Capítulo 1
—¿Es lo que quieres? ¿Estás completamente segura? —insistió su madre, mientras la seguía hasta la habitación.
—Sí, mamá. Estoy completamente segura —respondió (TN), abriendo las puertas del armario de par en par—. ¿Puedes darme una de las maletas?
—Si es por el dinero... Sabes que no hace falta. Nos apañaremos —siguió la mujer, sin cambiar de tema.
—No es por eso, mamá. A ver, no está mal ganar más dinero, pero lo hago por la experiencia —aclaró la peli(t/c), tratando de tranquilizarla—. Me apetece mucho, en serio. Si por lo que sea no estoy a gusto, puedo cambiar de opción.
—Está bien. Solo quiero que lo hagas porque de verdad es lo que deseas. —Dio unos suaves toquecillos en la cabeza de su hija—. Ve preparando la ropa. Voy a por la maleta.
Durante agosto y septiembre las temperaturas todavía serían cálidas; pero, de todas formas, se llevaría alguna cosa algo más abrigada. Solo por si algún día las temperaturas se volvían locas.
—Todo listo —murmuró, para sí misma, una vez la maleta estuvo cerrada.
—¿Te llevo yo en coche? —preguntó su madre, asomándose por la puerta.
—No hace falta, mamá.
—Vamos, no tengo nada que hacer...
—Bueno, sí quieres vale, pero no me mires como si me fuera a trabajar a otro país. Vuelvo los fines de semana —le pidió la joven.
—¡Ay, cariño, estoy tan orgullosa de ti! —exclamó la señora (TA), abalanzándose sobre su pequeña ya no tan pequeña.
Después del trayecto, y tras despedirse de su madre, (TN) bajó del coche y arrastró su maleta hasta cruzar de nuevo la puerta del centro.
Esta vez, junto a la chica que le había atendido, había otro hombre. Era alto, de cabello rubio e iba maquillado. Lo que más destacaba era la enorme sonrisa que se había dibujado con pintura roja.
—Eh, (TN). Ya has vuelto —saludo Baby 5, cuando se dio cuenta de que la joven se estaba acercando—. Este va a ser tú compañero la mayor parte del tiempo.
—Encantado, soy Donquixote Rocinante —se presentó, haciendo una extraña reverencia, perdiendo ligeramente el equilibrio durante el movimiento—. Aunque aquí todos me conocen como Corazón.
—Encantada, Corazón. Bueno, yo soy (TN) —se presentó ella, sonriendo dulcemente, mientras extendía la mano para que él se la estrechara.
—Pronto te buscarán un mote a ti también —le advirtió el rubio, devolviéndole el saludo—. Es una tradición que existe casi desde los inicios del centro.
—Hace siete años, concretamente —específico Baby 5.
—Los niños se están aseando para la comida. Vamos, te acompañaré al cuarto mientras tanto —propuso Corazón, haciendo una señal a la joven para que le siguiera.
(TN) siguió a su nuevo compañero por los pasillos del centro. Los azulejos eran color blanco roto y las paredes lisas, de color beige. Los muebles y la decoración iban acorde con esos colores, aunque algunas zonas de las paredes estaban decoradas por obras que parecían ser de los propios niños y niñas.
El rubio se detuvo al final al de uno de los pasillos del segundo piso. Había una puerta blanca a cada lado.
—Yo duermo en esta de aquí —comentó, señalando la que estaba a mano izquierda—. Normalmente me quedo toda la semana, si no necesito ningún día libre. Los demás no tienen un sitio fijo para dormir. Ahora que estás aquí, te asignaremos la otra.
—Me parece bien. ¿Pasó entonces? —preguntó ella, acercando su mano al pomo de la puerta.
—Sí, claro. Adelante —indicó él.
La peli(t/c) paseó sus ojos por toda la estancia. Las paredes continuaban siendo de tono beige, pero el suelo estaba cubierto por una moqueta marrón oscuro. La madera del armario y la mesita de noche también era oscuro, al igual que el cabecero de ambas camas. Las sábanas eran de color crema.
—Está genial —comentó, tras haber echado un vistazo a todo.
