Capítulo N° 15
Para compensar la tardanza traigo otro capítulo más <3 pero les pido un favorcito, dejen comentarios dando su opinión que para mí eso es muy importante. Yo no tengo forma de saber si les está gustando o no si no me lo dicen.
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Disfrutaba mucho más de mi trabajo como empleado de limpieza, que todo ese tiempo que estuve lavando platos en ese restaurante de mala muerte. Cada vez conseguía más clientes, pues me recomendaban por mis excelentes resultados. Gracias a eso tenía suficiente dinero no solo para mis gastos diarios, sino también para ahorrar para mi cafetería.
Estaba algo agotado, pero me subí en la motocicleta y, luego de hacer algunas compras, regresé a casa para darme una ducha. La necesitaba con urgencia, me sentía pegajoso y sucio.
Mamá tenía guardia, así que no regresaría a casa, ya me lo había dicho. Como cenaría solo probablemente calentaría las sobras del mediodía, en vez de hacer alguna nueva preparación.
Me preparé un té y puse algo de música para estar tranquilo. Desde la boda de Luke comencé a sentirme extraño, más solo. No estaba seguro de por qué, tal vez porque vi a Becky, porque Chrissy era mucho más unida a Eric, o tal vez porque Emily estuvo ocupada y no pudimos vernos durante la semana.
Cuando finalicé de beber mi té sonó el timbre. Pensé que tal vez era Eric, nos veíamos poco pero era el único que venía sin avisar. Sin embargo me sorprendí al descubrir que no era él, pero sí quien compartía su misma sangre.
—¿Becky? ¿Qué haces aquí? —dije con sorpresa al verla allí en la puerta.
—Pensé… en pasar a saludar. Estuve con mi tía, y como estás al lado… creí…
Se encogió de hombros cuando comenzó a balbucear. Dejé ir un largo suspiro y me hice a un lado para dejarla pasar.
—¿Quieres un café?
Asintió de forma tímida y me siguió por detrás. Podía oír el sonido de sus tacones resonando en el suelo de madera. No quería prender la cafetera, así que calenté agua para poder hacerle un café instantáneo mientras la veía acomodarse en una silla. Se veía avergonzada, cohibida, pese a que nos conocíamos desde toda la vida.
Comenzó a preguntarme por mí, por el trabajo, la vida e incluso el amor. Respondí con honestidad: estaba contento con mi nuevo trabajo, mi vida estaba bien pero era algo solitaria, y el amor… No había nada allí, solo un vacío. Ella entonces comenzó a hablar de su estudio, los exámenes que aprobó y desaprobó. Me habló de sus padres, que estaban decepcionados de ella por salir con Ian, y me habló de él. Por supuesto que me habló de él.
Según sus palabras estaba cansada de sus peleas, de tener que sanar sus heridas todo el tiempo porque Ian molestaba a otras personas. Estaba cansada de sus llegadas tarde, sus excusas o de los momentos donde discutían. No especificó mucho al respecto, y las pocas veces que quise indagar cambió de tema.
—Becky —dije con seriedad—. ¿Él te maltrata?
Ella abrió los ojos de par en par.
—¡No, claro que no! —chilló—. Soy yo la celosa, la histérica y molesta, él es bueno. Solo… a veces se cansa de mis gritos y devuelve con otro, y eso me asusta. Él no me maltrata.
—Si dices que te asusta me haces creer que sí lo hace.
Se encogió de hombros nuevamente.
—No, solo no concordamos en todo. Es normal en las parejas —dijo y comenzó a llorar.
—¿Qué sucede, te hizo algo? —pregunté con suavidad al posar mi mano sobre la de ella.
—Me dejó, anoche. Él me dejó —sollozó—. Vine a hablar con Eric porque siempre me escucha, pero él no estaba. Entonces hablé con la tía Ivana y… y pasé a saludarte, y ahora estoy llorando frente a ti como una idiota.
—Está bien, Becky, puedes hablar conmigo. ¿Sí? Acá estoy para ayudarte.
Sorbió por la nariz y me miró fijo a los ojos, tomando mi mano con mayor seguridad.
—¿A pesar de que te lastimé?
—Por supuesto —dije, y era verdad—. Me sigues importando.
—Tú también me sigues importando —susurró con una sonrisa dulce.
De repente sentí mi piel erizarse, fue tan extraño. Me estaba mirando fijo, me sentí en el pasado, aún a sus pies. No sabía si era porque aún no lograba superarla, o si acaso estaba tan acostumbrado a estar a sus pies que yo mismo me ponía allí.
Se puso de pie para acercarse y entonces me abrazó. Por unos instantes no hice ningún movimiento, me mantuve estático solo oliendo el aroma de su perfume. Era fuerte y muy dulce, quizá demasiado para mi gusto, pero respondí el abrazo para reconfortarla, y al hacerlo sentí que parte de mi corazón se estaba sanando. Como si hubiera necesitado desde siempre saber que yo aún le importaba, a pesar de todo.
