Capítulo 4

'Las almas más puras, son las que nos hablan con la verdad'


No sabía qué tanto debía confiar en el profesor, pero sin duda había algo de razón en las palabras de aquel personaje. No trabajaría mi obra en la academia. En ningún momento nos dijeron que sí o sí debía trabajarse en el salón y que no podíamos llevarnos la obra a nuestros hogares, pero yo no era tan estúpido como para permitir que en mi ausencia mi arte corriera algún peligro.

Si hay algo que he aprendido a lo largo de mi corta, genial y en los últimos meses, trágica historia, es que la gente como yo corre el riesgo de tener que convivir con gente envidiosa que sabe, no podrá estar nunca a mi nivel. Por eso mismo, de alguna manera tomaría en cuenta lo que el profesor había dicho en su momento.

Conduje aquel bello auto que había llegado a mis manos, la verdad, sabía que podía tener algo mejor, pero eso sería hasta el momento en que ingrese definitivamente a la academia. Llegué a la tienda de materiales, el apartamento en donde me encontraba viviendo estaba repleto de botellas de alcohol y sí había limpiado, pero no tiraría todos esos deshechos a la basura de forma irresponsable, sin embargo, quería llenarlo de materiales de arte y por eso me encontraba en aquella tienda.

Los pasillos eran amplios y la estantería rozaba el techo, era un lujo siquiera observar aquel majestuoso lugar, los rótulos indicaban qué podíamos encontrar en cada pasillo y no había espacio al que dirigieras tu vista en el que no pudieras ver materiales de arte. Acuarelas, óleos, pinceles, lienzos, brochas, cinceles, yeso, barro había de todo para crear cualquier tipo de arte.

El carrito se llenó luego de dos horas paseándome por los corredores –sí, era el único momento en el que iba de compras y que tenía la paciencia como para estar detallando en cada objeto que tomaba–, pero entonces la nostalgia llegó a mi mente y sabía que en breve habría una pequeña decaída que me encerraría durante el próximo fin de semana.

Sabía que el trabajo que yo realizaba era grandioso y que era reconocido en muchos lugares, no sólo a nivel latinoamericano, sino también a nivel europeo. ¿Cómo lo sé? Cuando presenté la galería en la que mi fuente de inspiración fue la novata de ojos hechizantes, varios críticos españoles se hicieron presentes, así como personas que adquirieron mi trabajo y pertenecían a una que otra empresa europea. Sin embargo, no me esperaba que mis obras llegaran a ser tomadas en cuenta como ejemplos para atraer la atención de los demás artistas al momento de comprar material –debería recibir ciertas ganancias gracias a ello– en aquella tienda.

La noche me atrapó saliendo del lugar y cuando estaba terminando de colocar las bolsas dentro de mi auto escuché esa voz que había conocido hace un tiempo atrás.

—¡Pero si eres tú! —–exclamó con todas sus fuerzas y yo sólo apreté los ojos antes de voltear hacia el lugar del que provenía aquella voz.

—Anaidee.

—No me digas tu nombre, sé que me lo has dicho antes —hizo una mueca como si estuviera esforzándose en recordar algo—. La verdad no lo recuerdo —dijo después de unos cuantos segundos—, pero eres un niño de ojos locos que no son fáciles de olvidar.

Aquel apodo trajo algunos recuerdos de forma instantánea a mi mente y sólo pude aclarar mi garganta antes de volver a hablar.

—Yo soy inolvidable, por completo —le dediqué una sonrisa y a ella parecía que le brillaban los ojos, esto me estaba asustando—. Edrick. Mi nombre es Edrick.

Ella extendió su mano a manera que yo entendiera que debía besar el torso de la misma, yo no era alguien que complacía, sino era a quien complacían. Pero se trata de una anciana de quién sabe cuántos años.

—¿Qué haces por acá, cariño? —comenzaba a fastidiarme que fuera tan atenta y cariñosa conmigo.

—Compro materiales para la academia.

—Entiendo —asintió—, ¿estás libre para tomar un café?

Me lo pensé antes de contestar y es que, no me molestaba que la señora fuera amable, el problema estaba en que era excesivamente empalagosa —para mi punto de vista– y eso no me gustaba.

—Está bien, tengo libres unos cuantos minutos —debía recordarme que yo no soy complaciente.

