Capítulo Nº 5 | parte 2




Tragué saliva y comencé a sentir mucha angustia al verlos. No estaba seguro de si Becky sabía que yo estaba ahí, pero Ian sí lo sabía, disfrutaba de tocar a Becky ahí frente a mí, era casi como si estuviera refregándome en el rostro que él la tenía y yo no. La abrazaba del cuello y lentamente bajó su mano para tocarle un pecho sin dejar de mirarme, mientras que ella le besaba el cuello con deseo. Quise levantarme para destrozarle el rostro a puñetazos, pero Christine me mantenía quieto.

—Escúchame, sé lo que se siente, ¿está bien? —dijo ella.

—No, no lo sabes —escupí con odio.

—Sí, sí lo sé. Nate me hizo lo mismo y terminé ebria en tu casa, ¿lo recuerdas?

Agaché la mirada, comencé a sentirme realmente mal, comencé a sentir una mezcla de angustia y odio que me estaba matado. Quería irme de allí, porque si me quedaba terminaría por ir a golpear a Ian y reclamar a Becky, aun sabiendo que eso era incorrecto y que quedaría como un maldito ridículo frente a todos en el pub.

—Sígueme el juego... —dijo Christine.

Levanté la mirada cuando ella me tomó del mentón para que la viera, pensaba pedirle que nos fuéramos al menos a otra parte del pub, quizá más cerca de Alex, y entonces me besó, sorprendiéndome por completo.

—¿Qué haces? —me quejé al hacerla a un lado y toqué mis labios para ver si me había pegado lápiz labial.

—Sigue el juego, idiota, ¿prefieres que te vean solo como una ostra? Hazle creer que la superaste, hazles creer que tienes mujeres con las cuales divertirte.

Me encogí de hombros y bajé la mirada, no me gustaba ese juego, no quería usar a Christine para hacerle creer a Becky que la había superado, pero ella tomó con suavidad mi mentón y me obligó a mirarla a los ojos miel de mirada seductora. Me besó con suavidad mientras acariciaba mis mejillas y, luego, comenzó a besarme con más pasión. Terminé por seguirle el juego y explorar su boca con mi lengua como aquella noche en mi casa, con sus manos que bajaban hacia mi cuello y luego terminaron por rodearme.

Debía admitir que besaba realmente bien, porque con poco conseguía aumentar el calor en mí.

—No te vayas a excitar con esto, ¿eh? —bromeó ella al alejarse un poco.

—¿Con qué, un beso? —dije con una ceja levantada—. ¿Qué me crees, un precoz?

Sin embargo, Christine se colocó a horcajadas sobre mí y eso sí me sorprendió por completo. Estaba abierta de piernas encima de mí, con su entrepierna pegada a la mía. Tragué saliva porque eso ya me era demasiado incómodo, y estaba seguro de que si Alex nos veía desde la barra buscaría golpearme.

En esa posición, ella siguió besándome con pasión y aunque estaba nervioso, terminé por responder a las provocaciones. Christine acariciaba mi pecho y yo acaricié su espalda hasta bajar por su cintura pero me detuve en sus caderas, sin embargo ella me tomó de las manos e hizo que le apretara el culo. Lo apreté con fuerza y sentí más deseo en mí, más calor. Era prácticamente un incendio.

Y aunque ella me había hecho esa broma, era difícil controlarme, era difícil evitar excitarme. Comencé a sentir la tensión en mi entrepierna y solo rogué que ella no se diera cuenta de ello. Quería tocarla más, mucho más, y hacérselo ahí mismo sin importarme Becky o las personas presentes, porque sus besos producían ese deseo en mí, sus manos que me acariciaban el pecho solo lo empeoraban, y el roce de su entrepierna en la mía me pedía más.

Ella se alejó un poco y me miró fijo con una extraña mirada que no supe descifrar, luego miró de reojo para ver si Ian y Becky nos estaban viendo, pero yo no quise mirar. Dirigí mi mirada hacia la barra, donde Alex preparaba un trago y nos miraba fijo con seriedad. Tragué en seco al verlo y él me dirigió una sonrisa, para luego levantar su pulgar y seguir con lo suyo.

—¿Qué carajo...? —dije y sentí a Christine tomarme del rostro otra vez.

—Al...

