Capítulo Nº 9



Habían pasado unos días desde mi cumpleaños así que estábamos casi en fines de febrero. Tuve mucho trabajo esos días y, debido a que me hastiaba mucho las quejas y regaños de mi jefe, estaba pensando muy seriamente en renunciar. Sin embargo necesitaba el dinero, necesitaba trabajar y aportar en casa para que mamá no se encargara de todo ella sola, además de que necesitaba seguir juntando dinero para mi cafetería aunque tardara diez años.

Esos siguientes días luego de mi cumpleaños fueron bastante raros, ver a Christine me incomodaba muchísimo, pero poco a poco comencé a relajarme más en su presencia gracias a su ayuda, ella actuaba con tanta normalidad que terminó por contagiármela a mí. Así que luego de habernos acostado en mi cumpleaños –lo cual me encantó pero también me llenaba de culpa– pensé que todo entre nosotros se destrozaría, pero no fue así. Era como si solo hubiese fortalecido nuestra relación. Bromeábamos más que antes, nos aconsejábamos mutuamente sobre diversas cosas, ella especialmente me aconsejaba sobre el sexo, y no teníamos un tema límite para hablar.

Chrissy, poco a poco, se volvía una pieza muy importante en mi vida.

Jean vino de visita al siguiente día, pero debido a que teníamos una muy fuerte resaca dejamos el desafío de basquetbol para otro día. Así que cuando llegó ese momento, Jean y yo competimos allí en mi jardín para encestar en mi aro que se ubicaba sobre la puerta del garaje –mi habitación–. Tuvimos a Eric como juez, quien se reía al vernos jugar basquetbol y arrebatarnos el balón en medio de peleas e insultos.

Jean encestó cinco veces al aro y yo igual, y me sorprendió ver que había mejorado muchísimo en esos años, me hizo sentir que yo no había mejorado en nada. Sabía que yo era realmente bueno en el basquetbol, pero debía admitir que ella probablemente me igualaba en habilidad.

Llegamos a encestar veinte veces cada uno y, aunque quisimos seguir compitiendo, Eric se cansó de nuestro desafío y terminó por dejarlo en empate.

—Bueno, si empatamos entonces haremos lo mismo —dijo Jean, algo jadeante por jugar—. ¿Qué quieres hacer?

—Pensaba pedirte que corras desnuda por el barrio —dije con una sonrisa torcida que la hizo reír—, pero conociéndote seguro lo harías sin problemas.

—Yo pensaba pedirte que te desvistieras para mí en un sexy striptease, quería ver tu orgullo —dijo con una risotada al lanzarme uno de esos golpes tan dolorosos al hombro—. No estamos muy lejanos en ideas.

—Corran los dos en ropa interior por el barrio y ya —se quejó Eric con un chasquido de lengua—. Hace frío, ¿puedo irme ya? Por Dios, no puede ser que se comporten como niños.

—Oh, no, hace frío, no pienso desvestirme y correr por la ciudad —me quejé.

—¡Claro que sí! En ropa interior, ¿eh? Me tocará imaginar tu pito.

—¡No pienso hacer eso! A ver si me ve Ivana o alguna de las vecinas y luego le dicen a mamá...

—Aw, el pequeño Al teme avergonzar a su mami —dijo Jean en un falso puchero—. ¿O acaso eres pito corto y temes que se te note en tu ropa interior que eres un Ken?

—Ah, no, perra, eso sí que no —La señalé con mi dedo índice—. Mi verga es la cosa más hermosa del mundo, así que no me vengas con esa mierda.

—Eso dices, pero no te animas a actuar, querido.

—¡Eric! —dije sin mirar a mi amigo, le lancé a Jean una mirada desafiante—. ¿Tienes para fumar? Necesitaré un incentivo.

—No tengo esta vez —dijo él con una risa—. Yo te invité la vez anterior, me debes una.