Me explicó que vendrían por ella a ese mismo lugar, así que caminamos unos cuantos metros para poder llegar a una cafetería que se encontraba en las cercanías. Ella con toda confianza entrelazó mi brazo con el suyo, para sostenerse y yo tuve que reducir mi velocidad al caminar.

—¿Por qué esos ojos tristes, hermoso? —Esta mujer estaba llena de preguntas y eso no me agradaba, en primera por mi poca paciencia para tener que estar informando a la gente; en segunda, porque me recordaba a la castaña.

—Recuerdos, Anaidee. Recuerdos.

—Eres muy cortante para hablar.

—A veces —casi siempre— no tengo ganas de hablar con nadie.

—¿Hoy es uno de esos días?

—Cada día es igual, Anaidee. No puedo decir mucho.

—Hijo mío —dijo con aquel tono típico de una abuelita—, tú y yo no nos conocemos desde hace mucho, no sabemos cosas del otro que probablemente sea vital saber para poder mantener una relación amistosa saludable. Pero tus ojos demuestran mucho, sé que llevas un dolor atascado en tu interior que no te está dejando tranquilo. Soy anciana, pero sé distinguir cuando alguien trae un mal de amores encima y tú, tú al parecer eres un caso especial.

—Yo soy diferente a todos, incluso si hablamos de dolor.

—Todos traemos un dolor en el pecho que es diferente al de los demás.

—¿Acaso soy el único al que todas las mujeres que llegan a su vida lo deben abandonar? —cuestioné. Podría ser posible que luego me arrepintiera de hablar con esta señora, pero en verdad necesitaba soltar aquello que me estaba pesando.

Sin Max y Cam cerca de mí, era difícil poner las cosas en orden en mi cabeza, al menos cuando de sentimientos se trataba. Más cuando de una u otra manera, los recuerdos con Idunn se hacían presentes.

—Claro que a muchos hombres les pasa igual, también a muchas mujeres.

—¿Mueren? —cuestioné.

—No precisamente. Hay personas que perdemos, pero sin que se vayan de este mundo.

—Es una mierda, ¿lo sabes?

—Claro que lo sé, mi marido falleció, ojitos lindos —soltó una risilla—, ¿tú a quién has perdido?

—A mi madre.

—Cuánto lo lamento —comentó con nostalgia—, yo...

—Esa pérdida, aunque fue significativa, no es la que me trae tal como me ves —dije interrumpiéndola y su entrecejo se frunció.

—¿Cómo que no es la pérdida de tu madre la que te trae así?

—No, si bien mi madre fue la causante para que me creara una imagen de las mujeres, diferente a la que en realidad es. No es por ella. Se trata de mi novia, bueno mi antigua novia —sus labios se abrieron y su rostro me dejaba ver que le habían afectado, de alguna manera, mis palabras.

—La quisiste mucho, de seguro.

—Aún lo hago, Idunn —un nudo se estaba formando en mi garganta y las manos comenzaban a pesarme—. Ella era un rayo de sol en los días nublados, ella fue la excepción a todo y la única capaz de alterar no sólo mi corazón, sino mi vida por completo.

—¿Qué sucedió con ella? —cuestionó y aunque en otro momento me hubiese fastidiado esa pregunta. Hoy sólo quería soltar un poco de lo que traía dentro y la anciana podría ayudarme, al menos para desahogarme.

—Idunn y yo nos hicimos novios por un reto y un juego —su cara de confusión me dio a entender que no estaba siendo claro, pero así fueron las cosas—, ambos acordamos que nuestra relación sería únicamente para complacer a nuestros padres, el absurdo reto que sus padres le impusieron y el estúpido juego que mi padre me propuso y que yo acepté. Se suponía que ahora que acabara el año, ella y yo nos alejaríamos y no volveríamos a tener contacto entre sí, pero las cosas no se dieron así.

—¿Ambos sabían que eran un juego para el otro? —asentí— ¿y por qué se enamoraron?

—Anaidee, creo que es una pregunta que ni tú sabrías contestar —solté una pequeña risa—, nos enamoramos porque los dos decidimos que nuestros padres no sabrían que lo habíamos acordado ambos y porque decidimos que habría un juego y reto entre nosotros. Fingiríamos ante todos lo enamorados que estábamos, que los detalles y pequeños gestos no faltarían y... de forma estúpida, haríamos cosas que pudieran endulzar el oído y el corazón del otro, que perdería aquel que comenzara a desarrollar sentimientos por el otro y en ese momento daríamos fin a nuestra relación, porque sólo era una mentira.

