Per dolor mi bagno il viso | Capítulo Único |

Per dolor mi bagno il viso


A Tatiana nunca le había gustado la oscuridad, le asustaba que algo la acechara en la noche, algo que no pudiera ver. Su abuela siempre le había dicho que la oscuridad se llevó a su madre.

Desde que su madre murió su padre solo pudo verla como un estorbo, dejándola al cuidado de las mucamas y de sus maestros, quienes arremetían contra ella por los malos tratos que recibían de parte de su padre. Y ella era muy inocente aún, no sabía que sus travesuras se castigaban solo con una retahíla y no con un trozo de madera lleno de astillas impactando sobre sus manos.

La última vez que Tatiana llegó con las manos rojas y arañadas su babushka casi quemó la casa entera, ocasionando una trifulca que hizo a toda la servidumbre y a los maestros renunciar; amenazando a su nuero de que si la niña seguía recibiendo esa clase de abusos se la llevaría con ella a Moscú y la criaría dentro del Kremlin. Tsarevna Anna Ivanovna fue envenenada por los boyardos cuando Tatiana tenía solo 4 años, su abuela Anastasia Románovna Zajárina corrió con la misma suerte solo 3 años después, cuando Tatiana cumplió 7 años. Su padre vio la oportunidad de deshacerse de ella y la envió a Venecia a vivir con sus tíos.

Sus primos eran crueles con ella, no la dejaban jugar con ellos y la culpaban a ella de sus tretas. Tatiana era quien terminaba recibiendo los castigos, y estos eran peores que sus manos golpeadas por un madero con astillas. Definitivamente el lado italiano de su familia parecía más descendiente de Iván el Terrible que ella.

Pero aquella noche, aquella noche en especial, durante el carnaval. En donde la gente vestía sus mejores galas y usaban coloridas máscaras. Tatiana odió más que nunca la oscuridad. Sus primos la subieron a una góndola y la ataron de pies y manos, dejándola abandonada en un canal poco transitado y alejada de los puentes para que nadie pudiese socorrerla. Por más que gritó y suplicó no hicieron caso a sus suplicas.

Mientras los demás disfrutaban de la fiesta, ella lloraba en uno de los rincones en medio de la oscuridad.

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Creyó escuchar gritos, un llanto, guiado por su instinto y su curiosidad fue tanteando en medio de la oscuridad y como un gato sigiloso se acercó al bote en donde una pequeña señorita sollozaba, se quedó perplejo al ver con detalle sus ataduras.

Era una niña, una pequeña damita, indefensa y asustada. Con un bonito vestido rojo manchado de barro y desgarrado, o eso pudo observar.

Se preguntó por un momento qué debía hacer, dudando en acercarse o no. Al final, decidió subir a la góndola, asustando a la niña, que dio otro grito.

—Tranquila piccolina, ¿me dejas ayudarte?

Así no era como pensaba celebrar el carnaval después de que su familia lo desconociera, cosas más cosas menos, ¿qué se podía hacer ahora?

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¿Qué opción tenía Tatiana? No podía negarse. Ella dijo que sí con la cabeza, aun desconfiada.

Notó que la niña estaba temblando, no supo si era de miedo o por el frío, así que se presentó en un intento de parecer amable—. Soy Rafael, ¿y tú?

—Tatiana...

— ¿Qué edad tiene, Tatiana?

—12 años, señor.

—Tiene las manos heladas, señorita, ¿Cuánto tiempo lleva aquí?

Dijo él cuando pudo liberar sus manos.

—Mis primos, ellos me ataron y me dejaron aquí cuando comenzó a anochecer —se sobó las muñecas, se había quemado por la fricción al luchar para liberarse—. Muchas gracias, señor.

—No es molestia Tatiana. Me parece que esos primos tuyos son algo malos, ¿no crees? —la ayudó a bajar del pequeño barco y cuando fueron iluminados nuevamente por las antorchas ella se sintió aliviada. Tatiana solo hizo un sonido de afirmación ante su pregunta—. Cuando quieras escapar de tus primos, puedes visitarme, mi casa está bastante cerca, solo debes preguntar por mí a alguno de los floristas, son amigos míos.