Me miró fijo a los ojos, me ponía realmente nervioso porque era hermosa, realmente hermosa y me provocaba el deseo de arrojarla en una cama y cogerla toda, pero sabía que eso estaba mal porque era mi amiga, era mi amiga y, para colmo, era la chica que le gustaba a mi amigo.

Apoyó su frente en mi frente y rozó suavemente su nariz en la mía de una forma realmente extraña para mí, para luego darme un beso suave en los labios que fue distinto a los demás.

—Ven, vamos a bailar.

—No creo que sea buena idea... —dije con una mueca torcida.

No estaba seguro de si ella se había dado cuenta, pero estaba como piedra y no quería que otras personas lo notaran, no quería que ella notara cuán excitado me había dejado. Christine no hizo preguntas, tampoco se movió de lugar, solo se apoyó en mí con suavidad al colocar su cabeza en mi hombro, casi con cariño, y lo único que pude hacer fue abrazarla y acariciar su espalda.

Su respiración suave rozaba mi cuello.

—Te voy a ayudar... —me susurró.

—¿A qué?

—A reconquistarla u olvidarla.

—¿Crees que puedo reconquistarla...? —susurré con algo de angustia.

—No lo sé, ella está enamorada de Ian, pero... quizá puedas hacerlo, o quizá puedas olvidarla —dijo y se alejó un poco de mí para poder verme, me pellizcó la nariz y sonrió—. Ven, vamos a bailar.

Sin esperar réplicas de mi parte me tomó de la mano y me obligó a ponerme de pie, traté de bajar mi camiseta sin mangas lo más que pude para que no se notara que estaba excitado. Ella caminaba entre la gente tomada de mi mano, allí frente a mí, como si dominara el mundo a cada paso, como si fuera una emperatriz y el resto solo sus súbditos. Era increíble verla andar, era increíble verla manejarse por el mundo.

Comenzamos a bailar al ritmo de la música electrónica, aunque yo seguía sintiéndome algo incómodo por saber que estaban Becky e Ian allí, traté de mirar de reojo y vi que Ian se estaba poniendo de pie junto a ella. Solo esperaba que no vinieran a bailar junto a nosotros o algo.

—Mírame solo a mí, ¿está bien? —me dijo Christine al abrazarme del cuello para quedar frente a mi rostro—. Si sigues mirándolos sabrán que esto es falso, mírame solo a mí.

—Están viniendo...

Sin agregar nada, Christine me besó otra vez. Cerré los ojos para no ver a Ian con Becky y traté de concentrarme solo en ella, en ella que estaba hermosa allí y que estaba esforzándose por ayudarme a no parecer un imbécil. La tomé de la cintura y, con suavidad y algo de decisión, bajé mis manos hasta su hermoso culo para poder apretarlo y levantarlo.

Dejamos de besarnos para poder seguir bailando, quería estar alerta a mi alrededor porque conocía muy bien a Ian. Me relajé cuando Alex se colocó a nuestro lado trayéndonos tragos, y se quedó junto a nosotros.

—¿Los viste? —le dijo Chrissy en lo alto, debido a la música.

—Te lo dije, llámame Hawkeye —diciendo eso dio un largo trago a su bebida y apoyó su pesada mano en mi espalda—. Si ese idiota intenta algo, destrózalo, Ricitos de oro.

—Eso pienso hacer —respondí.

Nos quedamos los tres juntos, bailábamos y reíamos por ver cómo Chrissy rechazaba a los hombres que intentaban sacarla a bailar a obligadas, o incluso la forma en que empujaba a quienes le tocaban el culo a pasar.

Por un buen rato terminé por olvidarme de que Becky e Ian estaban ahí –no me lo creo ni yo, pero bueno–, y me entretuve bebiendo con los gemelos entre risas y bromas. Pensábamos volver al sillón donde aún estaban nuestras cosas, ya que Alex había dejado a un amigo a cargo de cuidarlo, pero en el camino oí la voz de Ian decir:

—Cambiar esta belleza por esa gorda, patético.

Giré enseguida con odio hacia él, pero fue Alex el primero en decir algo.

—¡Gorda la que tengo entre las piernas! —dijo al apretarse los genitales.

Christine se acercó a ellos, Becky parecía querer disculparse con ella por la actitud del imbécil de Ian, y yo la seguí por detrás por si pensaban hacerle algo a la pelirroja. Vi a Chrissy encorvarse frente al rostro bronceado de Ian.

