Solos tú y yo hijo.
Releer capítulo. "Flashbacks abrumadores".
- Tú sola presencia me sulfuraba porque eras todo lo que yo siempre quise ser, Percy. - Confieso.
Una lágrima resbaló por mi nariz y cayó encima de la mejilla de Percy.
No me miró. Fingió no escucharme, pero él lo hacía. Siempre lo hizo. Cuando nadie más lo hacía, él estaba escuchandome.
Siempre
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- Di algo. - Suplicó su primo con lágrimas resbalando por su mejilla, que terminaban sobre el rostro inmutable de Percy. - Por favor. -
Pero él se mantenía en silencio. Sus ojos estaban apagados y no parecía importarle ni en lo más mínimo que Jason estuviera apretujando su camiseta entre sus puños, apenas conteniendo su impaciencia.
Jason estaba apunto de darse por vencido, entonces, entre su visión nublada por las lágrimas, lo vio remojarse los labios secos.
- ¿Estabas celoso de mí...? - Susurra simplemente formando una mueca que simulaba una sonrisa. - Qué ironía... Se supone que yo debería ser quién te envidiará, ¿sabes? Pero al parecer tu vida no está muy lejos de ser igual de repugnante que la mía. Claro qué, pensándolo bien... creo tuviste unos milímetros más de suerte que yo. Esa es la diminuta diferencia entre nosotros. -
- Por favor, Percy. ¿Crees realmente que la has pasado mal? Siempre hiciste todo lo que querías, y siempre tuviste todo lo querías cuando lo querías. - Refuta Jason exasperado. - Solo eres otro adolescente malcriado enojado con la vida porque no lograste comprarte todos tus caprichos. Créeme el dinero no te lo hace más fácil. -
Percy frunce el ceño cada vez más profundamente a medida que hablaba Jason con un toque de arrogancia en sus palabras.
- En realidad, si hace las cosas más fáciles... De otro modo, ¿cómo personas como Cronos o tus padres tendrían tanta influencia? - Lo mira a través de sus gruesas pestañas. - Solo pones un dracma en las manos adecuadas y ¡puff! Problema resuelto. Tu frase debería ser... "El dinero no hace la felicidad". -
- Claro que no vas a ser feliz si sigues así de impulsivo. ¡No haces nada más que meterte en problemas día tras día para ganarte tu estúpida popularidad! Desde pequeños, tú no cambias. Siempre queriendo llamar la atención de todos, sin importarte a quienes arrastras detrás tuyo. - Sus mejillas empezaban a ponerse coloradas por la furia. - ¡¿Por qué mentiste y dijiste que yo maté a Dylan Thompson?! -
Percy lo observó con sus cejas fruncidas con incredulidad.
- Gritame todo lo que quieras primo, pero no finjas que entiendes o trates de sermonearme. - Los ojos de Percy contenían olas furiosas contenidas con gran dificultad. - Y te prometo que no voy a romper más, la burbuja en la que vives. -
Él había ignorado su pregunta. La brisa helada de la noche enfrió sus lágrimas y le causó un estremecimiento.
- ¿Romper que más? Ya lo has roto todo. ¡Has destruido todo! ¡Quién lo ha tenido más fácil en la vida entre los dos eres tú, idiota! Nunca has tenido que preocuparte por nada, vagando por donde se te antoje, tomando tus propias decisiones. Son esas decisiones de mierdas las que nos trajeron hasta aquí en el límite del caos. - Grita Jason. - Deja de fingir ser la víctima. Tú no sabes lo que es sufrir de verdad. Si hubieras vivido como yo, ¡jamás lo hubieras soportado! -
- Cállate. - Dice Percy peligrosamente tranquilo. - Cierra la boca, qué solo estás haciendo el ridículo frente a Piper. -
Las chicas se mantenían en silencio a un lado, expectantes de las confesiones que afloraban de ambos. Ellas sabían que una oportunidad como esta jamás se volvería a presentar, por lo tanto interrumpirlos era lo último que harían. Pues ellas más que nadie, querían saber también la verdad que han estado ocultando con tanto ahínco antes de que llegarán a sus vidas.
