🧚El diente dulce🍬

En la mansión y los que conocen al conde sabe que tiene un diente dulce, osea, adora los dulces, postres e incluso que su té este con tres cubos de azúcar. Sebastián intentá no darles tanto, porque aparte de ser un peligro a la salud con esas cantidades de azúcares sus dientes podrían pudrirse de caries.

Por eso cuando tiene la oportunidad siempre lo obliga a lavarse los dientes cada vez que consuma dulces.

Lo que hoy, un día normal Ciel se lavaba los dientes después de comer su postre de chocolate favorito se encontró con una sensación rara en su boca. Siente que algo se desprende de su boca para luego escupirlo en su mano. Cuando ve, es un diente de leche.

- oh...- dice  Ciel mirando su diente caído como si fuera lo más interesante del mundo.

- Se le cayó un diente joven amo - dice Sebastián detrás de él sonriendo divertido por la expresión del niño. - tal vez la supuesta hada de los dientes vendrá a darle un regalo.

- que quieres decir con supuesta? Ella es real no?- responde Ciel mirando a su mayordomo con miedo esperando que lo que dice sea una broma. Ella es real, siempre le deja monedas.

Sebastián lo miraba con arrepintiendo de sus palabras, tal vez  actúe como adulto, pero aún tiene esa parte infantil y debe protegerlo.

- por supuesto que es real joven amo disculpe mis palabras, lo que pasa que en el infierno no es muy conocida.

- oh ya veo, entonces me dejara monedas!- dice Ciel emocionado corriendo hacia su habitación y meter el diente debajo de su almohada favorita- estará segura aquí y en la noche ella vendrá.

- por supuesto mi señor

- y por fin la voy a ver! Me quedaré despierto!

Ah...eso no lo esperaba el demonio, era obvio que nunca vendrá pero Ciel se ve tan ilusionado, debe planear algo.

Y ya se le ocurre que hará el papel de hada.
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- señor Sebastián, estás seguro que esto funcionará? No quiero desilusionar a mi Cielito- dice Elizabeth la prima y prometida del conde, afortunadamente la niña mayor ya no creía en hadas y fantasía a pesar que le gusta jugar al té.

- no se preocupe señorita Elizabeth yo me encargaré que esto funcione.

A escondidas de la vista y oídos del conde, Sebastián infiltró a la señorita y la escondió en su habitación hasta que se hiciera la hora de la actuación.

Cuando la hora de dormir llegó el mayordomo preparo a Ciel para la cama con su gran camisón favorito, el niño emocionado entre sabanas esperaba ansioso al hada. Con una buenas noches de Sebastián el plan entró en acción.

En el tejado de la mansión debajo de la ventana que daba a la habitación del conde, Elizabeth vestida de hada y con un arnés bajo con cuidado (con ayuda de Sebastián claro) llegando a la ventana simulando que volaba. La niña tocó la ventana tres veces y vio como su prometido adormilado se emocionaba al ver su hada.

Le parece tierno ver esa parte de él.

Ciel de un salto corre hacia la ventana para abrirla.

- si viniste! Sabía que eras real!

- pues claro que lo soy Ciel!

- sabes mi nombre?!

- soy el hada de los dientes, yo lo sé todo! Y ahora ...- de su bolsillo saco una moneda brillante - por tener un diente tan bonito te doy este presente.

Ciel le agradeció como cinco veces para después entregar su diente de leche.

- bien ya tengo que irme, buenas noches Ciel.

- buenas noche hada de los dientes!

Ciel con una sonrisa de encanto que no se da a cualquiera se metió en su cama y cerró los ojos para soñar, su prima lo miraba con adoración, el plan funcionó y ella al igual que el mayordomo están contentos por el resultado.

A la mañana, un Ciel algo arrogante mostraba su moneda brillante a Sebastián.

- ves? Si vino y es real.

Y como buen mayordomo le sigue la corriente mostrando una falsa sorpresa y curiosidad.

- absolutamente joven amo.
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- en la cocina-

- señor Sebastián para la próxima solo dile al joven amo que el hada no vendrá si no se duerme - dice Tanaka tomando su té - así evitará que la joven Elizabeth cuelgue del techo.

El demonio quería irse al infierno ahora mismo, la vergüenza de no pensar en eso al principio fue una cachetada para su inteligencia.

- como usted diga.

Solo una reverencia rápida para salir de ahí rápido, qué pena.

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