Capítulo N° 16
Emily no me desbloqueó en ningún momento, de ninguna red social. Las veces que intenté hablar con ella personalmente fui echado de forma agresiva por Bill. No me quedó más opción que aceptar que lo había arruinado todo, que ya no sería parte de su vida. Ella jamás me perdonaría. Y la extrañé. La extrañé mucho.
Pasaron algunos meses donde continué mi vida, tratando de ser mejor. Casi toda la primavera y ahora el comienzo del verano en busca de ser una mejor versión de mí, para no volver a lastimar a nadie.
Chrissy, al enterarse, dejó de hablarme por dos semanas enteras. Enojada conmigo, furiosa por haberle hecho a Emily lo mismo por lo que yo tanto sufrí. Furiosa, también, por haberme acostado con Becky luego del daño que le hizo, y tenía toda la razón en odiarme. Luego, un día, Chrissy solo me escribió para invitarme a tomar té. Hablamos mucho ese día, y pude comprender más la situación sin necesidad de continuar torturándome por lo que pudo ser.
Me sentí mucho más cercano a Chrissy, y me di cuenta de lo necesaria que era en mi vida cuando no me habló por esas dos semanas. Desesperado, rascando las paredes, fumando más de lo normal porque ella ya no me hablaba. Me di cuenta de que la quería tanto que su ausencia era una tortura, que mi vida no tenía sentido si no podía oír su voz, sin poder ver su sonrisa.
Comencé a ver más a Eric, trató de hacerse un espacio en su apretada agenda de estudio, y a veces incluso vimos a Jean, con quien salíamos a tomar unas cervezas. Sin embargo, me hice mil veces más unido a Alex y un millón más con Chrissy.
Así me encontraba ese día, abrazando la delgada cintura de Christine en su cama. Me había quedado esa noche, y debido a que Alex estaba con Elijah tuve que dormir con ella. Olí el dulce aroma a rosas en su piel y cabello, y pasé con cariño mis dedos por su abdomen. Su piel era suave, tan suave que era impresionante.
—Uhm… me haces cosquillas —masculló algo entre dormida.
—Eres tan suavecita —dije, hundiendo mi nariz en su cuello, y sus rizos pelirrojos me acariciaron el rostro.
Se giró en la cama para verme con esos hermosos ojos miel, que con la luz del sol en la mañana parecían dorados. Su cabello rizado estaba desparramado por la almohada, y su brillante sonrisa hizo danzar a mi corazón cuando posó su nariz en la mía.
—Puedes acariciarme todo lo que quieras, no gasto tanto dinero en cremas por nada —dijo con una risita.
Sentí mi rostro arder por esa cercanía y debí hacer un esfuerzo sobrehumano para no correr la mirada, como mis instintos me gritaban que hiciera. Despacio, solo por las dudas, llevé mi mano hacia su rostro para rozar el dorso de mis dedos en sus pómulos con pequeñas pecas. Luego lo llevé lentamente hacia su oreja y bajé por su cuello, que siempre olía tan bien.
No quise hacer más, no quería que se malinterpretara la situación, así que bajé por su hombro hasta el brazo y de ahí regresé a la cintura para poder abrazarla. Chrissy hundió su rostro en mi clavícula y sentí su cálido aliento contra mi cuello.
Mi corazón latía tan rápido que sentí que podría salir volando. Por eso inspiré nuevamente el dulce aroma a rosas en el cabello de Chrissy, en su piel tan suave y tersa, tan perfecta.
—Amo tu aroma —susurré y la aferré más—. Me relaja, me hace sentir en casa.
Chrissy me dio un beso en la mejilla y se sentó para poder levantarse de la cama. Hizo las cortinas a un lado para que el sol pudiera iluminar aún mejor la habitación. Llevaba un pijama de dos piezas, un short gris y una camiseta de tirantes del mismo color, pero con encaje blanco.
Imité su actuar y me puse de pie para poder colocarme una camiseta. Aunque Chrissy tenía aire acondicionado en la habitación, hacía mucho calor como para dormir demasiado vestido. Me coloqué las zapatillas y salí de allí, justo para oír la gran carcajada de Alex y Elijah en el comedor. Los ignoré para poder ir a higienizarme, necesitaba orinar con urgencia. Luego, cuando estuve listo, salí para encontrarlos allí.
