Ya tengo la nariz de Lord Voldemort.
No podía dejar de pensar en Percy en ningún momento. Era el colmo. ¿Qué estará haciendo justo ahora? ¿Qué estará sucediendo? ¿Pensará en mí? ¿Estará molesto conmigo por dejarlo solo? ¿Estará furioso por ni mirarlo dos veces e irme sin esperarlo?
¿Estará pensando ahora mismo en una manera amable para poder terminarme y chutarme?
Me sentía como mierda de hipocampo.
Me sentía como si el cielo hubiera caído de repente y tratará de evitar con toda la fuerza de mis enclenques brazos para que no cayera encima mío y me aplastara.
Aún no podía creer que no me haya escuchado, había lastimado más que mi orgullo, también mi inteligencia.
Había ignorado mi opinión como si no hubiera tenido ningún valor, sin consideración.
Me había hecho sentir como una estúpida.
Por fuera estaba tiesa y callada mirando por la ventana del auto de mi madre mientras íbamos en una cena de negocios por el cual ella insistió bastante. Pero por dentro, era un revoltijo de emociones rebeldes que dejaban un sabor amargo en mi boca.
No creo que sea necesario decir, que era muy extraño ese comportamiento viniendo de ella. El de invitarme a conocer su trabajo, quiero decir.
- Hemos llegado. - Comenta mi madre escudriñando mi porte. - Son personas que poseen un gran prestigio en la sociedad, niña. Han sido mis clientes habituales por más de diez años. Creo que no es necesario que te explique como debes comportarte ¿verdad Annabeth? -
De vuelta siento que me subestiman más de lo que deberían, y muerdo mi lengua tratando de no decir nada grosero.
- Creo recordar madre, algunos modales que me enseñó mi madrastra. - Escupo casi mordaz, la mencionó a ella sabiendo bien que eso la picaría.
Me mira con ojos calculadores tratando de adivinar mis pensamientos.
- Parece que alguien no tuvo un buen día. ¿Problemas con Percy? - Interroga con una sonrisa tensa.
Suspiro imperceptiblemente y niego. - No es eso. Está todo bien. -
- ¿Quieres hablar sobre eso? - Pregunta amablemente, pero tengo la impresión que solo lo hace para cumplir con su papel, y no porque estuviera realmente interesada por su hija y sus cambios hormonales.
-No. - Espeto. - Estoy acostumbrada a resolverlo sola. -
Mi madre asiente comprensiva. Ella guarda lentamente las llaves del auto en su cartera. Y con la misma lentitud se mira en el espejo con mirada pensativa.
La ignoro y miró realmente impresionada por la mansión que tenemos en frente. Toda una obra arquitectónica despampanante ubicada casi en una colina de manera solemne.
- ¿Te gusta? Los planos los ideé yo. - Me cuenta mi madre con naturalidad. Estoy realmente sorprendida. Y vuelvo a recordar que mi madre es de lejos mucho mejor que yo en muchos ámbitos.
- Es asombroso. - Digo tímidamente. Ella mira que soy sincera, entonces me regala una pequeña y cariñosa sonrisa.
Bajamos del auto y nos dirigimos a la entrada. Los guardias de seguridad nos dejaron pasar apenas nos vieron. Uno de ellos que no debía tener más de veinte tantos. Se quedo mirando mis piernas descubiertas en mi vestido otoñal. La cena era tenida elegante.
Mi madre tocó el timbre y nos quedamos parados esperando. Ella se veía hermosa con un impecable traje gris que combinaban con sus ojos. Sus labios apenas con brillo labial color durazno. Me pilló mirándola y me guiño de reojo.
Estaba de buen humor...
La puerta de gran tamaño y de roble macizo se abrió dando lugar a una mujer con una sonrisa brillante y amorosa.
- Señora Chase, qué gusto verla de nuevo. Empezaba a extrañar poder conversar con una mujer inteligente. -
Mi madre sonrió educadamente y ambas se saludaron dándose besos en cada mejilla.
- ¿Y esta hermosa señorita, es tu hija? -
- Ella es Annabeth Chase. - Me presenta. Porque creo que se ha dado cuenta que me he quedado algo intimidada.
