Capítulo 7

Ya había transcurrido un día desde el incidente de Zoro y el pequeño todavía no había decidido abrirse y hablar del tema.

Había pasado la mayor parte del tiempo en su habitación y tan solo había salido para la comida y la cena.

El pequeño de cabellos verdes daba vueltas sobre su colchón. No podía dormirse, lo cual le resultaba bastante extraño. Siempre caía rendido como un tronco una vez se tumbaba, pero aquel tema le preocupaba. Sentía haber defraudado a sus cuidadores y estaba pensando en cómo iniciar la conversación.

Mientras tanto, (TN) acababa de quitarse el maquillaje y se estaba poniendo el pijama. Antes de meterse en la cama, decidió hacer algo que llevaba unos cuantos minutos dando vueltas en su mente: visitar a su compañero.

Para ver cómo se encontraba, sí. Pero también porque simplemente le apetecía verlo.

Se lo pensó un par de segundos más y, por fin, salió de su habitación para dirigirse hacia la de él.

Llamó a la puerta, con suavidad, no quería despertar a los niños en caso de que se hubieran dormido. Corazón no tardó en abrirle.

Al verle, la peli(t/c) sintió un intenso calor recorriendo su cuerpo. Llevaba un pijama gris claro de pantalón largo y camiseta de manga corta que dejaba ver sus trabajados brazos. ¿Por qué cada vez le parecía que estaba más bueno?

No llevaba su maquillaje y aquel moretón en la mejilla le daba un toque extra de atractivo.

—¿Pasa algo, Rainbow?

—No... —Se aclaró la voz antes de continuar hablando—. O sea, tan solo quería saber cómo estabas del golpe.

—Ah, va bien. Parece mucho, pero no duele tanto —explicó él, sonriendo despreocupado—. He cogido una crema que había en el botiquín para ponérmela antes de dormir.

—Puedo ayudarte —propuso la joven, con la mirada clavada en el suelo y temiendo una respuesta negativa.

—Bueno, si no te importa... No sé, no quiero molestar.

—No es molestia. Estuvo muy bien como trataste de solucionar el problema y no te merecías ese golpe. Y yo no hice nada, así que quiero ayudarte ahora.

—Todo pasó muy rápido, nadie podría haberlo evitado. Así que no te preocupes por eso, y pasa si quieres —indicó el rubio, apartándose para dejarla pasar y casi perdiendo el equilibrio al dar un par de pasos hacia atrás.

(TN) reprimió una sonrisa. Ya hasta su torpeza le parecía adorable. Dejo la puerta casi cerrada y se dirigió hacia la cama, sentándose en el borde junto a su compañero.

Este le pasó el tubo de crema, que ya estaba bastante gastado, tal vez de varias caídas y golpes que habían tenido los pequeños.

Quito el tapón y presionó para que el contenido cayera sobre la yema de su dedo índice.

—A ver... —murmuró, mientras alzaba la mano y acercaba su rostro al de él.

Estaban muy cerca. Trataba de mantener la mirada fija en su moretón y no mirarle a los ojos. Sentía que sus piernas temblaban ligeramente y le asustada que, tan de repente, aquel hombre le hiciera sentir de semejante forma.

—Vale, ya está —anunció, antes de disponerse a cerrar de nuevo el tubo.

—Gracias, (TN). ¿Tú cómo lo ves? ¿Crees que tardará mucho en irse?

—Creo que suelen tardar dos semanas más o menos en irse. Así que mínimo eso, porque ha sido un buen golpe.

—Bueno, lo bueno es que puede taparse con maquillaje. No me gustaría que los niños me vieran así.

Acto seguido, ambos dirigieron la mirada hacia la puerta al escuchar que alguien llamaba. Corazón se encogió de hombros, resignado. Al final acabarían viéndole en aquel estado.

—Hola... —saludó Zoro, en un murmuró, al darse cuenta de que los dos mayores estaban juntos. Quería hablar con Corazón, pero Rainbow también estaba allí—. No sabía que estabais los dos.

