Capítulo 09
Los labios de Katsuki se abren. — ¿No es así, Deku?
Inquiere para cuando a Izuku se le acelera su corazón.
Entonces el pequeño pecoso se levanta con emoción y extiende sus brazos. — ¡Sí, es nuestra nueva guarida secreta anti-monstruos! —exclama emocionado para entonces sonreírle a Bakugou contento. — ¡Sirve incluso para tomar la merienda, sin temor a que más monstruos nos visiten! ¡Incluso podríamos hacer que los monstruos se vuelvan buenos y coman merienda con nosotros! —añade feliz.
Y Katsuki sonríe instintivamente, Izuku lo nota, pues sus dientes relucen ante el brillo de las calidad llamas.
Kacchan se veía iluminado y feliz.
Izuku no olvidaba la irresponsabilidad que habían cometido el día de hoy, mas era un niño y no podía negar que había sido muy emocionante.
Katsuki, por otro lado, estaba pensando en qué hacer la próxima vez que regresaran a la guarida secreta.
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Escapando de las manos de la bruja
A pesar de que el día anterior acabó siendo una historia llena de magia y fantasía, —que en algún sentido era completamente real—, ahora mismo, era el comienzo de una nueva aventura.
Un reseteo, un nuevo comienzo. Eso fue lo que Bakugou pensó apenas y abrió sus pequeñas escalartas brillosas.
¡Era momento continuar la exploración!
¡La guarida secreta les esperaba! ¡Inclusive si tenían algo de suerte encontrarían el cofre de los tesoros! ¡Ese que tanto le gustaba encontrar en los videojuegos!
Su cuerpo se llena de energía, es por eso que mueve sus pies y gira hacia su derecha veloz. Ni siquiera lo piensa para cuando ya está zamarreando a Izuku.
Izuku se remueve y lanza un quejido. Katsuki continúa pero ahora con más fuerza.
Izuku se remueve otra vez, y abraza su almohada como si esa fuese la solución a sus problemas.
Pero a Katsuki no le interesa y le quita la almohada. El pequeño Izuku con sus mechones desordenados se remueve en la cama y Katsuki sonríe.
Sus ojos brillan y su ceño frunce decidido.
— ¡Despierta! —exclama al instante que le da un almohadazo brusco sobre sus pecas una vez. — ¡Despierta! —y otra. — ¡Despierta! —y otra.
Izuku quita la almohada y se sienta malhumorado, con sus cabellos aceitunados desordenados. — ¿¡Por qué es que tienes que despertarme siempre así!? —exclama molesto rascando sus ojos con somnolencia.
Ya era una costumbre que cada que dormían juntos despertaba por manotazos, gritos o almohadazos de Kacchan.
Entonces mientras sigue sobando sus ojos continúa. —Mamá dice que no es bueno despertarse bruscamente porque entonces—
Katsuki rueda los ojos irritado. —Mamá dice, mamá dice... —repite saltando de la cama. — ¡No me interesa lo que tú mamá diga, idiota! —gruñe dando una pisada fuerte sobre el piso mientras le señala con su dedo índice acusador. — ¡A nadie le importa lo que tú mamá diga! —continúa con su rabieta.
—Oh, ¿eso es así, Katsuki-kun? —inquiere la peliverde con sus ojos tristes y con la ropa de ambos. Su cabeza se mueve hacia un lado con evidente decepción apoyada en el umbral de la puerta.
Había estado ahí desde ya minutos, había sido incapaz de despertarlos por lo que se sintió un tanto aliviada al ver como el pequeño rubio ceniza había adelantado su deber.
—No sabía que pensaras así de mí, y yo que te quiero tanto. —suelta Inko apegando las ropas de ambos pequeños en contra su pecho.
Izuku abre sus esmeraldas y su ceño se frunce inmediatamente, clava sus esmeraldas sobre Katsuki exigentes esperando la disculpa evidente sobre su madre.
Y el rostro de Katsuki palidece y se deforma al instante en que un escalofrío recorre su espina dorsal al escuchar aquella voz. — ¡Ah, no, no es a lo que yo me refería tía Inko! —exclamó con rapidez notablemente arrepentido y con sus ojos bien abiertos, porque él en el fondo adora a tía Inko.
Entonces su ceño se frunce y llena de aire sus pulmones mientras señala a Izuku. — ¡Es solo que Deku me tiene cansado con su estúpido mamá dice! —gruñe. — ¡Un día tenía problemas para cagar y Deku salió con que mamá dice que debía sobarme las rodillas! ¡Me tiene harto! ¡¿Por qué tendría que sobarme las rodillas si estoy cagando?! ¡No tiene sentido!
Inko parpadea veloz, aquella conversación se había vuelto extrañamente una confesión de necesidades.
