Capítulo 8

—Creo que con un trozo más de espumillón suficiente —sentenció Corazón, extendiendo la mano para que su compañera le pasara aquella decoración navideña—. Y... ¡Listo!

La barandilla de las escaleras ya estaba toda cubierta de aquellas tiras brillantes de color rojo y verde.

Estaban a día uno de diciembre y Corazón le había explicado a (TN) que solían poner las decoraciones para que duraran todo el mes.

El esfuerzo de colocarlas debía valer la pena.

—Ha quedado genial —comentó Rainbow. Ya habían puesto también fuera las luces de colores, colgando de la verja que rodeaba el edificio—. ¿Ahora toca el árbol?

—Si. Lo montaremos en recepción. Vamos al almacén.

Caminaron hasta la puerta que llevaba al sótano. Había que bajar unas pequeñas escaleras y allí había todo tipo de decoraciones, entre otros trastos.

Cuando iban casi por el último escalón, (TN) perdió el equilibro por un momento y tuvo que apoyarse en los hombros de su compañero para no caer.

Corazón se giró a gran velocidad y posó una de sus manos en la cintura de la joven.

—Cuidado. Parece que hemos intercambiado papeles, ¿eh? —bromeó, sin saber el efecto que tenia en el cuerpo de la joven cualquier mínimo roce por su parte.

—No creo que por mucho tiempo —se burló ella, sonriendo con dulzura y arrancando un par de carcajadas al rubio.

Corazón se encargó de coger la caja que contenía la base del árbol y las ramas, mientras que ella cargó con una de las cajas de adornos.

—¿Vas bien? —preguntó el chico, mientras su compañera subía por delante de él las escaleras.

—Sí, sí. Tranquilo —respondió ella, aunque no iba a negar que la carga era algo pesada.

Se sobresaltó al escuchar un sonoro estruendo. No le sorprendió dar media vuelta y encontrarse con aquella escena: Corazon tirado en el suelo rodeado de ramas del árbol de Navidad.

—Creo que eras tú el que no iba bien —comentó Rainbow, divertida, volviendo a bajar los escalones y depositando la caja de cartón mientras su compañero se incorporaba acariciándose el trasero.

—Me he dado un buen golpe.

—¿Estás bien?

—Estoy acostumbrado.

—Venga, yo recojo. No te agaches si te duele —dijo ella, colocándose de cuclillas junto a las ramas dispersas y volviendo a colocarlas en la caja.

—No, yo lo hago. Ha sido mi culpa.

Sus manos se rozaron varias veces en el proceso, despertando varios cosquilleos en ambos, los cuales ignoraron tal y como habían hecho desde el principio.

Simples compañeros de trabajo.

Una vez todo recogido, volvieron a poner rumbo al recibidor. Entre los dos y con la ayuda de Giolla y Baby 5 no tardaron en tenerlo todo montado.

—A los pequeños les va a encantar. En general es de sus épocas favoritas —comentó la recepcionista de cabello oscuro.

—Tengo muchas ganas de preparar los menús navideños —añadió Giolla, con emoción.

—Y yo ganas de probarlos, deben ser deliciosos si los haces tú —aseguró (TN). No había un día que aquella mujer no hiciera un plato exquisito.

—Eres muy amable, Rainbow —agradeció la mujer.

[•••]

Ya había pasado la mañana. El árbol de Navidad no fue lo último que pusieron, adornaron prácticamente todo el edificio.

Eso sí, disfrutando entre medias del delicioso almuerzo de Giolla y de algún que otro descanso en la azotea. Eso último era indispensable, hiciera frío o calor, a no ser que lloviera.

—Deben estar apunto de llegar —comentó Corazón, tras dar la última calada a su cigarro—. ¿Les esperamos en la entrada?

—¡Sí! Quiero ver sus caras cuando vean toda la decoración —respondió la joven, emocionada, incorporándose.

El rubio se tomó unos segundos para admirarla. Era la dulzura y amabilidad personificadas. Era un ángel que le habían enviado del cielo.

