Capítulo N° 20

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Cuando cumplí veinte años, mis compañeros de trabajo e incluso Michael me recibieron con un pastel. Nunca me había pasado en ningún trabajo. Incluso los clientes, al enterarse, me dieron jugosas propinas para que pudiera comprarme algo. El restaurante estuvo lleno ese día, debido a ser San Valentín, por lo que recibí muchas propinas de varias parejas.

Como era día de semana, y para colmo San Valentín, opté por hacer una reunión en el fin de semana, así todos podíamos trabajar y ocuparnos de nuestras responsabilidades sin pena ni culpa.

Presencié cosas hermosas en el trabajo, dos pedidos de matrimonio, una noticia de embarazo y varios aniversarios. Era un día muy movido, y muy estresante, pero esas pequeñas cosas me alegraban el día y aligeraban la carga. Hacían que valiera la pena.

Con mi mochila llena de pequeños obsequios de algunos compañeros, que ya se habían vuelto amigos, me subí en la motocicleta y regresé a casa una vez finalizó mi horario. Había recibido muchos regalos, no solo en el trabajo sino también de Ash y de Eric. Y desde aquella vez que hablé con Ash todo fue muy distinto en mi vida, como si toda la niebla a mi alrededor se hubiera esfumado para dar paso a la claridad. Me sentía lleno, completo. Me sentía feliz.

Por supuesto, con Ash no nos tratábamos como padre e hijo, pero al menos lo sentía como un hermano mayor que siempre estuvo ahí ocupando ese rol de padre que nunca tuve. Comenzó a venir más seguido de visita, y aunque en algunas ocasiones discutíamos igual que siempre, también salíamos a beber algo juntos. Era extraño pero bonito.

Me detuve a comprar unas cervezas en una tienda, para poder beber con mamá ya que solo seríamos ella y yo. Tomé también algunas otras cosas que supuse nos faltaría en casa, además de unos snacks. Al salir de la tienda, justo cuando me coloqué el casco y acomodé las compras en la mochila, vi a una pareja entrar en una cafetería tomados de la mano, con los dedos entrelazados.

—No puede ser… —murmuré.

Apresuré el paso para husmear por la vidriera del lugar. Un hombre delgado y atractivo de piel curtida por el sol se estaba acomodando en una mesa para dos con otro hombre, de piel café oscuro. Seguían tomados de la mano y se hacían caricias con el pulgar.

—Ay, carajo.

Era Elijah. ¿Le estaba siendo infiel a Alex? ¿Quién en su sano juicio podría engañar a Alex? Regresé hacia donde dejé mi motocicleta y me quité el casco en el camino, para poder llamar por teléfono a mi amigo. Él y Elijah llevaban como diez meses saliendo, a menos que abrieran la relación sin que yo lo supiera…

Eh, Ricitos de oro. ¿Cómo está mi cumpleañero favorito? —dijo Alex no bien me atendió.

—Bien, acabo de salir del trabajo y estoy yendo para casa —dije y me mordí el labio—. Ey, ¿puedo hacerte una pregunta?

Claro, también acabo de salir del trabajo. Tenía pensado ir a verte. Pregunta lo que quieras.

—¿Tú y Elijah… por casualidad abrieron la relación?

Alex se mantuvo en silencio por unos momentos, aunque podía oír su respiración.

No, pero… nos tomamos un tiempo, las cosas no estaban yendo bien y… ¿Por qué lo preguntas?

Apreté los labios. No podía decirle que lo había visto con otro tipo, mucho menos en esta fecha.

—Por nada en especial, solo preguntaba.

Nadie pregunta si alguien abrió su relación por nada. Dime qué pasa —dijo, y su tono de voz se oyó más serio.

Dejé ir un largo suspiro.

—Lo vi con un tipo, solo tomados de la mano. Tal vez no es nada, quizá me equivoqué.

Alex se quedó en silencio por un instante más.

Entiendo. Supongo que se acabó el tiempo y es definitivo. Solo… no creí que sería tan rápido.