—¿Te parece bien ordenar la ropa luego? Los niños deben estar a puesto de bajar.
—Sí, claro. Dejaré la maleta aquí —respondió ella, dejándola al lado de una de las camas.
—¡Bien! ¡Vamos! —exclamó el rubio, con energía. Al mover los brazos se golpeó el codo con el marco de la puerta—. Ay, ay, ay...
—¿Estás bien? —preguntó (TN) dando un paso hasta quedar en frente de él. Alzó la mano para acariciarle el brazo con suavidad.
—Sí, tranquila. Estoy acostumbrado —explicó él, con una sonrisa despreocupada—. Venga, vamos.
La peli(t/c) no pudo evitar mirarle de reojo de vez en cuando mientras caminaban hacia el comedor. Era un tipo gracioso, parecía amable y algo torpe. Estaba segura de que se llevarían bien.
—Este es el comedor —apuntó Corazón, al entrar a la sala.
Había cuatro mesas de madera, amplias y alargadas. En vez de sillas había banquetas, del mismo tono que las mesas. Al fondo había una barra, tras la cual la cocinera estaba sirviendo las bandejas. Tras la barra, había una puerta que seguramente llevaría a la cocina.
—Esta es Giolla, nuestra querida cocinera —dijo el rubio, señalando a la mujer de cabello bicolor y labios pintados de un tono morado. Muy moderna para su edad.
—Encantada, yo soy (TN) —se presentó la joven, sonriente.
—Bienvenida a nuestro centro —dijo la mujer, con amabilidad.
—Estás a punto de probar una de las mejores comidas de todo Japón —le aviso Corazón.
—No seas exagerado, jovencito —dijo Giolla, siendo modesta. Sin embargo, la peli(t/c) había notado el rico olor nada más entrar al comedor. Estaba segura de que la comida sería espectacular—. ¿Me ayudáis a colocar las bandejas?
—Claro —murmuró la joven, cogiendo un par rápidamente—. ¿Cuántas por mesa?
—En esa de ahí cinco, para los mayores; en la otra siete, para los pequeños y en otra tres, para nosotros —indicó ella.
—Voy ya a buscarles. Enseguida estamos aquí —indicó Corazón, antes de abandonar el comedor.
Las dos féminas fueron colocando las bandejas de metal en los respectivos sitios, al lado de los vasos de agua y los cubiertos. Eran de plástico, de colores variados. En cada una de ellas había dos cuencos, uno con arroz y otro con sopa de miso y un plato con un filete de pescado y verduras variadas.
—Siempre incluimos sopa de miso y arroz. El plato principal va variando según el día de la semana —comentó Giolla, mientras acaban de colocar las bandejas en la mesa de ellos tres.
—Es genial que los niños y niñas puedan disfrutar de un menú sano y variado —apuntó la joven, observando fijamente la comida.
—Por cierto, ahí viene la tropa —avisó la mujer, señalando hacia la puerta. Ya se escuchaban sus voces desde el pasillo.
El corazón de (TN) latía más rápido de lo normal. No podía negar que estaba algo nerviosa, aunque tremendamente ilusionada por conocer a los pequeños.
En cuestión de segundos, un montón de ojitos le miraban fijamente a medida que iban entrando por la puerta. Desde los más pequeños hasta los más mayores observaban a la joven con curiosidad.
—Chicos y chicas, esta es (TN) y, a partir de ahora, se quedará con nosotros durante la semana —explicó Corazón.
—¿Te quedarás también a dormir? —preguntaron dos pequeñas, al unísono, una de cabello corto azul y otra de cabello corto anaranjado.
—Sí, solo me iré a casa a pasar el fin de semana. Quiero pasar mucho tiempo con vosotros. Espero que nos llevemos bien —respondido la peli(t/c), sonriendo con dulzura.
Los jóvenes intercambiaron miradas entre ellos, con cierto brillo especial en los ojos. El único que mantenía un semblante serio era un chico de cabello negro, que le observaba fijamente con aquellos penetrantes ojos grises.