Tatiana miró sus ojos, eran de su color favorito, o bueno, el único que podía distinguir. Su familia pensaba que era un maleficio, pero su babushka siempre le dijo que el día en que conociera a su igual podría ver el mundo de colores, y fue en ese preciso momento que sus pupilas se dilataron y pudo apreciar el colorido de los fuegos artificiales, el traje de Rafael, el tono de su vestido, Tatiana por fin veía el mundo lleno de colores. Ya nada era gris, todo era hermoso. Todo gracias a esa mirada que tenía Rafael, de un azul tan profundo como el océano.

La sonrisa que se instaló en su rostro no se la quitaría nadie.

—Muchas gracias, Rafael, vendré a visitarlo pronto.

Y así fue por 6 años, Rafael supo de su miedo a la oscuridad, de aquello que padecía —sin darle detalles sobre las almas gemelas y las historias de su babushka—, le enseñó una canción que hablaba sobre el dolor y la pérdida, la enseñó a pintar, le enseñó inglés y latín, y como añadidura siempre que podía la llevaba de paseo en góndola o a montar a caballo.

Todos los días durante 6 años Tatiana visitaba a Rafael después de sus lecciones de etiqueta. Todos los días por 6 años Rafael arrullaba a Tatiana con su canción hasta hacerla dormitar y que descansara lo que en la noche no podía. Todos los días por 6 largos años ambos fueron forjando un lazo que los unió hasta que...

El padre de Tatiana se enteró de lo que su hija hacía, uno de sus primos la vio salir de casa de Rafael y cuando llegó a casa de sus tíos aquella tarde la recibió su padre propinándole una cachetada que la hizo caer al piso.

—Te envié a Venecia para educarte como una dama y cuando llego me entero de que has estado en el lecho de otro hombre sin casarte, de haber querido una hija impura te habría dejado marchar a Rusia, esto es obra de esa maldición que guardan tus ojos.

—Padre, yo—

No la dejaron hablar ni defenderse, su padre la llevó a su habitación —más bien la arrastró halándola del cabello— y pidió le trajeran un gato de 9 colas (un látigo)—. Ahora me dirás cada una de las veces que estuviste con ese canalla y me harás saber cuan arrepentida estás.

Ella también hubiera querido crecer en Rusia de saber la tortura que le deparaba. Ni su abuelo habría sido tan cruel, escuchó rumores de que a sus últimas 3 esposas las envió a un convento en vez de asesinarlas.

Fueron minutos, quizás horas, las que recibió aquel castigo injusto. Dijo siempre la verdad aunque su padre no le creía. Hasta que se le ocurrió preguntar—. ¿Por qué?

—Déjame contarte una historia Tatiana, un joven se enamoró de su sirvienta, y fruto de ese amor que se profesaban ella quedó embarazada, los padres del joven no aprobaban aquella unión, por lo que sacaron al niño muerto de su vientre... y luego la asesinaron en presencia de su amor. A este joven lo obligaron a casarse con una tsarina rusa a quien odiaba, y de ese matrimonio resultaste tú, el ya no tan joven muchacho, vendió a su esposa y a su suegra a los boyardos y estas fallecieron bajo extrañas circunstancias... lamentablemente tú, Tatiana, nunca bebes de las copas que tus primos te ofrecen, porque correrías con el mismo destino.

—Padre... yo, no tengo la culpa.

—Tienes razón, no eres culpable, o por lo menos no eres la única culpable de mi desgracia, tú y toda tu asquerosa familia rusa lo son. Y ese hombre al que visitas cada tarde, lo es también, tú no mereces ser feliz, no mereces que te hagan feliz, así como yo no lo soy...

—Rafael es de noble nacimiento padre, heredará un condado en Alemania —no mentía del todo, era más bien una verdad a medias. A Rafael sus padres le dieron la espalda porque él quiso ser artista.

—Rafael, el iluso se llama Rafael, tú pronto estarás prometida en matrimonio. No permitiré que un letrista te siga seduciendo. Y si de nacimientos hablamos, noble o no, me da lo mismo. Ya te lo dije, no mereces ser feliz, me lo juré desde el día en que llegaste a este mundo.

.