Cuando Becky se alejó unos centímetros, acunó mi rostro para verme fijo a los ojos. La miré a los ojos café, a sus rasgos bellos que siempre me habían gustado. Tal vez tantos años habían hecho que me acostumbrara a ella, a que solo esa caricia me hiciera erizar la piel.
Quizá por eso cuando me besó no me hice a un lado. Quizá por eso mismo cerré los ojos y la tomé de la cintura para seguirlo y disfrutar de ese tacto. Quizá solo era un imbécil que se negaba a soltar lo que siempre quiso, como un niño caprichoso.
Muy pronto Becky se sentó a horcajadas sobre mí para continuar besándome, mientras introducía las manos por dentro de mi camiseta. La oí suspirar de deseo cuando recorrió con sus dedos mis pectorales y luego bajó por la línea central de mis abdominales. Mis músculos se retrajeron ante el toque, ante sus dedos cálidos, y entonces llevé las manos hacia su trasero para apretarlo mientras nuestras lenguas seguían acariciándose.
Luego de minutos que parecieron infinitos la alcé de las piernas, sin soltarla, para ir hacia la habitación. Allí se deshizo de su vestido y zapatos a gran velocidad, para quedar con una lencería rosada pastel. Me deshice de mi propia ropa mientras la veía resbalar las bragas por sus piernas, y luego las abrió como una invitación, con la mirada más sexy y más caliente existente. Me coloqué entonces de rodillas para besar toda la extensión de sus piernas hasta llegar a la parte más sabrosa, y allí me detuve para complacerla.
Sus suspiros y gemidos me estaban enloqueciendo, y aunque minutos después quise acomodarme sobre ella para introducirme entre sus piernas, Becky me dio vuelta para poder estar sobre mí. Comenzó a besar todo mi cuerpo, y algunos de esos besos me hicieron arder la piel, literalmente.
—Becky —suspiré—. No estarás dejando chupetones, ¿o sí?
—Uhm… tal vez no, tal vez sí.
—No lo hagas.
Y volvió a descender. La sentí en mi abdomen lamiendo la piel y besando con fuerza, para luego descender más e introducir mi erección en su boca. Suspiré de placer ante el contacto y me aferré a su cabello mientras sentía la humedad de su lengua y sus labios cálidos moverse hasta hacerme estremecer.
Unos minutos después quiso subirse sobre mí pero antes tomé un condón de mi mesa de noche. Eso pareció no gustarle mucho, pero no tenía pensado tener sexo sin protección, sin importar que fuera ella o lo caliente que estaba. Con fastidio aceptó que me lo pusiera, y como ese desencuentro me desconcentró tuvo que jugar con mi verga un rato antes de poder montarme.
Disfruté del momento, de su piel, su aroma, de volver a oír su voz. Disfruté y lo gocé, pero me di cuenta de que ya no la amaba. Ya no. Me di cuenta que esto solo era sexo, y nada más que placentero sexo.
—Te quiero —susurró en mi oído cuando la volteé para estar arriba, pues la noté cansada.
No respondí nada. La quería, sí, pero ya no como antes. Ya no la amaba. Aún me estremecía la piel, pero solo por lujuria, solo por costumbre.
Cuando llegué al clímax, un buen rato después que ella, pues me costó llegar porque me distraía pensando, se recostó con la cabeza reposada en mi pecho jadeante. Dibujó círculos con su dedo y recorrió nuevamente cada línea de mis pectorales y abdominales. Era algo incómodo, como si solo eso le gustara.
Dejé ir un suspiro y la miré, con el sudor que recorría su piel, e hice un mechón de cabello a un lado para ver bien su rostro.
—Eso fue… wow… —dijo, sorprendida.
Estuvo bien, sí, pero tampoco wow. Sin embargo no dije nada al respecto. Tomé mi paquete de cigarrillos para poder encender uno.
Ya no la amaba. Ya no la quería como antes. Eso fue… una revelación. Era extraño, pero aliviador. Fui un estúpido por tanto tiempo, tan manipulable, que probablemente ella creyó que volvería a ser como antes. Que volvería a usarme cuando Ian no le presta atención. Bueno, tuvimos sexo, pero nada más que eso. Si esperaba que dependiera de ella nuevamente estaba muy equivocada.
—¿Quieres beber o comer algo? —pregunté al sentarme para poder tomar mi pantalón.
—No, estoy bien. Creo que ya debería irme.
—Está bien.
Me vestí con tranquilidad y me dirigí hacia la cocina para poder comenzar a calentar la cena mientras que ella se vestía. Tomé un tupper de la heladera que tenía arroz con pollo y lo coloqué en el microondas. Luego de unos minutos la vi salir de mi habitación. Becky me dirigió una gran sonrisa y se acercó para darme un beso en los labios. No la hice a un lado, pero tampoco devolví el beso.
