Capítulo Nº 8 | parte 2
Habíamos salido de compras con los gemelos y Bobby, justo por eso habían venido tan temprano a mi casa, además de que querían darme una sorpresa. Compramos bastantes cosas para la noche, Alex haría pizza con mamá –debido a que competían demasiado, optaron por cocinar juntos–, pero el pastel quedaría a cargo de mamá.
Odiaba los pasteles de cumpleaños, detestaba por completo ese momento en que empiezan a cantarte el feliz cumpleaños y te quedas como un idiota viéndolos a todos con esas sonrisas estúpidas, y tú solo deseando desaparecer. Odiaba ese momento, pero a la vez, amaba los pasteles de mamá.
Debido a que Eric vendría a la tarde, tenía todo el mediodía para mis otros amigos. Así que, a pesar de mi vergüenza, los gemelos me llevaron a un lugar que me hizo temblar las piernas de solo ver. Era «Red Queen», uno de los mejores restaurantes del estado, y digo «uno de los mejores» porque su única competencia era «Red King» que ni siquiera contaba como competencia debido a que era del mismo dueño.
Red Queen era conocido por ser atendido solo por mujeres, donde incluso los chef, pasteleros y más eran solo mujeres, mientras que en Red King eran todos hombres. Nadie sabía por qué habían hecho eso los dueños, pero no existía persona que no deseara ser atendido por esas diosas del Olimpo.
Me dio vergüenza entrar allí con mi vestimenta, porque aunque me había colocado la chaqueta que me regaló Alex, me seguía sintiendo algo fuera de lugar al ver las vestimentas finas de todos los adinerados allí. Chrissy y Alex, a pesar de estar bien vestidos, no daban tampoco con el estatus del resto allí, sin embargo, cuando ingresamos y la recepcionista nos vio, nos dirigió una cálida sonrisa y dijo.
—¡Oh! Mis gemelos favoritos, ¿tienen reservación?
—Sabes que no la necesitamos —dijo Alex al guiñarle un ojo.
—No le prestes atención, sí tenemos —dijo Christine al golpearlo con su codo—. Reservamos esa mesa.
—¿Y tú, principito? —le dijo la recepcionista a Bobby con una gran sonrisa—. ¿Vas a comer mucho, verdad?
—¡Sí! —chilló Bobby con entusiasmo—. ¿Me darás un juego?
—¡Muchos juegos!
Los miré algo extrañado pero decidí no decir nada, especialmente por la reacción de la recepcionista con Bobby. Me dediqué, entonces, a observar el lugar. Se veía realmente fino, delicado. En tonos blancos, dorados y con luces suaves que hacían billar esas pequeñas cascadas en las paredes de cristal. Todo era extraño pero precioso, y me sentía fuera de lugar, como una pieza que no encaja en el rompecabezas.
Nos guiaron hacia nuestra mesa y fue imposible no seguir con la mirada a esas mujeres, eran hermosas pero de una forma diferente. No era una belleza sexual, no estaban vestidas de forma erótica siquiera, eran simples mujeres bellas que vestían trajes y que sonreían con amabilidad. Cuando oí sobre Red Queen, siendo atendido por mujeres bellas, no fui el único en imaginar otra cosa. Me imaginaba un lugar con mujeres de pocas ropas o vestidas de forma provocativa para atraer la atención masculina, sin embargo no era así. Solo eran mujeres bonitas y amables, e incluso habían algunas que no eran tan bonitas como otras pero tenían un no sé qué que te hacía sonreír al verlas.
—¿Te gusta, Ricitos de oro? —preguntó Alex al tomar la carta para ver qué almorzaríamos.
—Es hermoso, pero...
—Nada de peros, invitamos nosotros, tenemos descuentos aquí —dijo Chrissy al verme con seriedad, como si me estuviera regañando.
—La recepcionista los conoce, ¿vienen muy seguido aquí? —pregunté con curiosidad mientras abría la carta. Traté de ignorar los precios pero era imposible.
—No tanto en realidad —dijo Alex con una sonrisa—. Hacía mucho que no veníamos.
—¿No te llama la atención los nombres del restaurante? —dijo Chrissy al apoyar su barbilla en sus manos entrelazadas, me sonreía de forma divertida, luego me guiñó un ojo—. «Red Queen».