—Yo tengo —dijo Jean con una sonrisa de lado—. Así que será ahora o nunca.

Mamá aún no había llegado del trabajo, pero de todas formas no quería molestar a los vecinos y que luego hablaran de mí o mamá a nuestras espaldas, así que invité a los dos a pasar hacia el jardín trasero. Hacía frío pero por suerte no tanto como en mi cumpleaños o en navidad, era más soportable, así que nos sentamos en un banco de mamá en el jardín donde a ella le gustaba tomar té con Ivana o Ash para poder ver nuestros rosales.

Allí, en ese banco, Jean armó un porro para que fumáramos los tres. Disfrutamos de la tranquilidad del momento y luego de terminarlo, ya con más ánimos y decididos a todo, nos desvestimos en la cocina de casa. Tanto Eric como yo disfrutamos de ver a Jean desvestirse, pudimos ver su vientre plano y algo marcado por el ejercicio, sus brazos y piernas tonificadas y su lencería deportiva, y así como yo disfruté de verla en ropa interior, ella no dudó en escrutarme entero cuando me desvestí para quedar solo con un bóxer blanco.

Debido al frío, decidimos que nos quedaríamos con las zapatillas para poder correr hasta el límite de la ciudad –que era allí a cuatro cuadras de casa– ida y vuelta. Eric no dudó en tomar su teléfono móvil para poder filmarnos en medio de risas.

Entonces lo hicimos, respiré hondo y abrí la puerta de casa, y desde allí iniciamos la carrera. Había pocas personas en la calle pero no las miré, estaba más concentrado en superar a Jean a mi lado, y aunque quise evitar distraerme la verdad era que ver sus tetas rebotando era suficiente distracción para mí. Fue así como casi me choqué con un poste de luz y ella lanzó una gran carcajada, al menos hasta que casi se tropezó por verme el paquete.

Comenzamos a oír el grito de los vecinos que nos insultaban por correr en ropa interior por la calle, nos trataban de locos pero no nos importó, nos estábamos divirtiendo y gracias a esa carrera no sentía el frío en mi piel –aunque el viento gélido nos azotaba con fuerza el rostro y pecho–. Nos detuvimos en una esquina bastante jadeantes y, a pesar de estar así, Jean le guiñó el ojo y le lanzó besos a un muchacho que nos miraba fijo. Lo puso tan nervioso que el chico se fue casi corriendo de allí.

Entonces oí el grito de una vecina decir que llamaría a la policía, no nos importó, esos nunca aparecían cuando los llamabas, y si llegaban a aparecer solo por correr en ropa interior en la calle y no por los robos y secuestros, les rompería todo el puto auto a patadas.

—Eh, Jean —le dije al verla de nuevo de arriba hacia abajo. Tenía sus brazos e incluso piernas tatuadas y, debido al frío, los piercings en sus pezones resaltaban en ese sostén deportivo, pero ese tatuaje que sobresalía de su braga hacía babear a cualquiera—. Sí que estás buena, ¿eh?

—Tú igual, Al —dijo con una risa, algo jadeante—. Mira que te golpeó duro la pubertad.

Comenzamos a oír el sonido de una sirena de policía, así que reanudamos nuestra carrera y doblamos en una esquina para no ser vistos. No pensábamos volver por la misma calle a mi casa, daríamos vuelta a la cuadra para ir por la paralela, pero estábamos algo agotados y realmente tentados por todo ello. Mamá seguro se enfadaría conmigo por hacer estas estupideces a mi edad, pero es que me hizo falta la locura de Jean por todos esos años, debía aprovecharla mientras estuviera.

Me pregunté qué pensaría Christine sobre esto, sabía que Alex era capaz de ponerse a nuestro lado a correr con tal de mostrarse desnudo al mundo para alardear su físico, pero de Chrissy no estaba seguro. Pensé que era mejor no contárselo.