—Nos vemos pronto, Al. Te quiero.
—Cuídate —dije sin darle mayor importancia.
~ • ~
Al día siguiente me preparé para salir con Emily, aunque primero me miré al espejo porque Becky había dejado un camino de chupetones por todo mi torso hasta la ingle. Chasqueé la lengua con molestia porque le había dicho que no lo hiciera, era algo grotesco. No me parecía sexy, solo vulgar.
Quería llevar a Emily a ese restaurante como había prometido, darle una bonita noche. Sabía que no éramos novios, pero aún así me sentía extraño de ir a verla con el torso lleno de chupetones. Era… raro.
Me coloqué el traje color vino, tal cual como me había arreglado para la boda de Luke, y luego salí en la motocicleta hacia la casa de ella. Me pregunté si en verdad se habría puesto un vestido, ¿sería de esos góticos que tanto le gustan? Tenía curiosidad por saber qué habría escogido.
Ya no amaba a Becky, aunque aún me gustaba. Sin embargo cuando Emily abrió la puerta de su casa y la vi con un delicado y elegante vestido negro de hombros descubiertos, con mangas tres cuarto y escote corazón, me di cuenta que ella me gustaba muchísimo más. Que Emily, aunque quizá no la amaba, sí me gustaba y me importaba mucho más.
Le entregué un ramo de flores púrpuras y sus ojos brillaron con alegría al verlas. Me hizo entrar solo para poder colocar las flores en un jarrón, con tanta ilusión, con tanta alegría, que me pregunté si además de Bill alguien más le habría dado uno.
La admiré porque se veía bellísima, con sus labios pintados de rojo y sus ojos verdes resaltando ante un delineado negro digno de una femme fatale. Su vestido era hasta las rodillas, pero ajustado, lo que marcaba sus curvas.
—Te ves tan hermosa —dije con una sonrisa.
—Bill dijo que parezco Morticia —dijo con una risita.
—Sí, una Morticia muy sexy.
Me tomó de la mano para salir y nos subimos a la motocicleta, aunque ella se sentó con las piernas a un lado debido al vestido. Me preocupaba que estuviera incómoda, así que no fui demasiado rápido tampoco. Ella no se quejó en ningún momento, pero no debía ser muy cómodo viajar así.
Fuimos a un bonito restaurante donde había hecho una reservación unos días atrás. Así que luego de presentarnos en la recepción nos ubicamos en una mesa para dos y observé con placer su rostro al verlo todo. La alegría desbordante en ella, la ilusión en sus ojos y su sonrisa tímida pero feliz. Observó el delicado mantel blanco, las paredes enmarcadas color rojo. Sonaba una suave música jazz, que me hizo recordar a los gemelos. Sonreí por eso, para luego volver a enfocarme en ella.
Emily dudó qué pedir en la carta, la veía temerosa así que le dije que podía pedir lo que ella quisiera. Con algo de vergüenza pidió una porción de carne con papas, así que la imité y pedí lo mismo, con un vino.
—Me encanta cómo te queda ese traje —dijo con una sonrisa.
—A mí me encanta cómo te queda ese vestido —admití con auténtica alegría de verla así—. Te ves tan hermosa y elegante, te ves bellísima.
Cenamos mientras conversábamos de nuestra semana. Emily había tenido bastante trabajo haciendo uñas, y con eso ayudaba a Bill con los gastos de la casa. Se daban el gusto de comprar frutas, como siempre había querido. Mi pecho se hinchó de orgullo al saber que le estaba yendo bien en algo que tanto le gustaba.
Luego de la cena pedimos un postre, y aunque ya le había contado sobre la boda de Luke por mensaje, ella tenía mucha curiosidad. Le conté sobre mamá golpeando a Carl, lo que le dejó los nudillos hinchados y adoloridos.
—¡Muy bien, señora Van der Hout! —dijo con una risita—. Por eso me cae tan bien.
—Tú también le caes muy bien.
Sonrió con incluso más felicidad, y alzó su copa de vino para brindar por eso.
Habíamos tenido varias citas, pero esta era la más importante y especial. La primera vez donde íbamos a un restaurante con nuestras mejores vestimentas.
Disfruté de su compañía, y sonreí al sentir sus brazos envolverme cuando caminábamos por los alrededores bajo la luz de la luna. El clima era fresco, por eso me quité el saco para pasarlo sobre sus hombros y que no sintiera tanto el frío. Me contó sobre sus amigas, y también sobre sus sueños mientras paseábamos por allí. Soñaba con una casa bonita, con un jardín lleno de flores.
—Es un sueño tonto —dijo, encogida se hombros.
—A mí me parece un sueño hermoso —dije y deposité un beso en su mejilla—. Y tendrás tu casa con un jardín lleno de flores algún día.