- ¿Qué te ocurre? - Jason alza las cejas fingiendo sorpresa. - ¿No era acaso tu intención de ponernos sinceros y destruirnos poco a poco con la verdad? -
- No estás hablando con ninguna verdad, Jason. Lo único que haces es despotricar y dejarte llevar por el enojo. - Percy niega lentamente, fulminandolo con la mirada. - Te estás derrumbando tú solo, y apenas te estás enterando... Ambos vivimos situaciones distintas y las manejamos de acuerdo a nuestra valía, nadie es mejor que el otro. -
- Idiota, idiota, idiota. ¿Quién más que yo podría entenderte? -
- No hables como si me conocieras... Tú no tienes ni una puta idea. - Dijo Percy cerrando lentamente sus puños.
- Te conozco completamente... -
- ¡Qué absurdo! ¡¿Me ignoraste por cuántos años?! ¿Y quieres fingir que me conoces? ¿Qué entiendes por lo que pasé? - Percy estaba boquiabierto mostrando a todas luces su incredulidad. - ¿Me estás jodiendo? -
- Claro qué sí. Es lo mismo. - Declaró Jason vehemente. - ¡Somos iguales! ¡¡Pasamos por lo mismo!! -
Percy se había mantenido en calma y con una increíble tolerancia en todo este tiempo, ya qué sabía que su primo, solo farfullaba como una forma de desquitarse por su propia miseria. Sin embargo, aquellas palabras tocaron una parte suya muy profunda.
Sus manos inmóviles cobraron fuerza y agarró la camisa de su primo la que nunca podría permitirse adquirir por su indigencia.
Estaba enojado por su falsa compasión y empatía.
Percy solo quería que Jason admitiera que sus situaciones habían sido distintas. Pero que al mismo tiempo, lo comprendiera... Lo suficiente para no intentar ponerse en su lugar y tratar de juzgarlo. Pero Jason en su egolatría, quería hacer ver que había sido el único en sufrir de verdad. Y que nadie lo entendería jamás.
Estaba equivocado, y se lo mostraría.
- No actúes como si me entendieras. - Empieza Percy siseante. - ¡Tú no entiendes ni una mierda! - Gritó iracundo, jalando de él para que estuvieran cara a cara. - ¿Cómo podrías comprender lo que se siente? ¡La mitad del sufrimiento que pase, teniendo en cuenta tu estilo de vida. -
Jason en su estupor no pudo prevenir los ágiles movimientos de Percy. Él insertó un puño justo debajo de su mandíbula e hizo que se mordiera su propia lengua. Apenas se alejó de él soltando su camiseta... Percy dobla una pierna como un resorte e implanta su pie en su pecho para lanzarlo lejos de encima suyo.
Los ojos verde mar de Percy estaban cristalizados tratando de contener sus propias lágrimas. Aun así, poco a poco fueron desbordándose de sus ojos. Le dolía tener que pelear con él, pero solo de esta manera podrían arreglar finalmente todas las diferencias. Jason lo miró sentado desde el suelo con sus manos sosteniendo su peso, el aspecto de Percy ante él era imponente e intimidante.
No pudo mover ningún dedo ni soltar un solo suspiro.
- ¿Cómo podrías entender? - Le pregunta suavemente. - ¿Conoces este sentimiento? ¿Conoces la impotencia por no ser capaz de detener al abusivo que golpea a tu madre? ¿Sabes lo que es ver a tu madre ser golpeada día y noche? ¿Una y otra vez? ¿Sabes lo que se siente estar al borde de la muerte? ¿Sabes lo que es sufrir una asfixia? - Él lo dice con tanta calma. Como si hablará de otra persona. De alguien que conoció alguna vez y lo mantuvo como un desconocido. - ¿Tuviste que robar? ¿Te has visto las propias costillas alguna vez? ¿Te has quedado dormido alguna vez con tanta hambre que tuviste que levantarte en medio de la noche para vomitar, pero solo te salían arcadas porque tú estómago estaba complementos vacío? -
Jason deja caer sus hombros rendido.