Sin embargo, aunque tomamos otro camino, la patrulla de la policía apareció allí y tratamos de darnos la vuelta tentadísimos de la risa, pero nos costaba respirar y terminamos por empujar al otro, en busca de que fuera el otro el atrapado por la policía.

Los vecinos de esa cuadra no nos permitieron pasar, en medio de quejas e insultos tratándonos de locos y drogados. Como si nunca se hubiesen fumado un porro en su vida, hipócritas de porquería. Y fue así como el policía, con sus manos en la cadera, nos miró fijo, y pude reconocer a Bob, el estúpido policía gordinflón que le gustaba a mamá.

Mamá, definitivamente, me asesinaría.

—¿Alphonse? —dijo con una ceja levantada—. Qué decepción...

Solo pude reírme, si corríamos él no sería capaz de alcanzarnos debido a su barrigota, pero él suspiró y nos indicó que nos subiéramos a la patrulla por las buenas, allí frente a todos los vecinos nos puso unas esposas y, a pesar de todo, con Jean no podíamos dejar de reírnos y mirarnos entre sí para bromear al respecto. Jean entonces dijo:

—Neh, un antecedente más, uno menos. Al menos esta vez es por indecencia pública —dijo con una risa.

—Cállese, señorita, y suban al auto.

Bob nos colocó unas mantas sobre los hombros para cubrirnos del frío y de las miradas curiosas de los vecinos del barrio. Entonces, allí dentro por primera vez –sí, era mi primera vez en un patrullero–, no pude evitar bromear con Jean por todo ello. Bob nos miraba por el espejo y resoplaba cada tanto, mientras respondía por la radio al llamado que le hacían desde la comisaría para preguntar por «esos locos en la calle».

—No era nada, falsa alarma —dijo por la radio—. Solo niños.

Creí que nos llevaría hacia la comisaría, eso no me molestaría ni me preocupaba, pero cuando vi que dobló en la esquina de casa y se detuvo en la puerta de mi hogar, sentí mi corazón salírseme del cuerpo. Eric estaba allí y con su mano simulaba un degollamiento, con una mirada de alerta que era un código nuestro desde niños, eso solo significaba algo: mamá había llegado a casa.

Estaba jodido.

—¿No deberíamos estar en la comisaría? —dijo Jean con una sonrisa pícara.

—Deberían, y pasarían unos días allí —dijo Bob al mirarnos con reproche—, pero le tengo aprecio a la señorita Van der Hout y no puedo permitir que se deprima solo por un par de idiotas.

—Oh, un poli corrupto —bromeó Jean y Bob le clavó fijo su mirada.

—¿Prefieres pasar la noche en la comisaría?

—Prefiero fumar, gracias.

Bob masculló algo indescifrable, supuse que eran insultos, y nos pidió que no nos moviéramos de allí. No supe si solo era idiota por pasatiempo o si le pagaban por ello, ¡como si pudiéramos salir de allí! Estábamos esposados y prácticamente desnudos allí en la parte trasera del patrullero.

Lo vi bajarse y caminar hacia la puerta de casa, y comencé a jadear un poco por temor a la expresión de mamá. Detestaba molestarla, detestaba ver su mirada decepcionada de mí, suficiente la había decepcionado en la vida como para hacerlo otra vez por una apuesta divertida. Y entonces la vi salir cuando Bob tocó el timbre, Eric ahí cerca fingía no entender lo que estaba pasando. Bien, Eric, muy bien, porque mamá le diría a Ivana y ella le daría una paliza épica que nunca olvidaríamos.

No podía oír lo que le dijo a mamá cuando ella abrió la puerta, pero la vi estirar su cuello hasta vernos a mí y a Jean en el auto. Jean la saludaba con ánimo desde adentro mientras que yo solo pude encogerme de hombros con vergüenza.

—Te voy a odiar de por vida, Jean —le dije con un chasquido de lengua fastidiado.

—Ay, cállate, ancianito.