Emily giró hacia a mí con una sonrisa.
—¿Qué hay de tus sueños?
Nunca le había hablado al respecto. Ella solía hacer comentarios ácidos, o llamarme «marica» por cualquier cosa, que la verdad no estaba seguro de si podía o no contarle. Sin embargo la vi expectante, y esa noche pareció la ideal para decirlo.
—Sueño con tener una cafetería, una casa de té —dije y sentí mi rostro arder—. Lo deseo desde pequeño.
Me miró con sorpresa, como si de todas las posibilidades del mundo jamás hubiera imaginado eso. Creí que se reiría, que me llamaría marica como hacia antes, y me arrepentí en ese momento de haberlo dicho, pero Emily no dijo nada de eso. Tomó mi mano y entrelazó los dedos para continuar caminando.
—¿Sabes? —comenzó a decir con una sonrisa—. El estilo industrial, en negro, me parece muy elegante como para una cafetería. Tal vez podrías tener decoraciones negras.
—Me gusta más el estilo vintage —dije con una sonrisa—, pero sí, el negro podría quedar muy bien.
Posó su cabeza en mi hombro y dejé ir un suspiro, porque la había juzgado mal.
Ash había dicho que la persona adecuada te cambiaba el corazón, que una buena mujer podía cambiar a un hombre. ¿Tal vez… podía suceder a la inversa? ¿Ayudé a que Emily cambiara?
Yo no era un buen hombre. Apreté los labios, porque definitivamente no lo era.
Luego, cuando fue hora de regresar, me envolvió nuevamente en sus brazos en la motocicleta y la sentí descansar su mejilla en mi espalda.
—Al… —dijo, y fue un milagro que su voz no se perdiera entre el viento—. Te quiero.
—También te quiero, Emily.
Me aferró con más fuerza y no dijimos nada más hasta llegar a su casa, donde nos recibieron los perros de Bill con ladridos y colas que danzaban. Les hice caricias porque, de no hacerlo, seguirán pidiendo mi atención hasta que lo hiciera.
Se quitó el saco para dejarlo en el respaldo de una silla, y entonces, mientras que me sentaba a la mesa, ella tomó una botella de vino que estaba en lo alto y agarró también dos copas.
—Bill no extrañará esto —dijo con una risita y lo descorchó.
—¿Y si lo guardaba para una ocasión especial?
—¿Qué mejor ocasión especial que esta? —sonrió—. Tú y yo volviendo de una cena romántica.
Devolví la sonrisa y acepté la copa de vino. Allí en la mesa continuamos conversando sobre nuestros sueños, la oí hablar de su casa soñada. Se imaginaba variedades de flores rodeando el camino de piedra, también una chimenea grande y hermosa en la sala de estar, que debía ser mucho más amplia que la actual.
—¡Y un piano! —dijo con ánimo.
—¿Tocas el piano? —pregunté, sorprendido.
—Me enseñó mamá cuando era niña, pero tuvimos que vender el piano para pagar su tratamiento —suspiró—. Debo tocar horrible ahora, pero podría mejorar con práctica.
Cuando la botella de vino llegó a la mitad, me puse de pie para acercarme a ella y la tomé de la cintura, sin dejar de verla a los ojos verde claro. Me miraba con una profundidad que me hacía vibrar el cuerpo, entonces la besé. Primero suave, despacio para disfrutar del momento, luego aumentamos el ritmo cuando envolvió sus brazos en mi cuello.
Su lengua danzaba junto a la mía, se conocían a la perfección, conocíamos el sabor y la calidez. Mi cuerpo reaccionaba a sus toques, a sus roces y cercanía. A su aroma atrapante. Con mis manos bajé por su espalda hasta llegar al trasero, que apreté con deseo y hambre.
Emily entonces me tomó de la mano para ir hacia su habitación. Quería quitarle el vestido yo mismo, así que bajé lentamente el cierre y primero bajé una manga, para besar ese hombro desnudo. Luego bajé la otra e imité la acción, hasta que el vestido cayó al suelo y solo quedó en esa sexy ropa interior. Un sostén negro sin tirantes, que apretaba sus grandes senos que me quitaban la consciencia, y una tanga que apenas si le tapaba el pubis sin un solo vello. Comencé a besar su abdomen mientras apretaba uno de sus senos en mi mano, y bajé más hasta hacer a un lado esa tanga tan sexy, para poder complacerla con mi lengua.
Me encantaba cómo se aferraba a mi cabeza, o el sonido de sus gemidos agudos ante los círculos que hacía en su clítoris. Me excitaba tanto que la erección en mis pantalones comenzó a reclamar por atención.
Fui guiándola hacia la cama y me mordí los labios lleno de deseo cuando la vi acomodarse, mientras se apretaba un seno aún con sostén, con una sonrisa coqueta. Me desabroché la camisa con urgencia mientras me ubicaba sobre ella, besándola en los labios con un fuego implacable.