Esa madrugada una de las mucamas lo despertó, alertando que alguien tocaba el portón con bastante insistencia, pero el resto de la servidumbre se negaba a abrir las puertas. Las noticias vuelan en Venecia y ellos querían proteger a Rafael. El padre de Tatiana era ruin y de carácter volátil, y a sus oídos llegó el chisme de lo que le hizo a su hija; no querían que maestro pasara por lo mismo.

Pero fue Rafael quien terminó por abrir el portón de la casona, bastó con escuchar los gritos desesperados de Tatiana para que fuera a socorrerla, recibiendo a una frágil Tatiana, con la espalda ensangrentada y anegada en lágrimas, el llanto la tenía muda—. Piccolina, ¿Quién te ha hecho esto?

Preguntó después de descubrir sus heridas, su capa estaba empapada de sangre, y su ropa se había pegado a las heridas, haciéndole más doloroso el intentar desvestirla. Su espalda era un campo de guerra lleno de sangre seca, heridas abiertas y varios azotes superficiales, juró que se le veía el hueso de la espalda...

Mi padre, e-él-

Eso fue suficiente para que Rafael se apoyara en sus rodillas y se pusiera frente a ella, limpiando sus lágrimas y acariciando sus rosadas mejillas. Sin más comenzó a cantarle mientras la mucama la desvestía y limpiaba sus heridas.

"Per dolor me bagno el viso

D'un licor soave tanto".

-Che pur car me'e motto il pianto. Che ogni Gaudio ou'esce il riso —murmuró ella con cansancio, intentando acompañarlo. Rafael sonrió con ternura, besó sus mejillas y siguió cantando para relajarla.

"Piango il ben che gia' fu bene

Alla mia pietosa vita

Che con dolci e amare pene

A sospir ognor m'invita".

Cuando estuvieron solos, Rafael subió a la cama con ella y entre quejidos Tatiana se acomodó en su pecho. Siendo arrullada por la canción de Rafael. Nada le parecía más relajante y liberador en el mundo que la voz de terciopelo de Rafael, cantando, recitando, leyendo o incluso enseñándole de pintura; aquel hombre lograba hipnotizarla a un punto en el que solo él existía. Su voz la envolvía de tal manera que solo podía pensar en él desde que despertaba hasta que se iba a dormir.

Y estaba su condición especial, o maleficio, como decía su familia. O Rafael la había hechizado o su babushka tenía razón y él era su alma gemela. Pasó de ver todo gris a apreciar cada detalle, cada color, cada textura que podía observar, de diferente forma.

Rafael dejó un beso en su cabellera y continuó llevándola a un estado de paz y tranquilidad que sólo él podía brindarle.

"La memoria che é scolpita

Mi sta in cor per contraccambio

Fa che il riso in pianto cambio

Quanto quil che fu me avviso".

La escuchó suspirar, siendo que ya estaba dormida, pero siguió murmurando...

"Per dolor".

"Fui felice si felice

Quant' ogni altro avventurato

E se dir de piú mi lice

Me trovai in si altro stato

Che null' altro Fortunato

Al par esser mi cresi

Ma fortuna in pochi mesi

Da un ben tanto in 'ha diviso

Per dolor...

Per dolor".

Se quedaron dormidos, muy quietos, Rafael perdió la cuenta de cuantas veces repitió aquella letra. Velando sus sueños, solo sabe que su último pensamiento aquella noche se lo dedicó a ella.

—Maestro, siento perturbar su sueño, hay un carruaje afuera, insisten en hablar con usted. Creo que es el padre de la señorita Tatiana.

La aludida al escuchar su nombre junto a la palabra "padre" se removió en la cama, comenzando a temblar entre sueños.

—Calma piccolina, no dejaré que te hagan más daño. Háganlos pasar, y ayuden a la señorita a prepararse.

La depositó en la cama con bastante delicadeza, cuidando de no lastimarla más; y cuando Tatiana estuvo lista, vistiendo una nueva muda de ropa, que consistía en unas mallas color azul acompañadas de un vestido que llegaba a la mitad de sus pantorrillas y sin corsé, ligero, cómodo y no lastimaba su espalda. Se dirigieron al salón en donde los esperaban 3 hombres, entre ellos, el padre de ella. Tatiana comenzó a temblar en cuanto lo vio.