Le encantaba aquella bufanda color beige que le tapaba el pelo, dejando tan solo un par de mechones color (t/c) envolviendo su rostro.

Era preciosa.

—¿Vamos? —insistió ella de nuevo, regalándole otra de sus dulces sonrisas.

Asintió  y se incorporó con algo de torpeza. Era su sello. Odiaba sentirse tan torpe frente a ella, pero le encantaba arrancarle esas carcajadas que sonaban como una hermosa melodía en sus oídos.

Un tiempo atrás solían acercarse a la parada para recogerlos nada más bajar del autobús. Sin embargo, les apetecía sentirse mayores y volver solos hasta el centro.

Ya desde fuera escucharon los comentarios de asombro de varios de ellos, sobretodo de los más pequeños.

Sabían perfectamente que se encontrarían con la decoración al volver; pero, aún así, la emoción les podía.

—¡El árbol! —exclamó Vivi, señalándolo con el dedo índice. Ella, Luffy y Usopp se acercaron corriendo para observarlo más de cerca.

Los demás fueron menos escandalosos, pero no dudaron en echar un vistazo a todo lo que se había colocado.

—¡Chicos, chicas, reunión! —exclamó Corazón, haciendo que todos se colocaran en círculo junto a ellos. Daba gusto lo obedientes que eran—. Vale sabéis que en dos días es el cumpleaños de Belle-mère y que nos ha invitado a merendar a su casa.

—Corazón y yo hemos comprado un regalo de parte de todos, pero hemos pensado que estaría muy bien que cada uno le escribiera y pintara una tarjeta de cumpleaños —continuó explicando Rainbow—. Puede ser todo lo corta o larga que queráis. Si no estamos inspirados basta con un «Feliz cumpleaños» o «Muchas felicidades, disfruta de tu día».

—Es un pequeño detalle, en agradecimiento a su invitación —añadió el rubio.

Nadie puso ninguna pega, era lo menos que podían hacer. Además, esa mujer les caía bien a todos. Trataba genial a sus dos amigas —o compañeras para algunos que les costaba más coger cariño— y las llevaba mucho por allí. Se apunta a todos los planes para que Nami y Nojiko no perdieran el contacto con el grupo.

Law, Zoro y Robin fueron escuetos en su trabajo; pero, aún así, a (TN) le parecieron las felicitaciones más adorables.

Bueno, era difícil decidirse. Las de los más pequeños también dejaban el listón muy alto.

Cada uno estaba lleno de amor a su manera, aunque a algunos les costara más expresarlo. A la peli(t/c) se le encogía el corazón cuando a veces recordaba todo por lo que habían pasado.

[•••]

La fiesta en casa de Belle-mère fue muy divertida y pasó muy rápido. (TN) no podía evitar recordar algunos de los momentos divertidos mientras cenaba con sus padres y su hermana.

—Estás muy sonriente para el poco tiempo libre que tienes. —El comentario de su madre le hizo rodar los ojos—. ¿Qué pasa? Solo me preocupo por ti.

—Bueno, si está feliz, déjala —masculló su hermana, con la boca llena. No entendía que estar rodeada de niños pequeños todo el día le encantara tanto, pero no lo diría en voz alta.

—Vaya, gracias por la ayuda —declaró la peli(t/c) dándole un par de cariñosos toques en la cabeza. La pequeña arrugó la nariz y continuó comiendo.

—A mi también me alegra que estes feliz... —recalcó su madre—. Por cierto, dentro de poco saldrá la convocatoria para el examen.

(TN) ni se acordaba que el curso siguiente tendría lugar el examen para ganarse una plaza en el sistema público.

Se le había olvidado por completo que el plan inicial era trabajar mientras estudiaba, para coger experiencia y ganar algo de dinero.

Las cosas habían cambiado y en algún momento tendría que hablarlo con su madre, pero aquel no era el momento. Debía escoger con cuidado sus palabras y preparar buenos argumentos para salvar aquella situación de la mejor manera posible. O la menos peor posible.

—Ah, sí —murmuró, fijando sus ojos en la comida.