Emily arqueó su espalda cuando comencé a estimularla con los dedos, haciendo a un lado esa tanguita que no dejaba nada a la imaginación. Pero cuando dirigió su mirada hacia mí, pícara y con hambre, abrió sus ojos con consternación y me empujó.
—¡¿Qué es eso?! —gritó.
—¿Qué cosa? ¿Qué pasa?
Hice ademán de acercarme pero volvió a darme un empujón, con su rostro lleno de furia.
—¡Eso! —señaló el camino de chupetones en mi pecho, que llegaba incluso un poco por debajo de mis pantalones—. ¡¿Estuviste con otra mujer?!
Dejé ir un suspiro.
—¿Qué tiene? Tú estás con otros también.
Sus ojos, abiertos hasta casi salirse, se llenaron de lágrimas cuando comenzó a hiperventilar. Entonces me lanzó las cosas que tenía en su mesa de noche. Un paquete de cigarros, uno de condones, una botellita de agua y un vaso térmico que se partió cuando lo esquivé.
—¡Solo he estado contigo! —chilló, con su rostro lleno de lágrimas—. ¡Solo he estado contigo siempre, maldito imbécil!
Me quedé gélido en el lugar, solo mirándola. La erección desapareció al instante por la situación, y aún así solo podía mirarla con sorpresa.
—Tú dijiste… —balbuceé, pero no pude terminar.
—¡Eras exclusivo! ¡El único! —gritó y comenzó a llorar—. Creí… creí que yo te importaba.
—¡Me importas! Claro que me importas —Quise acercarme a ella, pero volvió a lanzarme otro objeto para alejarme.
—¡¿Entonces por qué estuviste con otra mujer?! —gimoteó con tanto dolor que sentí mi corazón destrozarse—. ¡¿Por qué, si se supone que te importo?!
—Se supone… que no somos novios, lo dijiste muchísimas veces —murmuré y comencé a sentir angustia.
—¡Porque jamás me pediste que lo fuera! —gritó, con su voz cargada de dolor—. ¡Jamás me pediste que lo fuera, y aún así me trataste siempre como una!
—Yo no… ¿Te traté así? Emily, lo siento, no…
—¡Creí que eras diferente! Creí… que eras tú —gimoteó al abrazarse a sí misma—. Te hablé de lo que dijo Bill, te conté del restaurante, te conté del distinto y creí… creí que ese eras tú.
—Lo siento, yo no creí… No sabía que te sentías así —balbuceé.
—Te hubieras acostado conmigo para luego irte como hacían los demás —lloró—. Es fácil seguir, lo hice siempre, ¿pero debías llevarme a citas? ¿Debías despertarme con desayunos? ¿Debías comprarme flores y tomarme de la mano al caminar?
Abrí los ojos con consternación y mi respiración se aceleró mucho más. Mi corazón latía tan rápido que sentí que podría morir allí mismo. Mis extremidades temblaban y mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Emily, sí me importas, me importas mucho. Lo lamento —dije e hice el intento de acercarme nuevamente—. No quería confundirte, solo… solo quería tratarte bien.
—Vete, no quiero verte —señaló la puerta—. Te abrí mi corazón porque creí que eras diferente, y solo eres otro hombre más igual que el resto que viene a verme cuando quiere sexo.
—¡No, no es así! —chillé y la tomé del rostro, pero ella comenzó a golpearme para que me aleje—. ¡No es así, yo no soy así! Yo no quería… Fue una sola vez.
—¡Creí que hoy era el día especial, que por eso me llevaste al maldito restaurante!
Me golpeó en el pecho, pero sus golpes eran débiles, como si ni siquiera tuviera la fuerza para sostenerse en pie. Estaba destruida, la había destruido. La había destrozado en un solo instante. Perdí la visión por un momento cuando mis ojos se inundaron de lágrimas, que una a una comenzaron a caer por mis mejillas.
—Lo siento, lo lamento, Emily, no quería lastimarte —dije con tristeza.
Me dio un fuerte empujón hasta alejarse.
—¡Vete! —gritó—. ¡Vete, no quiero verte más! Vete de una vez, Van der Hout. No tenía nada, era feliz en esa nada, ¡y tú me lo diste todo solo para quitármelo! No tenía nada y hasta eso me quitaste.
—Emily, por favor, yo no…
—¡ALÉJATE DE MÍ, VETE DE UNA VEZ!
La puerta se abrió al instante y sin darme tiempo a nada Bill me tomó del cuello hasta ponerme contra la pared. Me apretó con tanta fuerza que era imposible respirar.
—¡¿Qué le hiciste a mi hija?! —gritó con odio.
—Yo… no… quise… —balbuceé por la falta de aire.
—¡Si le hiciste algo voy a matarte!
