Capítulo 17: Normalidad
Medio día de camino y Sasuke se había quedado completamente dormido con la cabeza apoyada sobre el pecho de su esposo. Ni el movimiento del caballo le molestaba, debía estar realmente cansado pese a que había intentando mantener sus ojos abiertos gran parte del camino. Finalmente, había sucumbido ante el cansancio, pero eso no le importó a Naruto.
Una sonrisa fue lo único que reflejó su rostro al ver cómo su esposo dormía plácidamente. Los nervios que seguramente habría pasado allí encerrado en el fuerte por fin desaparecerían. Él mismo había dudado de la palabra de los blancos, del hermano de Sasuke. Hubo momentos donde creyó que le mentían, que no querían devolverle a su esposo, ahora por fin lo tenía de nuevo consigo.
Ese invierno iba a ser duro, ya podía sentirlo pese a que sólo estaba comenzando. Las nevadas habían hecho estragos y sus caballos dejaban las huellas tras ellos en dirección al poblado. Por el tiempo, Naruto supo que esa noche, seguramente volvería a nevar y borraría todo el rastro a su espalda.
Una semana habían estado fuera esperando a Sasuke, una semana donde habían aprovechado para cazar algunos animales que todavía quedaban en ese crudo invierno que se avecinaba. Los búfalos ya habían empezado a moverse en busca de mejores pastos y eso dificultaría durante un tiempo la caza. Antiguamente, toda la tribu se habría movido tras la manada, intentando sobrevivir a ese duro periodo, ahora... se habían vuelto sedentarios y muchos tipis estaban empezando a ser reemplazados por casas de adobe.
- Despierta, dormilón – sonrió Naruto, acariciando con el dorso de su mano el rostro angelical de Sasuke – ya llegamos.
Sasuke abrió los ojos con lentitud. Estaba demasiado cansado pero se esforzó en abrirlos y observar el poblado. Seguía tan animado como siempre pese a la nieve, el viento y el frío. Las mujeres cocinaban juntas en una hoguera central, los hombres afilaban sus armas, todos ataviados con sus capas de piel de bisonte.
- ¿Tienes frío? – le preguntó Naruto, pese a que lo había intentado tapar lo mejor posible con su capa, acercándolo a su pecho para que sintiera su calor.
- Un poco.
- Mi madre te estaba haciendo una capa de bisonte para este invierno. Aquí suelen ser duros.
- No te preocupes.
- Lo hago – comentó Naruto – vosotros no estáis acostumbrados a esto. No tendrás las comodidades del fuerte y tenemos que seguir buscando la comida a diario. Al menos ya se han recogido los cultivos, esperemos que haya suficiente para pasar el invierno.
- Quiero ir a cazar con vosotros.
- No cazaremos mucho en estos tiempos – susurró Naruto – los bisontes se mueven rápido llanura abajo, evitando la nieve y buscando pastos. No podemos recorrer tantos kilómetros y volver al poblado. La caza va a disminuir y además... tú no estás recuperado para cazar. Ese brazo necesita mucho reposo.
- No tanto como crees.
- Más de lo que tú crees – sonrió Naruto, viendo lo impaciente que estaba Sasuke por volver a la rutina, pero no podía, ambos sabían que acababa de salir de una operación, que había sido grave y le habían avisado que necesitaba tiempo para recuperarse.
El caballo relinchaba fugazmente, moviendo la cabeza con brusquedad en ciertos momentos, casi impaciente al ver que ya llegaban al poblado. Todos estaban cansados, deseando que esa aventura llegase a su fin, volver a la rutina, a la tienda.
Kushina fue la primera en dejar el telar y levantarse, observando cómo esos caballos se acercaban al poblado. Caminó con lentitud, sin apartar la mirada de su hijo y de cómo bajaba del caballo antes de ayudar a Sasuke. No pasó desapercibido el gesto de dolor en el rostro del moreno, pero intuyó que sería por la herida. Suspiró aliviada al verlos llegar sanos y salvos, al ver que su hijo estaba perfectamente.
Se hizo paso entre los guerreros que acompañaban a su hijo y se abrazó a Naruto. ¡Una semana había pasado con los nervios de saber qué estaba ocurriendo! Verlo volver ileso, sano y salvo... hizo que su corazón se relajase de golpe.
- Por fin estás aquí.
- Lo siento, mamá – sonrió Naruto, correspondiendo aquel abrazo – estamos en casa.
