bien —dijo Nicolás.

—Es la primera vez que veo ese árbol.

—Pero si ya pasamos por aquí.

—No, no reconozco este lugar.

—Está bien, está bien. Vamos al este y así llegamos al río.

—En eso si te apoyo, mmm... Sabes por donde es el este ¿Verdad?

—...

—¿Nicolás? ¡Dime que sabes dónde está el este!

—Creo que se nubló o no sé qué, pero apenas y entra la luz del sol —dijo Nicolás rascándose la cabeza—. No tengo idea de dónde está el este.

—Ya sé, vamos a un lugar donde no haya árboles ni plantas tan altas y así vemos dónde está el sol.

—Si no recuerdas, es lo que llevamos haciendo todo este tiempo para buscar frutas.

—¡Te voy a matar!

—Tranquila, no todo está perdido, busquemos un árbol al que podamos subir y de ahí nos fijamos, tal vez y hasta podemos ver el río.

—Bueno, ya que, mmm... que tal ese —dijo Alejandra señalando a un árbol que no era muy grande.

—No creo que sirva de mucho, necesitamos llegar más alto.

—La verdad dudo que te puedas subir a un árbol de verdad. Bueno entonces prueba con ese.

—Está bien, ese no parece tan difícil.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top