—¡Bill, suéltalo! —rogó Emily, la vi tomarlo del brazo—. Ya se va, suéltalo.
—¡No! ¡¿Qué mierda te hizo?!
Emily comenzó a llorar nuevamente.
—Solo… solo yo estaba yendo en serio —dijo con angustia—. Solo yo, Bill. Creí… que era el gran día. Creí… que era el distinto.
Bill me soltó, pero me lanzó un fuerte puñetazo que me arrojó al suelo.
—¡Te dije que ella estaba yendo en serio, te lo dije! —gritó—. ¡Te dije que no la ilusionaras si tú no estabas yendo en serio!
Emily me arrojó mi camisa y se dejó caer al suelo de rodillas, llorando con tanto dolor que me sentí el peor hombre del mundo. Quería abrazarla, quería decirle que no era así, que la quería y deseaba cuidarla. En su lugar solo pude mirar a Bill que se agachó frente a ella para envolverla en sus brazos, como si fuera una niña pequeña.
—Creí que era el diferente —sollozó al abrazar a Bill—. Creí que al fin alguien me quería…
Tomé la camisa y salí de allí. Podía oírla llorar con tanto dolor, con tanta angustia, que fue inevitable para mí llorar también. Me puse el saco y salí de la casa para poder tomar mi moto e irme de allí.
No quería ilusionarla con nada, no fue mi idea. Ella en verdad me gustaba mucho, y la quería. Podía ser su novio. Podíamos ser pareja, la pasaba bien a su lado. ¿Por qué jamás se lo pedí? ¿Por qué di por hecho que ella no quería? Lo había repetido varias veces, que no era su novio pero… jamás dijo que no quería serlo, ¿o lo dijo?
No conseguía dejar de pensar en eso. ¿Ella estaba exagerando, o yo en verdad era un maldito hijo de perra?
No quería volver a casa así que manejé hacia lo de Alex. Necesitaba hablar con él, sabía que Eric no me escucharía, jamás estaba disponible, y no me parecía correcto hablar con Chrissy.
Cuando llegué hasta el edificio de los gemelos toqué el timbre, con un nudo en la garganta hecho de culpa y angustia.
—Si te olvidaste las llaves, fea, puedes quedarte en la calle —dijo Alex desde el intercomunicador.
—Soy Al…
—¿Al? —repitió—. No es el mejor momento, ¿sucede algo?
—Lo siento, no… No importa, lamento interrumpir si estabas con alguien.
Sonó la puerta para que pudiera entrar, y aunque Alex no dijo nada más ingresé al edificio. Cada paso que daba pesaba más que el anterior, me sentía terrible, culpable, un maldito infeliz. Y en el ascensor no dejé de repasar cada momento con Emily, sus cambios de actitud conmigo, las citas que tuvimos, los pensamientos íntimos que compartimos.
La bola de angustia se hizo más grande y sentí mis ojos llenarse de lágrimas, porque yo no quería lastimarla, no quería hacerle lo mismo que los otros. Yo no era un patán como esos, no lo era.
Cuando llegué al piso de los gemelos, Alex me estaba esperando en la puerta con el torso desnudo y un jean a medio poner, por su cinturón desabrochado.
—Lo siento, no quería interrumpir nada —fue lo primero que dije.
—No estoy solo, ahora está en la ducha, pero Al… —se mordió los labios—. No quiero que te sientas incómodo, ¿sí? Si te sientes incómodo, dímelo.
Asentí y lo seguí al interior del departamento. Se oía la música de blues que a Alex le gustaba. En la mesita de vidrio frente a los sillones había dos copas a medio tomar y una botella de vino vacía.
Lo seguí hasta la cocina, donde me extendió un vaso de agua y lo vi encender un cigarrillo, algo nervioso.
—¿Pasó algo?
—Emily estaba yendo en serio —dije con culpa.
—Y… supongo que tú no querías ir en serio.
—No me hubiera molestado, ella me gusta mucho, es solo… —bajé la mirada y me mordí los labios—. Ayer vino Becky a casa, me di cuenta que ya no la amo, pero… nos acostamos y…
Moví la camisa a un lado para mostrar los chupetones. Alex dejó ir un suspiro tan largo al cerrar los ojos, que supe que estaba resistiendo el impulso de llamarme imbécil.
—¿Ella te dijo que eran exclusivos? —preguntó en su lugar.
—Decía siempre que no éramos novios, pero…
—No ser novios no es lo mismo que no ser exclusivos —aclaró, con otro suspiro—. Y por lo que me contaste de ella es una mujer que tiene clara sus expectativas, muy bajas, por cierto.
—Creo… que le di falsas ilusiones, le hice creer… le hice creer algo más.
Con tristeza le conté cómo era nuestra relación, las citas, los momentos a su lado, y ante cada comentario Alex fruncía más el ceño.