—¿Qué sucede, niñito? —dijo Chrissy al tocarle el mentón de forma seductora—. ¿Sigues resentido porque te rechacé? ¿Aún te duele que alguien te haya dicho «no»?

—No te creas tan especial, gorda —escupió Ian.

—Soy especial, por eso sigues resentido, porque a mí no pudiste cogerme. Porque no pudiste tener a alguien de mi nivel. Porque a diferencia de Al, tú no sabes a qué saben mis labios o de qué color son mis pezones.

—Ven, Chrissy, vamos con Alex, no vale la pena —le dije al tomarla de un brazo, sin dejar de mirar fijo a Ian.

—Al... —dijo Becky, parecía querer hablarme, pero le dirigí una mirada tan furiosa que ella solo se quedó en silencio—. Lo siento...

—La próxima será tu madre —dijo Ian de repente.

Fue inevitable, le lancé un fuerte puñetazo al rostro que le dio vuelta la cara y hasta hice que se golpeara con una pared. Becky me gritó por ello e incluso me insultó, pero no me interesaba. Si le rompí una vez la nariz por insultar a mi madre, esta vez le rompería las piernas.

—Vamos afuera —le escupí en el rostro al tomarlo de la ropa.

—Cuando quieras, Alphonse.

Caminé entre la gente que nos miraba y murmuraba cosas, pero no me importaba. Quería salir y destrozarle el rostro, quería golpearlo por haberme quitado a Becky, por meterse con Christine, por hablar de mi adorada madre. Y no fuimos los únicos en salir, otras personas salieron del pub para ver la pelea, incluyendo Becky, Chrissy y Alex.

Ian se pavoneaba frente a mí, alardeando ser mejor que yo, me dirigía burlas e insultos y, el principal de estos, era el hecho de ser pobre y siquiera tener un padre. El hecho de haber sido virgen hasta que Becky me hizo debutar. Y mientras más me hablaba, más ira fui acumulando. Por eso cuando intentó lanzarme un puñetazo lo esquivé y le dirigí un fuerte puñetazo al rostro que lo hizo trastabillar. Luego otro con el brazo contrario, y luego otro más.

La gente gritaba, algunos a favor de Ian –ya que creían que yo había intentado sobrepasarme con su novia– y otros a mi favor, esos eran quienes habían escuchado la conversación que tuve con él o incluso sus insultos allí afuera.

Hacía frío, lo sentía azotarme en el rostro y el cuerpo porque no me coloqué abrigo, estaba tan enojado que salí con esa camiseta sin mangas a la calle para poder hacerlo mierda. Y lo hice, lo golpeé tanto, pero tanto, que le quitaría las ganas de meterse conmigo. Sin embargo, algún que otro puñetazo se marcó en mi rostro porque no pude esquivarlos.

Terminé por arrojarlo al suelo y subirme sobre él para continuar lanzándole puñetazos al rostro, estaba lleno de sangre y oía a Becky gritarme que era un salvaje, un violento, que era odioso e insoportable, que yo no valía la pena. Que era un monstruo. Y comencé a sentir mis ojos llenarse de lágrimas, porque a ella le molestaba que golpeara a su noviecito, pero no le molestaba lo que él decía de Christine, su mejor amiga, o lo que decía de mi madre, a quien conocía desde niña.

Nadie se metió en la pelea, nadie hizo nada, solo alentaban o aplaudían, incluso chiflaban, pero nadie se metió ni a separarnos ni a pelear. Me alejé de Ian cuando su rostro fue completamente rojo y noté que le costaba abrir uno de sus ojos. Podía ser violento como todos decían, pero nunca un asesino.

—¡No sé cuál es tu maldito problema conmigo, pero ya déjame en paz! —le grité y limpié mi labio con un hilo de sangre, para luego darle la espalda y alejarme.

Alex y Chrissy me recibieron enseguida, ella me tomó del rostro para ver mis golpes y Alex me felicitaba por la pelea, sin embargo, cuando estábamos por regresar al pub antes de que viniera la policía –si algún traidor los intentaba llamar–, oí la voz de Ian tras de mí así que me detuve.

Apenas logré esquivarlo, apenas si hice a tiempo de hacerme a un lado. Me cortó el costado del cuerpo con una navaja. Sentí la piel escocerme y perdí el equilibrio por doblarme el pie al intentar esquivarlo, terminé por caer al suelo por ello.

