Las cosas claras que el chocolate me gusta espeso.
No hubo ningún cambio en Thomas hasta altas horas de la tarde, sobre las seis el joven empezó a abrir los ojos. El rubio sintió todas las punzadas que le daban en la cabeza y sus ojos escocer, ¿se había quedado dormido con las lentillas puestas? ¿Y en qué momento se había ido a dormir? No recordaba haberse quitado el traje ni haberse puesto el pijama.
Cuando abrió los ojos se encontró con los de Dylan que lo observaban impasibles y su corazón dio un vuelco en su pecho.
― Te has desmayado ― respondió a la pregunta que se estaba haciendo.- Después de terminar de hablar con Ethan.
― ¿Eh? ¿Y la fiesta? ― se incorporó de golpe, y fue lo peor que pudo hacer, notó que la cabeza le daba vueltas y Dylan se levantó para ayudarlo a acostarse otra vez.
Esta vez se quedó sentado a su lado en la cama.
― Tienes más de 38º de fiebre, no creo que sea buena idea que te levantes de la cama ― le informó, acariciándole el cabello.― ¿Cómo te has puesto tan enfermo?
― Debió de ser anoche ― se acomodó bajo las grandes manos de Dylan para sentir mejor las caricias, él sí que sabía cómo tratarlo y lo que tenía que hacer para mantenerlo tranquilo.― Supongo que te he estropeado la celebración ― murmuró con pena.
― La verdad es que te lo agradezco ― le apartó los flecos de la cara y le cambió la toallita por una fresca.― Julia está contando sus vivencias y me las sé de memoria ― sonrió de lado con algo de sarcasmo y Thomas le respondió con una débil mueca que debía ser una sonrisa.
Se quedaron un rato en silencio, disfrutando simplemente de la presencia del uno con el otro. Al verlo tan tranquilo, Dylan nunca pudo imaginarse las palabras que iban a salir de aquellos apetecibles labios.
― Cuéntame qué pasó, Dylan ― le pidió de repente, con la voz rota.
Él se quedó en blanco.
― ¿El qué? ― carraspeó un poco.
― Sabes a qué me refiero ― sus ojos chocolates se clavaron en los pardos.― Cuéntame lo que pasó aquella noche ― le acarició el brazo con cariño al notar la inestabilidad emocional que se apoderaba de Dylan.
― Nunca antes me habías pedido que te lo contara.
― Nunca antes había tenido tantas dudas ― su corazón se encogió ante aquella verdad.
― ¿Dudas?
― Sobre Ethan y sobre mí mismo ― evitó el contacto visual.― Anoche tuve un flashback de la noche que pasamos juntos.
Aquello le sorprendió.
― ¿Lo has recordado todo?― tragó saliva ante aquella posibilidad, pero la leve negación de su cabeza lo tranquilizó.
― Fue un pequeño recuerdo nada más, pero lo suficiente para deducir qué hicimos aquella noche.
Él analizaba cada cambio en su rostro, tenía la mirada clavada en los labios que tanto expresaban, sobre todo cuando se los mordía, si lo hacía quería decir que estaba nervioso.
Sonrió con amargura, sabía todo de Thomas y lo conocía mejor que nadie, ¿es que no se merecía su amor?
Tomó aire y lo soltó en un suspiro, se quitó los zapatos y se acostó al lado del rubio en la cama. Frente a frente, Thomas tendría que mirarle a los ojos, aunque eso le dificultara el poder expresarse. Los recuerdos y las sensaciones de aquella época empezaron a ordenarse en su memoria, sintiendo un sabor agrio en la boca ante la amargura del pasado.
― Cortaste con Theo cuatro días antes de que todo sucediera ― soltó después de unos minutos de reflexión.
Dylan tuvo que colocarse boca arriba pues Thomas anteriormente se había quitado la camisa por el sudor y la sábana se pegaba a su esbelta figura.
― ¿Por qué? ― cuestionó, arqueando una ceja dudando de su propia decisión.― Aguanté medio año, ¿por qué corté con él?
El hombre enfrente suya torció el labio señal de que quería dejar escapar una mueca, la respuesta le hacía hervir la sangre en las venas.
― Theo te presionaba para que te acostaras con él, pero tú siempre te negabas ― se pasó los dedos por el pelo.― Llegaste a un punto que no podías aguantar más, reuniste un poco de valor y cortaste con él.
― Imagino que no se lo tomó nada bien ― comentó con ironía pensando en lo que había sucedido y sintiendo dentro de él un deje de familiaridad a medida que su mejor amigo hablaba, producido quizás por el hecho de que los sucesos ya no le parecían tan desconocidos, por primera vez en tres años se sentía relacionado con aquella noche.