—Ella hizo mal al dar por hecho que estaban saliendo de forma exclusiva, eso pasa por no hablar para aclarar la situación —dijo y chasqueó la lengua—. Y tú hiciste peor al ilusionarla con algo que no era.
—Yo no quería ilusionarla.
—¿No? Rebeca tampoco quiso ilusionarte con nada, y aún así te trató como si fueras su novio. Tú hiciste exactamente lo mismo con esa chica —dijo con seriedad.
—Solo quería tratarla de forma decente, nadie nunca la trató bien —murmuré con angustia.
—Yo trato de forma decente a las personas con más que me acuesto. No ofrezco lo que no puedo dar, no invito a citas, ni soy demasiado cariñoso si no quiero ilusionar a la persona —siseó—. No fue tu intensión, lo entiendo, Al.
—Soy un maldito…
—No, solo eres un chico amable que quiso darle una linda experiencia, pero no supiste poner los límites correctos —dijo y posó su mano en mi hombro—. Que esto te sirva de experiencia, puedes ser amable, puedes ser afectuoso, sin pasar los límites para evitar confusiones. Y siempre debes hablar de lo que buscas en la relación, para que nadie pierda el tiempo.
Me mordí los labios y una lágrima cayó por mi mejilla. Me sentía un niño regañado. Tal vez solo eso era, un niño estúpido.
—Sí quería salir con ella, la quiero —susurré.
Tomé mi teléfono para escribirle a Emily, para pedirle nuevamente disculpas, pero noté que su foto ya no aparecía. En su lugar había una imagen gris, y mi mensaje jamás le llegó.
Emily me había bloqueado.
Me apoyé contra la mesada para beber ese vaso de agua, necesitaba bajar la molestia en mi garganta, el cúmulo de angustia y culpa que me estaba atormentando.
Se oyó la puerta del baño unos minutos después y Alex se apresuró a ir hacia allí. Hablaron por lo bajo, pero algo en su voz me llamó la atención, por eso me asomé por la cocina justo para ver a un muchacho muy atractivo, de piel curtida por el sol, hablar con Alex en la puerta.
—Lo lamento, mi amigo necesitaba ayuda —dijo en voz baja, y aún así llegué a oírlo.
—Está bien, fue divertido.
Alex lo tomó del rostro para besarlo y fue inevitable abrir la boca con sorpresa. Sabía que él era bisexual, pero saberlo y verlo en acción eran dos cosas muy diferentes.
—¿Puedo verte en la semana? —preguntó Alex y el muchacho sonrió.
—Claro.
Volvieron a besarse y fue tan extraño de ver que me hice a un lado para darles espacio. ¿Por eso dijo que no quería hacerme sentir incómodo? No me sentía incómodo, solo era extraño porque no estaba acostumbrado a verlo con chicos.
Cuando escuché la puerta de entrada cerrarse, volví a asomarme para ver a un Alex más nervioso que nunca. Tenía una sonrisa entusiasmada en su rostro, pero dirigió su mirada hacia mí y caminó para poder sentarse a la mesa.
—Disculpa, ¿quieres seguir hablando? —dijo y dio una pitada al cigarrillo.
Me senté frente a él y encendí uno para acompañarlo, soplando el humo con placer.
—¿Qué tan mal piensas de mí que creíste que me podría sentir incómodo por eso? —dije sin mirarlo.
Dejó ir un suspiro y dio otra pitada.
—No pienso mal de ti, pero cuando bromeaba contigo te sentías incómodo.
—Me siento incómodo cuando se trata de mi culo, no cuando se trata del resto —dije con una risita—. No seas tarado, no necesitas esconder a nadie como si fuera a decirte algo malo.
Alex suspiró con alivio.
—De acuerdo —dijo y apagó el cigarrillo en el cenicero—. Porque me gusta mucho, y es probable que lo veas más seguido si es recíproco.
Abrí los ojos con sorpresa.
—¿Hace cuánto?
—Desde antes de saber que Lilah estaba embarazada. Dejamos de vernos cuando intenté salir con ella, pero como no funcionó y ella quiere salir con otra persona… —torció sus labios en un gesto gracioso—. Quise volver a verlo. ¿No te molesta, de verdad?
—Creo que no me habrías aceptado como tu amigo si tuviera problemas con esto, ¿o no?
Él asintió y corrió la mirada, con las mejillas enrojecidas.
—En verdad me gusta mucho.
—Está bien, Alex. ¿Él piensa igual?
—No lo sé —suspiró—. Hablaremos la próxima vez.
Asentí un par de veces tratando de absorber esa información, mientras intentaba buscar en mis recuerdos alguna señal pasada o algún momento al respecto.
—¿No habías dicho que nunca te acostaste con un hombre?
—No mentí —dijo con una risita—. Solo había tenido momentos, ya sabes… besos, manos, tal vez sexo oral, nunca más allá.
Hice un largo sonido pensativo, porque supuse que la situación ahora había cambiado, pero no me pareció correcto preguntar.