La mujer me midió con sus grandes ojos color chocolate, poseía un cabello largo y lustroso de color negro igual que el regaliz, y un rostro tan majestuoso e inaccesible como una modelo de pasarela. Me sentía como una vaca en frente de esta mujer, un pequeño y feo cuco al cual podría aplastar en sus gráciles dedos con uñas bien pintadas a la perfección.
- Eres una jovencita muy bonita. - Paso lo dedos por mi ondulado y simple cabello rubio. - De verdad lo eres. Siéntete como en tu casa cariño. Me puedes llamar por mí nombre, Hera. -
-Gracias. - Fue todo lo que logré decir.
Nos dejó pasar, caminé con un paso detrás de ellas mientras miraba todo a mí alrededor asimilándolo lo más rápido que podía, escuchaba retazos de la conversación el cual mi mamá contestaba con un asentimiento o un monosílabo.
Entramos al comedor, y de golpe mi circulación entera se me detuvo al ver a alguien en específico, sentado en una de las sillas con mucha elegancia. Me puse helada un momento, con mi corazón tratando desesperadamente de volver a latir.
Luke estaba sentado a lado de un hombre muy parecido a él, quien obviamente presentía era su padre. Me miró alzando las cejas como sorprendido y no oculto su sonrisa de reconocimiento.
- Buenos días caballeros. - Saluda mi madre con seguridad en el habla. Hera hace que se siente de lado izquierdo, cerca del hombre con mirada gruñona que estaba en la cabeza. Él debía ser el Rey y Señor de esta mansión.
Yo me quedó parada bajo la repisa, ahí estúpidamente con mis piernas congeladas, sin saber cómo actuar, o proceder a continuación. Aún no había olvidado sus manos apretando dolorosamente mis brazos con fuerza, casi gritándome para que me alejara de Percy. Luke era un hombre inestable e impredecible y lo último que quería era compartir una habitación con él, por más que mi propia madre estuviera allí mismo.
- ¡Mira quién vino! ¿No es la pequeña Annie? - Alza la voz emocionado el padre de Luke al verme apenas ingrese en el comedor. Reconocimiento inunda sus ojos para mí sorpresa, busco en los confines de mi memoria su rostro. - Pero ya no es tan pequeña, claro que no. ¿Te acuerdas de nosotros Annabeth? Ha pasado demasiado tiempo, a decir verdad. -
- Discúlpeme, pero no. - Respondo con desgano. Me acerco lentamente hasta mi madre. Hera está parada esperando pacientemente para que me siente en la silla que señala, que para mi martirio está justo delante de Luke.
- Te explico, tú siempre jugabas en Central Park con Luke cada tarde, justo antes de que anocheciera, todos los días. -
Hera tira un pequeño chillido encantada. - ¡¡Owww!! ¡Era como una cita entre ustedes, pero que adorables! Seguro que jugaron alguna vez a los novios o a los esposos. - Miró hacia su ceñudo esposo rezumbando de alegría. - Me recuerda a cuando de niños siempre ibas a visitarme en la casita del árbol con un lindo ramo de flores de Loto. ¡Eras tan divino! -
Sentía la pesada mirada de Luke repasándome de arriba a abajo. Me sentía mal con este vestido, se supone que Percy debería ser quién lo admirará.
- No tengo recuerdos de aquellas épocas. - Susurro sin que nadie se diera cuenta.
- Y luego tu hermana Démeter se las comía. - Dice con voz grave su marido mirándola de soslayo apenas con interés. Sin embargo Hera, no parecía inmutarse en lo más mínimo por su apatía.
- ¡Qué bellos recuerdos! -
El padre de Luke tose para ocultar una risa burlona. Luego vuelve a sonreír hacia mí y se ve sinceramente extasiado por verme.
- Recuerdo que eras muy amable y tan dulce. Espero que esos atributos no se hayan ido con la edad y la rebeldía de la adolescencia. -
- Ya le conté que nos conocíamos, papá. Somos compañeros en el instituto. - Agrega Luke mandándome una sonrisa amigable, luego adopta una expresión melancólica. - Lamentablemente ella no me recuerda, ni siquiera un poco.-
- No, no recuerdo nada de eso. Supongo que mi cerebro lo catálogo de innecesario de archivar. - Murmuró tensa y con más fuerza está vez. Mi madre me lanza una mirada reprobatoria por mí actitud hostil.
