Capítulo 6
—Vale, ya está todo reservado —comentó (TN), tras colgar el teléfono.
Corazón estaba ensimismado en su ordenador, terminado de hacer unos retoques en la programación del próximo mes.
Ya había pasado más o menos una semana desde que Nami y Nojiko se habían marchado a su nuevo hogar. Las pequeñas estaban más que contentas en su nueva familia.
Un par de días atrás, la mujer de cabello morado había organizado un almuerzo en su casa para que todo el grupo acudiera de visita.
Aquello había hecho que Vivi se quedara mucho más tranquila. Aunque ya no era lo mismo, sabía que podía verlas a menudo. Además, desde entonces se juntaba todavía más con los chicos.
—A ver, voy a añadirlo a la agenda, para que no se nos pase. ¿Tenían sitio para el viernes? —inquirió el rubio.
—Sí. Reservado para el viernes 6 de octubre. Cena para todo el grupo con la temática d ella cómics Germa 66 y entrada en el parque de bolas.
—¡Genial! Ya quiero ver la cara de Law cuando llegue el día —comentó Corazón, con emoción—. Mejor no decir tampoco nada al resto. A veces les cuesta eso de mantener una sorpresa.
—Me parece bien.
—Bueno, aún nos quedan un par de horas hasta el almuerzo. ¿Hacemos un descanso?
Subieron juntos hacia la azotea y tomaron asiento. El hombre de cabello rubio no tardó en encenderse un cigarro.
El cielo estaba algo gris, pero el sol se colaba entre las nubes. Las temperaturas todavía eran cálidas, así que se estaba genial allí arriba.
Pasadas unas semanas no sería agradable disfrutar así de los descansos.
—Oye, Corazón... Había pensado, bueno. Desde que estoy aquí no tengo mucho tiempo para hacer algo de ejercicio y quería saber si podía usar la cinta de correr que tienes en la habitación.
—Sí, no hay problema.
—Sé que podría ir a hacer footing, pero no me gustaría estar demasiado lejos por si ocurre alguna emergencia y necesitas ayuda.
—Sí, eso me ha pasado a mí desde que empecé. Por eso compre la cinta —explicó, sonriendo con despreocupación—. Puedes entrar siempre que lo necesites.
—Me sabe un poco mal molestar.
—En serio, no te preocupes —le tranquilizó él—. Venga, vamos a terminar el trabajo y ya si quieres puedes estrenar mi habitación antes de comer. Eh, o sea, me refiero a la cinta... Disculpa si ha sonado mal.
—Que va, lo he entendido a la primera —aseguró ella, sin poder evitar sonreír tras ver el expresión preocupada del rubio—. Venga, vamos a acabar la programación para el mes que viene.
—Sí, y también tenemos que revisar las cuentas. Pronto tendremos que hacer el pedido de comida y otros materiales.
[•••]
Tras otras dos horas intensas cuadrando cuentas y realizando el inventario, por fin había llegado el rato libre antes del almuerzo.
La peli(t/c) se acercó a su habitación y sacó del armario el nuevo conjunto que se había comprado para hacer deporte y que todavía no había tenido ocasión de estrenar.
Una vez lista, se dirigió hacia la habitación de su compañero. Antes de golpear la puerta para anunciar su llegad, se fijó en que había una nota pegada en la madera.
"No estoy, pero puedes entrar sin problemas".
(TN) no pudo evitar sonreír mientras despegaba la nota de la puerta. Aquella extraña atracción por Corazón aumentaba por momentos. Y más después de haber descubierto parte lo que guardaba bajo la ropa.
Tenía que disipar esos pensamientos. No podía mezclar ese tipo de sentimientos con el trabajo. No tenía pinta de acabar bien.
Una vez empezó a correr se dio cuenta de que había perdido practica. Tuvo que bajar un poco la velocidad de la cinta, pero poco a poco volvería a coger el ritmo.
A la joven todavía le quedaban unos minutos para terminar cuando su compañero llegó a la habitación.
Corazón golpeó la puerta con los nudillos para anunciar su llegada. Abrió lentamente y volvió a avisar de que entraba, pero la peli(t/c) llevaba los auriculares puestos.