Izuku se remueve entre las sábanas y se baja quedando frente a él. Apega sus propias manos cercanas a su pecho mientras las transforma en puños enérgicos, dando pequeños saltos sobre el piso. — ¡Pero es la verdad, cuando sobas tus rodillas podrás hacer popó más fácil, Kacchan!
Katsuki le mira cabreado e Izuku insiste, es entonces que Inko suelta una risa sutil y da golpes con sus manos. —Bien, mamá dice que es hora de ir al río. —suelta divertida. —Así que vengan aquí que es hora de vestirse.
Izuku sonríe enérgico. — ¡Sí! —exclama comenzando a saltar en la cama.
Katsuki le iba a seguir, pero es cazado por Inko. —Katsuki-kun, un delicioso desayuno te espera, tu papá está cocinando para ti, ¿no hueles ese delicioso pan tostado?
Katsuki mueve su nariz y olfatea, entonces sus ojos se iluminan. — ¡Huevo! —exclama.
— ¡Tostadas con huevo, tostadas con huevo! —exclama Izuku saltando en la cama sin detenerse. — ¡Tostadas con huevo!
Es entonces que veloces, ambos se desnudan y comienzan a vestirse, Inko les ayudaba por cada prenda pero ambos estaban tan acostumbrados que en realidad no debió hacer mucho.
[...]
El desayuno había estado delicioso y las charlas entre adultos muy aburridas.
Eso es lo que pensaba Katsuki para cuando caminaba con una varita mágica que había encontrado en el piso.
—El clima está muy intenso el día de hoy. —dice Masaru limpiando su frente del sudor. —Y los mosquitos me siguen aún si me he rociado con repelente. —añade ya cansado de matar mosquitos sobre su piel.
El sol azotaba con fiereza y la humedad solo hacía que el clima cada vez se sintiese más desesperante.
— ¡Es el momento ideal para un baño! —exclama Mitsuki encendida. —Y ya basta de lamentos, en un principio fue tu idea venir hasta aquí, Masaru. —regaña para entonces entregarle el bloqueador solar a Inko. — ¿Cómo encuentras el lugar, Inko?
La peliverde recibe el bloqueador y comienza a untarlo sobre sus brazos y rostro. —Creo que el verdor me llena de energía. —confiesa alegre. —Da gusto ver tanta vida luego de un año inmersa en pleno pavimento ciudadano. —añade. —Pero me pregunto porqué solo a Masaru-kun le persiguen los mosquitos tan salvajemente. —añade observando como el castaño continuamente se los sacaba de encima.
—Porque es un desgraciado. —responde Mitsuki instantánea.
—Porque tengo sangre dulce. —responde Masaru al mismo tiempo que la rubia ceniza. Masaru lanza un suspiro, agotado. —Yo también te quiero, cariño... —añade.
—Sí, como sea, ¡UN SEGUNDO, REGRESA AQUÍ, KATSUKI! —exclama de pronto la mujer observando que su hijo se estaba perdiendo entre los matorrales.
El de ojos carmines detiene su carrera y le mira con su rostro cabreado. — ¿¡POR QUÉ!? —exclama desde la lejanía con su varita mágica.
— ¡PORQUE SOY TU MADRE! ¡VEN AQUÍ!
Pero Katsuki agudiza sus ojos en respuesta y observa su varita.
Entonces sonríe maliciosamente y acumula aire en sus pulmones mientras señala el rostro de su madre con ella.
— ¡POR EL PODER DEL HOMBRE DEL BOSQUE EXIJO QUE TE CONVIERTAS EN UNA PRINCESA! —exclama señalandole con su varita.
Luego de unos segundos, gira su rostro con lamento. —Hay cosas que ni siquiera la magia puede hacer... —suelta. — ¡BRUJA! —exclama para salir corriendo.
Masaru lanza una carcajada, Inko intenta disimular la suya y Mitsuki...
A Mitsuki le nace un tic bajo su ojo izquierdo.
—Tú, hijo del averno... —susurra segundos antes de perderse entre los matorrales en busca de él.
Una vez solos tanto Masaru como Inko no contienen sus risas y explotan, pero mientras lo hacen el pequeño agarra sobre la playera de Inko y le interrumpe.
Ella baja su mirada y observa apenas unos ojos esmeraldas mirarle con confusión.
Y sus ojos se abren sorprendida en cuanto capta la escena completa.
Izuku está completamente negro, es una masa negra andante con un par de hojas sobre su cabeza, es una masa además movible, porque Inko puede captar como se manifiestan pequeñas ondas alrededor de todo su cuerpo.
—Mami... ¿Por qué tengo tantos pelos de pronto en mi piel?
Masaru gira su rostro y palidece.