—Sí, pero no pasa nada. Si quieres hablar solo con Corazón yo estaba apunto de irme ya —aseguró la chica, levantándose del colchón y dirigiéndose también hacia la puerta.

—No, no importa... —aseguró el pequeño de cabello verde. Pocos segundos después, antes de seguir hablando, se percató del hematoma que su cuidador tenía en la mejilla—. ¿Te han hecho eso por mi culpa?

—No, esto no ha sido tu culpa —le aseguró el rubio, pasando el brazo por los hombros del niño y acercándolo a él.

—Claro que no, Zoro —secundó la peli(t/c), acariciando con suavidad el cabello del pequeño—. La culpa sólo ha sido de ese señor que no ha sabido actuar de manera correcta.

—Yo tampoco lo hice bien... Porque también pegué a mi compañero.

—Pero tú todavía eres un niño y, fíjate, si a veces es difícil para un adulto controlarse, para vosotros todavía más —explicó Rainbow—. Lo bueno es que te has dado cuenta de que puedes actuar mejor cuando pasen estas cosas.

—¿Y se puede saber que es lo que te hizo perder así los nervios? —inquirió Corazón, separándose del chico.

—Pues... A ver a mi me da igual que me insulten a mí, pero dijo que... Bueno que mi padre postizo era un ridículo y un payaso por llevar todo ese estúpido maquillaje en la cara —confesó, finalmente, apretando los puños con rabia. Y era cierto, solía ser muy pasota en todos los sentidos; pero aquel comentario logró sacarle de sus casillas.

El rubio posó sus manos en las de Zoro y las acarició con suavidad, haciendo que se relajara. A (TN) le pareció un gesto muy tierno.

—Es normal que te haya molestado. Da mucha rabia cuando se meten con las personas que te importan —ilustró el mayor—, pero no puedes rebajarte a su nivel. Ese tipo de gente está tan aburrida o tiene tan poca autoestima que solo busca molestar o meter en problemas a los demás. No caigas en su juego.

—Es verdad, pero a veces es muy difícil contenerse... —admitió el pequeño, algo decaído.

—Es difícil para todos —garantizó (TN)—, pero todo esto se puede trabajar para hacer las cosas mejor. Podemos hacer una charla para todos para practicar cómo enfrentarse a estas situaciones. No sé qué os parece la idea.

—Es una idea genial, Rainbow —confirmó su compañero, curvando sus labios en una gran sonrisa—. Así todos pueden aprender, porque esto le puede pasar a cualquiera.

Zoro asintió, ya más tranquilo. Aquella conversación le había aliviado.

—Venga, ahora a dormir que hay que coger fuerzas para las actividades de mañana —indicó la chica. El pequeño obedeció y volvió a su habitación. Tras aquella charla dormiría como un tronco, como de costumbre—. Bueno, parece que ha ido bien la conversación, ¿no? Es genial ver cómo hay niños que están dispuestos a mejorar.

—Ha salido todo a la perfección. Me pondré en contacto con el psicólogo a ver si puede organizar algún taller para dentro de poco. Ha sido una idea muy interesante —comentó Corazón, haciendo que la joven se llenara de orgullo—. Por cierto, quería volver a agradecerte que te estés quedando este fin de semana en el centro... Aunque no entre en tu sueldo y fueran tus días de descanso.

—No tienes que agradecérmelo más. No iba a dejarte solo después del incidente. Está todo bien, de verdad. No me importa perder un fin de semana, sobretodo estando tan bien aquí.

—De acuerdo, solo quiero asegurarme de que tengas claro lo amable que eres. Y, bueno, ya te dejo que descanses. Gracias también por hacer de enfermera.

—No hay de que. Ya que estamos, gracias a ti por hacerme sentir tan a gusto aquí en el centro. Bueno, nos vemos mañana.

