Extra 03

Berrinches en el estacionamiento

Connor

— No corran, niños... —tenía las bolsas del supermercado en una mano y en la otra el carrito con Mateo quien andaba lloriqueando mucho hoy — ¿Y si vas a jugar con tus hermanos, tesoro?

— No, quiero estar contigo —escondió su cara en medio de un abrazo.

— Bien pero tenemos que llegar al auto primero —quise sacar las llaves del auto y los mellizos iban corriendo muy cerca de uno en el estacionamiento — ¡Liam, Ryan, con cuidado!

— ¡Corre, mira, mira! —se decían entre ellos y no me prestaban atención.

Tuve que apresurarme como pude para alcanzarlos y una bocina los hizo frenar de repente asustándolos al punto de ponerse a llorar sin dejar avanzar al señor. Me molesté con la persona impaciente que estaba dentro del auto y con los niños por no acatar órdenes.

— ¿Qué les dije, no me escucharon? —el corazón estaba por salirse de mi pecho —, desde allá les vengo gritando para que miren a los lados. Es peligroso.

— Papi...

— Lo primero que acordamos fue no separarse —sus ojitos se cristalizaron—, ahora caminando se van al auto y junto a mí.

— ¿Podemos ir por un gatito? —Emily se apresuró por ver a unos gatos que estaban regalando cerca y también la tienda de mascotas. - Quiero uno, mira que bonitos.

— La casa es pequeña —le respondió Ethan —, mami dijo...

— ¡Le doy mi cuarto! —ofreció contenta y me sacó una sonrisa para convencerme.

— Quizás en un par de años cariño, donde la mascota pueda jugar y correr en un jardín muy grande... —con mi respuesta se molestó—. No señorita, no me mires con esa carita.

— ¡Quiero uno, quiero uno! —se tiró al piso y las personas que pasaban miraban para nada disimuladas— ¡Papi, quiero!

— Levántate de ahí señorita, sabes que pidiéndome las cosas a gritos no —intenté levantarla y de nuevo los chicos corrieron lejos.

Es un dolor de cabeza traerlos al supermercado a dos juntos, les encanta explorar y son muchos como para cuidarlos pero siempre digo que nada es imposible. Con una pequeña llorando a mares, un bebé mimoso abrazando mi pierna y los mellizos corriendo avancé acumulando mi paciencia.

— Marco, no te separes ¿bueno cariño? —asintió obediente mirando su nuevo juguete—. Mira al frente cuando caminas, no te vayas a caer.

— Lo sé.

— Entonces hazlo.

En el auto subí todas las bolsas mientras miraba a cada uno, el teléfono comenzó a sonar y dos de los niños a llorar. No pude atender porque tenía que ver lo que estaba pasando allá dentro con los gritos.

— ¡Tonto! ¡Es mío! —gritó mi hijo mayor.

— ¿Por qué pelean?

— ¡Papi no me presta el juguete! —se quejó Liam demostrando su enojo con las manos a los lados— También quiero jugar.

— ¡Pero si me lo compraste a mí! —se volteó con la cara roja y sorbió su nariz.

— Hay compartir mi vida, acércate —saqué papel para limpiarle la cara—. Los hermanos lo hacen siempre. Podrías prestarle tu juguete por unos minutos a Liam y él prestarte el suyo ¿de acuerdo?

— ¡No! ¡Ese es mío! —Liam abrazó su tractor de juguete.

¿Cómo explicarle que no es la manera de compartir?

— Bien, todos a colocarse el cinturón de seguridad —arreglé el de los mellizos intentando pasar su berrinche.

— Dile que me lo preste papi.

— Si tú no lo compartes, él no lo hará contigo —Liam apretó el brazo de su hermano mayor y antes de que pudiera regañarlo se me adelantó Marco.

— ¡Auu, tonto! —lo empujó levemente y provocó un problema mucho peor. Los demás se taparon los oídos de lo fuerte que lloraba Liam.

— No, basta los dos que eso no se hace —me quedaron mirando— Marco no tienes que empujar a tus hermanos y Liam tu tampoco apretarle el brazo, se disculpan los dos.

— ¡Bwaa!

Para que frenaran la discusión me lo llevé a los asientos de adelante cambiando a Emily quien no estuvo muy de acuerdo con la idea. Ante ese regaño tan simple este se sintió mal o culpable tal vez por lo que hizo copiando exactamente a su hermano en la situación.

— Marco y Liam Miller...

A sus hermanos menores como les encanta imitar también comenzaron a llorar, ¿Cómo es sobrevivir en un auto con seis niños haciendo un escándalo? Pues lo averiguaremos.

— ¿Tenemos que llorar? —preguntó Mateo y negué con ternura.

—Por supuesto que no mi vida —acomodé a los demás en el asiento—. Muy bien todos me van a escuchar atentamente, el que esté llorando no tendrá helado.

Palabras mágicas.

