Todo Mejor
Espero que les guste~
Nota: La artista original de la portada anterior me pidió que no usará su arte, así que fui a lo seguro y use una imagen del mismo programa porque no quiero tener problemas con nadie
Nota-2: Antes de que empiecen a tirarme piedras y demás, lo siento mucho si los pronombres para Raine están mal. Intente hacerlo lo más neutro posible pero aun no entiendo del todo como funcionan los pronombres en su caso
Darius se despierta con un peso en el pecho...literalmente hablando, hay alguien sentando encima suyo y por las pequeñas manos que levantan muy ligeramente su antifaz para dormir, no necesita ser un genio para saber quien es el responsable.
-Hola principito~- lo mira y el niño chilla, sorprendido, aunque no tarda mucho en sonreírle enormemente. -¿Te sientes mejor?- se saca su antifaz para dejarlo en la mesa a su lado, sentándose con mucho cuidado y acomodando al niño en su regazo.
-Mucho- tarareo y el brujo no puede negar que esta aliviado ante la respuesta. -¿Podemos volver a la Casa Búho?- porque no alcanzo a disfrutar su momento allí o de jugar siquiera. Darius lo piensa, y aunque lo que menos quiere es soportar las burlas de Eda en su día libre, pero el niño
Y así es como termina frente a la casa, resignado y mentalizado para lo que pudiera suceder, esperando que jugar pudiera cansar al niño lo suficiente como para mantenerlo tranquilo lo mejor posible.
Mientras tanto, el rubio no puede evitar sonreír cuando la puerta se abre y la dueña de esta se muestra, su sonrisa grande y burlona como siempre.
-Mamá Eda~- extendió sus brazos hacia ella, ignorando como Darius se atraganta con su propia saliva ante sus palabras, su atención centrada en la gran y algo macabra sonrisa que se dibuja en el rostro de la bruja.
-¡Ven con mamá, rubia!- incluso con una sola mano, logra arrebatar al menor con facilidad de los brazos ajenos. El movimiento es repentino y un poco brusco, un sonido entre risa y chillido saliendo de la boca del chico. -¡Toma eso, montón de moco morado!- señala con su garfio hacia el brujo de los abominables, quien frunce el ceño.
-¡No soy un moco, búho loca!- él frunce el ceño, su enojo subiendo ante las carcajadas de ella. Eda le da un beso distraído en la frente del niño y lo baja, dejándolo vagar por la casa mientras ella se burla del adulto, quien gruñe entre dientes con cansancio.
Así que Hunter los deja discutir y se adentra un poco más en la casa, solo para detenerse en seco. Hay alguien durmiendo en el sofá, acostado a lo largo de este y con su cabeza sobre un pequeño almohadón. No se ve cómodo pero respira profundo y tranquilo, así que eso no parece molestarlo. Hay destellos de esa misma persona dándole una variedad de dulces a espaldas de los demás, de sonrisas suaves y ojos alegres mientras le silva una alegre tonada cuando se encontrando solos, de historias alegres mientras lo venda luego del fracaso en una misión.
-...Raine...- el nombre sale por si solo, sonriendo ligeramente, aunque no puede evitar hacer un puchero cuando sus ojos se centran en las marcas claras que manchan el rostro ajeno. Empiezan desde abajo de sus ojos, corren por sus mejillas y se pierden bajo su barbilla, luciendo como un camino de lágrimas, sin ir más allá por suerte.
Hunter frunció ligeramente el ceño, alzando su mano para tocar su propia mejilla, tenían un vago recuerdo de tener una cicatriz larga que cruzaba por su rostro, luchando con las náuseas cuando el destello de una masa viscosa y rara viene a su mente.
Sacude la cabeza, negándose a pensar en ello, y mira de reojo a su alrededor, animándose al ver unos potes tirados en el suelo junto a unas hojas en blanco. Son pinturas de colores brillantes que está seguro que Luz trajo de su propio mundo para King y tararea, pensativo.