—«Red King» —acotó Alex con una sonrisa pícara—. Se llaman así por nosotros, Al.
Los miré con sorpresa, pensaba en qué decir pero en realidad no se me ocurría nada, estaba anonadado y eso era muy notorio para ellos. Chrissy se rio suavemente y luego agregó:
—Mamá es la dueña de estos restaurantes, quería que tuvieran nuestros nombres pero no quedaba bien un restaurante llamado «Christine» y otro llamado «Iskandar», así que los nombró según nuestro cabello. «Red Queen» y «Red King».
—¡Sí! ¡Del abuelo Mickey! —dijo Bobby con una gran sonrisa—. ¿Puedo ver al abuelo Mickey?
—No, amor, el abuelo no está hoy —dijo Alex con suavidad.
—O sea... que su madre... Tiene la cadena de restaurantes más importante y famosa del estado... —dije con una ceja levantada y, cuando ellos asintieron, abrí la boca con sorpresa al mirar hacia los costados que los hizo reír casi a carcajadas.
—Ahora disfruta de la comida —dijo Alex con suavidad—. Mamá ya no cocina en el restaurante porque suele estar encargándose de todo, pero el menú es suyo y muchas son sus creaciones. Disfrútalo, porque no probarás jamás algo tan delicioso.
Almorzamos tranquilamente con la música de jazz que resonaba por todo el lugar, supuse que el jazz era un gusto más bien familiar. La comida era deliciosa, en verdad demasiado deliciosa, y Alex parecía empecinado en hacerme comer demasiado porque quería que probara de todo, por ello pidió un postre en especial que era una creación de su madre, a base de chocolate. Fue una delicia, una verdadera delicia y pensé en lo mucho que mamá disfrutaría de todo ello.
Algún día ahorraría lo suficiente para poder llevarla a uno de esos lugares, quizá a Red King para que la atendieran hombres atractivos –aunque no me encantaba la idea–, y que mamá pudiera tener una bonita noche. Quizá para el día de las madres, o para su cumpleaños. Estaba seguro de que le encantaría, pero necesitaba ahorrar mucho para ello, quizá dejar de fumar por algunos meses para juntar más rápido...
Luego de almorzar, decidimos regresar a casa por si alguien venía a verme. Yo sabía que en realidad nadie aparecería, pero los gemelos insistieron y hasta Bobby me pidió volver a casa porque quería jugar con mamá.
—Se encariñó mucho con tu madre —dijo Alex con una sonrisa.
—¡Sí! —dijo Bobby con alegría—. ¡Liv me gusta mucho! ¡Juega con los dinos y hace voces chistosas!
Regresamos en el auto con Chrissy manejando, yo viajé junto a ella mientras que Alex iba detrás con Bobby, jugaban juntos con los dinosaurios e incluso hablaban sobre hornear galletitas para mamá. Me asomé varias veces para verlo, era bonito ver a Alex como papá, verlo reír y jugar con su hijo con tanta atención, y aunque me producía una sonrisa verlo, a la vez me daba algo de angustia.
Me pregunté si así se sentía tener un papá...
Y miré también a Chrissy de reojo, me hablaba sobre el restaurante, sobre su madre y lo feliz que la hacía que haya compartido ese momento con ellos. La notaba feliz y eso me agradaba mucho. La observé fijo mientras que ella manejaba y conversaba, la forma en que su cabello rizado rozaba con suavidad su cuello, incluso cómo su flequillo recto se curvaba suavemente en las puntas hacia adentro. Su nariz fina y alargada, e incluso la forma en que sus ojos miel brillaban cuando reía.
Corrí la mirada cuando ella me vio, no quería que pensara mal de mí así que me concentré en observar por la ventana durante el trayecto. Ella aprovechó un semáforo para cambiar la música en el estéreo, conectada a su teléfono celular.
—¿Qué te gustaría escuchar, Al? —me preguntó—. Ya escuchamos «Libre soy» y «Hakuna matata» para Bobby, Coltrane para mí y B.B. King para Alex, ¿qué te gustaría a ti?
—Lo que me gusta no creo que les guste a ustedes —respondí con una risita y ella me miró fijo—. Radiohead.
