Extra 02

Edades de 1 a 5 años

Connor

Mantener a Ethan quieto es imposible, sus dos años hacen que sea muy curioso pero sobre todo travieso, no puedo estar en todos los lugares vigilando a cada uno y él ama elegir el día menos indicado para provocar desorden.

Cuando lo fui a buscar esta mañana a su cuarto me encontré con la sorpresa de que no se encontraba allí si no en la cocina jugando con la harina que dejó mi esposa por accidente en el mesón anoche y los fideos desparramados por todo el piso.

- Ethan... - abrí la boca sorprendido por el gran desastre. - Hijo eso no se hace, mira como quedaste. - lo ayudé a levantarse.

- Papá, galleta. - apuntó a lo más alto del mueble.

- No, hoy no habrán galletas.

- ¡Galletas! - saltó en su puesto y volví a negar por lo que comenzó a lloriquear.

- Un baño, eso es lo que haremos ahora.

- ¡Malo! ¡Malo!

Sus típicos berrinches los conozco a la perfección, por lo que no prestarle mucha atención en ese minuto es clave para que los termine. Desde aquí escucho los regaños de Melisa hacia Ryan porque no quiere vestirse, todos los días es lo mismo con ella pero conmigo lo hace de inmediato. Tiene cuatro años y es un niño muy curioso.

- ¡Ryan no corras que te vas a caer! Ponte esto, vamos...

- Mi vida hazle caso a tu mamá. - le dije con su hermano en brazos.

- ¿Por qué? - me contestó.

- Porque te vas a resfriar si no te colocas ropa, hijo.

Por otro lado Mateo, el menor de todos lloraba a mares porque tenía hambre por lo que fui a preparar su biberón para luego darle un baño un tiempo después que su hermano. Sus manos jugaban con mi cabello mientras que yo vigilaba a los mellizos que jugaban con los bloques y Melisa cocinaba el almuerzo.

- ¡Papá! ¡Papá! - Marco llegó corriendo con la cara empapada en lágrimas.

- Cuéntame cariño, tranquilo. - comenzó a toser y levantó las manos. - Muy bien, te escucho.

- Yo vi un perrito, quiero uno pero mamá dice que no...

- No podemos porque la casa es muy chiquita para un integrante más, en un tiempo quizás adoptemos una mascota. Recuerda que tienes la misión de cuidar a algodón. - me réferi al perro de mis padres que ve cada fin de semana.

- Si, la abuela dijo que ella me quiere mucho.

- ¿Verdad? - le sonreí. - Estas haciendo muy bien tu trabajo.

- ¿Un popotamo? - Emily agitó su peluche. - Mío.

- Hipopótamo, tesoro. - asintió pero volvió a decir la misma palabra.

Me tendré que quedar el día con ellos debido a que Melisa tiene que salir a trabajar y pasar a visitar a sus padres. Los niños no pueden ir por la gran tormenta que se avecina y a la hora de dormir es difícil.

- ¡Mi pelota, no tuya! - iba a intervenir en la pequeña discusión de Ethan y Emily pero su madre llegó en el momento exacto.

- ¡Mami! - aliviado le entregué a Mateo en sus brazos y me fui a lavar los dientes cuando hallé por fin tiempo.

Hay que colocarle toda la atención del mundo a cada uno, sin que se pierda eso porque en un minuto pueden pasar muchas cosas. Diría que a la que siempre están muy apegados es a mamá pero la verdad mentiría, nadie puede quitarlos de mi lado, cuando ven la oportunidad de hacer berrinches o buscar mimos es todo con papá.

- ¡Paaaa! - escuché un lloriqueo al otro lado de la puerta y era Emily quien quería que la tomara en brazos pero no podía.

- Ya voy princesa, no llores.

- ¡Paaa! - tuve que abrirle y me abrazó la pierna lo más rápido posible para no separarse de mí.

- ¿Que haces aquí cariño? ¿Dónde dejaste tus juguetes? - me apuntó con el dedo su cuarto. - ¿Quieres ir por tu peluche?

- ¿Popotamo?

- Si, ese mismo. - entusiasmada corrió a buscarlo para mostrármelo y escupí rápidamente la pasta de dientes, apenas me lavé la cara para ver que no fuera a ocurrir un accidente con las sillas cerca de su cuarto en las cuales se sube para alcanzar cosas.

La hora se complica cuando mi esposa se tiene que ir y yo me quedo con los niños en una sola sala, parece simple pero claramente no lo es. Los menores se las ingeniaron el otro día para subir las escaleras y tuvimos que colocar una pequeña puerta que se los impide. El que más llora es Mateo quien se separa un segundo de su madre y es como si le quitaran el chupón.