No pudo evitar quedarse observando de forma Algo descarada la figura de la chica. Aquellos pantalones y el top deportivo quedaban realmente bien en su cuerpo.
No solo era agradable y buen trabajadora, sino que era guapísima... Era como si le hubieran enviado un ángel.
Sacudió la cabeza, alarmado. No podía ver a su compañera de esa forma y, de todos modos, jamas se fijaría en alguien como él. Las chicas solían buscar otro tipo de hombres, al menos esa conclusión había sacado a partir de sus experiencias amorosas.
Quería avisar de su llegada, pero no quería sobresaltarla.
Por suerte, apenas tardó un minuto en parar la máquina y quitarse los auriculares. La peli(t/c) se llevó la mano al pecho tras un pequeño sobresalto al darse cuenta de que no estaba sola.
—Disculpa, acabo de entrar y no quería interrumpir —explicó él, sin poder evitar observar como aquel moño hecho con prisa y algo despeinado le quedaba tan perfecto.
—Por favor, no tienes que disculparte por entrar en tú propia habitación —dijo ella, regalándole una sonrisa—. Gracias por dejarme usar la cinta. Supongo que la usaré siempre sobre esta hora, si no te molesto.
—Yo suelo usarla por la noche, así que no hay problema.
—Genial. Bueno, voy a darme una ducha rápida antes de comer. Ahora nos vemos.
El rubio tan solo asintió moviendo la cabeza con lentitud y siguiéndola con la mirada hasta que abandonó la habitación.
Una vez de camino a su cuarto, la joven apretó los labios para reprimir la enorme sonrisa que estuvo a punto de formarse en su rostro.
No quería ser engreída y tal vez podía llegar a equivocarse, pero había notado como Corazón se había fijado de más en ella. Era muy poco disimulado, y no iba a negar que le había encantado.
[•••]
—¡Día especial, día especial! —exclamaban Luffy y Vivi, mientras caminaban cogido de la mano dando pequeños saltos al lado de Corazón y Rainbow.
Habían hecho muy buenas migas desde que la pequeña de cabello azul se había quedado sin sus más íntimas amigas, aunque un rato después acabarían uniéndose a la fiesta.
Y así, es como llamaban a los días de cumpleaños en el centro de acogida: día especial. El rubio siempre organizaba eventos fuera del edificio, basándose en los gustos de cada uno de los pequeños y pequeñas.
Law no parecía especialmente emocionado. No le gustaba nada llamar la atención y eso era algo difícil teniendo en cuenta que siempre se movían en gran grupo y... Bueno, debido a algunos de sus compañeros y compañeras.
Sin embargo, sabía que Corazón y la nueva chica —sobretodo el primero, al que tenía gran estima— se habían esforzado en preparar aquel día, así que intentaba mostrarse lo más agradecido posible.
—Venga, ahora vamos a entrar ya al centro comercial. No armamos mucho jaleo y vamos con cuidado de no molestar a nadie —indicó el hombre de cabello rubio. Los pequeños asintieron.
Caminaron a través del establecimiento, el cual estaba bastante abarrotado, hasta que por fin llegaron a su destino.
Al pequeño de ojos grises no le hizo especial gracia ver el nombre del lugar y las decoraciones que había en los cristales opacos. ¿Le habían llevado a un sitio de disfraces? ¿En serio?
—Ven, Law, tu serás el primero en entrar —indicó Corazón, sin poder ocultar lo emocionado que estaba.
—Vamos a hacer una fila, venid —propuso la peli(t/c), indicando a los demás que se pusieran detrás de Law.
Cuando el mayor abrió la puerta, el chico pelinegro se quedó anonadado. Paseó sus ojos por toda la habitación, alucinando con todas las decoraciones y detalles de su cómic favorito: Germa 66. ¡Incluso los monitores iban disfrazados!
La comida y todo lo que había sobre la mesa también estaba ambientada en la historia: platos, vasos, servilletas, cupcakes y otros dulces.
Además, la mesa estaba llena de diferentes variedades de sushi y un plato de sándwiches variados para los que quisieran —por supuesto no para el cumpleañero—.
