El dolor y alivio de la despedida
ESTA HISTORIA ES DEL 2016, NO ESTÁ CORREGIDA Y ES COMPLETAMENTE INDEPENDIENTE. NO RELACIONAR CON NO TE ESCONDAS DEL SOL
- Recuerda siempre escribirme nena. -
- Lo haré te lo prometo, Zoe, cada jugoso chisme irá a parar contigo. - Le respondí a mi amiga. - Solo no me mates si no encuentro el tiempo suficiente a veces. -
Ambas estábamos compartiendo un bote lleno de un kilo de helado de vainilla en honor al último libro que ambas habíamos leído al mismo tiempo. Habíamos decidido que así pasaríamos nuestro último día juntas, llorando en la heladería de mi ya muy pronto ex barrio para despedirnos.
- Estoy emocionada por ti Annie, pero estoy triste por mí. ¿Quién va a torturar a Sam conmigo?¿ Quién me acompañara al baño y me dará papel higiénico. ¿Quién llorará conmigo en Tres metros sobre el cielo? - Gimoteo Zoe, su labio era un puchero cuando no estaba metiendo helado hasta formar sus mejillas redondas. - ¿De quién voy a copiar en los exámenes? -
- Oyeee, tranquilízate ¿quieres? Sam te ayudará en todas tus negligencias con gusto. Ya verás que ni me extrañarás cuando ustedes empiecen a ponerse "cariñosos" - Le insinué con un levantamiento de cejas.
- Hablando de chicos... - Zoe jugueteo con su cabello azabache, apartando un poco el rostro sonrojado.
- Ya te cache, que solo quieres cambiar de tema. - Me reí, la verdad era que hace dos meses no había pasado tanto tiempo con ella por culpa de su novio. O sea... no lo culpaba en realidad. Era simpático, y entendía que tiempo con novio era mucho mejor con tiempo de mejor amiga por obvias razones. Aún así, la verdad era que ya se había acostumbrado a su ausencia y no la necesitaría tanto cuando este allá, y sabía que ella muy pronto se acomodaría también a su ausencia.
- No sé de que hablas... - me respondió. - Consejo sabio, ten cuidado con los chicos guapos. -
- Oh vamos...- comencé pero ella me interrumpió inmediatamente.
- Ya sé que nunca has tenido problemas amorosos. Pero... Irás a otro colegio, nueva ciudad, nuevos chicos. - Zoe apretó su cuchara hasta casi romperlo. - ¿Quién sabe si conocerás ahí al amor de tu vida, tal vez el padre de tus hijos este allí esperándote? - Tuve que reírme por que ella se veía tan emocionada. Parecía que iba a lanzar la mesa por la excitación.
- Para, para. -Dije entre risas.
- Prométeme que me hablarás con todos los detalles sobre todos los sexys chicos que te hablaron. - dijo con seriedad.
- ¿Cómo sabes que seré popular? Podría seguir siendo la típica nerd. -
- Cuando te vayan conociendo te van a volver a poner la etiqueta, Annabeth. Mientras no te conozcan, ese pelo rubio y con tu cuerpo. Uff... serás... - Abrió su boca, imagine todas las palabras que diría y le metí una gran ración de helado de Vainilla.
- Humm... um. -
- Sin drama Zoe, toda mi vida me he alejado de ella. Y seguirá así. -
- Solo ten cuidado de los chicos guapos, y más de los que son sexys y problemáticos. -
Metí helado en mi boca para no contestarle. Mi vida era perfecta. No creía que eso cambiará. Viviría con mi madre. Estaría en calma en un bonito barrio de New York.
Iría con ropa normal. Solo me haría amiga de personas normales. Conocería chicos normales. Y tal vez tendría un novio que le gustará las matemáticas y leer lo mismo que yo.
Nunca entendí el drama de sus amigas...
Y los celos nunca se presentaron, para mí eran totalmente ridículos.
- Dioses, Zoe... se hace tarde. - Le dije apartando la vista de mi reloj de pulsera.
Mi amiga echo un lastimero sollozo, mientras que un nudo se formaba dentro de mí. En realidad si que la extrañaría tanto.
- Vamos Zoe, mi madre ya debió haber llegado en... casa. -
- Ahhh, dentro de unos minutos ya no será tu casa. - Respondió levantándose y a la vez que abrazaba el bote de helado contra su pecho como a un bebé.