—¿Radiohead? —acotó Alex desde atrás—. ¿No es eso como para suicidarse un poco?
—A mí me gusta —dije al encogerme de hombros.
—Radiohead será.
Chrissy tecleó rápidamente en su teléfono para poner Radiohead desde Spotify, y cuando comenzamos a oír bocinas tras nosotros, Chrissy regresó a manejar. Blow out sonaba en el estéreo, la cual fui tarareando suavemente porque no quería que ellos me oyeran, podría humillarme con muchas cosas pero nunca al cantar frente a otra persona.
Miré el cielo por la ventana, ya era plena tarde y mamá tenía razón: había comenzado a nevar, pero de forma suave y agradable. No sería una tormenta de nieve, solo una pequeña nevada que alegraba el ambiente y que a Bobby mantenía muy entusiasmado.
Cuando llegamos a casa nos recibió el delicioso aroma del pastel horneándose, mamá lo estaba preparando y todos pudimos verla bailar con ánimo al ritmo de la música, que al menos no era ni N'Sync ni Justin Timberlake, sino Rihanna.
—¡Liv! —dijo Chrissy al acercarse a ella—. Tienes buen ritmo, ¿cuándo salimos a bailar?
—Oye, no la lleves a mi madre a esos lugares —me quejé cuando Chrissy tomó de la mano a mamá para hacerla girar en su lugar en medio de risas.
—Ay, hace mucho tiempo que no salgo, no podría —se rio mamá—. Ya ni entiendo cómo se baila ahora o la música que suena. Estoy más cómoda aquí en casa.
Mamá giró hacia mí con esa gran sonrisa alegre que tenía y, con un gesto, me señaló su habitación. Pronunció un nombre sin voz alguna, solo al mover sus labios en una mímica divertida, y sentí mi corazón encenderse por unos instantes. Corrí rápidamente hacia allí, esquivé los sillones o incluso los juguetes que Bobby había olvidado en el suelo, solo para poder abrir la puerta de la habitación de mamá y ver allí al segundo amor de mi vida.
—¡Tía! —chillé al verla allí, estaba sentada en la cama de mamá viendo unas fotos.
—¡Ay, mi bebé! —chilló ella y se puso de pie enseguida para acercarse a mí.
No pude evitarlo, la levanté en mis brazos y la hice girar en el lugar. Ella se rio casi a carcajadas al grito de: «¡sí que has crecido!». Luego la abracé con cariño, adoraba a esa mujer. Mi tía Lara era mayor que mamá, le llevaba quince años de edad así que ya estaba bastante grande. Era algo regordeta pero muy hermosa con su corto cabello rubio y su clásico lápiz labial rosado, el cual no dudó en impregnar en mi mejilla al besarme.
—¡Feliz cumpleaños, mi rey! —dijo ella al extenderme una bolsita pequeña.
—Ay, tía, no necesitabas traerme nada.
—No sabía qué comprarte así que le pregunté a tu mamá qué te gustaba —dijo con esa sonrisa al pellizcarme una mejilla—. Espero que te guste, ¡vamos, ábrelo!
Abrí la pequeña bolsita y pude encontrar el álbum «Pablo Honey» de Radiohead, uno de mis favoritos, pero a diferencia del que yo tenía comprado en plena calle de forma ilegal, era original. Solo pude abrazarla con cariño al besar su corto cabello, ella siempre estaba pendiente de esos pequeños detalles, y también se lo debía a mamá.
De niño fue mi tía Lara quien compró mis primeros tenis de basquetbol, y también fue quien me regaló mi primera bicicleta, incluso a los quince me había regalado una laptop para que pudiera hacer videollamadas con ella, debido a que mi tía vivía con mis abuelos en otro estado. Ella solo viajaba para mi cumpleaños y yo para el de ella, eran los únicos momentos donde en verdad nos veíamos.
Y yo la amaba tanto, aunque el resto de las personas se burlara de ello. Muchos me decían «qué vergüenza que tu tía te besuquee y te deje lápiz labial», «qué molestas esas tías que te envían fotos motivacionales», pero yo adoraba todo eso de ella, lo adoraba porque significaba que me amaba, que me amaba en un mundo donde nadie me amaba.
