Capítulo Nº 4
—¡Sepan... que... los odio!
Jadeé al detenerme en la subida de una calle mientras sujetaba mis rodillas. Frente a mí, Christine y Alex se mantenían en su lugar en un trote imparable, se reían por mi falta de estado físico, porque aunque ellos también eran fumadores como yo, tenían mucha más resistencia y capacidad pulmonar.
—¡A que relaja! ¿No? —dijo Alex con una sonrisa de lado sin dejar de trotar.
—¡¿Qué tiene esto de relajante?! —chillé y volví a jadear por mi falta de aliento—. ¡Me duele todo el cuerpo!
—Ya te acostumbrarás —acotó Christine y comenzó a estirarse—. Podemos parar si quieres, me sirve para hacer otros ejercicios.
—Ah, tienes razón, hoy es tu día —dijo Alex mientras refregaba su barbilla—. Al menos ya no tienes frío, Al.
—Preferiría no tener frío por estar en mi casa muy cómodo cubierto por una manta, mientras fumo todo un paquete de cigarrillos.
Caminamos a paso tranquilo hacia un parque cercano y, aunque no estaba nevando, el frío se sentía en el aire. Me dejé caer en un banco del parque –el cual estaba congeladísimo– y traté de recuperar algo de aliento allí, sin embargo los gemelos se mantuvieron muy activos. Alex sacó de su mochila unas extrañas ligas que luego le arrojó a Christine, para luego él estirar los músculos mientras que ella se colocaba en una extraña posición sentada en el aire con esa liga elástica en sus muslos. Colocó sus manos sujetadas al frente para luego bajar lentamente. Quedé idiotizado viendo su culo apretado en una calza gris que resaltaba ante esas sentadillas y a su extraña caminata de cangrejo. Terminé por tragar saliva y correr la mirada, podía ser una buena amiga pero tenía un culazo que... Dios, podía volver loco a cualquiera.
Me dolió el cuerpo cuando una botellita de agua se impregnó en mí, Alex me miraba con seriedad desde lejos. Supuse que había visto cómo observé a su hermana, porque luego de un rato se acercó a mí para sentarse a mi lado y, aunque se mantuvo en silencio un buen instante, juntos vimos a Christine trabajar sus piernas y glúteos mientras bebíamos agua.
—Te dije que lo ganó mediante el esfuerzo... —susurró Alex.
Traté de mirarla disimuladamente porque era un buen paisaje a admirar y no quería que Alex me golpeara por ello, pero no fui el único, toda persona al pasar por allí clavaba sus ojos en Christine, sea hombre o incluso mujer. Los veía murmurar algo al verla con esa calza y sus movimientos al ejercitar las piernas y glúteos, y pude entender muy bien la molestia de Alex. Era incómodo y molesto ver cómo otras personas la miraban con lujuria cuando ella solo estaba haciendo ejercicio.
—Si haces más ejercicio podrías tener un mejor físico —dijo Alex al palmearme la espalda.
—Tengo buen físico —me quejé.
—Podría ser mejor, podrías tener estos glúteos de hierro que tenemos Chrissy y yo —se rio al decirlo—, podrías tener una espalda ancha y fuerte, así toda mujer te miraría, incluso Rebeca.
Bajé la mirada ante ese nombre, habían pasado unos días y aun me dolía. Ver que subía fotos con Ian, que era feliz con él, que me había estado usando, me estaba matando lentamente.
Sentí la palmada de Alex en mi espalda que me trajo a la realidad.
—Entrenaremos juntos, verás que te sentirás mejor —dijo con una sonrisa—. Y mañana iremos al pub donde trabajo.
—No tengo ganas de ir a pubs —admití en un susurro.
—Vendrás igual porque me instalaré en la puerta de tu casa hasta que abras.
—Hazlo entonces —dije al dirigirle una sonrisa confiada—. Te congelarás antes de que abra.
—No si estoy con un ramo de flores gritando mi amor por ti —Clavó su mirada confiada en mí y solo pude tragar en seco—. Los vecinos estarán muy atentos a este sensual macho que te declara su amor...
—Te odio —escupí.
—Por ahora, me amarás luego.
Luego de que Christine finalizó con sus ejercicios nos dirigimos hacia una cafetería. Los tres habíamos desayunado antes de salir a correr, pero ambos decían que mi desayuno era «patético» y pensaban obligarme a desayunar otra cosa «más nutritiva». Un té y unas tostadas eran más que suficiente para mí.
Me dio vergüenza entrar a esa cafetería que se veía tan fina con mi vestimenta de ejercicio, pero los gemelos no tuvieron vergüenza alguna al entrar. Se acercaron enseguida hacia unos sillones en un rincón alejado y solo pude seguirlos, donde me senté junto a Alex para poder estar frente a Christine y verla al hablar.