—N-no son pelos, cariño... —suelta la mujer sacando su chaleca que mantenía amarrada a su cintura.
— ¡Son mosquitos! —exclama Masaru cogiendo a Izuku de un segundo a otro y sacudirlo por los aires.
Izuku ríe divertido, no entiende lo que sucede pero el rostro pálido y desesperado de tío Masaru le causa gracia.
Una vez limpio e inspeccionado, Inko agradece que el repelente de mosquitos haya evitado una sola picadura de aquellos insectos.
Evidentemente no evitó que ellos se pararan sobre su piel en busca de su sangre, pero la sustancia pegajosa y desagradable fue suficiente para que sólo utilizaran a Izuku como un vehículo viviente.
—Está maldecido por la sangre dulce. —suelta Masaru ya instalado en el camping señalado en el mapa, mientras está acuclillado frente a él. —Entiendo tu dolor, Izuku. —añade.
Porque Masaru odia todo tipo de insecto, les teme como a nada.
Pero Izuku no lo entiende porque por el contrario a él, ama a los insectos y todo tipo de animal. Es por eso que gira levemente su rostro confuso.
Su mirada se ve interrumpida por un sonido y gira su rostro hacia atrás, observando como las grandes hojas se sacuden y entonces, unos ojos carmines hastiados aparecen.
Katsuki aparece envuelto en una soga que trae Mitsuki.
— ¡Hemos regresado, hora de comer! —exclama la mujer entusiasta mientras amarra a Katsuki en uno de los árboles y saca los alimentos de su mochila.
Los adultos comienzan a hablar, pero Izuku les ignora y corre hacia Katsuki.
—Kacchan, ¿por qué estás así en el árbol?
Katsuki lanza aire pesado por sus narices. —He sido capturado injustamente por la bruja mayor. —responde agobiante. Entonces sonríe con malicia y se sienta. —Ahh... Qué bien estaría que alguien lo suficientemente valiente se armara de valor y me liberara. —añade, esperando alguna señal de Izuku.
Izuku parpadea y observa a los adultos reír y hablar entre ellos. Entonces se sienta frente a él.
— ¿Y por qué te capturó? —susurra a su lado.
Katsuki rueda sus ojos. —Qué lento eres, por un demonio... —gruñe.
— ¿Eh?
El ceño de Katsuki de frunce, su preciada paciencia está peligrando. —Porque me privan de mi libertad. —responde. — ¿Qué acaso no entiendes los mensajes? Liberame y no seas estúpidamente lento, Deku. —exige susurrante con su ceño fruncido. —Rápido, solo desata el nudo y ya.
Izuku parpadea y se levanta dudoso. — ¿Y si tía Mitsuki descubre que—
— ¡Hazlo ya! —susurra en casi un grito, generando que el pecoso se pusiera manos a la obra de inmediato.
Fue cuestión de segundos para que ambos corrieran juguetones a través del bosque, otra vez.
— ¡Eso ha sido excelente! —exclama Katsuki lanzadose al césped cansado. — ¡T-te declaro ofi—Reúne aire en sus pulmones, porque de tanto correr no logra formular las palabras.
Respira agitado, pero lo hace, y entonces continúa. — ¡Te declaro oficialmente mi caballero honorario! —exclama dándole una palmadita sobre su cabeza. — ¡Bien hecho, Deku, bien hecho!
Izuku, quien yace desplomado a su lado, recibe las caricias contento y se emociona.
Se emociona muchísimo al saber que a partir de hoy era el caballero honorario de Kacchan.
— ¡Y-yo me esforzaré y daré lo mejor de mí! —exclama el pequeño pecoso sonriente, mientras ambos observan pasivos las pomposas nubes pasear por los cielos.
—Aunque seas más lento que caracol. —suelta el rubio.
— ¡Oye!
Luego de un par de minutos, Katsuki se levanta nuevamente, ya que el pequeño tiene tanta energía que necesita estar en constante movimiento.
Entonces escucha el sonido del agua. — ¡Por aquí, Deku! —exclama comenzando a correr.
Izuku se levanta y le sigue, cansado, pero lo hace.
Dando pequeños brinquitos corre hacia él, pasa por un par de enorme hojas, árboles, césped y encuentran un río.
Un gran río de agua dulce y con agradable sonido que relaja a cualquiera que pasara por ahí.
De Izuku nace una sonrisa mientras observa a Katsuki tocar el agua y mojar su rostro y cabello.
— ¡Hazlo tu también, está fresca, muy fresca! —exclama el pequeño rubio con sus escarlatas contentas, observando como Izuku instantáneo le imita.
Ambos ríen, ambos se quitan sus zapatos y juegan, se lanzan agua entre ellos y observan tranquilos a los pequeños pececillos nadar.
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