—Sí, descansa. Buenas noches.

—Buenas noches —se despidió ella, antes de abandonar la habitación y cerrar la puerta.

No pudo evitar soltar un pequeño suspiro de felicidad. Aunque sabía que Corazón sería así de amable con todo el mundo... No podía evitar sentirse especial.

[•••]

Había pasado ya una semana desde el incidente en el colegio y Zoro no había tenido más problemas en clase.

Su compañero —por el momento— no le había estado molestando. Tal vez le habían reñido en casa o puede que se hubiera aburrido y buscado otro objetivo. La cuestión era que todo estaba en orden, lo cual había sido una gran suerte.

Ese fin de semana era el cumpleaños del pequeño de cabello verde.

Era sábado por la tarde y volvían a estar de nuevo en aquel centro comercial, en otra fiesta temática. Aquella vez no estaba basada en los cómics del Germa 66, sino en espadas: la temática favorita de Zoro.

Incluso habían hecho un pequeño torneo amistoso y, en aquellos momentos, estaban acabando de tomar la merienda.

(TN) estaba aprovechando que todo estaba tranquilo para echar un vistazo a su WhatsApp, ya que su móvil llevaba sonando un buen rato.

Había bastantes mensajes en el chat con sus dos amigas.

"No, chicas. No estoy secuestrada, y no es que quiera pasar más tiempo con mi compañero. El finde pasado hubo un incidente y hoy es el cumple de uno de los niños. Mañana quedamos y os cuento bien todo".

Bueno, no se quedaba adrede para pasar más tiempo con Corazón, pero tampoco le importaba pasarlo.

—¡Ah! —No pudo evitar soltar un grito cuando alguien la tomó en brazos, al estilo princesa. El móvil casi se le escurre de entre las manos.

Al parecer, los niños acababan de ponerse a jugar con los monitores, que iban caracterizados de espadachines, y aquello era parte del juego.

—He rescatado a la princesa del malvado payaso —exclamó el hombre, con voz fingida, haciendo reír a cerios de los pequeños.

Corazón trató de mantener una expresión divertida, pero no pudo evitar pensar algo obvio: la princesa no iba a quedarse con el payaso, para eso estaban los príncipes o los guerreros.

Las chicas no solían fijarse en tipos como él. No entendía muy bien por qué estaba pensando en eso, si (TN) tan solo era su compañera de trabajo.

—¡No el payaso no es malvado! —exclamó Vivi, abrazando al rubio.

—¡Eso! ¡Que la princesa elija con quién se queda! —propusieron Nami y Nojiko, emocionadas, empujando a su tutor y obligándole a caminar hacia dónde estaba la peli(t/c), todavía en brazos del monitor.

Era una situación algo ridícula; pero, bueno, había que resignarse. Al fin y al cabo estaban en un cumpleaños con niños.

—Elijo al... —Rainbow hizo una pausa dramática, para dar más emoción. Las pequeñas miraban, expectantes—. ¡Al payaso!

—¡Bien! Suéltala príncipe, devuélvela con el payaso —exclamó Nami, todavía con los brazos en el aire tras haber celebrado la victoria.

Los tres adultos sonrieron. Corazón extendió los brazos y cogió a la peli(t/c), cargándola también al estilo princesa.

Este gesto hizo que las pequeñas se exaltaran todavía más. Se abalanzaron sobre ellos y se engancharon en la piernas del rubio mientras canturreaban felices.

La que también estaba feliz —puede que incluso más que aquellas tres renacuajas, a pesar del ridículo— era (TN).

Su compañero la estaba cogiendo en brazos y ella no dudó en aprovechar cada segundo tan cerca de él. Incluso se atrevió a recostarse contra su pecho.

—Bueno, bueno... El payaso se lleva a la princesa a descansar. Vosotras a jugar con los demás —ordenó el rubio.