—Las relaciones de ahora me parecen un poco estúpidas, ¿qué clase de idiotas son los jóvenes? —se alteró un poco y por primera vez me di cuenta que la señora no tenía ni una pizca de acento español.

—Lo sé, muy estúpidos si hablamos en serio y con toda honestidad.

—¿Y qué pasó?

—Yo me enamoré, me enamoré de ella y no se lo pude decir porque mi orgullo me lo impidió. Y justo cuando pretendía decirlo... la muerte me ganó.

La anciana tragó grueso y bajó su rostro, fue hasta que sonó su nariz que me di cuenta que las lágrimas y el sentimiento se apoderaron de ella. Entonces lo noté, por mis mejillas también resbalaban lágrimas.

—Creí que hablar sobre ella y todo lo que sentía, me sentaría bien. Pero veo que no es así.

—El dolor no se va con palabras, hijo mío. El dolor es más de algo interno, es como cuando hablamos de guardar luto por cierto tiempo, el que lleves dos , tres, ocho o incluso, veinte años vestido de negro o sin ir a una fiesta, no significa que por llevarlo el dolor se irá más rápido. Con las palabras, te desahogas, pero no te alivia el dolor.

—Idunn era la mujer de mi vida —por primera vez sollozaba frente a alguien más.

—Eso no lo sabemos, muchacho.

—¿Qué? Claro que sí —me molestó esa insinuación.

—Aún tienes un largo camino que recorrer, no sabes si llegará alguien más a tu vida que borre esquemas.

—Nadie llegará a los talones de la novata —me comenzaba a fastidiar—. Mucho menos que llegue a ser suficiente para acaparar mi atención.

—Entiendo.

La mujer no volvió a decir palabra alguna, no creo haber sonado pesado, en realidad sólo quería recalcar que Idunn era algo más allá de una relación más de mi pasado. Idunn lo fue todo en tan poco tiempo, que me sigue sorprendiendo que su personalidad tan desordenada y genuina me atrapara, cuando tenía todo lo que me sacaba de quicio en cualquier otra persona.

—Edrick, cariño —habló la mujer—. Si tuvieras la oportunidad de verla una vez más o si pudieras estar con ella, ¿le dirías tus sentimientos?

—La he visto en sueños y siempre lo hago, también le pido perdón por ser tan imbécil y no haberle dicho lo que sentía.

—Hablo de verla, físicamente —era señora de avanzada edad, no podía juzgar aquellos pensamientos.

—Si eso fuera posible, seguramente lo haría. Pero son cosas que quedan fuera de mi alcance y vea que siempre consigo lo que quiero.

—¿Alguna vez viste a Idunn como un verdadero reto? —de alguna manera hablar con la señora era reconfortante, porque podía ser la vil mierda que siempre era y a la vez alguien tan distinto al Edrick que conocen los demás, pero me hartaba su preguntadera.

—Como un reto no, como un juego sí —sé que aquello se escucha feo, pero también sé que es un asco que las cosas se consideraron de esa manera en algún momento.

—¿Y ahora qué piensas al respecto? —esta señora acaso se creía ¿psicóloga?

—Nada.

—¿No te arrepientes?

—En absoluto, arrepentirme de haberla considerado de esa manera sólo sería arrepentirme por haberme enamorado de ella. La conocí así, ella siendo un juego para mí y yo siendo un reto para ella, si se arrepintió de haberse enamorado de mí, no lo sé, pero eso fue lo que nos llevó a vivir nuestra corta historia. Y no, no me arrepiento del inicio que tuvo, pero sí lamento el final.

—Tal vez no es ahí su final, ¿no lo has pensado? —al parecer a Anaidee se le destrababa un tornillo.

—Mi final con ella llegó el día que sus ojos se cerraron y no volvieron a abrirse.

—Eso es muy negativo, Edrick.

—Eso es la realidad.

–¿Acaso no la piensas?

—Claro que lo hago, pero mi historia con ella no se sigue escribiendo, Anaidee. En mi vida, por mucho que lamente decirlo y aunque duela, la novata sólo pudo ser un capítulo y no la protagonista durante toda la historia.

—Entiendo.

