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» Una noche de verano en el año 2012 «
Una luz incandescente en forma de gota mostró el camino cuando la oscuridad engulló los colores, y a su paso, un canto a capella al ritmo de aplausos pausados; Nunew miró la vela sobre el pastel de merengue y frutas (o lo que con la poca claridad alcanzó a identificar), y la observó a detalle, la manera en que la cera se derretía ante el fuego en una lenta agonía. Cuando los aplausos aumentaron la velocidad, sonrió con timidez, había llegado el ansiado momento para cerrar los ojos.
Sopló, y tras un pensamiento dorado, el fuego murió, suplantada su luz de inmediato por la del foco en el comedor; serpentinas colgaban del techo, globos rodeaban el perímetro, el pastel frente a él y sonrisas a su alrededor, entre ellas la de su madre, que le hizo la tan obvia pregunta y Nunew sólo negó en silenció, haciendo con su mano un movimiento deslizante como si su boca sonriente fuera un cierre.
Si lo digo, mamá, no se cumplirá.
Y entonces desenfocó los colores, todos los colores, por aquí y por allá, alrededor y sobre él, y en cada rincón, y puntos borrosos tomaron su lugar.
Nunew se despidió de su último invitado, cerró la puerta y fue directo a la cocina, donde su padre y madre limpiaban los restos de la fiesta en honor a su onceavo cumpleaños; les preguntó si podía irse a su habitación, a lo que su madre respondió "sí" y su padre mencionó que todos sus regalos ya le esperaban allí arriba sobre su cama. Subió contento, y algo cansado, pero no tanto como para dormir y no husmear en las cajas y bolsas coloridas aún selladas con listones en forma de moño.
Sus ojos se abrieron de pronto, su cuerpo nadando entre destellos celestes y pequeños puntos rosas brillantes, como si estuviera varado dentro de un mar de estrellas, el pánico fue instantáneo al igual que la fascinación; escuchó crujidos, tal cual granos de arena chocando entre si, se giró, buscando el origen de aquel sonido, pero no podía encontrarlo en medio de la masa oscura parpadeante, y por cada media vuelta dada, más cerca escuchaba, acorralando su cordura, hasta que sin más se detuvo; algo se rompió dentro de sus oídos, como un cristal contra el suelo. Las estrellas se apagaron y respirar resultó difícil.
El aire lo golpeó, casi literalmente; se incorporó en medio de tosidos, las sábanas resbalaron de encima de su cuerpo. Miró a los lados, intentando orientarse; algo se movió entre las sombras de su habitación. Recuperándose, abrió la boca, y luego recordó las películas de terror que veía con su amigo Ton a escondidas de sus mamás; no era muy inteligente preguntar por lo que habría allí.
Nunew cerró los ojos y contó hasta tres, encontrando dos círculos centellando rojo dentro de su armario a medio cerrar.
Sintió miedo, claro que lo sentía, más que nada, por la incertidumbre de lo desconocido, no es que creyera en espíritus errantes que pudieran hacerle daño, ni en esos monstruos bajo la cama o escondidos tras las puertas, pero... ¿Y entonces? ¿Eso qué es?
Los círculos subieron más alto, y el paso de una presencia recorrió la penumbra, Nunew trabajó por respirar; cortas y rápidas respiraciones saturaban sus pulmones. La luz lunar entrando libremente por la ventana despejada através del cristal formaba un andén de claridad diviendo la oscuridad, y la luna se reflejó allí, contra la punta lustrosa de unos zapatos negros que no reconoció; Nunew levantó la mirada lentamente, encontrando entre la luz y la oscuridad, apenas asomándose, la forma de un medio rostro fino y pálido, aparentemente humano, el de un hombre, que le observaba con tal intensidad sobre ojeras moradas como un depredador a su presa, y Nunew se encontró a si mismo atrapado en el radar mortal de ese algo, (o alguien) que no se permitía parpadear, cual bestia acechando. Sintió su corazón latir dentro de sus oídos, y un sudor frío se deslizó de su frente. Cuando el presunto hombre dió un paso, Nunew dejó de respirar por miedo a molestarlo, miedo a ponerlo en alerta, y el pánico se apoderó de su cuerpo. Su corazón se detuvo ante la sonrisa inhumana que se moldeó en ese rostro pálido; dos pulcras piezas cónicas conformando parte de su dentadura impoluta, reluciendo filosas bajo sus labios rojos humedecidos en medio del andén de claridad.