—¡Eh, ricitos de oro! —dijo Alex con una sonrisa—. El desayuno está listo, pero puedes preparar té si lo deseas.
—¿Qué hiciste esta vez? —pregunté con curiosidad mientras caminaba hacia la cocina.
—Yo nada, lo hizo Elijah.
Giré al instante con los ojos abiertos de par en par, y fue casi un milagro que no me desnucara.
—¡¿Dejaste que alguien toque la cocina?! —chillé, impactado por esa revelación.
Elijah se rió, encogido de hombros.
—Quería preparar waffles, los hice para que Christine también pueda comerlos.
Asentí con una sonrisa y fui hacia la cocina para poner la tetera al fuego. Elijah era un buen hombre, divertido aunque algo tímido, a diferencia de Alex que era tan extrovertido. Tenía su piel dorada, curtida por el sol, y el cabello negro corto y bien peinado.
Ambos llevaban al menos unos dos o tres meses saliendo oficialmente. Alex lo presentaba como su novio, sin problema alguno. Era bonito verlos juntos, porque Alex no había tenido pareja desde Caroline y era la primera vez, desde su adolescencia, que se animaba a salir seriamente con alguien.
Preparé mi té y serví café para Chrissy, junto con los waffles que había preparado Elijah, con arándanos y fresas. Llevé todo a la mesa en una bandeja, justo cuando Chrissy se sentó junto a su hermano, por lo que yo me ubiqué al lado de Elijah.
Desayunamos juntos mientras hablábamos de los planes, pues en el fin de semana sería el cumpleaños de los gemelos y harían una fiesta con temática de jazz en la casa de sus padres. Debido a que la única música que pasarían era toda referida al jazz, ambos nos habían dado a mamá, Eric y a mí unas clases de baile para que pudiéramos divertirnos.
Luego de finalizar con el desayuno me despedí de los tres para poder regresar a casa. Sabía que Chrissy estaba de vacaciones y, por lo tanto, se daba un descanso de sus estudios, pero como veía tan poco a sus amigas saldría a almorzar con ellas. Alex se quedaría a solas con su pareja.
Andando en la motocicleta por el centro de la ciudad vi a un grupo de góticos por allí, y eso me llevó a pensar en Emily. Extrañaba hablar y bromear con ella. La verdad es que el sexo no me importaba, y aunque no estaba enamorado de sí la quería y me hacía falta. Extrañaba oír su risa, o sus comentarios ácidos. Extrañaba verla pelear con Bill, o la forma en que comía espaguetis como un t-rex.
Dejé de pensar en eso porque me deprimía, y necesitaba mantener la energía bien enfocada en mis proyectos.
Cuando llegué a casa encontré a mamá escuchando jazz, preparándose para la fiesta de los gemelos. La tomé de la mano para hacerla girar, con una risita divertida.
—Ah, bebé, mañana tengo día libre así que hoy saldré con Bob a la noche. ¿Quieres que te deje algo listo para la cena? —dijo con una sonrisa cansada.
—Má, tienes que descansar también. Mira tus ojeras. Estuviste trabajando toda la noche —siseé.
—Mañana Bob trabaja y no podré verlo, puedo aguantar un par de horas más. Soy profesional de la salud, bebé, estoy acostumbrada.
Dejé ir un suspiro. Bob era buen tipo, ya me había acostumbrado a él, pero me molestaba que solo mamá hiciera sacrificios para sostener esa relación. Me molestaba que tuviera que beber café por él, aunque no le guste; que tuviera que estar impecable e impoluta con su maquillaje y vestimenta; que él luego del trabajo se fuera a descansar mientras que ella se sacrificaba para verlo sin dormir. Dios. Juro que intento querer a Bob pero me complica lo de aceptarlo para mamá con esas actitudes de mierda.
—Pediré una pizza. Acuéstate a dormir un rato y luego sal con él —dije con molestia al alejarme.
—Hijo, sé que te preocupa pero esto es lo que yo escogí.