Su voz se oyó triste, tal vez incluso decepcionada.

—¿Quieres venir a casa? Compré unas cervezas.

Se oye como una buena idea. ¿Habrá pastel?

—Mamá siempre prepara un pastel —dije con una sonrisa torcida.

Voy para allá.

Colgó la llamada, así que guardé mi teléfono y volví a colocarme el casco. Con la motocicleta pasé nuevamente frente a esa cafetería, donde Elijah se veía muy acaramelado con ese hombre que, claramente, no era Alex.

No sabía mucho de las relaciones, lo más cercano a una real fue Emily, y ni siquiera… fue real. Pedir un tiempo… ¿Por qué pedirías un tiempo? Para mí solo era una forma bonita de dejar a la otra persona.

Cuando llegué a casa estacioné la moto al fondo tal y como hacía siempre, bajo el techo del lavadero. Entré por atrás justo para ver a mamá inflando globos.

—¡Mamá, tengo veinte años, nada de globos! Qué vergüenza.

—¿Por qué no? Solo seremos tú y yo. Déjame decorar una última vez, hace años que no lo hago y… si no es ahora entonces nunca más podré.

Suspiré mientras me acercaba a ella. Había globos de todos los colores desparramados por doquier, también algunas serpentinas y un bonito cartel que decía «Feliz cumpleaños». Sonreí y luego comencé a reírme, era inevitable. Mi madre era tan linda.

—Está bien, má, pero no seremos solo tú y yo. Está viniendo Alex.

Me dió un cariñoso beso en la mejilla y me abrazó por unos segundos.

—No importa. Creciste tan rápido, hijo —susurró al aferrarme—. Eras tan pequeño y… ahora ya eres casi un adulto. ¿Veinte años pasaron desde que te tuve en mis brazos por primera vez?

La aferré con mayor decisión. Aún no entendía ese sentimentalismo y melancolía por el paso del tiempo. Era obvio que crecería en algún momento, pero me gustaba consentirla y ser consentido, así que disfruté de sus caricias.

La ayudé a colgar los globos con una risita divertida, era extraño decorar para mi propio cumpleaños de solo tres personas. Y no mucho después oí la camioneta de Alex estacionarse en la entrada, luego sonó el timbre.

—Feliz cumpleaños, Al —dijo Alex al abrazarme y palmear mi espalda.

Lo hice pasar, y mientras que él saludaba a mamá con un beso en la mejilla yo tomé las latas de cerveza del refrigerador. Nos acomodamos alrededor de la mesa, aunque como mamá se veía cansada comencé a insistirle en que fuera a dormir.

—Duerme al menos un rato, yo te despierto —prometí con una sonrisa.

—Es tu cumpleaños, bebé. Quiero estar contigo —dijo con una expresión realmente triste.

—Liv, preciosa, ve a descansar —dijo Alex con voz suave al posar su mano sobre la de mamá, con delicadeza—. Tu salud siempre va a ser más importante. Luego te despertamos, ¿está bien?

Mamá miró fijo a Alex y luego resopló, inflando sus cachetes. Comenzó a asentir repetidas veces mientras se alejaba hacia la habitación, gritando que más nos valía despertarla.

Allí solo quedamos él y yo, con esas latas de cerveza y unos platos con snacks. Sonreí al ver que Alex comía solo los maníes. Puse un poco de música con el teléfono para no usar el equipo de sonido, y no despertar a mamá. Arctic Monkeys comenzó a sonar.

—¿Qué tal ese cumpleaños, eh? Esta vez no pudimos venir con la fea —dijo Alex con una sonrisa en el rostro.

—Está bien, de todas formas tenía que trabajar, y sé que Chrissy se esfuerza mucho en la universidad. Pronto va a graduarse, ¿verdad?

—Está con sus últimos exámenes, ni siquiera está en casa estos últimos tiempos. Se queda directamente con una compañera en el campus para evitar distracciones.