—Ey, ¿sirven aquí algo que puedas comer? —le pregunté a Christine con curiosidad y ella me dirigió una sonrisa.
—Sí, venimos aquí desde que éramos niños. Es la única cafetería en la ciudad que tiene un menú para celíacos.
Cuando el camarero nos trajo la carta sentí que escupiría mis pulmones, mi corazón y hasta el páncreas al ver los precios. Comencé a toser porque me ahogué con mi propia saliva como un idiota mientras los oía a ambos reírse por ello al escoger su pedido, y yo solo miré todo buscando lo más económico, porque incluso lo más económico seguía teniendo un precio demasiado elevado para mí. Con lo que valía una simple taza de té allí, podía comprar muchísimos té en hebras para tomar por días y meses con mamá.
Quizá con mi sueldo impecable sí podría comprar algo mejor, pero estaba a fin de mes y mi mísero sueldo lo había gastado casi todo en comida para la casa, y también en algunos obsequios para mamá. Me gustaba regalarle cosas bonitas a mis seres queridos, incluso a Eric, así que en ellos solía gastar mi dinero. Pocas veces me compraba algo para mí.
De repente me sentí observado, por lo que levanté mi mirada para notar que Christine me miraba fijo con atención. Cuando nuestras miradas se cruzaron ella sonrió y dijo:
—Nosotros invitamos, Al.
—No, no, claro que no —me quejé.
—No es momento de ser orgullosos —se quejó Alex con un chasquido de lengua—. Te obligamos a salir en plena mañana de invierno a correr, así que te recompensamos con un buen desayuno en nuestra cafetería favorita.
Me encogí de hombros, me sentía como un idiota. No me gustaba que nadie pagara mis cosas, era humillante para mí, en especial en un lugar tan caro como ese. Era casi un desperdicio de dinero, existían lugares mucho más económicos pero, lamentablemente, no contaban con un menú para celíacos. Y cuando el camarero vino a tomar nuestro pedido, ni siquiera tuve oportunidad de elegir lo más económico, Alex pidió para mí un desayuno energético, que consistía de yogurt con cereales, una copa de frutas, tostadas con mermelada y queso crema y, para mi placer, un té.
Christine pidió un té clásico acompañado de macarons sin gluten, mientras que Alex pidió un café negro con tostadas de pan integral y queso crema.
—Ey, Al, ¿quieres ver algo? —dijo Christine y rebuscó dentro de la mochila de Alex hasta dar con un sobre.
—¿Qué es eso? —pregunté con curiosidad.
Sacó dentro del sobre unas fotos, las cuales colocó frente a mí. Las tomé con interés y pude ver allí a dos niños pelirrojos de cabello ondulado. Era sencillo de reconocer a Christine, era delgada y llevaba su largo cabello trenzado, sus ojos miel eran grandes y brillantes, en cambio pude saber que el otro niño era Alex solo porque estaba junto a Chrissy. Era pequeño, desgarbado y con unos enormes lentes, nada parecido al Alex actual. Se veía incluso frágil, vulnerable, como si todo el bullying sufrido se viera reflejado en ese rostro temeroso.
—Te gusta humillarme con esas fotos, ¿verdad? —escupió Alex.
—Cállate, los dos salimos horribles así que estamos empatados —respondió ella.
Cambié la foto para verlos en otra donde eran adolescentes y, al ver su uniforme escolar, sentí que mi corazón se había detenido. Era un infarto, sin dudas moriría de un infarto.
—Iban a... a... —tartamudeé viendo las fotos.
—¿A qué? —preguntó Christine y se encorvó sobre la mesa para poder ver la foto—. Ah, ¿dices a la Da Vinci? Sí, desde el preescolar.
—Esa escuela de mierda —gruñó Alex con asco.
—¿De mierda? —inquirí con sorpresa—. ¡Es la mejor escuela del estado! ¿De qué rayos hablas?
—Pues el nivel educativo sí es bueno, pero la gente allí es una basura, al menos en su mayoría —gruñó Christine—. Nuestros padres tuvieron que pagar una cantidad abominable de dinero para que nos aceptaran. Íbamos a ir a la San Pedro pero nos rechazaron.
—¡¿A la San Pedro?! —chillé, pero sentí mis mejillas arder cuando la gente a mi alrededor comenzó a mirarme con atención.
—¿Y tú a dónde ibas? —preguntó Alex con curiosidad.
—A la misma que Rebeca, tarado —se rio Christine.
—Oh, escuela pública.