Tras mis palabras la anciana ya no dijo nada y bebió su café sin siquiera dar una pausa. Supe que la reunión con la señora había terminado y que era hora de pagar la cuenta, llamé a quien nos estuvo atendiendo y pedí la cuenta, ella sólo observaba con detenimiento mis movimientos, pero yo no pretendía articular palabra alguna.

En cuanto iba a pagar ella dijo:

—No jovencito, yo invito.

—No, claro que no. Usted me ayudó a sacar cosas que traía atoradas en mi corazón, la única manera en la que sé que puedo retribuir ese apoyo es pagando.

—Me conformo con que me regales un abrazo, bonito.

Y con eso pagó ella y me pidió apoyo para poder levantarse, no sé a qué jugaba esta señora, pero todo era muy curioso con ella. Y al parecer, no le gustaba perder. Yo en definitiva era igual, pero no iba a ponerme a competir con una anciana de quién sabe cuántos años.

Tal y como la anciana había dicho, en un auto la llegaron a recoger al punto donde nos habíamos encontrado y yo lo único que pensé fue: "¿Quién diablos será ella?". Yo era consciente que no era lo más seguro y sensato estarme relacionando con desconocidos, menos en un país ajeno al mío, donde no contaba con alguien que conociera, pero eso en realidad no importaba mucho. Podía defenderme.

Conduje por la ciudad y la lluvia se hizo presente, las calles que estaban abarrotadas, ahora se veían desoladas, para cualquier artista aquella sería una vista agradable para plasmar en un lienzo, en un papel o algún lugar donde se pudiera pintar. Pero estaba seguro que si pintaba algo como aquello, no tendría oportunidad de siquiera acercarme al primer lugar y yo no estaba dispuesto a perder. Quizás me había alejado de RallyForce, pero jamás dejaría de lado mi competitividad.

Con la partida de Idunn y mi trágica derrota, aquella frase que tanto me caracterizaba se había modificado, el "Yo nunca pierdo" o "Siempre gano", se convirtieron en un "yo siempre voy por la victoria", porque es la realidad. Ir a ganar es lo que me mueve, ganar era lo que me llevó a nunca poder decirle a la novata que quería estar con ella, que me enamoré de toda esa aura chillona y revoltosa que tenía a su alrededor. Y la competencia en la academia no sería la excepción a que mis ganas de ganar se sobrepusieran sobre cualquier tipo de arte que no estaba al nivel de lo que conlleva ir por el premio que darán al primer lugar. Sin embargo, aunque no presentaría aquella pintura, igual al llegar a casa pintaré esa imagen que quedó grabada de las calles de Madrid.

Al llegar al lugar que funcionaba como refugio para este artista con ataques depresivos y alcohólicos, decidí que la ropa me estaba estorbando y que utilizaría sólo ropa interior para pintar la imagen vacía y solitaria de ese momento en el que la lluvia cubrió las calles. Fui por un poco chocolate —a este punto no sé en qué momento comencé a beber chocolate, pero era agradable—, lo cual estaba seguro que más tarde cambiaría por un buen ron, de esas botellas que he estado evitando beber.

Tomé mi celular y había varias llamadas perdidas de Max y de Dick, sin embargo, ya era muy tarde para siquiera hacer el intento de escribirles, así que los ignoré. Yo sé que no merecen esa actitud de mi parte, pero si acepté venir a este sitio fue para alejarme de todo lo que tuviera que ver con Idunn y ellos, por más esfuerzo que hagan de no comentar nada acerca de ella, siempre terminan metiéndola en la conversación, lo cual se convierte en una charla que termina por desesperarme. Con el celular en mano recordé el número del profesor, así que fui por mi mochila, saqué aquel pequeño trozo de papel y me quedé pensando por unos instantes, pero tenía la curiosidad de lo que podría pasar si yo hablara con él.

«¿Y si es una trampa?» —mi mente quería jugarme sucio, lo cual era una completa estupidez sabiendo que se enfrentaba con un jugador experto.

Así que antes de llamar al sujeto, escribí a mi padre:

E: ¿Conoces a un sujeto llamado Joseph de León?

D: Sí, fue mi profesor hace algunos años.

«¿Profesor?»

E: ¿De qué?

D: Larga historia

E: ¿Es confiable?

D: Sí, si es porque te está dando consejos. Tómalos. Lo mejor que puedes hacer es seguir lo que él está diciendo, créeme, lo hace por tu bien.