- Adiós Sam, adiós Kelly. Y...- Zoe se lanzó a mis brazos y la apretuje contra mí.
- Suerte Annie. Te quiero mucho, mucho. - Se apartó de mi lado y sentí que el viento enfriaba donde las lagrimas de mi amiga habían caído.
Mi padre me abrazó y me alborotó el pelo que lo tenía recogido en una cola de caballo.
- No es un adiós, pronto te voy a visitar. - Le sonreí. Mis hermanos vinieron a abrazarme apenas alcanzando mis caderas.
- Te vamos a extrañar. - Dijeron al unísono Bobby y Matthew.
- Igual yo. Les enviaré mensajes siempre de acuerdo? - Después de muchas promesas sobre enviarles dulces de New York por correo. Me dirigí algo reacia hacia mi madrastra para despedirme también de ella. Es decir la mujer había sido buena y todo eso. Y fritaba siempre mis huevos como a mi me gustaban. Y había respetado mi privacidad.
- Entonces... - Comencé sintiéndome incomoda. Sentía a mi madre viéndome desde el asiento del conductor de su BMW alquilado.
- Admitiré que puede que te extrañe... Puede..- Miré su rostro, había un amago de sonrisa, y en sus ojos algo cálido, era suficiente cariño para mí. Le pasé mi mano para estrecharla pues no nunca nos habíamos abrazado.
Pero me quede congelada cuando de manera algo rígida me abrazó con unas palmaditas en la espalda.
- Nos vemos Annabeth. -
Vi a mis amigos con sus ojos bien abiertos. Mi padre estaba sonriendo de oreja a oreja, llevaría conmigo siempre esa sonrisa.
Dije adiós una última vez.
Salte adentró del auto y nos dirigimos hacia el aeropuerto.
Me despedí silenciosamente de las calles, los edificios.
Adiós arboles.
Adiós vagabundo.
Adiós casas.
Dejenme que les hable un poco de mi madre ella tenía 38 años, era una de las arquitectas más conocidas y prestigiosas de New York, ya entenderán por que me gusta tanto la idea de ser arquitecta. Tenía un aspecto intimidante y pulcro. Yo había heredado sus mismos ojos grises tormentosos, y tal vez un poco de sus facciones. Con pómulos altos, cabello castaño y perfectamente ondulado. Aún con su edad. Era increíblemente hermosa.
Yo sabía que era linda. Pero había un par de cosas que me gustaría haber heredado. Como su cuerpo esbelto por ejemplo. Yo claro, comía una hamburguesa y era un delito pues claro iba directamente a albultarse en mis caderas. Baah...
- Preparada ¿verdad? - Me pregunta mi madre.
- Si. - Asiento mordiendo el interior de mi mejilla.
- No te arrepientes ¿cierto? Aun puedo...- Empieza.
- Mamá... He querido ir contigo a New York desde muy pequeña. - Mi tono se había vuelto algo frío. - No hay forma de que logres cambiar mi opinión. -
- De acuerdo, hija. - Ella me miró de reojo, yo estaba más que preparada, la cuestión era que mí madre estaba tan acostumbrada a vivir sola, que tenerme a mí a su alrededor tan repentinamente, aun cuando era su hija, entendía que sería algo raro... Creo que íbamos a ser mas compañeras de cuarto que otra cosa cursi.
Pero yo ya había pasado esa etapa donde quería pasar tiempo con mi mami. Ahora era una joven adulta, en una misión en el futuro.
Estudiar. Estudiar. Estudiar. Siempre ha sido solo eso. Su amiga Zoe no tenía el porque de preocuparse que perdiera la cabeza con chicos. Nunca ha a pasado y nunca pasará. Era una chica sería. No una adolescente con las hormonas alborotadas.
Ningún chico nunca había logrado que perdiera la cabeza, no me sucedía esa de no poder dejar de pensar en él en toda la noche hasta que te quedas dormida sin darte cuenta.
- Supongo que tengo algo raro. - susurró para sus adentros
- ¿Qué? - mi madre me miro extrañada. Y le sonreí.
Solo tengo una meta. Mis objetivos académicos eran lo primordiales y nada iba a quitarles ese puesto.
Ni nadie.
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