- Así que quieres caminar. - dije para mí mismo cuando gatear ya no era su única opción. - Eso mi vida.

Mateo daba pequeños pasitos que me aceleraban el corazón al ver lo rápido que crecía.

- Yo lo hago mejor. - Marco se cruzó de brazos. - Y no me dices eso.

- No seas celoso hijo, es un bebé, tu hermanito. - frunció el ceño. - Ven a darme tú un besito.

- No.

- ¿Ya no me quieres? - puse un puchero que lo hizo dar fuertes pisadas hacia el sofá para luego abrazarme por la espalda.

- Te amo.

- Yo más corazón. - desordene un poco su cabello cuando siento un golpe fuerte contra el piso a pocos metros de mí.

Ethan cayó de frente golpeándose un poco el mentón y un fuerte llanto inundó la sala.

- Pasó, pasó. Sin llorar. - me apresuré en llegar a su lado.

- Eso es porque corres. - dijo Ryan.

- Excelente, escuchas lo que dice mamá.

- Si papi.

- Tengo hambre. - Marco se acercó y bostezo tocando su barriga.

- Parece que alguien tiene algo más que hambre. - reí. - Vamos todos a la cocina, caminen...

Primero me llevé en brazos al menor y de la mano a Ethan. Su hermana es un poco más independiente a su corta edad, quiere hacer todo sola y contar cuentos es su parte favorita en el día aunque no se le entienden ni a la mitad pero son adorables.

- No, deja eso ahí jovencito. - regañe a Marco por sacar una cuchilla. - Con eso no se juega, es una regla y está en el refrigerador.

Creamos una lista con las "normas del hogar" donde aparecen dibujos para que ellos lo entiendan mucho mejor y con su frase correspondiente. Algunos están aprendiendo a leer y a escribir, por lo que les ayuda de cierta manera.

- Iba a ayudarte. - se molestó.

- Gracias corazón, te lo agradezco pero la cuchilla es peligrosa. - asintió. - ¿Por qué no me a traes los vasos? - todos tiene uno de plástico para evitar cualquier emergencia.

- No quiero comer. - Ryan alejó los cubiertos al sentarse y se volteó.

- Mi vida, hoy sin berrinches. Te sientas a la mesa que hay una comida deliciosa que preparó mamá.

- ¡Que no!

- ¿Sabes que no tienes que gritarle a papá? - puso un puchero. - ¿Me quieres contar lo que pasa?

- Liam es tonto. - le pegó a su hermano y este se la devolvió.

- Los hermanos no pelean. - los regañe.

- Me rompió mi dibujo.

- ¿Por qué lo hiciste cariño? - su mellizo me miró enfadado.

- ¡Está mintiendo, es mentira!

Quise ir a arreglar el problema pero Mateo me lo impidió con un fuerte llanto antes del almuerzo. Le tuve que dar un biberón para que se durmiera y vigilar a los demás desde la puerta.

¿Cómo se supone que los llevaré al supermercado por la tarde? Se acabó la leche para el menor, el tiempo no es para salir y varios bostezos me indican que ya es hora de sus siestas.

- Me duele la panza, no quiero. - Liam alejó el plato y su mellizo también.

- Niños les queda poquito, coman...

- Iugh. - Ryan apretó los labios para que no entrara ningún bocado.

- Parece que alguien no tendrá postre.

- Noo. - los mellizos comenzaron con sus rabietas y se lanzaron al piso a llorar desconsoladamente sin importarles que el bebé de la casa dormía en mis brazos.

- Levántense, no, Liam con eso no. - le dije cuando lo vi tomar un tenedor del mueble. - Suelta eso cariño.

- ¡Aah! - gritaron y mi paciencia se fue agotando.

- Basta les dije. - acomode a su hermano pequeño en el sofá y los fui a levantar de ahí.

- ¡Tonto! - Ryan me sacó la lengua.

PLAS

- ¡Ay! - lloriqueo y se aferró a mi pierna.

- A papá no se le dicen esas cosas.

- ¡Disculpaaa! - dio un sollozo ahogado.

Lo tomé en mis brazos dándole besos en la cabeza para calmarlo. Todos los demás comieron callados hasta terminar y por fin después de unos inconvenientes pude sentarme tranquilo a disfrutar el almuerzo pero claro que fueron segundos porque de la nada se les antojó comer de mi plato porque según ellos estaba mucho más delicioso.

Con seis pequeños es imposible aburrirse.

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