No dije nada más, solo miré las fotos. Supuse que allí tenían unos quince años, se veían bastante parecidos a lo que son hoy en día aunque un poco más delgados. Christine tenía el cabello largo por la cintura y no llevaba ese horrible flequillo recto y corto, y Alex ya comenzaba a tener el cabello algo largo y un físico un poco más trabajado. Él se veía como el típico chico problemático del instituto, como si no le importaran las reglas de uniforme escolar, porque llevaba su camisa desabotonada y sin corbata, y su sweater rojo del uniforme lo llevaba atado de forma desprolija a la cintura, a diferencia de Christine, quien lucía su tenía su uniforme en perfecto estado.
—Ey, bro...
Levanté la mirada para ver a Alex a mi lado, me miraba con seriedad y por un instante no dijo nada, solo me miró de esa forma, como si intentara decodificarme, hasta que luego suspiró y, meneando su cabeza, comenzó a decir:
—¿Te avergüenzas de tus orígenes? —preguntó sin dejar de mirarme fijo.
—No en realidad...
—Pues no lo parece —insistió—. No tiene nada de malo ser humilde, no sé por qué te avergüenzas de ello. Que nosotros hayamos ido a la Da Vinci no significa nada, y que tú hayas ido a una pública tampoco.
—¿Te molesta que te traigamos a esta clase de lugares? —preguntó Christine de repente—. Si te hace sentir incómodo podemos ir a otro lado, no nos molesta. Es solo que esta es la única cafetería a donde yo puedo ir...
—No es que me moleste... —comencé a decir en un susurro—, es que... me hace sentir mal ver que no puedo pagarlo, que tienen que hacerlo ustedes. Me molesta no poder tener las mismas oportunidades que otros...
—Alphonse —escupió Alex, como si me estuviera regañando al llamarme por mi nombre—. Yo terminé el instituto superior de pura suerte, no soy inteligente como Chrissy, habría tenido el mismo destino de haber ido a una pública y ella habría terminado igual en ingeniería porque es buena en ello.
—Tampoco es que para mí fue fácil, ¿sabes? —dijo Christine en un susurro—. Yo no soy tan inteligente como todos creen, me esforcé desde muy pequeña.
—Ay, cállate, heredaste el cerebro de papá —gruñó Alex.
—No es cierto, ¡ojalá fuera como él!
Sabía que intentaban hacerme sentir bien, pero en realidad producía el efecto contrario. Ellos no podrían entender nunca mi vergüenza o incluso mi envidia tóxica, porque ellos no sabían lo que era pasar hambre, lo que era llorar por hambre y tener que comer solo un poco de pan con té porque no alcanzaba para nada más. Ellos, al no haberlo vivido, no podrían entender cómo me sentía. Y quizá era estúpido, porque lo era, pero me sentía muy incómodo en esa clase de lugares.
Era un sapo de otro pozo, una pieza que no encaja en el rompecabezas.
—Entonces suspendamos lo de mañana, Alex —dijo Christine con un suspiro—. Lo haremos sentir mal y no es la idea...
—¿Lo del pub? —pregunté al alzar mis cejas.
El camarero trajo nuestro pedido en ese momento, así que dejamos de conversar por un rato para poder disfrutar del desayuno. No podía dejar de mirar esa bestialidad de comida, ¿cómo haría para acabar todo eso yo solo? ¿En verdad ellos solían desayunar tanto? Decidí tomarme mi tiempo para no llenarme tan rápido, luego de ver sus precios y que ellos terminarían por pagarlo, lo menos que podía hacer era acabarlo por completo.
—Pensábamos ir a cenar —dijo Alex luego de sorber su café—, ya sabes, antes de ir al pub.
—¿Y por qué me haría sentir mal?
—Bueno... —Christine se encogió de hombros con una sonrisa torcida—, es que es un lugar un poco carito... Pensábamos invitarte nosotros, tenemos descuentos allí, pero si te hará sentir mal podemos comer en casa y luego ir para el pub.
—Oh... —Tragué en seco—. Prefiero comer tranquilo en casa, no es como si tuviera una vestimenta acorde para un restaurante de esa clase.
—No, no, no, nada de «comer en casa» solo y aburrido como una ostra —Alex me dio una palmada en la espalda que casi me hizo atragantar con mi tostada—. Vendrás a nuestro departamento, haré pizza. ¿Quieres?
—¿Ella puede comer pizza? —pregunté con sorpresa.
—Todo lo que yo cocino es apto para Chrissy, no te preocupes.
—Cuando te acostumbres a nosotros y nos tengas más confianza, te llevaremos a ese restaurante, ¿está bien? —dijo ella con una sonrisa cariñosa.