—Se los advertí, esta zorra se estuvo escondiendo en casa de su amante —gruñó su primo con un tinte de odio en su voz.

Tatiana lo miró con recelo, y se sentó en el piano, comenzando a tocar una suave melodía mientras los caballeros discutían. No le correspondía discutir aún, pero iba a defender su honor ante ellos si hacía falta.

—Veo que le ha enseñado música a mi nefasta hija...

—Habla latín, sabe pintar, puede tocar el arpa, la lira y el piano y recitar las obras de Maquiavelo mientras lo hace.

Rafael sonrió orgulloso de ella, aunque era más que su aprendiz.

—Y en la intimidad, ¿cómo es? ¿Entregada y pasional? —Tatiana se equivocó a propósito, haciendo amago de su molestia, odiaba a su primo, todo sea dicho.

—Más respeto por ella y por esta casa, caballero —expresó Rafael también incómodo por las palabras que dijo el primo de Tatiana—. La señorita y yo compartimos un vínculo afectivo, y jamás me atrevería a irrespetarla de esa manera.

Tatiana era una muchacha muy bonita, con el cabello castaño y ligeramente rizado, ojos color gris plata y piel pálida y lozana, claro que no llegaba a ser un pálido poco saludable, pero sí muy atractivo.

— ¿De dónde la conoce? Una señorita de su edad no debería fraternizar con ningún hombre que no sea de su familia si no está todavía casada —opinó su padre, quien ya parecía un león enjaulado.

—Durante un San Valentín, sus primos tuvieron el cruel atrevimiento de dejarla amarrada y abandonada en uno de los canales, yo la ayudé a liberarse, eso fue hace 6 años, ella tenía 12 en ese entonces.

—Padre, yo amo a Rafael, y él a mí.

Dijo ella cuando dejó de tocar. Llenando la habitación de risas burlonas.

—Enamorados. Eso no existe.

—Así como tu pureza —y de vuelta el primo.

—Por segunda vez, le pido que se abstenga de expresar esos pensamientos tan despectivos en mi casa, no parece usted un caballero, inventando chismes y calumnias de una dama, a las mujeres se les debe respeto. Me atrevería a decir que es usted un vidaperdurable —fantoche, mangurrián, carcunda. Rafael apretó la empuñadura de su espada, no quería hacer de su casa un río de sangre pero esta situación ponía a prueba su paciencia.

—Muy bien, me cansé, Tatiana, te esperamos para cenar, y lleva a tu artista contigo —dictaminó su padre, dando una señal al mayordomo para que fuera hacia el carruaje—. Dígale a la mucama que un obsequio aguarda por mi hija, nosotros nos retiramos, ya tuve suficiente de este teatro.

Tatiana dejó salir el aire que no sabía que estaba conteniendo y observó a su padre y a su primo abandonar la habitación. Se acercó a Rafael y este la sujetó de las manos, subiéndolas hasta su rostro para depositar un beso en el dorso de cada una, y luego uno en su frente—. Ya pasó, piccolina, ya pasó.

—Y... ¿era verdad todo? —preguntó ella.

Rafael siempre era honesto con ella, y desde que se conocían sus halagos y cortejos se habían vuelto costumbre, pero era muy tímido a la hora de expresar los deseos del corazón. Por eso prefería demostrarlo con hechos.

Así que se tomó el atrevimiento de sellar sus labios con un beso, uno pequeño, un simple roce, que hizo a Tatiana espabilar y sujetarse de su cuello, porque sentía que iba a desfallecer.

Ya no me queda duda.

Decidió sentarse, sus piernas temblaban.

La mucama hizo acto de presencia, dedicándoles una sonrisa deslumbrante—. A la señorita le han enviado un hermoso vestido.

Pero su semblante cambió al ver la reacción de la joven cuando observó la tela y el color del traje.

—Este no es mío. A mí no me dejan vestir de blanco —comentó al tocar la sedosa tela blanca y quitarse el velo después de haber jugado un rato con este—. No me gusta Rafael, mi familia es muy mala, disfrutan haciendo daño.