Bob giró hacia nosotros y se acercó en compañía de mamá, quien estaba con un recogido enroscado y algo despeinado en su cabello y llevaba su clásica ropa de casa: un pijama rosado, una camiseta mía, sus clásicas pantuflas fucsias y un abrigo de lana grueso. Era más probable que me odiara por hacer que Bob la viera con esa vestimenta, a que me odiara por haber corrido en ropa interior por el barrio.

Bob nos abrió la puerta y nos hizo bajar de allí, ante la mirada curiosa de los vecinos de mi cuadra que se reían por la situación. Jean se paró firme y hasta meneó el trasero para ellos, como si no le importara que la vieran en ropa interior o bajando de un patrullero, y debo admitir que me hizo reír muchísimo. El policía, con un resoplido, nos quitó las esposas –que dijo haber puesto solo para que los vecinos no hablaran sobre preferencias– y nos pidió que nos portáramos bien.

—La próxima tendré que llevarlos a la comisaría, ¿de acuerdo? Sean buenos niños.

—Gracias, oficial —dijo mamá con una sonrisa enamorada. Incluso sus ojos parecían brillar al verlo, era algo realmente vomitivo de ver—. No le darán más problemas, le doy mi palabra.

—No hay problema, señorita Van der Hout, todos hemos sido jóvenes —dijo Bob con una risotada al poner sus manos en las caderas, eso hacía resaltar su abultado vientre—. ¿Quién no ha cometido locuras en su adolescencia?

—¿No le gustaría un poco de cafecito? —dijo mamá con entusiasmo—. Hace frío y mi niño le ha dado problemas, por favor, acepte mi oferta.

—Adoro sus cafés, señorita, pero debo volver a patrullar. Estoy sin compañero y el trabajo se me hace algo duro —suspiró él y le sonrió a mamá—. Se ve adorable esta tarde, señorita.

—¿Lo cree? —Vi que las mejillas de mamá se encendieron y le indiqué a Jean, con un gesto, que eso me haría vomitar—. La barba le sienta, oficial, ¡se ve mucho más joven!

—No mienta, señorita, que todos dicen que me aumenta la edad —volvió a reírse—. Que tengan buenas tardes, y tú, Alphonse —Me apuntó con su dedo índice—. Que sea la última vez, la próxima tendré que arrestarte de verdad.

—No le quedarán antecedentes, ¿verdad? —preguntó mamá con preocupación.

—Puede quedarse tranquila, señorita.

La risa de Bob era fuerte y pausada, era un hombre risueño y simpaticón, pero al cual no soportaba. No soportaba ver a mamá tan prendida de él, siempre corriendo para darle café cuando pasaba por la cuadra. Ella podía conseguir algo mejor, en vez de ese estúpido policía gordo que a veces aparecía para halagarla y a veces no. Mamá siempre lo miraba con sus ojos iluminados, si Bob no se daba cuenta que le gustaba a mamá era un estúpido, pero por la forma en que él la miraba, supe que era mutuo.

Qué puto asco.

Bob se despidió de nosotros, no sin antes volver a darme aquella advertencia, y nosotros pasamos junto a mamá a casa. Quien me retuvo allí y me dio una bofetada en el rostro a mí y luego a Jean.

—Oiga, yo no soy su hija —dijo Jean con una risa.

—Me importa un carajo —escupió mamá—. ¿Qué diablos les pasa? No tienen ocho años, tienes diecinueve, Al, y tú, Jean, estás por cumplirlos. Están entrando en la adultez, compórtese como tal.

—Como si tú no hubieses hecho cosas así —escupí.

—Lo hice, sí —dijo mamá con una sonrisa torcida—, pero desnuda.

—¡¿Entonces de qué te quejas?! —chillé.

—¡¿Cómo vas a hacer que Bob te arreste frente a la gente y luego te traiga a casa?! ¡Puedes darle problemas! Él tan amable y adorable se preocupó por ti y prefirió meterse en problemas antes que arrestarte, no seas idiota —chilló mamá al colocar sus manos en la cadera—. ¡Además mírame! Estoy horrible y tuve que abrirle la puerta así de fea, por Dios, ¡¿qué va a pensar Bob de mí?!

