Introducción

Aquel lunes era un día muy especial para (TN). La joven de veintidós años había acabado la carrera hacía unos meses y le habían aceptado en un centro de menores privado.

Trabajar en un centro privado no era un trabajo del todo seguro, ya que podían echarte en cualquier momento. No tenían por qué si hacías bien tu trabajo, pero había más factores que afectaban a un posible despido.

Ella quería hacer el examen para acceder al servicio público, pero trabajar en aquel lugar como primera experiencia era una buena oportunidad. Además, podía combinar el trabajo con el estudio y, si le iba bien allí... Tal vez ese fuera el lugar de trabajo de su vida.

No debía preocuparse, todo tenía sus aspectos positivos. Ocurriera lo que ocurriera, seguiría centrándose en su sueño de ayudar a los niños y niñas más vulnerables.

Se dio un último vistazo al espejo antes de salir de su habitación. Vaqueros tobilleros algo anchos, una blusa de tirantes que se había metido por dentro del pantalón y sandalias negras. Un look cómodo y adecuado para las circunstancias, o eso pensaba.

—Buenos días, cariño. El desayuno está hecho —anunció su madre, cuando entró a la cocina.

—Iba a prepararme algo, pero gracias —agradeció la joven, sentándose en la mesa.

Había café, zumo de naranja y tortitas con miel para las dos. Su hermana todavía estaba durmiendo y su padre ya se había ido a trabajar. Su padre trabajaba en un banco, era uno de los muchos que se encargaban de atender a los clientes en cobros y pagos, abrir cuentas, cheques... Funciones básicas y sencillas. Su madre era dependienta en una tienda de ropa, pero en aquellas fechas se había pedido vacaciones. Por último, su hermana era una estudiante de secundaria mayor.

Vivían una vida tranquila, normal y corriente. Sin muchos lujos, pero sin pasar penurias.

—¿Estás nerviosa? ¿Tienes todo controlado? —preguntó la mujer de cabellos (t/c), mientras ambas iban tomando lo que tenían sobre la mesa.

—Estoy emocionada, y sí... Un poco nerviosa —respondió la joven, tras acabarse el café de un trago—. Creo que he calculado bien los tiempos. El autobús tarda más o menos un cuarto de hora en llegar a las afueras del distrito y solo tengo que caminar unos cinco minutos más hasta llegar al centro.

—Seguro que te va muy bien. Es una gran oportunidad.

—Eso espero. Pienso aprovecharla al máximo —aseguró (TN).

Tras fregar todo lo que habían utilizado, alegando que llegaba con tiempo de sobra al autobús, cogió el bolso y salió de casa.

Era un día nublado, húmedo y bochornoso, como solían ser normalmente los días de verano en aquel lugar. Casi al final del camino tuvo que acelerar el paso, ya que su medio de transporte estaba a punto de llegar a la parada. Puede que hubiera calculado un poco mal el tiempo. Eso era empezar con buen pie...

Cuando se sentó en uno de los asientos libres todavía jadeaba. ¡Menuda carrera le había tocado pegarse! Bueno, puede que no hubiera sido para tanto, pero no estaba muy en forma.

Se arregló un poco el cabello con los dedos, mirando su reflejo en la pantalla del móvil. Acto seguido, se puso los cascos y se evadió del mundo durante los quince minutos de trayecto.

Nada más bajar del autobús, ya vio el edificio de dos pisos a lo lejos; pero cuanto más se acercaba, mejor podía observar los detalles.

Las paredes eran de color marrón claro y la zona de la entrada estaba decorada con imágenes infantiles. Además, también había una placa dorada en la que aparecía, en mayúsculas, el nombre del centro. «Centro privado de  acogida de menores: Donquixote Family».

Todo el lugar, incluida la zona exterior de jardines con columpios y mesas y bancos de madera, estaba rodeada por altas vayas negras. Todo era tal y como aparecía en las imágenes de la página web.

La gran puerta de madera estaba abierta de par en par. Ya desde fuera se podía ver el puesto de recepción y a una chica joven —más o menos de su misma edad— de cabellos negros que tenía la mirada fija en la pantalla del ordenador.

Aspiró profundamente, a modo de relajación y entró al edificio. Caminó con paso decidido hasta el puesto, aunque por dentro estaba algo nerviosa. No eran nervios malos, más bien de emoción y entusiasmo, pero no quería parecer demasiado intensa.

—Buenos días —saludó, una vez estuvo lo suficientemente cerca. La pelinegra alzó la mirada—. Soy (TA) (TN), mandé mi currículo a principios de verano y... Hace poco me comentasteis que teníais un puesto para mí.

—Ah, eres tú... —masculló la chica, examinándole detenidamente—. Bienvenida a nuestro centro. Aquí todos me conocen como Baby 5. ¿Leíste toda la información que adjuntamos en el correo?

—Sí, tengo claras las funciones que debería desempeñar —respondió la peli(t/c)—. Tan solo tengo dudas sobre el horario. En el correo ponía que me lo explicarían en persona.

—Exacto. Te comento, tenemos dos opciones respecto al horario —comenzó a explicar la morena—. O bien desde las nueve hasta las seis de la tarde, o bien horario completo, durmiendo aquí de lunes a sábado por la mañana. Por supuesto, el sueldo de la segunda opción es más elevado.

—Esto... —murmuró la joven, mientras su cabeza comenzaba a dar vueltas. Realmente no tenia ningún compromiso que le impidiera pasar allí los días completos. Y tendría el fin de semana libre para sus cosas—. Podría quedarme aquí, sí...

—Si en algún momento lo necesitas se puede cambiar el horario. Avisando con la respectiva antelación, claro —indicó Baby 5.

—Sí, genial.

—Pues si quieres ir a por tus cosas y ya comes aquí con nosotros... Así te presentamos bien a los niños y compañeros —propuso la secretaria—. O si quieres conocerlos primero y luego ya vas a tú casa.

—Iré a mi casa primero, así ya lo tengo todo cuanto antes —escogió la chica de ojos (t/c)—. Además creo que la hora del almuerzo es el momento perfecto para una presentación.

—Entonces, nos vemos en un rato —se despidió  Baby 5.

Era una suerte que la chica nueva hubiera escogido aquella opción. De lo contrario, hubieran tenido que buscar a alguien más para cubrir el resto de horas. Preferían que los trabajadores estuvieran el máximo tiempo posible con los niños, para crear un mejor vínculo. Además, no mucha gente escogía el turno nocturno.

(TN), por su parte, abandonaba el centro momentáneamente más feliz de lo que esperaba. Podría vivir la experiencia completa y, además, ayudaría todavía más en casa, económicamente hablando. No es que tuvieran problemas económicos, pero tampoco iban sobrados. Una ayuda extra no estaría mal.

Se moría de ganas por llegar a casa y contar todo a su madre. Y, por supuesto, de volver al centro para conocer a las personas con los que compartiría sus días durante un buen tiempo. O eso esperaba.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top