Disfrutaron de la comida, de los juegos con los monitores y del rato que pasaron en la piscina de bolas.
El camino de vuelta a casa fue muy animado. Todos hablaban de lo bien que lo había pasado y recordaban algunas anécdotas entre ellos. Law estaba igual de poco hablador que siempre.
—Bueno, veo que a todos os ha encantado, pero... ¿Qué hay del cumpleañero? —preguntó el rubio, una vez llegaron al centro, antes de subir a las habitaciones.
El pequeño de ojos grises se sintió algo incómodo al notar la mirada de sus compañeros, pero no pudo evitar dar unos pasos hacia delante y rodear con los brazos a su querido tutor.
(TN) tan solo pudo observar la escena con ternura, le pareció un momento demasiado adorable.
—Gracias a los dos... Por organizarme esta fiesta —murmuró, con la mirada clavada en el suelo.
La joven se acercó para abrazarlo también y, aunque el pelinegro no le devolvió el abrazo, tampoco se apartó. Aún no le tenia tanta confianza y aprecio como a Corazón, quien había hecho que su vida recobrara algo de sentido.
Tal vez con el tiempo, más adelante, si es que se quedaba con ellos.
—Venga, todos a lavarse los dientes y a jugar al patio. Rainbow y yo iremos preparando la noche de cine. Enseguida bajamos.
La mayor parte del grupo comenzó a subir en estampida las escaleras, hasta que los dos mayores les llamaron la atención y les pidieron que caminaran con calma. Obedecieron a la primera.
—Ha sido muy bonito... Law te tiene mucho aprecio. No parece que le coja cariño a cualquiera —comentó la peli(t/c), mientras se dirigía a la sala junto a su compañero.
—Es muy cerrado, más que cualquier otro de los niños y niñas que he tenido aquí. Seguro que con el tiempo tu también te lo ganas.
[•••]
Ya había pasado más o menos un mes. Estaban a principios de noviembre y era una mañana de jueves.
Corazón y (TN) se encontraban en el despacho realizando sus tareas diarias cuando el teléfono sonó de repente.
—Centro de menores Donquixote Family —respondió el rubio, descolgando el teléfono. La peli(t/c) apartó la mirada del ordenador y la dirigió hacia su compañero, viendo como su expresión se tornaba preocupada—. Entiendo, de acuerdo. Por supuesto, estaremos allí a la hora de la salida. Hasta luego.
—¿Qué ha pasado?
—Al parecer Zoro ha tenido una pelea con un compañero... Bastante grave. El director nos ha pedido que vayamos cuando acaben las clases para reunirnos con él.
—Madre mía... Bueno, seguro que podemos hablarlo y encontrar una solución.
A pesar de que ambos intentaron tranquilizarse el uno al otro, no pudieron evitar dar vueltas al tema durante las horas que todavía quedaban para dirigirse al colegio.
Una vez llegado el momento, decidieron coger la furgoneta del centro. No solían utilizarla siempre que podían coger el transporte público o ir caminando, pero así recogerían a todos los pequeños aprovechando el viaje.
Aparcaron un par de calles antes de llegar al colegio, ya que estaría demasiado abarrotado.
La puerta estaba llena de familias esperando a los más pequeños, que todavía no habían salido.
—Mira, este es el imbécil —se escuchó decir a una voz masculina, una vez en la entrada.
A continuación, todo sucedió muy rápido. Corazón recibió un puñetazo en la cara y comenzó un barullo por parte de todos los presentes. Algunos miraban horrorizados y otros trataban de calmar a los implicados.
El rubio fue a recibir otro puñetazo, pero logró pararlo a tiempo. Tan solo utilizó su fuerza para retenerle, no para hacerle daño.
—No hay necesidad de ponerse así. Le ruego que se calme y que hablemos como personas civilizadas —pidió con tono firme y semblante serio.
La peli(t/c) estaba perpleja. No tan solo por la situación sino porque cada vez se sentía más irremediablemente atraída por su compañero.
Por suerte, aquel hombre se calmó. Bueno, tal vez esa no era la palabra más adecuada; pero gracias a la intervención del bedel, el resto de familias y tal vez su propio sentimiento de vergüenza... Dejó de lado aquella grotesca escena.