Supongo que con distracciones se refería a amigos y a Eric. Tener pareja probablemente le quitaba bastante tiempo.

—¿Estás bien? —me animé a preguntar.

Alex bajó la mirada, estaba concentrado en ver los snacks en la mesa y tomó un par de maníes en su mano que no tardó en llevar a su boca.

—Estoy bien, como dije: las cosas no venían bien. Solo… no creí que sería tan pronto.

—¿Cuándo se pidieron ese tiempo?

Él comenzó a reírse y sorbió un trago de cerveza.

—Hace tres días —sonrió, pero esa sonrisa no llegó nunca a sus ojos—, pero ahora que lo viste con otro, justo este día, supongo que no es reciente.

Abrí los ojos con consternación.

—Eso significa…

—Que estuvo con ese tipo estando conmigo, sí.

Se mordió los labios y corrió la mirada.

—Da igual. Las cosas no estaban funcionando, él era demasiado celoso para mi gusto y… tampoco le gustaba que no tuviera tanto tiempo para él.

—Alex, eres padre. Eres padre de dos hermosos niños, es obvio que ellos serán tu prioridad —dije con voz suave.

—También creí que era obvio, parece que no lo era —se rió, tal vez por los nervios—. Semanas antes de que Lilah diera a luz ya no le gustaba que la viera tanto, y cuando nació Molly y me mudé con Lilah, las primeras semanas, también discutimos. Luego no le gustó que no tuviera tiempo para él por estar con mi hija.

—Alex, es tu hija. Es una bebé de apenas dos meses y días, no puede ponerse celoso de una bebé.

—Es lo que le dije. Además antes de iniciar la relación ya le había aclarado que mis hijos son mi prioridad, y siempre lo van a ser —suspiró y se animó a mirarme fijo—. Yo lo aclaré, lo hablé desde un principio. Hice que conociera a Caro y a Lilah para que supiera que ellas siempre serán parte de mi vida, y él lo aceptó. Entonces… no entiendo qué carajo pasó.

Tomé un largo trago de cerveza, pensando muy bien que decir. La verdad es que nunca supe si Alex estaba enamorado de Elijah o no, nunca me lo dijo ni se lo pregunté. Siempre supuse que sí solo por ver cómo se comportaba con él, pero… se veía demasiado entero. ¿Estaba fingiendo tranquilidad?

—Alex. ¿Estás intentando verte fuerte?

Él sonrió y comenzó a reírse.

—Me duele mucho, Al. No voy a mentirte. Me duele, me siento decepcionado, un imbécil. Me siento como una puta mierda —dijo y parpadeó varias veces porque sus ojos se habían empañado—. No lo sé, tal vez solo no caigo. Tal vez, como yo no lo vi, aún me niego a creerlo. No lo sé, Al.

—Sabes que estoy contigo, ¿verdad? Eres mi mejor amigo.

Alex volvió a parpadear muy rápido.

—Creí que tu mejor amigo era Eric.

—Y yo creí que el tuyo era Isaac —dije con una sonrisa torcida.

Él comenzó a reírse y secó una pequeña lágrima de su ojo, antes de que esta se escapara. Tal vez se sentía un idiota si lloraba frente a mí, como yo cuando me rompí frente a él.

Bebimos juntos en silencio y cambiamos de tema. Hablamos de trabajo, del nuevo curso que Alex estaba haciendo y de la posibilidad de que yo hiciera administración de empresas. Hablamos de todo, menos de Chrissy y Elijah. Sin embargo, luego de largos minutos, bajé la mirada pensando en ella.

—Eric… es tu cuñado, ¿qué opinas de él? —pregunté en voz baja.

Siempre tuve miedo de hacer la pregunta, y Alex jamás había tocado el tema por respeto.

—Me cae bien, es muy bueno con Chrissy. Es cariñoso, dulce con ella y muy atento. Es todo lo que Chrissy jamás tuvo en una pareja —dijo y apreté los labios. Era algo bueno, por supuesto, pero aún así dolía—. Pero… aún así tiene actitudes que no me gustan y espero que mejoren con el tiempo.