― Tuviste que cambiar el número de tu móvil ― contestó mientras se volvía para mirarlo.― La noche que le dejaste vino a verme borracho y completamente colgado ― estaba seguro de que se le había escapado una mueca de asco.― Dijo todo tipo de estupideces y se fue, entre esas tonterías insinuó que te arruinaría la vida, que tú te merecías todo el mal ― hizo una pausa.― Que si no eras de él no serías de nadie.
Aquellas últimas palabras consiguieron que un escalofrío de miedo le recorriera desde el nacimiento de la espalda hasta el cuello.
― No te dije nada, estabas atemorizado, tenías un miedo irracional y no entendías por qué ― alargó la mano y acarició la suave y sonrojada mejilla de Thomas producto de la fiebre.― Y yo no me tomé sus palabras en serio, sabía que Theo era capaz de muchas cosas, pero nunca lo creí capaz de aquello. Por supuesto, ese fue mi primer error.
― ¿Y por qué...? ― las últimas palabras quedaron en su garganta, enredadas en aquel nudo ¿por qué tenía ganas de llorar?
― Porque se enteró de que tú te entregaste a mí de la manera que nunca quisiste hacerlo con él.
― ¿Cómo lo supo?
Dylan se vio acosado por todos los recuerdos de aquella noche y los de la mañana siguiente, recordaba cada centímetro de la piel de Thomas y cada pedazo que había mordisqueado y lamido como si su vida dependiera de saborearlo en aquel momento.
― Pues... ― carraspeó avergonzado.― Resulta que cuando fue a buscarte Kaya le dijo que no estabas en casa y que habías venido a hacerme una visita ― ahora entendía por qué su amiga siempre se había sentido culpable.― Y cuando te encontró tú tenías un... ― sus dedos acariciaron en círculo una parte del cuello de Thomas, haciendo que lo recorrieran miles de sensaciones placenteras.
― Me dejaste una marca ― si se sonrojaba más explotaría, estaba seguro de que aquello no debía ser muy sano, ya empezaba a cuestionarse si aún tenía fiebre o era cosa de los pequeños recuerdos que llegaban a su mente con cada palabra de Dylan.
Dylan sentía que el deseo empezaba a nacer en su estómago y se extendía por todo su cuerpo, la excitación alteró cada uno de sus músculos y tuvo que concentrarse para no apoderarse de los apetecibles labios de Thomas.
― Esa noche te reclamé mío, Tommy, reclamé lo que durante tantos años había amado y lo que me fue arrebatado por un imbécil que nunca te supo valorar ― con cada palabra Thomas notó el deseo que bullía dentro de él y se sintió contagiado, mentalmente mandaba callar a sus hormonas dormidas que reclamaban algo de atención de aquel escultural cuerpo.
― ¿Tú me... amabas?
Se quedó en silencio recapacitando y asimilando el hecho de que ya no había vueltas atrás, esa noche o se acabaría todo o empezaría algo nuevo.
― Me enamoré de ti en el instante en el que me dijiste que estabas encantado de conocerme, universitario cañón creo que fueron las palabras exactas ― Thomas sintió que la emoción crecía en su pecho al recordar aquel día, le picaban los ojos y notaba que se estaban humedeciendo en contra de su voluntad.― Pero tardé demasiado tiempo en darme cuenta, y cuando lo hice ya te había perdido ― una sonrisa torcida que reflejaba absolutamente toda la tristeza de su corazón se dibujó lentamente en sus labios.
Le comenzó a faltar el aire cuando una bomba de recuerdos se descargó en su mente, no pudo evitar que las lágrimas se escaparan de sus ojos. Su pecho se hinchó de dolor por la realidad: las imágenes de la apasionante noche que había pasado con Dylan y las imágenes de la peor noche de su vida, pocos días después. En su interior había un choque completo de sentimientos contrarios y se obligó a cerrar los ojos, se sentía mareado.
Cuando su mente y su corazón asimilaron las palabras dichas por Dylan después de todos aquellos recuerdos Nerea sintió que daba saltos de alegría en su pecho. ¿Cuánto había esperado para oír aquellas palabras? ¡Casi toda una vida! Pero una nueva punzada se sumó a lo demás, celos.
― Pero tú comenzaste a salir con Rosa.