—Lo sabía, maldita sea... —mascullé al correrle la mirada.

—Ahora vayan a bañarse así toman algo de calor, les prepararé té.

—¿Juntos? —dijo Jean al mirarme fijo con intensidad.

—No, juntos no —escupió mamá y amenazó a Jean con su dedo índice—. Aléjate de mi bebé. Báñate tú primero, luego será el turno de Al.

—Aw, ya veo de quién heredaste el espíritu de ancianito —resopló Jean al hacer rotar sus ojos.

Comencé a vestirme con la ropa que había dejado allí en la cocina, en el suelo, mientras que mamá le extendía a Jean una toalla para que pudiera ir a bañarse, luego me senté a la mesa con mi cabeza apoyada en mi puño, algo agotado por la corrida. Quizá había sido pocas cuadras, pero el frío siempre las duplicaba, además el partido con Jean me había a agotado bastante.

Observé a mamá prepararme un té mientras tarareaba una canción que no pude reconocer, pero parecía ser romántica. A pesar de notarla preocupada y quizá algo ofendida por la situación que le hicimos pasar, también la veía reírse con esa mirada iluminada que delataba sus pensamientos.

—¿Tanto te gusta ese policía gordo y horrible? —dije con un gesto torcido y ella giró para verme con sorpresa—. Se te nota en cada poro, mamá, no te hagas.

—Primero que todo, mientras más pachoncito más calentito —dijo mamá al menear su dedo frente a mí de una forma que me hizo reír—. Segundo, Bob es muy educado y adorable, además de que es muy divertido.

—Es por la barba, ¿verdad?

—No es por la barba —replicó mamá.

—Es por la barba.

—Bueno, la barba le da puntos... —se rio ella al encogerse de hombros—, pero me trata bonito, bebé, y eso se siente bien.

La miré fijo por unos instantes, noté la forma en que sus mejillas se encendían al hablar de ese horrible policía. Solo pude suspirar con molestia. Mamá era demasiado bella para él, ella se merecía más que solo un policía que le dijera cosas bonitas de forma esporádica, ella se merecía el mundo entero, un mundo que Bob no sería capaz de darle. Un mundo que en realidad nadie sería capaz de darle, porque nunca nadie sería lo suficiente bueno para mi mamá.

Tomé mi teléfono de la mesa, donde también estaba el de Jean, el cual me tenté a revisar aun a sabiendas de que –claramente– no era correcto, pero la tentación estaba allí y era difícil ignorarla. Nuestros celulares, el mío y el de ella, comenzaron a sonar de repente, así que supuse que se trataba de Eric enviándonos el video. Y así fue, Eric nos había enviado el video que grabó y no pude evitar lanzar una carcajada por vernos a ambos correr en ropa interior por la calle, especialmente al ver las nalgas de Jean o sus pechos rebotar, incluso se nos veía tropezarnos por idiotas o chocarme contra el poste. Luego vi el siguiente mensaje, era de Alex por privado, decía que vendría a casa un rato.

—Viene Alex, má —le dije mientras respondía—. ¿Quieres cambiarte? Así no me regañas por estar desarreglada.

—Nah, no es Bob —dijo ella con una risa—. Pregúntale si se quedará a cenar, bebé.

—No, dice que vendrá solo un rato.

Observé a mamá por un rato y bebimos un té juntos, a ella le gustaba mucho hablar conmigo sobre todo, aunque había temas que claramente yo no deseaba hablar con ella, como sexo o drogas. Mamá decía haber hecho las mismas locuras que yo de adolescente, antes de mi nacimiento, pero no me agradaba mucho oír todas esas locuras, era terrible para mí imaginarme a mi mamá como una persona sexualmente activa o fumando marihuana.