En un dos por tres volvieron a ser amigos. Pude respirar camino a la heladería y la señora que nos vende siempre sonrió cuando los seis le comenzaron a alegrar el día con sus chistes que aprendieron en la escuela. Les regalaron una paleta a cada uno colocándolos aún más contentos y cuando ya nos íbamos a casa el menor de todos se quejó de la calor que sentía.

— ¿Mateo, que pasa hijo? —lo miré por el retrovisor— Cuéntale a papá.

— Me duele aquí —tocó su frente preocupándome enseguida—, mucho, mucho papi.

—Tranquilo cariño, no queda nada para llegar.

Conduje lo más prudente posible entre lo nervioso que me sentía y llamé enseguida a mi pareja quien estaba trabajando. Me toca turno en el hospital hoy por lo que dudo que pueda acompañar a Mateo a urgencias.

Al contactarme con ella quedamos en que yo me quedaría a cuidarlos por el momento porque salía en dos horas más del trabajo y si tenía fiebre intentaremos llamar a mi madre para que nos dé una mano.

— No se quiten los zapatos, solo la chaqueta—dije cuando vi a los mellizos desatarse los cordones—, Mateo quédate en el sofá.

— ¿Papi podemos jugar?

— Claro que si campeón —le respondí a Ethan—, pero recuerden compartir.

Fui a mi cuarto por el botiquín de primeros auxilios en busca del termómetro digital para el menor, será difícil que pueda cooperar porque odia quedarse quieto. Ya lo veía toser y respirar por la boca al tener su nariz completamente tapada.

— Mateo, ven aquí cariño —lo senté en mi pierna—. Voy a tomarte la temperatura, ¿bueno?

— No, burbuja no quiere —se removió en mis brazos refiriéndose a su juguete favorito.

— Burbuja quiere que te sientas mejor ¿no? —levanté al peluche y lo dejé en mi oreja— ¿Qué? ¿Qué le hagamos caso a papá? Mhm.

— Pero...

— Será rápido, lo prometo. Luego puedes seguir jugando.

— Noo —negó lloriqueando.

— Hijo, papá necesita saber que estas bien —me agaché a su altura— Te acompañaré con a jugar después de esto ¿Qué opinas?

— ¿Puedo ganar yo? —sonreí y lo abracé.

— Bueno pero solo esta vez, soy muy bueno en las carreras.

— Abre la boca cariño y deja el termómetro unos segundos —intentó con buena disposición pero al no poder respirar por sus narices ya tapadas se desató el caos.

— ¡No, no!

— Mateo cálmate, esto es por tu bien —lo tomé en brazos— ¿Puedes tener el brazo quieto un ratito?

Necesito tomarle la temperatura pero sé que no es capaz de mantenerse un rato con el termómetro en la axila.

— ¡No!

— Hagamos un trato —miré toda la casa en busca de algo que le gustara—, si te tomas la temperatura tienes dos galletas hoy.

— ¿Sí? —abrió los ojos exageradamente.

— Claro.

Es como decirles a mis pequeños algo a cambio de algo pero por el momento no puedo hacer mucho sin que lloren, claramente es algo que no se debería hacer pero debido a que no hay mucha cooperación no se me ocurren más formas.

Como me lo temía dio un resultado demasiado elevado y me tocó llevarlo a urgencias, sus hermanos se tienen que quedar en casa solo porque se exponen allá si es que los llevo conmigo. Llamé a mi madre y no puso ningún problema por cuidar a sus nietos un tiempo cosa que agradecí infinitamente.

Mateo encontró terrible que lo alejara de sus juegos, el drama para sacarlo de casa fue impresionante. No quería devuelta su chaqueta, pateó la mesita de la sala, gritó y se quejó porque quería quedarse en el sofá.

Es un bebé aún.

— Corazón, mira un pajarito — este se limpió las lágrimas en la silla del auto— ¿De qué color es?

— Mmm...

— Piensa, ¿Qué color tiene? —hice todo para distraerlo un poco.

Melisa llamó preocupada más tarde y quedamos en juntarnos en el hospital para poder ir a buscar las cosas del turno. Mateo era un mar de mocos y lágrimas.

— Vamos, arriba campeón —no quiso caminar así que preferí llevarlo yo mismo— Amor deja de llorar...

Apoyó su cara en mi pecho con la intención de dormir. Solo me queda acariciarlo y esperar en la sala de urgencias que nos atiendan de una vez.

Olvidé traerle a su peluche y estoy seguro que será un drama más adelante.

•••

¡Holaa!

Espero que estén muy pero muy bien.

Les traigo un extra y unas disculpas, no he podido escribir mucho este mes, estoy por finalizar mis estudios en la escuela y no se imaginan todas las cosas que tengo que hacer. Tengo muchas ideas en mente y me gustaría publicar apenas termine con todo.

Nos leemos pronto.

-Ana.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top