Volteé la cabeza para poder verla por sobre el hombro.
—¿Lo amas o solo te gusta?
Sus mejillas se encendieron, lo que le daba un poco de color a su rostro tan pálido por el cansancio.
—No lo sé, bebé. Creo que no sé diferenciar el amor del gustar, pero soy feliz. Eso es lo que importa, y Bob es una buena opción de pareja. Es trabajador y me da espacio.
«Es muy distinto amar a gustar, no deberías conformarte porque crees que es una buena opción» quise decir, pero en su lugar solo asentí para poder ir hacia mi habitación.
~ • ~
Era el día de cumpleaños de los gemelos, cumplían veinticuatro años. Con mamá fuimos invitados a cenar con ellos antes de la fiesta, allí en la casa de sus padres por ser un lugar amplio. Quise pasar la tarde con ambos pero habían salido con sus padres.
Mamá se colocó un vestido vintage color caramelo, muy bonito, con un cinturón ajustando su figura y unos zapatos planos. Incluso se había recogido el cabello como se hacía décadas atrás, para combinar con la ambientación. Yo había optado por una camisa blanca, pantalón beige con tiradores y mocasines café, aunque mamá insistió en que me pusiera una boina –cosa que no hice, sentí que me vería ridículo–.
Nos subimos a la motocicleta con los cascos puestos y manejé hacia la casa, bastante más lejos del departamento de los gemelos. Mamá llevaba con ella los regalos, tras de mí, y me daba recomendaciones de caminos a tomar.
Cuando llegamos a la casa de sus padres, tanto mamá como yo quedamos anonadados al ver el lugar. No sé qué esperé ver, pero considerando que eran prácticamente ricos tenía todo el sentido del mundo que su casa fuera inmensa. Nos abrieron las grandes rejas blancas para poder pasar, y recorrimos un camino rodeado de flores y pasto bien cuidado.
Alex estaba allí para recibirnos, con una sonrisa y sus brazos cruzados.
—¡Hijo de puta! ¡¿Te criaste aquí?! —chillé al verlo.
—¿Eso es lo primero que le dices a un cumpleañero? —se rió.
—Feliz cumpleaños, Alex —dijo mamá y le dio un cariñoso beso en la mejilla.
—Feliz cumpleaños, esto es para ti —dije y le extendí un paquete y un ramo de flores.
—¿Un ramo de flores?
—Es que te amo mucho —bromeé.
Alex sonrió con alegría y comenzó a reírse, para luego oler las flores.
—Gracias, mi amor, jamás me habían dado flores. Las guardaré por siempre.
Nos guió hacia el interior de la inmensa casa, que tenía un recibidor tan amplio que dejaba en vergüenza al pequeño pasillito que era mi recibidor, con apenas un perchero para colgar los abrigos.
La elegancia se notaba en cada rincón. No abusaban de decoraciones ni ostentaban su poder económico. Era elegante pero sencillo. Las paredes en blanco y gris claro, con muebles de color natural. Sus mayores decoraciones eran plantas que daban un tono verde y otorgaba vida.
Sonreí al ver un gran cuadro donde se veían a Alex y Chrissy de pequeños, sonriendo para la cámara. Se veían tan adorables.
Alex abrió una puerta doble, pintada de celeste claro y con bellos ornamentos decorativos en el vidrio. Con una sonrisa nos invitó a pasar cuando se hizo a un lado, y así lo hicimos. Allí, en el comedor, se encontraban un par de personas. Estaba Christine conversando con un hombre de abundante barba negra, y había otro que iba y venía con una bandeja en la mano.
—Papá, mamá, les presento al ricitos de oro y Liv, su madre —dijo Alex con una gran sonrisa.
Christine se puso de pie para saludarnos, nos abrazó con cariño y depositó un beso en nuestras mejillas, especialmente cuando le dimos su obsequio: un ramo de grandes girasoles y una cajita envuelta en papel brillante.
—¡Es un gusto conocerlos al fin! —dijo quien supuse que era su «mamá», Michael, sacudiendo sus manos con un tono de voz algo agudo—. Iskandar habla todo el tiempo de ambos, ¡pasen, pasen! Pónganse cómodos.