—¿Como cuáles?

—Es muy inseguro, eso lo hace celoso. No me gusta eso, pero bueno, Chrissy es feliz y jamás había tenido un novio que la trate bien de verdad —suspiró—. Supongo que no se puede tener todo en la vida.

Nos quedamos en silencio por un momento y abrimos otras latas de cerveza. Tomé un par de papitas, pensando en que el sábado vendrían los dos a festejar mi cumpleaños. Me hacía feliz ver que ambos eran felices, y aún así dolía un infierno.

—¿Y tú qué opinabas de Elijah? —preguntó con algo de tristeza.

Alcé la vista para verlo. Sus ojos verdes se veían tan tristes, como si aún se negara a creer que Elijah en verdad se fue con otro. Que en verdad lo engañó solo porque no lo veía lo suficiente.

—Me caía bien, era divertido aunque muy tímido —dije y torcí los labios antes de decir—: No quiero justificarlo, sabes que no, Alex, pero a veces lo hacías sentir incómodo.

—¿Incómodo? —preguntó con un gesto de sorpresa.

Asentí dando un suspiro.

—Eres muy extrovertido y él muy introvertido. No quiere decir que tengas que cambiar, pero a veces no te dabas cuenta y lo hacías a un lado. Yo me quedaba junto a él en esos momentos para que no se sintiera mal.

Alex bajó la mirada con incluso más tristeza.

—Supongo que soy un estúpido al no haberme dado cuenta…

—Eso no es excusa para que él te engañe o se vaya con otro a la primera pelea —siseé—. No es excusa, Alex. Aún así creo que los dos cometieron errores.

Dejamos de hablar porque oímos la puerta de la habitación de mamá. Dirigí la mirada hacia allí, se refregaba los ojos dando un largo bostezo, con su bonito pijama de invierno rosado y lleno de conejitos. Se había recogido el cabello en una trenza.

—Bebé, no me despertaste —bostezó nuevamente mientras se acercaba a nosotros—. Menos mal que me despertó Bill.

—¿Pasó algo con Bill?

—Me preguntó si hacía algo esta noche porque él se deprime mucho este día, le dije que es tu cumpleaños.

Dejé ir un suspiro.

—Má, es un día difícil para Bill. No solo es mi cumpleaños, también es San Valentín.

—Pero quiero estar contigo, bebé —me miró con pena.

—Puedes cenar conmigo y cortar el pastel, pero luego sal a beber algo con Bill.

—Puedo llevarte en la camioneta si lo deseas, y si lo necesitas puedo ir a buscarte después —ofreció Alex con una sonrisa.

Mamá hizo un puchero que me hizo sonreír.

—Está bien, pero no pienses que es una cita porque no lo es.

—No me hago ilusiones de que lo sea —dije con una risita.

Se sentó junto a Alex en la mesa y le ofrecí una lata de cerveza que aceptó con una gran sonrisa. La vi teclear en su teléfono muy rápido, supuse que le estaba avisando a Bill que iría a verlo.

Dejé que mamá cocinara, porque no nos iba a permitir hacer nada, menos a mí por ser el festejado. Y con música sonando allí cenamos los tres juntos unos spaghettis con salsa blanca –muy deliciosos–, acompañado de un vino.

Un rato antes de cortar el pastel, mamá –tan observadora como siempre– miró fijo a Alex.

—¿Qué te pasa? No te ves bien.

Él alzó la vista para verla, con sorpresa.

—Nada, estoy bien.

Era mentira, claro, pero era difícil mentirle a mamá. Ella colocó una mano en su cadera y lo miró con una ceja alzada.

—¿Pasó algo con Molly, o con Bobby?

—No, mis hijos están perfectos. Sanos y creciendo bien —dijo—. Estoy bien, Liv. ¿Tú cómo estás?

—Ahora preocupada por ti, Alex. Te ves mal.