- Oh bueno, es una pena. Realmente te veías muy linda junto a mi hijo. - Sin inmutarse, sigue hablando su padre en tono emocionado. - Pensé algunas veces que quedarían juntos, serían una muy bonita pareja. - Murmura en tono conspirador. - ¡Qué agradable sería tenerte como nuera! -
Mis manos llegan a tocar la silla con fuerza, hasta que mis nudillos se ponen blancos. Me siento algo cohibida a lado e mi madre.
- (Ni loca. Su hijo está loco) -
- Padre, por favor. - Lo regaña suavemente Luke, pero con una mirada arrogante. - Déjanos esas cosas a nosotros. -
- No hay un nosotros. Nosotros no tenemos cosas, nada. - Suelto de repente algo histérica cada vez alzando un poco más la voz.
Todos en la mesa se me quedan mirando sorprendidos. Estaba llegando a mi límite. No debí venir.
- Zeus, muchas gracias por invitarme. - Dice mi madre tratando de desviar la atención hacia ella. - Cuando usted quiera empezamos a hablar sobre los planos para su nuevo centro comercial. Tengo variadas ideas ya plasmados, que estoy seguro que le interesarán. -
El hombre aleja su penetrante mirada, que ahora me resulta vagamente conocida, lejos de mí y la dirige a mi madre. ¿Por qué me resultaba familiar esos ojos?
- De acuerdo, me gusto hacer negocios con algo delicioso en la boca. - Responde el hombre de ojos eléctricos, llamado Zeus. - Solo estamos esperando a mi hijo. Se está preparando, es peor que una chica. - Se queja arrugado las cejas, agarra su copa y le da un sorbo a su vino.
- Dijo que quería verse bien, para impresionar a la hija de la arquitecta. - Menciona Hera, estaba sentada en la otra punta de la mesa.
- Ajá. - Digo secamente. ¿Es en serio? No sabía que era un tipo de objeto bonito que mi madre podría vender. ¿Cuántas veces me han ofrecido ya hoy? Bueno, así me sentía hoy. ¿A esto me había traído? Estábamos en el siglo XXI, Dioses, solo espero estar equivocada. Si no, tremendo asco.
- Annabeth, ¿por qué no te sientas a mi lado? - Me invita Luke parándose de improviso y señalando la silla a su lado en plan teatral. Pongo mala cara.
- Estoy bien aquí, gracias. -
- Es que siento, que debo protegerte de mis adversarios. - Me susurra por sobre la mesa alzando las cejas hasta la coronilla, luciendo alarmado.
Zeus mira atentamente a Luke como midiéndole. Mi madre, mira la escena en silencio.
- No me hagas reír, Luke. -
- Mi Annie, ¿no recuerdas que eras mi princesa? Yo te protegía de todos los monstruos siempre. - Me pregunta Luke consternado.
- Francamente no. Te lo he repetido mil veces. Mis memorias no te recuerdan, y sin embargo, me atrevo a decir, que prefiero mil veces ser más, una poderosa y sabia semidiosa que resuelva sus propios líos. Gracias. - Digo orgullosa.
Luke, ladea la cabeza y vuelve a sentarse, no aparto la mirada.
Su padre nos mira curioso dando un sorbo a su copa. Zeus se ríe con voz ronca.
- Me gustas para mí hijo. - Me apunta Zeus para mí sorpresa. ¿Esto es en serio? Miró a mi madre, ella esta sonriendo con aprobación. ¿Pero que mierda? ¿Acaso se olvida que estoy con Percy? Oh, Percy. Dónde estas cuando te necesito más.
- Que broma más pesada. - Digo fingiendo una sonrisa manteniendo el tono educado.
- Pero no es una broma, cariño. - Niega Hera. - Es una posibilidad. - Y me guiña un ojo.
Okay.
Siento ganas de vomitar. Muchas ganas.
- ¿Estás bien cariño? - Me pregunta Hera de repente. Todos en la mesa alzan su vista hacia mí y me escrutan el rostro.
- Se ha puesto blanca. ¿Te sientes bien? - Me pregunta con suma amabilidad el padre de Luke.
- ¿Puedo pasar al baño? - Miró de reojo a mi madre. Ella trata de ocultar su curiosidad, sabe que algo me impacto de sobremanera y me sorprende que no lo haya adivinado.