Nos saludó con un amable apretón de manos. Era risueño, no sé cómo explicarlo pero irradiaba una energía positiva y única. Era también muy atractivo, y parecía joven. De piel clara y brillantes ojos azules, con su cabello castaño bien peinado. Y, solo por su forma de hablar y moverse, entendí a qué se refería Alex cuando dijo que a Michael lo molestaban más los homofóbicos, pues tenía movimientos más bien femeninos.
El otro, Robert, nos dio un fuerte apretón de mano con el rostro serio. No dijo una sola palabra pero sí asintió con respeto. Él tenía la tez apenas dorada, tal vez canela claro, y una abundante barba negra con algunas canas aleatorias que también decoraban su corto cabello negro. Sus ojos eran pequeños y miel, idénticos a los de Christine, aunque algo entornados al verme. Cautelosos.
Al mirar a Michael, con una camisa celeste de mangas cortas con decoraciones coloridas, abierta hasta el tercer botón, y luego ver a Robert que vestía de gris y negro, me di cuenta que eran increíblemente opuestos.
Michael nos ofreció café antes de la cena, pero aunque mamá estaba por aceptar yo la interrumpí para decir que preferíamos té. Él, con una sonrisa amable, asintió.
—Má, ¿puedes dejar que él lo prepare? Le gusta hacerlo —dijo Chrissy, que tenía sus manos entre las de su padre, que la miraba con una cálida mirada y una sonrisa dulce.
—¡No, no! Está bien —dije con las manos en el aire.
—Ven, cielo, te mostraré la cocina —Michael me invitó a seguirlo—. Puedes ayudarme a traer el café para mis amorcitos.
—¿Para mí no? —preguntó Robert.
—Tú también eres mi amor, Rob.
El rostro de Robert se volvió rojo y al instante corrió la mirada, fue inevitable sonreír porque me dio mucha ternura que luego de tantos años casados aún se ruborizaran junto al otro.
Al caminar, Michael contoneaba sus caderas. Era delgado, a diferencia de Robert que parecía fuerte y muy macizo. Meneaba su mano en el aire al explicarme dónde estaba la tetera y el té.
—Prueba ese, cielo, es de la India y tiene un sabor levemente floral. Te gustará, si eres tan apasionado de las infusiones como mi pequeña dice —dijo al mostrarme una caja en específico.
Con algo de vergüenza comencé a preparar el té para mamá y para mí, mientras que él servía el café en tres tazas. Luego se cruzó de brazos, apoyando el peso de su cuerpo en una cadera, para mirarme con curiosidad al trabajar.
—Sonríes al hacerlo, qué bonito —dijo y sentí mi rostro arder.
—Lo siento…
—¿Por qué te disculpas? Yo sonrió al cocinar, es lo que amo hacer. A ver, mírame —Alcé la mirada para verlo, tenía un rostro tan jovial y atractivo que impresionaba—. Pero qué rostro tan majestuoso.
Sonreí porque siempre me habían dicho que era sexy, hermoso, precioso, pero… majestuoso nunca había estado en las opciones.
—¿A qué te dedicas, Alphonse? «Alphonse», qué hermoso nombre.
—Así se llamaba mi bisabuelo —expliqué—. Y soy empleado de limpieza.
—¿Has trabajado en restaurantes antes?
—Fregando platos, sí.
Torció sus labios en un gesto gracioso.
—¿Tienes sueños a futuro? ¿Quieres limpiar por siempre?
Me sorprendió su pregunta, pero me concentré en servir el té, aunque él colocó una taza extra para que sirviera para él.
—Quiero probar tu té.
—No quiero limpiar por siempre pero soy bueno limpiando, y me deja suficiente dinero para mis gastos y ahorrar un poco.
—Mamá, deja de molestar al ricitos de oro.
Dirigí la mirada hacia Alex allí en la entrada, con las manos en los bolsillos y una sonrisa divertida.
—¿Has visto su rostro al preparar té? —dijo Michael y mi cara se sentía en llamas—. Es como tú al hacer pasteles para tu hermana.
—O como tú cocinando para nosotros —dijo Alex con una risita.