—¿Me veo feo? —sonrió de costado.

—Te ves perdido, triste.

Alex abrió los ojos con sorpresa y luego bajó la mirada.

—Supongo que no puedo mentirte justo a ti… —murmuró, mirándose los dedos de las manos que tamborileaban en la mesa—. Elijah y yo nos separamos.

—Oh, cielo, lo lamento mucho.

—Nos separamos —se rió de forma nerviosa—. Él me cambió por otro.

No sé si fue demasiada presión, o si fue acaso admitir en voz alta que se habían separado, pero Alex se llevó las manos hacia la cabeza y, por primera vez en todo el tiempo que llevaba de conocerlo, lo vi llorar. Enredó los dedos a su largo cabello pelirrojo recogido en una trenza, con los lados rapados. Gruesas lágrimas recorrieron sus mejillas con pecas, y su rostro mostraba un gesto desesperado de dolor y decepción.

Me acerqué al instante hacia él, pero Alex se cubrió el rostro con las manos como si no quisiera que lo viera llorar. No entendí por qué, Alex no temía mostrar sus emociones ni le importaba el qué dirán.

Mamá me tocó el hombro y se acercó hacia Alex, hasta sentarse a su lado. Entonces lo abrazó y él hundió el rostro en el hombro de mamá. Aferró sus dedos con fuerza a la espalda de ella de tal forma que se formaron arrugas en ese pijama.

—Está bien, Alex —dijo mamá al abrazarlo—. Está bien romperse a veces, no puedes ser fuerte siempre.

Pese a que mi amigo parecía querer evitarme, tal vez por vergüenza, solo posé mi mano en su hombro y lo sobé de forma suave.

—Solo somos nosotros tres, Alex. Puedes llorar en paz —dije con calma.

—Él decía que seguro lo engañaría con una mujer, por ser bisexual, por lo que dicen de nosotros los bi —dijo y respiró hondo al soltar a mamá—. Y al final fue él quien me lo hizo a mí.

—Está bien, Iskandar, puedes llorar, tienes derecho a estar triste —dijo mamá y depositó un beso en su mejilla.

Alex se alejó un momento solo para respirar hondo y secarse las lágrimas.

—Carajo, me siento como un imbécil —masculló.

Me senté a su lado cuando mamá se puso de pie, se alejó hacia la nevera. Entonces posé mi mano en su hombro y le di una palmadita, porque tal vez él no quería que justo yo lo abrazara. Dudaba en verdad que le diera vergüenza que lo viera llorar, pero supuse que tal vez tenía miedo de que lo juzgara por ello.

—¿Te quedas a dormir? —pregunté con una sonrisa—. Tomaremos más cerveza, compraré más maní para ti, miraremos películas y tendremos nuestra cita romántica de San Valentín.

—No bromees, que aún me debes ese beso —dijo con una risita y volvió a respirar hondo—. Ya estoy bien, creo que solo necesitaba un abrazo.

—Y no me dejaste abrazarte, basura —me quejé y le di un empujón amistoso.

—Es que no aguantaría la tentación y te manosearía el culo.

Comencé a reírme y él también. Esta vez su risa y su sonrisa fueron reales, se veía y sentía sinceras. Y aunque antes había preferido esconderse de mi mirada, Alex posó su mano en mi espalda y la sobó de forma suave.

—Gracias, Ricitos de oro. También necesitaba reírme.

—Si vuelves a esconderte de mí al llorar, te patearé el culo.

Sonrió con mayor ánimo y asintió.

—Supongo que sentí que me tenías demasiado idealizado, y no quise romper esa imagen de superhéroe que tienes de mí.

—Es difícil no idealizarte, eres prácticamente perfecto —dije con una risita—. Ahora haremos eso, te quedarás a dormir, miraremos películas y comeremos helado mientras te quejas de Elijah.

Mamá acomodó el pastel en la mesa, era pequeño ya que solo íbamos a ser nosotros. Decorado con una buttercream celeste claro que simulaba ser el cielo. Siempre se lucía con sus pasteles.