Ellas obedecieron al instante y él comenzó a caminar de nuevo hacia la zona donde habían merendado. Dejó a la joven de nuevo en el suelo, con extremo cuidado. Sabía que era demasiado torpe y no quería hacerle daño.

—Bueno, como nos tenemos que esperar aquí un raro mas... ¿Quieres que pida té? Para amenizar la espera —propuso Rainbow, ya con los pies sobre el suelo.

—Me parece genial. Aún nos queda un buen rato.

Tras una hora, larga para los adultos y corta para los niños, el cumpleaños llegó a su fin. Se despidieron y dieron gracias a los monitores por el buen rato que habían pasado.

Una vez en la salida del centro comercial, comenzaron las despedidas. Nami y Nojiko se volvían en coche a casa, con Belle-mere. Por su parte (TN) cogería un autobús diferente para volver a su casa.

—¡Te echaremos de menos Rainbow! —exclamó Vivi. Ella junto a los más pequeños estaban enganchados a las piernas de la joven.

—Yo también os echaré de menos, pero veréis que en nada llega el lunes y nos volveremos a ver —les tranquilizó ella, con dulzura.

—Claro, y ahora tenéis que soltarla porque si no perderá el autobús y no podrá llegar a casa a descansar. Y queréis que Rainbow descanse, ¿verdad? —cuestionó Corazón.

—¡Sí, sí, sí!

—Vale, gracias Corazón. Nos vemos el lunes —se despidió ella de su compañero.

—Sí, descansa Rainbow —se despidió él, con una gran sonrisa—. ¡Y venga, los demás vamos nos todos a la parada! ¡Cena y noche de cine!

El grupo siguió a su tutor, vitoreando al recordar lo que les esperaba por la noche. La joven de cabellos (t/c) se permitió unos segundos para observarles mientras se alejaban.

Eran adorables.

Dio media vuelta y se dirigió hacia la parada. No había mucha gente, así que se pudo sentar mientras esperaba que llegara el transporte público, el cual tardó apenas dos minutos en aparecer.

Por suerte, el interior no estaba muy abarrotado y así que encontró sitio para continuar sentada durante el trayecto.

Tan solo llevaba una mochila de equipaje. Cuando iba a casa se llevaba la bolsa de aseo, pero la ropa no la transportaba: tenía parte en el centro y parte en su casa.

Sacó los auriculares y disfrutó de la música de su lista de reproducción hasta llegar a la parada correspondiente.

—¡Mamá, ya he llegado! —anunció (TN), al abrir la puerta de su casa.

El olor de la cena ya se podía percibir desde la entrada, y era tan bueno como siempre. Se dirigió hacia la cocina antes de pasar por su habitación para dejar la mochila.

—Hola, cariño, dichosos los ojos —saludó su madre, sin separarse de las sartenes. La joven se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla—. Cuando hagas el examen y te den la plaza en un centro público seguro que no tienes estos problemas.

—No me ha importado quedarme, estoy a gusto allí.

—Bueno, pero son tus días libres y no te pagan. Que no se aprovechen de ti. Una cosa es darlo todo en el trabajo y otra ser tonta y dejar que hagan lo que quieran contigo. —Las palabras de la mujer hicieron que la peli(t/c) rodará los ojos.

—¿Para cuantos pongo la mesa? —preguntó, cambiado de tema. No tenía sentido alargar más la conversación.

—Para tres, tu hermana se ha ido a cenar con sus amigas.

—Vale, dejó la mochila y la pongo.

Comenzó a caminar hacia su habitación, pensativa. Si bien era cierto que, visto desde fuera, no quedaba muy bien hacer días extra sin que se los fueran a pagar.

También era cierto que, tal vez al tratarse de otro trabajo no se hubiera implicado tanto, pero... ¿Cómo no hacerlo por esos pequeños? Y, bueno, por un compañero tan amable y entregado que le trataba tan bien.

No tenía sentido pensar qué hubiera hecho en otra situación. Por suerte, el destino le había llevado hasta aquel magnífico lugar.

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