—Exacto, ese es el punto. Es un artista, y tú sabes cuánto me gustan los artistas —sonrió enormemente, con entusiasmo.
—¿Un artista? Solo hago té… —murmuré.
Alex comenzó a reírse y asintió varias veces.
—Ya sé lo que estás planeando, má —dijo y me miró, cruzándose de brazos—. Quiere contratarte en Red King.
Michael sonrió y sacudió sus manos cuando dijo:
—¿Qué dices, cielo? Un rostro tan majestuoso como el tuyo encajaría perfectamente en Red King.
Mi rostro estaba tan caliente que si ambos no notaron que de seguro parecía un tomate sería un verdadero milagro.
—Se va a enfriar… —balbuceé.
Se oyó el timbre así que Michael corrió a atender, aunque eso me tomó por sorpresa. Para ser una residencia tan grande esperé que tuvieran empleados de limpieza, ama de llaves o algo así. No dije nada al respecto pero Alex me ayudó a llevar las tazas hasta el gran comedor. La mesa era larga, pese a que allí habían vivido solo cuatro personas.
—Ten, preciosa —Alex le extendió su taza de té a mamá y se oyó el sonido indignado de Robert.
—Iskandar.
—¿Qué? Solo le dije preciosa, lo es. ¿O no?
—Disculpa, Robert —dijo mamá con una sonrisa amable—. No me molesta. Alex es un buen chico que siempre busca hacerme sentir bien, se nota que ha tenido grandes padres.
—¡Tía Lydia! —chilló Chrissy de repente y comenzó a correr hacia la recién llegada.
Ambas pelirrojas se fundieron en un abrazo, y Alex se acercó a las dos, hizo a un lado a Christine y alzó en sus brazos a Lydia, dándole un cariñoso beso en la mejilla.
—Iskandar, baja a tu tía —dijo Michael con una risita.
—Me ha contado un pajarito que mi querido sobrino ahora tiene auto, ¿será que irá a visitarme más seguido? —dijo Lydia y le dio un beso en la mejilla a Alex.
—Por supuesto, tía.
Alex bajó al suelo a Lydia, la mujer que los dio a luz pero que ellos no veían como madre, y el sentimiento era recíproco. Él entonces la tomó del brazo con cortesía y la escoltó hasta la mesa, donde nos presentó como había hecho con sus padres. Lydia tenía el cabello largo y rizado, pelirrojo y abultado igual que el de Christine, con la piel tan pálida que ambos a su lado parecían dorados. Sus pecas decoraban todo su rostro por completo, y sus ojos eran verdes como los de Alex.
Él y Chrissy, a pesar de ser muy parecidos entre sí, tenían claras diferencias y allí, junto a su familia, pude notarlas. Alex tenía el rostro y el cuerpo más parecido a Robert, mientras que Christine se parecía un poco más a Lydia.
Nos sentamos a cenar cuando otras personas llegaron. Caroline junto a Bobby y su esposo Kyle, que cargaba en sus brazos a un bebé.
—Ven, querida, siéntate conmigo —dijo Michael al palmear el asiento a su lado para que Caroline pudiera ubicarse allí.
Era la primera vez que conocía a la ex de Alex, siempre había oído su voz o sabía de ella por boca de él y de Chrissy, pero nunca había tenido la oportunidad de conocerla. Su abdomen estaba aún algo abultado por el posparto, pero sonreí al ver que Alex alzaba en sus brazos al pequeño bebé.
—Hola, pequeño Georgie —dijo con una sonrisa y depositó un beso en la frente del bebé—. El tío Alex te va a dar todo.
—Preocúpate de darle todo a tu bebé —acotó Chrissy con una risita.
Comenzamos a cenar y comprendí por qué la mesa era tan larga. Era para un ambiente familiar y hogareño, con tantas voces y risas que mamá y yo nos sentimos cómodos enseguida. Michael sirvió la cena mientras nos explicaba en qué consistía, con mucha emoción en su rostro y cada una de sus palabras. Como si en cada una de sus comidas depositara un poco de su alma.
—Tú te ves muy joven —dijo Michael en un momento durante la cena, al ver a mamá.