¿Cree que no me daba cuenta de su estrategia? ¿Quién creía que era? Era su hija después de todo.
- Adelante Cariño. - Con un asentimiento a los miembros de la mesa en general, especialmente al que parecía el señor de la casa, con un traje americano y unos penetrantes ojos muy familiares. Pido permiso.
- Arriba, la ultima puerta de la izquierda. - Me señala Hera.
Asiento y empiezo a subir las escaleras. Escucho brevemente el rumor de sus voces.
- Disculpen por las molestias. - Empieza mi madre.
- Descuida, descuida, ¡adolescentes! Nunca se sabe lo que se les cruza por la cabeza algunas veces. ¡Son como otra raza de alienígenas! - Dice el padre de Luke enérgico sin perder su buen humor.
- Annabeth normalmente es muy tranquila y cordial. - Sigue con tono de disculpa ella.
- Los cambios de humor son tremendos, a veces me contengo demasiado para no ponerle cinta adhesiva a Luke por su boca prepotente. Es la única forma a veces de hacerle callar. Uff. - Dice su padre quejumbroso, riéndose a carcajadas suelta, junto con Hera y el señor ojos eléctricos.
- Padre... - Advierte Luke en tono censurado. Ya no logro escucharlos, he llegado en la segunda planta.
Apenas llego, abro la canilla y me lavo la cara con agua fría. Me seco con una toalla, y me miró fijamente en el espejo. Tratando de recobrar la serenidad.
Era una estúpida, no debí haber demostrado que su presencia me alteraba. Iba a recomponerme y demostrarle que no influía en lo más mínimo en mí.
La culpa también empezaba a atacarme, una gran y asquerosa culpa. Por haber dejado sólo a Percy cuando más me necesitaba. Es decir, sí, él había hecho mal en ni siquiera escucharme, pero debía ponerme en su lugar. Era de su padre nada menos de quién estábamos hablando.
No podía culparlo, por querer simplemente saber más de sus orígenes. Era una estúpida, egoísta y orgullosa, solo pensé en mí misma y en mis sentimientos.
Debería estar ahora mismo con él, dándole la mano y apoyo, como tantas veces él lo hizo conmigo.
Él me amaba y yo igual, incluso más. Pero tenías que cagarla Annabeth Chase, porque odias no tener la razón.
Saqué mi celular de mi bolsillo, nada. Ningún mensaje. Genial, bravísimo Annabeth. El chico más apuesto y dulce que has conocido en toda tu triste vida, y tú lo dejas ir apenas en el primer problema que se les presenta. Bravo, qué buena novia resultaste.
Abrí la puerta del baño con decisión, caminando con los hombros rectos, está vez iba a comportarme con más frialdad ante Luke. Demostrar que era más dura de lo que aparentaba.
Había portarretratos colgados por la pared, con marcos bañados en oro. Caminé con pasos lentos entonces, mirando cada uno de ellos. Se veía en las fotos que eran de lejos la típica, perfecta y adinerada familia.
La familia de ensueño. Lo que toda mujer desea y llora tener.
Una foto casi hizo que mis ojos se desorbitaran por la sorpresa. Así que está era su casa. Y mientras caminaba, una puerta se abrió delante mío con fuerza de repente, golpeando y casi magullando mi nariz.
- Oowww. Fíjate Jason. - Le regaño malhumorada. - ¡Me dejaste peor que Lord Voldemort! -
Jason Grace, vestido con una camisa púrpura de buena marca y pantalones negros. Vira su rostro de inmediato hacia mí voz y me mira atónito, boquiabierto.
- ¡¿Annabeth?! - Frunce el ceño confundido. - Pero, ¡¿Cómo llegaste aquí?! -
- ¿Por la ventana? - Pongo los ojos en blanco. - Ni modo que por la puerta, ¿qué pasó Jason? Antes eras inteligente. -
- Uh. - Ladea la cabeza, avergonzado.
- Deberías ver tu cara. - Me burlo, riéndome como una foca epiléptica. Dios, no era ni siquiera tan gracioso. Pero habían jugado tanto con mis nervios estás últimas horas, que no me sorprendería si por fin mi cerebro habría colapsado.
Ay, Percy. Ojalá, ojalá, no estés pensando en dejarme botada o qué en este mismo momento.
Hola...
Eh, si te gustó vota y comenta.
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