E: ¿Seguro? No quiero que alguien venga a cagarme la vida aquí en la academia.

D: Escucha lo que él te dice.

E: Descansa, Dick.

Ya no supe si mi padre contestó el mensaje, en realidad me sorprendía que estuviera tan al tanto de mí. Marqué el número de teléfono que estaba en el papel y coloqué el altavoz, nada me iba a detener para pintar.

—Hola

—Meyer, un gusto que estés comunicándote.

—Podría ser más específico con lo que mencionó hace algunas horas, por favor.

—Vaya que eres directo y tan frío.

—¿Acaso pretende que venga a ser un cachondo con usted? Porque si es eso lo que espera, se ha equivocado de persona —una carcajada se escuchó al otro lado de la línea.

—Me refiero que eres demasiado certero.

—Sé a lo que se refiere. ¿Dirá algo o sus palabras sólo son letras que se van con el aire?

—Si quieres ir al punto, con gusto.

—Hable.

—Si bien la academia busca a talentos selectos, el que sean personas de renombre y artistas de una muy buena categoría no impide que la maldad que como seres humanos existe, se encuentre dentro de ellos.

—Ajá.

—Te conozco y sé que tú no eres de esos que hace trampa.

—¿Me conoce? —inquirí con un toque de gracia.

—Aunque no lo creas, hay cosas que sé de ti, aunque tú de mí no sepas ni una pizca.

—Prosiga.

—Sé también que odias los juegos sucios y siempre buscas que todo salga a la luz, pero en la academia las cosas se manejan de una manera distinta.

—¿Qué está queriendo decirme?

—Meyer, vi que ya tuviste la desagradable oportunidad de coincidir y para pesar tuyo —¿qué mierda decía? —tener roces con el joven Ferrer.

—Ah, ¿el chiquillo rico, repitente y que se cree el puto amo de la academia porque su padre tiene influencia?

—Veo que te has informado.

—Él no tiene la importancia suficiente para que yo pierda mi tiempo investigando sobre él, pero yo soy lo suficiente importante como para que todo llegue a mí, sin hacer un mínimo esfuerzo.

—Ferrer quiere asegurar su puesto sí o sí —¿y eso a mí? —, por lo que tratará de arruinar a todo aquel que vea como competencia. O sea, tú.

—Él cree que el sólo hecho que todos le teman por su carácter y el poder que ejerce sobre la academia, ya lo hace superior y ganador. Hasta que llegaste tú. De ti destila poder, fuerza, valentía, competitividad.

—Ajá.

—Entonces eres una amenaza. Y tratará de hacerte caer, de meterte en líos o de debilitarte. Sé lo de tu novia, lo de los videojuegos, conozco muchas cosas de ti y hay cosas que, lamentablemente gracias a las redes se han expandido, más con la vida reconocida que llevas por los videojuegos. Por lo que él tiene al alcance información sobre ti y cosas que pueden herirte.

—¿Herirme? —lo interrumpí y reí—. La única persona capaz de hacerlo ya no está, entonces si cree que sus estupideces me harán caer y dejarle el camino libre siendo un puto dolor de huevos, está equivocado.

—Eso lo tengo entendido, Meyer. Pero te recomiendo, no trabajes tu verdadero proyecto allá en el campus, ni des pistas de nada. No dejes obras de muy buen valor en el salón y cuídate, especialmente, no confíes en nadie. A este punto no sabemos a quiénes usará Ferrer para atacarte.

—Gracias, lo tendré en cuenta.

—Nada que debas agradecer, sólo salúdame a tu padre.

—Yo le diré.

—En verdad eres idéntico a él, pero a la vez tan diferente.

—Ese es tema para otra ocasión. Adiós y gracias.

Acabé la llamada y me quedé pensativo, me dejé caer sobre el sofá y vi hacia la pared que estaba adornada por un único cuadro, ahí encontré el motivo para mi arte, ahí observé lo bonito que podría llegar a ser mi trabajo, sólo si se trataba de aquello. 

ᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖ💙🎨💙ᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖᨖ

Hola a quienes me leen. La verdad admito que estoy en un bloqueo, pero mental y eso me ha impedido estar por acá de forma continua, pero espero pronto mejorar, sin embargo, hay cosas que me hacen feliz porque he logrado cosillas durante este tiempo.


Hasta pronto <3

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