—Oh, es que fui madre a los diecisiete. Tengo treinta y seis años —respondió mamá con una sonrisa—. Tú también te ves muy joven, Michael. ¿Qué edad tienes?
—Tengo cuarenta y nueve —dijo y se acarició el rostro con orgullo—. Cumpliré cincuenta muy pronto.
Me ahogué con un trozo de carne porque no aparentaba tener más de treinta y cinco.
—Mickey es un fanático del cuidado facial —agregó Robert y sorbió un trago de vino. Su voz era grave y profunda—. Deberías ver su extensa rutina nocturna.
—No cuentes mis secretos, querido —bromeó Michael y sacudió sus manos al decir—. Usen protector solar, es el mejor antiedad existente.
—Chrissy se olvida de ponerse —acotó Alex con la boca llena—. Si no le recuerdo no se pone, y siempre gasta el mío.
—Eres menor que yo, por supuesto que usaré tus cosas.
—¡Solo son cinco minutos! —chilló Alex.
Nos reímos porque siempre era divertido verlos discutir por lo mismo.
La cena fue amena, y noté que Alex en verdad era muy unido a Kyle, con quien se reía a carcajadas. Bobby se turnaba para estar con alguno de sus abuelos, aunque al reconocer a mamá le pidió que le hiciera upa. Para sorpresa de todos mamá lo alzó para sentarlo en sus piernas, con su sonrisa dulce tan característica.
Miré a Lydia porque tenía mucha curiosidad por esa mujer, que conversaba con sus amigos, Michael y Robert. Era algo extraño ver a la madre biológica de los gemelos en la misma mesa, y saber que el lazo que los unía era otro distinto.
Hubo solo un momento tenso en la mesa y fue un pequeño choque entre Caroline y Alex, porque ella regañó a Bobby al levantarle la voz y Alex se quejó por ello. Sin embargo la tensión fue solo un momento, porque Caroline respiró profundo y dijo:
—Me cuesta a veces la crianza respetuosa. Lo siento, Alex.
—Está bien, Caro. Entiendo que estás agotada —dijo él y posó su mano sobre la de ella, con cariño—. Solo recuerda que al hablarle él entiende, ¿sí?
Vi la sonrisa orgullosa en el rostro de sus padres, que habían hecho correctamente su trabajo de crianza, pues su hijo era un gran padre. Cariñoso, respetuoso y comprensivo, que ponía límites de una manera que yo ni siquiera era capaz de imaginar, pues fui criado de manera distinta.
Luego Michael fue en busca de los postres, y su esposo lo acompañó para que no tuviera que cargar con todo solo. Estábamos tranquilos en la mesa, pero me causó curiosidad ver que tanto Chrissy como Alex se acercaban sigilosamente a la cocina. Me llamaron con la mano cuando les hice un gesto de confusión.
—Mira qué lindos son —susurró Chrissy en mi oído.
Asomamos las tres cabezas de forma disimulada por la puerta, y sonreí al ver que Robert abrazaba de la espalda a Michael, con cariño mientras depositaba besos en su mejilla. La sonrisa en Michael era alegre, tenía sus ojos cerrados al disfrutar de ese cariño, entonces abrió los ojos y nos vio a los tres.
—Niños traviesos, ¿hasta cuándo van a espiar a sus padres? —dijo con una risita.
Vi el exacto momento en que el rostro de Robert cambió de color, mientras que Alex y Chrissy se alejaban con una carcajada, como si fueran niños. Por supuesto los seguí, y en el camino de regreso a la mesa Chrissy me dijo al oído:
—Papá es muy serio y muy tímido también, no suele ser demostrativo, especialmente frente a los demás —dijo con una sonrisa divertida—. Siempre nos gustó ver cómo se aman así que nos escondíamos para verlos abrazarse o besarse.
Me pareció bonito. Como no tuve padre no sabía qué se sentía verlos amarse, lo único que yo conocía era la soledad de mamá y ese pensamiento me produjo un mal sabor en el estómago. Me encogí de hombros porque, aunque salía con Bob, no estaba seguro de que fuera tan compañero o cariñoso con ella.