Él también tiene cicatrices, grandes y visibles causadas todas por un solo ser del que no quiere pensar, y aunque ahora no están presentes, había algo que lo animaba.
Así que se sube con mucho cuidado, hunde sus dedos en el líquido frío y colorido, para luego ponerse a pintar. La punta de su lengua de asoma en señal de concentración, sus dedos torpes y algo temblorosos haciendo un relativo buen trabajo.
Ya esta yendo por el segundo color y casi terminando cuando el durmiente se remueve ligeramente, el niño alejando se mano para dejarlo bostezar ampliamente.
-¿Qué? ¿Quién?- los ojos del bardo se abren, su mano estirándose a ciegas para buscar sus anteojos dejados en algún lado y poniéndoselo apenas tiene la oportunidad, parpadeando con sorpresa cuando sus ojos se encuentran con los castaños que lo miran fijamente.
-Hola- sonrió, inocente, ocultando sus manos tras su espalda luego de bajarse del sillón para permitir que el músico se siente.
-...Hunter...- jadeo, sorprendido, y aunque parece dudar un poco, extiende su mano. El niño solo se queda allí, son molestarse por la mano fría y con callos en la punta de sus dedos que ahora acuna su mejilla, sino que se apoya en el toque. -Eda no mentía, eres pequeño...y lindo...- murmura con asombro.
-¡No soy lindo!- sus mejillas y la punta de sus orejas toman una tonada roja, haciendo un puchero. No puede evitar sacar sus manos de su escondite y flotarlas entre sí, la sensación de pintura siendo algo incomoda ahora.
-Si, lo eres- sonrió, algo suave y dulce brillando en sus ojos antes de fijarse en las manos ajenas. -¿Qué es eso?- frunció el ceño ante el color que mancha las pequeñas manos.
-¡Pintura!- y ahí es cuando Raine es del todo consiente de la sensación fría en su rostro, levantándose con apuro y torpeza para acercarse a un espejo colgado el la pared, su boca abriéndose en una mezcla de asombro y horror. Las cicatrices en su rostro ahora están pintadas, de un lado de color rojo y del otro azul, la pintura fresca pero no abundante como para empezar a gotear.
-¿Por qué?- mantuvo su tono tranquilo y con toda la curiosidad que tenía, aunque su subconsciente estaba deseando que la pintura no manchara su piel y saliera con facilidad.
-Flapjack hacia que todo fuera mejor en el castillo...- el bardo se endereza y voltea a ver al menor con sorpresa. El nombre del cardenal no era mencionado, no cuando aún le traía angustia al rubio pero en esos momentos, el niño se veía contento, sonriendo con suavidad ante el recuerdo de sus amigo al parecer. -...y Waffles hace que todo sea mejor ahora...- tarareo. -...así que pinte tus marcas con sus colores- sonrió, orgulloso por sus acciones al parecer. -¿Te sientes mejor?-
-Yo...- había llegado a una especie de acuerdo con lo sucedido y las consecuencias que había dejado atras, aunque aún le daba una sensación de asco y pánico cuando soñaba con ello, pero las palabras y la intención tras el acto del niño, quien había sido aun más lastimado durante años, enternecida su corazón. -...mucho mejor-
-¡Genial!- se animo. -¿Tocarías una canción?- había hecho esa pregunta antes, tímido y en un susurro casi inaudible para luego esconderse para disfrutar de la tonada, pero ahora eran libres y no necesitaban esconderse.
-Por supuesto...- no creía que pudiera negarle algo, no cuando esos ojos brillantes le devolvían la mirada, suplicante. -...pero, primero, vamos a lavarte las manos- hizo un gesto, empezando a caminar.
-Esta bien- siguió al bardo sin muchas quejas. -Puedes sacarte eso de la cara, la pintura se siente rara después de un rato- su comentario hace que Raine suelte una carcajada, divertido y aliviado de poder limpiarse la cara.
Aunque Eda y Darius los ven en el camino, y por primera vez en mucho tiempo, ambos parecen ponerse de acuerdo y se burlan de la pintura que cubre sus cicatrices por el momento.
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