Luego de que Jean salió de bañarse, ella se fue de casa para poder volver a visitar a su madre. Supe en esos días donde la había visto que su madre estaba enferma, y que a pesar de todo el daño que le había hecho en la infancia, ella y su padre habían venido a ayudarla, pero solo sería por un tiempo, luego ellos volverían a su hogar en otro estado. Se fue no sin antes pellizcarme un glúteo, y yo fui a bañarme enseguida para deshacerme del sudor seco –porque estaba comenzando a apestar y detestaba eso–, para poder estar algo presentable cuando viniera mi amigo.

No podía dejar de pensar en Bob y en mamá mientras me bañaba, es que no lograba comprender cómo alguien como ella podía fijarse en alguien como él. No es que Bob fuera malo, porque aparentaba ser un buen tipo y su risa fuerte era muy contagiosa, pero la idea de que mamá saliera con un policía no me agradaba nada, y mucho menos uno que fuera como él.

Llámenme superficial si desean, pero yo quería ver a mi mamá con alguien tan atractivo como ella, y yo no pensaba aceptar a cualquiera como pareja suya. Quien quisiera acercarse a mamá para salir primero debía pasar sobre mí y yo, claramente, no dejaba pasar a cualquiera. Ash hubiese sido una buena opción, incluso no me molestaría que fueran pareja, si tan solo él no estuviese juntado con su novia y a punto de tener un niño.

Cuando salí de bañarme, mientras me secaba el cabello con una toalla, vi que mamá conversaba con Alex allí en la cocina, le estaba preparando un café con una sonrisa amistosa. Alex parecía hacerle preguntas por verla tan contenta pero a la vez tan preocupada, y aunque mamá quiso esquivar sus preguntas eso era imposible con alguien como él –y yo lo sabía muy bien–, así que mamá terminó por confesarle lo de mi apuesta con Jean y el hecho de que Bob la había visto con esa ropa.

—¿Y qué carajo importa? —dijo Alex con un tono de voz ofendido que me sorprendió—. Si gusta de ti, verte como eres realmente no desvanecerá eso, además si empiezan una relación se supone que te verá así siempre. Si no le gustas ahora, no le gustarás luego.

—Oye, no seas tan duro con mi mamá —le dije al acercarme y él giró para verme—. Sé más suave con ella.

—Estoy siendo suave —bufó él y me dio un golpecito para saludarme—. Si fuera Chrissy ya le hubiese dado un cachetazo por estúpida.

—Menos mal que no soy Chrissy... —dijo mamá al llevar su mano hacia el pecho con un gesto impactado.

—A ver, Liv, querida —comenzó a decir Alex con un resoplido—. Tú ves a ese tipo todos los días con un uniforme de policía, ¿verdad? Lo ves con ropa de trabajo, y si aun así te gusta, ¿qué te hace creer que tú no podrías gustarle por estar vestida casual en tu propia casa?

—Ay, pero es muy diferente, él es tan...

—¿Gordo? —interrumpí y mamá me lanzó un trapo con furia.

—¡Cállate! —chilló, con sus mejillas encendidas—. Iba a decir varonil.

—¿Y qué te gusta de él? —preguntó Alex luego de beber un sorbo de café.

Mamá se quedó en silencio por un rato, así que me senté junto a Alex para poder ver los gestos de mamá. Enredaba un mechón de su cabello que se había soltado de ese recogido sencillo, esa actitud la hacía verse como una niña y eso me hizo sonreír, podía ser una adulta pero a veces era tan adorable que me tentaba a abrazarla.

—No digas la barba, por favor —dije con una risa.

—¡Ay, ya cállate, niño maleducado! No interrumpas —me regañó mamá y no pude evitar reírme a carcajadas—. Dije que la barba le da ese plus viril que tanto me gusta, pero no es eso. Me gusta cómo me trata, me trata bonito y eso se siente bien. Además se preocupa mucho por mantener protegido el barrio, su trabajo es tan noble y...