—¿Cómo se llama? —pregunté, para que el tema no se centrara en el sexo. No era algo respetuoso y sabía que él era muy reservado en ese sentido.
—Elijah —dijo con una sonrisa emocionada—. Es un poco mayor que yo, no mucho.
—¿Cuánto más mayor? No seas asalta tumbas.
—Voy a cumplir veinticuatro, él tiene treinta.
Me quedé en silencio por un momento, pensando qué decir.
—Bueno, como es un tipo si te rompe el corazón le puedo dar un puñetazo —dije con una risita que se contagió en él.
—¿Cómo te sientes, respecto a Reb y Emily? —preguntó, quizá para no seguir hablando de Elijah, o quizá porque ese fue el motivo por el que fui a verlo.
—Ya no amo a Becky, ya no me siento atraído como un imán a ella —admití con un suspiro—. Me siento bien, solo… No debí estar con ella, debí pensar en Emily.
—Sí, debiste pensar en ella, pero ahora aprendiste una valiosa lección. Siempre aclarar las intenciones de cada uno —dijo y dejó ir un suspiro—. ¿Quieres vino o cerveza?
—Lo que sea.
Se alejó para tomar una botella de vino y una nueva copa para mí, pues él tomó la que ya había utilizado. Descorchó el nuevo vino con habilidad y sirvió para ambos.
—Te comportaste como un maldito, pero no eres un maldito porque no fue intencional —dijo y me extendió la copa—. Para ella fue una infidelidad, porque para ella eran exclusivos. Sin embargo nunca hablaron al respecto, así que ninguno de los dos tiene la culpa y, sin embargo, ambos la tienen.
—Ella… lloró tanto, con tanto dolor —dije y tragué saliva, con la angustia nuevamente tomando el control—. Yo no quería lastimarla, ella jamás esperaba nada de un hombre y yo… la lastimé.
Alex sorbió su vino y yo lo imité, porque en verdad necesitaba ese trago.
—Al —dijo con voz suave—. Yo también he lastimado chicas sin querer, porque a veces ser tan amable puede traer confusiones. No quiere decir que debas ser un maldito, pero aprendí que hablarlo todo ayuda a evitar esos malos momentos. ¿Sí? Puedes ser mejor para la próxima.
—¿Y el daño que ya hice? ¿Qué será de Emily?
—Dale tiempo. Tal vez entienda que no lo hiciste a propósito y quiera darte otra oportunidad, o tal vez entienda que debe poner sus propios límites y esto le sirva para no cometer los mismos errores —dijo y bebió otro trago de vino—. Pero ahora piensa en una cosa, Al. Si todos los hombres que ha frecuentado la han tratado tan mal, y apareces tú para abrirle un mundo de posibilidades…
—Soy un maldito.
—Déjame terminar —siseó—. Ella medía a los hombres con los que ya conocía. Tú le demostraste que merece ser querida, que merece un buen trato. Tú ahora serás la nueva vara, tú serás la medida que tomará como ejemplo para relacionarse con hombres. ¿Lo entiendes?
—Pero la lastimé…
—Sí, y estará dolida y sufrirá por eso un tiempo, es lamentable pero cierto —suspiró—. Y luego cuando un patán de verdad quiera acercarse sabrá que ella merece más. ¿Estuvo mal lo que le hiciste? Sí. ¿Te equivocaste? Por supuesto, pero ahora ambos aprenderán de esto.
Sorbí todo el contenido de mi copa y la extendí para que pudiera servirme más. No podía ver algo positivo en esto, no podía pensar en que sería un buen ejemplo para el futuro. ¿El ejemplo de qué, de que le pueden ofrecer cosas lindas solo para descartarla? No quería ser ese filtro, no quería ser ese ejemplo.
Me quedé junto a Alex, con quien conversé por largo rato, hasta que bebimos demasiado y ambos comenzamos a tener sueño. Debido al alcohol en mi sangre no me permitió irme, pero como su habitación era un desastre por haber tenido sexo opté por no molestar y quedarme en el sillón. No quería hacerlo sentir incómodo o con vergüenza, cuando era normal que la cama fuera un desastre luego de coger.
Tenía sueño pero incluso así me costó conciliarlo. No conseguía dejar de pensar en Becky, que había aparecido solo para arruinarme nuevamente la vida, y en Emily, a quien yo le había arruinado la suya.
Sabía que me tenía bloqueado y seguramente lo había hecho también en instagram, pero de todas formas escribí «perdón», con la ilusión de que le llegara. De que supiera que en verdad no quise lastimarla, y que de haber sabido que en verdad quería ser mi novia no hubiera dudado ni un instante en pedírselo.
Me dormí con la sensación de culpa y tristeza, pensando en que le había hecho lo mismo que Becky me hizo a mí.
Definitivamente era un maldito.
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