(TN) no llegó a entender del todo la razón de la ilusión de los pequeños, ni tampoco con la desconfianza con la que le miraba que chico.
Sin embargo, después de unos minutos de presentaciones, parecía que había causado buena impresión en general. Se encargaría de intentar que todos ellos estuvieran a gusto con su presencia.
—Está realmente delicioso —comentó la joven, unos minutos después, cuando se llevó el primer bocado a la boca.
Los niños charlaban tranquilamente en sus mesas, mientras los tres adultos hacían lo mismo en la suya.
—Te lo dije. A ver si vas empezando a creértelo, Giolla —dijo Corazón, sonriente. (TN) no podía evitar mirarle de vez en cuando. ¿Siempre llevaría puesto ese maquillaje?
—Creo que a uno de los niños no le he gustado mucho —apuntó la peli(t/c), bajando la voz.
—No te preocupes, no es eso —le tranquilizó el rubio—. Es solo que la mayoría de gente que trabaja aquí suele marcharse tarde o temprano. Los niños están algo desilusionados en cuanto a eso.
—Entiendo... —murmuró ella, pensativa. Debía ser duro para los niños encariñarse y que la persona se marchara, sin embargo era algo normal para los adultos. Debías escoger lo que te viniera mejor.
Después de la comida, tanto niños como trabajadores tenían media hora de descanso antes de comenzar con talleres y actividades.
Tal y como su compañero, "Corazón", le había explicado mientras acababan de comer, los jóvenes solían realizar las tareas de repaso escolar por la mañana y, por las tardes, se llevaban acabo actividades más lúdicas.
Los lunes y miércoles se realizaban talleres de dibujo; los martes y jueves estaban destinados a la lectura; viernes tarde en el patio y noche de cine; sábado salida al parque y picnic al aire libre y, los domingos, juegos de mesa.
El horario de actividades cambiada durante el curso escolar, ya que los alumnos asistían a la escuela o al instituto.
Tras unos veinte minutos relajándose en su cama, (TN) se puso de nuevo la sandalias y salió de la habitación para dirigirse a la sala de actividades.
Debía bajar las escaleras hasta la planta baja. En frente del comedor estaba la sala común. Era un espacio con varias mesas y sillas, rincón de juegos, estantería con libros y una televisión grande colgada en la pared.
La puerta estaba entreabierta. Golpeó dos veces con los nudillos antes de entrar. Tal vez Corazón ya estaba preparando las cosas para la tarde de pintura.
—Hola —saludó la joven, amablemente. Efectivamente, el rubio estaba allí.
—Ey, (TN). Estoy acabando de preparar las cosas para el taller —explicó él, mientras pasaba la fregona por un charco de agua—. Van a pintar su propia versión de La noche estrellada. ¿Conoces la obra?
—Sí, claro —respondió la joven, acercándose para ayudarle a repartir los vasos de agua por las mesas.
—Algunas veces hacemos dibujo libre, pero está bien que aprendan un poco de cultura y estilos de pintura durante los talleres —comentó el rubio, dejando la fregona a un lado y cogiendo la caja de pinceles. En cuestión de segundos, el recipiente golpeó contra el suelo y los pinceles se desperdigaron por suelo—. Soy un autentico desastre.
—Tranquilo, yo a veces también soy un poco torpe —le tranquilizó ella, mientras se agachaba junto a él para recoger.
Corazón le miró, con una sonrisa nerviosa. Eso era lo que decía todo el mundo al principio, pero su torpeza no era como la del resto.
—Venga, vamos a buscar a los niños —dijo el rubio, con energía.
Subieron al piso de arriba y fueron paseando por el pasillo, llamando a varias de las puertas de madera. Los pequeños iban saliendo de sus respectivas habitaciones y se colocaban en fila.
(TN) no podía evitar mirar de reojo aquellas caritas llenas de alegría e ilusión, a pesar de todo lo que les había debido de pasar para acabar allí. Algunos incluso eran demasiado pequeños como para tal vez recordarlo nítidamente.
La peli(t/c) sentía mucha curiosidad, y esperaba poder ponerse al día pronto. Era importante conocer toda aquella información para saber cómo tratar a cada uno de ellos.