Luego de comer los postres se fueron Caroline junto con Bobby, Kyle y el pequeño Georgie, pues ya era tarde para los pequeños. Le siguió Lydia, que se fue no sin antes besuquear a sus adorados sobrinos. Mamá ayudó a Alex a levantar la mesa, pues Christine había ido a cambiarse de ropa al igual que sus padres.
Yo me quedé solo en el comedor, pero me había ofrecido para abrir la puerta a los invitados que pronto llegarían a la fiesta. La primera en llegar fue Lou, con un pantalón sastrero café, mocasines de igual color y una camisa a cuadros. Llevaba tirantes, una boina y una pipa en la mano, que la hacían verse extrañamente espectacular.
Lou me saludó con alegría, pues había leído los libros que me pasó, los cuales le devolví por medio de Alex. A veces hablábamos por instagram, pero no sucedía muy seguido tampoco. Ella corrió hacia Alex para lanzarse sobre él cuando lo vio, llenándolo de besos mientras le cantaba una canción de cumpleaños.
Comenzaron a llegar las amigas de Chrissy, las otras amigas de Alex, sus compañeros de trabajo y mucha, mucha gente que yo no conocía de nada. Llegó también Elijah, que como era tímido se quedó a mi lado mientras que su extrovertido novio saltaba de grupo en grupo para conversar con todos.
A pesar de que era temática vintage y jazz, Alex solo se puso un traje gris con camisa blanca y moño. Chrissy en cambio apareció con una falda suelta azul oscuro y con girasoles, que le llegaba hasta las rodillas y le había regalado yo para navidad. Sonreí al ver que le quedaba precioso, en compañía de una blusa amarilla y su cabello peinado al estilo de la época. Parecía salida de una revista, una diva clásica de Hollywood. Una diosa encarnada.
Mamá estuvo muy inquieta ayudando a Michael a transportar las bebidas a la mesa de la gran sala de estar, donde sería la fiesta. Allí había un piano de pared, sillones negros en un rincón, quizá para dar espacio, la mesa con bebidas y botanas, y también un hermoso tocadiscos que pasaba música de jazz.
Muy pronto comenzó la fiesta y todos comenzaron a bailar. Al principio me dio vergüenza porque los primeros en salir a la pista fueron Alex y Chrissy, que bailaban de una forma impresionante. A su lado se colocaron Michael y Robert que bailaban incluso mejor que sus hijos, y poco a poco más personas se unieron. Mamá fue sacada a bailar por Michael cuando Robert se alejó para beber algo, mientras que yo me quedé apoyado contra una pared junto a Elijah.
—Creí que eras igual de extrovertido que él —dijo Elijah con una risita.
—Soy extrovertido, pero no me gusta hacer el ridículo fácilmente.
Sin embargo Alex se acercó de una corrida para sacar a bailar a su novio, quien muy avergonzado no tuvo más opción que ceder. Como me quedé solo aproveché para encender un cigarrillo y disfrutar de mi cerveza, viéndolos bailar a todos. Mamá se reía a carcajadas junto con Michael, mientras que Robert se sentó en uno de los sillones a conversar con Lou.
—¡Hola!
Dirigí la mirada hacia la persona que estaba a mi lado, era una de las mejores amigas de Alex, de cabello platinado. Recordaba haberla visto en la reunión que él hizo, aunque no podía recordar su nombre porque solo mantuve contacto con Lou.
—Hola, ¿cómo estás? —dije, tratando de recordarla.
—¿Quieres bailar? Te vi tan solo aquí.
No es que no quisiera bailar, solo no quería hacer el ridículo. La vi tan entusiasmada que solo pude asentir y extendí la mano para invitarla a bailar conmigo. El jazz sonaba en el tocadiscos mientras lo hacíamos, aunque me di cuenta que en realidad nadie me estaba viendo, así que daba igual si hacía o no el ridículo.
—¡Llegó mi regalo, llegó mi regalo! —chilló Chrissy de repente y frenó la música por un momento—. Alex, eres mi hermanito menor.
—¡Por cinco malditos minutos! —se quejó él.
—Y eres un maldito engreído, insoportable que me hace la vida una pesadilla con tus celos, pero te amo. ¡Felices veinticuatro años siendo hermanos!