Alex se metió enseguida ante eso, Ian quiso atacarlo pero Alex le frenó la mano, le quitó la navaja en un solo movimiento, para luego hacerlo rotar en su mismo lugar y asfixiarlo con su brazo en lo que me pareció que era una técnica de sumisión. Le colocó el cuchillo al cuello y vi que le susurró algo al oído con un gesto de asco. No sé qué le dijo, me dolía el vientre y estaba concentrado en ver la herida, pero sí noté el rostro de pánico que Ian le dirigió.

—¡Alex, déjalo, por favor! —chilló Becky con lágrimas en los ojos—. ¡Por favor! Nos iremos, pero por favor, por favor suéltalo...

—¡¿En serio te gusta esta basura, Rebeca?! —le gritó él—. ¡¿En serio amas a alguien que en una pelea mano a mano saca un cuchillo para apuñalar por la espalda?! ¡¿En serio, Rebeca?!

—Alex, por favor, no le hagas nada —sollozó.

Y él lo soltó de un empujón. Arrojó el cuchillo al suelo, a su lado, mientras que Ian se refregaba el cuello en busca de respirar mejor.

—No en mi turno, no en mi trabajo, no con mis amigos —le dijo, con asco y lo apuntó con el dedo índice—. Vuelve a acercarte a Alphonse o mi hermana y... oh, ahí sí que te arrepentirás.

Christine revisaba mi herida, no era muy profunda pero estaba sangrando bastante, así que me ayudó a ponerme de pie para llevarme dentro. La gente me daba palabras de apoyo en el camino, me decían que había hecho bien e incluso me ofrecían ayuda. Un grupo de chicos, esos de apariencia badboy que habían llamado la atención de Chrissy, me ofrecieron incluso quedarse a mi lado por si Ian intentaba algo más. Otros, también, me ofrecieron acompañarme a casa.

El personal del pub estaba acostumbrado a las peleas, incluso a aquellas que incluían navajas, así que tenían un equipo médico preparado para situaciones así. Christine se encargó de sanar la herida, la desinfectó con suavidad.

—Lo lamento, Chrissy... —dije con un leve gemido de dolor cuando me colocó agua oxigenada.

—No, perdóname tú, no supe manejarlo —dijo ella casi en un susurro que apenas si oí—, debí haberte dicho que nos fuéramos no bien lo vi...

La gente del pub me dio tragos gratis, lo mismo que a Chrissy, por la mala situación vivida. E incluso esa chica tetona se acercó a mí de forma seductora, me preguntó cómo me encontraba y si me dolía la herida. Quiso tocar la gasa pero Christine le dio un golpe en la mano para que no lo hiciera. Quise matarla, de verdad, porque podría haber hablado con ella y quizá conseguir un buen polvo, pero no, ¡la pelirroja tenía que meterse! Sabía que no lo hacía de mala, solo estaba intentando cuidarme. Por eso no se separó de mi lado al igual que Alex, bebimos un poco más pero cada tanto se aseguraban de que yo estaba bien.

Sin embargo, debido a lo que pasó, no era divertido ni tampoco era lo mismo. Decidimos volver al departamento lo más pronto posible, Alex decidió quedarse un rato más –ya que estaba intentando ligar con la chica de cabello corto– y prometió ir en una o dos horas más.

Subimos al auto y el viaje fue incómodo, demasiado. Ninguno dijo nada, ninguno hablaba, solo me dediqué a observar de reojo a Christine, quien viajaba con el rostro serio y a veces chasqueaba la lengua.

—Lo siento —le dije.

—¿Por qué?

—Becky es tu mejor amiga, si no fuera por mí... Si no fuera por mí ustedes podrían seguir como antes y...

—Sigue siendo mi mejor amiga, a veces las amigas podemos enojarnos —dijo con seriedad—. No significa que haya dejado de quererla, solo estoy decepcionada. Se me pasará luego.

—¿En serio rechazaste a Ian...? —pregunté con curiosidad, con una sonrisa torcida.

—Sí, en la fiesta de disfraces. Él me invitó con Becky porque quería acostarse conmigo, le salió mal el jueguito cuando no le presté atención. —Con una risa, giró para verme unos segundos—. Yo ya había clavado mi vista en otra persona cuando él vino a verme, además me pareció un idiota infantil que es incapaz de aceptar el rechazo.