La tomé del brazo con caballerosidad para poder ir hacia la cocina junto a mamá y mis amigos, quería que la conocieran, y mi tía no dudó en tomar ese álbum seguramente para humillarme junto a mamá delante de mis amigos. Pero no me importaba, estaba demasiado feliz de que hubiese viajado de tan lejos solo para verme en mi cumpleaños.
Mamá se había adelantado a mis planes y colocó en la mesa las tacitas nuevas que me habían regalado los gemelos, nos sirvió té a todos, excepto a Alex, quien se preparó su propio café para no molestar.
—Chicos, quiero presentarles a mi tía Lara —les dije al correr una silla para que ella pudiera sentarse.
—¡Ay, es un placer conocerlos! ¿Son amigos de mi bebé? —preguntó al sentarse y ver hacia los gemelos, allí frente a ella, luego miró hacia Bobby—. ¡Ay! ¿Pero quién es este niño tan bonito?
—Es Bobby, mi hijo —respondió Alex con una sonrisa—. Sé educado y saluda, Bobby.
—¿Tu hijo? —preguntó mi tía con sorpresa—. ¿Qué edad tienes?
—Tengo veintitrés —respondió él de manera fría, sabía que le molestaba esa clase de preguntas—. Y si piensa preguntar: sí, fui padre a los dieciocho.
—¡Oh! Tenías casi la edad de Liv cuando fuiste papá —agregó mi tía con una sonrisa—. Es duro pero se puede salir adelante, yo se lo dije a la flaca hace tiempo —Miró con cariño a mamá, quien extendió su mano hacia mi tía para poder tomarla con cariño—. Y mira la gran madre que te volviste, flaquita.
Alex miró a mi tía con sorpresa, supuse que no esperó esa respuesta, estaba demasiado acostumbrado a ser juzgado luego de decir su edad. Pero cuando mamá quedó embarazada de mí y sus padres la echaron de casa, fue mi tía Lara quien la llevó donde mi bisabuelo. Quizá fue duro para mamá el criarme sola, pero tuvo el apoyo de mi bisabuelo Alphonse y el de mi tía, y cuando falleció mi bisabuelo fue mi tía quien le dio todo su apoyo.
Ella me amaba con inmensidad, y quizá me amaba tanto porque no había tenido hijos ni se había casado. Sé que tuvo muchas propuestas románticas e incluso de casamiento, pero ella las había rechazado todas porque prefería cuidar de sus padres. Yo era lo más cercano a un hijo que ella había tenido alguna vez.
Conversamos animadamente con ella, entre mamá y mi tía disfrutaban de humillarme frente a mis amigos, por eso no dudaron en mostrar mis fotos de bebé e incluso aquella donde corría desnudo por el jardín con mi tía persiguiéndome para vestirme. Fue horrible, pero divertido.
Disfruté en verdad la visita de mi tía, por eso cuando debió irse me sentí muy triste. La abracé con fuerza cuando Alex se ofreció a llevarla hacia el aeropuerto con mamá. No podía quedarse a cenar por más que quisiera, ella difícilmente dejaba solos a mis abuelos por mucho tiempo, especialmente porque mi abuela estaba muy enferma. Vi durante varios minutos el auto de Chrissy alejarse con mi tía dentro.
—Desearía vivir más cerca de ella... —dije en un susurro y sentí la mano de Chrissy en mi espalda, intentaba reconfortarme.
—¿Por qué tu madre vino aquí, tan lejos de su familia? —preguntó ella con suavidad.
—Porque la dueña anterior de esta casa, que nos la alquiló hasta que pudimos comprarla, era una amiga de mi bisabuelo. Él le consiguió a mamá este lugar... —dije en un susurro al ingresar nuevamente a casa—. Mamá quería irse lo más lejos posible para alejarse de sus padres y de sus amistades.
—¿En serio es tan mala su relación...?
—Ella está acostumbrada —dije con un chasquido de lengua al correr la mirada—. Yo también lo estoy, ya me acostumbré a sus desprecios, pero no soporto ver cómo la tratan a ella. La verdad es que si a mí me quieren o me odian no me interesa, pero no soporto cuando la tratan mal...
—¿Nunca vas de visita?