Asentí como respuesta y me concentré en intentar acabar con semejante desayuno. No podía dejar de pensar que me estaba comportando como un idiota, era obvio que ellos no querían hacerme sentir mal, sino que simplemente era a lo que estaban acostumbrados desde niños. No era su culpa que yo no tuviera un mejor trabajo y menos aún de que fuera un envidioso de mierda.
Un rato después, Christine se había dirigido hacia el baño así que solo quedamos Alex y yo en la mesa. Él revisaba sus mensajes en whatsapp a mi lado, pero cuando miré de reojo cubrió la pantalla con su mano.
—¿No te dijeron que no se miran las conversaciones ajenas?
—Lo siento.
Respondí con una risa y tomé el mío para revisar si tenía algún mensaje, pero como nadie se acordaba de mi mísera existencia me entretuve viendo los estados de personas que no me interesaban para nada.
—Ven, mira para acá —dijo Alex de repente, y cuando levanté la mirada nos tomó una foto juntos.
—¿Y eso?
—Me preguntaron qué estaba haciendo —dijo con una sonrisa mientras enviaba la foto a alguien—, dije que estaba con un idiota ciego e inseguro de sí mismo y no me creyeron, tenía que mostrarles el espécimen.
Le di un empujón y él comenzó a reírse a carcajadas, para luego solo responder esos mensajes y conversar con vaya Dios a saber quién. Al menos pude ver que salí bien en la foto, la gente solía sacarme fotos de sorpresa y siempre salía con cara de imbécil.
—Oye —dije para cortar un poco el silencio—. ¿Tú conoces al ex de Chrissy?
—Ese imbécil —gruñó con asco—. Claro que lo conozco, no te das una idea las veces que le destrocé la cara.
—¿Por qué salió con él? —pregunté con curiosidad y Alex suspiró al refregarse el rostro.
—Te dije que todos molestaban a Chrissy, se reían de ella por ser plana —susurró y luego apoyó su rostro en su puño, como si estuviera agotado—. Nate fue el único que la trató un poco mejor que el resto, era inevitable que esta estúpida se enamorara de él.
—¿Y qué hay de ti?
Alex giró para verme con una ceja alzada, luego curvó sus labios en una sonrisa pícara.
—Estoy soltero si eso preguntas, ¿te gusto, pequeño Al? Hay un hotel cerca si lo deseas...
—Solo era curiosidad —dije con una risa divertida.
—Pues una vez creí estar enamorado —dijo con seriedad—. Lloré muchísimo cuando ella me dejó, creí que moriría y toda esa basura, pero con el tiempo me di cuenta que en realidad no era amor. Era solo un enamoramiento adolescente, y entonces dejé de llorar como un idiota por los rincones.
—¿Eso es una indirecta? —pregunté con una ceja levantada y él comenzó a reírse.
—No, en verdad me pasó eso. Es casualidad que te haya sucedido lo mismo con Reb, pero ahora que lo dices... —Se quedó en silencio un instante y ambos vimos a Christine acercarse a nosotros—. En un futuro mirarás hacia atrás y terminarás por reírte de todo esto, ¿sabes? Un día te enamorarás de verdad y dirás «oye, qué idiota que fui llorando por una chica a la que en realidad no amaba».
—Pues yo sí amo a Becky —escupí con odio—. Yo no soy tú.
No añadió más, solo sonrió mientras meneaba su cabeza al suspirar.
—Ya pagué la cuenta —dijo Christine al detenerse frente a nosotros y, con un movimiento de cabeza, nos invitó a levantarnos—. Vamos, quiero bañarme, me siento asquerosa con el sudor seco.
—Oh, yo debería ir a ducharme también —dije y ambos me miraron.
—Pues ven a casa, está más cerca que la tuya.
Pensaba negarme, pero cuando estaba con esos dos no había nada de lo que yo pudiera decir que los hiciera cambiar de opinión, así que solo pude suspirar, asentir y seguirlos hasta su departamento con sumisión. Eran capaces de secuestrarme si no iba, estaba seguro.
Caminé tras ellos bastante pensativo, me preguntaba qué estaría haciendo Becky, ¿estaría con Ian? ¿Sería feliz? ¿Se acordaría de mí? ¿Pensaría en mí? Y un nudo comenzó a formarse en la boca de mi estómago, me molestaba y me producía mucha angustia, porque deseaba que ella pensara en mí, que se acordara de mi existencia.
Me pregunté si Alex tenía razón y, quizá, algún día me olvidaría de ella, para mirar hacia atrás y reírme de todo esto. Me pregunté si algún día me enamoraría de alguien al punto de creer que Becky solo había sido una pequeña aventura.
Dejo acá unos dibujos que estuve haciendo, sobre la infancia de Chrissy y Alex y luego su adolescencia.
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