—Tranquila piccolina, tal vez el blanco sea una ofrenda de paz.

Como se equivocaba...

Al llegar a casa de Tatiana la joven sintió un escalofrío recorrerle la espalda, y no perdió oportunidad de comunicarle su inquietud a su acompañante—. Rafael, de verdad, algo anda mal.

Intentó convencerlo de que salieran de la casa y volvieran al hogar de Rafael, pero el destino ya había jugado sus cartas.

No tuvo tiempo de seguir hablando, la separaron de Rafael y fue escoltada a su cuarto con la excusa de que la cena aún no estaba lista. Seguía nerviosa, un sentimiento de abandono se le había alojado en el pecho.

Mientras Rafael, desearía haber hecho caso a las advertencias de Tatiana. 4 hombres lo apuntaban con espadas, y 2 más lo sujetaban de los brazos.

—Hagamos esto sencillo caballero, usted corta lazos con mi hija y tal vez seamos piadosos y le demos una muerte sin tanto dolor. O, lo hacemos más difícil y usted muere frente a sus ojos.

Que mal estaba esa familia de la cabeza, ya entendía porque Tatiana escapaba cada vez que podía.

—Me temo, señor, que lo mejor será resolver esto como verdaderos caballeros... antes del amanecer en la pradera, usted elija que arma usar, yo estaré preparado.

Eso fue lo último que dijo antes de recibir un fuerte golpe en la nuca, que lo hubiera dejado inconsciente de no ser por los otros golpes y múltiples cortes que recibió en el cuerpo. Cuando sintió su cuerpo liviano, estaba cayendo como peso muerto al suelo de una habitación, el cansancio lo estaba venciendo, pero solo el grito horrorizado de Tatiana logró traerlo de nuevo a la realidad, por lo menos unos minutos.

En algún momento se quedó dormida, hasta que escuchó ruidos en el pasillo y cuando esa puerta se abrió, sintió como una nueva pesadilla comenzaba.

— ¡Rafael! ¿Pero qué te han hecho mi cielo? —ella se arrodilló frente a él, sosteniendo su rostro entre sus manos temblorosas, manchando las mangas de su vestido con aquel líquido carmesí que recorría los brazos y el torso de su amado Rafael. Tatiana se olvidó de las heridas en su espalda, de lo apretado que estaba el corsé y de lo incómoda que se sentía al ser vigilada por los sirvientes, que ni se inmutaron y tampoco hicieron amago de ayudarla. Las horas que pasó enclaustrada y angustiada por lo que pudiera pasarle a Rafael le pasaron factura—. ¿En qué aprieto te has metido ahora, Rafael? Y todo por mi culpa.

—A tu padre no le agrada la idea del cortejo, y vamos a tener que solucionar esto en un duelo de caballeros.

— ¿Desvarías acaso? ¿Eres consciente de las heridas que te han hecho? ¡No podrás defenderte!

—Sé manejar muy bien las armas, Tatiana.

—Sí, pero no estabas herido la última vez que desenvainaste una espada.

—Prometo ser cuidadoso, belladonna.

—Solo no me provoques una muerte prematura, te lo imploro.

Tatiana ya no parecía una muchacha de piel lozana y aspecto jovial, su cabello estaba sin peinar, tenía bolsas bajo los ojos, su vestido estaba arrugado y con las mangas sucias, y tenía un golpe en el pómulo derecho que comenzaba a inflamarse. Parecía más bien una prisionera, sucia y maltratada, o bueno, eso era en realidad.

Su primo le había atado las muñecas para asegurarse de que no iba a interferir en la disputa —cabe destacar que lo hizo lo suficientemente fuerte como para quemarle la piel—. La dejaron acercarse a Rafael, y ella dejó un beso en la comisura de sus labios. El artista la abrazó brevemente y se dio media vuelta mientras se preparaba.

Su primo la arrastró con él de nuevo, llevándola hacia su padre y haciéndola caer sobre la hierba, su mayordomo le sirvió la espada, dedicó una furtiva mirada a su tío y sin más, tres hojas de diferente filo atravesaron el cuerpo de Rafael, Tatiana dio un grito de pánico, intentando levantarse del suelo.