- Sí. Lo estáis. Vamos dentro y os prepararé algo de comer. Debéis estar muertos de hambre – comentó mientras acariciaba el rostro de Sasuke, sonriendo y dándole la bienvenida con un abrazo.
Los tres entraron en la tienda y mientras Naruto cepillaba al caballo y le ponía un poco de paja a su lado, su madre cocinaba en el fuego del centro del tipi. Sasuke intentó echarles un cable, pero los dos le mandaron a la cama, insistiéndole en que se tapase con las mantas de piel de bisonte y se relajase.
El guiso que Kushina realizó estaba realmente delicioso, aunque el rostro de Sasuke daba a intuir que seguía sin haberse acostumbrado todavía al sabor fuerte de la carne de caza. Naruto no pudo evitar soltar una ligera sonrisa al ver su cara, lo que hizo que su esposo intentase controlar aquellos gestos.
Al finalizar la cena, Kushina decidió irse, dejando a ambos solos. Seguramente querrían estar juntos después de la larga estancia separados. Los miró una última vez, con la olla en las manos. No pudo evitar sonreír al ver cómo Naruto se tumbaba al lado de su esposo, colocándose sobre la manta y sonriendo mientras alzaba la mano para que Sasuke pudiera cogerla y entrelazar sus dedos.
- ¿Vas a ir a cazar mañana? – preguntó Sasuke.
- Sí. Tengo que hacerlo – comentó Naruto.
- Pero... acabamos de llegar de viaje y estás cansado.
- Estoy agotado – sonrió Naruto, apoyando la cabeza sobre el pecho de su esposo.
- Deberías descansar aunque sólo fuera mañana.
- Me encantaría pasar todo el día a tu lado – sonrió Naruto, acariciando y jugando con la unión de sus dedos – pero tengo que ir a cazar. El invierno puede ser muy cruel. Es mejor que les ayude a traer comida al poblado. Ya hemos perdido mucho tiempo.
- Lo siento – comentó Sasuke.
- No te preocupes. Me alegra que estés bien y de vuelta.
- Y yo. Al menos aquí puedo cenar tranquilo en familia – sonrió Sasuke.
- Tu familia te adora.
- Mi hermano me adora.
- Y tus padres también, aunque quizá les cueste más demostrarlo. Me imagino que más a tu padre. No le gustará la idea de que estés casado conmigo.
- Él me obligó a contraer matrimonio contigo – dijo Sasuke algo cabreado, aunque no era un cabreo con su esposo, sino dirigido a su padre – si ahora no le gusta que esté feliz a tu lado es su problema.
- No creo que vaya en relación a la felicidad, sino a que no se fía de nuestro pueblo ni de nuestras costumbres. Tampoco nosotros nos fiamos de los blancos. Es una desconfianza mutua. No podemos hacer mucho con eso, pero podemos ser felices igualmente, yo confío en ti y eso es lo único que me importa.
- También yo confío en ti.
- ¿Te hago daño? – preguntó Naruto al ver cómo Sasuke se movía ligeramente.
- No. Estoy bien.
- Si te doy en el hombro o algo, dímelo.
- Estoy bien, Naruto. Me gusta estar así – sonrió Sasuke, dejándose invadir por aquella calma que en breve llevaría a ambos a un profundo sueño – deberías entrar bajo la manta. No quiero que cojas frío.
- A mí también.
Aprovechó aquel momento, para meterse dentro de la manta. El fuego continuaba proporcionando gran calidez al interior del tipi, una calidez que sólo era opacada por el calor que desprendía el cuerpo de su esposo. Ambos cayeron rendidos al momento, con sus manos todavía cogidas, sus dedos entrelazados y sus respiraciones tornándose unísonas.
A la mañana siguiente, cuando Sasuke consiguió abrir los ojos, descubrió que su esposo ya no estaba en su lecho. Por la luz que entraba a través del agujero de lo alto por donde salía el humo de la fogata central, intuyó que debía haberse marchado hacía horas.
Miró su hombro desnudo, centrándose en esa cicatriz que le había quedado tras la operación. ¡Todavía dolía! Sólo había pasado una semana y mantenía el antibiótico. Apenas podía mover el brazo, el dolor era insoportable cuando hacía el mínimo esfuerzo.
- Buenos días – escuchó la voz de Kushina que entraba por la tienda con un cuenco de gachas – te he traído el desayuno y la medicación. Naruto me ha dicho que tienes que tomártela.
- Sí – sonrió Sasuke – todavía tengo que tomarla un buen tiempo al parecer.