No podía disimular su falta de interés y esta no pasó desapercibida por su progenitora. Sin embargo, la señora (TA) sabía también que no era el momento idóneo para hablar del tema.

[•••]

—¡Mirad lo que hemos traído! —exclamó Vivi, emocionada.

Extendió las manos y, en cada una, había una especie de guirnalda de Navidad de cartulina. Estaba decorada y, por la parte de detrás, había escritos cuatro adjetivos en cada una.

El resto de pequeños que iba al colegio —en el instituto no habían hecho esa actividad— también ofrecieron una de sus manualidades a cada tutor.

—Oh, muchas gracias. Es muy bonito —agradeció (TN), echando un vistazo a cada una de las palabras que habían escrito: buena, amable, cariñosa, divertida... Corazón también sonrió mientras leía los suyos.

—Y tenemos en la mochila una para que rellenéis vosotros —explicó Sanji, mientras rebuscaba en su mochila y sacaba una que estaba completamente en blanco—. La tenéis que pintar y escribir dos palabras cada uno.

—Eh, yo no tengo la mía... —se quejó Luffy, volcando todo le contenido se su mochila en el suelo. Era un pequeño desastre.

—Mira, ya que lo has sacado todo vamos a ordenarlo antes de volver a meterlo —propuso la peli(t/c)—. Mirad a ver si a alguien le falta también, que no pasa nada. Tenemos cartulina blanca y podemos hacer más, pero tenemos que intentar estar más atentos cuando repartan cosas en clase, ¿verdad?

Todos respondieron de forma afirmativa ante tal pregunta.

—Yo voy a buscar las cartulinas. Poneos cómodos e id a la sala de estudio a hacer los deberes. Y dejad la manualidad encima de la mesa grande para que podamos rellenarlas —indicó Corazon.

Pusieron rumbo a sus habitaciones, excepto Luffy, que continuaba ordenado sus pertenencias escolares junto a (TN).

Los tutores se retiraron al comedor para rellenar las guirnaldas de cartulina. No querían molestar a los pequeños mientras hacían los deberes durante aquella ultima tarde de lunes antes de las vacaciones.

Además, querían un poco de intimidad para escoger las palabras que poner a cada uno. Querían que fuera una sorpresa.

—Has traído cartulina de sobra. Solo falta la de Luffy —comentó la joven, una vez todas las demás estaban completadas.

—He pensado que sería buena idea que hiciéramos también para los mayores, aunque ellos no hayan hecho la actividad en el colegio —explicó el rubio, mientras cogía una de ellas para dibujar la silueta en las cartulinas en blanco.

—Es una idea genial. —Corazón era adorable. Un tío adorable y que estaba buenísimo.

—Igual les podemos dar también a ellos y que hagan una para nosotros.

Un rato después, cuando cada uno hubo acabado su faena, repartieron las guirnaldas a cada pequeño. Les arrancaron varias sonrisas al haber escrito las palabras sobre la cartulina. Incluso los tres mayores se emocionaron al ver que les habían hecho una para ellos, cada uno a su manera.

—Venga. Descanso y ducha y todos preparados para la cena —indicó Corazon, una vez se hizo la hora.

Law fue el último en levantarse. Miró de reojo a sus compañeros que iban abandonado la sala poco a poco y luego clavó su vista en sus dos creaciones.

Se levantó, algo nervioso, y se dirigió hacia sus tutores.

—Aquí tenéis —anunció, ofreciéndoles sus guirnaldas de cartulina.

(TN) la cogió rápidamente. Tenía muchas ganas de ver lo que aquel pequeño de ojos grises había escrito sobre ella: buena, paciente, dulce y amable.

El pequeño de cabello negro trató de no mostrarse alarmado. Esperaba que no la leyera directamente, no hasta que el se hubiera ido de allí.

—Oh, muchas gracias Law. —Rainbow estaba muy emocionada.

Incluso le dio un tierno abrazo, aunque se disculpó al ver la cara de Law indicando que tal vez de estaba pasando de efusividad.

—Mira lo que me ha puesto —dijo, contenta, enseñándole las palabras a su compañero.