—Era el popular, está acostumbrado a que todos lo amen —admití con una risa.

—¿Y por qué tú no eras popular? —preguntó de repente—. Eres mucho más atractivo que Ian, y tengo entendido que tú estabas en el equipo de basquetbol.

—Nadie en el equipo de basquetbol era popular, los populares eran los de fútbol americano como Ian. Nosotros éramos los ignorados —admití con un suspiro—, además de que yo era conocido como «el chico problemático» del instituto y la mayoría me tenía miedo.

—Tú no asustarías ni a un conejito —se rio ella.

Cuando entramos al edificio y Chrissy estacionó el auto, sentí un fuerte dolor en el corte. No era grave, pero la piel me ardía y hasta me daba ganas de rascarme hasta arrancarme la piel. Estaba acostumbrado a los golpes, no a los cortes.

Chrissy me ayudó a llegar al ascensor, porque al pararme firme me dolía bastante, y así llegué al departamento sujeto del cuello de ella. Me senté en los sillones y me quité el abrigo para poder ver mi camiseta cortada y las gasas en mi vientre.

—Maldito imbécil —mascullé con odio, era cerca de las costillas y llegaba hasta cerca del vientre, bastante largo el corte.

—¿Quieres té, o prefieres una cerveza? —me preguntó Christine desde la cocina.

—Dame una cerveza.

Unos instantes después, ella regresó de la cocina trayendo unas botellitas de cerveza para que tomáramos juntos ya que eran aptas, y allí, frente a mí, se quitó las botas largas para poder sentarse con comodidad a mi lado. Con un control puso algo de música para que el ambiente no estuviera tan silencioso, me preguntó cientos de veces si me encontraba bien o me dolía la herida, había intentado sanarla lo mejor posible. Estaba acostumbrada por sanar las heridas de Alex ante peleas.

—Ey, Chrissy... —dije luego de beber un sorbo de cerveza—. ¿Cómo actúas tú frente a alguien que te gusta?

—¿Por qué lo preguntas?

Me sorprendió la forma en que lo dijo, estaba con los ojos bien abiertos y su voz se había afinado un poco.

—Estuve hablando de ello con Eric, él se pone muy nervioso y no puede hablar cuando está frente a alguien que le gusta. Quería saber cómo actúas tú.

—Pues... lo normal, intento gustarle. Busco interesarme por sus intereses, para tener algo en común de qué hablar. No lo sé, Al... —susurró y tomó de su bolsito un paquete de cigarrillos para poder prender uno—. No me gustan los rodeos, suelo ser bastante directa cuando alguien me gusta. Al principio se lo demuestro de forma indirecta, soy muy obvia y por eso todo quien me conoce logra saber quién me gusta.

—¿En serio? —pregunté con sorpresa y ella comenzó a reírse—. Creo que yo soy igual, no estoy seguro. Soy igual que siempre pero intento impresionar a esa persona... Y suelo ser bastante directo siendo indirecto.

—¡Exacto!

Christine recostó su cabeza en mi hombro y siguió fumando su cigarrillo, así que la imité y encendí uno. Me gustaba ese ambiente tranquilo, pero a pesar de estar más relajado que horas atrás, no podía dejar de pensar en Becky, en las cosas que me dijo. ¿En verdad me consideraba un monstruo?

Sus palabras parecían dagas que se apuñalaban en mi pecho, y sin quererlo, sin poder controlarlo, me encontré llorando y secando mis lágrimas con mis muñecas. Odiaba llorar, odiaba sentirme impotente ante mis sentimientos, odiaba sentirme así de imbécil.

—¿Al? —Sentí las manos de Chrissy en mi rostro, me corrió las manos de los ojos para poder verme—. Está bien, todo está bien, ¿sí?

—Ella dijo que soy un monstruo... Que soy odioso...

—No es cierto y lo sabes bien —susurró al acariciarme una mejilla—. Está enceguecida por un verdadero monstruo que, casualmente, no eres tú. Tú eres una persona maravillosa, Al.

Respiré hondo para dejar de sentirme así de imbécil. Supuse que era por el alcohol, porque estaba comenzando a ver que las cosas giraban a mi alrededor. Me pregunté si Chrissy estaba igual, supuestamente ella tenía mucha más resistencia al alcohol que yo.