- ¿Acaso sabes lo que se siente, Jason? ¿Has sentido todo este tiempo, lo que yo siento? - Susurra. - Dímelo Jason, ¿Alguna vez has sacrificado algo en tu perfecta vida de la que tanto te enorgullecías? ¿Has sentido el rechazo de alguien cercano que admirabas por once años? ¿Has sido tratado alguna vez con desprecio y asco? Si me dices que has sentido algo así alguna vez. Me retracto de todo. -
Jason rompió el contacto visual con dificultad, desvío la vista hacia su lujoso convertible estacionado estratégicamente para que pasará desapercibido de fisgones. Había sido un regalo de su padre luego de haberlo obligado a cortar con una antigua novia, solo porque no poseía un apellido renombrado por el cual presumir con el suyo.
Casi podría considerarse como un soborno de parte de su padre... La compra del auto para su padre se comparaba a como te comprarías un caramelo. Fácil, sencillo... Despilfarro displicente.
Con esa inútil revelación, pudo darle de vuelta la cara a Percy, creía poseer nuevos argumentos para rebatir con firmeza. Después de todo, estaba en la naturaleza de Jason no dejarse ganar.
- ¿Por qué? Por qué nunca han pedido ayuda, tú y tu madre. - Jason frunce el ceño completamente confundido. Se siente desesperado también por no saber la respuesta a nada. - Mi padre pudo haberte ayudado hace años, muchas veces. Ustedes han sufrido de esa manera porque lo querían solamente. ¡Habiendo alguien enfrente de ustedes para que los ayudará, optaron por ignorarlo! ¡Pudieron pedir auxilio! -
Percy chasquea los dedos en su dirección con diversión. Poniendo una cara que se leía claramente "¿Cómo no se me ocurrió?"
- ¡¿Cómo puedes decir que ellos sufrían porque lo querían?! - Explota de repente, Annabeth. Apenas y logra controlar su temblor por la cólera. - ¿Estás loco? ¿Qué demonios sucede contigo? -
- Annabeth... - Susurra Piper tragando saliva al mismo.
- Está bien, Annie. No te metas. - Le tranquiliza su novio. - Déjamelo a mí. -
- Es que no logro comprenderlo, si pasaban por esas situaciones... ¿Por qué no pidieron ayuda? Es bastante obvio, ir por ayuda ¿no? - Lanza angustiado.
Percy ladea la cabeza mirándolo con lástima. Suspiro hondo tragándose una risa irónica.
- Jason... Amigo, esta es mi última confesión. Pensé en no contártelo jamás. Pues tú no tienes nada que ver en esto, eras demasiado pequeño al igual que yo para entenderlo, en ese entonces. Pero... - Percy pasó una mano por sus ojos llorosos velozmente con gran tristeza. - Te prometí la verdad y nada más que la verdad. No te va gustar...-
- ¿No creo que sea peor...? - Dice, pero le corta inmediatamente.
- ¿Sabes por qué nunca pude ocultar mi aversión hacia tu padre? - Lanza con amargura. - Yo lo odio, Jason. No te voy a mentir. Ese hombre puede verte nauseabundo en el suelo, a punto de morir. Y le dará igual, se dará la vuelta silbando contento mientras te desangras. -
Recuerdos lo inundaron con tanta fuerza que de repente le pareció que había empezado a llover a cántaros a alrededor. Le pareció que de nuevo podía sentir aquellas heladas y filososas gotas de lluvia colisionando detrás de su espalda, como punzantes agujas despiadadas.
Se vio de vuelta a la edad de seis años sujetando con todas sus fuerza la resbaladiza mano de su madre. Apenas y podía ver a su mami entre la terrible tempestad y el viento que traía partículas de arena consigo.
Estaban empapados y helados, con una pequeña esperanza que ardía en sus pechos lo suficientemente poderosa para darles algo de calor y valor para seguir.
Luego de una larga charla ahogada y desesperada. Los guardias, secos y dichosos debajo del techo de sus puestos de trabajo... Dejaron pasar a la madre y al hijo sin mostrar atisbos de ningún tipo de compasión ni consideración. Con reticencia, abrieron las grandes rejas pintadas de oro e indicaron el camino ignorando deliberadamente la sombrilla que descansaba a un lado sin uso.
La mujer se dio cuenta de este gesto egoísta, pero fingió no notarlo sin más, selló sus labios para evitar que se le escapara un suplicio. Guardándose la poca dignidad que le quedaba e implantando una sonrisa gentil en su rostro pálido y moteado de moretones mal disimulados.
