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Eran las 19:20 y Jeremy ya estaba en la barra, repasando las copas, vestido completamente de negro y un pañuelo rojo en el bolsillo derecho, se había afeitado y sus rasgos afilados resaltaban bajo la tenue luz rojiza dándole un aspecto completamente varonil, Samantha lo vio desde lejos y le dio un poco de pudor acercarse a saludarlo a él y al resto de sus compañeros.
-Buenas tardes, Jeremy - le dijo mientras pasaba por su lado dirigiéndose hacia los baños del personal. Pero él no le respondió, siguió con lo que hacía ignorándola por completo y eso, aunque no quería admitirlo, le dolió a Samantha, pero lo dejó pasar y siguió su camino saludando al resto de sus compañeros.

Una vez que saludó a todos los del personal y que marcó que había llegado a tiempo al trabajo, Samantha se dirigió a la oficina de su jefe, necesitaba hablar con él acerca del descuento que le habían hecho en el pago del mes anterior ya que ella no había faltado ni pedido dinero alguno.

Tocó despacio, adentro se escuchaban gemidos suaves, -De seguro está con Rose, otra vez- pensó antes de escuchar un ronco "Pase" proveniente de la voz de su jefe; al pasar al despacho su pensamiento fue bastante evidente al ver el rostro de la pelirroja sonrojado y el labial bastante corrido.

-Señorita Lemount, ¿qué ocurre que aún no esta trabajando?- preguntó su jefe con cara de pocos amigos.

-Quiero hablar sobre el descuento de 3000$ pesos que me hicieron, ¿a qué se debe?. Yo no pedí dinero por adelantado y no he comprado nada, tampoco he utilizado servicios que lleguen a esa cifra ni mucho menos.-su jefe la miraba con cara de no entender nada, pero la sonrisa diabólica en los labios de Rose le dio a entender todo, había sido ella.

-Muéstreme el papel señorita, yo no recuerdo haberle reducido su sueldo, deje que lo compruebe con lo archivado en mi escritorio.

-Por supuesto- al darle el papel la secretaria perdió color en el rostro y cuando se dispuso a irse el jefe la detuvo.

-Rose, ¿a dónde vas? - la pelirrroja se detuvo en seco con la mano en el picaporte- Mis archivos están alterados, le quitaste el sueldo a Samantha, deberás darle el efectivo mañana, a primera hora, antes de que se sirva el desayuno, sino serás suspendida por tiempo indeterminado y reemplazada hasta nuevo aviso.- La mujer miraba a su jefe espantada y a Samantha la miraba con odio, pero nada podía hacer, cuando su jefe se ponían en su plan profesional ninguna amante de piernas seductoras y buenos atributos podía hacerle cambiar de opinión.

Luego de media hora esperando que se actualizaran los archivos de la computadora de su jefe, Samantha volvió a la planta baja donde se encontraban los vestidores para empleados, el restaurante, barra y la cocina, había algunos clientes habituales en la barra y hablaban con Jeremy, como vio que aún no había comensales, se apresuró a cambiarse adecuadamente.

Jeremy no se perdió ningún movimiento de Samantha cuando entró a saludar a los compañeros, cuando volvió de lo que supuso era la oficina del jefe ni cuando salió del vestuario, no la había saludado porque aún se sentía confundido por su actitud de la tarde, pero cuando la observó acercarse a la mesa donde los primeros hospedantes ordenaban la comida quedó completamente anonadado y hechizado por ella. Esa noche, la primera en la que él la veía trabajar estaba usando una pollera tubo gris oscuro, una musculosa blanca con una estampa de una boca rosa fuscia que quedaba justo a la altura de sus pechos, los zapatos de plataforma negros y el pelo en una cola de caballo bien armada para poder servir los platos sin dificultad.

Estaba radiante sin mucho maquillaje y la punzada en su entrepierna le hizo saber que esa noche iba a ser una tortura, porque no iba a poder pensar en otra cosa más que en llevarla a su piso y meterse entre sus piernas para saber si su sabor era tan delicioso como lo era el de su boca.