—No me vengas con esa mierda, mamá, por favor —dije casi con asco—. Hay muchos policías que hacen lo mismo.

—Bueno, pero a mí no me gustan todos los policías, me gusta Bob —se quejó mamá al cruzarse de brazos—. Y sí, me gustan los hombres con barba, me parecen muy sexys. ¿Cuál hay? A ti te gustan pechugonas aunque sean estúpidas y no puedan formular dos palabras juntas.

—Oye, oye, no estamos hablando de mí —me quejé y Alex se rio, tentado por la situación.

—¿Tú qué harías, Alex? —preguntó mamá con suavidad al verlo—. En mi lugar.

—¿Te refieres a qué haría si me gusta alguien? —inquirió Alex con una ceja levantada—. Yo no soy como Chrissy, yo soy directo. Si alguien me gusta entonces actúo, no me voy a quedar sentado esperando a que se pase mi oportunidad.

—Entonces... ¿debería ser directa con Bob? —susurró mamá con sus mejillas encendidas.

—Si te gusta, sí. Yo te diría que sí.

—¿Por qué no hablas de esto con Ivana? —le dije a mamá con un resoplido—. Es tu amiga, podrá aconsejarte mejor que Alex y yo, además no es cómodo que tu hijo y su amigo te den consejos...

—Es que a Ivy no le agrada Bob —dijo mamá con un gesto triste que me hizo sonreír.

—Uhm... —Alex la miró serio por unos instantes, su gesto cambió por completo—. Mira, Liv, querida, si tu mejor amiga te dice que no le agrada es por algo. Los amigos pueden ver lo que el enamorado no, ¿entiendes?

—Ay, pero a Ivy no le gusta por otra cosa —resopló mamá y revoleó los ojos.

—¿Y por qué? —pregunté con sorpresa.

—Porque ella quería...

Mamá no agregó nada más, pero sus mejillas se pusieron completamente rojas, su rostro entero enrojeció y sus ojos se abrieron de par en par como si se hubiese percatado de algo que nosotros no. No dijo nada, solo negó rápidamente al sacudir su cabeza, entonces comenzó a cambiar de tema para no hablar de Ivana ni de Bob, había algo que estaba escondiendo pero no se me ocurría nada que pudiera concordar con esos nervios en ella. Terminé por suponer que a Ivana quizá le gustaba Bob también, era la única explicación que podía encontrarle.

Alex siguió mirándola fijo con esa mirada que prácticamente observaba tu alma, esa que me lanzaba a mí cuando quería ocultarle las cosas. Luego resopló y pareció ignorar los gestos de mamá, porque se concentró en hablarme a mí sobre otros temas.

Luego mamá se fue a su habitación para ver una película, o al menos eso fue lo que nos dijo, pero Alex la siguió con la mirada y luego de que ella se encerró en su habitación, no dudó en decirme:

—¿Cuál es el problema de tu madre?

—¿A qué te refieres? —pregunté.

—A su inseguridad con ese tal Bob.

—Mamá es insegura todo el tiempo, te dije una vez que le hicieron mucho daño, tuvo muchos hombres que le rompieron el corazón y le bajaron el autoestima, así que mamá ni siquiera se cree capaz de conquistar a alguien mejor que ese estúpido policía —dije con asco, porque me molestaba mucho que esos imbéciles le hubiesen roto así el corazón a mi adorable madre.

—Entiendo... —Me miró fijo por unos instantes antes de decir—: ¿Te molestaría que Chrissy y yo le ayudemos? Que sea nuestra nueva Cenicienta, ya sabes. Aún no terminamos contigo pero creo que tu madre nos necesita más.

—No, para nada —admití con una sonrisa—. Pero será un trabajo difícil, intento desde hace años levantarle el ánimo y el autoestima.