—Un poco de dulce te hará sentir mejor —dijo al mirar a Alex con una sonrisa. Posó su mano en la mejilla de él para hacerle una caricia suave—. Vas a estar bien.

La acomodó frente a mí y colocó una sola vela, para evitar poner veinte y que ocuparan todo el pastel. Y como no me gustaba que cantaran canciones de cumpleaños solo pedí un deseo al soplar la vela.

Que mis seres queridos fueran felices.

Chrissy ahora era feliz con Eric, y él era feliz con ella. Quería, entonces, que Alex también fuera feliz de la manera en que él escogiera. Deseé que Jean también lo fuera y cumpliera sus sueños, que la bella Lou encontrara también aquello que la haga vivir con alegría. Y deseé, por sobre todas las cosas, que mamá encontrara alguien que la respetara, la amara tal cual es y que la hiciera sentir la mujer más maravillosa de todas.

Luego de saborear el delicioso pastel mamá quiso evitar irse con Bill, bajo la excusa de que Alex también la necesitaba. Sin embargo, nuestro amigo prácticamente la obligó a ir con Bill, a sabiendas de que él la necesitaba mucho más.

Alex se había ofrecido a llevarla, y aunque quise acompañarlos en la camioneta tuve miedo de ver la casa de Emily. De verla a ella, para ser sincero. No sabía cómo actuaría al verla, ¿me pondría feliz, me sentiría culpable por todo lo que pasó, o no sentiría nada? ¿Y ella, seguiría enfadada conmigo?

Preferí no ir, y dejar que Alex y mamá fueran solos. Ellos podrían hablar durante el camino, y mamá era muy buena consolando personas. A Alex le haría bien oír sus bonitas palabras que te acarician el alma.

Esa noche Alex y yo miramos un par de películas en la alfombra, cerca de la chimenea. Nos reímos muchísimo juntos, y lo oí hablar de Elijah por largo rato, tanto de lo bueno como de lo malo. Aún le costaba hacerse a la idea de que en verdad estaba soltero, de que el tiempo que se dieron para tener espacio no fue real, y solo fue una excusa para separarse.

Habló mucho sobre él, de cómo lo había conocido en un bar, de lo bien que la pasaban juntos, y aunque Alex no hablaba jamás de su intimidad con las parejas sexuales, admitió que el sexo era muy bueno. Tal vez un año atrás me habría asqueado que mi amigo dijera eso de un hombre, pero ahora me parecía tan normal como respirar.

—Me duele, pero creo que en algún punto de las últimas semanas yo también dejé de amarlo como antes —murmuró, encendiendo un cigarrillo—. O sea, sí lo amo, pero creo que el tiempo que estuvimos separados por estar con Molly fue… relajante. Tal vez demasiado.

—¿Relajante, estar junto a una bebé recién nacida que llora toda la noche? —me reí.

Sopló el humo de su cigarrillo.

—Estaba cansado, por supuesto, pero la alegría desbordante que te da tener a tu hijo en los brazos es algo único, Al —sonrió enormemente—. No es algo que pueda contarte, es algo que tienes que vivir.

—Sigo sin querer hijos por el momento, pero gracias.

Alex se rió y dirigió su mirada hacia mí.

—Creo que ya no lo amaba como antes, y que él tampoco me amaba como antes. Creo que todo comenzó a acabar hace tiempo, pero me negué a verlo. El tiempo alejados solo nos alejó más, él buscó lo que no podía darle en otra persona, y yo me sentí libre de escenas de celos.

Lo miré con atención. Se había soltado el cabello y se quitó los lentes de contacto, así que estaba con sus lentes cuadrados. Miré sus pecas en esa piel clara pero con un deje dorado, porque era tan parecido a Chrissy y a la vez tan distinto. Sus ojos verdes aún se veían tristes, y sus párpados estaban algo inflamados por haber llorado, pero no mucho.