Madre e hijo fueron caminando bamboleantes debajo de relámpagos furiosos con un destino que terminaba hasta llegar a la puerta de la mansión, conscientes de las risas grotescas y burlescas de los guardias, qué cortésmente el viento se los hacía saber hasta sus oídos.
- ¡Fuimos con grandes esperanzas hasta la puerta de la gran mansión de oro de tu padre! ¡Dijimos, él nos ayudará! ¡El buen tío Zeus! - Dijo con voz estrangulada, su pecho subiendo y bajando con irregularidad. - Era el último familiar que nos quedaba, los padres de mi madre habían muerto hace años en un accidente. Y como sabrás, Hades aún guardaba luto en Italia por su difunta esposa. Zeus era nuestro único salvador. Creíamos que..., al contarle nuestra desgraciada historia de vida, nuestra desagradable "situación" de día a día. "Algo", de su helado corazón se ablandaría y nos proporcionaría ayuda... -
Percy se acercó lentamente hasta la carta de su padre tirada en el suelo. Lo recogió, y con una mueca empezó a quitarle diminutas e invisibles motas de polvo con exagerada concentración.
Annabeth, Piper y Jason, se encontraron profundamente ensimismados en su relato sin poder apartar los ojos de la figura torturada de Percy. No emitían ningún sonido, temerosos de que él terminará decidiéndose por callar en arrepentimiento.
Sin embargo, para la consternación de Jason... Percy le dirigió una sonrisa sarcástica advirtiéndole que aún no acababa.
- Ya no soportó los abusos de Gabe, cada día es más difícil que el anterior. No voy a aguantar más tiempo. - Su voz se quebró, pero no dejó de rogar con fervor. No por ella, si no por su hijo a quién amaba con todo el alma. - Ayúdanos, Zeus. Por favor, ya no quiero que mi hijo viva en estas circunstancias más tiempo. Por favor... Solo le hace daño. Es demasiado daño para un niño tan chiquito. -
Unos altos tacos acercándose hicieron eco al caminar en el interior de la espaciosa mansión. Ella se quedó de pie detrás de Zeus, poniendo todo su peso en una sola pierna bronceada y torneada, cruzando sus delgados brazos al mismo tiempo y alzando levemente su mentón y una esquina de sus labios con arrogancia desmesurada.
La madre identificó la repulsión de la esposa de Zeus. Gritándole a través de sus ojos pintados con rímel carísimo.
- Ah, miren... Es la prostituta que Poseidón pagó para hacerla su esposa. - Sus uñas rojas tamborilearon con impertinencia. - Pensé que la tierra se había encargado de tragar a la completa inmundicia... Como sucedió con tus amigas. -
Un relámpago cruzó por encima de ellos, la madre sabía que ya habían perdido con la llegada de esta mujer más fría que la lluvia sobre ella. Sin embargo, trató de tocar el corazón del señor de la casa un vez más.
Aún con las gotas de lluvia incrustándose en su frágil espalda como agujas afiladas. Con su pelo húmedo y pesado las ráfagas de viento con extraña crueldad, lo utilizaba para golpearla en el rostro como si se tratase de látigos furiosos contra ella.
- Zeus, por favor. Te lo suplicó en nombre de Poseidón. De tu hermano pequeño... No me importa lo que pase conmigo, solo, por favor dale asilo a mi hijo. Ayúdalo a él. - Sally trago saliva y paso una mano tratando de quitarse el agua de la lluvia de los ojos. - Ayuda a tu sobrino... Te lo imploró, Zeus. Solo a él. No me importa lo que pase conmigo. No me importa. -
Percy bajo la mirada hasta la carta que sujetaban sus dedos con extremada delicadeza como si el papel quemará.
- Él les ayudo, ¿verdad? - Preguntó Jason en un susurro casi inaudible. Le pareció irónico que esta vez era él quién suplicaba por una mentira piadosa. - ¿Verdad? Es lo justo... -
Percy alzó la vista de golpe hacia él. Miró a Jason con mofa, y se rio con cruel ironía.