Abrió la boca más ancho, y lo que supo que era un par de colmillos se le fueron mostrados en todo su esplendor; por la mente de Nunew pasaron muchas cosas y una de ellas era clara, el peligro. Nunew apenas logró ver brazos estirados alcanzándolo, y esa roja mirada despiadada y sedienta, cuando su atacante dio un salto implacable, tan rápido, que los ojos de Nunew habían sido más lentos que él.
Jadeante y sudoroso, Nunew despertó, escuchando un ruido de algo estrellándose y cayendo contra el piso, más unos tenues quejidos de dolor.
— ¿Quién anda allí? — Preguntó Nunew, antes de que pudiera razonarlo, y volvió a jadear.
Y la respuesta fue el silencio denso que llegó después.
Al igual que en su sueño (o más bien pesadilla), dos puntos rojos refulgieron dentro de la sombra, pero a diferencia de lo irreal, esta mirada no le provocó a Nunew ningún terror, a pesar de saber, había un desconocido (humano o no, no habia diferencia) de intensos ojos inusuales dentro de su habitación con vaya a saber que intenciones.
El hombre se levantó del piso con cuidado, una rodilla tras la otra, era exactamente la imagen que había soñado a excepción de su comportamiento nervioso intentando esconderlo bajo ojos impasibles, demasiado para ser genuinos. Su camisa blanca se perdía entre el color de su piel y su pantalón negro de vestir entre la oscuridad de la habitación.
Nunew logró respirar. — ¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? — Se irguió valiente, dispuesto a gritar con todas sus fuerzas en cualquier momento que lo requiriera.
El desconocido giró sus ojos hacia el techo, los cerró y luego, llegando a un acuerdo consigo mismo, se lamió los labios abriendo los ojos, ahora un color dorado brillaba de ellos. — El hada de los dientes.
Nunew lo miró confundido.
— ¿En serio quiere que crea eso?
Zee rió un poco, por encima del dolor en su pierna, había chocado contra un mueble cuando Nunew repentinamente despertó. — Sí.
— Voy a gritar.
— No, no lo harás. — Dijo Zee. — Estás demasiado curioso. — Nunew frunció el ceño. — Sí, lo sé. Sé que lo estás.
El rostro de Nunew se relajó un poco aunque él no estaba relajado ni un poco. — No es exactamente como me contaron que era el hada de los dientes. Además, no se me ha caído ningún diente. ¿Qué hace aquí?
— Bueno, lamento decepcionarte. — Nunew lo miró meter sus manos frías a los bolsillos de su pantalón, pareciendo casi juvenil y no un ser poco menos de mil años, según Zee. — Tu deseo. — Nunew ladeó su cabeza, igual que cuando era más pequeño. — Algo muy profundo para un niño, en mi opinión. El amor no debería preocuparte ahora.
Nunew se sonrojó. — ¿No debería ser cupido quien me diga esto?
Zee dio dos pasos consiente del encogimiento en el cuerpo de Nunew. — El amor romántico, no es el único que existe.
— Ahh, y debe ser, el hada de los dientes, experto en el tema, por eso está aquí.
Zee eliminó el resto de espacio entre él y la cama, Nunew cerró los puños en las sábanas, ajeno a los verdaderos pensamientos del desconocido; Zee de pronto se puso incómodo. — Sólo vine a dejarte esto. — De su mano apareció, entre una ola lumínica, como el efecto escarcha, un material para manualidades que suele usar su madre, una moneda flotante dando apreciables giros en medio de sus dedos, pulgar e índice. Zee le indicó a Nunew alzar una mano, lo que Nunew hizo despacio, perdido en el baile de la moneda y la fosforescencia a su alrededor.
Feliz cumpleaños, Nunew.
Escuchó, dentro de su cabeza.
Una vez la moneda sobre su palma, el hada de los dientes se había ido.
Nunew caminó a ciegas hasta el mueble en su habitación, abrió un cajón, y hurgando bajo la ropa, encontró tres monedas muy similares a la que recién se le entregó.
Siempre creyó que había sido su padre, un apasionado por las antigüedades, el que dejaba aquellas extrañas monedas bajo su almohada.
Zee, con la espalda recta contra la pared, escuchaba el ajetreo que hacía Nunew através de la ventana que dejó abierta.
Tal vez él no tenía los poderes mágicos que la creencia popular humana tiene sobre las hadas y los seres fantásticos, pero él tenía el poder de hacer cambiar la opinión de un incrédulo.
A veces a la fuerza.
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