- Pronto pasará, ya lo verás. Eres joven, las heridas se os curan rápido.
- Eso espero. No quiero sentirme un inútil aquí tirado en la cama todo el día. Quiero ir a cazar con ellos.
- Es tu primer invierno, tómalo con calma. Son fríos y crueles con los novatos, es mejor que el primer invierno veas cómo es y te acostumbres. El siguiente será mejor, estarás preparado.
- La verdad... es que me gustaría poder darme un baño – aseguró Sasuke – pero no me apetece tener que ir al río con la nieve.
- Oh... no, cielo, no vamos al río en invierno. Calentamos cubos de agua en el fuego. Lo volcamos luego en los barreños de madera. Pondré a calentar los cubos para que puedas lavarte.
- ¿Crees que tardará mucho tiempo en volver Naruto?
- No creo que tarden mucho, la caza ya ha empezado a moverse y con este frío... no es bueno que se alejen demasiado del poblado.
- Entonces creo que le esperaré. Seguro que querrá darse un baño también cuando llegue.
- Iré calentando los cubos. Tardan bastante en estar todos listos. Puedes esperarle dentro cuando vayamos por la mitad – sonrió Kushina.
***
Caminó por el poblado. Algunos guerreros seguían trabajando sin descanso en la construcción de las nuevas viviendas. Los poblados más cercanos como los Hidatsa o los Mandan, habían empezado a construir viviendas de tierra, dispuestos a asentarse permanentemente en el mismo territorio, levantando empalizadas con troncos para defenderse. Su abuelo, tras hablar con los jefes de las tribus, había decidido que ya era hora de dejar de moverse tras las manadas y asentarse definitivamente. Aquel era un buen lugar, sin embargo, el primer año sería difícil.
Los animales y los cultivos aún no eran suficiente para mantener a todos ese invierno, pero Naruto esperaba que con lo poco que pudieran cazar y lo que habían guardado de la cosecha, pudieran resistir todo el invierno hasta que las grandes manadas de bisontes regresasen.
- ¿Ha ido bien la caza? – preguntó su abuelo al verle llegar con la partida que había organizado.
- Más o menos. Algunos zorros y aves. Ya no quedan bisontes por aquí – sonrió – todos han bajado de las colinas buscando pastos. ¿Cómo va la construcción?
- Los Mandan nos están ayudando. En pocas semanas deberíamos tener todas listas y habitables.
- Eso está muy bien.
- ¿Has visto Sioux por el territorio?
- No. Deben estar bajando con las manadas de bisontes. Mejor así, evitaremos conflictos con ellos.
- Eso seguro. ¿Cómo le ha ido a Menma? – preguntó Jiraiya al ver al pequeño desmontando del caballo.
- Bien, aunque sólo hace que preguntar por Sasuke. Aún no le había podido ver. Llegamos tarde anoche y... quizá luego, cuando despierte.
- Sigue pensando que es su culpa. Sólo quiere verle para saber que está bien.
- Ya le he dicho que está bien – sonrió Naruto.
- Aunque se lo digas... querrá verle para asegurarse.
- Voy a ir a ver cómo se encuentra mi esposo. Luego nos vemos.
Naruto apretó las riendas del caballo y caminó hacia su tipi. Su madre salía de la tienda llevando un cubo de agua, por lo que intuyó que seguramente las mujeres de la tribu le estaban ayudando para lavarse.
- ¿Cómo está? – preguntó Naruto.
- Creo que le duele un poco el brazo aún. Ahora se está relajando. Te esperaba.
- Iré con él. Yo llevaré el último cubo – sonrió Naruto, cogiendo el cubo de las manos de la muchacha que iba a entrar.
Tanto su madre como la otra mujer entendieron claramente que Naruto les pedía privacidad a partir de aquel momento. Sai se acercó hasta él para llevarse su caballo segundos antes de que entrase en el tipi con el cubo de agua caliente en sus manos.
Allí estaba su esposo, tumbado dentro del barreño, con los ojos cerrados y tratando de relajarse. Seguramente pensaba que era su madre la que entraba, por eso ni abrió los ojos, sin embargo, Naruto se colocó a su espalda y lanzó el agua despacio sobre su pecho mientras le susurraba al oído que le dejase un hueco. Sasuke sonrió al escucharle, moviéndose ligeramente para dejarle espacio. Naruto unió sus labios a los de Sasuke antes de dejar el cubo a un lado.
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