Se alejó de mí sin decir nada, la seguí con la vista cuando se dirigió a su habitación, pero llegó unos minutos después y se colocó frente a mí. No dije nada, solo la observé ahí, con su cabello ahora lacio, con su maquillaje aún en su rostro y su vestido negro y ajustado que marcaba su cuerpo. Se agachó entonces y me abrazó de improviso. Devolví el abrazo porque me sentía realmente solo, y su compañía me hacía bien.

—Al...

Susurró y se alejó un poco de mí, me miraba fijo a los ojos. Comencé a abrir los míos y a mirar hacia todas partes cuando se acercó más, por lo que me alejé un poco más hacia tras mientras ella más se acercaba. Llegó un punto donde el sillón fue mi límite y más de allá no podía ir. Me miraba ahí, fijo, pegada a mi rostro con su nariz rozando la mía.

Estaba seguro de que estaba ebria, igual que yo, y que se arrepentiría después.

Cuando quiso besarme hice mi cara a un lado y aclaré mi garganta.

—Creo que bebimos mucho, ¿no?

Christine se alejó de repente, me miró fijo pero con una mirada más dura. Salió de encima de mí y solo se alejó unos centímetros para ponerse de pie nuevamente.

—Sí, tienes razón. Bebí demasiado —dijo con sequedad, casi entre dientes—. Porque solo ebria me fijaría en alguien como tú.

Diciendo eso se alejó, quise disculparme con ella pero subió el volumen de jazz, y mientras se dirigía hacia el baño fue desvistiéndose por todo el camino. Su vestido negro quedó en el suelo y pude ver, incluso, su ropa interior de encaje rosa, la cual también arrojó por allí y pude verla caminar hacia el baño desde atrás, completamente desnuda.

Sentí mi rostro arder y negué el primer pensamiento que tuve. Pudimos haber bebido, pero era mi amiga y, como tal, debía respetarla.

Pero no podía dejar de repetir en mi mente su última frase antes de irse, nunca se fijaría en alguien como yo estando sobria. Y lo tenía bien claro, ya me lo había dicho Becky, ahora me lo decía ella. Tenía todo muy claro.

Con la música alta no llegué a escuchar la lluvia de la ducha, pero un poco después –como una media hora–, mientras que yo levantaba las botellitas de la mesita para llevarlas a la cocina, llegó Alex. Quien levantó una de sus cejas al oír la música a ese volumen y, luego, el camino de ropa que había dejado su hermana.

—¿Qué pasó? —dijo enseguida.

—Nada, Chrissy fue a bañarse, creo...

—Algo pasó, Coltrane a todo volumen y la ducha...

Diciendo eso se apresuró a dirigirse al baño, donde no le importó que su hermana estuviera bañándose, ingresó enseguida. Pude oír el grito de Christine y, luego, solo la música de jazz. Me quedé anonadado, ¿realmente tenían tanta confianza entre sí como para entrar mientras que el otro se bañaba? ¿Para ver a su hermano desnudo?

Unos instantes después Alex salió de ahí tentado de risa, se acomodaba el cabello mientras se reía pero, a su vez, terminó por tomarse de las rodillas porque incluso parecía que no podía respirar de tanto reírse. Luego se acercó a mí, que traté de mantener un poco el orden allí, y al tocar mi hombro me dijo:

—Eres un imbécil.

Se rio nuevamente y me mostró dónde dormiría en su cuarto, junto a su cama.

Me sentí extraño esa noche, demasiado, me costó dormir y sentí durante mucho tiempo un gran nudo en mi garganta por todo lo que había pasado. Por las palabras de Becky, la pelea con Ian, la frase de Christine que no dejaba de torturarme y, luego, la risa inexplicable de Alex.


Dibujito acá que hice bien rápido (literal, lo hice hace como cinco minutos) de Alex con el cabello suelto y planchado, como me lo pidieron.

Por cierto, quiero avisarles que el grupo de Khumé "Las Kujús" pasará a ser un grupo neutral de TODAS mis historias. Por ahora sigue teniendo de nombre "Las Kujús" pero pronto cambiará a "Universo RipleyWylde".

Los invito a unirse si desean estar al tanto de esta historia u otras historias, ver curiosidades, dibujos e incluso preguntarme en vivo cosas. Ya que suelo hacer videos en vivo. El link está en mi tablero de mensajes.

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