Diciendo eso apuntó hacia la puerta doble que estaba cerrada. No sucedió nada, pero Alex la miró con una ceja alzada.
—No seas maldita, te hice un regalo precioso.
—¡Abre la maldita puerta, imbécil!
—Christine, la boca —dijo Robert con seriedad.
Alex se acercó con fastidio hacia la puerta doble, murmurando insultos por lo bajo porque estaba seguro de que era una broma. Abrió la puerta doble y, cuando no hubo nada detrás, miró por sobre el hombro a su hermana con una ceja alzada.
—Eres una hija de…
—Esa no es forma de hablarle a tu hermana —dijo una voz como canto, desconocida para mí.
Alex giró instantáneamente, y de un costado, con una gran sonrisa, apareció un hombre de piel café oscuro y corto cabello rizado. Pude reconocerlo por haberlo stalkeado por curiosidad.
—Isaac —dijo Alex con sorpresa.
Se lanzó sobre su mejor amigo para abrazarlo y, debido a que Alex era inmenso, terminaron por caer al suelo. Allí Isaac le dio una palmada en el culo con una carcajada.
—¡Mi amor, no frente a tus padres!
Miré de reojo a Elijah, estaba con los labios torcidos y el ceño fruncido. No estaba seguro de si sabía que Isaac era su mejor amigo y que se hacían bromas de esa clase. Aunque bueno, para mí también era incómodo porque sabía que Isaac era su verdadero mejor amigo, de tantos años. Yo solo era el que estaba cerca.
Chrissy se acercó para abrazar a Isaac, y este saludó también a Robert y Michael, mientras presentaba a una mujer de piel café oscuro que estaba a su lado, su esposa. Luego Alex me tomó del brazo para acercarme a su amigo, quien me inspeccionó de arriba hacia abajo.
—Oh, tú debes ser el tan famoso Alphonse, mi reemplazo. ¿Quieres mi puesto? Tendrás que luchar en el barro conmigo —dijo con una sonrisa divertida y sus manos en la cadera.
—Lamento romperte el corazón, Isaac, pero el culón ahora es mío —bromeé y le palmeé el culo a Alex, que me miró con sorpresa.
Al instante me di vuelta para hacerle un gesto a Elijah, no quería que se sintiera mal por mi broma. Él en cambio solo se rió al sacudir su mano en el aire, sin darle importancia.
—Chicos, no se peleen por mí, siempre puede haber un trío —dijo Alex con una risotada, pero se puso rojo al instante y se cubrió el rostro—. Perdón, mamá.
Michael se rió a carcajadas, aunque Robert si parecía más ofendido que él.
—Alphonse Van der Hout, el esposo de Alex —dije al extender mi mano para saludar a Isaac—. Siempre es un gusto conocer a sus amores pasajeros ya muy olvidados en el pasado.
Isaac hizo un largo sonido y comenzó a reírse, pero tomó mi mano.
—Es picante, me gusta —se rió—. Isaac Njoroge, el amor de su vida. Por supuesto que un blanquito holandés no me lo va a robar.
—Neerlandés —corregí.
Me palmeó el hombro con una sonrisa amistosa y guió a su esposa hacia un sillón. La música comenzó a sonar nuevamente, y Alex y él volvieron a darse un fuerte abrazo.
Me quedé apoyado en la puerta y encendí un nuevo cigarrillo mientras miraba a Isaac saludar con un abrazo a Elijah cuando Alex se lo presentó. El pobre Elijah se veía muy incómodo, no supe si por el contacto físico inesperado o porque estaba celoso.
Yo… no estaba seguro de si me sentía celoso. Era el cumpleaños de Alex y sabía bien cuánto extrañaba a su amigo. Isaac parecía ser divertido. Tal vez me sentía algo mal porque Alex era con quien más me juntaba, y con Eric estudiando siempre… Sin Alex yo estaría solo.
Dejé ir el humo del cigarrillo y me dispuse a disfrutar la fiesta junto a mis amigos, sin pensar en tonterías.
Este capítulo tiene segunda parte, probablemente lo suba mañana o pasado <3
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