― ¿Y qué se supone que tenía que hacer? ― se acercó más a Thomas, hasta que sintió su aliento mezclarse con el propio.― No soportaba verte con Theo, era superior a mis fuerzas.― Thomas recordó con una pequeña sonrisa las veces que Dylan había actuado como un amante celoso durante aquellos seis meses.― ¿Te haces una idea de cómo me sentía cada vez que te besaba? Quería matarlo, quería matar a mi mejor amigo por probar los labios que durante tanto tiempo yo había deseado. ¿Y cuando te abrazaba? Eras una obsesión, Tommy, no soportaba verte cerca de él ― pasó la mano por detrás del cuello de Thomas y le acarició la nuca, notó con satisfacción cómo cada parte de su piel se erizaba ante el placer.― Yo sabía lo que necesitabas, sabía cómo querías que te trataran. Lo sabía todo de ti, hasta podía imaginarme cómo querías que te hiciera el amor, ¿sabes cuántas veces soñé con eso? Creo que perdí la cuenta a las pocas semanas de conocerte ― dentro del rubio la emoción seguía creciendo y el dolor del pasado fue suplantado por la alegría del presente.― Te amaba, y te he amado todos estos años, Thomas Brodie-Sangster. Incluso cuando casi entraste en depresión, incluso cuando creías que nunca más podrías amar a nadie yo confié en ti; cuando decías que nadie te amaría ni te desearía porque tu cuerpo estaba manchado yo te amé y te deseé como nunca; incluso cuando pensabas que no podrías querer a tu hijo yo sabía que desde el instante en el que lo tuvieras en tus brazos lo amarías más que a nadie. Y deseé ser yo quien estuviera contigo cuando criaras a Ethan, deseé ser yo quien te demostrara lo hermoso que eras, y deseé ser yo quien te hiciera el amor hasta demostrarte con cada caricia y con cada embestida que te amaba como nunca he amado a nadie en mi vida.
Las lágrimas seguían cayendo por su rostro y Dylan las secaba con el pulgar de la mano herida, con un extremo cariño que Thomas sentía hasta el interior de sus entrañas.
― No llores, por favor.
― No son lágrimas de tristeza, idiota ― le golpeó el pecho con un puño, y vio en él una sonrisa zorruna ante el golpe que casi no había sentido.
― ¿Entonces de qué son? ― apartó la sábana que lo cubría y agarró posesivamente la cintura de Thomas, satisfecho oyó como en medio de las lágrimas el rubio jadeó de placer.
Thomas subió los ojos hasta los de él, y entre las lágrimas que le dificultaban la visión, vio en los pardos iris un enorme deseo que lo hizo temblar. Si tan solo con verlo en sus ojos se excitaba, ¿cómo sería que le hiciera el amor después de tres años de represión y de deseos?
― Son de alegría ― respondió con la voz ronca y un poco entrecortada.
Dylan no lo dejó reaccionar, pasó su mano por detrás de su cuello y ayudándose de la que descansaba en su cintura lo empujó hacia arriba, quedando a la misma altura y a escasos centímetros de sus labios.
― ¿Y de alegría por qué? ― preguntó, aliento contra aliento, provocando que Thomas casi no pudiera pensar.
― No te lo diré ― le retó, entonces Dylan tomó posesión de sus labios por fin.
Thomas notó como su corazón se encogía de gozo y el placer se extendía por cada parte de su cuerpo, haciéndole desear que Dylan lo tomara en aquel mismo instante y más aún cuando las traviesas manos masculinas acariciaron su cintura y fueron bajando hasta tomar posesión de su miembro, él gimió dentro del beso contra la lengua de él.
― Joder, Dyl... ― murmuró, cuando él abandonó su boca y comenzó a mordisquear su cuello.
― ¿Qué pasa, hermoso? ― Él se estremeció de arriba abajo cuando Thomas le mordió el lóbulo de la oreja y su erección aumentó más si es que podía, la sentía tan dura contra el pantalón que le empezaba a hacer daño.
― Tú eres lo que me pasa. Maldita sea, Dyl, hazme el amor ― le suplicó.
Él se separó y dejó caer su cabeza hasta chocar las dos frentes, soltó un suspiro resignado y le acarició la mejilla con dulzura.
― No hay nada que me apetezca más, Thomas, pero habrá que dejarlo para otro momento.
La desilusión se instaló en los ojos chocolates.
― Aún tienes fiebre ― depositó un beso en su frente y Thomas hizo un mohín.― Será mejor que descanses lo que queda de noche y te prometo que mañana... ― en sus ojos volvió a brillar el deseo.― Mañana terminaremos con lo que hemos empezado.
― Te odio, Dylan― susurró, respirando agitado.
― Lo sé ― respondió travieso llegando hasta la puerta.― Aún tenemos muchas cosas de las que hablar, descansa, amor mío.
Thomas se incorporó en la cama mientras lo veía irse y sintió ganas de golpear su cabeza contra la pared, no le había contado lo de Ethan. Nervioso se mordió el labio mientras se levantaba con cuidado para darse una ducha reparadora, el domingo iba a ser un día muy largo.
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