—Voy en el cumpleaños de mi tía —admití con un suspiro al encender un cigarrillo cerca de la ventana, para no molestar a Bobby que dibujaba en la alfombra del living—. Ella vive con ellos así que es inevitable que los vea. Antes iba más seguido cuando era niño, porque mi tía solía cuidarme los fines de semana, pero... luego mamá dejó de enviarme, no sé por qué.
Ya era bastante tarde, así que con Chrissy comenzamos a terminar lo que mamá y Alex habían comenzado. Estiramos juntos la masa de la pizza, fue un momento muy agradable y divertido, debido a que estrené el CD que me regaló mi tía, el cual sonaba en mi equipo de música. Me divertía molestando a Christine mientras estirábamos la masa, y ella se enojaba tanto por ello que terminaba por arrojarme el almidón de maíz a la cara y yo le devolví con el mismo ataque en una carcajada.
Frenamos de hacerlo cuando descubrimos que habíamos llenado todo de maíz y que Bobby nos miraba de forma rara, como si pensara que estábamos locos. Por eso frenamos un poco con el desastre que hicimos para beber algo de agua, teníamos la garganta seca de tanto reír.
—Tía —dijo al verla y luego me miró a mí—. ¿A ti te gusta Al?
Christine escupió toda el agua y me empapó por completo, y yo casi me atraganté por lo mismo.
—¿Por qué crees eso, Pipi? —le dijo ella con una mueca torcida.
—Porque te ríes mucho cuando estás con él, como se ríe mamá con papá Kyle —respondió Bobby con una sonrisa y luego me miró a mí—. Y Al también se ríe mucho contigo, tía Chrissy, como Kyle con mamá.
—Eso es porque somos amigos —le dije con suavidad—. Los amigos se divierten mucho cuando están juntos.
Bobby no pareció muy convencido de ello, nos miraba con su ceño fruncido y con un puchero. Terminó por alejarse de allí, ofendido por nuestras respuestas, a seguir dibujando en la alfombra, lo seguí con la mirada, parecía murmurar cosas desde ahí, solo esperaba que no estuviera insultándonos porque su padre se enfadaría muchísimo por ello.
Miré a Christine de reojo, estaba de espaldas a mí y parecía preocupada por revolver la salsa para las pizzas, mientras aclaraba su garganta. Fue incómodo para mí también, pero no pude evitar seguir mirándola, Chrissy lograba hipnotizarme con su sola presencia, sin hacer nada, solo con estar ahí, y no había nada que yo pudiera hacer para dejar de admirarla.
Una hora después regresaron mamá y Alex, se reían casi a carcajadas por cosas de ellos que ni Chrissy ni yo entendíamos, pero parecieron sorprenderse al vernos a nosotros. Se miraron entre sí y luego a nosotros.
—¿Qué pasó? —preguntó mamá con preocupación.
—Nada, ¿por? —le respondí yo.
—Porque parece que hubieran cogido borrachos y se acabaran de despertar sin saber a quién tienen al lado —dijo Alex con una mueca torcida—. Así de incómodo se siente el ambiente.
No respondimos nada, porque Alex vio que estábamos «arruinando su trabajo» y corrió enseguida para ver su creación, lo mismo hizo mamá. Se dedicó a decorar el pastel mientras que Alex terminaba de cocinar las pizzas, no nos querían ni a Chrissy ni a mí en la cocina, así que salimos a la entrada para poder fumar bien abrigados.
En verdad era incómodo, no podía dejar de pensar en lo que dijo Bobby ni tampoco de mirar a Chrissy de reojo. Sabía que yo no podría gustarle a ella, ¿por qué alguien como ella, tan increíble, tan inteligente, tan asombrosa, se fijaría en alguien como yo? No tenía sentido, pero por alguna razón me sentía extraño. Por un lado me sentí algo feliz ante esa idea, pero por el otro sentía un nudo en la boca de mi estómago que me estaba torturando y no sabía por qué.
—¡Ey! —Oí la voz de Eric y giré para verlo acercarse, traía unos porrones de cerveza en las manos—. ¿Qué tal va ese cumpleaños?
—Bien, Alex y mamá están cocinando, ¿quieres pasar mientras termino esto? —le dije al señalar mi cigarrillo.