Mientras veía con horror como un cuchillo atravesaba el cuello de su amado Rafael.

Aquellos gritos acompañados del llanto, la angustia y el sufrimiento le desgarraron la garganta. Ella sin embargo se levantó y corrió hacia él, recibiendo una patada de su primo que la impulsó varios metros hacia atrás.

Con dificultad y mucho esfuerzo se arrastró entre la maleza, logrando llegar a su cuerpo y sujetar su mano con suavidad.

—R-Rafael —lloraba al ver su cuerpo convulsionar por el dolor, con la sangre empapando aquel antes blanco vestido.

—Te dije que no ibas a ser feliz Tatiana.

...

Oscuridad, frío, desolación.

Se sentía frío y desorientado. Y sed, tenía mucha sed.

—Al fin despiertas, con lo magullado que estaba tu cuerpo dudé que resistieras.

— ¿Dónde estoy?

—A salvo, y digamos que vivo.

Se sentó de golpe, recordándolo todo. Con la vista bastante borrosa y oscura.

Tatiana llorando sobre su cuerpo agonizante, él sin poder moverse, la luz abandonando sus ojos, el pánico de sus gritos. Tatiana siendo alejada de su cuerpo, golpeada por su padre, luego cerró los ojos, no pudo ver más. La fuerza abandonó su cuerpo, la vida se le iba entre cada respiración, mientras aquel charco carmesí aumentaba, el aire le faltaba, en algún momento dejaría de sentir, de sufrir; se encargaron de que sus heridas sangraran hasta morir, una muerte lenta y dolorosa.

—Observé aquel espectáculo entre las sombras, no me pareció justo... dos amantes trágicos, aunque el destino de tu amada no fue muy diferente al tuyo.

— ¿Tatiana, qué le sucedió?

—La señorita no pudo con el sentimiento de pérdida, bebió té de belladona, intenté ayudarla pero ya era demasiado tarde.

— ¿Ayudarla? —Rafael no entendía, pero su musa había muerto, si lo que decía aquel caballero era verdad.

—Revise su muñeca izquierda, noble señor.

Allí dos picaduras, semejantes a los dientes de un animal, estaban cicatrizando.

—Usted...

—Ya habrá tiempo de explicar, puedo llevarte al panteón en donde ella se encuentra descansando.

Sus ojos difuminaban las formas y colores, todo se había tornado oscuro y confuso.

Su compañero, al verlo en aprietos, intentó ayudarlo.

—Sujete mi hombro.

No supo cuánto tiempo estuvieron caminando, solo se detuvo cuando aquel extraño lo hizo, escuchó el rechinar de una puerta y siguieron caminando.

—. Está ahí, acérquese a la urna.

Posteriormente, pudo reconocer aquel olor tan característico del perfume que usaba Tatiana, perfume de peonías, la flor favorita de su babushka.

Rafael sintió un nudo en la garganta, ¿sería cierto? Su piccolina, su Tatiana, muerta.

Camino despacio intentando tantear con las manos hasta llegar al objeto de madera donde se suponía que descansaba su amada.

Como si de magia se tratase, sus ojos enfocaron a aquella criatura por unos breves momentos. Su piel lucía pálida y demacrada, las venas de su cuello se transparentaban, sus manos, entrelazadas sostenían una rosa blanca, estas se veían huesudas y con la piel estirada... Tatiana, su Tatiana, yacía ahí sin vida, se la habían arrebatado. Sintió varias lágrimas correr por sus mejillas, mojando el vestido de ella.

Era de un color violeta oscuro, un trozo de tela adornaba su cabello a modo de diadema, las hebras de su cabello estaban grasosas y las raíces comenzaban a verse blancas.

Dejó un beso en su frente, acariciando sus mejillas, apretando sus manos. Y sin querer una de las espinas pinchó su dedo índice, derramando una gota de sangre, una minúscula, insignificante gota te sangre. Que hizo a Rafael sentirse el ser más miserable sobre la tierra.

—Nunca te olvidaré, Tatiana.

Y cuando dijo aquellas palabras su vista volvió a sumirse en la oscuridad, ya no había formas borrosas ni colores sombríos, solo vacío y oscuridad.