Fue el mismo bedel el que guió a los adultos hasta el despacho del director. Allí, en el pasillo, sobre unos bancos de madera, estaban esperando los pequeños.
El chico se cabello verde tenía la mirada clavada en el suelo y expresión de rabia, mientras que el otro tenía los ojos llorosos y cara de inocencia.
Su tutora estaba sentada entre ambos, vigilando que no volvieran a intercambiar ningún otro puñetazo.
—Pasen, por favor —indicó el director, el señor Ishikawa, haciendo una pequeña reverencia a modo de saludo.
Los padres del niño y los tutores de Zoro hicieron caso a sus palabras y pasaron al interior del pulcro y ordenado despacho. Tomaron asiento en las sillas de cuero que habían frente al escritorio y esperaron en silencio a que el hombre comenzar a hablar.
—Creo que nunca he presenciado una pelea así en la institución —comenzó a explicar—. Este tipo de actitudes no pueden tolerarse en esta escuela. Desconozco el motivo de la pelea, pero...
—¡Está claro que ha empezado ese crio! No se puede esperar más de criaturas que han crecido en ese tipo de ambientes —interrumpió el padre del otro niño, con las mejillas teñidas de rojo por la rabia.
—¡Silencio! No tolero que se me interrumpa. —Ishikawa alzó la voz, provocando que la sala quedara en silencio tras sus palabras—. Le aseguro que su hijo no es ningún santo, pero eso no quita la responsabilidad de Roronoa. Ambos serán expulsados durante una semana y les aconsejo que tengan una buena charla con ellos.
—Por supuesto, el tema será tratado con la relevancia que merece —aseguró Corazón.
—Perfecto. Pueden retirarse.
Los padres del otro alumno fueron los primeros en levantarse, de forma abrupta y algo desagradable. No era de extrañar que su hijo se comportara de aquella forma. Como dicen: de tal palo, tal astilla.
Una vez fuera, ambos se acercaron al pequeño de cabello verde.
—Venga, Zoro, vamos a casa y nos cuentas lo que ha pasado —dijo la peli(t/c) posando su mano en el hombro del niño, con suavidad.
El susodicho se levantó sin decir nada y comenzó a caminar detrás de ellos. Tampoco dijo una sola palabra durante el trayecto. Ni el resto del grupo ni los dos adultos sacaron el tema, no al menos hasta llegar al centro.
—Zoro, ven aquí —le pidió el rubio, con tono suave, mientras los demás se dirigían hacia las escaleras para subir a sus habitaciones. El chico le hizo caso—. ¿Quieres hablar del tema ahora?
—¿Puedo estar un rato a solas en la habitación y luego hablamos?
—Claro, baja cuando quieras —respondió el mayor, dándole un par de golpecillos en la cabeza. Esperó a que se fuera para hable con su compañera—. Zoro tampoco es muy hablador. Cuando llegó aquí hace dos años apenas nos hablaba. Reaccionaba muy mal cuando algo no le gustaba y era imposible hacerle entrar en razón.
—Habéis hecho muy buen trabajo. Parece que ha mejorado bastante según me cuentas.
—Sí, aunque de vez en cuando le sigue costando controlarse... Algo habrá pasado hoy. Reflexionaremos con él cuando nos lo cuente y aplicaremos alguna consecuencia extra, además de la expulsión.
—De acuerdo, pero, oye... —murmuró la joven, observando el rostro de Corazón—. ¿No habría que ponerte algo de hielo en la mejilla?
—¿Está muy mal?
—Creo que te va a salir un moretón.
—Vale, pues... ¿Vas yendo al patio para cuando vayan bajando? Así no están solos.
—Sí, claro.
—Enseguida vuelvo —aseguró, sonriendo.
La peli(t/c) se quedó inmóvil viendo cómo se alejaba hacia la cocina. Se sintió un poco estúpida al pensar que le hubiera encantado ser ella la que le sujetara el hielo.
Negó con la cabeza y volvió a recordarse a sí misma la mala combinación de trabajo y relación personal; aunque sabía que tarde o temprano no sería tan fácil refrenarse.
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