—Vas a estar bien, Alex.

Él dirigió su mirada hacia mí y entonces curvó sus labios en una sonrisa que rasgó un poco sus ojos. No volvió a llorar en la noche, pero me mantuve a su lado ayudándole a soportar el dolor de la decepción, hasta que nos quedamos dormidos allí en la alfombra, bien arropados por una gruesa manta.

Luego llegó mamá a eso de las cuatro de la mañana, me despertó el motor de la camioneta de Bill. Alex también abrió los ojos con algo de pereza ante el ruido tan característico, y nos reímos al ver que mamá entró tambaleándose.

—¿Siguen despiertos? —preguntó al acercarse, algo mareada.

—Mamá, ve a acostarte, estás que te caes de ebria.

—¡La pasé muy bien! —dijo con una enorme sonrisa y arrojó sus zapatos a un costado—. Billy me enseñó a jugar póker, y hablamos de amor, y de sexo, y nos reímos mucho. Y después vimos una película, y bebimos mucho, y también nos drogamos, pero no quiero que sepas eso, bebé.

—Pero si acabas de decírmelo —me reí.

—No es cierto.

—No sé tú, Al, pero yo no escuché nada —agregó Alex con una sonrisa divertida.

—Awww, siempre tan lindo.

Mamá se arrojó sobre Alex para abrazarlo, lo hizo caer sobre la alfombra y comenzó a darle besos en la mejilla.

—¡Mamá!

—Gracias, preciosa, pero es un poco incómodo que estés sobre mí —dijo Alex con una risita al palmearle la espalda con suavidad.

Mamá se irguió solo para poder tironearme de un brazo, aunque seguía a horcajadas sobre Alex.

—También hay para ti bebé, te amo mucho —me tomó del rostro para besarme una mejilla—, mucho —volvió a besarme—, mucho.

Pasé una mano por debajo de sus rodillas para poder alzarla, entonces la senté sobre mis piernas como si fuera una niña pequeña y la abracé. De esa forma liberaba a mi amigo y podía sostenerla.

—También te amo mucho, mami.

Respiró hondo y se acomodó mejor en mi hombro, acurrucándose.

—¿Puedo quedarme con ustedes? —balbuceó con un bostezo mientras le hacía caricias en el cabello.

—Yo no tengo problema, pero vamos a dormir en la alfombra —dijo Alex con preocupación—. ¿Por qué no vas a tu cama? Estarás más cómoda.

—Es que no quiero estar sola… —se aferró más a mí.

Aún extrañaba a Bob. Tal vez ya no lo amaba –aunque creo que jamás lo hizo–, pero era San Valentín y ya no tenía a su pareja.

—Está bien, má. Puedes dormir en el sillón.

Sin embargo no me hizo caso y se acomodó en la alfombra entre nosotros. Se acurrucó contra mí, así que me recosté a su lado y la abracé de la cintura.

—¡Carajo, Liv! ¡Tienes los pies helados! —chilló Alex al dar un salto, pues mamá había colocado los pies en su espalda.

Ella se rió como si lo hubiese hecho a propósito, y volvió a acurrucarse contra mí. Alex, con una sonrisa, nos dio la espalda. Acomodé bien las mantas sobre nosotros, y con la chimenea y el cuerpo de ambos sería imposible que mamá pasara frío.

Mi bella madre se durmió prácticamente al instante, pero yo me mantuve despierto un rato más. Pasé mis dedos entre las finas cerdas rubias de su cabello, le rasqué el cuero cabelludo porque sabía que la relajaba. Hacía mucho que no dormía abrazado a mamá, se sentía bonito, así que hundí mi nariz en su nuca para poder abrazarla más.

Por la mañana, cuando abrí los ojos, mamá continuaba dormida a mi lado. Su maquillaje estaba corrido así que supe que se pondría histérica al darse cuenta. Alex no estaba allí, pero podía oír sonido en la cocina así que, con cuidado de no despertar a mamá, me senté justo para verlo balancear en el aire una sartén mientras tarareaba.