Samantha sentía la mirada de Jeremy en cada uno de sus movimientos, pero disimulaba lo que ese hombre provocaba en ella. Mientras servía la cena a una familia recurrente del hotel, miró de reojo a la barra y sus ojos se encontraron con los de él; la miraba con una intensidad que se ruborizó, sintió que le faltaba el aire y el calor entre sus piernas le dijo que ese hombre iba a lograr su objetivo, el que su mirada intensa y fogosa le trasmitía, que su lecho iba a ser mejor que el beso en el boliche y ella quería saber que tan bien esas manos que agarraban las copas podrían tocar donde ella esa madrugada lo hizo con las propias. Cuando desvío nuevamente la mirada, sonrió a los comensales y se volvió a un costado donde vio llegar a Roman, su mejor amigo desde que llegó al hotel y antes, él fue su instructor y con quien ella pudo revelar secretos indispensables para que pudiera pasar la prueba y lograr ocupar su lugar actual en Mephs, además de su psicólogo personal cuando rompió con su primer novio.

Roman era simpático, muy directo a la hora de decir lo que pensaba y con poco filtro pero siempre respetuoso, era metro ochenta y cinco de pura amabilidad y sensualidad, sus ojos verdes claro eran hipnotizadores, Samantha se había sentido atraída por él cuando lo vio la primera vez en el club de lectura de una amiga que tenían en común, pero luego de conversar y de que el lado perverso de ambos al momento de comentar las lecturas eróticas del club, supo que además de ser un buen amante: porque se lo había confesado y una chica tuvo el desliz de comentarlo en el baño de mujeres, supo que sería el mejor amigo que alguien pudiera tener, que una chica pudiera tener, y de eso ya hacían 4 años en tiempo actual. Eran inseparables y se querían mucho, Roman era el hermano mayor que ella no tenía, con sus 24 años tenía ya un título de Contador Público y Administración de Empresa, era el que llevaba las cajas todos los meses en Mephs y además manejaba la contabilidad de su familia en la empresa que aún manejaba su padre, The Instuments Dumon's, en ese sitio ubicado en el centro de Londres, podías encontrar el instrumento que desearas y la calidad era excelente, tenía bastante éxito, pero Roman quería tener su propio futuro y por eso se quedó en Mephs y se llevó a Samantha con él cuando ella más lo necesitó.

Y mientras los amigos se comunicaban con las miradas a medida que se acercaban uno al otro, en la barra unos ojos verde pardo brillaban de celos por la sonrisa que le provocaba ese tipo a Samantha, esa chica lo calentaba con solo mostrar esa sonrisa sincera, porque se notaba que ese chico era especial y él quería sentirse así, Jeremy quería que lo mirara de esa forma, que le sonriera así, pero no iba a dar el brazo a torcer, si ella quería contarle porqué actuó de esa forma con su amiga y él, debería nacer de ella: pero algo era seguro, esa noche iba a tenerla, ya sea en su cama o en su boca, quería saber si el sabor de su sexo era tan delicioso como el de su boca y no iba a poder aguantar mucho más, la iba a seducir, lento, en lo que quedara de la noche e iba a terminar lo que comenzó en el pub hacían casi 24 horas.

Quería saber cómo se sentirían sus musculosas y femeninas piernas enredadas alrededor de su cintura mientras la penetraba lentamente, estocada tras estocada y quería saber cómo serían sus gemidos, si era de las mujeres pasionales que los gritaran o si era delicada, quería volver a sentirse acompañado, quería sexo y ella era la indicada, ella era la que con solo mirarlo ya le provocaba una erección que solo podía disimular atrás de la barra como lo hacía en ese momento mientras le servía un whisky a las rocas a un empresario de Coorps Million llamado Ben Cubert, cosa que hace varios meses no le pasaban, desde que había terminado su relación de 3 años con Analía, desde que rompieron, él se prometió que no se iba a volver a enamorar, su demonios no lo dejaban dormir tranquilo y la tristeza al recordar por momentos a su ex, le hizo pensar que mientras antes tuviera el tipo de sexo que le gustaba, más rápido se sacaría la frustración, porque con su mano no podía alivarse, necesitaba sentir el cuerpo de una mujer y si no conseguía esa noche a Sam, la chica de vestido de encaje azul y piernas kilométricas de la barra que le pedía su primer Martini, tal vez sería su buen descargue de adrenalina. Solo debía esperar que pasaran las horas de trabajo. Y una vez que pasaran, tendría la noche de sexo que había despertado la sexy y peculiar moza de Mephs.

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