- ¿Tú que crees que hicieron, Jason? ¿Eh chico listo?- Le preguntó con una sonrisa cínica, una no muy común en él. - ¡QUÉ MIERDA HIZO ENTONCES? ¿QUÉ HIZO? -
Aquella sonrisa cínica, lo convertía en una persona completamente diferente.
Alguien lleno de rencor contenido.
- ¡¡Guardias!! - Ordenó con mirada hastiada y apática, el padre de Jason. - Acompañen a esta mujer y a su hijo hasta la calle. -
- Tú padre habrá tratado a perros callejeros, mejor de lejos de como nos trato a nosotros. -
- Zeus, es tu sobrino. - Susurró con voz derrotada una última vez. Sus ojos se apagaban rápidamente hundiéndose en la desesperanza. - Tienes un hijo, Zeus. Sabes lo que los padres son capaces de hacer por sus hijos. Por favor. Solo imagina al pequeño Jason, en la misma situación que Percy. Ponte en su lugar. -
Los guardias se acercaban lentamente con gran dificultad, era como si el viento tratará de hacerlos caer hacia atrás, para que nunca llegarán hasta ellos. De repente la lluvia se puso más violenta incluso, el viento traía palabras en un idioma inentendible para ellos, pero era como si gritará...
"No osen tocarlos".
"No lo permitiré".
Un pequeño Percy fue testigo de como su madre suplicaba con las manos juntas, rezándoles, implorándoles como si de Dioses se tratasen.
- Por favor. -
- Suplica de rodillas. - Demandó la esposa de Zeus con regocijo. - Postrada como la perra que eres. -
Pero Sally aún poseía algo de dignidad y orgullo. Negó con tristeza con lágrimas que se mezclaban con la lluvia. Dio dos pasos hacia atrás buscando la mano de su hijo.
- Vete, Sally. - Demandó Zeus con voz ronca, mirando hacia los chubascos del cielo tormentoso. - No he de verte por aquí nunca más. Soy yo quién te ruega ahora. Vete lejos de aquí, por favor. -
- Tú sobrino. - Enuncia con los brazos caídos. - Es el único hijo de tu hermano, su única descendencia. De Poseidón... Solo míralo, es idéntico a él. Hasta tiene sus hermosos ojos... -
Lo intentó una ultima vez con una sonrisa aguada.
- Mi hermano murió hace años. - La voz de Zeus casi se quiebra al pronunciar las últimas palabras. - Ya no tengo un hermano con ese nombre. Por lo tanto, no tengo un sobrino suyo. -
La puerta se cerró con estrépito acompañada de un rayo escalofriante que casi rompe el cielo a pedazos.
- Tú te encargaste de eso. - Sonaron las palabras rencorosas y amortiguados detrás de la puerta cerrada.
Recordó Percy el rostro tranquilo de su madre, luciendo una mirada firme, desafiante y valiente. Con aquel semblante cargó a su hijo en brazos con dignidad hasta la salida.
El mismo coraje que enamoró a Poseidón hace años, impactó de la misma forma a Zeus en ese mismo instante para su sorpresa. Para su gran desconcierto.
Sally era una reina entre los mortales, siempre había repetido su hermano a Zeus. Cuando él aún vivía... Eran sus ojos los que te engatusaban completamente dejándote al descubierto. Y ese día, aún cargando con el sufrimiento y el rechazo en sus ojos... Pudo darle finalmente la razón.
Recordó como su madre trato inútilmente de protegerlo de la lluvia. Recordó que corría con pasos firmes y respirando casi en un sollozo, mientras besaba la cabeza húmeda de su hijo inocente e ignorante de todo.
Recordó que temblaba de manera incontrolable y que a través de la lluvia torrencial y helada. Vio a Zeus observándolos desde su ventana mientras las gigantescas rejas se cerraban detrás ellos. Lo vio con una mirada desconcertada, protegido en su hermosa mansión de tres piso pintada de oro.
- Somos tú y yo contra el mundo, Percy. - Le susurró su madre con voz ahogada a centímetros de su oreja. - Ya lo entiendo. Solo somos tú y yo en el mundo. Nadie más vendrá a ayudarnos. -
- Tranquila mami, nos ayudaremos el uno al otro. - Contesté, simplemente con el único deseo de verla sonreír.
Y él lo logró... Y lo sigue logrando.
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