—Chrissy —La miró con una sonrisa y la saludó de lejos, sin embargo ella le dio un beso en la mejilla al saludarlo y pude verlo nervioso por ello—. ¿Cómo estás? Hace tiempo que no te veo.
—Bien, algo agotada, ¿qué tal tú? —le preguntó ella con una sonrisa—. Hace unos días que no hablamos.
La miré enseguida, ella estaba sonriéndole, y luego miré a Eric allí frente a nosotros, vestido con sus nuevas ropas que lo hacían verse mucho más atractivo y con su cabello recogido en una coleta. ¿Cómo era eso de que hacía solo unos días que no hablaban? ¿De qué hablaban ellos? Pero no quise preguntar nada, solo apreté mi mandíbula para luego sonreírles.
—Parece que se llevan bien —dije, traté de sonar divertido pero mi voz terminó por sonar algo cortante.
—Sí, Eric es muy divertido —dijo Chrissy con una risita.
Arrojé mi cigarrillo a la nieve para que se apagara solo, y les di la espalda para entrar a mi casa. Esa presión en mi pecho, ese malestar en la boca de mi estómago, no dejaba de molestarme. Me sentía incómodo frente a ellos, y me sentía mucho más incómodo y molesto de ver cómo hablaba Christine con él, como hablaban entre sí sin vergüenza, sin timidez, como si fueran amigos de toda la vida.
Ellos me siguieron por detrás mientras conversaban entre sí sobre música, y yo fui directo al baño. Quería lavarme la cara, la cual parecía arderme y quemarme entero. Suspiré al verme allí con mi cara empapada, no entendía nada. No podía entender por qué me sentía así, comencé a creer que me estaba volviendo loco o que simplemente era un imbécil egoísta. Debía alegrarme por Eric, debía estar feliz de que pudiera hablar con la chica que le gusta tan libremente sin necesitar mi ayuda, debía en verdad estar feliz porque Chrissy pudiera salir con él, con un chico tan amable y educado, alguien que claramente sería capaz de hacerla feliz.
Sin embargo no era feliz, no me hacía feliz pensar en eso...
Cuando salí del baño tratando de poner mi mejor cara, el timbre de casa comenzó a sonar y mamá me pidió que fuera a atender. Corrí hacia allí porque la persona que estaba tocando parecía no soltar el maldito timbre y eso era realmente molesto.
—¡Ya va! —me quejé.
Abrí la puerta y no pude disimular mi gesto confundido al ver a un chico alto y delgado que estaba allí de pie frente a mi puerta, con una pose de galán y un cigarrillo en su mano.
—¿Sí? —dije.
Él sonrió hacia un costado y me tomó rápidamente del rostro para besarme.
—¡Al fin te agarré, Al! —dijo al soltarme con una risotada—. Gané yo.
—¡¿Pero qué carajo?! —me quejé al retroceder limpiándome la boca.
—¡Wow! ¿Pero qué pasa acá? —dijo de repente Alex al vernos.
—¡Jean! ¡Viniste! —chilló mamá al correr hacia nosotros para tomar de las manos a esa persona.
—¿Jean...? —susurré.
No pude evitar mirar de arriba hacia abajo, no era para nada lo que recordaba de Jean. No era esa niña pequeña y desgarbada con su largo cabello negro y su fleco, ni sus grandes ojos azules que miraban todo con timidez. Frente a mí había un chico, porque al menos parecía un chico, alto y delgado de cabello corto y negro, un corte moderno rapado a los costados. Con sus jeans rotos, sus botas a cordones negros y su camiseta de The Doors algo rasgada, en compañía de una chaqueta de cuero.
Me miraba con intensidad con sus ojos azules y sus labios carnosos se curvaron en una sonrisa al decir:
—Tanto tiempo, Al, ¿puedo pasar...?
Acá la segunda parte, algo cortita pero cumple, ¿no?
Luego traigo la tercera parte♥
En el multimedia superior dejo una canción de Radiohead y una foto de Ruby Rose (mi crush ♥) a quien imagino perfectamente como Jean.
Acá abajo dejo unos dibujos.
Jean, Al y Eric de niños:
Y acá Jean, en la puerta de la casa de Al:
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