Me hice a un lado y me coloqué las zapatillas, pero antes de saludar a Alex necesitaba ir urgente al baño. No quería acercarme y tener un aliento a mierda, sin hablar de que me estaba orinando. Solo me acerqué cuando me sentí lo suficiente pulcro.

—¿Estás bien, Alex? —pregunté, acercándome a él.

Él me miró por sobre el hombro con una sonrisa.

—Sí. Me siento mejor. No lo sé, siento que es un buen día.

Sonreí en respuesta y comencé a ayudarle a preparar el desayuno. Alex había salteado cebolla, zucchini, zanahoria y tomate junto con espinaca y huevo, así que comencé a preparar unas tostadas doradas con un poco de mantequilla. Él preparó su propio café, mientras que yo preparé mi té y el de mamá.

Era bastante tarde, a decir verdad, nunca había desayunado tan tarde.

—Hablé con Elijah —dijo de repente, mientras se servía el café—. Primero me negó todo, luego me echó la culpa a mí por no prestarle suficiente atención…

—Tremendo imbécil.

—Y después me pidió disculpas —dejó ir un largo suspiro y bebió un sorbo de café—. Le deseé felicidad y con eso ya acabó nuestra historia.

—¿Quién sabe? Tal vez consigas un hombre o una mujer que sí te entienda, estás bien bueno y eres una buena persona. No será difícil —dije, acomodando el desayuno de mamá en una bandeja.

—Creo que prefiero estar solo. Necesito estar solo un tiempo, otra vez. Siento que aún tengo que mejorar algunas cosas antes de volver a tener pareja —Acomodó las cosas en la mesa, donde se sentó a esperarme—. Tengo veinticuatro años, Al, este año cumpliré veinticinco. La pareja que escoja en el futuro me gustaría que fuera para siempre. No quiero vivir toda mi vida con sexo casual y relaciones esporádicas.

Asentí para darle a entender que lo estaba escuchando, pero me alejé para poder despertar a mamá. Apenas la moví ella se quejó por ello, pero luego se sentó de golpe y comenzó a correr hacia el baño.

Bueno, el desayuno de mamá claramente me lo comería yo.

Volví junto con Alex y me senté frente a él para poder tomar mi té y comer esas deliciosas tostadas.

—Yo tengo veinte años, y creo que estoy igual que tú. No sé si quiero tener una novia en este momento, siento que aún tengo mucho por mejorar. Además… —me mordí los labios al encogerme de hombros—, sigo enamorado de Chrissy.

—Va a tomar un tiempo, Al. ¿Quién sabe? Tal vez ellos se separen y puedas tener oportunidad. Siempre puedes ser el amante —sonrió con picardía y comencé a reírme.

—No le haría eso a Eric, tarado.

Jamás podría perdonarme hacerle eso a mi amigo. Yo no era esa clase de persona, pero aún debía superar todo esto para poder seguir adelante. Aún tenía mucho que mejorar.

Mamá salió del baño pálida y sudorosa, se sujetaba del estómago por el dolor de la resaca, así que busqué en el botiquín un antiácido para ella.

—Disculpen mis fachas, estoy hecha una porquería —dijo mamá al sentarse a la mesa.

—Un poco de diversión de vez en cuando no viene nada mal, Liv —respondió Alex con una sonrisa.

Mamá bebió su antiácido y luego de unos minutos posó su mano sobre la de Alex, con suavidad.

—¿Cómo estás, cielo?

Él sonrió.

—Me siento bien.

Sabía que a Alex le tomaría más tiempo superar su separación con Elijah, pero al menos verlo animado me dejaba menos preocupado. Alex en verdad se veía radiante esa mañana, como si hubiera necesitado justo eso, justo saber lo de su novio para seguir adelante. O tal vez fue haber hablado con él, tal vez fue otra cosa. No tenía forma de saberlo.

Lo único que sabía es que, efectivamente, ese era un buen día.

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