Perdido en las dunas de Marte: un amigo peculiar
Cuando abrió los ojos, todo a su alrededor era rojo. Un desierto vasto y desolado se extendía hasta donde su vista alcanzaba, lleno de dunas y rocas. Estaba de pie, pero su mente no comprendía cómo había llegado allí. El casco reflejaba el polvo rojo. El silencio era absoluto, aunque no tan aplastante como el vacío en su mente.
Intentó recordar. ¿El espacio? ¿Una misión? Todo lo que surgía era un borrón, como si su propia existencia fuera una ilusión en el desierto marciano.
Con cada paso, sentía que la gravedad débil hacía sus movimientos ligeros, pero aún así lentos, como si el planeta quisiera mantenerlo atrapado allí.
Después de un tiempo —tal vez horas, tal vez días— algo apareció en el horizonte. Pequeño, metálico, rompiendo la monotonía del terreno. Levantó la mano para protegerse de la luz. Era una máquina.
Al acercarse, vio que era un objeto extraño con seis ruedas atascadas en la arena fina. El cuerpo principal de la máquina estaba inclinado, cubierto por una fina capa de polvo rojizo, y sus paneles solares estaban rotos. Una de las ruedas estaba profundamente enterrada en el suelo, como si hubiera luchado inútilmente contra el terreno traicionero.
El cosmonauta se detuvo frente a ella, intrigado.
"¿Qué diablos es esto?"
Se agachó, tocando el metal frío. El diseño era peculiar, extraño para su época. En 1969, había partido al espacio con la tecnología más avanzada de la Tierra, pero esto... esto parecía algo de un futuro imposible. La máquina parecía viva, aunque rota, como un viajero que también había sido abandonado en aquel desierto.
Un nombre grabado en una esquina llamó su atención: SPIRIT.
"Spirit..." murmuró. La palabra era un misterio. ¿Sería un nombre? ¿Un código? Algo en su mente intentó responder, pero las conexiones estaban dañadas, como cables cortados en un circuito.
Intentó girar una de las ruedas, pero estaba trabada. Tocó uno de los paneles solares, quitándole el polvo con su mano enguantada.
Finalmente, se sentó al lado del Spirit. Mirando el cielo, teñido de rojo sangre, parecía una herida abierta. El vacío era menos opresivo con aquella compañía muda. Por un breve instante, pensó en algo. Rostros aparecieron en su mente, borrosos por una mancha oscura, sus voces distorsionadas.
"Mi amor, ten cuidado, ¿volverás entero, verdad?"
La voz venía acompañada de un rostro femenino, su cabello ondulado con un tono rojizo, pero su rostro estaba oculto por una mancha oscura. Sus manos se extendían hacia adelante, como si esperaran un abrazo.
"Mi amor... por favor, vuelve."
La figura se alejaba lentamente y se volvía borrosa antes de desaparecer. Cubría su rostro con las manos, y se podía escuchar un leve sonido de llanto.
Extendió la mano, intentando alcanzar ese recuerdo, como si ella estuviera justo allí, a unos metros. Pero no había nada. Solo el vacío. La figura, ahora desenfocada, empezó a alejarse. Sus brazos se extendieron, como si pidieran un abrazo, pero todo lo que consiguió fue más distancia.
"No te vayas..." susurró, casi sin darse cuenta de que hablaba.
Intentó aferrarse al recuerdo, pero se escurría entre los dedos de su mente como arena fina. El rostro borroso, la voz distante... ¿Quién era ella? ¿Por qué sentía un dolor tan fuerte en el pecho al escuchar esas palabras que resonaban dentro de él?
Miró a la pequeña máquina. Spirit seguía allí, inmóvil, como un reflejo de su propia condición. Susurró:
"Estamos atrapados aquí, tú y yo. Solos, en medio de la nada."
El viejo cosmonauta se encogió, abrazando sus propias piernas, y miró al horizonte.
"¿Sabes, pequeño Spirit? Echo de menos nuestro planeta..."
Dijo con una voz triste. Miró al cielo para intentar encontrar el planeta, pero no vio nada más que estrellas.
"¿Será que aún se acuerdan de mí?"
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