—Te pregunto porque eso implicaría que Chrissy y yo debamos hacernos más unidos a tu madre, y tú pues... —Torció sus labios en un gesto divertido.

—Yo soy una mierda celosa, ¿verdad?

—Exacto. —Alex me miró fijo por unos instantes y luego sonrió—. Al, ¿confías en mí?

—Depende... —admití con un gesto torcido que lo hizo reír.

—Mírame fijo —dijo al mirarme con intensidad—. ¿Confías en mí?

Lo miré fijo a los ojos verde claro, su mirada era seria. Lo notaba preocupado por mamá, no veía un interés romántico en él, ni siquiera atracción, más allá de verla como la mujer hermosa que era, así que dejé ir un suspiro.

—Por el momento sí —dije con una sonrisa torcida—. Pero intenta algo con mi madre y te cortaré la verga que tanto adoras para que nunca en tu puta vida puedas volver a coger con nadie, ¿de acuerdo?

—Veré qué tal es ese Bob, y si veo que es bueno para tu madre entonces le ayudaré a estar con él. ¿Te parece bien?

—En realidad no, no me gusta la idea de que mamá salga con ese tipo —escupí con asco—. Pero bueno... Solo quiero que sea feliz.

—Bueno, podría venir con nosotros esta noche —dijo con una sonrisa al juntar sus manos.

—¿Esta noche?

—¿Te olvidaste? —Levantó ambas cejas con sorpresa—. Te dijimos por La Mafia que hoy iríamos a un pub.

—Y yo les dije que no pensaba volver a ese pub para cruzarme a Ian y Becky —resoplé con fastidio, no pensaba volver a ser cortado o apuñalado, pero él comenzó a reír al ver mi rostro.

—Y no leíste mi respuesta diciéndote que iríamos a otro pub de unos amigos, es más pequeño pero más interesante. Así que cierra la boca, que esta noche te vienes con nosotros y veré si puedo convencer a tu madre de acompañarnos.

—¿Realmente crees buena idea llevar a mi mamá a un pub...?

Alex se quedó en silencio por unos instantes, bastante pensativo, unos instantes donde nos miramos sin decir nada pero diciéndolo todo a la vez, luego terminó por reírse y negar con su cabeza.

—Tienes razón. Mala idea.

Mamá era una mujer muy hermosa, así que si ella fuera a ir a un pub conmigo, yo estaría obligado a golpear a cuanto imbécil quisiera propasarse con ella. Si Chrissy se la pasaba toda la noche rechazando o peleándose con tipos, mamá seguramente tendría que pasar por lo mismo, y Alex se dio cuenta de ello enseguida. No era para nada una buena idea llevar a alguien como mamá, tan bella pero tan insegura a un pub de ese tipo.

Mamá no necesitaba salir a pubs para levantar su autoestima, solo confiar en sí misma, y eso era algo que no lograría en un pub y tampoco con un hombre a su lado, era algo que debía resolver ella. Yo no podía hacer nada, y seguramente Alex y Chrissy tampoco, pero pensé que si habían podido hacerlo con Kyle, que tenía los mismos problemas de inseguridad que mamá, quizá podrían ayudarla a ella a ser feliz...

Era lo que más deseaba en el mundo.



Ya saben que luego traigo las siguientes partes♥

Por cierto, quiero contarles que mi historia Khumé quedó en la lista larga de los Wattys♥ No me lo esperaba (de verdad xD porque en cinco años no quedé ni en listas), pero si no leyeron esa historia los invito a leerla♥

Dejo acá abajo un dibujo cute que hice de Bob y Liv.


Luego de los puntos dejo unas fotos del modelo que utilizo como Al, para que aquellos que le interesen puedan verlo, y los que no... pues no xd

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Solo agréguenle ojos marrones en vez de celestes (?), en realidad la cara de Al me la imagino mucho más atractiva, de sonrisa preciosa y una nariz fina y delicada, pero este modelo se acerca bastante a lo que podría ser Al.

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