Eh, ¿sus ojos antes no eran azules, Rafael? —preguntó el desconocido, siendo ignorado—. Se han tornado grises, señor.

Rafael no dijo nada.

Con sus manos temblorosas desató el lazo sobre la cabeza de Tatiana y sujetó aquel trozo de tela que aún desprendía su perfume como si fuera su mayor tesoro. Lo amarró alrededor de su cabeza y limpió aquella gota carmesí corría entre sus dedos, llevándosela a los labios; con eso se despidió de aquella a la que siempre recordaría como el amor de su vida.

"Piango il ben che gia' fu bene. Alla mia pietosa vita. Che con dolci e amare pene. A sospir ognor m'invita" (Lloro por lo bueno que ya era bueno. A mi lamentable vida. Que con dolores dulces y amargos. Suspirar todos me invita.).

Y así pasaron muchos años, vagando por el mundo, descubriendo su nueva condición y encontrando un lugar al que pudo llamar hogar, aun sufriendo, atormentado porque su amor le fue arrebatado, estancado. Hasta que un día una joven irrumpió en dicho hogar sin la menor intención de perturbar su paz, pero logrando darle a su vida un giro de 180°.

—Rafael, ¿puedo preguntarte por qué siempre tarareas esa canción?

—Es una larga historia, Eloise.

—Tenemos tiempo —la muchacha sonrió, acercándose a él y liberando sus ojos de aquella venda, siempre que sus ojos se encontraban con los de ella se coloreaban de un bonito color azul, su color favorito.

—. Aún no sabemos cómo es que cada vez que me miras recuperas momentáneamente la vista y tus ojos cambian de color.


Creo que ya sé la respuesta —el vampiro cortó la distancia que los separaba y unió sus labios por unos instantes—. Has vuelto, mi piccolina.



FIN








(4512 palabras, 4512).

A ver, a ver, para aclarar un par de cosas, huérfanas.

Punto Uno. Tatiana sufría de Acromatopsia Selectiva, es un tipo de daltonismo, es decir, en vez de ver el rojo de verde y el verde de azul o marrón, no distinguía otros colores excepto el azul, o sea, ella veía todo en escala de grises a menos que algo fuera azul (o puede ser otro color en específico pero yo escogí el azul). Todo claro hasta ahí. Según Anastasia, su babushka, cuando Tatiana conociese a su alma gemela esta podría ver el mundo renacer ante sus ojos, pintándolo de los colores que le robaron en su nacimiento, ¿muy bonito, no?

Punto Dos. El vestido blanco, es muy obvio, ¿no? En muchos libros, pinturas, etcétera, la muerte siempre busca a sus víctimas cuando estas dejan el mundo terrenal, y yo siempre me la imagino como una persona muy atractiva vestida de blanco inmaculado, que es un color que transmite bondad, pureza e inocencia, y simboliza paz, humildad y amor. Muy poética la familia de Tatiana.

Punto Tres. Muy bien, el carnaval o San Valentín, en Venecia el 14 de febrero se celebra como un carnaval, una enorme fiesta en donde la gente tiende a disfrazarse con ropas propias de la época medieval y antifaces, y cuando digo gente hablo de casi toda la población de Venecia. Es una fiesta muy bonita.

Punto Cuatro. Ahora, Tatiana es una Eloise renacentista, o sea es igualita a nuestra prota, comparten todos sus rasgos físicos, el color de sus ojos, en especial. Es gris. Cuando Tatiana murió, Rafael perdió a su otra mitad, a su alma gemela, por lo cual sus ojos se tornaron grises y empezó a ver el mundo como lo veía Tatiana antes de conocerlo, sólo que más oscuro y sombrío, llegando a quedarse ciego.

Punto Cinco. Cuando Rafael recupera a Tatiana, es decir, a Eloise (-quien es la reencarnación de Tatiana-); recupera también la vista —momentáneamente—, y por ende el color original de sus ojos, el azul, el color favorito de Tatiana y Eloise, ¿sí me di a entender? Pero no la va a recuperar por completo a menos que la convierta en vampiresa, o lo que ustedes quieran, por eso dejo un final abierto.


Felices juegos del hambre, y que la suerte esté siempre de su lado.



ErxLee

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