—Te lo dije que te lo ibas a ganar, aunque parezca que no... Le cuesta mucho expresar sus emociones, pero ves que te tiene aprecio —explicó él, feliz por verla feliz—. Por cierto... He preparado estas dos. Una para que tu me hagas a mí y yo otra a ti. ¿Qué te parece?

—Me parece genial. Es que me ha encantado esta actividad —respondió ella, cogiendo la ola tulla que Corazón le había preparado.

—¡Genial! Pues luego las intercambiamos.

Ambos se retiraron a sus habitaciones. Echaron un vistazo por si los niños necesitaban algo de ayuda. Rainbow tan solo tuvo que ayudar a Vivi a peinarse después de secarse el pelo.

Echaba de menos a Nami y a Nojiko, pero ellas eran felices en su nueva familia de acogida. Al fin y al cabo, ese era el objetivo del centro: que los pequeños encontraran una familia con la que quedarse. Para siempre o... Hasta que sus verdaderos padres pudieran hacerse cargo de ellos de nuevo.

La cena estuvo deliciosa, como siempre. Sanji pasó un buen rato tratando de convencer a Giolla para que le dejara ayudarla a preparar los menús de Navidad.

El pequeño rubio había desarrollado una obsesión con el tema de la cocina durante aquel último mes.

La mujer prefería cocinar a solas, era su momento de paz y tranquilidad. Sin embargo, tras charlar con Corazón aceptó la petición.

Tal vez aquel pequeño acababa siendo un gran chef. No había que chafar las ilusiones de los pequeños, sino alentarlas. Tenían que probar todo lo que les iba apeteciendo hacer.

Y aquello tan solo hizo que (TN) admirara todavía más a su compañero. Y, mucho más que admirar... Enamorarse todavía más. Si es que lo que le estaba pasando era lo que se llamaba enamorarse.

Aquella misma noche, tras la cena y una vez los pequeños estuvieron acostados, los dos adultos comenzaron a rellenar la guirnalda de cartulina con aquellos adjetivos que mejor les describían.

La peli(t/c) fue la primera en salir de su habitación. Llevaba puesto un pijama calentito y navideño de color rojo.

Tras tomarse unos segundos golpeó con los nudillos y sin mucha fuerza la puerta de la habitación de su compañero.

Él no tardó en abrir. La recibió con una gran sonrisa, sin maquillar. Con su melena rubia alborotada y aquellos ojos marrones que transmitían tanta vivacidad y alegría.

—¿Ya has acabado? —preguntó él—. Yo acabo de terminar.

—Sí, podemos hacer el intercambio.

Y así fue, se intercambiaron los papeles y no lo leyeron sin antes cerrar la puerta de la habitación.

La joven dio la vuelta a la cartulina antes de comenzar a dar los primeros pasos hacia su dormitorio.

Corazón se había saltado las instrucciones. Había escrito más de cuatro palabras y, entre ellas, a parte de todas las cosas preciosas en cuanto a su personalidad había añadido «guapa».

El corazón latía con fuerza dentro de su pecho. La emoción era tal que hasta notaba la vista nublada. No estaba segura de las intenciones de aquellas palabras. No tenía por qué ser una declaración, pero no podía evitar emocionarse.

Dio media vuelta y llamó de nuevo a la habitación. No espero respuesta, simplemente abrió la puerta tras golpear.

—Espera, no he acabado el mío —anunció, dirigiéndose hacia el escritorio.

Se sentó con toda naturalidad en la silla y cogió uno de los bolígrafos que había en el lapicero para comenzar a rellenar los huecos que quedaban con más palabras.

Se levantó y se lo entregó nuevo.

Corazón trató de contener la felicidad que irradiaba en su interior al leer todo lo nuevo que le había escrito.

Ambos se sentían como adolescentes cuando empieza a gustarte tu primer compañero o compañera de clase.

Y, aunque aquello contó como prácticamente una declaración, ninguno de los dos dio un paso hacia delante.

Se despidieron como cualquier otra noche.

No sabían que, aquella misma semana, las cosas cambiarían por completo.

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