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» Una noche de primavera en el año 2007 «

— Mira, mami. ¡Mira, mami!

Con gran emoción, el pequeño niño de no más de seis años, corrió hacia su mamá en la cocina en medio de lavar los trastes. La mujer se giró, con la expectativa de qué tendría tan asombrado a su retoño, y secó la humedad en sus manos con el delantal a su cintura.

—¿Qué sucede, Nunew?

— ¡Mami, mami! ¡Mi diente!

Nunew alzó su mano, con la diminuta pieza reluciente contra la luz del foco, con una enorme sonrisa asimétrica; un pequeño espacio entre sus dientes inferiores donde antes estaba lo que Nunew mostraba con mucho orgullo.

— Eso puedo ver. — Pero más asombrada estuvo la mujer de ver que su hijo respondía positivamente a un hecho que horrorizaría a cualquier niño, incluso a un adulto. Sobre todo a un adulto. — ¿No te asustaste?

— No.

Ok. — Nunew, bebito, ¿Sabes lo que deben hacer los niños buenos como tú cuando se les cae un diente?

El niño lo intentó, pero no logró hayar respuesta para lo que se le estaba preguntando. La mujer sonrió en grande cuando su hijo ladeó su cabecita confundido y la gravedad hizo efecto en sus pesados cachetitos redondos. La expresión de Nunew fue cambiando a una mirada de emocionados ojitos brillosos conforme su mami iba contando una increíble historia de una criatura mágica proveniente de un mundo sin igual lleno de fantasía.

Dando saltitos de alegría, el pequeño niño fue directo a su habitación repitiendo en su cabecita las importantes instrucciones que le dictó su mami.

Lavarme los dientes y ponerme debajo de la almohada.

Ah, no, no.

Lavarme los dientes y también lavar el diente que ya no está en mi boquita y dejarlo debajo de la almohada.

Ah, sí, y también dormir. Mami vendrá pronto.

Fue complicado al principio; la emoción atacando su cuerpo chiquito era demasiada, difícil de manejar para el niño; sus extremidades inquietas como su tierna mente.

Pero pronto, y sin darse cuenta, Nunew cayó dormido a mitad de la noche.

En la profunda oscuridad, surgió una mirada de ojos rojos; uñas rasparon el vidrio de la ventana, las cortinas ondearon y el frío se abrió paso en el interior de la cálida habitación; el cuerpo inocente sobre la cama se aferró al calor de sus coloridas cobijas. Flotando, se acercó al aroma de la piel inmaculada y respiró hasta el fondo; la garganta se le secó y tuvo que tragar la saliva en su boca, espero un segundo, resistiendo, y exhaló despacio.

Era más hermoso de cerca; la forma de un ángel. O al menos, del ángel que los humanos del último siglo conocían y con la que se sentían más cómodos.

Con un movimento, el más suave que haya planeado en toda su vida maldita, levantó la esquina de la suave almohada. Sólo un poco... Un poquito más... y... listo.

En realidad él... podría... sólo... levantar al niño dormido y... cargarlo... No. No.

Sabía que debía marcharse cuanto antes, pero su cuerpo sucio no respondía sus órdenes; en cambio, no tuvo problemas para inclinarse un poco, sacar su lengua filosa y... El crujido de unos pasos y luego, el chillido de la madera hinchada de la puerta. Maldijo en su mente, antigua como el mismo infierno.

No, eso estuvo bien; él debía largarse de ahí. Ni si quiera debía estar ahí. Fue oportuna la distracción. Bendita, incluso, si pudiera un demonio como él, pronunciar aquella palabra odiosa.

"Buenas noches" dijo sin apuro con su voz grave; el aire frío de su interior viajó haciendo cosquillas en la nariz del niño que engarruñó su dulce carita. Nunca antes, había tenido la sensación genuina de sonreír.

Con eso en el corazón, que había creído muerto hace tanto, salió, yéndose sin pasos, ni despedidas, y llevando con él algo que atesoraría aunque sus manos estuvieran vacías. Más o menos. El pequeño diente viajando en su bolsillo del pantalón.

La mujer entró por completo a la habitación de su hijo, y fue directo a cerrar la ventana; podría jurar haber visto algo sospechoso, tan sospechoso como la ventana abierta que ella misma cerró horas antes.

Miró a su hijo, que dormía plácidamente, y le dió un beso en la frente. Nunew, ajeno a lo siguiente que su mamá haría. Pero, ¿Y esto? ¿Su marido habría venido antes? ¿Por qué no lo mencionó?

Para cuando Nunew despertó al día siguiente, la conocida emoción llegó a él como un golpe y rápidamente se deshizo de la almohada tirándola lejos de ahí. ¡Dinero! Su mami tenía razón. Y... también... había otra cosa.

Una moneda.

Una moneda muy rara.

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