—¡Tomad asiento niños y niñas! —exclamó Corazón, con energía, una vez todos dentro de la sala.
Había unas cuantas sillas de madera y un par de puffs de color marrón oscuro. Nami y Nojiko se lanzaron rápidamente a por estos dos últimos y mullidos asientos. El resto fue ocupando las sillas.
—Primero de todo vamos a ver un vídeo muy interesante sobre un famoso pintor —explicó el hombre de cabellos rubios, mientras cogía con torpeza el mando para encender la pantalla—. Solo tengo que buscarlo en YouTube... Creo que lo tenía guardado en el historial.
—Lo voy buscando mientras sigues explicando —se ofreció la joven, teniendo la mano para que le pasara el mando.
—Ah, sí. ¡Perfecto!
Las actitudes durante el vídeo fueron de lo más variadas. Algunos observaban con interés; otros atendían, pero con expresión de no estar entendiendo mucho; alguno miraba la pantalla, pero sin mostrar mucho entusiasmo por el tema y un par de ellos estaban en su mundo.
Sin embargo, a la hora de la práctica, todos parecieron tomar la actividad con energía.
Pintar era relajante. Aunque no a todos se las daba bien, no les importaba en aquellos momentos. Allí nadie iba a evaluarles, era simplemente una distracción. Además... Era su propia versión del cuadro, ¿verdad? Si era su propia versión, ninguna estaría mal.
—Vaya, vaya... Os están quedando genial vuestras obras —comentó (TN), mientras se paseaba alrededor de las mesas donde los pequeños continuaban con su tarea.
La peli(t/c) había estado observando los colores que cada uno de ellos empleaba. No tenía intenciones de analizarlos de aquella forma; pero los colores que los niños solían emplear en sus dibujos podían darte información interesante, al igual que sus dibujos.
Aquella vuelta por las mesas había provocado que su interés creciera especialmente por Law y Robin. Eran dos jóvenes interesantes.
—¡Ya estoy aquí! He traído más pinturas. Les he quitado ya la tapa, así las podéis usar directamente —anunció Corazón, entrando de nuevo por la puerta.
Llevaba una bandeja con témperas de diversos colores, la cual se tambaleaba de manera peligrosa entre sus manos.
La peli(t/c) se giró hacia él cuando escuchó sus palabras y ni si quiera tuvo tiempo de reaccionar cuando vio que perdía el equilibrio.
No se había tropezado con nada, porque no había obstáculo alguno en el suelo. Aún así, soltó la bandeja mientras caía, haciendo que el contenido de los botes de pintura se esparcieran por la blusa blanca de la joven.
Se hizo el silencio durante unos segundos. Los niños y niñas observan la escena con los ojos abiertos de par en par. La mayoría no tardó en empezar a estallar en carcajadas.
—Corazón es un torpe —coreaban las dos pequeñas de cabello corto.
Luffy y Ace reían de manera descarada, sin ningún tipo de reparo. Sabo y Vivi trataban de disimular su sonrisa, no querían que pareciera que se estaban burlando. Usopp también trataba de ahogar su risa, pero por miedo a algún tipo de represalia. Sanji seguía concentrado pintando su obra, al igual que Zoro. Robin observaba la escena, con una leve sonrisa dibujada en su rostro. Law continuaba pintando, apretando con fuerza el pincel contra el papel para paliar la vergüenza ajena que estaba sintiendo.
—¡Corazón es súper torpe! —añadió Franky, sumándose a los cánticos de las dos pequeñas.
—¡Eh! —exclamó Nami, de repente. Todos se quedaron callados—. ¡Ya tengo nombre para (TN)!
—¿Nombre? —cuestionó la peli(t/c), algo confundida.
—¡Serás Rainbow! —clamó la pequeña de cabello naranja, señalando la mancha multicolor que teñía la blusa de la chica.
Oh, claro. Era lo que su compañero le había comentado. Poner nombres a los trabajadores era como una tradición.
Rainbow. No sonaba nada mal.
Esperaba con todas sus fuerzas hacer un buen trabajo para aquellas pequeñas personitas.
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